La rebeliรณn de los buscadores
Diana D. Del Callejo Canal
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Nos enseñaron que: ¡Esta prohibido salirse de este punto! La Rebelión de los buscadores dice: Teniendo tanto espacio ¡Aprovecha! Ordena, desordena, sal del punto, atraviésalo, ignóralo, obsérvalo, muévelo, juégalo, analízalo y vuelve entrar. El punto es sólo el pretexto para iniciar la búsqueda.
Contenido Soy buscadora
1
I. Tiempo de prosa
5
Sobre la apatía
7
Sobre el conocer
29
Sobre reconocer al otro
43
II. Tiempo de poesía
55
Sobre el educar
57
Sobre la comunidad
74
Estrategia educativa
77
Comunidades de conocimiento Fuentes de información
78 88
Soy buscadora He titulado a este trabajo “La rebelión de los buscadores” inspirada principalmente en dos libros: La Rebelión de las formas de Jorge Wagensberg y Entre el Cielo y la Tierra de Mónica Cosachov. Ambos autores desencadenaron en mí una explosión de ideas, conceptos que se iluminan una y otra vez, como anuncios intermitentes. Sin embargo es uno de ellos el que parece proporcionarles luz a todos los demás: búsqueda. Si en este momento me preguntaran ¿Cuál es tu visión del mundo? Contestaría que es un proceso de búsqueda. La rebelión de los buscadores significa para mí una nueva forma de conocer, un nuevo tipo de aprendiz y un nuevo tipo de acompañante de aprendizaje. En una frase, una visión estética del proceso de conocer. Me declaro buscadora, buscadora del conocimiento, igual que Cosachov (2000) soy puentista, mi puente ha sido trazado del mundo “científico” al mundo estético, específicamente del territorio estadístico al territorio educativo. Con qué gusto podría ahora explicar una ecuación cuadrática con una explosión de colores. El error alfa de mis modelos lineales tan difícil de comprender en su momento, tiene ahora una traducción en la danza, sí ese símbolo griego no es más que una danza, la danza del azar.
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El azar para los buscadores El buscador es un desapegado de la verdad, confía en sus encuentros, pero nunca los considera verdades absolutas, ¿Por qué? Porque la realidad para los buscadores es una realidad “con cierto derecho a la contingencia, una realidad plagada de bifurcaciones donde se puede, se debe elegir” (Wagensberg, 2005: 37); El azar para los buscadores es un derecho intrínseco de la naturaleza. El buscador es, como dice Boff (2004), completo pero inacabado, y es esto último, lo que nos impulsa a estar en ese estado de alerta, en ese estado de búsqueda. Expande sus sentidos y sus razones, sale de lo conocido, se ensucia, ensaya a ser
vulnerable,
relaciones,
no
hace sólo
y
deshace
La realidad del buscador pero la verdad, seca mi boca, apaga mi pensamiento y niega mi poesía, me hace antes de ser. no quiero la verdad, dame lo desconocido.
asociaciones,
goza con cada hallazgo, pero cada hallazgo es sólo el principio de una
Extracto de una poesía de Humberto Maturana (1996: 94)
nueva búsqueda. La ética del buscador El buscador se responsabiliza de su búsqueda, insiste o desiste según las consecuencias de su decisión, las cuales asume; el buscador no se obliga a buscar, respeta su búsqueda. El buscador conversa, porque
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sabe que en el conversar encuentra conocimiento, cree en la biología del amor1 como la clave de sus encuentros. Por eso, el buscador reconoce al otro como legítimo otro con el cual coexiste. Lo respeta aún cuando no esté de acuerdo con él. Sabe que puede aprender de él, por eso se aventura a decantar, a mezclar, a flotar, a transformarse con el otro, reconoce que necesita compañía. El
buscador
es
un
conversador
amoroso,
conversa
como
dice
Wagensberg (2007) con la realidad, con el otro y con el mismo. Entendiendo por conversación una serie de preguntas y respuestas que lo enriquecen. Convertirse en buscador La humanidad se encuentra ante un punto de bifurcación, necesita transformarse. Muchos afirman que esto sólo es posible a través de la educación. Yo estoy de acuerdo, siempre y cuando la educación se entienda como un estado generador de aprendizajes por y para la vida. Necesitamos más seres humanos en estado de búsqueda, necesitamos más seres humanos viviendo sus aprendizajes, necesitamos seres humanos que aspiren a la verosimilitud y no a la verdad, necesitamos seres humanos que reconozcan al otro como legítimo. En una frase
1
La biología del amor, es un término introducido por Humberto Maturana (2oo4) en el
que describe al ser humano como un ser biológicamente amoroso, es decir, con la capacidad de aceptar y reconocer al otro con el cual coexiste.
____ 3
necesitamos buscadores. Buscadores de sueños, de sensaciones, de razones, de emociones, de nuevas formas de pensar y ver el mundo. Cada uno de nosotros llevamos dentro un buscador, sólo es cuestión de dejarlo salir. Educ-arte debería ser sinónimo de acompañar la búsqueda de alguien y hacerla propia. El ahora llamado docente, profesor, maestro, debería ser un detonador y acompañante de búsquedas: ¿Qué quieres saber? ¿Por qué lo quieres saber? ¿Qué sentido tiene para ti? Son preguntas clave para detonar una búsqueda. Convertirse en buscador es más sencillo de lo que podría pensarse, sólo necesitas un punto de partida: ¿Qué te apasiona? Mi búsqueda Este texto, no es otra cosa que la respuesta a esa pregunta, y que gracias a Francisco Gutiérrez y Cruz Prado me vi en la necesidad de hacerme: ¿Qué me apasiona?, me apasiona la idea de tener el poder de la transformación, me apasiona la idea de poder construir una mejor sociedad, me apasiona la capacidad del ser humano de escuchar al otro, semejante y desemejante a la vez. Inicié el proceso de construcción de la rebelión de los buscadores y terminé con más preguntas de las que en un principio tenía, lo que me hace creer que hice un excelente proceso de búsqueda. Comparto algunos de mis hallazgos, que tal vez no son novedosos, pero sí originales, se originaron en mí.
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I. Tiempo de prosa El hoy anda en busca de sentido. Pero el sentido no es originario, no viene del exterior de nuestros seres. Surge de la participaciรณn, la fraternizaciรณn, el amor. Edgar Morin
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Siento el impulso de dividir el texto en dos partes, no con la finalidad de fraccionarlo, sino más bien de distinguir, que no separar, los dos grandes estados en que vivimos como humanidad: prosa y poesía, dice Edgar Morin que “podemos entonces asumir, pero con plena conciencia, el destino antropológico del hommo sapiens demens, es decir, no dejar nunca de hacer dialogar en nosotros sabiduría y locura, osadía y prudencia,
economía
y
dispendio,
templanza
y
«consumación»,
desapego y apego.” (Morin, 2006a:11) Para mí ambos estados son necesarios para el logro de la plenitud de la humanidad, la prosa con su razón, con su “ligereza”, con su claridad, nos invita a hacer el análisis del estado actual, a decir las cosas como son, a ver los problemas, enunciarlos y tratar de desentrañarlos de una manera objetiva. Pero quedarnos sólo con eso es limitativo. La prosa necesita complementarse con la poesía, con la profundidad, con los sueños, con lo subjetivo, con lo que no es evidente pero que se intuye, con las soluciones, con la imaginación. Así que este trabajo es un diálogo entre la prosa y la poesía en materia de educación. El tiempo de prosa empieza con lo que observo que vivimos como humanidad, los problemas a los que nos enfrentamos y tratar de llegar a los orígenes de tales problemas, así como la visualización de algunas ideas que se marcan como soluciones y que me parecen importantes para la educación. Creo que nuestro principal problema es que perdimos el sentido y nuestra principal fortuna es que lo estamos buscando.
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Sobre la apatía Vivimos en un mundo lleno de contrastes, por un lado gente que vive en una opulencia sin precedentes, por el otro un mundo donde existen grandes privaciones, miseria y opresión. Venimos arrastrando problemas como pobreza, hambrunas, violencia, crisis ecológicas, destrucción, racismo
y
no
puedo
dejar
de
preguntarme
dos
cuestiones
fundamentales: ¿Cómo llegamos a esta situación? y por supuesto ¿Qué podemos hacer? No soy la única persona que se hace estas interrogantes, tampoco soy la única persona que se anima a dar una respuesta; la intención en estas letras, no es otra, más que compartir mi punto de vista, algunos estarán de acuerdo con lo que planteo en este escrito, otros estarán en desacuerdo, ambas posiciones me agradan porque invitan a reflexionar sobre el tema. La única posición que realmente me decepcionaría es aquella en la que el lector permanece indiferente, apático, porque creo que ese es nuestro principal problema: La falta de pasión, la falta de interés en los temas que nos atañen como sociedad. Nuestra maravillosa humanidad y nuestra cruel humanidad es lo que nos distingue del resto de los organismos vivos de este planeta, somos capaces de crear música y poesía, de reír y de llorar, de soñar y de imaginar mundos mejores, y somos también los únicos seres vivos
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dedicados a poner fin no sólo a nuestra propia evolución, sino también a todas las formas de vida que conocemos. Lo interesante aquí, es que somos como humanidad los grandes provocadores de problemas y también tenemos en nuestras manos las soluciones. Por lo que las preguntas realizadas al inicio de este capítulo tienen una misma respuesta: el aprendizaje. Es así que, el aprendizaje se convierte en el problema y en la solución, una paradoja que a mí me provoca un gozo intelectual2 y que, por lo tanto, no puedo dejar de compartir.
Vayamos
entonces
respondiendo
los
cuestionamientos
realizados anteriormente, invito al lector a que me acompañe en esta conversación3.
¿Cómo llegamos a esta situación? Para responder a esta pregunta, requiero de un poco de historia y tomaré prestada la metáfora de Alvin Toffler (1980), me referiré por lo tanto a los puntos de inflexión, a los cambios sociales ocurridos en nuestra historia, como olas. Me parece una metáfora atinada sobre todo porque como en las olas, no son puntos separados que muestran un quiebre con la ola anterior, son secuenciales y no sabes en que 2
El gozo intelectual, es un estado de apropiación de un conocimiento al que se llega,
según describe Jorge Wagensberg (2007), cuando se tiene una comprensión sobre algo, es un estado de emoción, de gozo, de alegría que se produce cuando después de reflexionar llegas al entendimiento de algo. 3
Jorge Wagensberg (2007) Define a la conversación como la fuente principal del
conocimiento, él plantea que la conversación, no es más que una serie de preguntas y respuestas que realizamos con la realidad, con el otro y con uno mismo.
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momento comienzan o terminan, no ha terminado una ola cuando se está levantando la que sigue. Toffler (1980) identifica que la primera ola inicia con el nacimiento de la agricultura, antes de esto la mayoría de los humanos vivía en grupos pequeños y nómadas, y se alimentaba de la caza, la pesca o la cría de rebaños. Con el inicio de la revolución agrícola, surge una nueva forma de vida. Hace más de diez mil años que la agricultura trajo de la mano un suministro
de
alimentos
regular,
entonces
empezaron
a
surgir
asentamientos. Con los primeros poblados florecieron los primeros oficios. Incluso, Eisler (1996) propone que la propiedad privada, la esclavitud y el predominio de masculino sobre el femenino, se inician con la división del trabajo y por lo tanto son consecuencia de esta etapa de la humanidad. Las transformaciones arrastradas por esta primera ola no se habían extinguido, cuando a finales del siglo XVII estalla la revolución industrial y con ello un nuevo cambio en el estilo de vida. En lugar de personas esencialmente autosuficientes que se mantenían a ellas mismas, se puso a la venta los alimentos, bienes y servicios. Empezó la desaparición de los productos para el propio consumo e introdujo en nuestras mentes, en nuestra economía e incluso en nuestra personalidad, una violenta separación: productor-consumidor (Toffler, 1980). Surgió entonces una civilización basada en lazos contractuales. Todo tuvo un precio y todo lo que hacíamos fue divido por esta cuña de
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productor-consumidor. Surgió así, el código oculto que Toffler (1980) resume en seis principios:
Uniformidad, todo empieza con la necesidad de uniformar los productos, hacer millones de productos idénticos unos tras otros, porque ésta es una manera eficaz de trabajar. Se uniformaron entonces los procedimientos y los contratos de los trabajadores, los salarios, las horas de trabajo y por supuesto la educación: procedimientos de admisión, reglas de acreditación, curriculum estandarizados, etcétera.
Especialización, cuanta más diversidad se logra eliminar de un sistema, más eficaz se vuelve, surge entonces la división del trabajo. Se sustituye al campesino más o menos habilidoso, por un especialista concienzudo, por un obrero que realiza una tarea repetitiva, lo que ahorra tiempo y garantiza uniformidad en la producción en serie. Hubo entonces la necesidad de educar de manera especializada y fuimos encerrando el conocimiento en pequeñas parcelas “profesionales”.
Sincronización, la manera de contabilizar el tiempo, el tiempo equivale a dinero en la sociedad industrial, por lo que las medidas inexactas representaban una gran amenaza en las ganancias. Surge entonces la necesidad de sincronizar en horas exactas, prolifera la necesidad de los relojes y de movernos al ritmo de ellos. En las escuelas empieza a aleccionarse a los niños para que entren al toque de la campana y adquieran desde temprana edad
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la noción del tiempo y de esta manera, fuera más sencillo adaptarse al trabajo de las fábricas.
Concentración, el auge del mercado da origen a una nueva regla de civilización. La sociedad se hace dependiente de los centros urbanos ya que ahí se concentra su trabajo y los productos que se requieren para su consumo. Se concentra no solo la población sino también el capital, surgen las grandes corporaciones, se concentra la educación en las escuelas, la espiritualidad en las iglesias, el capital en los bancos etc.
Maximización, empieza un apasionamiento por las dimensiones, grande se convierte en sinónimo de eficiencia; se inicia así la competencia por construir el edificio más alto, por pertenecer a la ciudad más grande, por tener la mayor cantidad de dinero; el crecimiento siempre es lo mejor.
Centralización, la necesidad de controlar todo desde un centro, así comienza la centralización del poder, se cede por completo el dominio del pueblo a un centro: el gobierno y así empieza el auge de la burocracia.
La
industrialización
disgregó
a
la
sociedad
en
miles
de
partes
entrelazadas. Fragmentó los trabajos, dio origen a la necesidad de muchas nuevas clases de especialistas, nos hizo como sociedad totalmente dependiente de un Gobierno, masificó a la educación, relevando a la familia de funciones educativas como tradicionalmente se hacia. En fin, produjo una mentalidad de la segunda ola.
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Entramos con la segunda ola en una guerra con nuestra propia humanidad al tratar de desechar la emoción que nos estorbaba en esta nueva civilización industrializada, y luchamos también en contra de la naturaleza. Finalmente entramos en crisis, una crisis de personalidad. La tercera ola se caracteriza según Toffler (1980) porque la información toma un papel protagónico. Información que nos llega continuamente y que cada vez tiene un ritmo más veloz. Las ideologías se derrumban fácilmente, nos asaltan consignas políticas y morales contradictorias, hay diversidad de ofrecimientos, hay un bombardeo de imágenes inconexas que suceden rápidamente a través de los medios de comunicación. La gente de la segunda ola anhela la moral ya confeccionada y las “certidumbres ideológicas” del pasado; y se sienten molestas y desorientadas por el bombardeo de la información. Por el contrario, la gente de la tercera ola se encuentra más a gusto en medio de este bombardeo. (Toffler, 1980) La esencia de la producción en la segunda ola es en “serie”. Por el contrario, la esencia de la tercera ola son productos personalizados “a la medida”. La configuración de los espacios en la segunda ola era para “concentrar” a las personas y obtener una mejor producción. En la tercera ola, surgen nuevos espacios como el espacio “virtual”. Dice Bauman (1999) que vivimos en una modernidad líquida. Donde la “fluidez” o la “liquidez” son metáforas adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual –en muchos sentidos nueva– de la historia
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de la modernidad. Los componentes que creíamos
sólidos se están
diluyendo, y uno de ellos es el vínculo entre las decisiones individuales y los proyectos colectivos. En la actualidad, las pautas y configuraciones ya no están determinadas, no resultan evidentes de ningún modo; hay demasiadas, chocan entre sí y sus mandatos se contradicen, de manera que cada una de esas pautas y
configuraciones
ha
sido
despojada
de
su
poder
coercitivo
o
estimulante, pareciera que todo esta a la venta, incluyendo la moral. Todo se mueve y se modifica rápidamente, hemos llegado al “límite natural” del movimiento y evolucionado a la velocidad de una señal electrónica; Así el tiempo se reduce a instantes. En la práctica, el poder se ha vuelto verdaderamente extraterritorial, y ya no está atado, ni siquiera detenido, por la resistencia del espacio. Beck (2002) llama a esta nueva cultura la sociedad del riesgo, donde el pasado pierde fuerza de determinación para el presente. En su lugar aparece el futuro, algo no existente, aún no construido, ficticio como causa de las acciones y las vivencias del presente. Todo son conjeturas de lo que pudiera pasar. Esta sociedad del riesgo se caracteriza por un fin de la naturaleza y un fin de la tradición. Con el fin de la naturaleza, se refiere a que los riesgos provocados por la “naturaleza” no son producto del destino, sino que han sido creados por opciones o decisiones surgidas en la industria, en la ciencia o en la política.
Con el fin de la tradición se refiere a la “decoloración” de los
ambientes sociales y morales; donde los seres humanos se ven
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obligados por iniciativa propia a armar como pueden sus vínculos sociales y su vida, tanto individual como colectiva. (Beck, 2002) Es así, que vivimos en una sociedad en donde se han modificado los conceptos que creíamos inamovibles: el tiempo y el espacio y que por supuesto, nos ha conducido a una crisis de identidad. Parece que nuestra sociedad humana ha llegado a un colapso, la crisis económica mundial por la que atravesamos, la crisis ecológica que amenaza con extinguir a la especie humana. El mundo entero como dice Naranjo (2004) parece transformarse en un gran mercado de trabajo y productos en el que progresivamente se van aplastando las necesidades humanas y valores culturales que hemos considerado universales. Los propósitos que tenemos como individuos no están aparejados con los propósitos sociales, me explico mejor, estamos educando individuos con un esquema competitivo, y eso implica una relación de poder, que es parte de esta cultura patriarcal de la que formamos parte. Se habla de la libre competencia como si fuera un bien básico que abre las puertas al bienestar social; se habla de competencia “sana” como si eso existiera. Pero, ¿realmente se puede hablar de competencia sana? Si es una relación donde uno pierde y el otro gana, como dice Maturana “la victoria es un fenómeno cultural que se constituye en la derrota del otro” (2001: 12), me pregunto: ¿eso es saludable? Claro está que los que defienden la competencia, lo hacen desde el argumento de que somos seres racionales y que esa característica es lo que nos diferencia de los animales, así que amparados en la razón es
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que podemos hablar de “vencer” al otro, porque hay un aire de superioridad siempre presente. Vivimos como sociedad en la constante negación de la emoción como parte de nuestra humanidad, decimos con orgullo que somos seres racionales, y lo somos, pero aceptar que somos también seres emocionales es equiparable a aceptar que somos “débiles” y eso nos resta “poder”. El ser humano es un ser racional, y esa sola afirmación constituye una falacia, una mentira vestida de verdad, porque es cierto que el ser humano es un ser racional, pero también es un ser emocional. Desvalorizar la emoción es un impedimento para ver la necesidad de la emoción y la razón en nuestra vivencia como sociedad humana. Al margen de todo esto, quiero dejar en claro que yo soy una persona enamorada de la razón, y que en ningún momento la aceptación de la emoción tiene que implicar la negación de razón, como tampoco pienso que sea a la inversa. Creo que es tiempo de pensar en conjunciones más que disyunciones, pienso que necesitamos abrirnos a la idea de que somos seres racionales y emocionales. Lo que es muy distinto a la idea que ha predominado hasta ahora, que parece obligarnos a escoger entre ser racional o ser emocional. Como sociedad hemos aprendido que la emoción tiene que ser controlada por la razón, y que las acciones que son consideradas válidas, son aquellas que se fundamentan única y exclusivamente en la razón. Nos limitamos en nuestro sentir, porque no es racional y llegamos a este estado de apatía del que tanto se habla, pero ¿acaso no es una reacción natural?, si hemos aprendido a negar a la emoción.
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Cada uno de nosotros se considera un individuo aislado del mundo, ignoramos al otro, porque lo que importa es uno mismo, el pensamiento colectivo más común es que nada de lo que yo pueda hacer o dejar de hacer como individuo va a mejorar la realidad en la que vivimos. En el fondo es un miedo a comprometerse, es un miedo a sentir el dolor de los otros, porque eso es signo de debilidad, y en la llamada “ley de la selva”, el más fuerte es el que gana. Así que, no podemos darnos el lujo de ser “comido” por uno más fuerte que yo. La apatía aparece en este contexto en el que tenemos que defendernos de la debilidad de sentir. La palabra apatía proviene del griego (a = prefijo de negación) y παθος (pathos) emoción, sentimiento, enfermedad. En esta traducción, la apatía es la falta de sentimiento; existe una interpretación que es equivalente en sentido, pero que utiliza otra acepción de la palabra pathos, en su significado de “camino” o “sendero”. En un sentido literal, apatía es la falta de sendero, que es exactamente como yo describo a la sociedad actual. La afirmación de que el problema de nuestra sociedad es la apatía, se refiere para mí a ambas connotaciones: la falta de dirección y la falta de pasión, no sabemos hacia donde dirigirnos y tampoco nos importa. La mentalidad apática de negación del otro o de lo otro es lo que nos permite insertarnos en el gran mercado en el que se ha convertido la sociedad, las acciones éticas son tomadas como acciones tontas, y en esta visión todos contribuimos, los padres, la familia, los educadores, los amigos.
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Principios velados en nuestro actuar Nos hemos contagiado por una visión del mundo mecanicista, la cual, a grandes rasgos, equipara el funcionamiento del universo incluido el ser humano, con el funcionamiento de una máquina. Por lo que ambos se pueden comprender al
analizar separadamente sus partes más
pequeñas. Tras esta visión del mundo, existen invisibles algunos principios que rigen, veladamente, nuestro actuar tanto individual como social. Son tres de ellos que en este escrito quisiera mencionar:
La naturaleza al servicio del ser humano. Derivado de nuestra visión de que el universo es una gran máquina y que el ser humano es el centro del universo, hemos creído que el único fin de la naturaleza es satisfacer las necesidades humanas; desde esta posición, el ser humano se siente con derecho a explotar los recursos naturales. Incluso dentro de los modelos económicos la naturaleza ha sido considerada como “capital natural”4 y que además hasta hace unas décadas se creía inagotable. Ha habido intentos por frenar la explotación irracional de recursos naturales, como el llamado desarrollo sostenible propuesto por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas. Desgraciadamente, aun en este intento, permea la idea de que la naturaleza está al servicio del ser humano. Dice ésta comisión:
el
desarrollo
sostenible
es
un
desarrollo
socio-
4
Masa de recursos naturales (todos los dones de la naturaleza: el aire, la tierra, el
agua, los bosques, la vida silvestre, la capa fértil del suelo, los minerales) utilizados por la gente para la producción o para el consumo directo. (Banco Mundial)
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económico
que
pretende
satisfacer
las
necesidades
de
las
generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras de atender sus propias necesidades. Seguimos pensando que la naturaleza fue creada para satisfacer nuestras necesidades. Es seguir pensando que somos el centro del mundo. Leonardo Boff, en muy pocas líneas, ofrece toda una nueva concepción del desarrollo sostenible: “La cuestión de base, no consiste en dar sustentabilidad al desarrollo, sino que a partir de la sustentabilidad de la naturaleza se cree una alternativa” (2002: 131) Esta cuestión de base como la llama Boff, lleva implícita un principio
que
separados,
la
sino
rige: ser que
humano
ambos
son
y naturaleza no
uno
y
forman
están
parte
del
ecosistema; la relación de dominio de uno sobre otra está fuera de lugar
en
la
gran
cadena
de
interdependencias
y
complementariedades de las cuales forman parte. La inclusión del ser humano en la naturaleza, invita a reflexionar sobre muchos temas. La naturaleza no está al servicio del ser humano, ni viceversa. El llamado “capital natural” es una reducción enorme de la vida, es momento de comprender que el cuidado de nuestro entorno es el cuidado hacia nosotros como humanidad, es momento de comprender que la naturaleza no es algo que debamos de dominar, sino algo que debemos amar.
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Los seres humanos somos parte de la vida del universo, la idea de una sociedad sustentable radica justamente en este reencuentro individual y social con el cosmos y con una nueva manera de comprender la vida que nos lleva a la trascendental necesidad de llevar a cabo acciones a favor de ella. Una
sociedad
sustentable
va
más
allá
de
un
desarrollo
sustentable, no tiene que ver únicamente con el manejo adecuado de recursos para que las generaciones futuras puedan seguir utilizándolos. Tiene que ver con la idea de recuperar la convivencia armónica con nuestro entorno vital, es percibir a la naturaleza ya no como un recurso, sino como un ser vivo con el cual coexistimos,
es percibir al planeta tierra como Gaia. Pero,
prosigamos con estos principios velados en nuestro actuar.
El ser humano reducido a productor/consumidor. Inmersos en una cultura mecanicista, la economía se ha visto acotada al enfoque técnico, esta situación ha provocado la reducción de la persona humana a “capital humano”, productor o consumidor. Este tipo de terminología ha sido usada con éxito como parte de la economía, no estoy negando su funcionalidad, lo que digo es que somos más que un recurso económico y que para el análisis de la realidad social y económica debería de considerarse al ser humano también como sujeto5, es decir, como ser capaz de reflexionar y tomar conciencia de sus emociones y sus conductas.
5
Ser sujeto dice Edgar Morin (2003) es situarse en el centro del mundo, tanto para
conocer como para actuar. La situación de sujeto comporta dos características: 1. la capacidad de verse a sí mismo como otro; 2.La necesidad del otro.
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Visualizar al ser humano únicamente como recurso material, ha provocado que las relaciones sociales se constriñan a una inversión para obtener un fin: dinero, y por lo tanto la educación, la salud, la seguridad, se consideran como gastos necesarios para incrementar el ingreso per cápita y no como relaciones sociales necesarias para el bienestar humano. Bajo este enfoque económico, la vida humana se reduce a una vida laboral. La vida familiar, la afectividad, la dignidad, la socialización y la solidaridad se ven subordinadas al factor de producción y a las relaciones mercantiles. “Los nexos corporales y subjetivos aparecen como relaciones materiales entre cosas, al tiempo que la relación material entre las cosas es vivida como una relación social entre sujetos vivos. Los seres humanos se transforman en cosas y las cosas en sujetos animados” (Hinkelammert y Mora, 2005: 23) Ahora bien, no se trata de proponer la abolición de las relaciones mercantiles, porque éstas son necesarias para la vida social y económica.
Se trata más bien, de otorgar un orden de prioridad,
donde el derecho a vivir sanamente de todo ser humano, esté por encima de de las relaciones materiales. Y al decir sanamente, me refiero al concepto de salud introducido por la Organización mundial de la salud en 1946, donde se describe que un ser humano sano es aquel que goza de un estado completo de bienestar físico, mental, espiritual, emocional y social. Eduardo
____ 20
Galeano lo apunto hace más de 20 años: hay que subordinar el crecimiento económico al crecimiento personal. Este orden de prioridad que ya menciono en el párrafo anterior está muy relacionado con el tercer y último principio que rige nuestro actuar económico. Equiparar la felicidad humana a un poder adquisitivo. Ya varios autores entre ellos New Economics Foundation han elaborado una pregunta clave: ¿es verdad que a mayor poder adquisitivo mayor es el bienestar de un país? La respuesta es un tanto desconcertante: no. Y aún con todas las posibles críticas que surgen en torno a la validez del cálculo de un índice de felicidad, la sola pregunta es un punto de partida que debería impulsarnos a reevaluar los objetivos que nos guían como sociedad. Por lo general, equiparamos la felicidad de una sociedad con un mayor poder adquisitivo (Layard, 2005). Esta idea ha permeado tan profundamente en nuestro modo de ver el mundo y de actuar en él, que la mayoría de las personas vamos buscando un aumento en nuestros ingresos y por consiguiente un mayor poder adquisitivo, porque hemos creído que esto es la felicidad. Además, en nuestro afán de buscar riqueza económica existe una tendencia a compararnos, es así que no sólo importa que mi poder adquisitivo sea bueno para vivir, sino que tiene que ser más alto que el de mi vecino. Por lo tanto, como bien lo apunta Layard (2005) sentirse satisfecho con los propios ingresos depende de la comparación de determinado baremo, que depende ____ 21
a su vez de dos factores: lo que ganan los demás y lo que se está acostumbrado a ganar. Inmersos en esta cultura, hemos aprendido a vernos únicamente como individuos y no como parte de una sociedad; cada uno de nosotros asocia la felicidad al dinero y por lo tanto no necesitamos del resto o en su defecto podemos comprarlos. El ser humano se reduce a un objeto del mercado, igual que la naturaleza o el tiempo. Estamos acostumbrándonos a medir todo en términos de utilidad y producción. Somos ajenos y estamos en competencia y el problema es que como dicen Hinkelammert y Mora (2005) la competitividad se ha convertido en un criterio de validez para los valores que rigen a la sociedad. Durante años se ha vivido con la evidencia del que el crecimiento económico aporta desarrollo social y humano, aumenta la calidad de vida y que todo esto constituye el progreso. Pero, comenzamos a darnos cuenta de que pueda haber disociación entre la cantidad de bienes y productos con la calidad de vida (Morin, 1984). Nos encontramos atrapados en una visión del mundo y de la vida que no sólo depende de procesos económicos, sino también de procesos sociales y educativos que han perdido su referente primordial: la humanidad, el sujeto vivo que convive con otros seres vivos. Tomar a la humanidad como referente económico, social y educativo no significa abolir las relaciones mercantiles, significa construir nuevas relaciones sustentadas en el respeto a la vida. Sobre todo ahora que nos
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encontramos frente a una nueva sociedad donde el conocimiento y la creatividad son los grandes generadores de prosperidad, necesitamos aprender a vivir la vida,
y en este sentido la educación es una pieza
fundamental. Actualmente, las reglas del mercado nos marcan el paso sobre las necesidades educativas y no me refiero sólo a la educación formal, sino a la educación que recibimos en la familia, en el vecindario, en la sociedad en general. Al conocimiento se le ha puesto precio, la educación formal se ha reducido a un proceso de producción de “capital humano” considerando al “trabajo intelectual” y al “trabajador del conocimiento”, como un factor de producción altamente especializado (Hinkelammert y Mora, 2005). La familia y la sociedad en general ven a la educación formal como una inversión, el conocimiento es algo que se compra y se vende, igual que el ser humano y la naturaleza. El aprendizaje no tiene sentido si no se “cotiza”. Como resultado de esta “cosificación” del ser humano, el sujeto se siente solo, como dice Sábato (2003), pululamos por las calles de las grandes ciudades sin que nadie nos llame por nuestro nombre, sin saber si somos parte de una historia; ya no vivimos delante de la gente de nuestro pueblo, de nuestros vecinos, sino angustiosamente perdidos entre multitudes cuyos valores desconocemos y cuya historia apenas compartimos. El bien común se pierde de vista porque ya no hay común. De repente tenemos la sensación de que a nadie le importa lo que nos pase, y en retribución no nos importa lo que le pase al resto. Aprendimos
____ 23
a
anestesiar la pasión, a negar la emoción y nos preguntamos: ¿Por qué si somos seres racionales e inteligentes, no hemos podido encontrar la armonía como humanidad? La respuesta es muy simple, porque no sólo somos seres racionales, porque al negar las emociones estamos negando
parte
de
nuestra
humanidad.
Necesitamos
aprender
a
modificar nuestra visión del mundo, necesitamos aprender a abrazar nuestra humanidad en todo su esplendor. ¿Qué podemos hacer? Para esta pregunta encuentro una infinidad de respuestas, no todas factibles, incluso no todas atinadas, pero lo que si creo es que necesitamos personas creativas que se preocupen por el otro. Vivimos como dice Russell (1975) con el constante miedo a aburrirnos y ese temor nos impulsa continuamente a buscar la diversión fuera de nosotros. “No nos queda otro remedio que fastidiar al prójimo, morirse de fastidio […] o comprar algo” (Savater citado en Russell 1975). Hemos sido educados para ejercer la crueldad y el miedo, y por lo tanto replicamos este modelo con nuestra prole, así educamos para la destrucción
del
entusiasmo
natural
en
nosotros, educamos
para
anestesiar las pasiones, para esconder en lo más profundo de nosotros la necesidad innata de conocer. El éxito equiparado a la felicidad nos frena para disfrutar la vida, desde una edad muy temprana nos inculcan la importancia del éxito, por lo que se rechaza “aquella educación desprovista de valor pecuniario” (Russell, 1975:33). Así, como nos hemos educado para replicar un
____ 24
cierto tipo de mentalidad, un cierto tipo de personalidad, creo que necesitamos entonces comenzar a educarnos para una nueva forma de ver al mundo. Dejemos por un instante la mentalidad de la sociedad del riesgo, dejemos por un instante de mirar hacia un futuro que aún no llega, volvamos la vista atrás. En otro tiempo la educación se concebía “como una formación de la capacidad de disfrute (me refiero a las formas más delicadas
de
disfrute,
que
no
son
accesibles
para
la
gente
completamente inculta)” (Russell, 1975: 33). El disfrute es un proceso que se encuentra en el interior del individuo, ningún satisfactor externo será capaz de proporcionarnos la tan ansiada felicidad, la felicidad la busca el sujeto en cuestión al aceptarse a sí mismo, y a partir de ahí, aceptar a los otros. Cambiar la mentalidad vigente parece una tarea titánica; pero, para mí (y tal vez peco de optimista) no es tan complicado, porque aún en toda esta vorágine de intercambios materiales, aún en esta búsqueda desesperada por el éxito, aún en este temor a aburrirnos, encontramos al sujeto, y a pesar del protagonismo del dinero no podemos negar que toda relación humana, aún cuando sea mercantil, es una relación intersubjetiva. El punto de partida es que sociedad, economía y educación está conformada por seres humanos. Y dentro de las cualidades del ser humano, me encuentro con el sujeto. Un sujeto con potencialidad para aprender: un sujeto aprendiente
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El sujeto aprendiente, es una conjunción de dos palabras sujeto concepto explorado ampliamente por Edgar Morin (2003)- y aprendiente -propuesta de Hugo Assman (2002)-, que es resultado del diálogo y la conversación al interior de un grupo de individuos que estamos interesados en el tema educativo6. Ser sujeto es la autoafirmación de la individualidad a la vez que lleva implícito un potencial de inclusión a la comunidad. Ser sujeto es estar inmerso en una dialógica donde egocentrismo y fraternidad se generan la una a la otra. Así, el individuo se engrandece en tanto sujeto en la medida que es capaz de reconocerse y de reconocer al otro como sujeto con el cual comparte la misma condición humana. Somos como humanidad seres biológicos y seres sociales creadores de cultura, aprendemos desde nuestra subjetividad y en la convivencia con lo otro o con el otro. El
sujeto
es
un
ser
aprendiente,
es
decir,
se
encuentra
permanentemente, consciente o inconscientemente, en proceso de aprendizaje. Porque el conocimiento es una condición biológica y cultural que va de la mano con el proceso de vivir, cuestión que se abordara más detalladamente en el capítulo titulado: Sobre el conocer.
6
Esta es una construcción del grupo no. 3 del Doctorado en Educación con énfasis en
Mediación Pedagógica, integrado en orden alfabético por: Margarita Canal Martínez, Diana del Callejo Canal, Rebeca Hernández Aramburo, Octavio Ochoa Contreras, Beatriz Peredo Carmona y José Manuel Velasco Toro y en el que se profundiza en el libro titulado: Educación relacional. Hacia un nuevo paradigma educativo.
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El sujeto aprendiente es, en resumen, un generador de su aprendizaje, siempre en retroalimentación constante con el otro o con lo otro. Así, ubicar al ser humano como un sujeto aprendiente es una alternativa para crear una nueva cultura. ¿Cómo ubicar al ser humano como sujeto aprendiente? Definitivamente es a través de la educación, pero no de la educación como la conocemos ahora, sino de una educación que rescata el sentido etimológico de educere, que significa extraer, sacar desde dentro, una educación que extraiga
del
ser
humano
a
ese
sujeto
aprendiente;
un
sujeto
aprendiente que para generar conocimiento no necesita de una escuela, ni de un aula; un sujeto aprendiente que es creador de relaciones de aprendizaje en cualquier momento y en cualquier lugar; un sujeto aprendiente compasivo, que sabe que en el colaborar se encuentra la evolución de su especie; un sujeto aprendiente que se responsabiliza de sus actos. Responsabilidad es la capacidad del sujeto de aceptar las consecuencias de sus actos, cuestión íntimamente ligada a la ética, la ética entendida como ese imperativo que nace del interior del individuo y que proviene a la vez de una fuente exterior: la cultura, la creencia, las normas sociales (Morin, 2006b). Necesitamos recuperar estas fuentes de irrigación de la ética. La fuente individual que actualmente es asfixiada por el egocentrismo; la fuente comunitaria
que
está
deshidratada
por
la
degradación
de
las
solidaridades; la fuente social alterada por las compartimentaciones, burocratizaciones, atomizaciones de la realidad social y, además, está
____ 27
aquejada de diversas corrupciones; la fuente bioatropológica que está debilitada por el primado del individuo sobre la especie. (Morin, 2006b) La ética necesita hoy más que nunca de la introspección y su complemento
la
extrospección.
Es
decir,
asumir
a
la
vez
la
responsabilidad de nuestra propia vida y la responsabilidad con el prójimo. Así, la ética para el prójimo nos pide pues en primer lugar no rechazar al prójimo fuera de la humanidad. Robert Antelme citado por Morin (2006b) decía “no suprimir a nadie de la humanidad”. Y aún cuando se compartan ciertos principios comunes como estos que estoy mencionando, no hay que perder de vista que toda mirada sobre la ética debe considerar que ésta es vivida subjetivamente. El cultivo de la individualidad como parte de la vida social, así como el cultivo de la vida social como parte de la individualidad son necesidades básicas en el terreno educativo. En este hoy que anda en búsqueda de sentido, la educación juega un papel importantísimo, y requiere ubicar al ser humano en su cualidad de sujeto
aprendiente.
Reflexionar
sobre
el
proceso
de
conocer,
proporciona algunas pistas sobre la transformación que requiere la educación, por eso, el capítulo siguiente aborda este tema.
____ 28
Sobre el conocer El fenómeno de conocer es algo sobre lo que pocas veces nos cuestionamos, es algo que damos por sentado como si todo el mundo compartiera un mismo concepto de conocer. Yo quisiera regresar de nuevo a una pregunta base: ¿qué es el conocer?, sobre todo porque tengo un particular interés en el tema educativo, y me parece que no podemos
hablar
de
una
nueva
educación
sino
tenemos
como
fundamento este entendimiento. Este capítulo tiene la intención de comunicar la intensa búsqueda que he seguido para comprender el fenómeno del conocer. He hecho un largo recorrido de lecturas sobre teorías de aprendizaje: conductismo, cognitivismo,
construccionismo,
conectivismo,
etcétera.
Todas
se
preguntan y dan una respuesta sobre el conocer, sin embargo, ninguna de ellas me ha convencido como lo ha hecho la propuesta realizada por Maturana y Varela (2003), sobre todo porque la principal característica en su teoría del conocer es que “rescatan” la idea de sujeto cognitivo (es decir, el sujeto como “constructor” de sus estructuras del conocimiento), pero no por eso se niega el mundo circundante. Esta correlación que logran entre sujeto y objeto me parece fascinante. Por eso es que las
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siguientes páginas exponen el trabajo realizado por estos dos autores y mi interpretación sobre el mismo. Comprender el fenómeno biológico del conocer desde la perspectiva de Maturana y Varela, no es tarea sencilla, implica desaprender cosas aprendidas, suspender, como dice Bohm (2001), nuestras creencias para poder mirar éste fenómeno desde un ángulo distinto. Inicio este capítulo con una afirmación: el conocimiento es un fenómeno biológico, por esta razón, hablar del conocimiento naturalmente trae de la mano hablar de los sistemas vivientes. En otras palabras, para explicar el fenómeno del conocer es necesario reflexionar sobre la constitución y operación de los sistemas vivientes.
Los sistemas vivientes Para explicar a los sistemas vivos, desde la perspectiva de Maturana y Varela es necesario aludir a dos ideas clave: Los
seres
vivos
se
caracterizan
y
manifiestan
por
una
organización particular que define su clasificación. Los seres vivos, incluidos los seres humanos, somos sistemas determinados estructuralmente. Dicho así, son ideas difíciles de asimilar, sobre todo si no comprendemos que se está entendiendo por organización y estructura. De manera que ampliaré las explicaciones alrededor de estas dos ideas.
____ 30
Cuando hablamos de seres vivos, estamos suponiendo que hay algo común en ellos, que nos permite clasificarlos dentro de una misma categoría. Ese “algo en común” que nos identifica como seres vivos es lo que Maturana y Varela (2003) llaman como organización aquellas relaciones que tienen que existir o tienen que darse para que algo sea clasificado en cierta categoría. Esta situación en la que
reconocemos
implícita
o
explícitamente la organización de un objeto al señalarlo o distinguirlo, es algo que hacemos constantemente para
generar
clasificaciones
de
cualquier tipo. La organización es invariable, ya que
organización. Entendiendo
Un ejemplo para entender la diferencia entre organización y estructura: Organización La organización de una silla es aquello que lo clasifica como tal, es decir, la organización de la silla son aquellas relaciones que le permiten identificarla como una silla, de manera que la organización de una silla, consiste en ser un asiento que tiene patas que la elevan del suelo y que tiene un respaldo, si la silla pierde sus patas, pierde su organización y deja de ser una silla. Si la silla pierde su respaldo, pierde su organización y deja de ser una silla para convertirse en un banco. Estructura La estructura de la silla en cambio está dada por los componentes y relaciones que pueden modificarse, sin que esto le provoque un cambio en su organización. Así por ejemplo, la estructura de la silla puede ser de madera o metal, puede pintarse de otro color, las patas pueden acortarse, puede ser una silla de 4 patas o de tres, todos estos son cambios estructurales que aún cuando modifican los componentes o relaciones, le permiten seguir clasificándose como silla.
una vez que cambia la organización, el sistema deja de clasificarse en cualquier categoría. De manera que un sistema vivo existe mientras se conserve su organización como ser vivo. Los autores han identificado a esta organización particular de los seres vivos
7
como
autopoiesis7.
Palabra
que
proviene
del
griego
La intención de este capítulo es entender el fenómeno del conocer, la autopoiesis es
un concepto que proponen Maturana y Varela en su libro de maquinas y seres vivos, y sugiero que, aquel lector interesado en el tema, se remita a dicha publicación.
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(autos),que significa por si mismo y (poiesis) que significa hacer, es decir que “los seres vivos se caracterizan porque, literalmente, se producen continuamente a si mismos.” (Maturana y Varela; 2003:25) Ahora bien, la segunda afirmación, hace alusión a la
estructura, la
estructura a diferencia de la organización es algo que se modifica continuamente, “se entiende por estructura de algo, a los componentes y relaciones que concretamente constituyen una unidad particular realizando su organización” (Maturana y Varela; 2003:28). Los cambios en la estructura tienen la tarea de mantener la organización. Así los sistemas vivos existimos en una dinámica de cambios estructurales. “Un ser vivo permanece vivo mientras su estructura, cualesquiera que sean sus cambios, realiza su organización autopoiética, y muere si en sus cambios estructurales no se conserva esta organización” (Maturana, 1993:6) Lo interesante aquí, es que estos cambios estructurales son resultado de una dinámica interna, que puede ser “gatillada” por sus interacciones con un medio que también está en continuo cambio. La palabra “gatillar” toma aquí una relevancia que es necesario aclarar. La propuesta de Maturana y Varela (2003) rechaza la idea de que las interacciones con el medio “determinen” los cambios estructurales de un ser vivo, porque lo que determina estos cambios es un proceso interno, sin embargo, eso no significa que el medio no tenga ninguna participación, al contrario reconocen que el medio contribuye a “hacer emerger” estos cambios. Esta sutileza entre el “gatillar” y “determinar” ayuda a explicar el fenómeno del conocer que es el tema que a continuación se presenta, teniendo como base esta breve explicación sobre los sistemas vivos. ____ 32
El fenómeno del conocer Para comprender el fenómeno del conocer desde la perspectiva de la autopoiesis, es necesario comprender tres ideas clave: 1. “Todo conocer depende la estructura del que conoce” (Maturana y Varela; 2003:19) 2. “Al fenómeno del conocer no se le puede tomar como si hubiera “hechos” u objetos allá afuera que uno capta y se los mete a la cabeza. La experiencia de cualquier cosa allá afuera es validada de una manera particular por la estructura humana”. (Maturana y Varela; 2003:13). 3. “El conocer es un proceso enraízado al ser vivo en su totalidad, no solamente a sistema nervioso” (Maturana y Varela; 2003:15) La primera y la segunda idea, me conduce a una fascinante conciliación que logran Maturana y Varela (2003) entre dos preguntas que han existido a lo largo de la historia del conocer: ¿El mundo es predefinido y nuestra cognición aprehende este mundo? O ¿El sistema cognitivo crea su propio mundo? Pareciera que para entender el fenómeno de conocer es necesario elegir una de estas opciones, porque cuando cuestionamos la idea de que el mundo exterior tiene leyes fijas y la tarea del sistema cognitivo consiste en aprehenderlo apropiadamente, tendemos a pensar que la única otra posibilidad es que el sistema cognitivo crea su propio mundo, y su aparente solidez sólo refleja las leyes internas del organismo. (Varela, 2005)
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Elegir una idea sobre la otra nos detiene en la comprensión del fenómeno cognoscitivo; suponer que el sistema nervioso opera con representaciones del mundo es una trampa, porque nos impide apreciar el funcionamiento del sistema nervioso como un sistema que sólo dispone de sus propias operaciones, es decir que no puede importar estructuras (clausura operacional); por el otro lado, asumir que el sistema cognitivo crea su propio mundo, nos conduce a el caos y la arbitrariedad de la ausencia de lo objetivo, donde cualquier cosa parece posible. Es así que, Maturana y Varela (2003) encuentran el punto medio de ambas posturas, caminando como ellos mismos dicen al filo de la
navaja:
cuestionar
la
representación
nos
significa
asumir
el
solipsismo. Acoplamiento estructural La
conciliación
acoplamiento
entre
ambas
estructural.
posturas
Esto
se
se
logra
refiere,
a
a
través
del
que
ante
una
perturbación del medio, la estructura del ser vivo determina el cambio que tendrá que realizar para lograr una congruencia con éste. No es que el medio contenga una especificación de sus efectos sobre el ser vivo, es el propio ser vivo el que determina internamente estos cambios. Los cambios que resultan de la interacción entre ser vivo y medio son desencadenados o “gatillados” por el agente perturbante, pero son “determinados” por la estructura de lo perturbado. Ahora bien, los cambios resultado de esta interacción entre ser vivo y medio necesitan ser congruentes, porque de otra manera la unidad (ser vivo)
desaparece
(a
esta
congruencia
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estructural
se
le
llama
adaptación).
Mientras
una
unidad
no
entre
en
una
interacción
destructiva con su medio, nosotros como observadores necesariamente veremos que, entre la estructura del medio y de la unidad, hay una compatibilidad o conmensurabilidad. Mientras esta compatibilidad exista, medio y unidad actúan como fuentes mutuas de perturbaciones y se “gatillarán” mutuamente cambios de estadio, proceso continuo que se designa como acoplamiento estructural. (Maturana y Varela, 2003). En otras palabras, el ser vivo está en continuo acoplamiento estructural con el medio, ya que de otra manera pierde su organización como ser vivo. Lo que nosotros como seres humanos admitimos como conocimiento, es la observación de una conducta adecuada en un contexto que previamente señalamos. Estas conductas que nosotros observamos son el resultado de los cambios estructurales que devienen de este acoplamiento estructural. Me explico mejor, lo dicho hasta aquí, apunta a entender el aprendizaje como una expresión del acoplamiento estructural que siempre va a mantener una compatibilidad entre el operar del organismo y el medio en que este se da, no como una internalización del medio, sino como un acoplamiento estructural. Esta visión del conocer, nos aparta de la idea del aprendizaje como un fenómeno de cambio de conducta que surge al “captarse” algo del medio exterior; aceptar esta noción supondría que el sistema nervioso opera con representaciones. Ya he dicho que el proceso de cognición no opera con representaciones del mundo exterior, sino que es resultado de un acoplamiento estructural entre ser vivo y medio, la pregunta que me surge es: ¿Cómo opera el sistema nervioso desde esta visión del conocer?
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El sistema nervioso La visión más popular hoy en día considera al sistema nervioso como un instrumento, mediante el cual el organismo obtiene la información del ambiente, que luego utiliza para construir una representación del mundo que le permite computarla en una conducta adecuada a su sobrevivir en él. Esta visión exige que el medio especifique en el sistema nervioso las características que le son propias, y que éste las utilice en la generación de la conducta tal como nosotros ocupamos un mapa para trazar una ruta. (Maturana y Varela; 2003) La visión propuesta desde la autopoiesis es que el sistema nervioso es un sistema en continuo cambio estructural, es decir, con plasticidad. La riqueza
plástica
del
sistema
nervioso
no
está
en
que
guarde
representaciones “enegramas” de las cosas del mundo, sino que en su continua transformación permanece congruente con las trasformaciones del medio como resultado de que cada interacción lo afecta. (Maturana y Varela; 2003). Para
un
observador,
el
organismo
aparece
como
moviéndose
adecuadamente en un medio cambiante, y el observador habla de aprendizaje. Para él los cambios estructurales que ocurren en el sistema nervioso parecen corresponder a las circunstancias de las interacciones del organismo. Para el operar del sistema nervioso, en cambio, solo hay un acoplamiento estructural (adaptación) del organismo a su medio de interacción. (Maturana y Varela; 2003)
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Esto significa que la estructura presente de un ser vivo es siempre resultado de una historia en la cual sus cambios estructurales han sido congruentes con los cambios estructurales del medio (Maturana, 1997). Es decir que toda experiencia nos modifica, aunque a veces los cambios no sean del todo visibles. Tales cambios no pueden localizarse ni ser vistos como algo propio de cada experiencia, no se puede encontrar “el” recuerdo de algo en algún lugar de la cabeza de alguien. ¿Cómo detectamos estos cambios si es que no tenemos una precisión de los cambios estructurales del sistema nervioso? A través de los cambios en la conducta. La conducta La conducta como la describen Maturana y Varela (2003) es algo que surge de las relaciones de actividad internas en el sistema nervioso. Lo que nosotros llamamos conducta es una descripción que hacemos de los movimientos de un organismo en un ambiente que nosotros señalamos. La conducta no es algo que el ser vivo hace en sí, pues en él sólo se dan cambios estructurales internos, sino algo que nosotros señalamos. De manera que la conducta no es una invención del sistema nervioso y no está exclusivamente asociada a él, la función del sistema nervioso es expandir el dominio de posibles conductas al dotar al organismo de una estructura versátil y plástica, que acopla las superficies sensoriales y motoras mediante una red de neuronas cuya configuración es variada. Al visualizar a la conducta como un fenómeno relacional que como observadores señalamos entre organismo y medio, distinguimos entre conductas instintivas y conductas aprendidas. Las primeras se refieren a aquellas estructuras que los organismos desarrollan con independencia ____ 37
de las peculiaridades de su historia particular de interacciones, se dice que tales estructuras son determinadas genéticamente y que las conductas que ellas hacen posibles, son instintivas. Por el contrario, si las estructuras que hacen posible una cierta conducta en los miembros de una especie se desarrollan sólo si hay una historia particular de interacciones, se dice que las estructuras son ontogénicas y que las conductas son aprendidas. Hay que hacer notar que las conductas sean innatas o aprendidas, son como conductas, indistinguibles en su naturaleza y en su realización. La distinción está en la historia de las estructuras que las hacen posibles. (Maturana y Varela; 2003) Cognición Notemos bien, entonces, que la evaluación de si hay un conocimiento presente o no, se da siempre en un contexto relacional, en el que los cambios
estructurales
que
las
perturbaciones
“gatillan”
en
un
organismo, aparecen para el observador como un efecto sobre el ambiente. Desde este punto de vista, toda conducta observada puede ser valorada por un observador como un acto cognoscitivo. (Maturana y Varela; 2003). La noción básica es que las aptitudes cognitivas están inextricablemente enlazadas con una historia vivida, a nuestra historia corporal y social, tal como una senda que no existe pero que se hace al andar, la inevitable conclusión es que conocedor y conocido, sujeto y objeto se determinan el uno al otro y surgen simultáneamente. (Varela, 2005)
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Lo que nos lleva a la tercera idea clave de este apartado titulado el fenómeno del conocer: El conocer es un proceso enraízado al ser vivo en su totalidad, no solamente al sistema nervioso, toda experiencia cognoscitiva involucra de una manera personal al conocedor, porque conocer es vivir. (Maturana y Varela; 2003). Esto implica que el fenómeno del conocer no es exclusivo del ser humano. En el plano de la organización viviente, todo operar orgánico es conocimiento. (Torres Nafarrete, citado en Maturana, 1997)
El otro en el fenómeno del conocer ¿Cuál es la participación del otro en el fenómeno del conocer? Desde la dinámica interna de un organismo, el otro, representa una fuente de perturbaciones que son indistinguibles de aquellas que provienen del medio “inerte”. Pero, en la historia de cambio estructural de un organismo (ontogenia), las interacciones con el otro se dan de manera recurrente y por lo tanto se establece un acoplamiento estructural que le permite mantener la individualidad de ambos. A este proceso Maturana y Varela (2003) lo llaman acoplamiento estructural de tercer orden. Los fenómenos sociales son acoplamientos estructurales de tercer orden. En la dinámica social de un grupo, la conservación de la adaptación es necesaria, todo ocurre como si hubiera un balance entre la manutención y subsistencia individual y la manutención y subsistencia del grupo como unidad más amplia. Se logra un balance entre lo individual y lo colectivo en la medida en que los organismos individuales al acoplarse estructuralmente en
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grupos, incluyen la manutención del grupo como parte de la dinámica de su propia manutención como individuos. En otras palabras, la dinámica de la existencia de lo vivo en la deriva natural,
no se da en la
competencia, sino en la conservación de la adaptación, que implica la colaboración (Maturana y Varela, 2003). Algunas personas han llamado a estas acciones altruistas y sin duda este adjetivo está cargado de connotaciones éticas que en el mundo natural no sé si existan, yo más bien lo llamaría acciones que tienen un beneficio colectivo. A menudo se escucha que en la ley natural cada uno vela por sus propios intereses, egoístamente, a costa de los demás en una implacable competencia. Esta visión de lo animal como egoísta es falsa (Maturana y Varela, 2003). Como seres sociales tenemos la necesidad del otro para conservar nuestra deriva natural, la visión individualista es inconsistente con el proceso biológico de conservación de la especie. La coherencia y la armonía en las relaciones y las interacciones entre los integrantes de un sistema social humano se deben a la coherencia y la armonía de su acoplamiento estructural de tercer orden, en un continuo aprendizaje social. Las implicaciones del entendimiento del fenómeno del conocer desde está perspectiva son infinitas pero quiero distinguir al menos seis de ellas que me parecen fundamentales para incluir en los procesos educativos:
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Implicaciones del fenómeno del conocer
La realidad no es objetiva ni construida sino generada mediante un acoplamiento estructural entre organismo y medio, esto significa que necesitamos del medio para conocer, aun cuando el conocimiento se realiza internamente en el sujeto.
Cuando hablamos de conocer se implica a todo el ser humano, no sólo a su razón, sino también a su emoción, a su sensibilidad, a sus intuiciones. No sólo se conoce con el cerebro, sino con todo el organismo.
Generamos conocimiento en todo momento, de manera consciente o inconsciente, y para esto no hay tiempo ni espacio definido.
Nadie genera conocimiento en la soledad, necesita del medio, y ese medio incluye a otros seres humanos. Por lo que en el fenómeno del conocer se necesita de la participación del otro.
Nuestro punto de vista es resultado de un constante acoplamiento estructural. No existe un punto de vista absoluto. Nuestra experiencia de vida es tan válida como la del otro, aunque la suya nos pareciera, en cierto momento, menos deseable.
El conocimiento del conocimiento, nos invita a apreciar que la aceptación del otro junto a uno en la convivencia, es el fundamento biológico del fenómeno social: sin esta aceptación no hay socialización y sin no hay socialización, no hay humanidad. Cualquier cosa que destruya o limite la aceptación del otro junto a uno, desde la competencia hasta la posesión de la verdad,
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pasando por la certidumbre ideológica, destruye el proceso biológico que lo genera. (Maturana y Varela; 2003)
Ahora bien, dicho todo lo anterior quisiera pasar a hacer una exploración sobre la idea del reconocimiento del otro, ¿qué se ha dicho? Y ¿Qué pienso yo al respecto?
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Sobre reconocer al otro El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno. Octavio Paz
Escribir estas letras no fue tarea sencilla, hay muchas ideas que flotan alrededor del reconocimiento del otro, como diría Octavio Paz, ni son ni dejan de ser. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido la necesidad de interrogarnos, de contemplarnos, de encontrarnos ante la revelación de nuestra existencia como algo intransferible y hermoso, de igual manera que hemos sentido la necesidad de disimularnos, desentendernos del conocimiento de nosotros mismos, de negar nuestra existencia y por ende disimular la existencia del otro. Paz (2004) se refiere a este acto de desconocimiento como ninguneo. “El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno” (Paz, 2004: 49), Ninguno es una omisión que está siempre presente. Existe, pero Alguien invalida su existencia, lo disimula. Tanto Ninguno como Alguien implican la presencia del otro, no se puede ser Ninguno o Alguien en la soledad, entonces necesario para validar o no nuestra existencia.
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¿Quién es ese otro? Tan
El otro se encuentra inmerso en la posición intransferible de ser Yo. Nadie puede ser Yo en mi lugar. La relación con el otro se inscribe en esta relación con nuestro Yo. Morin (2003) dice que cada uno de nosotros lleva en sí un ego alter (yo mismo otro), que nos permite sentirnos ajenos a nosotros mismos al tiempo que nos reconocemos; la inclusión del otro se integra a partir de esta cualidad que nos permite ver que «yo es otro». La necesidad del otro es substancial; atestigua la incomplitud del Yo. El Yo no esta solo porque el Otro está en él. Entonces el Otro puedo ser Yo, puede ser otro ser humano, o puede ser otra cosa. Necesitamos el esfuerzo vital de introspección, saber meditar y reflexionar sobre nuestra
existencia,
y
a
partir
de
esta
autoafirmación,
de
este
observarme a mi mismo, es que puedo percibir al otro. Hay muchos autores que hablan sobre el reconocimiento del otro y lo hacen desde distintas ópticas: Maturana desde el punto de vista biológico, Morin desde la filosofía, Naranjo, Guitiérrez y Freire desde la educación, por mencionar algunos. Las ideas que se generan en mí alrededor de este tema son muchas y me cuesta trabajo seguirlas a todas. Hago mi mejor esfuerzo por no enredar al lector, y tratar de sustentar la necesidad de reconocer al otro, para el bienestar de la humanidad. Este capítulo lo he dividido así, el reconocimiento del otro desde una visión biológica, el reconocimiento del otro desde una visión filosófica y el último apartado corresponde al reconocimiento del otro en la educación. Sin más preámbulo comenzamos.
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Desde la biología El ser humano, como todos lo sabemos, es en su condición biológica hommo sapiens, pertenece a la clase mamífera del reino animal, pero como dice Maturana,
nuestra condición humana tiene lugar en la
manera de relacionarnos con otros seres humanos y con el mundo que configuramos en nuestro vivir, es decir, nos hacemos humanos en “el humanizar” (ver figura 1). El humanizar, es una palabra creada por Maturana, para referirse al espacio de la cultura humana. Esto significa que para considerarse humano se necesita una condición biológica y una condición cultural. Un hommo sapiens, que no convive en una cultura humana, no puede considerarse humano, así como un perro, aún cuando vive en una cultura humana no puede considerarse humano.
lo humano + Vivir ensapiens = Como Como V 0 Ser humano Condición Condición i + Biológica Cultural v V Figura 1. Definición de ser humano i me refiero a vivir en la cultura i humana. Como condición cultural r v Lo que voy a decir a continuación no es fácil de aceptar para algunos, el e i hommo sapiens como especie perteneciente a la clase mamífera del n r reino animal, es capaz de sentir amor y no sólo es capaz de sentirlo, l e sino que además le es necesario para la conservación de su especie. Sé o n las confusiones que puede hprovocar el mencionar l que el amor es una condición biológica, por ello, u quiero dejar en claro o que el amor, en este m h a u ____ n m 45 o a s n Hommo sapiens
contexto, es “la emoción que se produce cuando el otro, no importa quién o qué sea, surge como legítimo otro en coexistencia con nosotros”. (Maturana, 2002). Ésta capacidad de reconocer al otro no es ningún acto de bondad, es una condición que hace posible la vida y nada más. Dejemos a un lado, nuestra creencia del amor como algo filosófico, veámoslo a través de esta concepción. Una emoción es una dinámica corporal que especifica, en un instante, las acciones a seguir que identificamos como conductas: miedo, agresión, ternura, indiferencia. (Maturana, 1993). Cuando legitimamos al otro, lo hacemos no como un acto de bondad hacia él, sino como una medida necesaria para nuestra conservación como especie. Somos seres emocionales y sociales que necesitamos de lo colectivo para vivir, pertenecemos a una especie que requiere conformar grupos sociales y que incluimos la manutención del grupo como parte de nuestra propia manutención. La idea de que en la “ley de la selva” de los individuos velan por sus propios intereses, de manera egoísta y a costa de quien sea es falsa. Como mamíferos somos seres sociales, tenemos la necesidad del otro para conservar nuestra deriva natural, la visión individualista es inconsistente con el proceso biológico de conservación de la especie (Maturana y Varela, 2003). Queda claro que, para conservar la especie, los seres humanos necesitamos de otros seres humanos y la noción de amor no es más que una disposición natural a aceptar al otro como legítimo otro. Sin embargo, como explicaba al inicio de este texto, el ser humano es una
____ 46
construcción biológico-cultural, que aun cuando naturalmente tenga la disposición de amar, culturalmente puede modificar esta condición. Ahora bien, la definición de Maturana sobre el amor, no es ligera, ni sencilla, podríamos identificar dentro de ella tres niveles: el primero, donde el otro es reconocido, es visto, observado, se percibe su presencia pero no va más allá que el aceptar que ahí está; el segundo nivel, donde su existencia se hace legítima, es decir, su vida y su forma de vivirla es tan válida como la mía, valemos lo mismo aún cuando seamos diferentes; el tercer nivel, la coexistencia donde reconozco que su existencia es una necesidad para mi existencia. A veces en esta modificación cultural que hacemos, negamos al otro o simplemente nos quedamos en el primer nivel de la definición de amor. Ahí está, existe, pero no es mi igual y mucho menos lo necesito. O peor aún, sabemos que existe, pero no me “conviene” validar su existencia, lo cual, es un ejercicio de negación del otro mucho más evolucionado, por que se debe a la capacidad de reflexión que poseemos como seres humanos. Esto me conduce al segundo apartado de este capítulo.
Desde la filosofía Siguiendo las ideas de Morin (2003), como seres humanos podemos ubicarnos como sujetos, es decir, colocarnos en el centro del mundo tanto para conocer como para actuar. Es aquí donde surge la capacidad de
hacernos concientes de
nuestras emociones o
capacidad de reflexionar.
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conductas, la
Ser sujeto es ocupar el puesto egocéntrico, en donde yo soy el centro del universo, y es aquí donde se generan dos principios clave: Principio de exclusión
Principio de inclusión (amor)
En donde se ubica al Yo como Este centro de todo y excluye lo demás.
permite incluirnos en una
comunidad,
en
un
Nosotros
e
incluir este Nosotros en el centro de nuestro mundo.
Egoísmo (Morin, 2003)
Altruismo (Morin, 2003)
Todo ocurre como si en nuestra subjetividad hubiera un cuasi-doble dispositivo lógico uno que manda «para si», el otro que manda al «para nosotros» o «para los otros»” (Morin, 2003). Dicho en otras palabras, en la situación del sujeto, hay una posibilidad de ser egoísta y una de ser altruista. El principio de exclusión es, desde mi punto de vista, lo que nos permite llegar a niveles de introspección tales que cuando llegas al límite, no puedes más que reconocer la conexión con el universo, de esta manera surge un bucle recursivo entre el principio de exclusión y el principio de inclusión. Uno genera al otro, “por eso el sujeto vive para sí y para el otro al mismo tiempo” (Morin, 2003: 81). Entonces para llegar a conocernos a nosotros mismos necesitamos del egoísmo y del amor. El egocentrismo ilimitado me lleva al reconocimiento de las relaciones de correspondencia con todo lo que compone el universo, por lo que necesito reconocer al otro con el cual coexisto. Reconocer y aceptar a
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cualquier otro ser vivo es lo que permite integrarnos a nuestro medio, es lo que nos identifica como seres planetarios y es lo que nos llevará a construir una sociedad ética y a una cultura sustentable. El ser humano percibe al prójimo como un yo a la vez diferente a él y semejante a él. El otro comparte así una identidad común con ese yo al tiempo que conserva su desemejanza. Cuando aparece como semejante más que como desemejante lleva en sí un potencial fraternal. Cuando aparece como desemejante más que como semejante, lleva en sí un potencial hostil. (Morin, 2006b) El reconocimiento legítimo del otro semejante y desemejante a la vez, nos integra a ese otro, pero debo aclarar que ese otro no sólo es otro ser humano, es cualquier ser vivo y no vivo, es el cosmos mismo. El conocimiento de nosotros mismos como individuos y como especie requiere del conocimiento de la condición humana como unidad compleja, por eso Morin lo ha nombrado un saber necesario para la educación del futuro (1999). La comprensión como parte vital de la comunicación humana, requiere una reforma de pensamiento que sólo puede darse a través del conocimiento de uno mismo y por supuesto el amor, como emoción fundamental, es lo que se requiere para alcanzar la comprensión y el conocimiento de la condición humana y de su conexión con los otros, es decir, la armonía universal. Es así, los seres humanos somos seres sociales, que necesitamos poder confiar en el otro. Pero, como seres que viven una cultura humana podemos elegir entre consagrarnos al egoísmo o al amor. Nos hemos visto inmersos en una dinámica cultural en la que se predomina el ____ 49
egoísmo (y no se trata de excluirlo o erradicarlo, finalmente el principio de exclusión sirve al principio de inclusión y al revés), se trata simplemente de no dejar que sea lo único que rija a la humanidad El reconocer a otro ser humano como legítimo otro, es lo que fundamenta las relaciones sociales y permite un conocimiento de la condición humana. Reconocernos como seres biológicamente amorosos y por lo tanto sociales, da sentido a nuestra humanidad.
Evitar la confusión Ahora bien, suele ocurrir una confusión alrededor de la idea de reconocer al otro, como legítimo otro, incluso yo misma me encontré en la situación de pensar que cuando uno legítima al otro automáticamente tiene que estar dispuesto a aceptar sus acciones. Esto no es así, legitimar la existencia de alguien implica una gran responsabilidad, la responsabilidad de aceptar o no aceptar las acciones del otro. El amor del que habla Maturana, no implica que tenga que aceptar las acciones de todo el mundo, yo tengo el derecho de no estar de acuerdo con los actos de alguien, y asumir está posición de desacuerdo con toda la ética que implica. Sin embargo, lo que no puedo hacer es quitarle validez a su existencia, ya que su vida y la forma de vivirla, aún cuando yo discrepe con ella, es tan válida como la mía. Ésta diferencia entre la legitimación del otro y la aceptación de sus acciones es lo que completa la idea del reconocimiento del otro.
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Otorgar validez a la existencia de alguien, implica una posición de distancia con la “certeza”, nuestras certezas no son pruebas de verdad, son opiniones de una realidad que cada uno trae de la mano. Cada punto de vista es el resultado de constantes acoplamientos estructurales con el medio y de la subjetividad de cada uno, aunque algunos sean menos deseables que otros, tal y
como lo mencioné en el capítulo
anterior.
El reconocimiento del otro en la educación Conocer la existencia de nuestra matriz biológico-cultural y tener la noción de que vivimos en una cultura el la que predomina la competencia, el dominio, la individualidad sobre la colaboración, la equidad y el bienestar social, ha llevado a muchos a autores a proponer la necesidad de re-educarnos en y para reconocer al otro. Muchos abogamos por una educación para la convivencia con los seres humanos, con la naturaleza, con el universo y esto me parece viable, pero necesitamos empezar por el principio, necesitamos educarnos para reconocer al otro, no importa quién o qué sea, su existencia es tan válida como la nuestra. El reconocimiento del otro en la educación ha tomado distintos nombres, hace poco, me encontré con una palabra que propone Paulo Freire (2006): tolerancia. Mi primera reacción al escuchar la idea de una pedagogía de la tolerancia fue, hasta cierto punto, de rechazo. Tolerar a alguien, significaba para mí, tenerle paciencia, es decir, creerlo de cierta manera inferior a ti y desde esa superioridad tolerarlo. El otro contexto
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era aún peor, tolerar entendido como ese espacio en el que tienes que aceptar cualquier situación, ocultar el conflicto pretendiendo que lo toleras. Fue hasta que me decidí leer el libro que encontré esta maravillosa resignificación de la tolerancia, él la define como la “cualidad de convivir con el que es diferente. Con el diferente, no con el inferior” (Freire, 2006:31). Ésta tolerancia a la que Freire se refiere no exige la concordancia con aquel o con aquella, exige el respeto al que es diferente, se refiere a la validación de la existencia de alguien que vive distinto a mí. En otras palabras, la pedagogía de la tolerancia, es la propuesta de la educación para reconocer al otro. Claudio Naranjo (2004), propone una educación salvífica: orientada a la educación de la persona entera, que logre el equilibrio entre las distintas culturas del planeta y que relacione el conocimiento de manera activa. Una educación que en vez de tender a un control social, emprenda el rumbo de la conciencia y la liberación. Nuestro problema como sociedad, dice él, es que tenemos una limitada capacidad para las relaciones humanas sanas, en otras palabras que tenemos una limitada capacidad de amar. Así, la solución a nuestros problemas sociales se traduce en una educación para el desarrollo humano, ya que no se puede construir una sociedad mejor sin los elementos apropiados. La educación necesita volver a ocuparse de una dimensión más profunda, recuperar la capacidad de amar del ser humano, un individuo no puede considerarse completo si no posee un sentimiento de hermandad. Dice Naranjo
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(2004) necesitamos de una educación del yo como parte de la humanidad, una educación del sentimiento de humanidad. Así pues, tenemos la necesidad de una pedagogía del amor. Naranjo (2004) incluso propone, desde su disciplina de origen que es la psicología,
un
curriculum
de
auto-conocimiento,
re-educación
interpersonal y cultivo espiritual, entendiendo lo espiritual no como esotérico, sino desde el punto de vista que lo hace Leonardo Boff, como aquella característica que me permite integrarme al funcionamiento del universo. Aunque ambos Freire y Naranjo, proponen el reconocimiento del otro en la educación, Naranjo va un poco más allá con esta idea del autoconocimiento,
es
buscar
la
integración
de
este
cuasi-doble
dispositivo inmerso en la subjetividad. Lo que me parece una idea bastante completa. Así, en este recorrido llegué a la visión educativa de Humberto Maturana, él propone que la tarea fundamental de la educación es fomentar y guiar a seres responsables, social y ecológicamente conscientes que se respeten a sí mismos, expresado en otras palabras la educación es un proceso de transformación de vida que tiene que ver con el alma, la mente y el espíritu. Para llegar a ser un humano responsable, socialmente conciente y que se respeta a si mismo, necesitamos vivir en estos valores, es decir, necesitamos educar en un espacio en donde el otro, no importa quién o qué sea, es reconocido como legitimo otro, donde el mismo estudiante es respetado en sus diferencias, no en la obediencia sino en el ____ 53
autorrespeto,
no
en
la
prohibición
sino
en
la
reflexión
de
las
consecuencias de sus actos. Para cerrar este brevísimo apartado quisiera hacer alusión Francisco Gutiérrez y Daniel Prieto (2004) quiénes hacen la propuesta de educar en y para convivir, ellos parten de la idea fundamental de que todo aprendizaje es un inter-aprendizaje, por lo que para aprender siempre se necesita del otro, es imposible entonces lograr un aprendizaje si se descalifica al otro. Todos estos autores y muchos más ya lo han enunciado, en el proceso de educar se necesita del otro, pero sin duda no es lo único, yo le he dado muchas vueltas a este tema de educar, hay cosas que quisiera compartir de eso se trata el siguiente capítulo.
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II. Tiempo de poesĂa (Escrita en prosa)
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Las letras para mí nunca han sido tarea sencilla, implican un arduo proceso de conversación conmigo misma, es al mismo tiempo un enfrentamiento
y
una
conciliación
con
mis
pensamientos,
mis
pesadillas, mis sueños; siempre presente el temor a decir algo mal dicho, como si no me fuera suficiente el espacio y las palabras para expresar todo lo que pasa por mi mente. Mis ideas flotan mientras escribo, flotan: ni son, ni dejan de ser, están presentes en cada frase, pero no están contenidas en ella, me encanta la idea de que cada lector haga sus propias asociaciones, sus propias conjeturas
alrededor
de
este
libro.
La
prosa
y
la
poesía
se
complementan, una no puede ser sin la otra, es como Yo y lo Otro. El tiempo de poesía es una apuesta por la libertad de encontrarse a uno mismo y al otro a través de la educación. He conocido a lo largo de mi vida a buscadores de conocimiento que viven en un estado de poesía y no se han dejado llevar por el sistema. Inspirada en ellos es que me atrevo a expresar mis ideas sobre lo que la educación debería de ser. La metáfora de la poesía es altamente adecuada en este contexto, dice Octavio Paz que en el poema la linealidad se tuerce, vuelve sobre sus pasos, serpentea; los significados se congelan o se dispersan; las palabras no son lo mismo que en la prosa (1999). Así el tiempo deja de ser grande o pequeño, se convierte más bien en la percepción de todos los tiempos en un instante. Acaso ¿No debería ser esto, parte de la educación? Me parece que es tiempo de complementar a la prosa con la poesía, al problema con soluciones, la razón con la emoción, al ser individual con el ser social. Es tiempo de imaginar otras formas de vivir.
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Sobre el educar Durante los últimos años me he preguntado constantemente que quiere decir educar, me doy cuenta que no es una palabra sencilla, es, en todo caso, una palabra gastada. A veces pareciera que educar es un decálogo de mandamientos provenientes de alguna ley divina que no nos pertenece y que no podemos cuestionar. Existe un constante miedo a no estar autorizados para hablar del tema, como si la educación no fuera un fenómeno humano y cotidiano. Una tarde sentada en mi escritorio leía el libro Oriente y occidente de Luis Racionero, traía en mente muchas ideas y una pregunta: ¿Cuáles son las características educativas del siglo XXI?, decidí tomar un descanso y frente a mi ventana vi volar una mariposa blanca que se paraba de una flor a otra, se veía gozosa, libre, inquieta. De la lectura se quedaron en mi mente algunas palabras: circular, movimiento, flexible, cambio. El vuelo de la mariposa parecía describirme todo lo que estaba pensando y sintiendo acerca de la educación. La experiencia de esta observación me inspiró a comparar el viaje de la mariposa con la educación del siglo XXI. La educación debería ser una aventura, no lineal, no estática sino gozosa, libre, inquieta. La educación es un viaje y este escrito no es otra cosa que mi recorrido por ese viaje educativo llamado proceso de aprendizaje ¿Qué he vivido en mi viaje
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educativo?, ¿qué me parece relevante compartir? Así comienza este escrito, que no es más que una invitación a viajar.
Una breve aclaración Antes de iniciar quisiera aclarar lo que entiendo por educación 8, que aunque lo he enunciado en el primer capítulo, me parece que es necesario reforzarlo dado que la palabra puede ser causa de conflicto sobre todo si se entiende como conducir, orientar, instruir o guiar. La
revisión
etimológica
ubica
el
término
educación,
fonética
y
morfológicamente, como una raíz de educare (conducir, guiar u orientar); pero semánticamente también refiere la raíz de educere (hacer salir, dar a luz)9. Es en esta segunda raíz en la que quiero hacer énfasis, porque para mí, la experiencia educativa debería dejar salir: mis ideas, mis miedos, mi sentir, mi intuición, mis conocimientos, mi saber. Entonces, desde ésta visión, la educación del siglo XXI necesita generar las condiciones que hagan surgir lo mejor de cada ser humano: su biología del amor y del conocer10, sus principios de inclusión y de exclusión, su necesidad de convivencia, su apertura al diálogo. Es en 8
Este es un tema que ha generado inquietudes al interior de mi grupo de trabajo.
Agradezco a Octavio Ochoa su aclaración en cuanto a la raíz de la palabra educación, misma que incluyo en este texto. 9
http://archivos.diputados.gob.mx/Centros_Estudio/Cesop/Eje_tematico/educacion.htm
10
Estos términos: biología del amor y biología del conocer, fueron propuestos por
Humberto
Maturana
y
Ximena
Dávila
en
el
Instituto
matríztico
(http://www.matriztica.cl/), como dominios básicos del entendimiento humano.
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este sentido al que me refiero cuando hablo de educación y por eso es un viaje, un viaje al interior de nuestra humanidad. Continuando con las aclaraciones, quisiera compartir la visión de Carlos Calvo (2007) alrededor de confundir la educación con la escuela como si estos fueran sinónimos. Él hace una diferencia entre lo que son procesos escolares y procesos educativos; los primeros se refieren a la creación de relaciones posibles, en tanto que los segundos se refiere a la repetición de relaciones preestablecidas. Así con sencillas frases, Calvo nos permite ampliar nuestra visión. La escolarización y la educación son cosas distintas y cuando yo hablo de educación, me refiero a la creación de relaciones posibles que no están confinadas a un espacio escolar, ni a una relación en particular de maestro-alumno. Educación es un término mucho más profundo, mucho más rico, mucho más poético.
Mi equipaje Mi equipaje es una metáfora a la idea de que el proceso educativo es un viaje, el equipaje es aquello que llevas contigo porque lo consideras indispensable, es así que en esta metáfora mi equipaje son las premisas o descubrimientos que fundamentan mi visión sobre la educación. He dividido a este equipaje en tres maletas: La primera: los nuevos descubrimientos científicos, que nos han llevado a distintas maneras de ver la realidad y la vida. Descubrimos que no todo estaba dicho. A principios del siglo XX surgen una serie de
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conocimientos que nos conducen, inevitablemente, a la conclusión de que vivimos en un universo lleno de probabilidades. La idea de un universo únicamente determinista, del cual nos creíamos parte, se desvanece y aparece ante nosotros una mágica palabra: probabilidad. Nótese bien que he escrito un universo únicamente determinista, y esto puede ser considerado un error para el lector. En realidad es una paradoja que me atrevo a lanzar: Probablemente vivimos en un universo determinista, o será tal vez que determinadamente vivimos en universo probable. Las leyes deterministas sin duda han mostrado su eficiencia, lo que revela que, de cierta manera, el universo funciona con estas leyes. Pero, los nuevos descubrimientos, sobre todo en la física, parecen indicar que estas leyes no son suficientes. La física cuántica ya ha hecho sus descubrimientos y todos apuntan a que lo conocido y considerado hasta ahora como verdadero no es lo único que existe, y así como la postura determinista se extendió hacia otras ramas del conocimiento la pregunta clave aquí es: ¿Hasta donde podemos extender esta nueva visión del mundo? Y con ello me estoy refiriendo propiamente a las ciencias humanas como la psicología, la sociología, la pedagogía, la economía, etcétera ¿Cuáles son los riesgos de esta extensión? La tentación es fuerte y a mi parecer inevitable, aunque hay personas que no están de acuerdo en que el conocimiento científico determine los ideales sociales, es una inercia casi natural. Los cambios paradigmáticos en la ciencia generan cambios paradigmáticos en lo social porque vivimos en las relaciones.
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Ahora bien, hay que tener mucho cuidado con estas extrapolaciones de la ciencia a la vida cotidiana. Particularmente no estoy de acuerdo con las deformaciones de los conceptos “científicos” trasladados sin ton ni son a las experiencias cotidianas. Es así que de repente “cuántico (a)” se ha considerado un adjetivo para describir casi cualquier cosa y se pierde el sentido de lo que se está hablando, incluso podría tomarse a burla. No voy a hablar, por lo tanto, de una educación cuántica, ni mucho menos, mi interés en compartir los nuevos descubrimientos científicos sobre la realidad es muy claro, reflexionar con toda seriedad alrededor de una idea clave para reformular la educación: la incertidumbre. La incertidumbre entendida no como “el principio de incertidumbre de Heisenberg” que es un principio particular de la física donde se enuncia que no puede conocerse al mismo tiempo y con precisión la posición y el movimiento lineal de una partícula, y que de repente se ha tomado como bandera para afirmar que vivimos en un mundo incierto. Sino la incertidumbre entendida como el ejemplo claro de lo que estamos viviendo como humanidad, los descubrimientos científicos nos revelan que lo que creíamos cierto e irrefutable puede modificarse, la idea de certeza no es tan cierta como pensábamos. Es así, que derrumbamos la idea del átomo como el ladrillo del universo, es así, como el caos irrumpió como una teoría de organización del universo, es así, como surge el concepto de la dualidad onda-partícula. Todos estos descubrimientos, sin duda fascinantes, me dejan pensando en una cosa: la ciencia tuvo que aceptar otras posibilidades, deshacerse
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de ideas consideradas verdaderas durante muchos años y eso no es una tarea fácil, pero si la ciencia pudo ¿Por qué la educación no ha de poder? La reflexión alrededor de los nuevos descubrimientos científicos aportó para mí una clave en la resignificación de la educación: la duda, que como dice Morin (2000) es levadura de toda actividad crítica. El hecho de que las cosas se hagan de una manera, no significa que esa sea la única ni la mejor manera de hacerlas. Hay que preguntarse siempre por otras formas de ver la realidad. La segunda: la humanidad de lo humano, siempre he sentido curiosidad por explorar alrededor de la cultura hippie, la contracultura, la nueva era, es una forma de ver la vida distinta a lo que conozco. John Lennon y su pensar, reflejado en sus canciones, me ha atraído desde pequeña. Soy una soñadora, pero no soy la única. Pienso que una sociedad sabia y amorosa es posible y es posible por la naturaleza humana.
Somos
seres
sociales,
biológicamente
condicionados
a
reconocer al otro, como legítimo otro con el cual coexistimos11, y esto no es bondad,
simplemente es un mecanismo de conservación de la
vida. La imagen de la flor obstruyendo el cañón de una pistola es inspiradora, aún con toda la desacreditación que siguió a ese movimiento, donde se asoció a la bohemia con la droga, la psicodelia y la rebeldía, me parece que hay algo que subsiste, que permanece en nuestra sociedad. Hoy
11
Humberto Maturana (2001), plantea en su biología del amor, que los seres humanos
somos seres que en nuestra biología llevamos la condición de reconocer al otro como legitimo otro con el cual coexistimos.
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más que nunca creo que el amor y la paz es lo que necesitamos, hoy más que nunca creo en el poder de transformación. Dice Racionero que la sociedad es mejorable por el esfuerzo humano (2000), y en esta última palabra lleva contenido todo su poder de transformación. En este sentido, nuestra condición humana tiene el poder de modificar lo establecido. ¿Dónde radica entonces ésta fuente de transformación humana? Para mí se encuentra al asumir la responsabilidad de nuestra vida (no dejarla a las circunstancias, al destino) es hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestros actos. Y al hacernos cargo de nosotros no podemos más que voltear a ver al prójimo. Es volver la mirada hacia la ética. Dice Morin (2006b) que toda mirada sobre la ética debe considerar que su exigencia es vivida subjetivamente. Debe percibir que el acto moral es un acto individual de religación: religación con el prójimo, con la comunidad, con la sociedad y, el límite con la especie humana. Comparto con Morin (2006b) la idea de que las fuentes de la ética son tres: una que nace del interior del individuo; otra que nace de el exterior: la cultura, las creencias, las normas de una comunidad; y la tercera que es una fuente anterior, surgida de la organización viviente, trasmitida genéticamente. Así que, uno de los ejercicios primeros hacia la transformación es la introspección, que no puede ser algo aislado o único, sino que necesita
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complementarse con una observación del mundo exterior, del mundo del prójimo, es decir una extrospección. La consciencia de la responsabilidad es lo propio de un individuo-sujeto dotado de autonomía. La responsabilidad necesita no obstante ser irrigada por el sentimiento de solidaridad, es decir de pertenencia a una comunidad. Tenemos que asumir a la vez nuestra responsabilidad de nuestra propia vida y nuestra responsabilidad respecto del prójimo (Morin, 2006b). El acto ético nos impide “ningunear”, aunque llevamos en nuestra subjetividad la capacidad de asemejarme o desemejarme al otro o a lo otro. La ética debe comprender la necesidad fundamental de cada ser humano de ser reconocido, en el sentido hegeliano del término, es decir reconocido como sujeto humano por otro sujeto humano, aún cuando el sentimiento de “extrañeza” nos quiera conducir a negarle la existencia. En un mundo que se caracteriza por la velocidad y el desvanecimiento de los límites territoriales, por la gran cantidad de información que nos llega rápidamente y que rápidamente desaparece. En un mundo donde las ideologías se construyen y se derrumban en instantes, donde existen códigos morales contradictorios que nos dejan perdidos en una miríada de opciones, la mayoría de ellas sin sentido. Necesitamos más que nunca retornar a la ética. La educación, como la creación de relaciones posibles, tiene un potencial infinito para devolver a la humanidad su identidad y con ello la necesidad fundamental de cada ser humano de reconocer y ser reconocido. ____ 64
El prójimo dice Morin (2006b) es una necesidad vital interna. Maturana (1993) dice que es una condición biológica. Nadie podría negar estas afirmaciones cuando la naturaleza ha provisto biológicamente al ser humano de cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, ¿Qué sentido tendría tenerlos, sino es para reconocer al otro o a lo otro? Esto me lleva a la necesidad intrínseca del ser humano de convivir. La tercera: la convivencia, la palabra convivencia viene del latín convivěre, que originalmente fue utilizada con el significado de reunir a personas para compartir sus experiencias alrededor de los alimentos; por lo que, convivir no sólo significa vivir juntos, va más allá, significa compartir la experiencia de vivir. En este sentido,
Maturana, Morin,
Varela,
proponen que a pesar de su naturaleza biológica, un ser
humano
privado
de
todo
contacto
cultural
no
desarrollaría
las
condiciones que lo definen propiamente como humano: el pensamiento, el lenguaje, el arte, la interacción social y el sentido de lo justo y de lo trascendente. La expresión y el desarrollo de lo humano necesariamente requieren de un ambiente socio-cultural que permita al individuo apropiarse de la condición humana como producto histórico de las generaciones que le precedieron. Así, los seres humanos producen sus identidades como son: la familia, la etnia, la cultura, la religión, la sociedad. De acuerdo con Maturana (2003), los seres humanos como seres sociales, convivimos desarrollando nuestras relaciones humanas entre la razón y la emoción, espacio básico de acciones que propician distintos sistemas de convivencia:
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Sistemas de trabajo
Sistemas sociales Sistemas constituidos bajo la emoción del amor, que es la emoción que constituye el espacio de acciones de aceptación del otro en la convivencia.
Sistemas jerárquicos
Sistemas constituidos bajo la emoción del compromiso, que es la emoción que constituye el espacio de acciones de aceptación de un acuerdo en la realización de una tarea.
Sistemas constituidos bajo la emoción que constituye las acciones de autonegación y negación del otro en la aceptación del sometimiento propio o de otro en una dinámica de orden y obediencia.
La educación es para mí un sistema social, es decir, es un espacio de acciones en el que el otro y su aceptación constituyen una condición sine qua non. Ahora bien, la convivencia educativa, como cualquier convivencia necesita de la expresión, en el sentido más amplio, es la base sobre la que se genera todo acto comunicativo, sea oral, escrita, corporal. Así, la expresión se propone como abarcadora de todas las dimensiones humanas. Es la expresión a través de la palabra, del gesto y de la grafía lo que media la relación con el otro. El ser humano tiene un vocación, la de comunicarse; es una necesidad prioritaria
de
trascender
hacia
el
otro,
lo
que
provoca
una
transformación tanto en el otro como en uno mismo. Cosachov y Scolnik (s/f) proponen atinadamente que el ser humano es un instrumento de comunicación. Por eso, en la educación el diálogo y la conversación son estrategias básicas para generar conocimiento. El lector se preguntará cual es la diferencia entre el diálogo y la conversación, permítanme explicarles.
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El diálogo es definido por un físico, David Bohm (2001), como un elemento de expresión que
nos lleva a explorar y vivenciar las
experiencias humanas desde nuestros valores hasta la naturaleza e intensidad de nuestras emociones, nos introduce a saber escuchar a los otros suspendiendo nuestros juicios, creencias, reacciones e ideas preconcebidas sobre un fenómeno, dándonos la oportunidad de observar y conocer a los otros, cultivando el respeto y la comprensión hacia el ser que habla. Profesar la comunicación a través del diálogo es saber hacer común una gama infinita de información y conocimientos, creando colectivamente algo nuevo en relación a lo que se esté compartiendo, generando así significados compartidos y pensamientos colectivos. El propósito del diálogo va más allá del pensamiento de un individuo, porque consiste en que el individuo se escuche a sí mismo y comprenda sus pensamientos de modo que sea capaz de comunicarlo a otro individuo. Jorge Wagensberg (2007) propone la conversación como un espacio de convivencia en el que se da una serie de relaciones a través de un intercambio de preguntas y respuestas. La conversación es el centro de gravedad de la adquisición de nuevo conocimiento y sirve para enfrentar una realidad con sus posibles comprensiones y para decidir entre las distintas alternativas. Propone que existen tres tipos de conversaciones:
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Conversaciones con la realidad Plantea que todo lo que se ve, mira y observa son respuestas y la pregunta entonces se convierte en una comprensión, lo que se busca al conversar con la realidad son comprensiones a partir de compresiones previas y compresiones vigentes.
Conversaciones con el otro
Conversaciones con uno mismo
Es en la riqueza de la conversación con el otro donde se encuentra la fuente del compartir lo sabido, lo no sabido, lo conocido y lo desconocido, es donde se da el intercambio de saberes.
Se da en la soledad, donde nos damos el tiempo y el espacio para hacernos preguntas y respondernos, cuando se logra conversar con uno mismo se logra la reflexión.
Por lo tanto, el punto de partida para la convivencia humana es el reconocimiento del otro como legítimo, donde a través del lenguaje, el diálogo y la conversación se da un intercambio de subjetividades que permite relaciones de transformación que hacen borrosos los límites de las experiencias personales, propiciando así, nuevas historias de vida. La convivencia es entonces un elemento importante para los procesos educativos. Como dice Gutiérrez y Prado (2004) nadie aprende en soledad, porque todo aprendizaje es un interaprendizaje, necesitamos del otro para transformarnos. Todo esto, dicho de manera muy breve, es lo que me llevo a mi viaje. El modelo educativo actual no corresponde a mi equipaje, es como si empacara playeras, short y bronceador para ir al polo norte. Dicho de
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otra manera, la educación actual se ha quedado desfasada con todos los avances de la ciencia y con los requerimientos de la humanidad.
La trayectoria La educación es un viaje que tiene una trayectoria en espiral, es una espiral recursiva que inicia desde el interior del sujeto hacia el exterior y de ahí retorna desde el exterior hacia el interior;
En este fluir es
esencial el conocimiento de nosotros mismos; conocer nuestra condición humana y nuestra consciencia más profunda, nos abre las puertas a la comprensión de la armonía, nos abre la comprensión hacia el otro y lo otro. Necesitamos de cultivar a la vez la individualidad y la sociabilidad. No podemos continuar educando para “controlar” y “aprovechar” a la naturaleza, para negar la complejidad del universo, para negar la vida, para “progresar” y tener un nivel de vida “acomodado”. Es momento de crear nuevos caminos, de elegir nuevas paradas, es momento de preguntarnos: Si la finalidad de la educación es hacer salir lo mejor de cada ser humano entonces ¿Cuáles son los elementos necesarios para llegar a este fin? Lo enuncio aquí en una sola frase: necesitamos hacer de la educación un sistema social, en el sentido en que lo define Humberto Maturana. Necesitamos preguntarnos por el ¿Para qué de la educación? Educar para el aprendizaje parece algo obvio, pero la realidad es que la educación actual, entendamos escuela, ha sustituido el aprendizaje por la información. Vemos cientos de “estudiantes” sentados en un aula
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copiando información que el “maestro” escribe en el pizarrón. Y la pregunta que me surge es: ¿Esto es aprendizaje? Quisiera entonces recalcar que la educación del siglo XXI debería educar para el aprendizaje entendido como el resultado de la autoorganización de las informaciones (Gutiérrez y Prado, 2004). A mí me educaron para callar, mi salón de clases no era un lugar para conversar, era un lugar para escuchar, un lugar para estar quietos y para dejar que otros pensaran por mí. No sé como explicar mi transformación, pero llegó, llegó a través de las lecturas de personajes que no se conformaron con callarse. Ahora veo en cada plática una oportunidad de aprender, me doy a la tarea de tratar de escucharme, persigo a mis ideas en su loca carrera; una tras otra se generan con la lectura de una página, con el diálogo y la conversación en un café. Es difícil atrapar a todas, algunas se contradicen, otras se complementan, otras más ni siquiera las escucho al pasar, pero qué belleza es tenerlas ahí y he de confesar que hace mucho que no las escuchaba, recuerdo a mis profesores gritando ¡Silencio! Y eso hice por largo tiempo, aprendí no sólo a callarme la boca, sino que traspasé este aprendizaje a las ideas y las silencié. La innegable conexión entre el conocimiento y la vida, que explique en apartados anteriores, me conduce a decir que el conocimiento no es sólo repetición, no es sólo silencio, no es sólo orden; es una curiosa y exquisita mezcla de descubrimiento y memoria, silencio y conversación, reflexión y diálogo, orden y desorden.
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La verosimilitud El paradigma newtoniano nos acostumbró a un concepto de verdad fijo y objetivo, pero ahora con los descubrimientos de la nueva ciencia y la inclusión del sujeto en el objeto del método científico, el concepto de verdad se transforma, entonces ¿Qué es la verdad? En palabras de Maturana les diré que “No hay verdad absoluta ni relativa, sino muchas verdades diferentes en muchos dominios distintos. Todos legítimos en origen, aunque no iguales en su contenido y no igualmente deseables para vivirlos” (2001: 32) Según la cultura oriental, en palabras de Racionero, “El sabio no toma partido entre las numerosas afirmaciones y negaciones, sino que reconoce que la verdad está distribuida entre muchas opiniones” (2000: 75) Necesitamos
transitar
del
concepto
de
verdad
al
concepto
de
verosimilitud, que significa lo más creíble, dice Morin que hay que aceptar que vivimos en un mundo lleno de incertidumbre, y yo diría que para enfrentar la incertidumbre la verdad no funciona, pero tampoco es quedarnos sin un piso, sin algo que nos sostenga, tampoco puedo quedarme con lo relativo. Más bien, pienso que lo que si funciona es escoger, de entre muchas opciones, la más creíble. Eso es verosimilitud. Educar para la verosimilitud implica un ejercicio de consciencia, donde me percato de que existen puntos de vista distintos al mío, pero igual de válidos. Educar para la verosimilitud es tener una pregunta de fondo: ¿Qué tal si me equivoco?
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Conocerse a sí mismo y Reconocer al otro Lo enuncie líneas anteriores, la educación necesita cultivar a la vez la individualidad y la sociabilidad. Si me conozco a mí mismo soy capaz de reconocer al otro, y viceversa, así que es un poco difícil distinguir el reconocimiento del otro del conocimiento de uno mismo, por lo que decidí unir estas dos ideas en un solo tema. Reconocer al otro es la cara complementaria de conocerte a ti mismo, porque necesito situarme en el centro del mundo y hacer un uso ilimitado del egocentrismo, necesito verme a mí, conversar conmigo, hacerme las preguntas básicas: ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? y ¿A dónde voy? Es imposible conocer al otro si no te conoces a ti mismo. Respetar tu individualidad
es
un
ejercicio
complementario
de
respetar
la
individualidad del otro para conformar una sociedad. Se ha exagerado y mal interpretado la idea de cultivar la propia individualidad, porque se ha ido al extremo al olvidar la idea de comunidad, de bien común, la idea de lo social. Pero, tampoco se trata de irnos al extremo de cultivar únicamente lo social. Necesitamos la armonía de ambos estados. Más bien de la triada Moriniana: Individuo-sociedad-especie. La educación necesita cuidar esta triada.
En conclusión De todo lo dicho anteriormente, trataré de responder a la pregunta: ¿Para qué educar?
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Para que cada sujeto este consciente de que es el piloto de su viaje educativo, no se puede pilotear el viaje de alguien más. Cada sujeto es responsable de su proceso de aprendizaje. Nada ni nadie puede aprender por ti, de eso solo tú eres responsable. No esperes que nada ni nadie te guíe, eso es una elección personal tu decides el camino.
Para despegarse de las certezas y de aquellas ideas que impiden avanzar. El paradigma newtoniano nos acostumbró a un concepto de verdad fijo y objetivo, pero ahora con los descubrimientos de la nueva ciencia y la inclusión del sujeto en el objeto en el método científico,
el
concepto
de
verdad
se
transforma,
necesita
comprenderse los límites de la razón y de la verdad. Hay que educar para la verosimilitud.
Para reflexionar que el destino del ser humano es conocerse a sí mismo y fomentar la vida universal de la que es elemento integrante (Racionero, 2000). Se necesita una educación que lleve al conocimiento de sí mismo, al reconocimiento del otro y a la comprensión de la armonía del universo.
Y ahora surge la pregunta más interesante: ¿Cómo lograrlo?
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Sobre la comunidad Cuando trataba de organizar en mi mente las ideas sobre la estrategia pedagógica, la palabra comunidad era algo recurrente. No sabía exactamente porque, era algo más intuitivo que racional. Una y otra vez aparecía el trillado término “comunidades de aprendizaje”, sin embargo, nunca me fue suficiente. Me encontré entonces con Bauman (2008) y sus análisis alrededor de la comunidad, como él dice hay palabras que trasmiten “sensaciones”, comunidad es una de esas palabras, se asocia con un lugar cálido, acogedor,
confortable.
Es
una
especie
de
techo
protector,
de
entendimiento y apoyo mutuo, donde nunca se es un extraño. ¿Quién no desea vivir en un lugar así? Sobre todo ahora que la modernidad implica tiempos de rivalidad, de prisas, de apatía. Vivimos en una realidad “no comunal” pero en el fondo todos deseamos habitar en una comunidad. Escuchamos por doquier sobre las amenazas de seguridad, pero pocas veces lo ligamos a la idea de vernos como extraños los unos a los otros, está es la esencia del problema.
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“Se nos pide como afirma Ulrich Beck encontrar soluciones biográficas a contradicciones sistémicas; buscamos la salvación individual a problemas compartidos. Es improbable que esa estrategia logre los resultados que buscamos” (Bauman, 2008:141)
Vivimos entre grandes multitudes de extraños que se enlazan con otros, donde la sensación de distancia y separación siempre nos acompaña. Hablamos de la sociedad como algo externo, como si no nos perteneciera, como algo abstracto. Necesitamos pertenecer a un lugar en concreto, porque cuando se tiene el sentimiento de pertenencia se desarrolla el compromiso, el cuidado del otro y de uno mismo como parte de un colectivo. Una de las características principales de la comunidad es, como dice Dench citado por Bauman (2008:53), “compartir los beneficios entre sus miembros, con independencia de cuanto talento o cuan importantes sean”. Esta característica de la comunidad la convierte en una “filosofía de débiles”, los débiles identificados como esos seres incapaces de practicar su individualidad en un mundo donde la exigencia para “triunfar” es únicamente el mérito propio y el adquirir obligaciones comunales es un estorbo para el éxito individual. Sin embargo, por sobrestimada que esté la autonomía individual sentimos la inherente necesidad humana de pertenecer. La necesidad de pertenencia trae de la mano la concesión de cierta libertad individual, a cambio de una seguridad y una identidad colectiva.
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Me parece que el trueque es válido y que no deberíamos tener el temor de llevarlo a cabo, me parece que si se trata de hablar de educación deberíamos promover una educación para vivir en comunidad, que encaja muy bien con la idea de responsabilidad, desapego de certezas y conocerse a sí mismo para conocer al otro. Vivir en comunidad es la práctica perfecta para desarrollar estas tres “cualidades”. Pero, hay también cuestiones a analizar. Es cierto que la comunidad otorga pertenencia, arraigo y que esto puede tener ciertas ventajas para transformarnos como humanidad, aunque también, la idea de pertenencia viene ligada a la idea de compartir algo en común. Algo en común que nos hace iguales entre los integrantes de la comunidad y distintos al resto. La comunidad como esa noción de mismisidad significa la ausencia del otro, especialmente el otro que es diferente. En la figura del extraño (que no solo es desconocido, sino ajeno, el que esta fuera de lugar), se pone a competir la homogeneidad de los que están dentro, contra la heterogeneidad de los que están fuera (Bauman, 2008). ¿Cómo trazar un puente entre la homogeneidad y la heterogeneidad sin negar al otro? Sencillo la cuestión está en el determinar que es lo que compartimos en común. Mi propuesta es que si se trata de compartir algo común, que sea la búsqueda de conocimiento. De esta manera, la comunidad no puede cerrarse sobre si misma y combatir al resto de los “no pertenecientes”.
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Estrategia educativa Comunidades de conocimiento Las ideas aquí expuestas son más que sólo pensamientos plasmados en un papel, son el resultado de haber experimentado la vivencia en una comunidad de conocimiento, gracias al Doctorado creado por Francisco Gutiérrez y Cruz Prado, que sin duda alguna es un detonador de buscadores de conocimiento.
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Comunidades de conocimiento Si ha de existir una comunidad en un mundo de individuos, sólo puede ser (y tiene que ser) una comunidad entretejida a partir del compartir y del cuidado mutuo; una comunidad que atienda a, y se responsabilice de, la igualdad del derecho a ser humanos y de la igualdad de posibilidades para ejercer ese derecho. Zygmunt Bauman
¿Para qué educar? Ya he enunciado en el capítulo sobre el educar, que distingo tres propósitos que para mí deberían buscarse en los procesos educativos: responsabilizar al sujeto de sus procesos de aprendizaje, despegarse de las certezas y conocerse a sí mismo para poder reconocer al otro. Estos tres propósitos son la esencia de lo que yo llamo buscadores de conocimiento. Entonces, el propósito de cualquier proceso educativo debería ser convertir al ser humano en un buscador de conocimiento. ¿Cómo lograrlo? me parece que convirtiendo a la educación en un sistema social, es decir, un sistema constituido bajo la emoción del amor, que es la emoción que constituye el espacio de acciones de aceptación del otro en la convivencia.
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La idea de propiciar comunidades de conocimiento, entendidas éstas como el cconjunto de personas vinculadas por el interés de conocer. Cuya principal característica radica en tejer un compromiso de tipo “fraternal”, lo que le otorga a cada miembro el derecho a una protección comunitaria.
Comunidades
que
implican
la
pertenencia
de
cada
miembro, donde se procura la conservación. Dos palabras han de destacarse aquí: comunidad y conocimiento, ambas las he bosquejado en capítulos anteriores. La comunidad va más allá de la idea de grupo. Un grupo se refiere a una colectividad, un conjunto, un agregado de personas. Comunidad, en cambio, se refiere a un agrupado de personas vinculadas por características o intereses comunes. En esto último radica el sentido de la comunidad. Sentido, dice Francisco Gutiérrez viene de sentir, de la razón de ser de algo. “Educar y educarse es consecuencia, de encontrar sentido a la propia vida y ese principio debería fundamentar los procesos educativos” (Guitierrez, 2006:4). Así, no se trata de grupos de aprendizaje, se trata de conformar comunidades lugares, espacios y tiempos cálidos, donde a cambio de la autonomía individual se nos permita desarrollar el sentido de pertenencia. Donde la principal intención es generar conocimiento, por eso una comunidad de conocimiento no puede cerrarse, es un sistema siempre abierto a nuevas aventuras. La responsabilidad, el conocimiento de uno mismo, el reconocimiento del otro, la comunicación y la pertenencia son características
ineludibles, al igual que el conflicto, el desarrollo de
ciertas pautas que sirven a la colectividad y el “dar frutos”.
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Distingamos aquí dos cuestiones: La primera, es que la responsabilidad, el conocimiento de uno mismo, el reconocimiento del otro,
la
comunicación y la pertenencia, son condiciones sine qua non para la comunidad de conocimiento. La segunda es que la fusión, el conflicto, el desarrollo de pautas colectivas y el “dar frutos” son etapas de las comunidades de conocimiento. Así, si se me permite la metáfora, distingamos que una comunidad de conocimiento no puede crearse si no existen, lo que aludiendo a la química, llamaríamos esencias. Me gusta la idea de esencias, porque se refiere a aquello que constituye la naturaleza de algo y que permanece invariable. Una esencia es algo indispensable, una condición inseparable de algo. Esencias de la comunidad de conocimiento
Responsabilidad: Ser responsable significa hacerse cargo de las consecuencias de las decisiones que tomamos. Quien decide formar parte de una comunidad de conocimiento, pertenecer a una comunidad de conocimiento, asume las consecuencias de esa decisión. Lo que implica comprometerse en un proceso que requiere tiempo, esfuerzo y dedicación. Tomar la responsabilidad de ser un buscador de conocimiento y generar un proceso comunitario de aprendizaje, estudiar, investigar, observar sobre algún tema que la comunidad proponga.
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Compartir los hallazgos y permitir que otros opinen a través del diálogo y de la conversación con uno mismo, con el otro y con lo otro. No es tarea fácil, es un ejercicio voluntario que se reinventa en cada momento. Cuando se da el sí a una comunidad de conocimiento es porque se tiene un interés y por ese interés se está dispuesto a ceder tiempo, espacio y una parte de tu persona.
Conocerse a sí mismo: Para poder comunicarse con el otro, es necesario, comunicarse con uno mismo, aprender a escucharse, aprender a distinguir e incluso discriminar ideas, recuerdos, sueños, experiencias, conocimientos. ¿Qué de lo que sé, sirve en estos momentos? ¿Dónde puedo buscar más conocimientos? ¿Qué información previa tengo en mente? ¿Hacia dónde quiero llegar? La reflexión, el poner en juego los sentidos, la intuición, la interrogación, la confusión, ser yo y saber quien soy, es elemento fundamental en una comunidad de conocimiento. No puede conformarse una comunidad de conocimiento si no hay individuos que cultiven su individualidad, que se consideren a sí mismo sujetos12 con la dualidad maravillosa que esto implica.
Reconocer al otro: Es imposible aprender con el otro, si en primer lugar no se le reconocer como tal. Cada uno de nosotros como dice Boff (2002) vive por el otro, para el otro y con el otro. Así que, tomar consciencia de la existencia del otro no es una opción es una necesidad. ¿Cómo iniciar a reconocer al otro? Sin
duda
alguna
hemos
sido
creados
biológicamente
para
reconocer y hacernos reconocer, he abordado sobre estas ideas a lo largo de este escrito. Pero, un punto de partida, como me dijo 12
Esta idea de la subjetividad se explica en el apartado titulado “sobre el
reconocimiento del otro”
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alguna vez Carlos Calvo, es mirar a alguien a los ojos porque esta sencilla acción crea una conexión. Los bebes tienen los ojos más grandes porque este rasgo despierta en los mamíferos el instinto de protección. Las mujeres se pintan los ojos para resaltarlos, para que el hombre sienta ternura por ellas. Los verdugos encapuchaban a sus víctimas para no mirarla a los ojos, porque este sencillo movimiento podía crear un sentimiento de arrepentimiento. La pupilometría demuestra que inconscientemente los seres humanos detectamos cambios en el tamaño de la pupila de otro ser humano, que nos induce a rechazarlo o aceptarlo. La mirada tiene un encanto peculiar y es fuente de atracción, no en vano se dice que los ojos son el espejo del alma. Para reconocer al otro hay que mirarlo a los ojos, hacer contacto visual invitándolo a reconocerte. Mirar al otro es lanzarse a la aventura, descubrir al otro. Una aventura sin duda temida en nuestra sociedad actual, porque reconocer al otro es permitir que el otro te reconozca, es dejar de permanecer en el cómodo anonimato. Pues bien, no se puede pertenecer a una comunidad de conocimiento si no se otorga, a cambio,
el
anonimato.
Dejar
de
ser
anónimo
implica
responsabilizarse, implica suspender mis “creencias” para poder espacio a otras creencias y tener siempre la pregunta de fondo ¿qué tal si estoy equivocada?
Comunicarse: Como consecuencia de lo dicho anteriormente, no se puede pertenecer a una comunidad de conocimiento si no se comunica. El sujeto necesita aprender a expresarse por todos los medios: de manera oral, escrita, incluso artística; comunicarse es
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el complemento de conocerse a sí mismo y reconocer al otro. Comunicarse es aprender a escucharse a uno mismo, para poder informar al otro de mis pensamientos, ideas, sueños. Somos como lo mencioné anteriormente instrumentos de expresión, para generar conocimiento hay que hacerse preguntas y generar respuestas, hay que dialogar con el otro y aprender a plasmar todos los conocimientos que se generan de alguna manera, para que
no
se
olviden,
para
que
tengan
la
oportunidad
de
transformarse, de renovarse, de generar nuevos conocimientos o incluso, porque no, de desecharse.
Pertenencia: Ser integrante de una comunidad de conocimiento, significa pertenecer a ella, aportar la propia individualidad para conformar una identidad colectiva, no significa desprenderse de la propia subjetividad, sino integrarla a otras subjetividades, para con ello conformar una nueva “subjetividad colectiva”. Pertenecer a una comunidad de conocimiento implica entregarse a ella, se necesita una disposición para dar, a cambio de eso, la comunidad otorga cuidado y protección. Es un intercambio mágico.
Como se observa la integración de una comunidad de conocimiento no es un encuentro ficticio que “alguien puede imponer”, no es un grupo escolar o un grupo de aprendizaje enraizado a la escolarización, se trata, más bien, de una autoorganización comunitaria que no se ciñe a la escuela, sino que es propicia para cualquier grupo llámase familia, vecinos, amigos, colegas. No se trata de pensar en un grupo que resuelve una tarea o proyecto, se trata de pensar en una comunidad en una convivencia voluntaria a favor de la búsqueda de conocimiento.
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Por eso es que este escrito no está dedicado a los docentes, ni a autoridades educativas. Esta dedicado a sujetos aprendientes que toman la decisión de conocer. La comprensión del conocimiento como un acoplamiento estructural13 es una pieza fundamental en la creación de las comunidades de conocimiento. Una comunidad de conocimiento, se puede crear en cualquier momento y en cualquier espacio, es una aventura adictiva, una vez que se prueba no puede salirse de ella. Sin embargo, no es fácil necesita, si se me permite la metáfora, su tiempo de cocción. Etapas de la comunidad de conocimiento Una comunidad de conocimiento es un sistema social donde se crean y se recrean relaciones de aprendizaje, por eso no puede rechazarse la identidad individual, al contrario se incorpora como parte del colectivo. Cada comunidad de conocimiento es un ente con identidad propia, cada una de ellas tiene peculiaridades que son producto de las interacciones individuales que la conforman. Sin embargo, podríamos identificar cuatro etapas que son “genéricas” a toda comunidad de conocimiento y que forman parte de la “vida” de cada comunidad.
Fusión: La comunidad asume, como dice Chehaybar, que inicia un proceso dialéctico y dinámico, con altas y bajas, conflictos, rechazos, aceptación y se ponen en juego miedos, estereotipos,
13
Ver capitulo titulado sobre el conocer.
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vínculos, roles, etc., que son necesarios y complementarios dentro del proceso grupal (2000). Para empezar a caminar en este proceso implica un proceso reflexivo de comprender lo que esta sucediendo al interior de la comunidad y debe ser como dice López un camino de transformación, de apertura de mente y de corazón, de autodescubrimiento a partir de (y gracias al) otro (2000). Dentro de la fusión de la comunidad, debe de considerarse el ¿para qué? De la misma. Una comunidad no se obliga, surge de manera natural, no se conforma con la finalidad de cumplir una meta, si acaso, la meta es el conocimiento, por lo tanto la autoorganización es una pieza fundamental para la fusión de un grupo. En el caso de los “grupos escolares” son grupos artificiales donde se reúnen alrededor del cumplimiento de una tarea, es difícil, con estas características, hacer crecer al grupo escolar al rango de comunidad de conocimiento.
Conflicto: El conflicto es parte integrante de la conformación de una comunidad de conocimiento. No siempre es fácil tomar acuerdos, no siempre es fácil asumir la responsabilidad, no siempre es fácil reconocer al otro. Es muy difícil encontrar una comunidad que no haya pasado por la etapa de conflicto. Sin embargo, a diferencia de lo que se pudiera creer, el conflicto hace crecer a la comunidad, la encamina hacia su evolución porque a partir de las problemáticas que surgen es que se toman acuerdos colectivos y se le van dando estructura a la comunidad. Los errores como dice Morin son parte importantísima del proceso de conocer. Así que no teman a equivocarse, no teman caer en
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conflicto, todo es a cambio de la pertenencia a una comunidad de conocimiento.
Pautas colectivas: La etapa de conflicto es la antesala a la creación de pautas colectivas que indican a la comunidad el comportamiento a seguir. Esto implica la participación de cada miembro de la comunidad
e implica también el hecho de que
dicha participación no sea dispareja, que es lo que suele suceder antes de la etapa de conflicto. Algunos miembros suelen responsabilizarse antes que otros, otros aprenden a escucharse antes que los demás, otros son muy buenos comunicándose pero tienen deficiencia en la pertenencia. En fin, hay muchas alternativas, por eso es que cada comunidad construye su propio código de pertenencia, éste surge en la autoorganización y no hay una receta a seguir. Cada comunidad es única por lo tanto cada comunidad construye sus propias pautas y muy probablemente lo que le funcione a una comunidad no le funcione a otras. Sin embargo, es importante tener estas pautas colectivas que servirán de guía a los miembros de cada comunidad. Son esos códigos de entrada, explícitos o implícitos, que permiten aceptar o no a los aspirantes a la comunidad. Si la comunidad hace el ejercicio de reflexionar sobre estos códigos y hacerlos explícitos es mucho más sencillo para los miembros, porque entonces ya saben lo que tienen que hacer para formar parte de la comunidad. Las pautas colectivas no son reglas fijas, son transformables según el avance de cada comunidad.
Dar frutos: Una vez que las pautas colectivas se establecen, al menos en un primer momento, es necesario comenzar a producir
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conocimiento
y
dar
cuenta
de
esa
producción.
¿Cómo?
Comunicando los encuentros no sólo al interior de la comunidad, sino
a la
humanidad.
Para
ello
es necesario, aprender
a
expresarse no sólo como individuo, sino como parte de una colectividad. La comunidad que se expresa de manera coherente y clara ha llegado a la etapa de dar frutos. La intención de conformar comunidades de conocimiento no es un mero capricho, es una solución para volver la vista a la convivencia que tanta falta nos esta haciendo como humanidad y la única manera de aprender a convivir es conviviendo. La vida de una comunidad de conocimiento es un proceso en continua búsqueda de actualización de las potencialidades humanas, individuales y colectivas, que desarrolla e incrementa el impulso humano de involucrar al otro o a lo otro en nuestro proceso creativo. Es, por lo tanto, una estrategia para combatir la apatía, porque necesita de la presencia de personas apasionadas por algo que están dispuestas a compartirse a cambio de pertenecer.
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