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Apreciaciones posteriores, pág

habla también del fenómeno del Modernismo, del mito de Psiquis y su abolengo neoplatónico, sin dejar de reconocer el magisterio de Rubén Darío. Hay una breve nota sobre el tipo de métrica utilizado por Curiel: versos blancos arbitrariamente metrificados, asonantados; a Curiel parecía bastarle que sonaran bien las palabras acentuadas en la misma vocal, aunque los versos terminaran en vocales distintas.

En los capítulos tres y cuatro es la visión interior la abordada, mediante las disciplinas: Cábala, Zohar, neoplatonismo, teosofía y el soplo del numen tal y como lo estudia el teólogo alemán Rudolf Otto; la idea neoplatónica de la muerte como forma de liberación y como parte del misterio inmanente. Sigue López Ruiz su estudio aproximándose al asunto de la alquimia (el carbón ideal y el oro astral) como los que se aprecian en el ‘cuento en verso’ “Aben-Almulek”, así como el mito de Psiquis viene dar origen a las metamorfosis, los simbolismos y los signos geométricos, haciendo hincapié más adelante en el concepto monoteísta, donde entrará a jugar un papel muy importante la figura de Jesucristo. Nos dice que Jesucristo universalizó el concepto monoteísta del pueblo de Israel, y humanizó con la emoción las máximas abstractas de los profetas, lo cual llamó la atención de Curiel. Nos recuerda una y otra vez que Curiel introdujo la forma breve de filosofar del aforismo para dar peso conceptual a su poética, cosa que a mi juicio no es completamente cierta, pues al aforismo trabaja merced a nociones rápidas, breves, de los que alguien ha dicho que comportan una especie de abuso de la confianza de quien lee, pues se trata a veces de máximas concentradas, consejos morales o directrices espirituales, cuestiones que no se perciben de inmediato en la filosofía poética de Curiel (a los que yo he preferido llamar más arriba “poemas que piensan”), la cual posee otras características; ironía atenuada a menudo sonriente, y eso sí, narrativa, manteniendo un hilo con el cual se puede tejer al fondo una suerte de historia, una sutil anécdota.

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Acerca del tema de la muerte –no hay gran poesía que no lo aborde, pues forma sustancial de la vida y le otorga su sentido esencial— (“Nacer es empezar a morir”, nos recuerda Francisco de Quevedo), López Ruiz nos dice que éste se origina en Curiel desde el platonismo y el neoplatonismo renacentista, especulando con “algunas ideas basadas en las almas presas en el cuerpo” o de liberaciones de óxidos o herrumbres, la salvación o el desprendimiento del egoísmo, mostrado de nuevo en reminiscencias socráticas, platónicas y órficas, aunque muchas veces llame la atención sobre estos influjos sin ejemplificar lo suficiente; es decir, no demuestra

donde radican justamente estos ecos de Platón, Sócrates o del pensamiento hermético en determinados textos de Curiel.

Otros tópicos como el tedio, el fastidio de la existencia, la salvación (salvarnos de enloquecer, dice), los fantasmas o el sueño son más evidentes en el poeta coriano. Más interesantes en el estudio de López Ruiz resultan los recursos plásticos usados por el poeta, los cuales provienen en su mayoría de la cultura helénica, así como los de la embriaguez y la satiriasis, el dolor, y sobre todo la poderosa intuición curielana que hacen de nuestro poeta en un escritor verdaderamente universal, un oficiante que se sitúa en una dimensión cósmica a través de un poder lírico fuera de lo corriente, con lo cual se convierte en uno de los fundadores de nuestra modernidad literaria y quizás de nuestra espiritualidad, aquella que se ubica después del romanticismo hispanoamericano, y anuncia con el modernismo un modo distinto de absorber las distintas iridiscencias de la lengua poética. Si el dolor expresa o explica a veces por sí mismo la existencia del mundo, tendríamos que convenir que en la poética de Curiel encontramos un mundo cohesionado justamente por sus disonancias, su fragmentarismo y su evasión dirigida, su herida auto-infligida; la oquedad producida por la desdicha parece encontrar en los orificios nocturnos y las pausas lunares ámbitos propicios para su desarrollo, para el crecimiento de un verbo que se auto-construye y dignifica.

APRECIACIONES POSTERIORES

Otros trabajos posteriores dignos de mención son los de Ennio Jiménez Emán, Pedro Cuartín y César Seco. El de Jiménez Emán Música astral. Isis, Orfeo, Pitágoras y la Cábala en un poema de Elías David Curiel13 insiste, bajo la forma despejada del ensayo, en los temas anunciados en su título, merced a un tono de gran claridad conceptual en el instante de acercarse a su materia de estudio. En efecto, las “extrañas resonancias arcanas, visiones, ensoñaciones y hasta alucinaciones” de Curiel hacen decir a Ennio Jiménez Emán que este poeta “es dueño de un temple oracular pocas veces alcanzado en nuestras letras”, y le acredita de poseer una trascendencia como espíritu avanzado en su tiempo, así como unas dotes de vidente equiparables a las de Baudelaire, Poe, Rimbaud, o de nuestro Ramos Sucre. Insiste Jiménez Emán en examinar “lo expresamente oculto o

13 Ennio Jiménez Emán, “Música astral. Isis, Orfeo, Pitágoras y la Cábala en un poema de Elías David Curiel”. En: Las voces ocultas, Monte Ávila Editores, Caracas, 1992, págs. 11-25.

hermético” del libro Música astral, y de arrojar una mirada al ya clásico texto “Al través de mi vida” –que debería figurar en todas las antologías de nuestra poesía--; nos recalca el ensayista que estamos frente a un “poeta fuerte”, tal nos lo tipifica Harold Bloom en su importante libro La angustia de las influencias, en el sentido de asimilar “toda una tradición de influencias pasadas y presentes, dando como resultado un producto nuevo y definitivo”, a la vez de reconocerle fundador de una tradición oracular secreta.

Más adelante el autor de este ensayo nos insiste en el signo saturnino del poeta falconiano, advertible en éste desde su juventud por parte de su madre, para luego devenir en el asunto de la mujer ideal, sublimada, que a opinión de Ennio está encarnada en la diosa Isis, presente en el ya referido poema, con nexos claros con la importante obra narrativa de Apuleyo El asno de oro, y adjudicándole tintes esotéricos e iniciáticos. Después, al aludir al orfismo, pitagorismo y cábala, glosa los conceptos explanados por Juvenal López Ruiz en la obra comentada más arriba, y va tejiendo con claridad un discurso donde se conjugan tales configuraciones, para obtener así uno de los ensayos que con mayor precisión han revelado el mundo de Curiel en su libro Música astraly sirve de mucho para posteriores investigaciones, sobre todo en lo atinente al conocimiento gnóstico, pitagórico y cabalístico observado a la luz de las investigaciones modernas, como la realizada por el crítico norteamericano Harold Bloom en su libro La cábala y la crítica(1979), que Ennio cita y glosa tan oportunamente.

Posteriormente apreciamos el texto interpretativo El discurso del insomnio. Lectura de algunos textos poéticos de Elías David Curiel, de Enrique Arenas Capiello, que sirve de estudio preliminar al volumen Ebriedad de nube (2003) 14 donde Arenas se deja llevar por el fluir vital del poeta observado e ingresa en su temperatura anímica hasta el punto de parodiarlo en estilo y alcanzar un constructo barroco por momentos rebuscado y altisonante que no deja de poseer aciertos, desperdiciado en una primera fase, la cual, lejos de desentrañar, se sumerge en otros hermetismos interpretativos. Nos sitúa sin embargo en ámbitos originarios del poeta, en su infancia de olores y (sin)sabores; con conocimiento del domusdel poeta nos va pintando los entornos originarios y más adelante

14 Elías David Curiel, Ebriedad de nube Poesía, Prólogo de Egla Charmell. “El discurso del insomnio. Lectura de algunos textos poéticos de Elías David Curiel (1871-1924)”, por Enrique Arenas Capiello. Coedición del Ateneo de Coro, Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de los Andes, Biblioteca Oscar Beaujon Graterol (Coro), Biblioteca Febres Cordero (Mérida), CONAC, Ediciones El otro, el mismo, Mérida, Venezuela, 2003, 467 pp.

entra en materia literaria pero a través de ambigüedades expresivas del tipo de “diseño de expresión tonal” “matiz juguetón veladamente irónico”, y otras ideas diluidas en la retórica, sin encontrar un asidero expositivo claro, abandonado a efectismos lingüísticos. Aunque no debemos desestimarlo cuando toca los asuntos de las mutaciones y los entresueños, y acaso más cuando nos dice que las temáticas y tonalidades crípticas en Curiel resultan innovadoras para la modernidad literaria venezolana, y que éste ha logrado arribar a “la noche ontológica y metafísica”, la cual sobrepasa al modernismo y sus efectos musicales “con una contraparte ocre, arrítmica, neblinosa, o canicular”, en lo que debemos coincidir con él. También cuando refiere la “diatonía musical de la idea y de la grave orquestación en tono menor que estructura en algunos poemas”. Hacia la parte final, el ensayo de Arenas recobra su lucidez al señalar que esta “máquina cabalística” se pone a funcionar cuando ejemplifica con textos precisos. “Curiel no encarcela su poética en ninguna de las teologías” nos dice. Y “crea el poema en su sincretismo una religiosidad estética y una ética poética en el sentido en que aprovecha y conduce todos estos aspectos hacia la configuración de su propia concepción lirica de la realidad.”, y que todo ello lo llevaría a formular una “teología mixta poética abierta, que una clausura dogmática o confesional.” Arenas Capiello depura su expresión y logra espacios interpretativos dignos de ser tenidos en cuenta para ulteriores investigaciones sobre esta ontología áspera, desquiciante y nerviosa que él observa en este eterno insomnio de Curiel.

Dos poetas oriundos de Coro, César Seco y Pedro Cuartín, toman la palabra en sendos ensayos para acercarse a la poesía de su coterráneo. César Seco en un ensayo intitulado Al través. Al margen de Elías David Curiel15 En éste, Seco aborda el asunto central de la muerte de la siguiente manera: “Obsesivo es el diálogo que Elías David Curiel sostuvo con la muerte –al través, al margen, más allá, allende—como si cumpliera con la más natural de las realidades y con el designio revelado sólo por la poesía: su propia muerte. “Los fantasmas hirieron mi oído”, dijo. Los escuchó en el caserón que habitaba junto a su madre. Este es el diálogo que nos permite reconstruir eso que Virgilio Media llamará “la huidiza realidad de su verdadera imagen humana”, ese “vivir en olor de muerte”, en conocimiento de ella y que lo emparienta con el Rilke de las Elegías de Duino, con el joven muerto de la “Décima elegía”, sólo que éste, en el viaje hacia la muerte, progresivamente la va conociendo, en tanto que Elías David Curiel se dice muerto desde nacido. (…) El poeta y la muerte –fantasma él y fantasma ella— llegan por la palabra eso que anida entre la carne y los huesos, ente la angustia y el desvelo, entre la imaginación y la conciencia: perplejidad y miedo. Es la fatalidad que tocó al poeta y en la que éste puso ese algo que creyó en la revelación de su espíritu: presagio, videncia, su entrevisto destino.” Entre sus acertados juicios se encuentran los relacionados al amor no correspondido y del paralelo que traza con Ramos Sucre, observado ya por numerosos comentaristas. “El obsesivo trato que Curiel mantuvo con la muerte lo relaciona con Ramos Sucre. En ambos el desenlace fue el suicidio, sólo que en el cumanés la voz del confinado y del dolor le permitieron decir “el estupor y la felicidad de la muerte, en tanto que en el coriano todo parece haberse escindido en el enigma, ese misterio que desborda en los limbosde la Muerte / todas las plenitudes de la Vida”. Llama la atención en el trabajo de Seco el pleno conocimiento que muestra del entorno geográfico de Coro y sus costumbres ancestrales.

Por su parte Pedro Cuartín lleva a cabo una interesante indagación en siete partes que constituyen en sí mismas un denso estudio, con el título prestado del poeta estudiado, de Mil fragmentos de caótica sustancia (1998)16. En dicho trabajo se contemporiza la poesía de Curiel a fines del

15 César Seco, “Al través. Al margen de Elías David Curiel”. En: Tranpoética, Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas, 2008, págs. 85-93. Anteriormente publicado en la revista Imagen, Año 30, N° 5, 1997, págs. 6-8.

siglo XX a la luz de las teorías literarias modernas, con los aportes de Kristeva, Barthes o Genet en función de una textualidad que puede estar precedida de la hipo, hiper o transtextualidad para abrazar aquellas teorías. En un discurso formalista, Cuartín toma herramientas de la moderna teoría literaria y las coteja con las suyas propias, pero sobre todo con los Apuntes literarios, lo cual permite a Cuartín desglosar su discurso en varios planos interpretativos mediante los cuales se va acercando a los diversos elementos y fenómenos que se conjugan en la poética de Curiel, tanto formales como de contenido. En el plano formal tenemos la disparidad, la transfiguración, la modificación deliberada, la irrupción contra la lengua establecida, la invención de términos y el ritmo. Es importante la apoyatura que hace Cuartín sobre la noción de ritmo que posee Octavio Paz, que no vacilo en reproducir: “El ritmo no es medida, es visión de mundo. Calendarios, moral, política, técnica, artes, filosofía, todo en fin, lo que llamamos cultura hunde sus raíces en el ritmo.”17

De igual modo son observados los aspectos simbólicos, significantes y fabulantes merced a los conceptos de texto lirico, transfiguración e inversión que preparan el terreno para abordar la emoción y la ideacomo polos de lo que he llamado antes poemas que piensan, es decir, de una filosofía implícita que éstos contiene e incluso por el ritmo interno que ofrecen de cara a la estética modernista, para tejer con éstos un diálogo peculiar entre entendimiento y sensibilidad, entre intelecto y emoción, encontrando residuos conscientes en la conciencia, logrando así una cadena de efectos concretos: poesía y musicalidad, precisión e impresión simultáneas, irreverencia y transgresión. Una suerte de ambigüedad transgresora estaría presente en esta poética, tratando de mantener el elemento irracional dentro de lo pensado.

En la parte tercera de su ensayo, Cuartín se adentra en el tema de Psiquis (aludido por todos los comentaristas, incluyéndome), haciendo sobre éste relativos aportes, sobre todo al asociarlo al romanticismo, --donde es recurso recurrente-- y realizando las debidas referencias, sobre todo una del gran poeta Víctor Hugo cuando nos dice: “Cosa inaudita: dentro de una mismo es donde hay que ver lo exterior. El profundo y oscuro espejo está en el fondo del hombre. Allí está el terrible claroscuro. La cosa reflejada por el alma es más vertiginosa que la cosa vista directamente. Es más que la

16 Pedro Cuartín, Mil fragmentos de caótica sustancia. Comentario crítico sobre algunos textos de Elías David Curiel, Premio de Ensayo I Bienal de Literatura Elías David Curiel (1997), Fondo Editorial del Estado Falcón, Ediciones Libros Blancos, Coro, 1998, 65 pp. 17 Octavio Paz, El. Arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, México, 5ª Reimpresión, 1983.

imagen: es el simulacro, y en el simulacro hay algo espectral… Al asomarnos al pozo, que vemos es nuestro espíritu, divisamos en el ´´una distancia de abismos en un estrecho círculo, la inmensidad del mundo.” La teoría literaria del propio Curiel, contenida en Apuntes literarios, le permite a Cuartín señalar que el poeta “traduce”, es decir, traslada del idioma estético del universo al lenguaje humano, y que esa traducción es sentida con emoción por el poeta-demiurgo. Surge entonces la figura de Juan Antonio Pérez Bonalde –padre de los traductores venezolanos—quien en sus versiones de Poe y Heine realiza un complejo traslado de tropos, figuras, imágenes y danzas anímicas que en algún momento se tocan en el llamado hipertexto, en la noción acuñada por Gerard Genette.

En la parte titulada “Relación entre Poesía y Alquimia” Cuartín se asoma en apenas tres páginas a este arduo motivo. Por ejemplo, la expresión “la solidez cristalina del diamante” posee cohesión suprema en este caso, anotada por Curiel en sus Apuntes literarios. La alquimia permitiría en este caso la ascensión, mientras el oro facilitaría las ascensiones terrenales, el diamante lo haría para ascender al cosmos. Si la poesía permite esa alquimia con la terredad y la cosmicidad, entonces es ella misma una forma de conocimiento (constructo ficcional epistémico), esto es, que la imagen sería determinante tanto para reconocer las voces ancestrales como para la construcción del lenguaje poético, el lenguaje profundo del religar con los dioses y lo trascendente. Justamente, el manejarse entre estos arduos límites estaría el reto inmanente de la poesía: traducir lo invisible sin despojarlo de su misterio, y ello nos permitiría la inclusión del yo en la otredad, prefiriendo Curiel en este caso la sinceridad emotiva que ir en busca de una absurda originalidad.

Otros tópicos abordados aquí por Cuartín son: la autorreferencialidad (el sentido centrípeto, según Northrop Frye), la fábula (es decir, la representación de acciones en un montaje), la disonancia y el hermetismo, la posibilidad ficcional (la invención que no requiere de documentos), y el Alma, centro de todo ello. En esta parte hay como una aglutinación conceptual no suficientemente concebida, pues se conectan al azar poemas y textos de Curiel que pudieran tener sus justificaciones en el título del volumen. Así los poemas “El canto de la noche”, “La lógica del ritmo”, “Música astral”, “Desorientación”, “Soneto bárbaro”, “Sidérea” y otros son motivos de indagación por Cuartín, quien guarda para esta parte final sus mejores herramientas de observación, intercalándolas con citas de diversos poetas: Gerbasi, Lezama Lima, Briceño Guerrero, autores donde

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