Memorial Luis Siret. I Congreso de Prehistoria de Andalucía

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Conjunto de puñales de remaches procedentes del yacimiento argárico del Cerro de San Cristóbal (Ogijares, Granada). Fotografía de Miguel Ángel Blanco de la Rubia / Grupo de Investigación GEA.

Introducción Carmen Rísquez Cuenca

Gestión de la difusión en los museos andaluces Ana D. Navarro Ortega

La tutela estratégica: principios y herramientas. Puesta en valor y difusión del patrimonio arqueológico Bartolomé Ruiz González


Contando la Prehistoria andaluza: la difusión como instrumento de la tutela

MAKING OF: la Guía oficial del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera José E. Márquez Romero y Juan Fernández Ruiz

La dimensión educativa de la Arqueología Paloma González Marcén

Patrimonio, turismo y rentabilidad sociocultural Marcelo Martín Guglielmino, Renée Sivan

Vivir en tierra de dólmenes: de la emoción a la tarea común José Ignacio Artillo Pabón, Isabel Medrano Corrales y Andrés Trevilla García


Poblado y necrópolis de Los Millares (Santa Fe de Mondujar, Granada). Fotografía de Miguel Ángel Blanco de la Rubia


Introducción

El que se haya contemplado en este Memorial Luis Siret “I Congreso de Prehistoria de Andalucía. La Tutela del Patrimonio Prehistórico”, una mesa sobre difusión, resulta cuanto menos novedoso si miramos hacia atrás. Hace veinticinco años cuando se celebró en Cuevas de Almanzora (Almería) el Congreso homenaje a la memoria de Luis Siret y se analizaba la situación de la Arqueología prehistórica y protohistórica a mediados de los años ochenta en Andalucía, la difusión no era un tema de interés prioritario. En este cuarto de siglo muchas cosas han ido cambiando, en el ámbito de la Arqueología y de la arqueología prehistórica, sin duda una de ellas ha sido el interés por la difusión. En ello ha tenido mucho que ver el avance que se ha producido en la legislación del Patrimonio Histórico, primero con la aparición de la Ley de Patrimonio Histórico Español en 1985, tras ésta, la primera Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía en 1991 y sobre todo las modificaciones que se han introducido respecto a este tema en la última Ley de Patrimonio Histórico de nuestra Comunidad en 2007. La difusión es hoy uno de los pilares que sostienen nuestro patrimonio junto con la investigación, la catalogación y la conservación. Es podríamos decir la pieza que completa la cadena de la tutela del patrimonio, ya que constituye la actividad que da sentido a las demás, puesto que permite que éste tenga un papel en la sociedad. Como señaló en este mismo congreso Mª Ángeles Querol, la razón de ser del patrimonio es la posibilidad de que la gente lo conozca, lo valore y lo disfrute, y en ello hay que trabajar. Hay dos tipos de difusión, por una parte la difusión del patrimonio y por otra la difusión de la gestión del patrimonio, ambas necesarias, ya que “hay que conocer su naturaleza y características para poder apreciarlo y disfrutarlo, y al mismo tiempo hay que saber qué puede hacer la sociedad para protegerlo y qué es lo que hacen las administraciones públicas al respecto”1. Todo esto también tendrá que ver con las estrategias que se utilicen para hacerlo más comprensible y que pueda ser conocido por un mayor número de personas. Se trata pues de establecer vínculos entre el patrimonio arqueológico prehistórico y la sociedad, y hacerlo además, atendiendo a una doble vertiente: la transferencia de conocimiento y el uso y disfrute de ese patrimonio. Por ello, atendiendo a preguntas como ¿cuáles son las estrategias a seguir?, o ¿cómo se establecen esos vínculos?, desde el comité científico se pensó en las personas que desde su experiencia podrían reflexionar sobre estas cuestiones y plantearnos desde su práctica hacia donde queremos ir. A ello obedecen pues los textos que figuran a continuación y que centraron el debate de esta Mesa (Fig. 1). Las intervenciones de la Mesa se estructuraron en dos partes diferenciadas, siendo la primera la difusión en los espacios donde se presenta ese patrimonio arqueológico prehistórico. Ésta incluyó, la intervención de Ana Navarro Ortega directora del Museo de Almería, que planteó la gestión de la difusión en los museos andaluces, centrándose principalmente en la experiencia del Museo de Almería. También el análisis que llevó a cabo Bartolomé Ruiz González, Secretario General de Políticas Culturales, en torno a los conceptos y fórmulas de tutela, difusión y divulgación del Patrimonio arqueológico en el marco de las competencias de la administración cultural. Cerró esta parte José Enrique Márquez Romero, profesor de la Universidad de Málaga, que nos adentró en otro campo de gran interés, el de las publicaciones de divulgación como medio para difundir los valores patrimoniales y poner en conocimiento del gran público la información resultante de la investigación. En este caso se centró en una serie de cuestiones y dudas que surgieron a los autores durante el proceso de elaboración de la Guía Oficial del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera. Las tres siguientes intervenciones quedaron agrupadas en torno a lo que podríamos entender como la rentabilidad social del patrimonio arqueológico. Paloma González Marcén, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, abordó la dimensión educativa de la arqueología, señalando la escasa tradición divulgativa que la arqueología tiene en

1. Querol, Mª.A. (2010): Manual de Gestión del patrimonio Cultural, Akal, Madrid, pp. 138.

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nuestro país en este ámbito, y su desconexión de la práctica de la investigación y la práctica educativa. Marcó además, la situación y expuso algunas experiencias que se están llevando a cabo. Marcelo Martín Guglielmino, autónomo, como él se definió, elaboró junto con Renée Sivan, un texto muy sugerente sobre patrimonio, turismo y rentabilidad sociocultural, donde queda explícita la importancia de la planificación como punto de encuentro de lo cultural, con el turismo o con el medio ambiente. Por último cerró las intervenciones Isabel Medrano Corrales, integrante de la Mesa Ciudadana en defensa del paisaje protegido y yacimiento de Valencina–Guzmán, que puso el acento sobre el importante papel que vienen desempeñando las asociaciones en defensa del patrimonio, con una incidencia cada vez más relevante y con mayores repercusiones, que han llegado a impulsar cambios sustanciales en la gestión política de esa tutela del patrimonio.

Fig. 1. Componentes de la mesa sobre difusión: Isabel Medrano, Marcelino Martín Gugliemo, Paloma González Marcen, Carmen Risquez, José Enrique Márquez, Ana D. Navarro y Bartolomé Ruiz González.

Tras las exposiciones se produjo un intenso y sugerente debate, que giró en torno a varios temas, difícil de resumir en este breve espacio. Por una parte, la exigencia de reflexionar con profundidad respecto a la proliferación en los últimos años de los llamados Centros de Interpretación, encuadrados además en distintos ámbitos. Unos bajo la administración cultural autonómica, que ha creado este tipo de infraestructuras vinculadas a Instituciones culturales de la propia administración, y otros, la gran mayoría, asociados al incremento que han tenido las políticas de desarrollo local y rural que presentan, dentro de su multiplicación, distintas escalas y también diferencias en cuanto a su calidad. Reflexiones que en el debate se centraron por lo que respecta a los primeros, sobre la necesidad o no de su construcción, ya que algunos sitios arqueológicos que cuentan con estas infraestructuras, no lo requerirían, al explicarse por sí solos. Y por otra parte, se trató, si los Centros de Interpretación deben vincularse o no a los espacios museológicos de las Instituciones Públicas, o por el contrario deben quedar fuera de ellos. Planteándose por tanto cuales deben de ser los bienes arqueológicos que quedarían bajo la tutela de la administración tanto a nivel científico como divulgativo. También respecto a este tema, y en referencia a los segundos, se señaló la importancia y la falta de planificación cultural territorial, una cuestión relevante sobre la que hay que trabajar, al igual que buscar fórmulas para establecer estrategias de cooperación entre municipios. Otro de los asuntos surgió al hilo de plantearse la separación entre los agentes implicados en la interpretación (investigación, la administración cultural, y la producción –entendiendo aquí a empresas y profesionales–) y quién tiene que construir los discursos que se van a mostrar. Se planteó que la misión de la Institución Pública de tutela, haciendo referencia a los Museos, era su neutralidad, y que la administración debía limitarse a tratar, para la difusión de los bienes, los aspectos más formales del patrimonio, es decir, no entrar en lo interpretativo. Esta posición provocó la opinión opuesta y un debate sobre el concepto de neutralidad cultural. Por último, se marcó la importancia que hay que dar a la educación y a la formación permanente en este ámbito, definiendo a quienes queremos llegar y para qué tutelamos el patrimonio, ante esto se expuso también la necesidad de planificar y estructurar la educación patrimonial. Del mismo modo, se comentó la falta de campañas publicitarias de sensibilización sobre los riesgos que se ciernen sobre el patrimonio y como los ciudadanos y ciudadanas pueden contribuir en su defensa, remarcando el importante papel que están desarrollando los, cada vez más numerosos, movimientos ciudadanos. Esperamos que la lectura de los textos de esta Mesa Redonda “Difundir”, que siguen a continuación, le suscite a los lectores y lectoras tanta motivación como la que se produjo en el momento de su exposición y contribuya a valorar el importante papel que la difusión tiene en el ámbito de la tutela del patrimonio prehistórico y arqueológico. 470

Carmen Rísquez Cuenca Centro Andaluz de Arqueología Ibérica. Universidad de Jaén crisquez@ujaen.es


Gestión de la difusión en los museos andaluces Ana D. Navarro Ortega ı Directora del Museo de Almería. anad.navarro@juntadeandalucia.es

1. Introducción

La presente exposición se plantea desde la experiencia y andadura del Museo de Almería, sin embargo se pretende superar un modelo local de difusión, y, desde una revisión teórica de lo que ha sido y es hoy la difusión en las instituciones culturales andaluzas, presentar una reflexión objetiva que contribuya al análisis de la difusión y gestión de la información en el ámbito museístico en general. Las inversiones públicas en materia de museos han ido en aumento en los últimos años, la Consejería de Cultura ha presentado un programa en el que la búsqueda de la calidad y la dotación a estos centros culturales de servicios y equipamientos ha caracterizado a la política autonómica de las últimas legislaturas. No corresponde en este marco desarrollar todos los problemas y soluciones aportadas al ámbito de los museos, tampoco los que han quedado sin resolver. Sin embargo, el caso del Museo de Almería se muestra como el resultado visible de un objetivo perseguido durante años. Tanto desde el marco ministerial como desde el autonómico la apertura pública del Museo de Almería después de más de 15 años cerrado, suponía un objetivo importante a alcanzar. La inversión en la construcción del nuevo edificio y la puesta en marcha del museo, han supuesto un esfuerzo considerable materializado en una apuesta arriesgada y valiente en lo que respecta a museografía, y planteamiento expositivo. En el presente artículo, se ofrecen algunas consideraciones para la reflexión desde este marco concreto de una gestión autonómica de la institución. Son muchos los textos que tratados desde diversas perspectivas como la didáctica, la educación, la pedagogía o la publicidad nos ofrecen una terminología que utilizamos para referirnos a la acción genérica de dar a conocer, de transmitir información sobre las instituciones culturales y las actividades que realizan. El uso y significado de estos términos conllevan matices que responden a tratamientos de la información y planteamientos de comunicación similares, aunque a veces en función de objetivos diferentes.

2. Definición de conceptos básicos

Existe una terminología común ampliamente utilizada para hablar sobre la gestión de las instituciones culturales, recogemos aquí algunas de las definiciones. Comunicación: “Conjunto de medios adoptados para transmitir un mensaje o proyectar una institución al conjunto de nuestro entorno. En este caso, se trata de establecer las relaciones con el entorno, de hacer saber la existencia del proyecto en general y de atraer a las personas hacia sus actividades en concreto” (Roselló, 2004:64). “Comunicar en un museo de nuestro tiempo significa abrirse al conjunto de la sociedad, trabar relaciones con las distintas audiencias, iniciar y mantener un diálogo franco a dos bandas entre institución y sociedad” (Ballart, 2007:183). Difusión: El Real Decreto 620/1987, de 14 de abril por el que se aprueba el Reglamento de los Museos de Titularidad Estatal1 y del Sistema Español de Museos, BOE nº 114 de 13 de mayo señala en su artículo 19 sobre la difusión: “El área de difusión atenderá todos los aspectos relativos a la exhibición y montaje de los fondos en condiciones que permitan el logro de los objetivos de comunicación, contemplación y educación encomendados al Museo. Su actividad tendrá por finalidad el acercamiento del Museo a la sociedad mediante métodos didácticos de exposición, la aplicación de técnicas de comunicación y la organización de actividades complementarias tendentes a estos fines.”

1. De los Museos gestionados por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 17 son de titularidad estatal.

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La Ley 8/2007 de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía2, recoge en su artículo 4 entre las funciones de los museos: “d) La organización y la promoción de las iniciativas y actividades que contribuyan al conocimiento y difusión de sus fondos o de su especialidad, así como la elaboración de publicaciones científicas y divulgativas acerca de las mismas. e) La exhibición ordenada de sus fondos y el desarrollo de una permanente actividad didáctica respecto de sus contenidos. f) El fomento y la promoción del acceso público a los museos y a sus servicios culturales, de manera presencial y por medio de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, con especial atención a los grupos con dificultades de acceso”. Entre otras definiciones del término están las de la profesora Querol “Difundir es poner algo a disposición pública, introducirlo en el conocimiento de la sociedad. Las formas o vehículos de la difusión son múltiples…” (Querol, 2002:7). O “La eficiente administración de recursos (patrimoniales, humanos, económicos y de todo tipo) ordenada a la consecución de objetivos sociales que afecten al Patrimonio Cultural…” (Benavides, 2002: 59). Publicidad: “Conjunto de medios que se emplean para dar a conocer una noticia o un producto. Se centra más en las actividades de un proyecto que en su conjunto” (Rosello, 2004:164). “Cualquier forma remunerada de presentación y promoción impersonal de productos, servicios, ideas, personas u organizaciones por parte de un patrocinador identificado” (Kotler y Kotler, 2001: 261). Marketing: “El proceso de gestión responsable de identificar, anticipar y satisfacer de manera rentable las necesidades de los clientes” (Wilmshurst, 1978: 20). “Conjunto de principios y prácticas que buscan el aumento del comercio, especialmente de la demanda. Estudio de los procedimientos y recursos tendentes a este fin”3. Comunicación, Difusión, Publicidad y Marketing constituyen una pequeña muestra de la variedad de conceptos que utilizamos en lo relativo a la gestión de la información4 en las instituciones patrimoniales. Actualmente desde nuestra perspectiva no podemos ceñirnos a un único término, la gestión de la información en los centros culturales ha de tender a incorporar otras variables derivadas de la suma de las definiciones anteriormente expuestas y caracterizarse por: – La existencia de un mensaje claro que represente la identidad de la institución en todas las comunicaciones emitidas. – Contar con canales múltiples de distribución adecuados, claros, habilitados para la emisión y la recepción. – Poseer suficiente capacidad de anticipación y conocimiento del público, tanto en sus necesidades evidentes como emergentes. Los museos hoy experimentan un periodo de redefinición en el que han dejado atrás la perspectiva de instituciones orientadas casi en exclusiva a la conservación, la investigación y la custodia de materiales, para convertirse además en instituciones abiertas, receptoras y catalizadoras de iniciativas tanto en la creación propia como en la “reproducción cultural”5. Desde hace años no sólo gestionamos la producción de ocio cultural orientado al público , sino que también nos ocupamos de la incorporación en nuestros programas de producciones externas que, la mayoría de las veces, son pensadas y producidas exclusivamente para museos y centros culturales diferentes. Es evidente que el museo se ha convertido en generador-consumidor de producción cultural y ha dejado atrás el papel de mero contenedor de materiales. Con estas actividades se producen numerosas emisiones informativas, sin que en muchos casos, consigan trascender de los datos sobre una información puntual del tipo fecha y hora, para transmitir la identidad, singularidad y personalidad del centro que las emite. Detrás de toda programación ha de existir una coherencia y fidelidad a los principios de la institución. No es lícito pedir fidelización al público si la propia institución no es fiel a sí misma.

2. Ley de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía, BOJA nº 205, de 18 de octubre de 2007. 3. Definición de la RAE; Marketing, voz inglesa, por tanto remite a mercadotecnia, www.rae.es 4. El término gestión de la información hace referencia a la información que se deriva del Área de Difusión del Museo, otras áreas de trabajo de las instituciones museísticas proporcionan otro tipo de información que no son objeto de este estudio. 5. Con “Reproducción cultural”, nos referimos al papel que desempeñan los museos como centros receptores de producciones que las industrias culturales van ofertando sistemáticamente a todos los museos en un territorio concreto. Es evidente que en la mayoría de los casos existe una incapacidad técnica justificada de los centros museísticos para producir programas propios sobre sus contenidos y adaptarlos al formato ocio cultural.

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3. Estrategias de Difusión en la gestión autonómica

Los museos gestionados por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía planifican, gestionan, comunican en base a los sistemas de trabajo y organización propia de los centros en coordinación con la Dirección General de Museos y Promoción del Arte. Al comienzo de la andadura autonómica, recién trasferidas las competencias en materia de museos, en la estructura orgánica de la Consejería de Cultura se crearon los Gabinetes Pedagógicos6, sección dependiente de las Delegaciones Provinciales. Hoy, en las ocho provincias andaluzas permanecen en estructura orgánica los Gabinetes Pedagógicos de Bellas Artes, aunque su vinculación a la difusión en los museos es variable de una provincia a otra. En general, los gabinetes se centran en la actualidad en el desarrollo de actividades conjuntas sobre el acercamiento del patrimonio cultural provincial y el ámbito educativo. Siguiendo el contenido del Decreto de creación de los gabinetes, sus funciones se plasman en la producción de contenidos y métodos didácticos para la educación patrimonial, las actividades pedagógicas, coordinación de visitas a Museos, Monumentos y Conjuntos, así como el asesoramiento a centros escolares. Actualmente, los gabinetes pedagógicos participan de la gestión de la comunicación de los museos aunque no la generan. Durante estos años, desde los gabinetes se ha creado gran cantidad de materiales de apoyo pensados para la educación formal como herramientas para la interpretación y comprensión del patrimonio gestionado desde la Consejería de Cultura. Su labor, en relación a la difusión en general, se ha materializado en la atención a centros escolares, asistencia al profesorado, impulso de campañas institucionales como las Jornadas Europeas de Patrimonio, incluso en el apoyo didáctico a exposiciones y proyectos concretos en Museos y Conjuntos. El futuro de estas secciones, desde nuestra perspectiva, está, por un lado, en la colaboración para el apoyo de iniciativas en instituciones provinciales para campañas puntuales, dentro del marco estratégico singular de cada centro. Por otro lado, en asumir la continuidad y adaptación de la interpretación patrimonial para los nuevos sistemas educativos dentro del ámbito que le es propio, nexos de unión con el sistema de educación formal, alumnos y profesorado. En el panorama actual, la gestión de la comunicación de los Museos andaluces se estructura en la articulación y concurrencia de distintas vías de actuación, de ellas, merece una consideración más amplia la exposición, ya que constituye el auténtico lenguaje que el museo habla.

4. El lenguaje del museo

El museo se comunica, muestra su identidad y se expresa a través de: – El edificio y su entorno, la arquitectura y la apertura del centro a la ciudad. El aspecto exterior del mismo o la señalética que lo identifica en los distintos puntos urbanos constituyen en muchos casos la primera línea de comunicación de la institución que el público observa. – Presencia en la red. La existencia de una web corporativa en la que cada museo incluye su programación con enlaces a la institución incluyendo información histórica de la misma, actividades, catálogo de piezas, (acceso a la aplicación DOMUS), exposiciones realizadas y futuras, imágenes, y en algunos casos visita virtual. – Redes sociales; son numerosos los museos que se han instalado en el mundo virtual de las relaciones de masas sociales a través de la creación de un perfil institucional. Tal es el caso del Museo de Almería que cuenta con más de 1500 amig@s en Facebook desde la creación de la cuenta en Julio de 2009. – Campañas de Difusión institucional, organizadas de forma centralizada y con un lema común en todos los museos gestionados por la Consejería de Cultura. Estas actividades potencian la imagen de marca y se planifican para conmemorar el 28 de febrero, Día de Andalucía, 18 de Mayo, Día Internacional de los Museos y Navidad. La unidad de imagen diseñada para estos eventos, la programación conjunta y la generación de un evento seguido por el público campaña tras campaña son las bases del éxito de estas actuaciones. – La promoción de las actividades programadas, responden a la divulgación de cada evento en cuestión y se articulan en base a los Gabinetes de Prensa de las delegaciones provinciales y el área de Difusión de cada museo.

6. Decreto de Fundación , BOJA 21 de enero de 1986, Decreto 269/1985 de 26 de septiembre.

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Partiendo del envío de notas de prensa y convocatoria general a los medios se presentan las programaciones concretas de cada centro. La respuesta de los profesionales de la comunicación se materializa en informaciones emitidas en prensa, radio, televisión (sobre todo de ámbito local y autonómico), e Internet a través de páginas de ocio, o vinculadas al ámbito artístico que realizan un seguimiento sistemático de la programación del centro7. – Publicaciones periódicas editadas desde la Consejería de Cultura, con una distribución centralizada en la que se incluyen noticias ampliadas, programación e información de todas las instituciones culturales de las provincias andaluzas. – Los museos han conseguido elaborar sus propias redes y contactos que generan bases de datos de usuarios, tanto a través de altas voluntarias que solicitan información al centro, (formularios de hojas de sugerencias y reclamaciones, o página web del museo), o a través de la gestión realizada por medio del tejido asociativo interesado en las actividades e iniciativas que se promueven desde los centros. Incluimos las redes personales de profesionales y trabajadores vinculados a los museos que implican a un público que incorpora entre sus propuestas y alternativas de ocio la vida cultural de las instituciones. – La exposición; constituye el lenguaje por excelencia del museo, su forma de expresión. La capacidad de comunicación de una exposición ha de ser explotada al máximo en todas las formas y recursos que nos ofrece. Desde su concepción involucra a todos los ámbitos de trabajo del museo, administración, restauración, seguridad, dirección, conservación e investigación y difusión. El éxito y capacidad comunicativa de una exposición reside en la coordinación de un trabajo multidisciplinar en el que se pone a prueba la capacidad de gestión de la institución. Veamos como el planteamiento y ejecución de un proyecto expositivo implica a todos los ámbitos del museo. El desarrollo del discurso expositivo es la carta real de presentación de la institución. Desde las áreas de conservación e investigación, el trabajo de catalogación y conocimiento previo de las piezas es fundamental, ya que una buena exposición parte del estudio, del conocimiento exhaustivo de los objetos. Las primeras determinaciones, y las primeras líneas que esbocemos marcan unas directrices que inciden de pleno en lo que transmitirá la exposición La selección de piezas se asimila a la elección de las palabras que construyen las frases con las que contamos una historia. El guión que establecen las piezas, se plantea al inicio del trabajo siendo este planteamiento el que condiciona la comunicación de la futura exposición. En esta primera selección de objetos, se pueden obviar unos y potenciar otros, incluyendo por ejemplo un estereotipo androcéntrico de la historia, que con total seguridad quedará plasmado de alguna manera en la exposición. En este sentido, los trabajos de Hooper Greenhill analizan algunas experiencias expositivas en las que desarrolla los modelos de comunicación y los textos en museos; el poder del lenguaje y la forma de trabajarlo en exposiciones, así como los mensajes de determinadas experiencias museísticas (Greenhill, 1994a; 1994b). En el volumen de objetos de un museo arqueológico contamos con realidades muy diferentes en cuanto a la procedencia de las piezas, lo que supone un condicionamiento evidente en cuanto a la selección de unos objetos respecto a otros. Así, nos encontramos con piezas descontextualizadas, en las que la aportación histórica en cuanto al conocimiento de las condiciones materiales objetivas de la vida social que ha producido esos objetos son nulas. Sin embargo a pesar de la descontextualización presentan una serie de características específicas o simplemente funcionales que pueden ayudar a soportar un discurso previo y propio. Por otro lado, el ingreso más numeroso de materiales en un museo procede de las actividades arqueológicas puntuales, de urgencia o sistemáticas, con la problemática que conllevan (distintas metodologías, dispersión de material, propiedad intelectual, ausencia de publicaciones…). En otras ocasiones, los objetos se incorporan al museo desde el marco de un Proyecto General de Investigación, formando parte de un conjunto en el que la investigación ha obtenido información del registro arqueológico. Aunque, en este sentido es necesario mencionar el desajuste que se puede producir entre el ámbito científico, el trabajo en los laboratorios universitarios y la plasmación del resultado de las investigaciones en las salas del Museo. Se trata de un desajuste temporal y, la mayoría de las veces, demasiado largo. Por tanto, la elaboración del discurso científico y su plasmación en el guión expositivo pesará en la selección de unas piezas u otras, ya que se configura un planteamiento teórico que dirigirá los pasos posteriores. Si dicho planteamiento contempla de entrada “olvidos”, el resultado puede ser muy desalentador, construyendo interpretaciones históricas mermadas y parciales. Los objetos se contextualizan con palabras e imágenes. En las clasificaciones terminológicas, cartelas, textos, materiales y publicaciones que derivan de los procesos expositivos. Catálogos, hojas de sala, folletos, o la propia imagen

7. www.ondeando; www.novapolis.es; www.peinandocanas.com, son direcciones en las que se sigue la programación y actividades del museo.

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gráfica de cada muestra, se construyen a partir de un lenguaje propio del museo, el expositivo. Con todo ello se realizan acercamientos al pasado y se proyectan actitudes del presente. La elección del guión expositivo, la naturaleza del lenguaje usado en todos sus soportes muestran nuestra particular interpretación de la exposición y, consecuentemente aquí, ha de aparecer la identidad, el mensaje de la institución. Como punto fundamental de la exposición, los textos de las salas son necesariamente reflejo del cuidado extraordinario con el que han de elaborarse. Los textos, constituyen el soporte permanente que vincula pieza, recurso museográfico, unidad temática y público, sirviendo de comunicación directa entre ellos. Si el texto no está bien hecho, la línea de comunicación falla, por lo que la percepción de la exposición puede perderse o verse alterada. Es especialmente significativo el hecho de que los términos técnicos se han colado y “naturalizado” en las instituciones museísticas sin que nadie cuestione las descripciones técnico-formales que figuran en los soportes gráficos de múltiples objetos. En cuanto al estilo y formato de los textos, el uso de un lenguaje sencillo, directo con un vocabulario familiar, el cuidado del tamaño de la fuente, el contraste con los fondos de color, la adaptación de las condiciones físicas de la lectura, la explicación de los términos técnicos y su apoyo en los contextos significativos, son cuestiones que caracterizan la capacidad de comunicación y entendimiento de los textos en exposición. “El lenguaje trabaja para construir y delimitar ideas, conceptos e imágenes mentales. Podemos saber por cómo habla una persona, y el modo en que usa las palabras, cómo es, nivel de educación, clase social, origen geográfico, profesión, tipo de personalidad….” (Greenhill, 1994a: 122). En estos momentos, cualquier institución que se proyecte como centro cultural es consciente de la importancia del público, de la necesidad de comunicar y difundir el mensaje de la institución. En determinadas ocasiones es el propio mensaje; o el papel de la institución el que no está del todo definido. Condicionamientos variados, como apresuradas instalaciones que reciben las presiones y prisas de una inauguración oficial, los plazos de subvenciones, acuerdos de marco político o conveniencia circunstancial, incidirán directamente en el contenido comunicativo del centro en cuestión. El mensaje perderá fuerza y se proyectará únicamente mientras mantenga la inercia fundacional.

5. Museo de Almería, cifras de difusión

En el caso del Museo de Almería, el mensaje, la misión del mismo se ha definido antes de la ejecución del Proyecto Museográfico que actualmente acoge. El documento trabajado de manera previa a la puesta en marcha del centro8, ha sabido incorporar una singularidad e identidad que desde su reapertura en 2006 han caracterizado a la institución. Se ha optado por una presentación en su exposición permanente que muestra las sociedades prehistóricas del Sureste de la Península Ibérica, las sociedades de Los Millares y El Argar. El hecho de desestimar una presentación enciclopédica de los fondos, arraigada en los museos nacidos en el siglo XIX y XX, ha impulsado un proyecto en el que toda la exposición permanente del Museo se centra en estas sociedades del III y II milenio a.n.e. Son precisamente estos momentos históricos la base de numerosos proyectos de investigación desarrollados en el territorio almeriense desde los inicios de la gestión autonómica del patrimonio arqueológico9. Las sociedades de los Millares y el Argar son las auténticas protagonistas del desarrollo expositivo del Museo. La presentación incorpora recursos museográficos interactivos, audiovisuales y un concepto muy novedoso; la creación artística contemporánea al servicio de la interpretación histórica. Soluciones arriesgadas que hacen de la presentación arqueológica un ámbito de innovación en materia museográfica. Sin duda se trata de un recurso hasta ahora muy poco utilizado, pero que supone un cambio y una apuesta importante en la manera de contar la historia. En los pocos años que el nuevo centro lleva abierto al público es necesario resaltar cómo se ha conseguido la implantación del proyecto del Museo de Almería y, sobre todo, su reflejo en la ciudad. Asociaciones, proyectos expositivos, actividades didácticas etc., son numerosos los ámbitos de actuación en los que el Museo desarrolla su papel como punto de gestión y de proyección cultural. En el campo de las exposiciones temporales los criterios aplicados para la realización de las mismas siempre han tenido en cuenta las carencias de la ciudad, tanto en espacios disponibles para albergar determinadas muestras artísticas, como en el apoyo para la producción de exposiciones con altos valores de rentabilidad social. Como ejemplos son

8. Proyecto Museo de Almería, documento inédito elaborado para la aportación de documentación en el concurso de adjudicación para la ejecución del programa museográfico del mencionado museo. Elaborado por Ramos Lizana, M. et al. 9. En algunos casos, como en el yacimiento de los Millares, la investigación suma más de 100 años de historia, desde el descubrimiento del asentamiento por el ingeniero belga Luis Siret hasta los proyectos de investigación de la Universidad de Granada en la actualidad.

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significativos algunas producciones propias como “Del Rito al Juego”; o la realizada para conmemorar el 50 aniversario de la obra literaria de Juan Goytisolo “Campos de Níjar. Morada sin memoria”, o la exposición “Federico Castellón. De Almería a Nueva York”, proyectos que han vinculado investigación, didáctica y fomento del patrimonio cultural. El centro en su reciente andadura se ha posicionado como lugar de referencia para actividades culturales, agente catalizador de iniciativas de diversa índole. En esta línea, el hecho de presentar la programación de la Filmoteca de Andalucía, o la colaboración con la Excma. Diputación de Almería en su Festival Anual de Cortometrajes, sitúa al Museo como organismo colaborador de una de las facetas más creativas que ha tenido y que se proyecta hoy para Almería; el cine. Siguiendo esta trayectoria es importante mencionar también las muestras fotográficas dedicadas al grupo Afal, o la dedicada a la conmemoración de los 25 años de Fotoperiodismo en Almería. Otro de los rasgos definitorios de la institución es la inserción en el tejido asociativo, desde la reapertura al público el Museo acoge iniciativas provenientes de la Asociación de Amigos-as el Museo de Almería. Esta asociación recoge diversas propuestas que toman forma en un desarrollo paralelo junto al centro. Es importante destacar la colaboración por ejemplo en la programación para mostrar la Pieza del Mes, o los talleres didácticos de otoño en 2009. Actividades caracterizadas por la creatividad y el trabajo en equipo. Otras asociaciones encuentran su apoyo para determinadas actividades en el Museo, algunas de ellas Capacitarte, El teléfono de la Esperanza, Amnistía Internacional, Cruz Roja o Proyecto Hombre. Unido a esta trayectoria, es imposible dejar de mencionar el apoyo a la educación formal y a los profesionales de la enseñanza. De manera permanente se establece un programa de visitas guiadas con escolares. Numerosos centros solicitan la asistencia en visitas concertadas con el equipo del Museo; trabajo que realizan el grupo de Auxiliares de Instituciones Culturales apoyado en vigilantes de sala y personal técnico del área de Difusión. En el ámbito científico y de investigación, es importante destacar el I Ciclo de Cine Histórico, el III Encuentro de Mujeres y Arqueología, o el proyecto futuro del IV Congreso Internacional de Arqueología de la Construcción, dedicado a la explotación de las canteras en el Mundo Antiguo, proyectos que vinculan el Museo al ámbito de la investigación internacional y al territorio. El número de visitantes se ha caracterizado por el incremento de las cifras de público desde la reapertura en marzo de 2006; así el año 2006 se cerró con 39.737, el 2007 con 42.286, el 2008 con 50.643, y 50.894 en 200910. De momento las cifras actuales para 2010 aseguran igualmente el incremento en este año. Para completar la información sobre el museo, se trabaja actualmente en la publicación de la guía extensa, cuaderno pedagógico del profesor y alumno. Todo este material será objeto de publicación en 2010. Es un trabajo en desarrollo que acompañado de las hojas de evaluación y estudios de público oportunos, denotan un permanente empeño en ofrecer al visitante itinerarios, recursos didácticos y propuestas de su interés. Desde la institución se pretende mantener la apertura al visitante, a la ciudad, pasando por la cercanía y tratando de atender en la medida de lo posible las iniciativas e inquietudes de los sectores educativos y culturales de Almería. Se intenta mantener una línea de comunicación recíproca, en la que el centro sea capaz de emitir un mensaje que sea entendido y además que exista la posibilidad de transmitir las respuestas por parte del público hacia la institución. Se ha programado el año 2010 con diferentes muestras y actividades, esperando garantizar unos estándares de calidad avalados por la trayectoria definida hasta ahora y buscando, en todo momento, un ocio cultural de calidad. Sin embargo, el concepto de “calidad” aplicado a los productos culturales precisa una definición más explícita. Los indicadores de la calidad asumen o trasladan conceptos del marketing a las instituciones culturales, en este sentido Beatriz Lucea plantea que “No podemos caer en el error de hablar del éxito o fracaso de un museo o de una de sus exposiciones por la cifra de los visitantes, puesto que “vender” la cultura, el arte, como si fuera un producto de supermercado, es tan fácil como triste y, después de ese “falso” éxito, sería imprescindible preguntarnos si cantidad es igual a calidad, si el hecho de que la gente acuda en masa a un museo significa que han aprendido y han valorado lo que han visto” (Lucea, 2001:28). Se plantea pues que referirnos únicamente al número de visitantes como indicador de calidad deja fuera de valoración otros aspectos que conforman realmente la excelencia de los productos culturales, aunque hoy por hoy están sin definir las variables que nos den la clave de la asignación a la calidad al margen de la cantidad. Desde la experiencia de la gestión del Museo de Almería y haciendo un balance de los datos aportados desde la reapertura del museo al público en 2006 vamos a plantear una revisión de los datos recogidos en relación únicamente con dos actividades concretas; exposiciones temporales y talleres11. A partir de aquí se analizará la relación de datos para

10. El promedio anual de visitantes entre los años 1984–1989 antes del cierre del museo se situaba en 10.803 cada año. Parte de este texto forma parte del artículo publicado en la Revista del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, 73, sobre el Museo de Almería.

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extraer a modo de conclusión una reflexión sobre la gestión de la comunicación y las estrategias de difusión en los museos andaluces. Presentamos la valoración de las exposiciones temporales llevadas a cabo en el Museo de Almería durante los años 2007, 2008 y 2009. Se incorporan en el desglose de datos el número de visitantes en relación a los días de exposición pública de la muestra, el valor obtenido de la estimación del coste económico dividido entre el número de visitantes, y por último la estimación de la repercusión mediática de la actividad en los distintos medios de comunicación, aplicando un valor económico a la extensión de la información y el alcance de la misma.

6. Exposiciones temporales y talleres

Tenemos unos indicadores cuantitativos que nos sitúan la relación coste económico y número de visitantes (Tabla 1). Quedan fuera de esta asignación datos como la implicación de entidades colaboradoras, evaluaciones de público, objetivos alcanzados, o calidad técnica tanto de montajes como de contenidos. Por todo ello no podemos asimilar cantidad y calidad, sin embargo todos estos valores en conjunto nos llevan a replantearnos las futuras formas de inversión, las alternativas de producción en actividades expositivas, su concordancia con la orientación de la institución, así como la estimación global de los costes.

Año

Exposiciones

2007

Del rito al juego

2007

Visitantes/días

Coste

Repercusión mediática

14.902/103

9,7 euros

11.300 euros

Jugando a Ser

9.477/90

3,76 euros

10.100 euros

2007

Campos de Níjar

4.394/52

6,8 euros

8.000 euros

2007

Pintura costumbrista en el Museo de Cádiz

3.780/54

1,26 euros

16.200 euros

2008

Y llegaron los Incas

13.449/6,05

6,05 euros

15.100 euros

2008

Federico Castellón

9.179/78

8,70 euros

22.000 euros

2008

Patrimonio Artístico

2.437/34

8,04 euros

5.000 euros

2008

Pedro Soler

2.796/39

7,15 euros

10.100 euros

2008

La Mujer en el Mundo Antiguo

9.654/73

2,54 euros

5.000 euros

2008

En rodaje, 20 años del festival de cortos

5.683 /65

0,0 euros

6.100 euros

2009

Rojo, un color en la historia

7.543/53

9,2 euros

20.400 euros

2009

Música mecánica, los inicios de la Fonografía

11.286/111

0,44 euros

6.100 euros

2009

Población Andaluza en el mundo

758/7

0,00 euros

4.000 euros

2009

Juan Ruiz Miralles

7.067/47

0,70 euros

16.000 euros

2009

Arte Digital

5.692/39

0,53 euros

4.000 euros

2009

Crearte

2.529/9

0,00 euros

2.200 euros

2009

Arqueología Subacuática

3.091/12

1,62 euros

600 euros

Tabla 1. Datos derivados de las exposiciones en el Museo de Almería durante los años 2007, 2008 y 2009. Relación entre el coste económico, número de asistentes al mismo y repercusión mediática de la actividad.

11. Actualmente son actividades establecidas en la mayoría de los museos, tanto las muestras temporales, como los talleres forman parte de lo ofertado por los centros al público en centros de ámbito local, autonómico y nacional. El periodo cronológico de los datos que ofrecemos se ciñe de 2007 a 2009, anualidades completas ya que el museo se abrió al público en marzo de 2006 hemos dejado sin valorar los meses trascurridos hasta 2007.

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Además de valorar el coste económico por visitante, una vez asignada la proporción inversión y número de visitantes, es oportuno incluir lo que podríamos denominar “visibilidad” de la actividad. En este sentido, entendemos que la difusión de la noticia a través de los medios escritos, o audiovisuales incorpora una variable que pocas veces se estima, bien sea por la dificultad de elaborar un dossier de prensa completo o directamente por la ausencia de seguimiento de la imagen y proyección mediática de la institución. La imagen del centro, tanto la física y material como la reproducida en distintos soportes, posee un enorme potencial comunicador que, en muchas ocasiones, es ignorado. Asignamos como variable el concepto de “visibilidad” relacionado con el coste económico real de la publicación de un texto, imagen o cuña informativa en los distintos medios de información. Desde esta perspectiva desarrollamos la asignación económica del seguimiento mediático de las noticias vinculadas con el Museo en relación a las exposiciones temporales (Tab. 1). A la vista de la información arriba detallada planteamos que no existe una proporción entre inversión–coste de la producción expositiva y seguimiento mediático, “visibilidad”. Las exposiciones más caras no son más difundidas en los medios que las actividades más económicas. Los temas de ámbito local tienen un alto nivel de repercusión en prensa y medios de comunicación, en particular los artistas locales poseen un potencial mediático elevado. El propio artista desde sus contactos–redes personales es el primer interesado en promover la difusión de la existencia de la exposición, por lo que se convierte en un agente activo extraordinario para el impulso de la comunicación sobre la muestra, y ésta sí es una clave importante del éxito en la gestión de la información y sistemas de difusión para el museo, podríamos asimilarlo al Marketing directo. Las posibilidades de acoger exposiciones producidas por otras instituciones andaluzas se configuran como una opción altamente rentable. Se fomenta la movilidad de las exposiciones realizadas desde otros museos o centros andaluces, se refuerza la imagen corporativa de marca, y por otro lado son bien acogidas por el público a la vez que incorporan valores no cuantificables como la colaboración institucional o el esfuerzo personal de los equipos de trabajo12. El valor introducido por el seguimiento mediático de las exposiciones afecta directamente a los costes de producción de las mismas, ya que si restamos el repercutido en visibilidad mediática, conseguimos que la ratio inversión–visitante baje sensiblemente ofreciéndonos nuevas cifras económicas a reconsiderar. Para el estudio de las actividades didácticas realizadas en los museos, los talleres se constituyen como la opción más extendida entre las ofertadas en estas instituciones (Tab. 2). Se consigue con estas alternativas de ocio movilizar a un importante sector del público que, mediante estas propuestas se vinculan de manera estable al centro y realizan un seguimiento de la información emitida por el museo. Podemos afirmar que se ha conseguido fidelizar a un sector de público interesado de forma permanente en la oferta cultural del centro, acostumbrado a los canales de distribución del mismo y que a su vez está capacitado para ser escuchado por el museo ya que conoce y se sirve de las líneas de comunicación del mismo.

Año

Inversión

Coste

Visibilidad

Participantes

2007

6.764 euros

10,05 euros

6.000 euros

676 personas

2008

4.817 euros

4,58 euros

4.000 euros

1051 personas

2009

20.600 euros

15,21 euros

7.000 euros

1354 personas

Tabla 2. Datos derivados de la realización de talleres en el Museo de Almería durante los años 2007, 2008 y 2009. Relación entre el coste económico por taller, número de asistentes al mismo y repercusión mediática de la actividad.

12. Sin entrar a valorar la fuerza y potencial de las colecciones que se custodian en los museos andaluces, contamos con objetos patrimoniales de gran amplitud cronológica y contenidos.

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Podemos plantear a la vista de los datos expuestos que se ha conseguido crear una necesidad en las expectativas del público y la oferta cultural de ocio de los museos. Los talleres se consolidan como actividad complementaria junto con la exposición permanente y muestras temporales, el público las espera y demanda al museo. Para ello, la calidad de la información difundida, los canales y la posibilidad de respuesta por el centro han de ser extremadamente cuidadas puesto que el público ha asimilado a sus alternativas de ocio la posibilidad de asistir a talleres en el museo, consiguiendo una “relación correspondida” entre público y museo. El mantenimiento de esa “relación” obliga a los museos a garantizar un canal de escucha, a trabajar en la solidez de propuestas culturales de calidad y a mantener una línea abierta de comunicación entre el centro y el público. La coherencia del mensaje de la institución, orientará los pasos de la misma en su camino de encuentro con el público. A modo de conclusión se observa que el concepto de Difusión recogido en el Real Decreto 620/1987 define ampliamente el ámbito y formas de actuación de los museos en lo que respecta a la gestión de la comunicación. Es necesario que exista un mensaje claro, canales seguros de transmisión y recepción, así como preocupación por el conocimiento del público. Es un hecho que el Museo como institución se ha renovado, es importante comunicarlo, transmitir de manera efectiva al público la apertura y dinamismo de los centros. La gestión de la comunicación en los museos ha de ser actualizada y estructurada en base a las posibilidades reales que se encuentran a nuestro alcance. Existen medios para la comunicación bastante económicos, tanto para el gestor como para el usuario. Estos canales requieren dedicación diaria por parte de la institución, y se están configurando como referencias inmediatas para la obtención de la información. Las exposiciones, desde su concepción, han de incorporar toda la fuerza de los recursos didácticos a disposición para activar el potencial evocador que poseen los museos. La atracción de una muestra o de una actividad puede constituirse como la vía de acceso de un público potencial, permitiendo la posibilidad de establecer comunicación con el visitante. Cada institución es única, en una buena comunicación es importante el mantenimiento de la personalidad singular del centro. Se ha superado el concepto de Museo enciclopédico abigarrado de objetos, la presentación de las colecciones estructuradas en discursos tipológicos. Los museos han de buscar su identidad, aquello que les hace especiales y diferentes. La comunicación recíproca permite que el centro entre en contacto con el público. El hecho de establecer una doble vía de transmisión del mensaje permite al público ser escuchado en el museo. La gestión de los museos proporciona numerosos datos, evaluaciones, cifras de público, estadísticas mensuales, flujos de visitantes, preferencias, etc. que, desde las instituciones, debemos aprender a mirar e interpretar. No existe un indicador clave para la medición de la calidad y la respuesta o aceptación de una actividad por el público. Los conceptos de rentabilidad social, coste, mercado o producto, adquieren otra dimensión cuando los extrapolamos al ámbito cultural. Sin embargo, el análisis profundo de los datos cuantitativos y el establecimiento de unos determinados estándares pueden conducirnos a la búsqueda de la excelencia en el ocio cultural. Los indicadores cuantitativos dejan a un lado valores que merecen ser considerados. Sólo un análisis profundo de los datos y su comparación pueden aportar valiosa información, herramientas apropiadas para el conocimiento del público. La adecuada difusión pretende la apertura del museo a la sociedad a través del conocimiento de la institución y de los servicios que ésta ofrece.

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La tutela estratégica: principios y herramientas. Puesta en valor y difusión del patrimonio arqueológico Bartolomé Ruiz González ı Conservador del Patrimonio Histórico. Junta de Andalucía bartolome.ruiz@juntadeandalucia.es

1. Introducción y marco legal: un modelo para la tutela Ha transcurrido un cuarto de siglo desde que nos reuniéramos en Cuevas de Almanzora1 numerosos profesionales del mundo de la arqueología para discurrir sobre los avances en la investigación y derroteros por los que se desarrollaba la disciplina arqueológica, y muchas cosas han cambiado. La arqueología, ámbito de nuestro interés, se ha dado a conocer al mundo, ha adquirido mayor relevancia y reconocimiento social y se ha convertido en un mercado profesional heterogéneo, donde tienen cabida y aplicación numerosas líneas de trabajo especializado (investigación, conservación, restauración, difusión, etc.). Este es el nuevo entorno profesional en el que nos reunimos para este Congreso, encontrándonos con el fin de analizar dichos cambios y reflexionar sobre nuestra actualidad, sentando un nuevo punto de partida. Mucho tiene que ver en todo este proceso evolutivo el avance que la legislación y el marco de actuación administrativa ha experimentado al respecto, ya que la regulación del reconocimiento, conservación, recuperación, puesta en valor y difusión de dicho patrimonio ha posibilitado, como consecuencia de su puesta en práctica, un mayor esfuerzo público y en resultado, un más amplio calado social del patrimonio. Como saben, la Ley de 25 de junio de 1985, de Patrimonio Histórico Español, promulgada un año después del encuentro de Cuevas de Almanzora, ya recoge y pone énfasis en la importancia (y especial vulnerabilidad) del patrimonio arqueológico, con un título, el V., denominado “Del Patrimonio Arqueológico”. Veremos el marco actual que afecta a estos bienes en algunos de sus aspectos y, en concreto para Andalucía, nos centraremos en el modelo de tutela institucional que recoge la Ley 14/2007, de Patrimonio Histórico de Andalucía en los Conjuntos Culturales, y en la realidad, significado y alcance en el ámbito de la puesta en valor y difusión de los bienes que establece. La Arqueología, como disciplina, se ha ocupado en trabajar la recuperación material y de significado de los bienes físicos en el tiempo, desarrollando teorías, procedimientos y técnicas propias para recuperarlos, analizarlos y comprenderlos. Esto contrasta en algunos aspectos con los fines de otras disciplinas afines, como la Antropología de carácter filosófico, que pone su empeño en la búsqueda de la definición de la naturaleza humana o en el procedimiento de construcción/reconstrucción de las narrativas sobre los orígenes, corriente también representada en la arqueología de la prehistoria, como también veremos (Moragón Martínez, 2007) La Administración cultural es, por otra parte, la encargada de la tutela del patrimonio arqueológico, lo cual comprende la activación de un todo un abanico de competencias sobre el legado arqueológico, cimentadas en la protección del patrimonio con base en su investigación, conocimiento y protección. Según el Estatuto de autonomía de Andalucía de 2007 se especifica, en el artículo 68. Cultura y Patrimonio, punto 1, que corresponde a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de cultura. Entre otras funciones, la promoción y la difusión del patrimonio cultural, artístico y monumental y de los centros de depósito cultural de Andalucía. La difusión es, por tanto, condición sine qua non en el ejercicio de la administración cultural. Para cumplir con tales fines se ha dado desde la administración cultural autonómica un gran paso en el fortalecimiento de los modelos de gestión del patrimonio, desde las primeras creaciones de Conjuntos Monumentales y Arqueológicos en los años 80 hasta hoy. Según la Ley 1/1991 de 3 de julio, de Patrimonio Histórico de Andalucía los Conjuntos se gestionaban por órganos comprendidos en unidades administrativas propias. La Ley 14/2007, de 26 de

1. Homenaje a Luís Siret 1934-1984. Cuevas de Almanzora, junio de 1984, congreso celebrado por iniciativa y patrocinio del Ayuntamiento de Cuevas de Almanzora, Diputación Provincial de Almería y Dirección General de Bellas Artes de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

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noviembre de 2007 evolucionó dicho modelo e introdujo variaciones de peso mediante la creación de un nuevo sistema: la Red de Espacios Culturales de Andalucía, conformada por Espacios Culturales, “inmuebles de titularidad pública o privada, inscritos en el Catálogo General de Patrimonio Histórico de Andalucía, o agrupaciones de los mismos, que por su relevancia o significado en el territorio donde se emplazan se acuerde su puesta en valor y difusión al público” (artículo 76), aspecto que constituye su clave distintiva. Los Espacios Culturales se clasifican como Conjuntos o Parques Culturales. En concreto, los Conjuntos son aquellos que por su relevancia, cuenten con un órgano de gestión propio, el cual puede adoptar distintas formas jurídicas. Hoy los Conjuntos Culturales, compuestos por las distintas tipologías patrimoniales2 que clasifiquen los bienes que los integren inscritos en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz, elaborarán Planes Directores con programas de investigación, protección, conservación, difusión, gestión (Art. 79 LPHA) para la administración y custodia de los mismos. Hasta la publicación del Decreto 138/2010, de 13 DE ABRIL, por el que se aprueba la estructura orgánica de la Consejería de Cultura los Espacios Culturales que integran la Red de Espacios Culturales de Andalucía se adscribían a la Dirección General de Bienes Culturales. Desde entonces se modifica tal aspecto, pasando a ser la Dirección General de Museos y Promoción del Arte a la que se encomienda dicha Red, lo cual concuerda mejor con el aspecto que destacábamos en el artículo 76 de la Ley. Veremos en el siguiente punto más razones que argumentan dicho cambio. El último Conjunto Arqueológico creado ha sido el de los Dólmenes de Antequera por Decreto 280/2010 de 27 de abril, con un órgano de gestión cuya forma es la de Servicio Administrativo con gestión diferenciada adscrito a la Consejería de Cultura a través de la Dirección General competente, es decir, Museos y Promoción del Arte. Por Decreto 25/2009 de 27 de enero, se inscribe en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural con la tipología de Zona Arqueológica, el ámbito arqueológico de los Dólmenes de Antequera. Se dota pues de un órgano de gestión propio que garantiza la institucionalización de su tutela, teniendo presentes dos conceptos clave: el territorio y el devenir histórico ligado a ese territorio. La titularidad íntegra del terreno y de los bienes comprendidos en la Zona Arqueológica pertenece en este caso a la Junta de Andalucía3. El Artículo 2 del Decreto 280/2010 de 27 de abril, recoge:“para el adecuado cumplimiento de sus funciones contará con una sede institucional en la que se llevará a cabo la musealización de la Prehistoria de Antequera y de Andalucía”. En el Artículo 3. Competencias, se le atribuyen, entre otras, las siguientes: a) Custodia y administración de la Zona Arqueológica, b) Redacción del Plan Director de la Institución, c) Organizar , fomentar y promover cuantas iniciativas culturales impulsen el conocimiento y difusión de la Zona Arqueológica a través de las exposiciones permanentes de la Prehistoria de Antequera y Andalucía. Es decir, la MISIÓN del Conjunto Arqueológico será la tutela de los bienes arqueológicos y del paisaje que comprende, y sus objetivos principales, los de la musealización de los primeros y su contextualización, para el sitio y el período, basada en el paisaje. Los objetivos complementarios se abordarán a través de los demás recursos con los que se dotará la Sede Institucional (salón de actos, biblioteca digital, ect.). La Sede Institucional con la que se dota se concibe como espacio para la musealización de la Prehistoria de Antequera y Andalucía, núcleo de redacción de Plan Director, y centro de ejecución de los programas que este comprende.

2. Espacios Culturales, conjuntos y museos: la tutela y la difusión Como veíamos, con los Espacios Culturales en la Ley 14/2007 la institucionalización da un paso más allá, afianzando la inclusión bajo el concepto de TUTELA, de los fines de la protección/conservación/restauración y la gestión de los bienes, junto a la difusión de los mismos. Se simplifica el modelo de administración cultural y el patrimonio queda bajo, en primera instancia, la responsabilidad y acción de las instituciones culturales, es decir: Museos, Archivos, Centros de Documentación, Bibliotecas y Espacios Culturales. Las instituciones culturales serán puntos de encuentro entre la administración, los ciudadanos y las comunidades escolar y científica, entre otros colectivos, con una importante

2. Bien de Interés Cultural, BIC: Monumentos , Conjuntos Históricos, Jardines Históricos, Sitios Históricos, Zonas Arqueológicas, Lugares de Interés Etnológico, Lugares de Interés Industrial, Zonas Patrimoniales (Art.26.8) 3. Mediante distintas fórmulas se llega a esta situación: para Menga, por transferencia del Gobierno, para Viera y Llano de Rojas, a través de permuta con el Ayuntamiento de Antequera, para el Romeral, por compra directa.

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componente territorial apoyada en sus sedes físicas y en la presencia y actividad de sus equipos humanos, que posibilitan una apertura pública definitoria. Los Espacios Culturales comparten, como instituciones, muchos rasgos con la categoría ya clásica de Museo. Un Museo, según la ampliamente aceptada definición del Consejo Internacional de Museos, es “una institución permanente, sin finalidad lucrativa, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierto al público y que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe para fines de estudio, educación y deleite, el patrimonio material e inmaterial del hombre y de su entorno” (Estatutos del ICOM, art. 3.1.). En la Ley 8/2007 de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía, art. 4. Funciones de los Museos, se recogen sus funciones detalladamente. Estas comprenden, entre otros cometidos situados al mismo nivel, la difusión de sus fondos y especialidad, la exhibición de los primeros y la actividad didáctica sobre sus contenidos, y el fomento y promoción del acceso público a los museos y sus servicios. La fuerte componente museológica y museográfica que adquieren las sedes institucionales de los Espacios Culturales, es determinante en estos aspectos. La EXPOSICIÓN del patrimonio es en ambos casos el medio de comunicación principal de la institución, y junto con el lenguaje del continente físico de su sede, su carta de presentación en el territorio y ante la sociedad que le alberga.

3. Contra la interpretación como fin: ¿qué visión?

Durante los años pasados, distintas coyunturas han propiciado la proliferación en nuestro país de equipamientos de interpretación de muy diversa escala y heterogénea calidad bajo distintas denominaciones, y que muchas veces se han encuadrado en el sector público de la cultura (y de su financiación), si bien en su mayoría se han contenido en la escala de las políticas de desarrollo local y rural, de corte principalmente municipal. Dichos “Centros de Interpretación” son una práctica, no obstante, gradualmente introducida en la creación de infraestructuras culturales autonómicas, y suponen un exceso escasamente justificable para el sector público cultural en muchos aspectos: en eficiencia (gasto), eficacia (compiten con el patrimonio y a menudo lo desvirtúan), en la aplicación de las competencias públicas específicas (no estando justificados legal ni deontológicamente), etc. En concreto, y debido al gran auge que en los últimos años ha adquirido la inclusión de sistemas interpretativos –herramientas y discursos en forma de productos– en las instituciones culturales de la administración regional, expongo esta reflexión: la búsqueda de una lógica y significado profundo4 que dote de argumentación a los bienes arqueológicos que tutela la administración, tanto a nivel científico como divulgativo, ha de quedar, por su carácter tanto controvertible como modificable, fuera de los espacios museológicos de las instituciones públicas, sujetos a regulación (legal) y otros principios y pautas. Razonaré dicha exposición teórica y prácticamente, aplicándola específicamente al ámbito de la arqueología5 y utilizando, como prototipo, el caso del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera. La componente científica, fase inicial, fuente o referente habitual en los procedimientos de creación de productos de interpretación, se ha utilizado a menudo como legitimación de los mismos. Pero esta fórmula alberga una indudable paradoja. Veremos en concreto el caso de la arqueología. El Estructuralismo6 es una de las escuelas filosóficas que sustentan teóricamente la Interpretación. Con las corrientes Estructuralistas aplicadas a la arqueología desde los años 50 se inició una nueva era para la actividad investigadora en esta disciplina: el énfasis se pone entonces en descifrar los códigos ocultos de significado que subyacen en lo observable empíricamente. Se trata de una actividad explicativa no exenta de riesgos, ya que está necesariamente sujeta a subjetividades hipotéticas que marcarán, inevitablemente, las distintas interpretaciones que se harán.

4. O Estructura, en el lenguaje del Estructuralismo Clásico como corriente científica. 5. Entendiendo que la propia palabra Arqueología acoge las nociones de origen, comienzo (Arche) y razón, explicación, discurso (Logos), defiendo la praxis que sigue en función de lo competente por mandato legislativo y según el razonamiento expuesto. 6. El materialismo histórico, la Nueva Arqueología, dialéctica y materialista, o algunas de las corrientes Postmodernistas , así como cualquier otra corriente epistemológica y metodológica tanto entre las corrientes procesuales, basadas en la razón, como cognitivas, en lo subjetivo, plantean como sistema la misma paradoja en fondo y forma que la corriente estructuralista para la separación organizativa que defendemos.

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Postulados de otras corrientes posteriores, como el Post-estructuralismo, serán los principios de la individualidad, relativismo y subjetividad para interpretar la realidad por parte del investigador al cargo. La hipótesis científica, aún convertida en tesis argumentada constituye un modelo de conocimiento que no puede contenerse en el seno de una institución pública de forma permanente. La administración cultural no debe ser receptora, ni sus instituciones receptáculo, como decimos, de forma permanente, de ninguna de las corrientes teóricas, metodológicas y epistemológicas que rigen la labor investigadora de los centros de conocimiento, ya que esto supone un exceso en sus funciones tutelares, además de un posicionamiento forzoso y por añadidura una merma de la libertad e independencia científica, mediante legitimación inducida y proyectada públicamente de alguna de ellas. Viene a reforzar esta razón la propia demostración de la superación de los patrones Estructuralistas, por la imposibilidad de realización de la tesis que promueve la capacidad de, a través de la investigación teórica, ofrecer reglas/leyes universales de funcionamiento social y cultural a nivel abstracto (como verdades absolutas por emanar de la razón). Se refuerza la concepción de la necesaria separación de los tres campos implicados en la interpretación como praxis: investigación (generadora de teorías que componen los discursos interpretativos) –administración cultural (obligada a la difusión y divulgación de los bienes culturales per sé)– agentes de la interpretación (empresas y profesionales que producen y materializan los sistemas interpretativos, mediáticos para el público). Por más que se defienda esta introducción de los resultados de la investigación (convenientemente transformados en productos de interpretación, oferta en apariencia de actuaciones técnicas), como un modelo de transferencia o investigación aplicada, argumentando la potencialidad de los centros públicos como beneficiarios de la misma para la satisfacción de demandas sociales motivadas por la creciente sensibilidad ante el Patrimonio Arqueológico; hemos de sostener la discriminación entre Transferencia o Transmisión y Puesta en Valor, Difusión y Divulgación, ya que estas últimas son el marco de acción de la Administración cultural como recoge la legislación que le afecta y que hemos desgranado anteriormente. Son muchos los interrogantes que ahondan, además, en el seno de este planteamiento: – ¿Hasta qué punto se proyectan en una posible interpretación del pasado, en este caso el Prehistórico (probablemente el más complejo en este sentido y desde luego el más amplio de los períodos históricos), los conceptos, supuestos y formas de organización presentes en una sociedad concreta, no válidos para explicar una realidad absolutamente distinta, sujeta a mecanismos complejos y diferentes? – ¿De qué manera se proyecta nuestra propia creación y concreción de la historia sobre tales bienes, creando discurso propio e intencional, por tanto? – ¿Hasta qué punto es subjetiva/intuitiva la teoría? ¿Cuánto está afectada por el contexto histórico-cultural en el que se inserta? – Ya que el objeto es en nuestros tiempos susceptible de ser entendido bajo numerosas fórmulas, que generan múltiples conclusiones ¿Hay tantas verdades como interpretaciones? En suma, se produce fácilmente un fenómeno: el pasado es objeto de interpretaciones políticas de compromiso con el presente. En esta ponencia se defiende el valor y significado de la MISIÓN de la Institución Pública de tutela, frente a la postura que establece una VISIÓN, caracterizando y argumentando ambos significantes. El objeto de trabajo de la administración, su MISIÓN, en este caso, es eminentemente la defensa, protección, conservación, puesta en valor y difusión de los bienes que constituyen la cultura material sobre la que se desarrollarán dichas investigaciones y epistemologías y/o producciones que fomenten el mercado cultural, sin albergarlas. Es decir, nos limitaremos a tratar, para la difusión de los bienes, su marco histórico y cultural general y contrastado y los aspectos más formales de dicho patrimonio sin entrar en caracteres ideológicos o sistémicos/estructurales, que entendemos como metadiscursos. De otro modo nos convertiríamos en impulsores y legitimadores de discursos caracterizados como “corrientes de fuerza”, produciendo “realidades”, es decir, institucionalizándolas, como diría Focault, y provocando conflictos, por oposición u obsolescencia entre unos y otros. Sobra mencionar que en el amplio concepto de Tutela no se recoge, por más que haya sido una práctica progresivamente introducida y afianzada en el contexto de la gestión de los bienes culturales con autonomía propia, la interpreta484


ción de los mismos. Es evidente que la técnica interpretativa es componente de la actividad museográfica, como herramienta de definición de lógicas históricas de carácter mecánico, siendo el ámbito museológico componente obligado de la función cultural pública. Es decir, entendemos y asumimos la interpretación como herramienta en un modelo instrumental integral, no como modelo productivo en sí. No ha de llevarnos esta realidad a hacer de las partes un todo, es decir, asimilar la inserción de productos de índole interpretativa en el corpus de la competencia pública, la cual, por otro lado, cuenta con una sistemática propia de líneas metodológicas y protocolos de actuación7 disciplinar. “Paisajes Milenarios”, producto de índole interpretativa diseñado para dar contenido al llamado Centro de interpretación de la Prehistoria en Andalucía, se entendió como un proyecto destinado a jerarquizar, articular y desarrollar la Red Andaluza de Yacimientos Arqueológicos (RAYA) y la Red de Centros de Interpretación8 de Andalucía, sistemas interconectados desde su nacimiento. Se formuló expresamente como “modelo de transferencia de conocimiento científico”, apoyado en soportes tecnológicos, elaborado en un estilo narrativo modelado en técnicas de comunicación con rasgos lúdicos, y considerando este proceso productivo como una estrategia de desarrollo y de generación de riqueza y empleo territorial. Bajo estas premisas se construyeron y abrieron al público, como precedentes, numerosos centros de interpretación del patrimonio con participación de la Junta de Andalucía durante la primera década del s.XXI. Pero Antequera se presenta como el proyecto estrella en esta línea de acción, definiéndola como “infraestructura clave de carácter supraterritorial”. Para la consecución del proyecto del Centro de Interpretación de la Prehistoria en Andalucía, CIPA, se siguieron varios pasos, canalizados mediante un procedimiento administrativo. Este consistió en una convocatoria de Concurso de Ideas cerrada. La Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura, promotora del proyecto, realizó un pliego de prescripciones técnicas e invitó a cuatro empresas seleccionadas a participar. Las propuestas fueron analizadas por una Comisión Técnica formada por tres miembros de la Comisión Andaluza de Arqueología y dos miembros del Servicio de Investigación y Difusión del Patrimonio de la Dirección General. Se adjudicó a una empresa privada dedicada específicamente a la difusión e interpretación del patrimonio, impulsada sobre la base de una asesoría científica y equipo de trabajo que se encuadra en la corriente de la “Arqueología del Paisaje” (de base eminentemente estructuralista). Uno de los criterios que se esgrimieron para la selección de esta propuesta fue, precisamente, su carácter de “científicamente consolidada”. Los soportes que habrían de materializar el proyecto interpretativo incluían recursos audiovisuales, maquetas, reproducciones, textos, diagramas, dibujos y fotografías. Construcciones sobre los bienes patrimoniales, en facsímiles y duplicados, en una superficie de 3.080 m2. Trasladando el razonamiento expuesto anteriormente al propio procedimiento administrativo, no es consecuente, o lógico, que la apertura de una oferta pública para la adjudicación de un contrato de realización de un proyecto museográfico o simplemente divulgativo se convierta en arena para la discusión y debate científico. Ni que se configure como mera fase de producción para un ámbito de trabajo enormemente complejo, la TUTELA del patrimonio, y una materia concreta, el patrimonio cultural, de forma industrial fomentando negocio cultural. Por otra parte, la actual configuración administrativa andaluza proporciona medios y recursos en cantidad y calidad para alcanzar altas cuotas de difusión de los bienes patrimoniales a través de la museografía, una de sus funciones propias. En el Decreto de creación del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera como servicio administrativo con gestión diferenciada (280/2010, de 27 de abril), se explicita que, en la institucionalización de la tutela de los bienes que comprende la Zona Arqueológica, estarán permanentemente presentes “dos conceptos clave: el territorio y el devenir histórico ligado a este territorio”, comportando una especialización funcional dentro de la organización de la Consejería de Cultura, que cuenta con una Dirección, de la que dependen Áreas de Administración, Conservación e Investigación y Difusión, y una Comisión Técnica como órgano consultivo colegiado. Para el “adecuado cumplimiento de sus funciones contará con una sede institucional en la que se llevará a cabo la musealización de la Prehistoria de Antequera y de Andalucía” (Art. 2). Entre sus competencias, “Organizar, fomentar y promover cuantas iniciativas culturales impulsen el conocimiento y difusión de la Zona Arqueológica a través de las exposiciones permanentes de la Prehistoria de Antequera y de Andalucía” (Art. 3.c). En Andalucía contamos con un nutrido cuerpo de Facultativos y Ayudantes de museos y patrimonio

7. Normalmente consistente en varias fases: estudios previos científico-técnicos e investigación histórica (campañas arqueológicas, estudios documentales, etc.), proyecto museológico y museográfico, etc.. 8. Plan General de Bienes Culturales, Programa de Difusión del Patrimonio Histórico y Participación Ciudadana: Red de Centros de Interpretación del Patrimonio.

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desde el año 1987. En la Relación de Puestos de Trabajo de la Consejería de Cultura encontramos numerosos profesionales capacitados y con amplia experiencia en la tutela y puesta en valor de los bienes que la Administración cultural está obligada a custodiar y difundir. Separemos pues, discrecionalmente, el discurrir administrativo, científico y empresarial. Considero que la cultura material per sé tiene un papel activo en el fomento de la comprensión de la concepción humana de la realidad y de las relaciones que en sociedad se establecen y se sirven de ella como producción. El objeto de nuestra atención, como administradores y gestores públicos del patrimonio arqueológico es por tanto físico, temporal y espacial, basado en los hechos básicos de la arqueología (producidos por la excavación, documentación y análisis). Exponer es presentar una materia con claridad y método y ese es nuestro cometido. Interpretar, es revelar el significado de algo, ya sea funcional, simbólico o contextual, descodificándolo, y supone una construcción. La tentación de aplicar este proceder es, no obstante, mayor en el caso de la Prehistoria ya que su lejanía cronológica y el carácter de la producción de su conocimiento la hace ser más obscura para la opinión pública, carente muchas veces de recursos para el posicionamiento crítico frente a los discursos establecidos. Esta realidad no hace más que reforzar la obligatoriedad y necesidad del establecimiento de una postura administrativa pública rigurosa y centrada en la defensa y en la difusión del patrimonio, accesible y transparente a través de la infraestructura museográfica9, cuyo discurso se ancla en la selección y presentación de los materiales arqueológicos mediante intervenciones sutiles, una museografía “fría”, facilitando al visitante el “reconocimiento sensible de las cosas” (Tejedor y Linares, 2010). No se trata, por tanto, de un posicionamiento en la línea del positivismo frente al estructuralismo ni lo contrario, lo que queda suscrito al ámbito de la investigación, sino exactamente de una demarcación organizativa y funcional, exenta en la medida de lo posible, por tanto, de barnices ideológicos. Coincidiendo en la opinión, expuesta por Tejedor y Linares (2010) y recogida en la expresión de Susan Sontag (1964) “la nuestra es una cultura basada en el exceso, en la superproducción, el resultado es la constante declinación de la agudeza de nuestra experiencia sensorial”, iniciamos un giro hacia esa “erótica del arte”, y, por extensión, del patrimonio, evitando la recreación y producción de hiperrealidades. No obstante, esto no significa la incomunicación o aislamiento absoluto entre los tres operadores (científicos, administrativos y productivos), sino una ordenación precisa del sistema: la Sede Institucional del Conjunto Arqueológico de Dólmenes de Antequera se dota de un espacio, la sala de exposiciones temporales Manuel de Góngora, donde tales tesis e hipótesis podrán hacerse manifiestas, bajo la supervisión y responsabilidad de comisarios encargados de las muestras que en ella se realicen.

3. Antequera como paradigma. La MISIÓN: el Plan Director y los Programas de Musealización y Exposición Permanente y de Difusión y Comunicación.

Los Dólmenes de Antequera constituyen un Conjunto Arqueológico de características propias y excepcionales entre el patrimonio de carácter prehistórico andaluz: es incuestionable la incidencia que los monumentos megalíticos tienen en el paisaje, formando un todo; estos bienes marcan hitos espaciales y temporales, generando una majestuosa relación entre el hombre y el medio que magnifica la presencia antrópica, constituyendo un patrimonio singular y destacado, una de las mejores muestras megalíticas a nivel internacional. Para su tutela, planificación y gestión integral desde la institución se elabora un instrumento estratégico: el Plan Director. En el caso de Antequera, como recalcaba, el paisaje constituye un aspecto fundamental en el estudio y valoración de los bienes, por lo que también ha de ser tutelado. En los últimos años se han desarrollado numerosas investigaciones10 en torno a los bienes y a su entorno paisajístico desde distintas disciplinas científicas y técnicas (geofísica,

9. Por Real Decreto 138/2010 de 13 de abril, por el que se aprueba la estructura orgánica de la Consejería de Cultura, se modifica la anterior adscripción de la Red de Espacios Culturales de Andalucía a la Dirección General de Bienes Culturales, quedando atribuidas a la Dirección General de museos y Promoción del Arte en su Artículo 10.2.a) La planificación, coordinación e inspección de la organización y servicios de los museos integrados en el Sistema Andaluz de Museos y Colecciones Museográficas y de los Espacios Culturales intregrados en la Red de Espacios Culturales de Andalucía. 10. En su mayoría en relación con el proyecto de investigación interdisciplinar iniciado en el año 2004 y titulado “Sociedades, territorios y paisajes en la prehistoria de Antequera”.

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geo-técnica, datación por carbono 14, fotogrametría, etc.), ampliando los datos y el conocimiento que tenemos sobre ellos. Además, desde el 2007, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, IAPH, agencia dependiente de la Consejería de Cultura, promueve un proyecto de investigación sobre el Paisaje Cultural de los Dólmenes de Antequera, abordando el análisis y diagnóstico de su situación actual, y estableciendo objetivos y criterios de aplicación destinados a su conservación y mejora. Uno de los objetivos del Plan Director es vincular el Conjunto con las políticas urbanísticas, medioambientales y turísticas, para lo que el establecimiento de criterios es imprescindible. De esta forma se sientan bases para la inserción de los recursos patrimoniales en estrategias y programas de desarrollo sostenible, de carácter transversal, dándole a la institución cultural un papel activo en los procesos de transformación del territorio y la sociedad que la acoge. Todo ello, además, con una permanente actitud de transparencia y apertura de la institución y su labor al conocimiento y participación ciudadana, involucrando a las personas en esta MISIÓN tutelar. El Plan Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (2011-2018), se encarga, como recoge la Ley 14/2007 de 26 de noviembre de patrimonio Histórico de Andalucía en su Artículo 79, de la investigación, protección, conservación, difusión y gestión de los bienes tutelados, de forma que se permita mantener y acrecentar dicho patrimonio. Entre sus objetivos principales se hallan la difusión de la Antequera Milenaria y el impulso de la investigación prehistórica de Andalucía, separadamente. El proceso de institucionalización de la tutela de los bienes culturales andaluces emprendido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y apoyado en su ordenación, supone una oportunidad en todos estos ámbitos a través de esta planificación. Ahora bien, la misión de un Conjunto Arqueológico es la de tutelar el patrimonio que integra, tanto bienes inmuebles, como paisaje, entorno medioambiental/urbano de integración o colecciones, destacando en ello la musealización y contextualización de los mismos. El apoyo de la labor y producción científica adopta pues carácter complementario. Presentaremos el Documento de Avance de este Plan Director a través del Proceso de Institucionalización de la tutela de los Dólmenes de Menga y Viera y Tholos del Romeral, de la Definición de la propia institución y de los Programas que componen el Plan. A través de esta planificación se dirigirá, organizará y racionalizará la actuación de la administración en el Conjunto. El Programa de Musealización y Exposición permanente consiste en una ordenación espacial del yacimiento como espacio visitable (su conservación y puesta en valor in situ) y en la musealización de los propios bienes que dan nombre al Conjunto; además de en la exposición Antequera Milenaria, donde se realiza un importante esfuerzo por explicar, de forma documentada (de nuevo el proyecto Sociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria de Antequera), una lectura de las dinámicas de ocupación del territorio en que se insertan las comunidades prehistóricas, dotando de contexto a los bienes, soportándose en materiales arqueológicos y documentales de diversa índole. En el aspecto de la Difusión y Comunicación del relevante patrimonio que recoge esta institución, destaca la necesidad de hacer una calificación de los tipos de público a los que se destinan sus esfuerzos11: en primer lugar, un público adulto, general, sea local, regional, nacional o extranjero, clasificado en función de sus características y motivaciones. Con carácter específico, el profesional e investigador, objetivo preferencial en tanto en cuanto la sede institucional se dotará de recursos específicos para dar soporte al desarrollo de su trabajo; y por supuesto, el escolar, bajo la fórmula de una educación expandida, siendo la actividad didáctica preponderante en la labor de las instituciones culturales, entendidas estas como servicios públicos. En concreto, el apartado más dinámico será el especialmente dedicado al público escolar. Para desarrollar la labor pedagógica se provee a los grupos educativos en las instalaciones del Conjunto de equipos humanos y espacios destinados a darles cabida. Se promueve la coordinación entre el sector cultural y el educativo, apoyando la formación de base disciplinar, competencial y en valores recibida en las aulas, de forma que estas acciones de divulgación cultural, experienciales, le resulten complementarias, en un proceso de formación y aprendizaje permanente. La relevancia de este apartado justifica la elaboración de una Memoria Anual de las acciones de Educación y Acción Cultural, documento de registro, evaluación y referencia y la dotación de numerosos recursos para la realización de los fines didácticos.

11. Para lo que se prevé la creación de un Observatorio de Visitantes (Anteproyecto del Plan Director, julio 2010).

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En este tejido pedagógico la exposición se entiende como una herramienta no sólo discursiva, sino de conversación, dialógica, articulada en torno al objeto original y al lugar, a lo físico, al mundo real y la autenticidad. Para el público escolar o en formación, reglada o no, complemento de la labor realizada en el aula, otorgando al docente en la experiencia de la visita la labor de generar un discurso pedagógico al respecto. De esta forma nos proyectamos, como institución cultural de tutela, entre el pasado, el presente y el porvenir.

Referencias AA.VV. (1986): Actas del Congreso Homenaje a Luis Siret. 1934-1984, Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, Sevilla AA.VV. (2002): Planificación Interpretativa y Diseño de Centros. Primeros Modelos. Seminario de Gestión del Patrimonio Histórico, Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, Sevilla DECRETO 25/2009, de 27 de enero, por el que se inscribe en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, el ámbito arqueológico de los Dólmenes de Antequera (Málaga). BOJA nº 33, de 18 de febrero de 2009 DECRETO 280/2010 de 27 de abril, por el que se crea el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera como servicio administrativo con gestión diferenciada. BOJA nº 92 de 13 de mayo de 2010 GUERRA, F., SALAS, J.M. y MARTÍN, M. (2008): “La interpretación del patrimonio en la relación del patrimonio y la sociedad”, La gestión del patrimonio cultural. Apuntes y casos en el contexto rural andaluz, Asociación para el Desarrollo Rural de Andalucía ARA, Granada. GUERRERO, M.C., AÑÓN, M.J., FERNÁNDEZ, M. y CASTRO, E. (2010) “Estrategia de Divulgación para la transferencia de resultados y capacidades científicas al entorno socioeconómico”. ALTEC 2005 TR 52159314. Repositorio digital del CSIC. (Última consulta, septiembre 2010) http://digital.csic.es/bitstream/10261/3121/1/estategia.pdf MARTÍN, C. (2009): “Los centros de interpretación: urgencia o moda”, Revista de Museología Hermes, 1, pp.50-59 MARTÍNEZ, J. (2005): “Paisajes Milenarios: Centro de Interpretación de la Prehistoria en Andalucía”, Revista MARQ. Arqueología y Museos, 00, Diputación Provincial de Alicante-Museo Arqueológico de Alicante, pp. 125-136 MENÉNDEZ DE LUARCA, J.R. y ENRÍQUEZ, R. (2010): “Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. Un Plan Director para la Tutela”, Boletín PH, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, pp. 27 MORAGÓN MARTÍNEZ, L. (2007): “Estructuralismo y postestructuralismo en arqueología”, Arqueoweb. Revista sobre Arqueología en Internet, 9(1), 2007 http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero9_1/estructuralismoyposestructuralismo.htm (Última consulta, agosto 2010) TEJEDOR, A. y LINARES, M. “¿Interpretar el patrimonio histórico? El centro de visitantes de la Puerta de Córdoba en Carmona”, Boletín PH. Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, Consejería de Cultura. Junta de Andalucía, pp.110-129 RUIZ GONZÁLEZ, B. (ed.) (2009): Dólmenes de Antequera. Tutela y Valorización hoy. PH Cuadernos 23. Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Junta de Andalucía, Consejería de Cultura. Sevilla, 2009 RUIZ GONZÁLEZ, B. (2009): “Dólmenes de Antequera, proceso de institucionalización de la Tutela. 1530-2009”, Consejería de Cultura. Junta de

Andalucía.

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MAKING OF: La Guía oficial del conjunto arqueológico de los Dólmenes de Antequera José E. Márquez Romero y Juan Fernández Ruiz ı Área de Prehistoria. Universidad de Málaga jemarquez@uma.es. jfernandez@uma.es

1. Introducción

En el mes de agosto del año 2009 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía publicó la obra Dólmenes de Antequera. Guía Oficial del Conjunto Arqueológico (Márquez y Fernández 2009). Dicha obra fue traducida al inglés y se publicó poco tiempo después, concretamente en febrero de 20101. Se trataba de la primera guía oficial del conjunto de los dólmenes2 (Fig. 1). Pasado un año de dicha publicación el Congreso Internacional de Prehistoria de Andalucía: la tutela del patrimonio prehistórico de Andalucía nos permite repasar, a modo de making–of, la intrahistoria de la elaboración de dicho proyecto. Con este ejercicio buscamos aportar claves, no advertidas por el lector a quién va destinada la obra, pero que pueden ser interesantes para conocer los argumentos que han sido determinantes en la selección de los contenidos y en la forma de exponerlos. Debe ser entendido, por tanto, nuestro ensayo como una simple reflexión personal y en voz alta, sobre un género, la divulgación, ingrato donde los haya y que necesita de un continuo debate sobre fondos y formas para que alcance la madurez necesaria, se dignifique y deje de ser la hermana pobre dentro de la literatura científica.

2. La producción (hablando sobre el encargo institucional)

La Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía encargó a los firmantes del presente artículo, a través de la entonces denominada Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales3, la realización de una Guía destinada a facilitar la visita del Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera. Dicho documento se integraría dentro de las Guías Oficiales de la Red de Espacios Culturales de Andalucía4. Concretamente se nos encomendó la responsabilidad de redactar el texto así como diseñar su estructura interna y proponer las imágenes que ilustrarían el documento. Para ello se nos daba, a los autores, total libertad para seleccionar y organizar la información, así como proponer el componente gráfico de la obra. Por tanto, durante el largo proceso de su realización, los autores no recibimos ninguna directriz o prescripción más allá de las recomendadas para ajustar, formalmente, nuestro trabajo a la línea de edición propia de las Guías oficiales de la Red de espacios culturales de Andalucía. Si acaso, los autores sólo tuvimos que cambiar el orden expositivo de la descripción de los sepulcros (pensado inicialmente M–V–R), que nos parecía más didáctico, por el que definitivamente aparece en el texto (V–M–R) para hacerlo coincidir con el itinerario que se recomienda al público en su visita. De todo lo demás somos responsables. La obra se completa con un Prólogo de Rosa Torres Ruiz, en esos momentos Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, y con dos epígrafes finales: Centro de documentación y biblioteca virtual de la Prehistoria de Andalucía Antonio Arribas (pág 193–198) y el correspondiente al Centro de Recepción (pág. 199–212), ambos textos también institucionales y ajenos, por tanto, a los autores.

1. Se trata de la traducción directa del original en español (sin revisión alguna), realizada por Paul Turner, en 2009. 2. En justicia, habría que reconocer, en la obra del insigne arqueólogo D. Simeón Giménez Reyna titulada Los Dólmenes de Antequera y publicada en 1968 por la Caja de Ahorros y Préstamos de Antequera, la primera guía, no oficial, del yacimiento y, en cualquier caso, un autorizado antecedente a nuestro trabajo. 3. Actualmente Agencia Andaluza de Instituciones Culturales. 4. En el momento actual tienen o están en fase de realización las guías oficiales de los Conjuntos de: La Alcazaba de Almería, Baelo Claudia, Carmona, La Alhambra y el Generalife, Itálica, Madinat Al–Zahra. También los enclaves de los Millares, Carteia, Cercadilla, Peñas de Cabrera y Monasterio de San Isidoro del Campo.

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Fig. 1. Izquierda: reproducción de la portada de la publicación de Simeón Giménez Reyna del año 1968. Derecha: actual guía oficial del Conjunto arqueológico 2009

Como hemos adelantado, la obra en castellano se publicó en agosto del año 2009 con una tirada inicial de 3000 ejemplares saliendo a la venta al público con un precio de 12 €. Con posteridad, se publicaría también la versión inglesa con una tirada de 1500 ejemplares. Al igual que otros productos de la Consejería de Cultura sólo se pueden adquirir en las Instituciones propias (museos, conjuntos, etc.) o en los puntos de venta con los que tiene acuerdo la propia Consejería. Vaya por delante que la Guía se podía haber realizado de distintas maneras. De hecho se manejaron varias propuestas (Fig. 2). A continuación expondremos los motivos que nos llevaron a realizarla de este modo. Posiblemente, hoy resolveríamos ciertos problemas con distintos recursos, obviaríamos ciertos enfoques o añadiríamos otros. En cualquier caso nos arrogamos, aquí y ahora, la posibilidad de exponer nuestras últimas intenciones a la hora de realizar este documento y de hacerlas partícipe a los profesionales interesados en la difusión e interpretación del patrimonio.

3. El público (ese gran desconocido)

A la hora de elegir el método de elaboración de nuestra obra nos encontramos con un gran hándicap inicial. En aquellos momentos, mediados de 2005, no contábamos con obras publicadas sobre el perfil de los visitantes del conjunto arqueológico, sólo recientemente se ha publicado el primer estudio sobre estadísticas de visitantes en el yacimiento (Checa, 2009). Existían algunos informes internos sobre el número de visitas, incluso, sobre la procedencia de las mismas, pero nada sobre edad, formación o intención de los visitantes. Es decir nos veíamos en la tesitura de intuir o inventar el público para el que debía de orientarse el texto. La solución del problema, como cabe suponer, tuvo que ser de compromiso. Así, orientamos la obra para un público que debía de tener, como mínimo, y aunque parezca de Perogrullo, la inquietud para leerla. No debemos olvidar que muchas guías o catálogos de exposiciones se entienden como un simple souvenir más, que se adquiere después de la visita, pero que casi nunca terminan por ser leídos. En nada se diferencian, en tal caso, de otros recuerdos y se incorporan al bagaje del turista que los colecciona junto a tarjetas postales, folletos multilingües de hoteles o facturas de restaurantes. Por tanto empezamos a escribir la guía pensando en un lector anónimo, amante de la Historia, o simple curioso, que se encontraba lo suficientemente motivado para acometer la lectura de la Guía incluso algún tiempo después de haber realizado la visita; estábamos interesados en que su lectura le llevara a la grandeza del hecho histórico y a la ardua tarea de desentrañarlo. Los Dólmenes de Antequera eran la mejor de las excusas para conocer el megalitismo. Pero también pensamos, desde un primer momento, en los propios habitantes de Antequera. Aunque la mayoría de los visitantes del conjunto son foráneos, el interés de los antequeranos hacia sus monumentos requería intentar 490


GUÍA PARA LA VISITA DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE LOS DÓLMENES DE ANTEQUERA SOCIEDADES NEOLÍTICAS QUÉ ES ESA COSA LLAMADA MEGALITISMO

MONUMENTALIDAD

MEGALITISMO ANDALUCÍA

Funerarios tipos No funeraria Local Provincial Regional

LÍNEA DEL TIEMPO EL ENTORNO DE LA NECRÓPOLIS Paisaje actual Paleopaisaje Otros yacimientos

HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES Los Pioneros Años de transición La investigación reciente

INTERPRETACIÓN DEL MEGALITISMO

POR QUÉ DEL MONUMENTO

GLOSARIO

EL RECORRIDO DE LA VISITA MENGA. Descripción formal. Continente. La construcción de un “Dolmen” VIERA. Descripción formal. Contenidos. El ritual funerario y el ajuar ROMERAL. Descripción formal. Técnica de construcción de ªfalsa cúpula”

JOSÉ E. MÁRQUEZ y JUAN FERNÁNDEZ

DATOS ÚTILES Cómo llegar Horario de visita Normas Recomendaciones Otras visitas interés

Economía Sociedad Simbolismo

BIBLIOGRAFÍA

Fig. 2. Mapa mental inicial del trabajo. Guía de los Dólmenes. Marzo de 2005. (Algunos tópicos no se llegaron a desarrollar en el texto definitivo)

cubrir, en parte y con este libro, un importante déficit en la literatura de divulgación que ellos, como naturales del lugar, venían sufriendo en primera persona desde hacía mucho tiempo. Especialmente pensado para ellos está el segundo de los bloques, es decir el repaso historiográfico. Dicho lo cual, hay que aclarar que no hemos pretendido, con nuestra guía, reemplazar la necesaria elaboración de materiales curriculares específicos para distintos niveles educativos que, en cualquier caso, siguen en gran medida pendientes y, pensamos, debe ser emprendida por docentes y profesionales de la zona. La Guía, sin duda, puede ayudar a los profesores en su labor de preparación de las visitas de escolares al yacimiento pero no nace para sustituir a otros materiales curriculares específicos que se necesitan con cierta urgencia. Consecuentemente con lo dicho, el compromiso con el visitante nos animó a procurar que todos los materiales empleados, o la mayor parte de ellos, fueran realizados ex profeso para la ocasión. Resulta discutible, pensamos, que con demasiada frecuencia encontremos en obras de divulgación (catálogos de exposiciones, guías del visitante, etc) la republicación o casi auto–plagio de artículos y otras obras científicas “tuneadas” con algún ornamento didáctico que, en el mejor de los casos, sólo se aproxima a la categoría de simple guión adaptado. Tal práctica supone una falta de respeto al lector (que, sin saberlo, no es el destinatario para el que se ha escrito originalmente la obra) y perpetúa las deficiencias de la literatura de divulgación.

4. Sobre el género (hablamos de difusión)

El género de la difusión exige ciertos requisitos que lo distingue de otras literaturas: el profundo compromiso con su lector y el convencimiento de que la tarea se inscribe en un proceso específico de enseñanza–aprendizaje. Hablamos, por tanto, de un género por naturaleza didáctico. Tal asunción reclama un posicionamiento teórico previo a la hora de redactar cualquier documento de esta clase. Nosotros asumimos esta tarea desde la pedagogía constructivista y el aprendizaje significativo (Ausubel, 1968: 2002; Piaget, 1973; 1981; Vygosky, 1991). El aprendizaje significativo considera al discente (en este caso el visitante), como constructor de su propio conocimiento, le ayuda a relacionar los conceptos que aprende y procura darles un sentido a partir de las estructuras y esquemas conceptuales que ya posee. Esto nos situaba, de inicio, en la necesidad de no dar por consabidos ninguno de los conceptos clásicos (p.e. Neolítico, megalitismo, monumento, etc…) que suelen ser lugares comunes en las obras científicas sobre la materia. Incluso aunque fueran términos populares, que le sonara a la mayoría del público, necesitábamos construir conjuntamente con ellos nuevas nociones más rigurosas y actualizadas. Para este fin no nos conformábamos con un simple glosario5. 5. Los glosarios a veces actúan, en obras de esta naturaleza, como exorcismos que pretenden ahuyentar las sospechas que tenemos de que el lector no se está enterando de nada.

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Necesitábamos integrar, casi orgánicamente, los nuevos conceptos en el discurso del visitante; primeramente intentando desmontar viejos tópicos que todavía siguen vigentes en la opinión pública (p.e. cazadores / recolectores = sociedades atrasadas, ver pág. 18–20) y, en segundo lugar, aportando una definición clara de cada nueva categoría conforme era introducida en la exposición (p.e. definición de paisaje en la pág. 33, o la de monumento en la pág. 34). Partiendo, en cualquier caso, siempre de lo conocido para consolidar los nuevos conceptos imprescindibles en el discurso. Como es bien conocido, el aprendizaje significativo, utiliza distintos recursos didácticos para facilitar la comprensión de los contenidos. Entre ellos, y la guía ha acudido en varias ocasiones, destacan los mapas de conceptos. Desarrollados por J. D. Novak (1988; 1997; Novak y Gowin, 1988) se trata de estrategias de aprendizaje que sirven para relacionar los conceptos, ordenarlos y jerarquizarlos y en todos los casos con un fuerte componente visual o gráfico (Fig. 3) (p.e. págs. 35 y 47). ARQUITECTURA MEGALÍSTICA

CONSTRUCCIONES FUNERARIAS SEPULCROS MEGALÍTICO (dólmenes)

CONSTRUCCIONES FUNERARIAS

según la forma de su planta

CÁMARAS SIMPLE

SEPÚLCROS DE CORREDOR GALERÍAS

MENHIRES

Otras variantes según la técnica constructiva

RECINTOS

TÚMULOS

según la técnica constructiva

También hemos utilizado asiduamente referencias o llamadas en ciertos párrafos del texto (p.e. págs. 51, 120, 167), que remiten al lector a otro lugar o capítulo de la Guía cuando el discurso así lo requiere. Esta estrategia, que favorece la lectura cruzada de los tres bloques temáticos, no se encontraba entre las normas de edición de la serie de Guías de la red de espacios culturales de Andalucía, por lo que los autores solicitamos, expresamente, la posibilidad de incorporarla en el texto. Nuestra sugerencia fue atendida lo que agradecemos encarecidamente, circunstancia que pensamos ha facilitando la articulación de los contenidos y la estructura final de la obra.

Por último, hemos procurado facilitar una lectura didáctica del hecho histórico sin descuidar la rigurosidad del mismo. Es decir Fig. 3. Uno de los mapas de conceptos recogidos en la Guía. nos veíamos en la tesitura de intentar exorcizar el tono académico y pedante de muchas de nuestras obras científicas pero sin arrastra en este ejercicio un ápice del conocimiento que hoy en día tenemos sobre el megalitismo en general y sobre los Dólmenes de Antequera en particular. Como cabe suponer, la tarea no fue sencilla y no estamos seguros de haber alcanzado total o parcialmente estos objetivos. La opinión de los visitantes por un lado y la de nuestros colegas de profesión por otra podrá aclararán, con toda certeza, nuestras dudas. FALSA CÚPULA (Tholoi)

SEPÚLCROS EXCAVADOS EN ROCA

RECINTOS DE FOSOS (Enclosures)

EMPALIZADAS

CROMLECHS (Círculoas de Piedras)

HENGES

5. El guión original (seleccionando contenidos)

La Guía de los dólmenes no pretende ser una obra de autor –los planteamientos propios de los autores sobre el megalitismo pueden consultarse, entre otras, en las siguientes obras (Márquez, 2000; 2002: Márquez et al., 2009; Fernández y Márquez, 2001; 2008)–. En todo momento, los redactores hemos sido conciente de lo ilícito que sería utilizar este texto de difusión para defender tesis propias o próximas. No es lugar de defensa de principios, teorías o interpretaciones científicas una guía didáctica para los visitantes, o cualquier otro material de difusión, al menos así lo entendemos nosotros y es un pecado que hemos intentado evitar. Lo que hemos buscado es presentar el estado de la cuestión sobre un tema tan complejo como el megalitismo, especialmente en el marco de discusión europeo6. Es cierto que en tal empeño nunca se puede eliminar un sesgo personal y subjetivo en la elección de los datos y teorías, pero hemos intentado que tal aporte tenga el menor impacto sobre el discurso. No se ha evitado, por tanto, el presentar varias teorías que explican el mismo hecho o hacer referencia a dudas o “agujeros negros en la investigación”. Es decir evitamos ofrecer al lector interpretaciones cerradas. Como muy bien se ha apuntado recientemente “no interpretamos la Prehistoria, interpretamos lo que los científicos han dicho de ella, lo que saben, lo que creen saber de ella… hay que tener claro que

6. Procede aquí una aclaración: pensamos que el megalitismo es una tradición europea que debe ser explicada en su marco continental. Evitamos los enfoques particulares o regionales del fenómeno. Por tal motivo, a la hora de interpretar el fenómeno en la primera parte de la Guía el marco de referencia es el europeo. Esto provoca, sin pretenderlo, que algunos interesantes trabajos locales o regionales hayan sido obviados.

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estamos haciendo una interpretación de una interpretación” (Benot y Rodríguez, 209: 295). Coherentemente, el discurso no ha pretendido cerrar los temas que están, actualmente, abiertos (p.e. ver discusión sobre la cronología del megalitismo págs. 59–63). Creemos en el lector y en su capacidad para no naufragar si le enfrentamos valientemente con el estado actual de la ciencia histórica que no se caracteriza, precisamente, por el consenso. Desgraciadamente, este intento de presentar el estado de la cuestión sobre el megalitismo y los dólmenes de Antequera nos ha colocado en una situación incómoda. Nos explicamos, al no tratarse de un texto científico al uso, hemos debido prescindir de las obligadas referencias y citas bibliográficas que nos hubieran congraciado con muchos de nuestros colegas, pero que, al tratarse de una obra de difusión, habría sido una auténtica tortura para el lector. Esta circunstancia puede provocar que ciertos lugares comunes de la investigación sobre el megalitismo, que son transitados por los autores de la Guía en repetidas ocasiones, no aparezcan convenientemente referidos7. Esperamos que esta coyuntura no se interprete como un intento espurio de apropiación ilegítima sino una limitación propia y exigida por el formato editorial. Para paliar en lo posible este desajuste se incluye una bibliografía final para saber más (aunque bien es cierto que referida exclusivamente a los dólmenes antequeranos) en la que se integran las principales obras y artículos, específicos sobre la necrópolis de Antequera, que se han tenido en cuenta a la hora de redactar la guía y que son de obligada lectura para todos aquellos que deseen profundizar en este conjunto megalítico incomparable. En cualquier caso, estamos seguros de que no es la lista completa de las obras que hemos consultado. Por tanto pedimos disculpas si hemos omitido cualquier fuente de las que se ha empleado, directa o indirectamente, en el texto. Cualquier omisión se rectificará en ediciones futuras si se nos comunica convenientemente. Una última aclaración sobre las fuentes consultadas. Por razones de edición, las obras bibliográficas tenidas en cuenta son, en todos los casos, anteriores al año 2005. Esta contingencia ha condenado a la obra a quedar obsoleta incluso antes de su publicación8. Pero tal déficit es propio de cualquier trabajo que nace con espíritu de síntesis. Quizá las versiones virtuales, digitales o audio–guías, puedan ser, en un futuro esperemos que próximo, un antídoto para este pecado original con el que nace, hoy día, todas las obras de recopilación impresas. Para finalizar el epígrafe de los contenidos, conviene decir que el guión también ha pretendido evitar lo que podríamos denominar fetichismo arqueológico. Nos referimos a que es frecuente que la literatura de divulgación, en su afán y entusiasmo por el bien cultural (en nuestro caso los yacimientos), cae en el abuso de elogios y loas de la grandeza del lugar o de sus constructores. Los sepulcros megalíticos de Antequera configuran, que duda cabe, uno de los yacimientos más importantes de la Prehistoria Reciente de Europa, y la tentación de que la guía se convirtiera en un constante mirarse el ombligo era muy grande. No obstante, estábamos convencidos de que tales sepulcros, por singulares que fueran, no podían explicarse por sí mismo (siguiendo en términos cinematográficos, no hemos querido abusar de primeros planos, salvo en la tercera parte de la obra). El visitante no podía quedarse en el monumento o en una observación disciplinada y/o admirada del mismo sino que teníamos que enfrentarlo con el hecho histórico, es decir, con el megalitismo. Los árboles no debían impedir ver el bosque. Esta asunción fue determinante para estructurar los contenidos de la obra como veremos un poco más abajo.

6. El montaje (sobre la estructura9)

La estructura de la obra ha perseguido abordar la problemática en estudio desde una doble vertiente: por una parte, se presenta el fenómeno del megalitismo a escala general para establecer un marco de referencia que posibilite una visita comprensiva del Conjunto Arqueológico de Antequera y, por otra, más en detalle, centrada específicamente en el conocimiento exhaustivo de los tres sepulcros antequeranos y de la historia de sus investigaciones. Se intenta conciliar lo general y lo particular. Para facilitar esta tarea, se ha dividido el contenido en tres partes independientes. Cualquier orden de lectura es posible y recomendable, pues, cada parte está concebida como un todo. Más si cabe, al existir, como comentábamos más arriba, numerosas llamadas en el texto que relacionan los tres grandes bloques, apoyándose unos en otros para facilitar que el lector, si así lo desea, profundice en todos o, sólo, en aquellos aspectos del megalitismo que más le interesen.

7. En otras palabras hubiera sido necesario, pero no oportuno en una obra de esta naturaleza, acompañar una bibliografía extensa y actualizada sobre el megalitismo europeo. 8. Por ejemplo, no se ha tenido en cuenta el nº 23 (extraordinario) del 2009, publicado en la revista PH del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico con tema monográfico de los Dólmenes de Antequera, Tutela y valorización Hoy. 9. Este epígrafe 4, con algunas modificaciones, se recoge en la propia Guía (introducción págs. 12–13), es decir, se trata de una información que se da a conocer al propio visitante para favorecer la mejor comprensión de la organización de los contenidos de la Guía.

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Coherentemente con lo dicho, el libro se articula de la siguiente manera:

6.1. Parte primera: reseña histórica (págs. 17–63)

Inicialmente se abordan las características sociales, económicas y simbólicas de las poblaciones neolíticas que ocupaban el continente antes de la aparición del megalitismo (cap.1). Su conocimiento resulta obligado porque es en ellas en las que hay que buscar el origen del proceso histórico que nos interesa. Por tal motivo se discute sobre lo que se entiende por Neolítico en nuestros días (1.1), nos detenemos en las teorías que intentan Fig. 4. Primer diseño de uno de los desplegables incluidos en la guía explicar como se neolitizó Europa occidental (1.2) y finalmente (autor Alberto Luque). repasamos los yacimientos neolíticos más antiguos de nuestra región. El siguiente capítulo (cap. 2) se ocupa ya del fenómeno de monumentalización que se da en el neolítico europeo y en el que se inscriben los sepulcros megalíticos de Antequera. Así, pormenorizadamente, se repasa, de forma general, la arquitectura monumental (2.1), los artefactos y restos arqueológicos que producen estas sociedades neolíticas (2.2), el arte megalítico (2.3) y se finaliza con la, siempre compleja, discusión sobre el origen y significado del megalitismo (2.4). La primera parte de la guía finaliza con un capítulo (cap.3) dedicado exclusivamente a la cronología del fenómeno megalítico y, en concreto, a discutir la antigüedad de los dólmenes de Antequera. Como cabe suponer, la escala espacial y temporal empleada en esta primera parte de la obra excede el ámbito local por lo que su enfoque trata el problema, básicamente, desde una perspectiva europea y peninsular.

6.2. Parte segunda: reseña historiográfica (págs. 67–96)

Los dólmenes de Antequera, conocidos desde el siglo XVI, han generado mucha literatura. Desde simples referencias de cronistas locales hasta precoces monografías y reseñas científicas internacionales. Esta producción forma ya parte, como valor patrimonial añadido, del interés del yacimiento, por lo que se ha dedicado la segunda parte de la Guía a repasar este singular acervo bibliográfico (cap. 4). Se aborda la tarea como una lectura comprensiva en la que se valoran las circunstancias históricas desde la que se realizaron cada uno de los trabajos y se termina presentando las perspectivas de futuro que se abren para el Conjunto Arqueológico. En cualquier caso, no ha sido intención de los autores cubrir con este segundo capítulo la carencia historiográfica de la que adolece todavía este conjunto arqueológico, por lo que estamos convencidos de que la revisión historiográfica definitiva de este yacimiento sigue estando pendiente. Nuestra aportación ha sido un simple intento por contextualizar la producción de conocimiento que a lo largo de los más de cuatro siglos de investigaciones se ha realizado en el lugar. Poco más.

6.3. Parte tercera: visita guiada a los dólmenes (págs. 99–170)

La lectura de la tercera parte es especialmente recomendada para antes o durante la realización de la visita. Sobre todo, aquellos epígrafes descriptivos (cap. 6.1, 7.1 y 8.1) que están acompañados por una abundante información gráfica que favorece la comprensión de cada dolmen y de sus peculiaridades (Fig. 6). Como advertíamos más arriba, toda la información se ha ordenado conforme está prevista la visita: Así, tras una introducción donde se presenta al visitante una visión del medio natural y cultural de la zona de la Vega de Antequera de hace unos 5.000 años (cap. 5), se prosigue con la información específica del sepulcro de Viera (cap. 6), el de Menga (cap. 7) y finalmente el de El Romeral (cap. 8). Además de la introducción referida, la guía acompaña, al final, un breve glosario de términos en el que se recogen todas aquellas palabras que aparecen en negrita y que, consideramos en su momento, necesitaba una definición más precisa de la que aparecía en el texto. 494


Fig. 5. Recreación de objetos arqueológicos (Dibujo Juan Fernández).

Fig. 6. Imagen capturada del Audiovisual “Menga, proceso de construcción”. Bosco Producciones.

7. Efectos especiales (sobre gráficos e imágenes)

Los autores fuimos los responsables de proponer las imágenes, gráficos y desplegables que debían acompañar los textos. Por ejemplo estuvimos presentes en la labor de diseño de los excelentes desplegables que realizó Alberto Luque para la tercera parte de la Guía. Por otra parte, también seleccionamos materiales antiguos sobre los dólmenes que nos fueron facilitados por el propio Centro de Documentación del Conjunto Arqueológico. El segundo de los firmantes de este artículo, Juan Fernández, fue autor de una serie de 14 dibujos originales en los que se recrean diversos paisajes prehistóricos y materiales arqueológicos. En su realización hemos buscado apoyo para familiarizar a los lectores con una información que en ocasiones le resulta ajena o extraña. Por ejemplo, la manera tradicional de representar la cultura material en los artículos y memorias científicas es poco clara y significativa para un lector no advertido de los convencionalismos de los prehistoriadores. Como resultado nuestras imágenes están más próximas a la idea de “bodegones” (Fig. 5) (p.e. figs. pág. 30, 41) que a las planchas al uso en obras y artículos sobre Prehistoria. Un peso gráfico importante, sobre todo en el epígrafe 7.2 de la tercera parte, descansa sobre una serie de imágenes (págs. 102, 147, 148, 150, 151, 152) extraídas del audiovisual “Menga, proceso de construcción” realizado por Bosco Producciones, con el asesoramiento científico de nuestros compañeros del área de Prehistoria, los profesores José Ferrer e Ignacio Marqués. Son, todas ellas, de una alta calidad gráfica e intentan reflejar momentos claves en la hipotética construcción del sepulcro megalítico de Menga (Fig. 6). El profuso apartado fotográfico recoge tanto una amplísima serie de fotografías realizadas específicamente para la obra como otras cedidas, por diversos colegas y amigos, para completar un conjunto gráfico realmente excelente. Concretamente se incorporan un total de 85 fotografías, 39 de las cuales son de temas relacionados con el Megalitismo, la Prehistoria y el Conjunto de los dólmenes, otras 41 son de detalle de los tres sepulcros megalíticos, mientras otras 5 han sido extraídas de archivos históricos fotográficos. De nuevo, el formato de edición ha impedido que las imágenes incorporaran, en su pié, el autor o la procedencia de cada fotografía. Tampoco podemos aquí, dada la prolífica lista, recoger todos los fotógrafos y empresas que aportan documentos en la Guía, por lo que remitimos al lector a la relación que de los mismos se recoge al inicio de la Guía. Por último aprovechamos para recordar que diversos gráficos y mapas (p.e. págs. 22, 23, 24, 25, 28, 36) fueron realizados “ex profeso” por Carmen Jiménez. Son imágenes de formato y contenido sencillo pero muy ilustrativo y facilitaron considerablemente a los autores del texto la exposición del primero de los bloques de la guía.

8. El reparto (títulos de crédito)

El manifiesto posicionamiento de los autores por el enfoque historiográfico asumido en la Guía conlleva, coherentemente, que reconozcamos que la autoría de la guía debe ser, en cualquier caso, compartida. Lo argumentamos de la siguiente manera:

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Primeramente, porque una importante cantidad de colegas nos han ayudado directamente en su realización. Así Bartolomé Ruiz, director del Conjunto de los Dólmenes de Antequera, ha sido el coordinador general de la obra, facilitando que los distintos escenarios que requerían una obra de esta naturaleza, en la que se implicaban tantos investigadores, favorecieran el trabajo en equipo y la imagen corporativa tanto de la Guía como del Conjunto Arqueológico. En esta labor el papel desarrollado también por Rosa Enriquez ha sido determinante, especialmente, porque siempre ha respondido con diligencia a las exigencias de los autores y su criterio ha mejorado, sin lugar a dudas, distintos apartados de la obra. La siempre compleja labor de documentación ha sido desarrollada por Miguel Ángel Checa. Por ejemplo, la segunda parte del libro es claramente deudora de su conocimiento y dominio de la documentación publicada sobre los dólmenes. En este campo, los autores también agradecen los consejos de José Escalante, director del Archivo Municipal de Antequera, sobre el contenido historiográfico y las fuentes que debíamos consultar en la redacción de la obra. El profundo conocimiento que sobre el Megalitismo en general y sobre los dólmenes de Antequera en particular tienen nuestros compañeros del Área de Prehistoria de la Universidad de Málaga, José Ferrer e Ignacio Marqués, que realizaron numerosas actividades en el yacimiento y sus alrededores, está presente, sin duda, en muchos de los enfoques desarrollados en el texto y en la organización definitiva del trabajo. La extraordinaria edición de la obra debe mucho al diseño y la maquetación realizada por Carmen Jiménez. Como resultado, un atractivo volumen que sin abandonar el formato “tipo block” que parece ser propio para una guía de campo, y caracteriza la imagen corporativa de las Guías oficiales de la Red de espacios de Andalucía, presenta un cuidadoso y elegante diseño en el que todos los componentes de la obra se articulan de forma ciertamente armoniosa. Además de los citados, los autores estamos en deuda con todos los hombres y mujeres que se sintieron atraídos por los dólmenes de Antequera y que desde sus posibilidades y sabiduría, durante más de cuatro siglos, se entregaron a su estudio y contemplación. Sabios y eruditos como Rafael de Mitjana, los Hermanos Viera, Manuel Gómez Moreno, Cayetano de Mergelina o Simeón Jiménez Reyna, entre otros, son una buena muestra del corolario tan impresionante de investigadores que engrandecieron este singular yacimiento. Nos sentimos orgullosos de añadir a su talento y esfuerzo esta modesta aportación que se reconoce humilde heredera de una escuela irrepetible de prehistoriadores.

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La dimensión educativa de la Arqueología Paloma González Marcén ı Centro de Estudios del Patrimonio Arqueológico (CEPAP). Universidad Autónoma de Barcelona. paloma.gonzalez@uab.es

1. Sobre la vocación social de la Arqueología

Hace ya unos cuantos años, Ranuccio Bianchi Bandinelli (1982: 33) advertía, en referencia a la vinculación de la investigación arqueológica con las expectativas y necesidades de la sociedad contemporánea, que resultaba necesario “establecer una relación positiva entre la arqueología y nuestra cultura actual. Pues, si no existiera tal relación, deberíamos llegar a la conclusión de abandonar este género de estudios, como ha sucedido con otras disciplinas e investigaciones que en tiempos estuvieron en auge.” Más de veinte años después, otro arqueólogo italiano, Daniele Manacorda, daba continuidad a la misma argumentación y afirmaba que “la duración (de la disciplina arqueológica) dependerá también de la imagen que de la arqueología tenga la sociedad del futuro, y esta imagen dependerá, en buena medida, de los propios arqueólogos” (2004: 139). En las dos décadas transcurridas de una cita a la otra se han producido cambios profundos en los objetivos, las metodologías, el marco legislativo, la estructura profesional y el contexto cultural de la arqueología, que, con diferentes ritmos y singularidades, han adquirido una dimensión global y han creado nuevos campos de reflexión y de actuación. Entre ellos, la mayor concienciación de la disciplina arqueológica de su papel social unida a las demandas de una mayor transparencia del quehacer científico, la creciente presencia –no pocas veces conflictiva– de la arqueología preventiva y de urgencia en pueblos y ciudades así como la inserción de museos y conjuntos patrimoniales en el mercado del ocio han impulsado la apertura de la investigación arqueológica y prehistórica al público no especializado (Merriman 2004). Volviendo a nuestras citas iniciales y haciendo uso de los conocidos términos que empleaba Francis McManamon (2000), ¿en qué estriba el mensaje que transmite o debería transmitir la arqueología para generar de sí misma una imagen positiva y quiénes son o tendrían que ser sus mensajeros? Actualmente, los “mensajes” que proyectan las iniciativas divulgadoras de la arqueología, están, sin duda, en consonancia con las directrices que marcan acuerdos internacionales y códigos deontológicos de la profesión que se han ido perfilando desde la década de los 90 del pasado siglo, como la Carta Internacional para la Gestión del Patrimonio Arqueológico elaborada por ICOMOS (ICOMOS 1990) en la cual se menciona el acceso y uso público del patrimonio arqueológico en el marco de los programas de su gestión integral o los códigos deontológicos de la Sociedad Americana de Arqueología (SAA, 1996) o de la Asociación de Arqueólogos Europeos (EAA, 1997; 2009) que mencionan la necesidad de información pública sobre el patrimonio arqueológico y la investigación arqueológica como exigencia y a la vez, necesidad, para su protección. Si tomamos como referencia la Convención de La Valletta de 1992 para la protección del patrimonio arqueológico, en su artículo 9, dedicado a la “promoción de la concienciación pública”, se insta a las partes signatarias “to conduct educational actions with a view to raising and developing an awareness in public opinion of the value of the archaeological heritage for understanding the past and of the threats to this heritage; to promote public access to important elements of its archaeological heritage, especially sites, and encourage the display to the public of suitable selections of archaeological objects” (Council of Europe, 1992). Es decir, el valor fundamental de la arqueología radicaría en que posibilita comprender el pasado, sobreentendiendo que el acceso público al patrimonio arqueológico (mueble e inmueble) es un mecanismo prioritario en este proceso, y que la concienciación de las amenazas que corre el patrimonio es la consecuencia de la interiorización de ese valor. Se parte, pues, de la premisa de que éste no es evidente, que se trata de un valor cultural en el que se ha de educar y que las claves para entenderlo como tal reside en que aquellos que pueden descodificar los restos arqueológicos lleven a cabo “acciones educativas”. Sin embargo, frecuentemente se comete un error de simplificación cuando se presenta este proceso como una cadena de secuencia automática: transmisión de información –comprensión del pasado– valoración del patrimonio arqueológico. Ni la divulgación de los resultados de la investigación arqueológica implica necesariamente que se comprendan las interpretaciones que se formulan sobre el pasado, ni mucho menos que esa eventual comprensión se transforme directamente en valoración por parte de las personas ajenas a la investigación y la gestión patrimonial. Numerosos ejemplos nos muestran que el acceso a la información, siendo una condición necesaria, no resulta suficiente para generar la cultura generalizada de apreciación y respeto que se persigue. 497


Decía el ecólogo Ramón Folch (1998: 55) a propósito de la creación de lo que él denomina cultura del ambiente que “el conocimiento no es necesariamente cultura. La cultura es conocimiento en complicidad supeditado a una escala de valores convenida”. En España y en el campo de la divulgación arqueológica este concepto de “escala de valores convenida” apenas se contempla en sus premisas de partida. De hecho, desde la profesión y la administración, la principal estrategia para crear valores comunes en relación al patrimonio arqueológico se ha ido perfilando en términos de turismo cultural, que, en el marco de una sociedad caracterizada como “del ocio”, habría de propiciar el desarrollo económico local como mecanismo para construir un sentimiento de apreciación hacia los bienes culturales (González Méndez, 2000). Por consiguiente, fuera de las aportaciones que detallan esta aportación del patrimonio arqueológico al desarrollo local, regional o nacional en términos de su vinculación al turismo cultural (AA.VV., 2000; Pérez–Juez, 2006; Ballart y Juan–Treserras, 2007), apenas contamos en la arqueología española con reflexiones y propuestas que traten sobre los objetivos y los mecanismos de interacción de la investigación arqueológica y la administración del patrimonio con la sociedad civil, y aún menos con el público escolar y no escolar en términos de la construcción cultural, exceptuando aquellas que proceden de la investigación didáctica y, ocasionalmente, la museológica (Pastor, 2004; Santacana y Serrat, 2005; Calaf, 2009; Martín y Cuenca, 2009). Así pues, resulta cuando menos chocante que, en nuestro país, la profesión arqueológica considere que su rentabilidad social reside prioritariamente en el potencial turístico del patrimonio, y no haya abogado de una forma más decidida y reflexiva por la educación, especialmente la enseñanza reglada, como arena de creación de esa cultura compartida, de esa relación positiva, entre el conocimiento arqueológico y la sociedad en el que se inserta. En contraposición, la arqueología anglosajona y europea cuenta con un amplio repertorio de publicaciones que analizan el papel de la educación en el marco de la divulgación arqueológica (Stone y MacKenzie, 1994; Smardz y Smith, 2000; Henson et al., 2004; AA.VV.,2004) Colley et al., 2005; Marquet et al., 2006; Jameson y Baugher, 2007; Hodder y Doughty, 2007). Porque si bien son múltiples las iniciativas, muchas de ellas de gran calidad formal, etiquetadas como educativas y dirigidas frecuentemente al público escolar, la gran mayoría de ellas se caracterizan por una dinámica unidireccional entre los conocimientos establecidos como correctos y el alumnado y el público escolar y no especializado, al cual le es otorgado un papel de recepción pasiva con una escasa elaboración de estrategias de interacción (Cuenca y Estepa, 2006; Estepa et al., 2007; Martín et al., 2008). Por el contrario, la arqueología anglosajona y, muy especialmente, la norteamericana y australiana ha asumido desde hace años la necesidad de propiciar prácticas arqueológicas y patrimoniales participativas desde un contexto específico de conflicto socio–cultural con las poblaciones indígenas de sus territorios y, sin abandonar la rigurosidad de la investigación, han desarrollado estrategias de colaboración con estas comunidades, con acierto y fortuna diversa, mediante propuestas que defienden un concepto de ciencia aplicada a la arqueología (Schackel y Chambers, 2004). Actualmente, los proyectos y debates teóricos que abordan las relaciones entre arqueología (desde la investigación a la difusión) y sociedad se han multiplicado y una ojeada los últimos volúmenes de revistas internacionales de referencia evidencia que se considera un tema relevante de discusión y reflexión, en absoluto periférico al quehacer disciplinar (Dawdy, 2009; Chirikure y Pwiti, 2008). Por su parte, y desde una perspectiva europea, el arqueólogo alemán Cornelius Holtorf (2007), en respuesta a la pregunta de cómo la arqueología y su comunicación puede servir mejor a la sociedad que se inserta en un estado democrático, plantea la necesidad que las disciplinas académicas, y muy concretamente la arqueología, “escuchen” las demandas y las necesidades de la comunidad no científica y las incorporen en sus proyectos de investigación y divulgación. En esta línea, el reconocimiento del papel que puede desempeñar la educación patrimonial como herramienta para dinamizar la integración social y la transmisión de valores se ha visto finalmente concretado en el documento del Consejo de Europa Framework Convention on the Value of Cultural Heritage for Society, firmado en Faro (Portugal) en el año 2005 (Council of Europe 2005). Este documento no sólo demanda, en su artículo 13a, el compromiso de “facilitate the inclusion of the cultural heritage dimension at all levels of education, not necessarily as subject of study in its own right, but as fertile source for studies in other subjects”, sino que además presenta tres valores innovadores asociados al patrimonio cultural: la diversidad, los derechos culturales y la coexistencia pacífica y democrática. De este modo, el patrimonio cultural ya no ha de ser simplemente considerado como una riqueza heredada para ser apreciada y disfrutada, sino que se trata eminentemente de una expresión de derechos que deben ser reconocidos en toda sociedad democrática.

2. ¿Divulgar o educar?

Una búsqueda en Internet que asocie los términos de arqueología y escuela o educación nos permite reconocer la existencia de una abundante oferta de actividades y propuestas que han surgido como resultado de dos procesos 498


paralelos que ha experimentado la arqueología en general, y, particularmente, la española, en estos últimos años: una creciente actividad de presentación de los yacimientos arqueológicos y de reformulación de las instituciones museísticas y, por otro lado, la irrupción de iniciativas de perfil empresarial vinculadas a la gestión del patrimonio arqueológico. Así, cuando rastreamos las causas de esta creciente disponibilidad de actividades escolares relacionadas con la arqueología, y muy especialmente con la arqueología prehistórica, encontramos como término común a todas ellas el concepto de rentabilización en sus muy diversas acepciones. Por una parte, la organización de actividades educativas dirigidas primordialmente, aunque no exclusivamente, al público escolar se encuadra en una filosofía general de dotar de rentabilidad social tanto a los trabajos de investigación arqueológica como a los propios elementos constitutivos de ese patrimonio arqueológico descubierto o recuperado. Sin duda, la existencia de usuarios resulta imprescindible para culminar el proceso de presentación arqueológica y patrimonial y dotar de sentido a las inversiones económicas, mayoritariamente procedentes del sector público, destinadas a la renovación de museos y la adecuación de los yacimientos arqueológicos a la visita pública. Por otra parte, al aumento de la demanda de este tipo de actividades por parte de los centros escolares ha sido receptivo el creciente sector privado de la arqueología profesional en su búsqueda de nuevas cuotas de mercado. Actualmente, numerosas empresas de arqueología han ampliado su abanico de servicios a la organización de actividades para grupos escolares e incluso otras se han creado principalmente con este objetivo1. Desde el ámbito educativo, el éxito de estas actividades para público escolar reside en la confluencia de diversos factores (Prats, 2001). De forma genérica, se entronca tanto con la generalización de metodologías didácticas que potencian la realización de actividades fuera del aula como herramienta de estímulo y refuerzo para los diversos contenidos que se imparten, como con la posibilidad que ofrecen al profesorado de profundizar en temas especializados que complementan el currículo básico de los diferentes niveles educativos preuniversitarios. A estas dos variables se han de añadir los rasgos específicos de las propuestas didácticas relacionadas con la arqueología y la prehistoria, que consiste tanto en el atractivo que ejercen sobre el alumnado como a su dinámica operativa, basada mayoritariamente en actividades manipulativas (talleres de realización de útiles u objetos, simulaciones de los procesos de investigación arqueológica, etc.) o empáticas (teatralizaciones, narraciones, etc.). Todo ello, siguiendo a Joaquim Prats, en el marco de una mayor calidad de las instalaciones patrimoniales unida a la creciente sensibilidad conservacionista en los sectores profesionales de la cultura y la educación. De forma paralela a esta multiplicidad de ofertas, y algo más ocultos en Internet, son abundantes los centros escolares que han ido incorporando a sus proyectos docentes actividades relacionadas con la prehistoria, la arqueología y el patrimonio material2. En la mayoría de ocasiones se trata de actividades relacionadas con su entorno inmediato y que cuentan, en ocasiones, con el apoyo de la administración y los museos locales. A diferencia de las ofertas públicas o privadas a centros educativos, las experiencias que se desarrollan desde las propias escuelas o institutos tienen unos objetivos netamente diferentes. Así como en los primeros el énfasis de las actividades con grupos de alumnos reside en la divulgación (científica, histórica, patrimonial), es decir, en dar a conocer (un conjunto patrimonial, los resultados de una investigación, una metodología científica), en los proyectos escolares en torno a la arqueología y la prehistoria, la formación constituye su eje central, es decir, la aportación de contenidos sustantivos, competencias instrumentales y valores sociales a la formación integral del alumnado en el marco de un proyecto global de enseñanza–aprendizaje. Claramente, los objetivos y contextos de la investigación y la mediación arqueológica en el ámbito de museos o conjuntos patrimoniales visitables no son idénticos a los que guían las experiencias escolares. Sin embargo, tanto la una como la otra deberían beneficiarse y enriquecerse de la práctica educativa escolar para desarrollar estrategias comunicativas y formativas que doten de inteligibilidad y de relevancia a la investigación histórica y prehistórica.

3. Por una pedagogía de la Arqueología

Hace unos años, Jorge Wagensberg (1998) proponía una hipótesis por la cual mantenía que el mejor método didáctico para la transmisión de los conocimientos científicos es el propio método de investigación. Argumentaba que la clave para atraer y hacer partícipe al público no especializado de los conocimientos y las interpretaciones procedentes

1. Por ejemplo, veáse Andalucía Educativa (2002). 2. La existencia de circuitos disciplinares rígidamente diferenciados para la investigación arqueológica y para la investigación educativa comporta, con excepciones (cf. Ruiz Zapatero 1995), una ignorancia mutua de sus respectivos resultados y reflexiones en torno a la educación patrimonial y la didáctica de la (pre)historia. Una amplia serie de ejemplos de estas experiencias educativas pueden consultarse en los diversos seminarios de Arqueología y Enseñanza organizados por la Universidad Autónoma de Barcelona (cf. www.uab.cat/cepap) o, desde una perspectiva europea, en el informe final del proyecto HEREDUC. Heritage Education realizado en el marco del programa Sócrates de la Unión Europea (cf. www.hereduc.net).

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de la investigación científica es la interiorización de los mecanismos que conducen desde la observación a la teoría y viceversa y que, por lo tanto, los mejores didactas de una ciencia deberían ser sus mejores conocedores, es decir, la comunidad científica. Ni que decir tiene, y el propio Wagensberg así lo reconocía, lo atrevido de la propuesta y la lógica controversia que ésta había levantado entre pedagogos y didactas. Ciertamente, existe una amplia bibliografía que argumenta la necesidad de una reflexión y práctica que necesariamente ha de intermediar entre los investigadores y los escolares o el público no especializado para transmitir los conocimientos científicos y disciplinares (Benejam, 1999; Hernández Cardona, 2005). Sin duda, el trabajo interdisciplinar entre investigadores, museólogos y educadores en los proyectos de divulgación científica y, más concretamente, de presentación patrimonial y de transmisión del conocimiento arqueológico, debería hacerse cada vez más patente. No obstante, haría falta profundizar en un aspecto de la polémica suscitada por Wagensberg que quizás podría quedar oscurecido por debates sobre competencia disciplinar. Me refiero a la apuesta que se hace por entender la transmisión de conocimientos no como producto sino como proceso, entendido éste como método de conocimiento y, en nuestro caso concreto, como método arqueológico. De hecho, tanto en la enseñanza reglada como en las propuestas de divulgación generalistas se ha adoptado frecuentemente esta perspectiva mediante la estrategia de simulación de procesos de investigación o de descubrimiento guiado con el propósito de acercar el método de investigación o un segmento de éste a los escolares (Pozo et al., 1989). Este acercamiento es el que, frecuentemente de forma intuitiva, se muestra en la multiplicidad de instalaciones museográficas o talleres escolares en torno a simulaciones de estratigrafías o excavaciones arqueológicas y que conforman una parte importante de las ofertas didácticas existentes. El aprovechamiento educativo de estas instalaciones es muy variable, ya que abarcan desde actividades de visualización pasiva atendiendo a las explicaciones de guías o monitores o búsquedas frenéticas de “tesoros” en cajones de arena, hasta propuestas didácticas profundamente estructuradas que se orientan a que quien participe se inicie en la sistemática, la sintaxis y la semántica del lenguaje arqueológico (Adzerias y Morelló, 2002; Bardavio y González Marcén, 2008). En nuestro ámbito cultural, la lectura y la escritura conforman la base sobre la cual se construyen los modelos de enseñanza–aprendizaje relacionados con el conocimiento, análisis y reflexión sobre la realidad. Y en nuestra educación reglada el acercamiento a los elementos materiales de nuestro entorno generalmente se ciñen a la formación artística, que encauza la creatividad, y a la formación tecnológica, que promueve la inventiva. Sin embargo, la tradición pedagógica es escasa en lo que se refiere a entender que el mundo material –es decir, nosotros mismos y nuestro entorno– requiere y posibilita también un ejercicio de lectura y que su manejo escribe e ilustra formas de entender, de habitar y de actuar en ese mundo; y, por añadidura, a lo largo de toda la historia de la humanidad y en todas sus formas culturales, ya que, necesariamente, la existencia de todas ellas se ha desarrollado en y mediante elementos materiales. La Arqueología ha sido la disciplina que se ha ocupado históricamente en trabajar con el significado de los objetos en el tiempo y ha desarrollado teorías, métodos y técnicas específicas para analizarlos y comprenderlos. Aunque se la asocia tradicionalmente al estudio de los períodos para los que no contamos con documentación escrita o para los que ésta es escasa, la Arqueología, especialmente en las últimas décadas, muestra un amplio abanico de modos de análisis de la cultura material, aplicable desde la tan lejana prehistoria hasta nuestro mundo contemporáneo. No obstante, los maestros aun cuando ven la arqueología como una herramienta didáctica útil para desarrollar ciertas habilidades de aprendizaje, la gran mayoría tienen un conocimiento superficial de las teorías, metodologías y técnicas de la arqueología moderna de forma que el resultado de su uso en el aula habitualmente es poco representativo de su potencial heurístico y, por supuesto, también didáctico. En este contexto, la responsabilidad de la dislocación entre investigadores–maestros recae en gran medida en los primeros, dada la ausencia de sintonía de sus objetivos y de sus fórmulas comunicativas en relación al contexto escolar. Resulta fundamental, por tanto, promover desde los ámbitos disciplinares de la Arqueología un conocimiento más profundo de su potencial educativo por parte, tanto del colectivo de docentes como de los responsables de las políticas culturales y educativas. Pero para ello no basta la organización de charlas puntuales de actualización para el profesorado que tengan como fin exclusivo la presentación de los últimos avances científicos sin tener en cuenta los aspectos pedagógicos que se puedan derivar de ellos, ya que los educadores buscan medios para estimular el desarrollo educativo más que los elementos sugerentes propios de la investigación prehistórica y arqueológica. De hecho, los intentos de formación del profesorado sin tener la referencia de las prioridades de los educadores lo único que puede provocar es la confirmación, para ciertos sectores de enseñantes, que la Arqueología no tiene ningún papel relevante en los currículos escolares y, en consecuencia, no tiene tampoco un papel relevante, sino simplemente anecdótico, en la formación básica y universal que proporciona la escolaridad obligatoria (Zimmerman et al., 1994). En definitiva, una presencia cuantitativa y cualitativamente más relevante de la Arqueología, la Prehistoria y el patrimonio histórico en las prácticas educativas preuniversitarias pasa por una planificación a medio y largo plazo en la que no sólo la formación inicial y permanente del profesorado desempeñe un papel central sino que, matizando la propuesta que hiciera Jorge Wagensberg, investigadoras e investigadores se impliquen decididamente en la educación 500


preuniversitaria, como, por ejemplo, proponiendo actividades a las asociaciones de padres y madres de las escuelas, a los consejos escolares, al profesorado, asesorando a los centros de recursos del profesorado, tutorizando a alumnado de bachillerato, promoviendo la participación de maestros y profesores de educación secundaria en las campañas de excavación, etc.; o, de forma más estructural, participando en los comités de expertos para la elaboración de los currículos preuniversitarios o activando líneas de investigación aplicada entre los departamentos de Prehistoria y Arqueología y las facultades de educación3.

4. La relevancia educativa de la Prehistoria

Acercarse al mundo de la educación implica no sólo un ejercicio de actualización de los conocimientos metodológicos y sustantivos del profesorado sobre la arqueología y la prehistoria, sino también escuchar, parafraseando a Holtorf, las demandas que desde la escuela se plantean a nuestra disciplina. Afortunadamente, la enseñanza preuniversitaria, especialmente en sus etapas obligatorias –la educación primaria y la educación secundaria obligatoria–, tiene hoy por hoy como objetivo fundamental no ya el conocimiento enciclopédico, sino la formación integral de las personas en un sentido amplio, tanto de contenidos disciplinares e instrumentales como de actitudes y valores. Por ello, es en la escuela donde se recogen, en gran medida, las preocupaciones y debates que conforman la sociedad contemporánea y donde se procura dotar a niños, niñas y jóvenes de instrumentos intelectuales para hacerles frente en su vida adulta. De hecho, hoy en día, las escuelas ya no son consideradas como meras transmisoras de conocimientos, sino como el contexto primero y principal de aprendizaje social fuera del ámbito familiar. Por ello, una presencia significativa de la arqueología y la prehistoria en las aulas se configura como la condición sine quae non para construir una relación positiva entre nuestra disciplina y la sociedad, tal como planteaba Bianchi Bandinelli. No obstante, las que tenemos o hemos tenido hijas o hijos en edad escolar hemos podido comprobar con cierto desánimo el escaso tratamiento de la Arqueología y la Prehistoria en el currículo tanto de la Educación Primaria como de la Educación Secundaria Obligatoria, limitado, en la mayoría de los casos, a servir como prólogo a los temas de historia y, que, en el mejor de los casos, va acompañado de una o dos visitas a museos o yacimientos de o cercanos a la localidad. Sin lugar a dudas se trata de un muy pobre bagaje teniendo en cuenta que para gran parte de los jóvenes ciudadanos será éste, no sólo el único contacto que tendrán con el patrimonio arqueológico y con aquél pasado del cual es documento irremplazable, sino también será la experiencia escolar que condicionará la opinión y el concepto que tendrá de éste en su futuro como adulto. Ante esta tesitura resulta necesario, además de diseñar la oferta de museos y conjuntos patrimoniales de modo que se ajuste tanto a las exigencias curriculares escolares como a generar un recuerdo positivo y lúdico de estas visitas (Santacana, 2005), reflexionar, desde la investigación arqueológica y prehistórica, sobre cómo incrementar su presencia en los centros educativos y cuáles son los mecanismos para llevarlo a cabo. Llegados a este punto hemos de retomar el concepto de relevancia al que hacía referencia anteriormente y que junto al concepto de inteligibilidad deberían constituir, a mi parecer, las piedras angulares de la práctica comunicativa escolar y no escolar de la Arqueología y la Prehistoria. Ciertamente, el concepto de relevancia en el tema que nos ocupa –la arqueología y la prehistoria– puede ser objeto de múltiples lecturas, desde un conjunto de resultados, altamente especializados, de un proyecto de investigación que comporte una modificación sustantiva de una determinada interpretación histórica, hasta un monumento significado ideológicamente por un determinado régimen político. Sin embargo, si el objetivo consiste en la creación de culturas compartidas por medio de la escuela, deberíamos atender a otro tipo de relevancia en sintonía con lo que la investigación en didáctica de las ciencias naturales y sociales denomina “cuestiones socialmente vivas” o “temas controvertidos”. Con estos términos se hace referencia a incorporar a las aulas temas de debate de actualidad general desde una perspectiva eminentemente interdisciplinar, estructurada en torno a la participación del alumnado y fundamentada en las aportaciones de las ciencias y en el manejo de fuentes de información primarias. ¿Puede aportar la investigación arqueológica y prehistórica argumentos para estas cuestiones socialmente vivas? Así debería ser si creemos que existe una relación positiva, es decir de enriquecimiento cultural y científico, entre estas disciplinas y la sociedad en la que se desenvuelven. Ahora bien, necesitan que se formulen no en términos disciplinares sino en relación a cuestiones interdisciplinares de significación social. Frecuentemente, la razón de ser, casi única, de la Prehistoria se define en términos de la Antropología filosófica como búsqueda de la definición de la naturaleza humana o como procedimiento de construcción/deconstrucción de las narrativas sobre los orígenes

3. Una larga y detallada lista de niveles y posibilidades de implicación de investigadores en la educación preuniversitaria puede consultarse en BSCS (2008).

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(de las desigualdades sociales, del estado, de la religión, del arte, etc.). Sin embargo, una reflexión sobre nuestra propia investigación, como la que se muestra, a modo de ejemplo, en la tabla siguiente (Tab. 1), puede mostrar que muchos de los aspectos que tratamos desde una perspectiva disciplinar pueden formar parte de discursos argumentales sobre cuestiones relevantes cultural y socialmente, tanto para adultos, como para jóvenes, niñas y niños.

CUESTIONES SOCIALMENTE RELEVANTES

ARGUMENTOS ARQUEOLÓGICOS

¿Son inevitables las guerras?

Los conflictos por los recursos

¿Cómo conviven diferentes culturas?

Migraciones y aculturación

¿Cuáles son los roles sociales de mujeres y hombres?

La organización de las sociedades cazadoras-recolectoras

¿Qué nos aportan los cambios tecnológicos?

La aparición de la escritura

Tabla 1. Preguntas relevantes y argumentos arqueológicos con los que trabajar.

Si todas estas cuestiones de relevancia general pueden recibir aportaciones sustantivas desde la investigación arqueológica y prehistórica, también ocurre en aquellas cuestiones para las cuales al alumnado se le plantea la resolución de problemas históricos y arqueológicos concretos como estudios simulados de caso o investigaciones reales guiadas (Bardavio y González Marcén, 2003). También este modelo de actividad se ha trasladado con éxito en toda Europa a talleres educativos para escolares y adultos tanto en museos como en conjuntos arqueológicos adaptados para la visita pública (Adzerias y Morelló, 2002). Pero sin duda, este mismo planteamiento adquiere su mayor grado de relevancia cuando el problema histórico plantea cuestiones que implican vivencialmente al alumnado. En esta línea de propuestas, la Arqueología cuenta con un gran potencial, ya que, a diferencia de lo que sucede con la documentación procedente de archivos o hemerotecas, el entorno material de los propios escolares puede convertirse –y de hecho es– información histórica. El patrimonio histórico y arqueológico local se conforma como punto de encuentro del centro educativo y la comunidad dónde éste se encuentra inserto, tanto en sentido amplio, cómo puede ser el barrio, el municipio o la comarca, como en su plasmación física concreta (un edificio, un camino, un resto arqueológico). Esta cualidad del patrimonio material, permite vincular actividades de enseñanza–aprendizaje regladas con acciones de divulgación extraescolar y de implicación del alumnado en los problemas –medioambientales, urbanísticos, de servicios sociales y culturales– de su entorno más próximo mediante el seguimiento y/o participación del alumnado tanto en el proceso de la investigación arqueológica, como en el ciclo completo de la gestión patrimonial que incluye la conservación, protección y difusión de determinados conjuntos emblemáticos (Bardavio et al., 2003). La relevancia y el valor de cada lugar arqueológico no vienen así dados unilateralmente, sino que se genera un valor compartido por investigadores, administración y alumnado y que, por diseminación capilar, puede alcanzar a las familias y a la globalidad de la comunidad. Estas acciones se encuadran en la denominada “educación en valores” (Benejam, 1985) que en nuestro entorno educativo apenas está presente en el que se refiere a la potencialidad didáctica del patrimonio material (Estepa et al., 1998). Por el contrario, las tradiciones francesa y anglosajona, con un más largo recorrido de incorporación de la formación para la ciudadanía en sus currículos, son frecuentes las experiencias escolares dentro de este ámbito que se fundamentan en el papel central del patrimonio arqueológico, formando parte de programas educativos orientados a fortalecer la relación entre alumnado y comunidad y, de forma específica, en contextos escolares multiculturales (Gran–Aymerich y Gran–Aymerich, 1996; Connolly, 2000; Moe, 2000). Todos estos planteamientos (las cuestiones socialmente vivas, los estudios de caso o el patrimonio local) tienen como factor común la necesidad de contar con una información primaria amplia, detallada y actualizada; no resulta posible plantear ningún proyecto de profundización y valoración de la investigación prehistórica y del patrimonio arqueológico si el profesorado no cuenta con los medios fundamentales (es decir, las fuentes informativas, las teorías interpretativas, etc.) para llevarlos a cabo. Como se remarca en el reciente informe de la Historical Association del Reino Unido en referencia a los programas articulados en torno a la historia emotiva (AA.VV., 2007), ésta sólo es posible si se mejora el tipo y calidad de los recursos disponibles para posibilitar a los centros educativos introducir un currículo más variado y relevante para su alumnado.

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Ello requiere la planificación de acciones educativas sistemáticas y la elaboración de materiales didácticos de calidad, diseñadas en común por educadores e investigadores, en los que el conocimiento de la prehistoria y la arqueología no sea un fin en sí mismo, sino un instrumento para la comprensión crítica de y la participación en la sociedad contemporánea. La expresión óptima de esta línea de actuación se mostraría en aquellos proyectos de investigación en los cuales su dimensión educativa (no solamente la divulgativa) forma parte del diseño inicial de su desarrollo incorporando en el equipo de trabajo arqueólogos con formación en didáctica o especialistas en didáctica del patrimonio (Moser et al., 2002).

5. Modelos y experiencias: la diseminación como objetivo

No cabe duda de la existencia en nuestro país de experiencias educativas singulares centradas en la prehistoria, la arqueología y el patrimonio histórico que han puesto en práctica éstas y otras estrategias y planteamientos como los que han ido comentando a lo largo de este texto. También es bien conocida la presencia mediática y el atractivo de determinados proyectos de investigación o conjuntos patrimoniales, que, debido a su popularidad, atraen a miles de visitantes, tanto escolares como no escolares, y promueven el consumo de productos culturales relacionados. Sin embargo, el desarrollo de la dimensión educativa de la prehistoria y la arqueología no ha de tener como objetivo único la divulgación puntual, por muy exitosa que ésta sea –bien en términos cualitativos o bien en términos cuantitativos– sino la diseminación general y básica de los instrumentos analíticos, las perspectivas históricas y los valores sociales que pueden aportar al conjunto de la ciudadanía, especialmente a sus sectores más jóvenes. En 2008 la Oficina para la Educación Científica del gobierno federal de los Estados Unidos encargó un informe para facilitar la implicación de los investigadores en la activación de la presencia de la ciencia entre los estudiantes preuniversitarios, los centros escolares y público no especializado (BSCS, 2008). Con él se pretende mostrar al colectivo de investigadores sus posibilidades y responsabilidades para contribuir, desde su formación especializada, en la mejora del nivel educativo del país, y, al tiempo, promover un acercamiento crítico y participativo tanto de escolares como de la ciudadanía en general al conocimiento científico. Sus propuestas no se limitan a plantear la conferencia divulgativa como estrategia de comunicación, cuya efectividad es claramente limitada (Simmoneaux et al., 2005), sino que detallan toda una serie de posibles acciones colaborativas que se sustentan, básicamente, en la implicación directa de los investigadores tanto en la planificación y desarrollo de programas educativos como en el trabajo en común con los docentes. En nuestro país, en el campo de la Arqueología y la Prehistoria, apenas existe una tradición de estas características más allá de las mencionadas charlas divulgativas o las más o menos frecuentes jornadas de puertas abiertas de conjuntos arqueológicos. Incluso podría decirse que existe una cierta escisión entre los conjuntos patrimoniales y la investigación prehistórica, ya que el modelo divulgativo más generalizado de la Arqueología se fundamenta en la visualización de yacimientos inactivos desde el punto de vista de la investigación, bien porque se trate de conjuntos o áreas de ellos ya excavadas, bien porque, en el mejor de los casos, se visiten cuando no se está realizando trabajo de campo. Apenas se fomenta la comunicación in situ con los equipos de investigación ni la posibilidad de un seguimiento directo de los procesos de tratamiento de los datos, así como tampoco se plantea, para los estudiantes de más edad o para los propios docentes, fórmulas de seguimiento de los proyectos de investigación arqueológica. Sin embargo, el hecho de esta escasa tradición no implica que este tipo de acciones colaborativas no sean factibles ni que, como quizás parte del colectivo de científicos y conservadores pueda temer, resulten un factor distorsionador en el proceso de investigación o en la integridad y preservación de los conjuntos arqueológicos. Sin embargo, sí que requieren, en primer lugar y desde de la investigación, una reconsideración en profundidad sobre qué papel debe desempeñar el estudio de la prehistoria y la arqueología en nuestra sociedad actual y de cuáles han de ser los mecanismos de su relación con ella; y, en segundo lugar, desde de la administración arqueológica, incorporar y fomentar la educación patrimonial como una línea de central de sus políticas culturales. No resulta suficiente, aunque sea ciertamente necesario e indispensable, la creación de departamentos de didáctica en museos y conjuntos patrimoniales, sino que se debería asumir la educación en el patrimonio cultural como una parte consustancial tanto de su gestión como de su investigación, tal como se ha incorporado totalmente en el ámbito del patrimonio natural, bajo la etiqueta de educación ambiental. En el ámbito de la gestión medioambiental ya hace años se está en camino de un trabajo colaborativo, tal como se desprende, por ejemplo y sin ir más lejos, del documento del año 2006 en el cual se presenta la Estrategia Andaluza de Educación Ambiental4 y donde se plantean más

4. http://www.eadea.org/ (consultada mayo 2010).

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de 200 objetivos desde una perspectiva de cooperación e imbricación de todos los agentes implicados en la investigación, protección, conservación y disfrute del patrimonio, en este caso, natural, pero que fácilmente podrían aplicarse al patrimonio histórico y arqueológico. Un modelo de diseminación estructurada y sistemática de la prehistoria desde la administración del patrimonio histórico y arqueológico es el que, desde hace décadas, se viene llevando a cabo por English Heritage, la agencia estatal inglesa de gestión del patrimonio histórico, que plantea como sus objetivos la protección, la promoción, la investigación y la comprensibilidad del patrimonio histórico del país5. Por tanto, una de sus principales secciones es un servicio educativo que se estructura en torno a cuatro ejes principales de actuación: la gestión y activación de visitas a yacimientos y conjuntos históricos con el soporte de materiales didácticos, guías y actividades divulgativas, la elaboración de materiales genéricos para el alumnado y el profesorado centrados en la educación patrimonial, la divulgación de proyectos escolares y la atención directa a los centros educativos y, finalmente, el impulso, soporte y difusión de proyectos escolares y no escolares en torno al patrimonio. Así pues, la labor de esta sección de English Heritage se centra no sólo en promover la visita y la valoración de conjuntos patrimoniales de todo el arco cronológico –desde yacimientos paleolíticos hasta conjuntos arquitectónicos del siglo XX– , sino, en general, en promover lo que se denomina historic environment (el entorno histórico) como fuente de conocimiento y aprecio. Para el servicio educativo de English Heritage, la escuela es el lugar estratégico para diseminar esta noción del patrimonio histórico, junto con los llamados proyectos de comunidad mediante los cuales se busca la implicación de asociaciones culturales, grupos de vecinos y entidades cívicas en la defensa y promoción activa del patrimonio histórico. Así como en el caso inglés, la administración estatal desempeña un papel fundamental, el fomento sistemático y estructurado por parte de las administraciones locales de la educación patrimonial en el ámbito escolar proporciona numerosos ejemplos de diseminación social de la Prehistoria, la Arqueología y el patrimonio histórico. El programa italiano de adopción escolar de monumentos resulta especialmente destacable tanto por la filosofía que lo inspira como por la dimensión cuantitativa y cualitativa que ha adquirido. Este programa tiene su origen en el proyecto del mismo nombre iniciado en Nápoles en 1992 y que se ha ido llevando a cabo de forma ininterrumpida desde entonces. Actualmente forman parte de este programa (Rete Nazionale) centros de educación primaria y secundaria de más de 200 municipios de toda Italia. Desde el punto de vista organizativo, la participación de un centro en la red ha de tener el apoyo de la administración local correspondiente y las entidades que ésta designe (museos, universidades, delegaciones de la administración de cultura, asociaciones culturales, etc.) mientras que la coordinación general recae en la Fundación Napoli Novantanove. Desde el punto de vista del contenido del proyecto en cada centro educativo hay unos objetivos y una metodología general establecida que pueden resumirse en esta declaración de intenciones: “adottare un monumento non significa solo conoscerlo ma anche prenderlo sotto tutela spirituale e dunque sottrarlo all’oblio e al degrado, averne cura, tutelarne la conservazione, diffonderne la conoscenza, promuoverne la valorizzazione”6. El énfasis en el valor cívico y socio–cultural del programa nace de su propio contexto de inicio, la ciudad de Nápoles, donde los objetivos iban más allá de dar a conocer elementos patrimoniales poco conocidos o en mal estado de conservación, para convertir esta “reapropiación” del patrimonio en una forma de vinculación (y compromiso) entre la comunidad y su entorno cercano (Stampa 2004). Esta dimensión cívica y política resulta especialmente evidente en ciudades como Palermo (Sicilia), donde la adopción escolar de monumentos se plantea como una reconquista ciudadana de espacios y conjuntos patrimoniales usurpados, degradados o destruidos a consecuencia de la presencia de la Mafia en la región (Schneider y Schneider 2003). Con este proyecto italiano resulta evidente que, aunque con frecuencia la noción de patrimonio se asocie exclusivamente con el pasado y la conservación, el significado colectivo que pueden adquirir los bienes patrimoniales se relaciona fundamentalmente, sí así se gestiona, con la expectativa y la construcción de (mejores) futuros posibles. Del mismo modo, la escisión de la investigación especializada sobre el pasado lejano y la educación básica de la infancia y la juventud del presente se puede tornar en relación positiva, si se dota de relevancia inteligible a la teoría y práctica arqueológica. En cualquier caso, desactivar estas dicotomías para promover la dimensión educativa de la Arqueología y la Prehistoria no es una tarea que pueda ni deba emprender en solitario la comunidad educativa, sino que requerirá de la participación continua y sistemática de la comunidad científica, los agentes culturales y las administraciones.

5. Tal como figura en su página web (http://englishheritage.g2b.info, consultada mayo 2010), English Heritage exists to protect and promote England’s historic environment and ensure that its past is researched and understood. 6. http://www.lascuolaadottaunmonumento.it (consultada mayo 2010).

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Patrimonio, turismo y rentabilidad sociocultural Marcelo Martín Guglielmino, ı Arquitecto. GUMINO54@telefonica.net. Renée Sivan ı Museóloga

Las demandas de ocio de la sociedad vienen cambiando aceleradamente en las últimas décadas. Ahora se apunta a un turismo que muchos denominan cultural, y que se sustenta en la satisfacción de la calidad de una experiencia que mezcla la apetencia por el conocimiento, las vivencias de ciudades y parajes exóticos, la comunión de sensaciones con las poblaciones locales, la gastronomía, las artesanías, y un largo etcétera que no deja fuera la idea de la necesaria protección de todo ese patrimonio que es objeto de la visita turística. Son muchas las causas que han motivado esta reorientación de la actividad turística: el aumento del poder adquisitivo de amplios sectores de ciudadanos, su creciente grado de movilidad, la sensibilidad ambiental y cultural producto de campañas en los medios de comunicación y la mejora de la formación y sobre todo el aumento del tiempo de ocio y la demanda de espacios verdes y nuevos equipamientos culturales. El sector turístico, fuertemente dinámico a la hora de la búsqueda de nuevos mercados, ha reconvertido las actividades deportivas y el afán de conocimiento de entornos culturales y naturales singulares en nuevos productos, atendiendo a sus propias necesidades de diversificación. Esta actitud empuja indefectiblemente a los gestores urbanos, culturales y del medio natural a introducir nuevas fórmulas de gestión de los recursos en juego. Por tanto, sin intentar dar una definición académica, podemos decir que turismo cultural es aquel que permite a los visitantes participar en actividades deportivas y de aventura así como conocer la historia, cultura y naturaleza de las zonas que visitan. Los cambios substanciales que vienen sucediéndose en el turismo deberían tener un reflejo claro y efectivo en el diseño, producción, promoción y gestión de nuevos productos patrimoniales, sobre todo en lo referente al segmento del turismo cultural que se perfila con contundente evidencia como clave en los destinos de ocio más requeridos. Esa secuencia de diseñar/producir/promocionar/gestionar productos patrimoniales para insertase en estrategias de turismo cultural implica no sólo una gestión integral de carácter sostenible, sino una racionalidad programática y de inversiones que se traducen en el entendimiento, coordinación y colaboración de las diferentes administraciones autonómicas implicadas, así como las provinciales y locales, entre sí y con el sector privado. El tiempo que nos ha tocado vivir, tiene sus propias características que lo hace radicalmente distinto de otros tiempos, hoy todo cambia muy rápidamente, lo que nos ha parecido inamovible durante décadas, cambia en cuestión de meses. Por esta razón la capacidad de adaptación a estos cambios vertiginosos en muchas ocasiones, pasa a ser un factor determinante, no ya para el éxito, sino simplemente para la supervivencia. Los productos culturales entran, por su propia naturaleza, dentro de las actividades relacionadas con el Turismo y demandados por los turistas. Esto supone que su administración y custodia están fuera de los órganos competentes de la actividad turística, siendo además muy diversas. Su puesta en valor implica, entonces, buscar sistemas de organización, dictados muchas veces por lo específico de las diferentes casuísticas, que sean satisfactorios para todas las partes y consigan los objetivos fijados en la política turística. Es positivo establecer un Plan Estratégico de Turismo Cultural. Un plan que incluya el propósito global de establecer las condiciones más favorables para el desarrollo de un turismo cultural de calidad, los objetivos conjuntos de las administraciones públicas involucradas en el plan, las metas compartidas y consensuadas con el sector privado, los medios y políticas para alcanzarlas y la revisión de las estrategias hasta ahora seguidas. La realidad del desarrollo local ha devenido en un aparente caos de falta de planificación cultural territorial e interpretativa, más vinculado con una competencia entre municipios que en una estrategia de cooperación. Existen en la actualidad una infinidad de equipamientos culturales de mayor o menor calidad, mal llamados centros de interpretación, implantados en el territorio de forma aleatoria y que no responden a proyectos concretos, sino a iniciativas locales que, al carecer de una visión regional, comarcal o municipal, han confundido el concepto amplio de un proyecto de desarrollo local con la generación de equipamientos temáticos diversos que en sí mismos no alcanzan a proveer de los beneficios culturales y económicos que son deseables en dichos proyectos.

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“La inmensa mayoría de los “centros de interpretación” no son interpretativos en su naturaleza, son como mucho, informativos; los más son aburridos, faltos de calor y hasta incomprensibles. No hay un mensaje claro, no se aprecia la aplicación de los principios ni las técnicas de la interpretación por parte de los diseñadores; a veces son verdaderos libros a leer en las paredes, y no pocas veces la espectacularidad del medio enmascara al mensaje” (Morales, 2000). No obstante, un centro de visitantes bien concebido es una buena ocasión para dar la bienvenida y para estimular al público (público general, claro) a que salga y continúe afuera la interpretación que se inició en el centro. Vincular el concepto de centro de visitantes con el de oficina de información turística puede ser un objetivo concreto en la puesta en marcha de un plan estratégico de cultura y turismo. Sería por tanto gratificante dar inicio a una planificación cultural que se origine a partir, al menos, con un inventario de dichos equipamientos dispersos y los analice a la luz de todos los factores que estamos describiendo, para contar, en principio, con una estado de la cuestión, mientras se debate y se concreta dentro de qué ámbito competencial se va a trabajar, adaptando, reformulando o cambiando contenidos y propuestas de dichos equipamientos, hasta ahora al margen de toda acción de la administración de cultura. No es el caso ahora de reglamentar sino de reencauzar todo ese ingente esfuerzo de las administraciones locales e integrarlos en un programa de equipamientos culturales en el territorio. El museo, junto con la biblioteca y el archivo, son las instituciones básicas del patrimonio en su vinculación con la sociedad. Esperamos no resultar demasiado ambiciosos pero creemos que los museos nacionales, autonómicos, provinciales y locales, en ese orden, deberían constituir unas especies de cabeceras culturales a partir de los cuales desarrollar un trabajo en red. Aunque resulte paradójico, los museos transitan una época de crisis sostenida; debería reforzarse su papel de acumuladores culturales relacionándolos aún más con su territorio de referencia, especializándose y trabajando conjuntamente con oficinas de desarrollo territorial para la definición de las líneas principales de trabajo que permitan una mayor rentabilidad social y cultural de los recursos existentes. Este trabajo conjunto museos/administraciones culturales, deberían producir propuestas para la coordinación de actividades de las instituciones del patrimonio (museos, archivos, bibliotecas, yacimientos arqueológicos, centros históricos, direcciones de parques naturales y áreas protegidas, etc.) para promover colaboración, utilización conjunta de medios, mejora de las infraestructuras, constitución de redes etc., de forma que se establezcan nuevas perspectivas para el planeamiento con la inserción del patrimonio en la dinamización de actividades turístico–culturales. En definitiva creemos que los museos podrían dejar de ser vistos como equipamientos lujosos y de diseño, casi productos turístico en sí mismos, para retomar una función superadora del mero conservacionismo y aplicarse al estudio y desarrollo de un modelo de difusión e interpretación del patrimonio estructurado para el desarrollo territorial y local. Esto incluye: asesorar, ayudar a proponer y desarrollar proyectos concretos de interpretación del patrimonio local y regional, su interrelación con otros patrimonios en su misma comarca cultural; asesoramiento y ayuda en la definición de temáticas patrimoniales más acordes para su identificación local y regional; coordinación de esfuerzos entre ayuntamientos para la generación de programas cooperativos en difusión del patrimonio; definición de los perfiles de los centros de visitantes y presentación, cuando sean necesarios en ciudades históricas, yacimientos arqueológicos, monumentos, parajes naturales, rutas, etc. Entendemos que un producto patrimonial no es lo mismo que un producto turístico y quienes trabajamos en la gestión del patrimonio y su explotación como recurso turístico cultural y recreativo debemos manejar estos conceptos. Entendemos como producto patrimonial a la elaboración de un sistema diverso e integrado que mediante estrategias de interpretación, presentación, exhibición, conservación y promoción tenga como objetivo producir un complejo de mensajes, actividades y equipamientos que brinde al visitante una serie de pautas cognoscitivas, informativas y lúdicas para que éste satisfaga eficientemente su demanda de ocio cultural en su tiempo libre. Desde el punto de vista de las estrategias turísticas, un producto turístico es aquel que cubre una experiencia de viaje en su conjunto, desde que el turista sale de su domicilio hasta que regresa. Un producto turístico es un conjunto de elementos que hacen del viajar un arte intangible, una experiencia interesante y atractiva para turistas y visitantes. Es el servicio o conjunto de servicios prestado en un lugar determinado a un precio fijado y en unas condiciones de calidad comprometidas. En los productos turísticos se incorporan ingredientes remunerados (alojamiento, comida, actividades, etc) y otros no remunerados (clima, paisaje, naturaleza, cultura, etc). Estos últimos, a pesar de no tener establecido un precio por su uso influyen poderosamente en la decisión de compra del consumidor. Todo diseño de productos turísticos debería tener un perfil sostenible o bien tender hacia la reducción de los impactos ambientales, lo que generará calidad ambiental de nuestra oferta. El territorio necesita de un estudio, una investigación de su historia, desarrollo y características principales que darán sustento científico a su interpretación. En función de ello el diseño del producto patrimonial implica definir un 508


concepto o criterio clave, que a modo de lo que hoy denominamos “marca”, singularice y posicione al sitio visitado, y a partir del cual se desarrolle el tema argumental que permita englobar toda la actuación y planificación interpretativa bajo una unidad conceptual. Hablemos ahora finalmente de los yacimientos arqueológicos como productos patrimoniales capaces de ser integrados en estrategias turísticas. ¿La Acrópolis de Atenas, los Foros romanos; Pompeya, Itálica, Medina Zahara, Macchu Picchu, en qué medida son más un destino turístico que unos acumuladores culturales de la época en que fueron plenamente vigentes de vida y cultura? Esto demanda una nueva reflexión sobre la explotación de ese patrimonio y la necesidad de aplicar nuevos sistemas para la protección del mismo. La interpretación del patrimonio arqueológico es una disciplina relativamente joven que nació hacia fines de los años ochenta. Su aparición esta íntimamente ligada a la conservación y presentación del patrimonio histórico y arqueológico. Y tiene pocas conexiones formales con la Interpretación del patrimonio como metodología de comunicación estratégica. Asistimos paralelamente al despertar del turismo cultural, a la nueva demanda del pasado como producto de consumo y la búsqueda de la rentabilidad de la cultura, y con éstos, el reconocimiento de los yacimientos arqueológicos y monumentos históricos como un recurso socio económico. Más aún, la instrumentalización del patrimonio con fines ideológicos y económicos son parte de la realidad actual. “Pero no sólo el mundo académico muestra su interés en los diferentes aspectos reflejados en el legado cultural… también el mundo empresarial, el mundo de las finanzas y de la política comienzan a descubrir el valor de ese patrimonio, aunque por motivos diferentes a los referentes académicos, y me atrevería a afirmar, no siempre motivados por intenciones que pertenecen al ámbito cultural. Por otro lado el brutal desarrollo de las ciudades europeas y la especulación inmobiliaria pone en peligro el patrimonio histórico arqueológico urbano” (Sivan, 2010). Saber interpretar el patrimonio y presentarlo en forma equilibrada convierte la visita en una experiencia de calidad, beneficia a la comunidad y salvaguarda el objeto patrimonial. En una sociedad heterogénea y en permanente cambio como la nuestra, cuando nos referimos al patrimonio debemos hacerlo desde una perspectiva multidisciplinar y multicultural, permanentemente alerta de dichos cambios y conscientes de como reflejarlos en la puesta en valor del patrimonio para protegerlo y conservarlo para la posteridad.Sensibilizar al público respecto del valor del mismo es el imperativo del momento, para ello es necesario dar a conocer ese patrimonio y permitir revelar los valores intrínsecos del mismo. Para esta tarea el binomio interpretación y presentación del patrimonio, una metodología de trabajo que tenía cierto recorrido –con objetivos diferentes– en el ámbito del patrimonio natural, invade la escena y se convierte en el método/vehículo para la puesta en valor y con ésta aparece la denominada musealización de los yacimientos arqueológicos. En la Interpretación y presentación de yacimientos arqueológicos hay enfoques diferentes y medios interpretativos muy variados: desde los guías interpretes o audioguías, pasando por la visita teatralizada, hasta la interpretación y presentación museográfica (Sivan, 1997; 1998). Un término a veces mal entendido, limitándose a senderos o pasarelas, a letreros informativos banales o a aquellos que, debido a su lenguaje académico, hablan para un publico imaginario que sólo los eruditos saben descifrarlos. Existen también los centros de interpretación, un producto híbrido que, en ocasiones, desvirtúa o compite con el propio patrimonio (Sivan, 2006). La Museología comprende un espectro muy amplio de disciplinas interpretativas, entre otros, elementos escenográficos, utilización de medios audiovisuales, cine, así como elementos del mundo virtual entre los cuales sería oportuno señalar la realidad aumentada, que en los últimos años toma forma mas concreta en el quehacer museístico (Carlucci, 2004; Pujol, 2004). La Museología es una disciplina que tiene múltiples facetas y va mucho mas allá de la mera exposición y explicación del objeto, oculta en su interior elementos de índole filosóficos, psicológicos, éticos, así como componentes de interés social y cultural. Como agente cultural oficia de mediador entre el público y el objeto patrimonial utilizando técnicas que permiten no solo trasmitir mensajes sino también crear emociones. Por lo tanto cuando hablamos de interpretación y presentación del patrimonio, no nos referimos solamente al objeto patrimonial, ya sea este monumento, yacimiento o paisaje1. Debemos pensar en el público. No hay objeto sin audiencia, antes de emprender la aventura del proyecto interpretativo todo profesional del patrimonio debe plantearse una pregunta por qué y para quién ponemos en valor el objeto patrimonial. El reto de la interpretación y presentación del patrimonio es encontrar la clave que no solo estimule el conocimiento sino que también fomente la curiosidad, una clave que permita apreciar el patrimonio de tal manera que lo incite a pensar, a sonreír, tal vez a cuestionar, o simplemente a mirar, sucede que cuando uno mira también ve.

1. Consejo de Europa, Convenio del paisaje, Florencia 2000.

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Lo importante es crear una experiencia emotiva y cultural, sin banalizar la cultura y garantizar la autenticidad del patrimonio. Dar a conocer el patrimonio histórico a través de medios visuales y sensoriales facilita el acceso al conocimiento y crea efectos positivos para beneficio de la sociedad. “La huella intocable del pasado” puede proporcionar sentimientos, emociones, convicciones y comportamientos que destruyan las barreras de la ignorancia y construya puentes de comprensión y tolerancia. Es obvio que la interpretación no es la solución para combatir la banalidad del mal, pero si creo que es fundamental contemplar los particularismos culturales. Desarrollar un lenguaje interpretativo que permita al ciudadano–visitante identificarse con el objeto patrimonial es parte del quehacer del intérprete, más de una vez dijimos que no se puede valorar lo que se desconoce y no se puede conservar lo que no se valora. La Interpretación y presentación permite crear sistemas de comunicación que puedan responder a intereses variados, a la pluralidad cultural y a la dinámica del cambio. La idea no es solamente conservar el pasado sino también proteger el futuro. debe hacerse desde una perspectiva holística, que involucra conceptos que van mas allá de la mera conservación y protección del objeto material y traspasan el mundo de la didáctica tradicional. El binomio interpretación–presentación son complementarios e inseparables. Debemos tener cuidado de no reducir la interpretación en meras explicaciones de contenido que empobrecen y reducen nuestro mundo que ya esta bastante reducido y empobrecido (Sontag, 1996:30–31). Si bien es importante proteger el pasado, y darlo a conocer, conservar el patrimonio no es petrificarlo, sino, hacerlo tanto física como mentalmente accesible en todos sus aspectos. La Interpretación y presentación del objeto patrimonial es una tarea compleja que involucra disciplinas diferentes para fundirse, en un acto creador, en una experiencia sensorial mesurada y de calidad. Deberíamos adoptar la reflexión de Susan Sontag con respecto al arte “lo que ahora importa es recuperar nuestros sentidos. Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más. Nuestra misión no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad de contenido… Nuestra misión consiste en reducir el contenido de modo que podamos ver en detalle el objeto” (Sontag, 1996:39).

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Vivir en tierra de dólmenes: de la emoción a la tarea común José Ignacio Artillo Pabón, Isabel Medrano Corrales y Andrés Trevilla García ı Mesa Ciudadana en Defensa del Paisaje Protegido y Yacimiento de Valencina–Guzmán

1. Preámbulo

Contaba el premio Nóbel irlandés Seamus Heaney que cuando pequeño, le gustaba ver a los mayores recoger con un cubo el agua de un pozo que había en mitad de los campos. Observaba siempre con tensión y misterio, la canción repetida de la vieja polea que iba girando con lentitud, y la cuerda que descendía hacia lo oscuro, para después subir, hasta que aparecía el cubo bailando suavemente, suspendido en el aire, y derramando gotas de agua a su alrededor. Ese pozo estaba en una loma que descendía suavemente hasta el pueblo, y en la que se alzaban dólmenes y piedras milenarias, restos arqueológicos que eran solo una mínima parte de lo que ocultaba el prado verde; por lo que siempre pensaba que ese agua que después beberían, venía fresca ofrecida por los antepasados de los antepasados, bálsamo para el alma y la memoria que cruzaba desde el origen de los tiempos. Pasados los años aprendió y oyó por primera vez en la universidad la palabra griega omphalos, que significa ombligo; y su sonoridad, deletreada de forma lenta y espaciada, una y otra vez, le devolvió al sonido de la polea girando, y el cubo ascendiendo desde las entrañas de la roca y el ser de su pueblo. Om–pha–los, om–pha–los, om–pha–los… Ombligo, el agua que nos conecta a través de su curso a la vez oscuro y luminoso, con nuestra existencia colectiva. Los habitantes de tierra de dólmenes vivimos vinculados íntimamente al curso de la memoria que transcurre bajo tierra, a la luz revelada de la materia original; la piedra, los metales, el coral, agua que mana de lo profundo para nutrirnos y colmar de sentido y emoción nuestro presente.

2. Introducción: origen y trayectoria del movimiento ciudadano en el Aljarafe Norte

El movimiento ciudadano en defensa del patrimonio histórico y el paisaje del Aljarafe (comarca de la provincia de Sevilla) intensifica su actividad desde 2006 en la misma proporción en que las amenazas procedentes del urbanismo especulativo se hacen patentes y toman forma en los distintos planes de ordenación de cada municipio. Toda una manera de entender los monumentos como “obstáculos” al desarrollo urbanístico, entra en colisión con los intereses de personas y colectivos que los consideramos elementos esenciales de nuestra identidad y que tienen una incidencia directa en nuestra calidad de vida. De forma natural, espontánea, nos encontramos un grupo numeroso de personas preocupadas por las mismas cuestiones; unos ya pertenecían a asociaciones culturales locales o comarcales1, otros lo hacían de forma particular. En cualquier caso, los elementos comunes eran lo suficientemente sólidos como para crear un espacio de colaboración común. En cada pueblo, fuese cual fuese el partido político gobernante, se repetía el mismo modelo de actuación: desinterés por los bienes culturales, inexistencia de prácticas reales de participación ciudadana y, por otra parte, expectativas de expansión urbanística a un ritmo vertiginoso. Estos elementos nos sitúan en una posición de beligerancia en el escenario del ladrillo, donde están presentes tanto las promotoras, que desean realizar sus proyectos de construcción, como las administraciones locales, habituadas a comerciar con el suelo para lograr su financiación, como la administración autonómica, en la medida en que no ejerce plenamente sus competencias –en este caso, tanto las de ordenación del territorio y tutela urbanística, como las de protección del patrimonio histórico– (Medrano, 2008). En la sociedad de Valencina–Guzmán se genera una masa crítica, que logra crear un espacio que vertebra la participación ciudadana en defensa de un urbanismo transparente, el respeto al patrimonio histórico y a los valores naturales y la implicación de los ciudadanos en la toma de decisiones de aquello que afecta a sus vidas. 1. Asociación cultural grupo arqueológico “Mataherrera”, Asociación de amigos del patrimonio arqueológico de Valencina “Los dólmenes”, Plataforma ciudadana “Forestier“ de Castilleja de Guzmán, Plataforma Aljarafe habitable, Asociación para la defensa del territorio del Aljarafe (ADTA), Asociación “Ben Baso”, Ecologistas en acción, Ciudadanos de Espartinas, Guzmán habitable, Plataforma ciudadana Valencina habitable.

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3. Acciones concretas de los ciudadanos en defensa del patrimonio megalítico 3. 1. Dolmen de Montelirio: la historia de un bien protegido en situación de riesgo real

Con las primeras investigaciones quedó patente que el lugar daría que hablar durante bastante tiempo. Lo que no esperábamos es que fuese más por las amenazas que iban surgiendo continuamente, que por su extraordinario valor científico y patrimonial. En 1998 se identificaron dos estructuras funerarias, gracias a la realización de un sondeo que pretendía reconocer el potencial arqueológico de la finca de Montelirio previo a su desarrollo urbanístico. Se trataba de realizar una prospección para identificar las estructuras y realizar una limpieza superficial, pero no una excavación arqueológica, que se reservaría para un futuro. Por otro lado, en el entorno se detectaron otras 16 estructuras de naturaleza funeraria, con tendencia a extenderse por otras zonas, en conexión con las evidencias halladas en el área cercana, al norte del municipio de Castilleja de Guzmán, en clara alusión a su contexto prehistórico en el que se inserta: el área exclusiva de la necrópolis calcolítica, compartida con la vecina localidad de Valencina de la Concepción. No tardó mucho tiempo en aparecer la polémica. En el año 2003 se aprobó inicialmente el conocido como PP4 (Plan Parcial número 4), que planteaba la construcción de un centro comercial y un geriátrico en los bordes del túmulo del Dolmen, encajonando la estructura principal y descontextualizándola del resto del yacimiento. Estos usos, al entenderse como servicios al municipio, difícilmente podrían ser rechazados a priori por la ciudadanía. El resto de los hallazgos de la necrópolis en el término guzmareño sucumbirían irremediablemente bajo viarios y manzanas de adosados. La realidad se anticipaba en la obra de José Saramago La Caverna, como bien recordaba un vecino2: sobre un dolmen prehistórico, en su túmulo, se había construido “una gran superficie comercial dando sentido a la vida de las personas, mientras en el sótano se respiraba el aire sagrado que explica lo que somos”. Simultáneamente al proceso de redacción del planeamiento urbanístico, se tramitaba el expediente para la inscripción específica en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la categoría de Monumento, a favor del conjunto dolménico de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, incluyendo el de Montelirio como uno de los elementos singulares a proteger. La planimetría contenía una delimitación perimetral de buena parte del túmulo del Dolmen; sin embargo en la posterior resolución de la declaración, el entorno de protección fue reducido amoldándolo al proyecto urbanístico. En ese sentido, la reducción fue aprovechada sin miramientos para llevar hasta el límite del entorno los usos lucrativos planteados en el PP4, ocupando más aún la zona del túmulo en terrenos que inicialmente iban a estar protegidos. Hasta se llegó a decir que la entrada para las visitas al Dolmen se podría realizar por el aparcamiento del centro comercial. Con estos planteamientos, se antojaba imposible la tarea de procurar el reconocimiento del yacimiento en su conjunto y el respeto al túmulo y al Dolmen de Montelirio. La respuesta de la ciudadanía organizada y a título individual no se hizo esperar: constantes apariciones en los medios de comunicación3 argumentando razones a favor de la salvaguarda del patrimonio arqueológico o simplemente denunciando una situación de riesgo a la que se debía poner freno. Tal es así, que era difícil encontrar una semana en la que la prensa no se hiciera eco de la situación del Dolmen de Montelirio con algún comunicado de una asociación, carta al director o un reportaje de investigación. La Mesa Ciudadana para la Defensa de los Valores Arqueológicos, Paisajísticos y Medioambientales del Aljarafe Norte, plataforma constituida por 11 entidades de defensa del patrimonio y del territorio4, realizó un comunicado manifestando su oposición a la forma en que se estaba tratando el patrimonio arqueológico, con irregularidades en los procedimientos administrativos y en las excavaciones arqueológicas y a la apuesta errónea por un modelo de puesta en valor regresivo y limitador que en definitiva destruye el entorno del Dolmen. A parte, intervinieron el Defensor del Pueblo, la Fiscalía de Medio Ambiente, el Seprona, otras plataformas ciudadanas, profesores de universidad, arqueólogos… en definitiva, ciudadanos e instituciones con distinta representación que entre todos consiguieron hacer un hueco en nuestro imaginario para ubicar el nombre del Dolmen de Montelirio y ligarlo a la lucha por la defensa del patrimonio.

2. “La caverna”, en Montelirio, de José Ignacio Artillo Pabón, Valencina de la Concepción, Sevilla, Carta al Director. El País 15/07/2007. www.elpais.com/articulo/opinion/caverna/Montelirio/elpepuopi/20070715elpepiopi_10/Tes 3. La Asociación para la Defensa del Territorio del Aljarafe (ADTA), publica en su web un monográfico con el recopilatorio de apariciones en prensa sobre el Dolmen de Montelirio: www.adta.es/hilosdestacados/2007%20Motelirio.html

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Mientras tanto, se realiza la excavación previa en toda la zona, financiada por las empresas inmobiliarias que promueven el planeamiento convenido. Sin dudar de la capacidad de los técnicos implicados, se pone de manifiesto que los ritmos y exigencias no vienen marcados por la circunstancia de la excavación de la parte de una gran necrópolis de singular valor científico, sino por las prisas y las necesidades económicas de los propios promotores de la iniciativa urbanística. La excavación de urgencia se aleja en todo momento de los planteamientos que exigiría un yacimiento de estas características, puesto que el monumento precisaría del desarrollo de un proyecto de investigación en toda regla, analítico, reflexivo y profundo, que en suma pudiera aprovechar en toda su extensión la oportunidad de explotar científicamente un patrimonio irrepetible. Varios años más tarde, la actividad urbanística se ralentiza poco a poco hasta pararse en seco por la quiebra de la inmobiliaria, dejando toda la zona excavada al descubierto, víctima del expolio, la acumulación de basuras, las “botellonas”, los efectos de las inclemencias metorológicas… Aún hoy se pueden apreciar restos óseos a la intemperie, o lajas de pizarra partidas junto a distintas alineaciones que evidencian la existencia de otras estructuras funerarias. Las persistentes lluvias del pasado invierno sorprendieron al Dolmen desprotegido, inundando toda la extensión de las excavaciones abandonadas del PP4. Las quejas llegaron hasta las administraciones, que a última hora encargaron una cubierta de protección para el Dolmen. Por desgracia, hasta en dos ocasiones las fuertes rachas de viento se empeñaron en derruir la delicada cubrición provisional, lo que finalmente provocó que se dispusieran unos plásticos para proteger la excavación. Un giro sustancial se produjo con la llegada de una nueva Directora General de Bienes Culturales, Guadalupe Ruiz Herrador. Se inició la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica todo el yacimiento prehistórico en su conjunto, incluyendo tanto el Dolmen de Montelirio como parte de las manzanas residenciales del PP4. En base a esto, la Consejería de Cultura realiza un comunicado de prensa rechazando los planes urbanísticos para la construcción del geriátrico y el supermercado en los bordes del túmulo. No es la única buena noticia, pues también se recibió con alegría el inicio de las investigaciones arqueológicas sobre el Dolmen y su entorno. Hasta se han llegado a realizar numerosas visitas a las excavaciones, exposiciones o incluso charlas de los arqueólogos encargados del proyecto. Por ahora, se mantiene la incertidumbre sobre una iniciativa municipal para la puesta en valor del Dolmen de Montelirio, de la que hasta la fecha se desconocen los detalles, salvo la idea de que se trataría de una intervención para hacer visitable el lugar horadando perimetralmente un pasillo a modo de trinchera, con la intención de observar las lajas de pizarras desde la cara externa. Una visión que jamás tuvo nadie.

3. 2. La “carretera de los dólmenes”: la ciudadanía contra el desdoble de una carretera sobre el yacimiento arqueológico de Valencina–Guzmán Un extenso yacimiento arqueológico, superior a las 400 hectáreas de superficie y apenas separado 5 kilómetros de la ciudad de Sevilla, era difícil que se librase de las presiones urbanísticas propias del área metropolitana, más aún cuando algunas de las localidades limítrofes tienen prácticamente agotado su término municipal. Fue en el año 2006 cuando se formalizaron estas amenazas, algunas de las cuales vinieron por parte de las grandes infraestructuras viarias que auspiciaban el mal llamado desarrollo urbanístico, al calor de un nuevo plan general que planteaba la construcción de más de 8.000 viviendas, ocupando casi la totalidad del suelo que dispone Valencina en la meseta del Aljarafe. La carretera comarcal A–8077, que une varios municipios entre Camas y Sanlúcar la Mayor, se vislumbraba como el centro de atención de esta vorágine urbanizadora, al estar supeditado el desarrollo de los suelos al buen acceso que posibilitaría. No es de extrañar entonces, que a principios de ese año saliera a la luz el Estudio Informativo “Nuevo trazado de la A–8077” que proyectaba el desdoble de la infraestructura con dos carriles por sentido, con la mala fortuna de atravesar por en medio la valiosa necrópolis del yacimiento calcolítico, de máxima protección normativa, partiendo el área dolménica y creando una barrera insalvable en el territorio. En esta ocasión, la reacción de la ciudadanía tampoco se hizo esperar. El 3 de mayo de 2006 se organizó una mesa redonda donde se dio a conocer la problemática de la carretera, las afecciones al patrimonio arqueológico y se informó sobre las actuaciones previstas. De esa reunión salió la Mesa Ciudadana por otro trazado de la A–8077, compuesta por asociaciones de diversa índole, ciudadanos a título individual y partidos políticos. 4. Firmaron los siguientes colectivos y entidades: Asociación Cultural Grupo Arqueológico “Mataherrera”, Asociación De Amigos Del Patrimonio Arqueológico De Valencina “Los Dólmenes”, Plataforma Ciudadana Forestier de Castilleja de Guzmán, Plataforma Aljarafe Habitable, Asociación para la Defensa del Territorio del Aljarafe (ADTA), Asociación “Ben Baso”, Ecologistas en Acción, Universidad y Compromiso Social (UCS), Ciudadanos de Espartinas, Guzmán Habitable, Plataforma Ciudadana Valencina Habitable.

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La Mesa llegó con premura a una serie de acuerdos, que fueron los que luego se defendieron en distintos ámbitos y medios. En primera instancia se desestimaron los tres trazados alternativos del estudio informativo, así como cualquier otro que afectara al patrimonio arqueológico, paisajístico, ambiental, social y cultural. Conscientes del interés de la administración por ampliar la capacidad del viario en la zona, la Mesa propuso a la Consejería de Obras Públicas y Transportes el análisis de una nueva alternativa no contemplada en el estudio, que pasando al pie de la cornisa, evitaría con una solución más económica la afección al yacimiento prehistórico de Valencina–Guzmán. En noviembre de 2006, la Consejera de Obras Públicas y Transportes, Concepción Gutiérrez del Castillo, nos trasladó personalmente a los miembros de la Mesa la decisión de admitir el trazado alternativo planteado en nuestras alegaciones, que discurría en paralelo a la vía férrea Sevilla–Huelva. Efectivamente, dos años después se publicó el Anteproyecto “Variante de trazado de la A–8077. Tramo: Valencina de la Concepción–Camas”, con el desarrollo técnico de hasta tres alternativas de trazado que discurrían por la zona propuesta por la ciudadanía. Sin embargo, se proyectaba también en torno a la carretera comarcal un carril BUS–VAO por sentido, que lejos de salvar de afecciones al Área Exclusiva de Necrópolis, suponía la ampliación de la sección actual de 7 metros, hasta lograr una plataforma de ancho superior a 21 metros. Para colmo, a la Delegación Provincial de Cultura se le remite una documentación errónea del Anteproyecto, por lo que el informe emitido trató la afección patrimonial de una infraestructura que en nada se le parecía a la realmente proyectada. La Mesa Ciudadana retoma entonces su actividad con una intensa labor de información en los distintos municipios afectados. En Camas, por ejemplo, se desconocían las expropiaciones y demoliciones de casas motivadas por la ampliación de la carretera. De hecho, hasta que las asociaciones no pidieron consultar el expediente, las cajas del anteproyecto permanecían embaladas en el Ayuntamiento sin saber de su existencia. Ciudadanos voluntarios, a costa de su tiempo y esfuerzo, organizaron reuniones donde expusieron las afecciones del nuevo proyecto, ofreciendo para su firma las alegaciones que nuevamente se habían confeccionado. Destaca el hecho notable de la recogida de firmas, pues posteriormente desde la administración se llegó a reconocer que fue el proyecto de infraestructura de la Junta de Andalucía que más alegaciones había recibido, con 3.601 en total. Por otro lado, se inició una campaña mediática con numerosos comunicados, reportajes informativos, artículos de opinión, etc., todos ellos encaminados a divulgar las características del nuevo proyecto y las afecciones patrimoniales que planteaba. Además, se llevaron a cabo varias reuniones con distintas administraciones públicas implicadas, presentando escritos a la Consejería competente, al Defensor del Pueblo, etc., con dossier informativo acerca de la situación acaecida. En julio de 2008, la Delegada Provincial de Obras Públicas realizó una visita al Ayuntamiento de Valencina para comunicar que finalmente no se construiría el carril BUS–VAO por la zona de máxima protección arqueológica, reconociendo a su vez la sensibilidad que habían mostrado las asociaciones ciudadanas5. Meses más tarde, se tuvo conocimiento del rechazo por parte de la Delegación Provincial de Cultura al anteproyecto de la carretera. A ello se sumó el anuncio de la incoación del expediente para la catalogación como Bien de Interés Cultural con la tipología de Zona Arqueológica de todo el extenso yacimiento prehistórico, protegiendo jurídicamente con ello toda la zona ante futuras amenazas. A día de hoy, conocemos que permanecen los intereses para construir la carretera, pero la reducción en los presupuestos de obras públicas ha complicado aún más la viabilidad del proyecto. De hecho, la última noticia que se tiene es la intención de postergar hasta 2011 cualquier licitación del proyecto de la variante.

3.3. La desprotección del paisaje: para construir un centro de interpretación en 2.000 m2, desprotegen 7 millones El término municipal de Valencina de la Concepción cuenta por fortuna con un extenso territorio digno de resaltar por sus cualidades paisajísticas, pues comparte junto con las localidades vecinas la conocida como Cornisa Norte del Aljarafe; un territorio que diversas normativas de distinto rango y naturaleza han venido a proteger para mantener sus cualidades visuales por el gran impacto que supone la elevación sobre la campiña circundante. En unos planes se recoge como Paisaje Sobresaliente, en otros como Escarpe y Forma Singular del Relieve o Paisaje Protegido. Varios nombres que vienen a hacer referencia al mismo ámbito y del que no sólo sus características formales lo hacen merecedor de tal distinción, pues la propia orografía y la dinámica erosiva hacen que la zona sea propicia para manifestar condiciones de riesgo para el mantenimiento del terreno y las actividades que sobre él se desarrollan.

5. La Junta aprueba un nuevo trazado para la carretera A–8077. Relato de un éxito de la ciudadanía. 2006–11–20. http://www.redasociativa.org/portal/modules.php?name=Content&pa=showpage&pid=176

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Este extenso territorio, que en Valencina supera los 7 millones de metros cuadrados, rodea el casco urbano de este a oeste por el norte. Expresamos la medida en metros intencionadamente y no en hectáreas, por resultar más fácil de reconocer la escala y luego comparar con lo que más adelante expondremos. Pues bien, en este paisaje protegido, el Ayuntamiento de Valencina contaba desde varios años atrás con una parcela pública. En agosto de 2008 y con el fin de establecer un centro de interpretación arqueológica, se aprueba un protocolo de intenciones que incluía la permuta de esa parcela citada, de 4.000 m2, por otra similar situada justo al lado, limítrofe con la delimitación del paisaje protegido por las Normas Subsidiarias de 1987 y a escasos 500 metros del Dolmen de La Pastora. Concretamente, la mitad de la nueva parcela se incluye dentro de la zonificación normativa, que prohíbe taxativamente cualquier tipo de construcción permanente, tala de arbolado o movimiento de tierras. El protocolo de intenciones firmado con la propiedad del suelo contemplaba además, en su cláusula segunda, el compromiso firme del Ayuntamiento de Valencina para desarrollar una modificación puntual del planeamiento municipal, para convertir la zona colindante con el centro de interpretación en suelo urbanizable sectorizado de uso terciario. De cumplir estas pretensiones, el casco urbano avanzaría hasta el límite del suelo no urbanizable donde está enclavado el Dolmen de La Pastora. Nuestra sorpresa fue máxima cuando durante todo este procedimiento –que no contó con la participación ciudadana en decisiones de calado, tales como elección de la parcela o el modelo de gestión del yacimiento arqueológico– se concluye inesperadamente que es necesario aprobar una modificación puntual de planeamiento para cambiar el artículo 125 de la normativa urbanística, que regula la protección del paisaje, permitiendo entonces la construcción de equipamientos públicos con una serie de condicionantes para la forma de los posibles edificios. En resumidas cuentas, el interés por construir el centro de interpretación en 2.000 m2 de zona protegida fue motivo suficiente para que el Ayuntamiento promoviera la flexibilización de la protección de más de 7 millones de m2. Nos enteramos por los boletines oficiales que el proceso para modificar la normativa y consumar el cambio de protección estaba en marcha desde principios de septiembre de 2009 y que corría el plazo para cerrar la información pública, avanzando con ello en la aprobación del texto. Muchos de nosotros no conocíamos de antemano la normativa, ni solíamos consultar los boletines, ni mucho menos preparar alegaciones. Pero eso no importó para que en el escaso mes de la información pública se pudieran preparar tanto alegaciones colectivas como individuales, donde explicábamos a nuestro modo de ver la errática trayectoria que estaba llevando el Ayuntamiento en ese asunto; pero a la vez proponiendo soluciones alternativas que permitieran continuar con el proyecto de centro de interpretación sin poner en riesgo todo el paisaje protegido. Ninguna de las alegaciones fue admitida en ninguno de sus puntos. Todas fueron rechazadas y el documento pasó la aprobación provisional en el pleno municipal. Visto que el proceso continuaba imparable, y para manifestarnos a favor del mantenimiento de la protección paisajística, y por ende, del yacimiento prehistórico de Valencina–Guzmán, las asociaciones de defensa del patrimonio y del territorio de la zona6 se reunieron bajo la denominación de Mesa Ciudadana en Defensa del Paisaje Protegido y el Yacimiento de Valencina–Guzmán. El objetivo primordial era que las administraciones detuvieran la desprotección del paisaje de Valencina. En poco menos de dos meses nos reunimos en varias ocasiones con el equipo de gobierno y los técnicos municipales a fin de entablar un diálogo constructivo del que saliera una propuesta alternativa. Las reuniones no fueron en vano, pues de ellas salió un compromiso del Alcalde de revocar la desprotección del paisaje en los términos en que estaba aprobada y elevar al pleno la reformulación de la modificación puntual del planeamiento7. La nueva propuesta introducía una salvedad en la normativa para permitir la construcción del centro de interpretación8 exclusivamente en la parcela donde estaba planificado, sin mayor afección al resto del paisaje, que mantenía entonces sus condiciones iniciales de protección. A modo de balance, expresamos el interés porque en futuros procesos y a fin de evitar situaciones como las acaecidas, se tengan en cuenta desde el comienzo una serie de principios básicos que permitan lograr el consenso dentro de un marco transparente de reflexión, debate y seguimiento de los proyectos planteados.

6. Asociaciones constituyentes de la Mesa Ciudadana para la Defensa del Paisaje Protegido y del Yacimiento de Valencina–Guzmán: Aljarafe Habitable, Asociación para la Defensa del Territorio del Aljarafe (ADTA), Ateneo de Valencina, Forestier de Guzmán, Los Dólmenes y Valencina Habitable. 7. Acuerdos de la sesión plenaria celebrada el 21 de diciembre de 2009: http://www.valencinadelaconcepcion.es/opencms/opencms/valencina/actualidad/generales/noticia_0085.html 8. Ahora el modificado del artículo 125 permite “en los terrenos pertenecientes al sitio denominado El Cuervo, delimitados en el Plano OA1 y OA2, como Subzona “El Cuervo”, en el que además se permite como uso pormenorizado los equipamientos de uso público, de uso cultural, medioambiental y de ocio vinculados a la interpretación, protección, potenciación y difusión de la clase de suelo en la que se implanta, debiendo ser los terrenos de dominio público”.

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4. La nueva protección de la zona arqueológica: obligaciones y oportunidades para su puesta en valor

Cabe señalar el cambio sustancial en el rumbo mantenido por la administración de Cultura con la creación en septiembre de 2008 de la nueva figura de la Zona Arqueológica de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán9. Abarca una extensa zona, cercana a las 800 hectáreas, que incluye la superficie ocupada por el poblado calcolítico y su área exclusiva de necrópolis, el tell de Cerro Catalán y la Hacienda de Torrijos, así como buena parte del paisaje de la cornisa del Aljarafe. Como complemento, se establecen una serie de instrucciones particulares para la protección, conservación, investigación y difusión del yacimiento. La documentación del BIC estuvo expuesta al público durante un mes en horario de mañana, tiempo durante el cual dos ciudadanos tuvieron que acudir a la Delegación Provincial de Cultura a consultar una copia del expediente, del que tuvieron que transcribir su contenido normativo y planimétrico para poder difundirlo entre las asociaciones interesadas, a fin de elaborar alegaciones al documento. En ningún momento se facilitó la consulta del expediente en soporte electrónico, como sí ocurre en otros procedimientos de información pública (por ejemplo, la autovía SE–40 o las nuevas líneas del metro de Sevilla) ni se permitió hacer fotocopia, ni fotografías. Sólo se pudo realizar la trascripción literal del documento, con la consiguiente pérdida de tiempo y esfuerzo. Ante esta situación padecida, nos preguntamos si la participación ciudadana puede hacerse realmente efectiva cuando se cercena el interés por la información y se entorpece el acceso a la misma y su difusión. Finalmente, el documento se aprobó y salió publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía del 5 de marzo de 201010. Todas las alegaciones presentadas por las asociaciones ciudadanas y particulares fueron rechazadas. El documento para la declaración del BIC desglosa los grados de cautela aplicables a cada sector delimitado, haciendo hincapié igualmente en la conservación y la investigación del yacimiento, así como en su difusión a través de programas y visitas públicas. Un claro ejemplo de lo que ha supuesto la aplicación directa de la protección del BIC ha sido la paralización del desarrollo urbanístico del PP4 sobre parte de la excepcional necrópolis calcolítica del entorno del Dolmen de Montelirio, en Castilleja de Guzmán, dando al traste con los intereses inmobiliarios en la zona, aunque lamentablemente ya se había realizado el cajeado de los viales de las urbanizaciones de adosados, con la consiguiente afección al patrimonio arqueológico. Respecto a Castilleja de Guzmán, llama la atención la timidez con la que el BIC se ha adentrado en el término municipal, primando criterios urbanísticos en la sectorización de la Zona Arqueológica, cuando en la localidad contigua de Valencina se habían seguido criterios territoriales y arqueológicos. En la práctica, esto supone que la línea de protección de la zona de necrópolis pierde su perfil sinuoso y se vuelve quebrada al llegar a Castilleja de Guzmán, bordeando manzanas construidas y en proyecto de edificación. Los planteamientos para el desarrollo del BIC Zona Arqueológica deben ahora de aterrizar y contrastarse con una realidad actual en continuo cambio, haciendo ver su valía con respecto a las amenazas presentes y futuras que se ciernen sobre el yacimiento. La protección estipulada en la zonificación se antoja básica en este cometido, ante una situación en donde las políticas seguidas por las administraciones implicadas distan en gran medida de los objetivos y las necesidades de un yacimiento de singulares características.

5. La tarea común de proteger, difundir y poner en valor el enclave arqueológico de Valencina– Guzmán: la realización de una carta de buenas prácticas En el paisaje megalítico de Valencina–Guzmán encontramos uno de los primeros hitos territoriales con los que el hombre empezó a significar el espacio en el que vivía y sobre el que demostraba sus dotes de organizador, de planifi-

9. RESOLUCIÓN de 10 de septiembre de 2008, de la Dirección General de Bienes Culturales, por la que se incoa el procedimiento para la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, la zona de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán (Sevilla). BOJA núm. 203, de 10 de octubre de 2008. 10. Decreto 57/2010 de 2 de marzo por el que se inscribe en el catálogo general del patrimonio histórico andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, la zona delimitada en los términos municipales de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán (Sevilla). http://www.juntadeandalucia.es/boja/boletines/2010/44/d/45.html

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cador, en definitiva de agente que intenta sumarse al medio en el que vive y se desarrolla en plenitud como criatura. Estas primeras formas de arquitectura han recibido las más cariñosas muestras de aprecio y reivindicación por los actuales moradores de su territorio, tanto individualmente, con personas conocedoras y divulgadoras de su patrimonio; como desde el punto de vista colectivo, con ciudadanos que se han organizado para proponer medidas dirigidas a la buena gestión de sus bienes culturales. En un contexto democrático “el grado de participación de una comunidad movilizada por las cuestiones que les compete, que les afecta, es un síntoma de su salud social” (Rodriguez, 2009). Sin embargo la realidad se impone al demostrarnos que aún nos queda mucho por recorrer hasta alcanzar una madurez democrática saludable. La participación ciudadana suele ser centro de tensiones propias de la complejidad de un espacio de enorme riqueza, en el que se mueven distintos actores, que interactúan entre ellos, pero cada uno con intereses diversos. Los políticos reclaman en sus documentos programáticos en materia de cultura, la motivación de los ciudadanos por el conocimiento y la valoración de su patrimonio histórico, el sentido de pertenencia a un espacio cultural y el desarrollo de iniciativas; no obstante cuando eso ocurre, como es nuestro caso, se interpreta como una intromisión difícil de administrar. Desde este punto de vista, tenemos que actualizar los modelos de gestión para amoldarnos a los cambios recientes que se han ido produciendo de forma vertiginosa en el orden de la información, la comunicación y la gestión de conocimientos. Valga como ejemplo el que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no sólo han modificado las formas de producción, intermediación y consumo cultural, sino que han dado paso a nuevos paradigmas del quehacer cultural. La interactividad entre todo tipo de actores, la generación de nuevos formatos, la interacción entre agentes y territorios, ha producido la transformación de los modelos culturales y no sólo ha catapultado “la cultura” en el centro de la llamada nueva economía, sino que ha impulsado a muchos ciudadanos a dejar de ser meros receptores de productos culturales, para pasar a protagonizar multitud de procesos de creación, reconocimiento e intercambio cultural. La población participa en lo que quiere y en lo que puede. A veces de forma defensiva, otras de forma constructiva. Pero vivimos un día tras otro en nuestros municipios como a los técnicos y a los políticos les resulta difícil entender el sentido y los efectos socialmente beneficiosos de la participación ciudadana en el patrimonio. Pensamos que detrás de esta falta de convicción para contar con los ciudadanos en cuestiones que son importantes para estos y que logran su movilización, hay muchas razones: –

Desear que todas las dinámicas sociales se ajusten a las reglas, pautas y ritmos que marque el ejercicio normal de las políticas públicas y los actores institucionales.

La intranquilidad que les produce los procesos pluritemáticos en los que las poblaciones reclaman o proponen cuestiones en temas que desbordan lo definido oficialmente.

La complejidad de los procesos participativos en los que se despiertan constantemente sospechas de partidismo o electoralismo, dilaciones insoportables de las decisiones y sensaciones de ineficiencia.

La poca práctica de diálogo y de creación de espacios de aportación e iniciativa colectiva.

El desconocimiento de cómo se gestionan metodológicamente situaciones que suponen complejidad, interacción e intercambio entre actores de distintos niveles.

El caso es que por unas razones o por otras, hay una serie de dudas e intereses que bloquean los procesos participativos, antes de que estos comiencen; aunque sean la estrella en los enunciados y compromisos de los programas electorales, quizás buscando un plus ético y de veracidad, que curiosamente se le concede a la palabra “participación”. Nosotros entendemos, que desde una perspectiva del patrimonio, implicar al ciudadano en los procesos de decisión, en especial en aquellas acciones de proximidad que más le afectan, es el gran reto de todos los procesos: cuanto más heterogéneos sean los valores, la lógica y la experiencia histórica de los diversos grupos que componen una comunidad, más difícil pero también más enriquecedor será el diálogo para poder encontrar soluciones válidas para más gente. Desde una perspectiva comunitaria, incluso desde la empresarial, la idea fuerza que manejan las instituciones respecto al patrimonio es la de sensibilidad y la de responsabilidad social. Queremos que todos los ciudadanos tomen conciencia y se responsabilicen de su patrimonio. Esa responsabilidad puede ser medida por el compromiso ciudadano con la cultura y la identidad local, es decir, con la valoración y protección de aquello que somos, del lugar en que vivimos. Esa es la llamada Tarea Común. El desarrollo de la responsabilidad social de una empresa o institución– en este caso el patrimonio– difícilmente se puede desligar de los procesos participativos, ya que los ciudadanos se vinculan a su sentido y a su capacidad simbólica y de identidad a través de iniciativas, acciones e intercambio comunicativo; además de que los valores inherentes a ese mismo patrimonio son modificados constantemente por el colectivo social. Por esta razón, hacer participar a la comunidad en la definición de nuevas prioridades en los ámbitos de gestión y difusión patrimonial es asegurarse formas de compromiso y de iniciativa que a medio y largo plazo benefician a todo. 517


En Valencina–Guzmán, hemos vivido cómo la creación de contextos de diálogo sobre la cultura en un territorio genera conocimientos, eleva el nivel de debate y amplía el margen de identificación de ideas y recursos; pero además da el salto para crear un marco en que los ciudadanos nos sintamos como tales y no seamos solamente sujetos consumidores de propuestas culturales. No es cierta la idea que se extendió durante un tiempo de que la gente no quiere participar; y que lo que la gente quiere es que les construyan equipamientos y les resuelvan los problemas. Tal como ya planteaba hace años Néstor García Canclini, y recoge Luis Bonet, hay que tener en cuenta el comportamiento social ligeramente esquizofrénico que tenemos todos los individuos. Ante el mercado se actúa por impulsos inducidos y hábitos de consumo adquiridos; como ciudadanos, en cambio, son importantes los valores y los objetivos colectivos a asumir. Por lo tanto, un mismo individuo puede demandar cosas diversas en función del papel social que asume en cada momento. Puede adquirir revistas del corazón en el quiosco para su propio consumo, mientras que como ciudadano puede exigir una buena colección de publicaciones periódicas para la biblioteca pública del barrio, sin que las dos demandas aparentemente antitéticas sean percibidas como incoherentes entre sí. El individuo sólo se expresa parcialmente a través del consumo. Por lo tanto es fundamental la creación de esos contextos en que los habitantes de un territorio sientan que pueden expresarse, aportar, y comunicarse como ciudadanos en su plenitud de derechos y posibilidades; y el patrimonio es un elemento sustancial para ello. Desde esta perspectiva, y sobre todo desde nuestra experiencia, vivimos durante estos años la participación como un proceso en el que, a partir de diversas contradicciones y conflictos sociales, se exploran las potencialidades de las situaciones concretas y de los grupos implicados para conseguir el aumento de la sensibilización y de las iniciativas alrededor del patrimonio. Ese es uno de los aspectos esenciales: el que los ciudadanos a través de su compromiso y su iniciativa abran caminos de exploración; no predicen el futuro, ni producen verdades absolutas; proponen posibilidades y se establecen compromisos. Una asociación de defensa del patrimonio va reconstruyendo la percepción social de necesidades y de posibilidades a medida que recibe opiniones profesionales, debate con técnicos, con expertos y con autoridades. Y a su vez, éstos van mejorando el nivel de sus discursos, planes y prácticas, en virtud de ese diálogo con las asociaciones, y de los procesos de sistematización que conllevan. Todos, en este tipo de contexto, salimos ganando, y sobre todo sale ganando el territorio como globalidad y su patrimonio. Ampliar opciones y posibilidades, rentabilizar las experiencias y conocimientos que hay en un territorio, aumentar los niveles de intercambio, gestionar la complejidad territorial…; eso es lo que requiere la sociedad del conocimiento. Ese es el contexto necesario para activar procesos válidos en relación a la gestión del patrimonio en los territorios. Y ésas son las premisas que nos mueven a poner en marcha la elaboración consensuada y compartida de una Carta de buenas prácticas para la gestión del espacio patrimonial de Valencina–Guzmán.

6. En defensa de un modelo propio de gestión de la Zona Arqueológica de Valencina–Guzmán: principios básicos de una Carta de Buenas Prácticas La elaboración colectiva de una Carta de Buenas Prácticas es un proyecto ambicioso, que busca superar la fragmentación, el andar a ciegas y la falta de previsión. Tratamos de establecer un marco común. Supone al tiempo una necesidad y una oportunidad: una necesidad de abrir una reflexión a partir del rescate de experiencias que han sido y están siendo válidas en materia de gestión del patrimonio; y una oportunidad de incorporar las voces de expertos, responsables políticos, técnicos y ciudadanos, buscando el mayor grado de consenso y de riqueza de voces. No cabe duda que hemos avanzado con la declaración del BIC Zona Arqueológica, largamente esperado estos años pasados para dar coherencia a todo el territorio de Valencina–Guzmán. Sin embargo, aún queda bastante camino por recorrer hasta tornar en efectiva la participación ciudadana prometida y legislada, y hacer crecer el interés científico por el yacimiento en base al desarrollo de la investigación y la difusión. Aún queda bastante hasta entender algo que nos parece esencial: que investigación y difusión son aspectos de un mismo proceso que ha de estar integrado. Desde un primer momento, el movimiento ciudadano ha demandado la necesidad de contar con una visión global sobre la investigación y difusión en el yacimiento. Mientras, la mayoría de las actuaciones son producto de una política errática y una concepción turística, centrada en la construcción de equipamientos. La carencia de un programa común para todo el ámbito provoca duplicidades, un gasto presupuestario confuso, prioridades arbitrarias, desaprovechamiento de recursos y de oportunidades. Valga el ejemplo de la coexistencia de dos propuestas municipales de construcción de sendos Centros de Interpretación, uno en Valencina y otro en Castilleja de Guzmán, ambos situados a menos de 1 km de separación. Sin entrar en polémicas sobre la necesidad de contar con nuevas figuras como la Zona Patrimonial o la creación del Parque Arqueológico y Paisajístico, o el Parque Cultural, creemos que hemos avanzado en la concepción de la unidad 518


de conjunto para todo el yacimiento, pese a que el BIC planteado nos deja un sabor agridulce por las expectativas que había creado y el resultado final conseguido en cuanto a la protección del área. Resta aún esperar un tiempo para comprobar el resultado de las aplicaciones reales que se derivarán de las estrategias de conservación, investigación y difusión, aprovechando las oportunidades que la nueva figura normativa posibilita y si realmente es eficaz para resolver las problemáticas que actualmente están teniendo lugar en el yacimiento. Aceptando este marco, desde el movimiento ciudadano creemos que hay una serie de principios que han de constituir la base del modelo de gestión en la zona; y que son los principios generales sobre los que ha de reflexionar y abrir el debate dicha Carta de Buenas Prácticas: 1. Es prioritario el diseño y consenso de un proyecto global, un Plan director de carácter estratégico que incorpore las voces de expertos, técnicos, responsables políticos y ciudadanos. No se puede seguir pensando en políticas fragmentarias, atomizadas, basadas en la inauguración de equipamientos y en acciones a impulsos, que ponen en peligro la riqueza del territorio. 2. Consideramos fundamental integrar los procesos de investigación y de difusión, consolidar y rentabilizar equipamientos y aumentar los recursos. Cualquier intervención en el área, tanto para excavación, estudio, conservación o protección, debería encontrarse contenida dentro de una línea de actuación general, donde estén contemplados los objetivos, plazos y metodologías que deberían seguirse en cada caso. 3. Es preciso avanzar en la reivindicación de la figura del “Paisaje megalítico de Valencina de la Concepción–Castilleja de Guzmán”, tal como aparece en el expediente para la inscripción en la lista de la Categoría de Patrimonio Europeo, de Las Grandes Piedras de la Prehistoria, los Sitios y Paisajes Megalíticos de Andalucía. 4. Reforzar el significado de unidad de la zona arqueológica con una estrategia común de difusión, superando las soluciones particulares que cada municipio trate de emprender de forma unilateral. 5. Preservar el paisaje prehistórico de cualquier alteración agresiva. Para ello proponemos descartar la construcción de edificios en lugares de máxima protección y cercanos a los dólmenes o en ámbitos de interés paisajístico, aún cuando tengan como destino un uso de equipamiento cultural. 6. Ubicar las infraestructuras que se consideren necesarias para la difusión de la zona arqueológica en el ámbito de los cascos urbanos para el incentivo del desarrollo local basado en el turismo cultural. 7. Considerar el papel del Museo de Valencina como la única infraestructura existente para la difusión de la zona arqueológica y se consideren sus posibilidades de adaptación, actualización y ampliación tanto de su edificio como de sus contenidos. 8. El objeto de difusión no debe ser varios dólmenes aislados; la zona arqueológica la componen el poblado, la necrópolis, el paisaje arqueológico y las conexiones entre todos estos elementos, con áreas que aún permanecen vírgenes y permiten una lectura evidente del pasado prehistórico. Proponemos aproximar al visitante a la realidad de un territorio cultural complejo con toda una red de elementos, mediante el diseño de recorridos por actuales caminos –que precisarían de su acondicionamiento– para provocar su “inmersión” en el paisaje prehistórico. 9. Considerar los parámetros culturales en la gestión urbanística y en toda planificación territorial y urbana. Territorios de la riqueza de Valencina–Guzmán, no solo deben evitar el riesgo extremo al que se ha visto sometido nuestro patrimonio cultural local, propiciando los cambios normativos necesarios para eliminar esa sutil brecha entre la protección jurídica y la protección real de los bienes culturales; sino que han de desarrollar modelos de planificación y gestión urbanística basados en principios y valores culturales que activen la riqueza, potencialidades y diversidad del territorio. 10. Trabajar con metodologías que favorezcan el equilibrio entre todos los actores que intervienen en el territorio. Las políticas culturales deben encontrar un punto de equilibrio entre interés público y privado, vocación pública, ciudadanista, e institucionalización de la cultura. Una excesiva institucionalización, o la excesiva prevalencia de una idea turística y vinculada al desarrollo del patrimonio como instrumento de mercado cultural y como único criterio para la asignación de recursos culturales, comporta riesgos y obstaculiza el desarrollo dinámico de los sistemas culturales. La iniciativa autónoma de los ciudadanos, individualmente o reunidos en entidades y movimientos sociales es la base de la riqueza y la libertad cultural.

Referencias MEDRANO CORRALES, I. (2008): “Movimiento ciudadano en el Aljarafe. Por un futuro con pasado”, Patrimonio Megalítico (García Sanjuán, L. coord.), PH Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, 67, pp. 176–179. RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, M. (2009) “Cuestiones sobre los procesos saludables de participación”, Democracia, ciudad y participación ciudadana (Benavides, J., Rodríguez, M. y Ganuza, E. coord.), Centro de Estudios Andaluces, Sevilla, pp. 20–28.

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