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Entre Romanticismo y Modernismo, pág

ENTRE ROMANTICISMO Y MODERNISMO

Una de las cuestiones más motivadoras de ejercer la interpretación sobre literatura es la de poder hacer justicia a escritores que han permanecido mucho tiempo ausentes de los espacios estéticos o históricos, y puedan luego ser valorados, sobre todo si éstos se encuentran en planos fundadores de la lírica de un país, tal es el caso de Elías David Curiel. Esta afirmación nos llevaría también a considerar a este poeta uno de nuestros principales pensadores si tomamos en cuenta que la poesía no se limita al mero ejercicio verbal, sino a obtener una conciencia moral y filosófica profunda.

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En primer lugar, debemos ubicar la figura de Curiel en los inicios mismos de nuestro modernismo literario, logrado en esta ocasión merced a unos matices muy peculiares que nos propondremos dibujar aquí en la medida de lo posible con sus correspondencias respectivas, trazando paralelos con motivos, temáticas y dispositivos estéticos de su tiempo y momento, a objeto de observar más claramente donde radican tales logros.

Como sabemos, Venezuela cuenta con un buen número de escritores neoclasicistas, románticos y modernistas representando bien tales tendencias, sin los cuales sería difícil definir cuáles son estos rasgos distintivos para la poética de Elías David Curiel. El primer ramal romántico nuestro proviene de una reacción al neoclasicismo representado en el siglo XIX por Andrés Bello, de un equilibro formal que éste comparte atenido a cánones de equilibrio y sobriedad que son centro de la estética clásica europea, la cual tuvo en nuestra América representantes señeros como José Joaquín Olmedo en Ecuador; Jorge Isaacs en Colombia; Esteban Echeverría en Argentina; Rafael Landívar en Guatemala; o José María Heredia en Cuba, para luego pasar a románticos consolidados como Juan Antonio Pérez Bonalde, quien es seguramente la figura central del romanticismo venezolano, al incluir en su poética ya no paisajes o sentimientos prestados de Europa, sino otros que pudiesen expresar la sensibilidad nuestra, realizando luego Pérez Bonalde otros aportes con sus versiones y traducciones del francés, inglés y alemán. Precisamente, la traducción que realiza Pérez Bonalde de El Cuervode Poe debe ser tenida como paradigma dentro de nuestra tradición tenebrista y nocturna, la cual vendría a apoderarse de buena parte de la lírica venezolana para remarcar su lado oscuro o escéptico. La propia vida de Poe se convertiría en un fatumdentro de la literatura estadounidense, dejando su influjo en un poeta

como Charles Baudelaire, quien además de darse a la tarea de traducir la obra de Poe, propició la entronización de un nuevo espíritu, surgido de una reacción contra la ferocidad del capitalismo y sus métodos de imponer el poder económico, convirtiendo el legado cultural en ideología, es decir, en una falsa cultura basada en la mercancía y el valor de cambio.

La propia vida de Pérez Bonalde, en medio de los furores de la Guerra Federal, los fracasos matrimoniales y las tragedias personales, terminaron por dibujar un romanticismo de primera magnitud, que venía precedido de la impronta de poetas como Abigaíl Lozano, Rafael María Baralt o Jacinto Gutiérrez Coll, y proseguiría su influjo en poetas como Carlos Borges y Udón Pérez, --quienes cultivaron la poética modernista-- y se extendería hasta la vanguardia del siglo XX en escritores como Andrés Eloy Blanco, José Antonio Ramos Sucre, Salustio González Rincones y Ángel Miguel Queremel. Recordemos que el modernismo hispanoamericano nace apareado al romanticismo; fueron escritores adelantados de este movimiento como Rubén Darío (su fundador), en Nicaragua, Julián del Casal en Cuba y Leopoldo Lugones en Argentina quienes ejercieron un profundo influjo en modernistas nuestros como Carlos Borges, escritor donde también se aprecia esta onda tenebrista y nocturnal presente en la obra de Elías David Curiel.

Quisiera insistir sobre este vínculo --soterrado, indirecto, de motivación interna más que de mero juego verbal o formal— que mueve la mirada escéptica de la modernidad inaugurada en lengua francesa por Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, en línea directa con Edgar Allan Poe, la cual va a ser definitoria en la obra poética de Elías David Curiel, como lo han sido las diversas lecturas religiosas, filosóficas y mitológicas de diversa índole, sobre todo aquellas referidas al ocultismo, la cábala, la teosofía y otras doctrinas anexas, las cuales van conformando una visión (y versión) del mundo del todo diferenciada de otras visiones forjadas en la poesía venezolana de su momento.

El primer elemento que se advierte en la concepción poética de Curiel es el deambular, el errar. Las cosas fluyen o huyen, se dispersan y luego parecen confluir en lo que me atrevería a llamar un Anima Mundi, inaprensible del todo, que fluye o se escapa de modo permanente. Este deambular sería consecuencia de la disconformidad y de una carencia de belleza inmediata, al tiempo que persigue un refugio en la palabra, en los universos ideales creados por el verbo. Los movimientos literarios nutrientes serían por supuesto el romanticismo y el modernismo; en cuanto

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