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Quienes manipulan información digital se convierten en tipógrafos. Una afirmación como ésta nos lleva a preguntarnos qué le aporta a un tipógrafo de escritorio la mirada profesional. La reflexión gira en torno a de qué forma las decisiones de usuarios pueden verse enriquecidas con la adición de puntos de vista concretos a las tareas que implican el uso de la tipografía. Se establecen algunas perspectivas sobre cómo el aprendizaje de la tipografía dirigida a otras disciplinas, y no sólo como lo que se enseña a los diseñadores, permite entenderla como un recurso clave de comunicación, y cómo, asimismo, constituye una oportunidad para expandir el pensamiento del tipógrafo profesional. Muchas de las decisiones sobre cómo editar la información son en la práctica opciones de diseño. Por lo tanto, más allá de la formación académica, se plantea que lo importante es constituir un pensamiento y cultura tipográficos, para entenderla como una herramienta para optimizar la comunicación cotidiana.

Rodrigo Ramírez

Diseñador gráfico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso _ MA Information Design, University of Reading _ Tipógrafo autodidacto _ Profesor de la Escuela de Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Chile Graphic Designer, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso _ MA Information Design, University of Reading _ Self-taught typographer _ Academic, Pontificia Universidad Católica de Chile School of Design

Tipografía _ usuarios _ tipografía de escritorio _ cultura tipográfica

Those who manipulate digital information become typographers. A statement like this makes us ask ourselves what the professional approach can contribute to the desktop typographer. The reflection revolves around the ways in which the decisions of users can be enriched with the addition of concrete viewpoints about the tasks that imply the use of typography. Some viewpoints are established on how the learning of typography oriented towards other disciplines, and not as taught to designers, allows its understanding as a key resource in communication, and how at the same time it becomes an opportunity to expand the thinking of the professional typographer. Many of the decisions about how to edit the information are in fact design options. So, beyond academic education, it is proposed that the important thing is to constitute a typographic body of thought and culture, to understand it as a tool for the optimization of everyday communication. Typography _ users_ desktop typography _ typographic culture

1 Ellen Lupton. Thinking with type 2 David Jury. ¿Qué es la tipografía? 3 Enric Jardí. Veintidós cosas que nunca debes hacer con las letras 4. Phil Baines & Andrew Haslam. Type & typography

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Para introducirnos al ámbito donde lo que se reconoce es simplemente la letra o las fuentes de computador, lo planteado por Jury (2007), en ¿Qué es la tipografía?, define un rol no evidente, que centra la atención en el contenido, que la información se haga visible y entendible: “El escenario cotidiano en el que la tipografía desempeña su papel clave es invisible, permanece oculto mientras la información se transmite eficazmente”. El énfasis no es nuevo: En The Crystal Globet, breve escrito de 1932, Beatrice Warde establece una definición de lo que es la buena tipografía, aludiendo a que el lector ve la estructura y orden del texto impreso en la página y, ante todo, puede concentrarse en el contenido; todos los elementos gráficos son transparentes, como en una copa de cristal. En el contexto tecnológico actual, editar información escrita seleccionando y aplicando tipografías no es exclusivo de los expertos operarios de maquinaria especializada, como sí lo era antes del computador. Hoy, los mismos usuarios —una característica de la democratización

medial— tienen incidencia total en el contenido y en su aspecto. Para soportes diversos de salida, es posible tomar decisiones sobre cómo se verá y cómo se leerá el texto, con lo que los proveedores de tecnología apuestan más a facilitar la toma de decisiones: una edición basada en plantillas es un ejemplo. Una pregunta inicial podría ser entonces ¿qué elementos comunes son la base para las decisiones de un usuario-tipógrafo? Vale mencionar que se trata de pasar más allá del juicio estético a una dimensión donde sepamos qué es lo óptimo, tengamos a la mano consideraciones objetivas (sabiendo lo difícil que es emplear el término), y logremos pasar la barrera del omnipresente, pero difícil, sentido común o buen gusto. Es decir, formar las decisiones sobre cómo se presenta la información escrita de la manera que más facilite la comunicación. Cómo se comunica con tipografía puede ser distinto para un usuario intuitivo que para uno profesional. Lo discutible por lo general es un asunto de estilo. Como ejemplo concreto: Lo correcto que resulta para una educadora de párvulos utilizar ‘Comic Sans’ en su trabajo.

“El escenario cotidiano en el que la tipografía desempeña

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Diseño (tipo) gráfico para la gente Si hoy es fácil saber, entonces qué tanto habría que saber. Aludo al texto de J. Frascara (2001), donde llama a los diseñadores a promover una cultura de diseño centrada en optimizar la comunicación, más que entenderlo sólo como un instrumento para otros fines. Con la tipografía pareciera ocurrir lo mismo: la cantidad de veces que se observan fuentes en contextos incorrectos de aplicación o con atributos independientes de su función real (llamativa, moderna) confunde el concepto de identidad con el de caricatura, en desmedro de aspectos clave como la legibilidad o la comprensión. Un procesador de texto automatizado para facilitar las decisiones o el uso tipográfico en la publicidad contribuyen cotidianamente a esta visión empobrecida sobre su rol como herramienta visual. Es la comunicación visual en lo cotidiano, específicamente el uso de la tipografía, ya no sólo patrimonio de los diseñadores o tipógrafos. Hoy cada usuario de computador se enfrenta a decisiones tipográficas, que resuelve

con mayor o menor habilidad. Así, con cada persona asumida como un tipógrafo, se presume que es un recurso muy accesible, y editar la tipografía implica nada más que conocer la herramienta general (software). Sin embargo, lo que no se maneja, a menos que haya una formación previa, es saber qué hace que la tipografía y su aplicación sean convencionales, hasta dónde se puede confiar sólo en la intuición o en qué punto quebrar una norma puede ser una innovación o resultar inconveniente para la legibilidad del texto y alterar la experiencia de lectura. No sólo el estilo, sino lo medible también importa. Pareciera ser pertinente hablar incluso de usabilidad de las fuentes tipográficas, puesto que luego le exigimos al texto que cumpla tareas o con ciertas condiciones, representadas en visibilidad, legibilidad, reglas de la información escrita para comprender mejor, si es efectiva o si se sigue considerando sólo un recurso estético. Ahí se entra en un terreno que aunque puede generar otra reflexión interesante, excede el objeto de este artículo.

Entonces, ¿qué?, o más bien ¿cómo son las decisiones de diseño para un usuario promedio en la web o en un documento editado en un procesador de texto? Probablemente e independiente de su habilidad —o talento—, será en muchos casos pura intuición: ‘parecerse a’, que el texto se vea ‘como’, son algunas de las razones frecuentes. Nuevamente el aprendizaje basado en la observación (o quizá en la imitación) parece ser un ingrediente común, lo que incluso alcanza a los diseñadores. En busca de entender si el rol de la tipografía está centrado más en la apariencia o en mejorar la lectura, hay una experiencia motivadora en lo académico y profesional, que ha sido mi participación en distintas instancias con la tipografía como tema central, donde los interlocutores no son diseñadores: editores, escritores, periodistas, gerentes de marketing, curiosos de entender sobre esta disciplina con la cual se relacionan diariamente o que tienen un objetivo que va mucho más allá de la charla tipográfica. Lo constato: tienen inquietudes distintas, el texto les representa no una forma, no un estilo histó-

rico, rasgos o contraformas, sino un problema concreto de énfasis, tamaños, de apariencia, aunque también de amabilidad o elegancia, también de credibilidad, de acceso claro a la información contenida. Aparece entonces ahí claramente la dimensión de usabilidad del texto, cómo las decisiones pueden alterar o mejorar el desempeño y no sólo la apariencia. Ellas y ellos quieren entender cómo el recurso tipográfico deja de ser una alquimia y pasa a ser algo tan manejable como lo que hacen a diario en sus textos, en su correo electrónico o en su dispositivo móvil. En la experiencia de compartir conocimiento se sorprenden al entender cómo la función de la tipografía sobrepasa lugares comunes como el carácter o la identidad, y pasa a ser en definitiva una herramienta concreta para optimizar la comunicación que, al mismo tiempo, puede ser neutra o centrada en presentar claramente más el contenido que en la apariencia. Adicionalmente, desde esta misma experiencia, quien descubre este potencial, lo más probable es que llame a un diseñador con buenos conocimientos en ti-

su papel clave es invisible, permanece oculto mientras la información se transmite eficazmente.”

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Es la comunicación visual en lo cotidiano, específicamente el uso de

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1 Ellen Lupton. Thinking with type 2 David Jury. ¿Qué es la tipografía? 3. Phil Baines & Andrew Haslam. Type & typography 4 Enric Jardí. Veintidós cosas que nunca debes hacer con las letras

pografía para su próximo proyecto. “… la generalización del acceso a la tecnología digital ha provocado que el término ‘tipografía’ haya dejado de restringirse a la labor del tipógrafo y se emplee cada vez más para designar el trabajo de organización de un material escrito. Ahora, cualquiera puede ser tipógrafo”. Interpreto este planteamiento de Jury (2007) vinculado superficialmente al ‘hacer’ y ‘enseñar’ diseño. Escucho a menudo (y creo firmemente) que la tipografía debe ser una materia base para el aprendizaje de la comunicación visual. Sin embargo, ello puede significar que la tipografía se considere más como disciplina erudita, cuando en realidad la relación directa con el lenguaje escrito es en la práctica. Entonces, ¿qué significa llegar a un ámbito donde quienes dialogan o aprenden contigo no diseñan finalmente, aunque toman decisiones visuales sobre el material que editan? Aprender de tipografía en otro espacio significa poner algunas de las bases de la disciplina en un plano más general, aunque muy concreto; plantearla de una forma que todos puedan entenderla no sólo centrada en entender sobre las características formales de un tipógrafo o las diferencias del estilo ‘Garalde’, sino también en el desempeño: de dónde provienen las convenciones tipográficas, de qué forma

impactan las propias decisiones de ese tipógrafo digital y, fundamentalmente, cuáles son las más críticas, según el objetivo que persiga. También, cuándo será más conveniente contar con un especialista en el equipo.

Algo de pensamiento tipográfico (para novatos y expertos) Tener antecedentes para resolver las decisiones propias parece ser una duda permanente. ¿Cómo edito mejor el texto o cuándo llamo al tipógrafo profesional? En una búsqueda amplia de pensamiento tipográfico, una introducción didáctica como la de E. Jardí (2007), con el doble y bien intencionado título 22 consejos sobre tipografía (que algunos diseñadores jamás revelarán) o Veintidós cosas que nunca debes hacer con las letras (que algunos tipógrafos nunca te dirán), es una fuente de información inicial respecto de cómo partir desde las decisiones tipográficas más simples como, por ejemplo, ‘no uses más de dos estilos de letra…’, que son a menudo las más efectivas. Luego, en un plano más erudito, el enfoque de autores como P. Baines y A. Haslam, que en Type & Typography (2005) realizan el interesante ejercicio de explicar los orígenes histórico-técnicos junto a los alcances prácticos de la tipografía: el espacio donde se aplica. En particular el diagrama

la tipografía, ya no sólo patrimonio de los diseñadores o tipógrafos.

“Visual Taxonomy” de cinco siglos de tipografía elaborado por C. Dixon (2005), sobre las clasificaciones tipográficas en la historia, expone cómo la forma cambia por el soporte, cómo se ve supeditada al estilo, la técnica y principalmente al uso corriente. Este diagrama sugiere que, progresivamente, fuimos pasando del estilismo de las tipografías clásicas a las formas más sometidas a las

Más en profundidad, las preguntas que el texto conciso y contundente de E. Lupton Thinking with Type (2004), donde esta autora desafía a diseñadores, escritores, editores y, principalmente, a estudiantes a pensar qué se hace (y qué no, type crimes) con el lenguaje escrito. Cómo el conocimiento no pasa sólo por imitar la tendencia o el dominio de una herramienta computa-

quieren, cuando se suman nuevos atributos (identidad, exclusividad, necesidades específicas de clientes), entender qué se pide y cómo luego otros pueden hacer uso de la herramienta, es fundamental. ¿Cómo adquirir una cultura tipográfica propia que permita tomar decisiones correctas? Ello significa no sólo ver cómo será el aspecto externo, sino también cómo éste es adecuado respecto

entre las más convencionales. Más uso, más conocimiento: “[…] si bien las convenciones básicas de la tipografía se aprenden en la escuela, no ocurre lo mismo con los principios elementales del lenguaje visual, y la mayoría de quienes se enfrentan a la tarea de diseñar un póster o un folleto descubren que ni ellos mismos ni su ordenador son capaces de transmitir el mensaje tal y como

exigencias del mercado, a las de los consumidores y a la tecnología: el píxel es un ejemplo. Más pensamiento tipográfico basado en lo cotidiano lo extraemos de Tipografía del siglo XX, de L. Blackwell, obra que en menos de dos años tuvo que actualizarse con la fórmula de un remix (1999 y 2001) y que da cuenta de este fenómeno: cómo se desarrolla de manera acelerada la tipografía en nuestro tiempo, cómo se varían dramáticamente los estilos y se re-mezclan. También cómo las tecnologías de información la han convertido en un recurso potente y omnipresente, llevando a que se produzcan permanentemente más fuentes tipográficas, generando una eclosión de estilos, que ya traspasan largamente las opciones de clasificación. Es fundamental, entonces, entender más las implicancias culturales de la tipografía en cómo moldea la visualidad cotidiana, que enfocarse sólo en abarcar sus estilos o tendencias.

cional, sino más bien por entender las relaciones históricas y de la técnica; cómo incide en el tratamiento visual del texto y su ordenamiento, su estructura secuencial. Pensar con tipografía es entonces volver a ver el lenguaje visual en distintas dimensiones, que deben ser abordadas por todos los tipógrafos en todos los niveles: los profesionales y los aficionados. Que los editores digitales de contenido, independientemente de su posición, logren ver la diferencia entre letras para llamar la atención y letras para leer, que la cultura tipográfica sirva para concentrarse más en el contenido que sólo en el discurso aparente, parece señalar con claridad el elemento base: cultura de la letra.

del desempeño, de las expectativas, cómo se convierte en parte de lo que hacemos o en una experiencia más cómoda, más legible, de acuerdo a su narrativa. Lograrlo óptimamente a través del recurso tipográfico no es un resultado casual, requiere saber cómo. Así, como hoy resulta fácil editar un sitio con contenidos con buena apariencia para un weblog o contenido visual con calidad profesional para una presentación, el diseñador podría considerarse prescindible. Sin embargo, en un contexto de calidad será necesario disponer de un profesional que asegure visualidad fresca y un buen desempeño. Por tanto el desafío de aprendizaje y refinamiento será mayor en la medida que nuestros clientes o contrapartes sean más exigentes con sus requerimientos tipográficos. Esto es, que conozcan más sobre el desempeño, y cómo incluso a veces las decisiones comunicacionales más efectivas pueden llegar a estar

pretendían” (Jury, 2007). Esta observación es una oportunidad para los tipógrafos profesionales, considerando las soluciones desarrolladas para los tipógrafos de escritorio más como promesa, con requerimientos simples y centradas en facilitar las decisiones. En otras disciplinas como el diseño de información o la visualización de datos, las soluciones parecen apuntar en la misma dirección: agregar mayor empatía a los datos, considerar diversos tipos de usuario para mejorar la naturalidad del uso, conformar una experiencia placentera, simple. También puede ser ingenuo pensar que los tipógrafos cotidianos o sus herramientas, aunque cada vez más sofisticadas, reemplazarán al juicio y manejo del diseñador. Aunque mientras sean los usuarios quienes sigan moldeando el medio cotidiano, lo importante será considerar la tipografía como una herramienta para la comunicación, con calidad visual y desempeño.

Entonces cultura tipográfica Hoy, cuando el enfoque de los proyectos más interesantes que generan conversación sobre el tema general del diseño está orientado a lo que las personas re-

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Bibliografía Jury, David. (2007). ¿Qué es la tipografía? Gustavo Gili. Jardí, Enric. (2007). 22 consejos sobre tipografía (que algunos diseñadores jamás revelarán) + Veintidós cosas que nunca debes hacer con las letras (que algunos tipógrafos nunca te dirán). Actar. Lupton, Ellen. (2006 ). Thinking with Type. Princeton.

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