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Jiménez Sierra visita casa de Curiel en Coro, pág

poderosa vocación artística para sobreponerse a la desesperación y a la mortal angustia. Porque el artista –y en nuestro caso, el poeta—es un ser demasiado sensible y sufriente, y sobre| él cae de manera exacerbada y cruel la presión del medio y sus rudos fantasmas.”8

Por su parte, el narrador falconiano Agustín García nos dice: “Elías David Curiel no fue partidario de esa frágil literatura de bibelot: el orfebrismo. Tampoco fue adepto a la suerte de cubismo literario, andamiaje escueto de donde hacen pínicos simiescos los flamantes albañiles que tratan de arrancar lo frisos del Partenón. Uso bebieron en el caudaloso río Huguiano. Otros en el armonioso hontanar de Rubén Darío. Elías David en la fuente de su propio corazón.”9

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Raúl Agudo Freites nos depara una crónica acerca de su personalidad cuando escribe: “Curiel no tuvo nunca biblioteca. Leía y tiraba los libros mucho antes de que lo hiciera García Márquez. Luego citaba apoyándose en una memoria prodigiosa. De una cultura vasta y extravagante, enriqueció el castellano con innumerables neologismos. Inventaba palabras y combinaba raíces griegas y latinas: cronocracia, gorgora, pairielesis, teofónica, taxión, necrogenia, nócteo, cronopatía. Por analogía creó el vocablo alunación para expresar el mal de luna. La angustia y el alcohol lo llevaron al fin trágico de su vida. Aquella vida que pudo ser “ascensional como la enredadera” y fue sólo “césped glauco que tapiza el lodo.”10

JIMÉNEZ SIERRA VISITA CASA DE CURIEL EN CORO

En el año 1960 el poeta larense Elisio Jiménez Sierra hizo una visita a la casa natal de Curiel en Coro, movido por la admiración hacia su poesía y su personalidad tenebrosa, y recogió sus impresiones de esa visita en una crónica que combinó con un ensayo donde anota diversas ideas, entre las que se cuentan algunas como éstas:

8 Juan Ángel Mogollón, “Un poeta hechizado”. En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta., pags.33-45.

9 Agustín García, “Elías David Curiel” En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, logo editorial ni pie de imprenta., págs. 95-99.

10 Raúl Agudo Freites, “Elías David Curiel, el viento y la península” En: Elías David Curiel. Vida y obra, Prólogo, selección y notas de Virgilio Medina, Dirección de Educación, Instituto de Cultura del Estado Falcón, sin fecha, índice ni logo editorial o pie de imprenta, págs. 93-94.

“En los últimos días de febrero de 1960 emprendí desde Caracas un viaje sentimental a la casa solariega de Elías David, como se emprende una peregrinación. Quería ver los sitios familiares donde el poeta de “Al través de mi vida” había padecido y soñado: la estancia de sus alucinadas soledades, los patios de sus evocaciones y recuerdos, los corredores que él había recorrido en sus paseos de visionario en clausura, mientras iba absorbido en la lectura de un autor predilecto, o dialogando consigo mismo, como Hamlet en el Castillo de Elsinor. Todo lo hallé casi igual, y todo lo contemplé con religioso recogimiento.

“Los cuatro ventanales del frontispicio que dan a la mudez de una calle típicamente coriana, estaban cerrados a los ruidos externos: primer sigo revelador, y alentador, de que los moradores de la vetusta mansión seguían custodiando, como herencia de aristocracia espiritual, su secular intimidad, la sacra paz que había si la guardiana mística de aquellos portales, la intensa vida de tradición y de pensamiento acumulada, como perenne tesoro, en la fortaleza e sus muros coloniales. (…) Es el de Curiel un viaje extático. Las visiones siempre se le manifiestan cuando se halla en éxtasis, en trance de evocación, y casi siempre también aparecen en ellas de improviso imágenes de terror o de muerte.

“La nave de su metáfora se mueve cargada de reminiscencias infantiles, y debido precisamente a esa circunstancia sui géneris, ella no tendrá que recorrer sino un limitado rumbo de evocación doméstica, y no necesitará remontarse a la vasta pleamar de lo pretérito, por cuanto allí, muy cerca del poeta, en el recinto de su casa solariega y embrujada de poesía, duermen todas las más caras memorias de aquellos días desvanecidos, como las notas en el arpa olvidada de Bécquer.

“Su casa le parece un confesionario, o una capilla silenciosa, porque en ella percibe con recogimiento los secretos del alma de la noche, de la cual forma parte sustantiva su propia alma desvelada de poeta, que a su vez se está confesando con el Recuerdo. Su estancia en una cámara de buque –una cámara individual, casi mortuoria como la barca de Caronre--, porque lo retrolleva a los valles elíseos de su niñez, porque lo transporta a ellos mediante el espejismo de la vigilia hipnótica:

La mansión durmiente es un confesionario.

Llega de los Cuatro Puntos del Santuario

la voz inaudita de cada conciencia.

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