NĂşmero 05
Literatura Abril 2015
Don Quijote se diferencia del común de los mortales en que reconoce sin tapujos que se cree lo que lee. A. B. Vázquez. / Piensa bien y acertarás (fragmento)
The Addiction Kathy: -He cubierto los espejos de mi casa. ¿Sabes por qué razón? ¿Qué tengo en la cara que no quiero ver? Jean: - Kathy, estás empezando a asustarme. Kathy: - Son los ojos, son los ojos... A la larga todos hacen lo mismo. Jean: -¿Quieres un consejo? Deberías ir al médico. Kathy: -¿Crees que el infierno termina a los dos años? ¿Acaso lo que has hecho no está flotando en el espacio? ¿Crees que te han perdonado... por mentir de niña a tu madre, o por acostarte con hombres casados? ¿O por pagar impuestos para que a Centroamérica pudieran joderla? Ven conmigo al baño. Quiero enseñarte algo. No tengas miedo. Presta mucha atención. Jean: -Dios mío. Kathy: -Me estoy pudriendo. Pero no voy a morir. Podría seguir siempre así. Jean: -¡Kathy! The shocking film from Abel Ferrara
Glosario nº5
Editorial Págs. 45
El Tintero Págs. 1623
Crónicas Solferinas Págs. 69
Lengua de Gato Págs. 3031
Puzzle de Poemas Págs. 1015
Relatos Asombrosos Págs. 3241
Perico Comix Págs. 2427 Correo Electrónico duendeverdelit@hotmail.com
Pesadillas bicolores. En blanco y negro. Pesadillas multicolor. Pesadillas etílicas, grotescas. Pesadillas prehistóricas, medievales, renacentistas. Pesadillas del hombre moderno. Pesadillas en boga. Pesadillas de locos, mediocres, vulgares. Pesadillas a plena luz del día. Coleccionistas de pesadillas. Pesadillas en bocadillos; para comer y para cenar. Pesadillas colgadas de los tendales y sumergidas en el fregadero. Pesadillas en la pantalla, asomadas en ventanas, tras las puertas de los coches. Pesadillas en la memoria, recuerdos de pesadilla, pesadilla de ruidos, olores, sabores. Colores. Pesadillas caducadas, mohosas, estancadas. Pesadillas fugitivas, acorraladas, cautivas. Pesadillas furtivas. Pesadillas mejores que sueños. Pesadillas que jamás sucederán. Pesadillas olvidadas. Pesadillas escondidas bajo la cama, a nuestras espaldas, pesadillas de nuestra misma sangre. Pesadillas a la hora del desayuno, en el té, sobre las tostadas. Pesadillas tras las cortinas, tras los muros, en la calle. Pesadillas en el mundo, un mundo de pesadillas.
Lo confieso. Soy una devoradora de lentejas. Desayuno con lentejas, al mediodía, como merienda. Lentejas en la noche. Solas o con chorizo. Con pasta, arroz y, sobre todo, con nata. Y pan. Mi dicha con las lentejas es grandiosa. Un día soleado se arruina por altas nubes grises, aquel plan con los amigos que parecía tan bueno, chafado en el último momento. Hay cosas que fallan, las lentejas no es una de ellas. La cacerola, reluciente, posada sobre los hornillos, deletrea mi nombre. Aguarda por mí. Siempre. Anoche, bueno, atarde, mientras soñaba, paseaba por un prado. El prado resultaba ser una mezcla de campo y aula de colegio. La arquitectura de los sueños, ese gran enigma. Rodeada por alumnos desconocidos y de mi antigua profesora de lengua castellana, por la que, sorprendentemente, sentía estima, veíamos pastar a un rebaño de vacas. Todo era grato. La temperatura del color, la leve atmósfera… Todo me incitaba a evadirme, a soñar dentro del propio sueño, y cuando volaba ya lejos de aquel grupo de desconocidos, oí gritos. Las vacas, que felices pastaban jirones de hierba,
comenzaban ahora a asfixiarse. Sus robustos cuerpos comenzaban a vaciarse como si algo los exprimiera, absorbidos a través de una pajita invisible proveniente de una gran boca. Despojos de vaca, eso era cuanto quedaba. El cuero, arrugado y seco, ondeaba como una bolsa de la compra sobre las pezuñas de los ahora, vacantes peluches diabólicos. El asombro era mayúsculo. -¿Qué está ocurriendo? -le pregunto a la profesora. -¿Dónde tienes los ojos, Ágata? -me responde ella con una desquiciante tranquilidad-. Esto es lo que ocurre por comer lentejas: no eres tú quién se las come, son ellas las que se alimentan de ti. Mi perplejidad no tenía límites. Pobres vacas… La catástrofe comenzaba a anidar en mis pulmones. ¿Es que no podría volver a comer lentejas? ¿Qué clase de monstruosidad era aquello? ¡Ser devorado por unas lentejas! Ante aquella vorágine de preguntas y angustia me revolví entre mi cuerpo dormido y, mientras desentumecía mi esqueleto, no imaginaba otra cosa que el gran plato de humeantes y ennatadas lentejas sonrientes que me esperaban sobre la mesa del comedor.
Ágata
Vuelvo a dormir sintiendo la relajación visceral, acurrucada bajo las sábanas que se enredan en el capricho de mis piernas, los párpados no traicionan. Me abandono al regazo de Morfeo sintiendo un profundo y abrasador sueño…era lo único cierto en este tránsito inefable y casi mortal. Ahora tengo un nítido recuerdo durmiente, como la gitana del cuadro de Rosseau, primitiva, salvaje; ella duerme y el león visita su sueño a la luz de una luna que brilla en toda su obscenidad. Se oye el grito del viento entre susurros y la mandolina cautiva mi mirada, sus cuerdas templadas comienzan a sonar, es una música con cadencia maldita; respiran mis heridas y me ahogo. De repente se enredan sobre mi cuello en una especie de baile surrealista…quieren mi porvenir y yo no puedo escapar de ellas. Canta el gallo y despierto.
Aelita
Henri Rosseau
No hablaré para el hombre envanecido de ciencia, que sujeta su completo mundo en la pequeña palma. Repleto de razones raras que el miedo ha ido tallando en mi razón, aún sorprendido, hablaré a quien tolere que el secreto sea otra letra habitual del alfabeto que escribe este otro mundo engrandecido. No quiso Dios que fuese mi camino camino de árboles, piedras y casas. Quizá ni fue Él quien me forzó al destino de ver a los fantasmas y sus gasas donde otros ven los hálitos del vino. Ojalá evitara mis noches rasas.
He dedicado muchas tardes de mi vida a poner en palabras la vida de otros. Ahora estoy cansado y triste, y veo pasar las noches hasta casi el alba. Confieso (pero, ¿a quién?) que me asusta la oscuridad y prefiero no tentarla con mi sueño. Pienso que tal vez alguien escriba mi biografía cuando yo muera, y que algunos la leerán. Un pequeño volumen de tapas duras. Quisiera estar leyéndola esta noche y ahorrarme así el trabajo de vivirla hasta el final.
Te escribo a la luz de una vela. Leopoldo María Panero ha muerto y su laringe pende del cuello de la Ilustre Dama -habremos de mear sobre su tumbauna tortuga me sale de la polla cuando hacemos el amor. Hay otra tortuga muerta en el fondo de la piscina, se va a instalar en el corazón de los inquilinoides de este reducto de mierda. La muerte se monda de risa y mientras tanto lava sus instrumentos en la otra mesa de trabajo de este cuarto. Hace frío y me tengo que largar de aquí, de la jerarquía del fracaso y sus necrópolis desaventadas, de esta lucha por las limosnas de la dignidad perdida por todos los tiempos antes de empezar. Mal te escribo a la luz de una vela. No sabemos dónde estamos más allá del murmullo del viento en la ventana, más allá de la sombra de un perro negro que ha entrado en la habitación.
No sé a qué vine al mundo. Quizá nunca pueda saberlo, cuando menos en este estado de conciencia, vacuo, banal, donde nuestros miedos responden al roce de la luz solar con los objetos. Hace 2 siglos la gente veía las mismas tonalidades, aunque a veces me imagino el pasado en blanco y negro, como un guiño a las películas clásicas, viejas. A esas cintas mudas donde el silencio lo dice todo y todo es silencio. Supongo que habrá quien piense que una vida en blanco y negro sería lo más cercano a una pesadilla en vida...¡adorables ignorantes! cuánto odio y mal surge de las penurias humanas, como para que tan insignificante matiz pudiera ser a bien llamado... pesadilla. En esta existencia habitamos entre delgadas líneas que separan los estados de ánimo, cuerdas invisibles cuyo roce puede suponer el más intenso placer o la más miserable desidia. Establecer el camino es otra de las decisiones a tomar, no la decisión, en sí, sino otra más, entre tantas. La pesadilla más grande que he conocido es el miedo, pero éste tiene varios capítulos, diferentes, que oscilan entre in-crescendos y allegros junto a sonatas de ultratumba. No puedo diferenciarlos... sí, sé que existe diferencia, pero coexistir entre ellos me ha llevado a un punto de no retorno, quizá cercano al destino deseado, a ese limbo donde el miedo no existe y tus ojos pueden ver a través de las paredes. Cuando el miedo desaparece, la mayor pesadilla es tumbada. Pero puede haber más. Aunque sin miedo, quizá no las perciba, porque lo que de verdad exhacerba ese estado nervioso es el temor a lo que se desconoce. Esto último quizá sea incorrecto, porque de ser cierto, todo ser humano estaría muerto... ya que nuestro nivel de conocimiento universal es ínfimo. Ojalá me equivoque, y existan humanos al corriente de las constantes vitales del cosmos. Pero lo más probable es que nadie haya llegado a ese punto. Y quizá sea más real creer que convivo con jodidos hologramas programados por un sistema operativo que no es Windows, que pensar que el odio y el miedo engendrado por la opresión del humano por el humano, es algo natural.
En el sueño no se sorprendió al verse con una imponente rubia que vestía un ajustado traje de licra roja. Hacían el amor hasta que la insoportable excitación le despertó. En el lecho el sudor y la dureza de su miembro le impidieron conciliar el sueño de nuevo. Al día siguiente conoció a la exuberante mujer de rojo en una cafetería, intimaron pronto e hicieron el amor de forma idéntica a su sueño. Esa misma noche volvió tener un sueño diáfano y esclarecedor. Esta vez con un número de lotería: el 3456. Lo buscó impaciente nada más despertar, lo compró y no sin sorpresa ganó unos cuantos millones en el sorteo de la noche. Durmió tras celebrarlo por todo lo alto. Y soñó de nuevo. En el sueño veía la entrada de su propio dúplex. La reconoció al instante. Un desconocido forzaba la puerta, subía las escaleras, con sigilo accedía al dormitorio y ponía una suave almohada sobre su cara. No pudo respirar, ni despertar para comprobar que la pesadilla se cumplía con toda fidelidad de detalles.
Como si viviera en el siglo XVIII creo que los sueños pertenecen a la posesión espiritual e imagino poemas con ensoñaciones de opio donde un barco de fiebres se tambalea bajo la tormenta Olvido mis sueños Fuseli cabalga con un gato gris a su lado He visto sombras supersónicas de Bakus atravesar el pasillo de casa y luego gritar a mi padre mientras devoraban sus sueños Un ánima en sueños se apena de mí y me asciende a las estrellas Plantas y animales roban mi respiración mientras duermo Y la muerte se sienta en mi pecho La muerte ha decidido sólo matar en sueños en Tailandia Sin ningún motivo o razón aparente No abras los ojos La marca en nuestra frente Es la de la pesadilla Sangre de animales sacrificados recorren nuestras venas No puedo cerrar los ojos He de esperar a la tormenta Y hay flores y cuadros con clavos colgantes Con música de juguete sonando de fondo y descalzo camino hacia el tiovivo en llamas La vida dando vueltas en una pesadilla iluminada Mantener el sueño diurno en la realidad se había convertido en malsoñar mistérico Cuando unes la noche al día ambas realidades se solapan Y el tiempo se va volviendo loco, la tormenta recorriendo tu boca Las rodillas temblando en el vendaval Espectro visitante Música rara sonando para ti (It’s a question of time) Se oyen risas
Una de las formas más generalizadas de una pandemia vírica, tanto en el cine como en los videojuegos, es la que ataca al hombre transmutándolo en zombi. Por alguna razón, se agrupan y, sobre esto, existen opiniones diversas, entre las que destaca un objetivo común: la supervivencia viral. Siempre quedan vivos seres humanos que no han sido infectados, sin razón aparente, que luchan hasta la histeria contra ellos, formando otro subconjunto y se desintegran en otros grupos menores. A pesar de compartir objetivo contrario con los errantes, el suceso los enfrenta a la accidentalidad; el encuentro fortuito de razas, credos y formas de comunicar ideas, además de otros factores, lo que genera un microclima de enfermos del pensamiento, es decir, homo sapiens sapiens junto a sus pulsiones e instintos, locos por apoderarse de la naturaleza muerta, por mínima que sea la muestra. Ahora bien, ¿Qué tipo de paralelismo existe entre estos contenidos de la cultura popular y la realidad de las jeringuillas, los focos de infección y la realidad distópica de lo antedicho? Nada ¿Nada? Extended los antebrazos hacia mí porque soy una guadaña deseando regar con vuestra sangre sucia, llena de veneno, las flores de las tumbas. Esperando, siempre esperando a que todos los ataúdes se quebranten. Es como la aquiescencia de la evidencia del símil existente entre la muerte y el abandono sentimental. Ambos se han ido, jamás regresarán, pero, los invocamos continuamente en el vacío espiritual. Puedes visitar tumbas o pubs; la revelación será idéntica a ver a un zombi, con suerte a un alma encadenada y podrida que te perseguirá hasta el fin de tus días.
El hecho sin consumación, la necesidad de apropiarnos de mentes ajenas, la desesperación contumaz al desprendimiento. En este caso, nos acercamos a la depresión de modo gradual porque la pérdida, sea por fallecimiento o ida/huída/desaparición del objeto depositario de nuestra fascinación romántica reproduce el mismo error sociológico desde las cavernas, por ende se remite a La Horda Primordial, Freud dixit.1 De nuestras ruinas, escarbando, grosso modo, hallamos bellos los epitafios y entregamos lápidas a nuestros objetos de seducción, erróneamente, sin dilación, con poco sentido del tacto, esgrimiendo razonamientos sobre algo, en que, de modo alguno intentan, vanamente, suplir razonamientos porque como dijo Espinoza : “Nadie sabe lo que pide un cuerpo”.2 Bien, es cierto, que poco se discurre en estas páginas, sobre la experiencia como nutriente de esas básicas y mundanas prácticas que generan la cognición sobre el acto extrasensorial del amor, la cual es de tremenda importancia e impacto en la psicología evolutiva. Huelga decir que ni filósofos, ni sociólogos, psicólogos y otras entidades del conocimiento desechan la figura del amor, incluyendo este contenido en la Poética Aristotélica, quien define entre tres clases de pensamiento al respecto: conocimiento ( theoria), acción (praxis) y realización (poiesis).3
Daniel Artiles Rodríguez El porvenir de una ilusión. Alianza editorial 1985. Ética, parte III, proposición II. 3 Estética y Fundamentos. Monroe C. Beardsly/ John Hospers. 1997. Cátedra. 1 2
Nadie sigue mis pasos, nadie me controla ni persigue. Bajo un árbol que no abriga ni protege del sol, hablo con Kelson, el árbol. Me dice que fue amigo de Nelson, el pirata, pero no le creo. Creo que es un árbol centenario muerto de asco, de aburrimiento y que ha visto pasar tantas atrocidades y atardeceres muertos, como para intentar seducirme con su demagogia. Escupo sobre sus raíces y lo rajo un poco con mi navaja, para torturarlo, para que me diga la verdad y, en efecto, llora savia parecida al semen. Que bello fue aquel tiempo de la mujer harapienta, su cabello fue arrancado de sus sienes en un vendaval, hace tiempo, mucho tiempo-masculló, sacudiendo las raíces. Me alejé de sus mentiras venenosas e intentó llevar mi paso. Se movía con estruendo, derramando babas, mezcladas con tierra. Pretendiendo hacerme sombra pero, cada vez que me volvía atrás, se escondía como una sabandija infecta, ente contenedores de basura y palmeras muertas. -Eres un mentiroso Kelson, otro puto mentiroso; no puedes moverte.- le dije delante de todos, para que se rieran de él, pero, obtuve el efecto contrario y todos, absolutamente todos, hasta personas de otros países se rieron de mí, de una forma cargante, enloquecida, como si se hubiera acabado el sake en Japón. Imagina un óvalo, imagina una boca con su forma tallando un grito en Dolby. La mueca de la muerte soñando, el aullido de un terror nocturno. Imagina tu muerte y reproduce ese grito al ser víctima de un apuñalamiento Observo un combate de esgrima en el anfiteatro de Mérida. No puedo moverme, sólo contemplar y meditar en mi orgía noctámbula. Otra vez estaba allí, acariciándome con sus ramas. Fui estatua en foto fija mientras me acurrucaba a su cuerpo inútil. Seguidamente, me condujo a otro sitio, otra de sus charcas de cloaca, fingiendo estar yerto en un sueño furtivo, atrapado en su aura deletérea durante la eternidad.
"Errar cansada, largamente, estúpidamente, vagamente, e ir rodando, rodando, rodando como rueda de coche fúnebre, rodando, rodando, rodand o, rodando, rodando, rodando; medir a grandes zancad as la ciudad, los barrios mediocres, otoñales, burgueses , el arrabal HEDIONDO A TRISTEZA, cuna de atardeceres horribles meretrices estúpidas, meretrice s estúpidas, criminales, vagabundos y tahúres, mendigos y borrachos, estafadores pálidos de faz patoló gica, tontos con las piernas tendidas al sol de los inv iernos, vida pobre, vida pobre, fatigas y HAMBRE, enfermedad, ociosidad, fatalidad… … y arrastrar siempre, siempre en las pupilas, siempre, un hor ror natural, consuetudinario y ácido como los dom ingos del pueblo."
"Me acuerdo de que tardé varios años en mirar detenidament e a la luna. Su claridad estaba ved ada a los niños. Nos acostaban an tes de que naciera. Nos levantaban cuando ya se había ido." E. P. Gómez Me acuerdos (fragmento)
Fotograma The Adicctio nAbel Ferrara
e detesto, o el "Tengo que escoger lo qucia odia, o la sueño, que mi inteligenilidad repugna; acción, que a mi sensibe no nací, o el o la acción para la qu nacido nadie. sueño para el que no ha a ambos, no Resulta que, como detestmoo alguna vez escojo ninguno; pero, co ar, mezclo una tengo que soñar o actu cosa con la otra." Fernando Pessoa ento) Libro del desasosiego (fragm
Lentejas con nata Ingredientes: Lentejas Pimientos Cebollas Chorizo Laurel Zanahorias Nata Almendras Sal y pimienta
te jas (pardinas en es Lavamos las lente os sobre una olla caso) y las colocam del ogamos con agua enaceitada. Las ah y a cebolla, pimientos un os m ica P . po m tie a los cachitos en un chorizo. Añadimos las os. Lo añadimos a sarten. Salpimentam un an a burbujear con lentejas que comienz el. dos hojas de laur y l sa de o zc lli pe s a vez que las lenteja Apagamos el fuego un n os y adornamos co estén tiernas. Servim n oceada mezclada co zanahoria cruda tr . iamos con nata líquida oc R . da ca pi a dr en m al . siempre saben mejor Nota: Al día siguiente
R e c e ta de Á ga t a
Ingredientes: Pan Plátano Chocolate Coco rallado Almendras
R e c e ta de Á ga t a
Bocaditos de plátano a nadas de pan. Encim Cortamos unas reba o. rodajas de plátan dispersamos unas las itos de chocolate y Añadimos unos cach a rante diez minutos metemos al horno du o, ocolate esté derretid 80º. Una vez el ch s a coco rallado y trocito cim en os m ea or lv po es de almendra.
Estaba ya muy avanzado el otoño del año 2000 cuando te vi por primera vez. Apareciste en un contenedor de basura, donde algún corazón despiadado te había depositado a traición en busca de una muerte dura y dolorosa. Llegabas en brazos de un niño que, feliz, se disponía a ofrecerte un hogar para que pudieras vivir tu vida de gato a tu antojo. Entonces te vi, grande, orgulloso aún en el infortunio, poderoso y fuerte. Y vi tu mirada bicolor, un ojo azul, otro amarillo, que me miraba desafiante, como queriendo decirme que no estabas vencido, que esto solo era una piedra en tu camino, que te sobraba personalidad y fuerza para esto y para más. Tenías un hogar, así que me limité a admirarte y a desear al niño una vida feliz a tu lado. Pero tu tenías otros planes. A pesar de tener un lugar donde vivir plácidamente tu atención se posó sobre mi hogar y sobre Lucas, el gato que habitaba ya en él. Y te empeñaste en dejar clara tu decisión. Día tras día cruzabas la calle para, en cualquier descuido, introducirte discretamente en mi casa para pasar un buen rato en ella, junto a Lucas. Finalmente los humanos nos rendimos y, sin problemas, dejamos que formaras parte de nuestra familia. Pasaron 9 años, años felices, años de mi juventud y de tu plenitud. Disfrutabas junto a Lucas de la vida que habías querido, por la que habías luchado. Sin embargo, a veces el destino se vuelve injusto y sin darnos tiempo a pelear nos dejaste prematuramente. Al dolor de tu marcha se unía la sensación de que te habías ido demasiado pronto y demasiado rápido, de que aún nos habían quedado cosas pendientes por vivir. 9 años no fueron suficientes para demostrarte lo muchísimo que te queríamos en casa. Y aquel 8 de septiembre comenzamos a llorarte. Lucas te buscaba, yo te buscaba y los dos nos resignamos a tu ausencia.
El año 2013 tocaba a su fin cuando vi tu foto en las redes sociales. En ellas se difundía a un gato con el repetido y conocido mensaje “urgente, gato callejero muy sociable, en la calle corre peligro de que le hagan daño, urge sacarlo de allí”. Tras pensar en la injusticia que convierte la sociabilidad en una sentencia de muerte continué con mí día a día. No es dureza, sino supervivencia cuando se es consciente de que no se puede llegar a todas partes. Lucas se nos iba, tras cuatro años sin Blanco, de dura pelea, enfermedad tras enfermedad, todas ellas sumidas en la depresión y la apatía, decidió que ya estaba bien, que quería dejarnos y lo hizo como suelen hacerlo los gatos, casi sin avisar. Y se llevó con él lo poco que me quedaba de aquellos años felices de juventud. Volví a encontrarme contigo los últimos días del año, coincidimos en sala sala de espera de la clínica veterinaria. Los peores presagios se habían cumplido y habías pagado el precio de tu amabilidad y dulzura con los humanos. Mientras conocía tu historia de infortunios y sinsabores, tu salvadora te enseñaba orgullosa de tu fuerza y tu belleza. Y entonces realmente te vi por primera vez y mi corazón aún en duelo por la reciente pérdida se aceleró al sentir como el tiempo volvía atrás. Allí estabas, grande, orgulloso, dispuesto a defenderte a pesar de no estar en tus mejores momentos, derrochando personalidad y poderío. Vi tu mirada bicolor, un ojo azul, otro amarillo y lo supe. Otro lugar, otras circunstancias pero tú y yo ya nos conocíamos de antes, de mucho antes. Ya en casa no podía dejar de pensar en ti, en que el destino nos había unido por algo, en que Blanco, sabiendo que Lucas estaba ya a su lado, te había enviado para terminar lo que había dejado a medias años atrás. Pero tenías un hogar, un buen lugar donde poder ser feliz y yo no podía más que recordarte y admirarte en la distancia.
Suena el teléfono, alguien pide ayuda para un gato que no termina de adaptarse a su hogar. Respondo la petición y te encuentro ahí. Tu humana está preocupada, no pareces querer integrarte en la familia y hay que buscar una solución. No puedo negar más las señales y comienzo a preparar tu llegada a casa. Como si llegaras a un sitio conocido para ti recorriste la todo con confianza y directo fuiste al lugar más soleado de la casa, como si te dispusieras a retomar algo que dejaste pendiente.
Hoy llevas ya un año con nosotros, sin problemas, y cada día doy gracias por haber podido tener una segunda oportunidad. Doy gracias porque, aunque sé muy bien que tú eres Blacky, con tu propia individualidad y tu derecho a ser reconocido como ser único, puedo, a través de ti, cerrar una herida abierta. En mi nombre y en el de Lucas.
Blacky
Blacky
Blanco
B l a nc o María Jesús Sánchez González
Errante, surco la carretera inundada por la respiración de las plantas. La tierra me salpica notas de colores incandescentes mientras una rueda chirría. Aprieto levemente el freno de la astronave y trago saliva. Los susurros que surgen del auricular, siempre demasiado altos, callan tras la inminente caída de la boca musical, que se desliza de mi oreja, arrancado por la velocidad de mi trayectoria. Tras varios intentos fallidos por recuperarlo, pierdo por un instante el control de la rockrider. Zigzageo unos cuantos metros hasta que logro enderezar el manillar. Tras ser absorbida por la pendiente más pronunciada de mi habitual itinerario, cierro los ojos en busca de estrellas. Con los pulmones henchidos de música, me niego a que el roce dicte la velocidad de mi nave. Piedras en el camino. A menudo la carretera regurgita grumos pedregosos. Algunas madejas leñosas semejan lamias: mitad cuerpo de mujer y mitad cuerpo de serpiente. Inmóviles, crujen bajo la rueda; otras, arrastradas y siseantes, defienden lo que bailan. Un calor ígneo comienza a subir por mis pantalones. Enemigo de lo imberbe, se instala en mi cabeza. A mí no me importa: dialogo con él a pesar de su obstinación por acelerar mis pedaladas. La ruta terregosa toca su fin. Piso suelo de ciudad y tomo aire monoxidado. Los bultos de la carretera se convierten en transeúntes plomizos, hombres y mujeres polilla que se amontonan en los bares, ante los semáforos, tras los faros de los coches. Esquivo sus ojos rojos en lo que tarda mi transformación. Ahora soy como uno de ellos. Una entre tantos.
Abro los ojos. No sé donde estoy... Puntos blancos parpadeando como una vieja televisión mal sintonizada es lo único que veo. Joder... No sé donde estoy… La imagen se vuelve más nítida y empiezo a ver baldosas blancas... Tengo oídos... sé que tengo oídos porque oigo golpear algo... un bombo con mucha reverberación... NO! Alguien golpea una puerta…. es a mi lado... en esta sala de baldosas blancas... La puerta se abre…. veo todo mezclado con interferencias de puntos blancos... entra un tío de camisa de tiras musculado y me agarra por las solapas de la chupa. -Oístes neno! Ya te vale joder! Una puta hora!!! -Me levanta como si todo mi ser fuera un burdo saco de patatas... de harina.. .de otro costal... YO QUE SÉ!. Miro a donde estaba sentado y veo una taza de water, mi ingle desnuda y mis pantalones por la rodilla. LO SIENTO PERO (necesito investigar). En medio de un mar de blanca porcelana yace un monumento marrón a la biología, al reciclaje... CACA... siento la llamada de lo salvaje y le doy una dentellada a un zurullo marrón con granos de maíz de la ensalada de ayer que sobrevivieron a la digestión como vietnamitas en un bunker, mastico y me empapo de su sabor y le planto un morreo al de la camiseta de tiras y gorra rapera (no dije antes que tenía gorra? no sé... estoy en una sala con baldosas blancas). Vuelvo a perder el conocimiento... me despierto ensangrentado en plena calle... no hay baldosas, solo piedra marrón…. es jodido ubicarse entre tantos lapsus…. noto un dolor amargo en la boca... me faltan los incisivos y... LA CARTERA!
En algún momento se durmió y, soñando, sintió que alguien lo rozaba suavemente en el hombro. Tres caricias. También soñando, dijo: —No, estoy durmiendo. Dos roces más. Esta vez le hicieron daño. Le pasó un escalofrío por la nuca y oyó cerca de su oreja: —Hombre, no te preocupes, pues tu Señor está contigo. Yo traigo todas las soluciones. Creyó despertar y lo vio en seguida, sentado en una silla al lado de la cama. Vestía una túnica parda, tenía cabellera rubia, ojos oscuros, labios pequeños y dos cuernecitos negros en la frente. Le pareció un diablo. —Tú dirás —le instó. —He aquí que he venido a guiarte por el sendero, ya que llevas un tiempo mareado. Algunas cosas son y otras no son, pero otras deberán ser —dijo la aparición. Movió las alas un poco. Sus ojos brillaban, eran negros. Tenía algunas plumas atadas con hilo de alambre y manchadas de grasa. "¿A qué huele?", pensó. Era su boca: le olía el aliento. "¿Cómo le huele el aliento con esa boca tan pequeña?" —¿Qué supones que debo hacer? —le preguntó con desagrado. —Tu novia es una puta. Sal a la calle con un cartel que lo diga. —No puedo, está lloviendo. Se borrarían las letras. Además, sólo tengo una camisa —mintió él, intentando zafarse. Los cuernos se hacían quizá más largos, negros, enroscaditos y afilados. —Pues lo que es no será si la tinta es mala. Aquí te doy un periódico para hacerte un sombrero. Le extendió un plástico arrugado con las noticias de los muertos y los monumentos. Era pegajoso y se le adhería a las manos. Se lo pasó de una a otra, se le agarró a la barbilla y al pecho, quedó convertido en una bola viscosa y acabó por deshacerse e impregnarle el torso desde los hombros. Se sentía mal. Tuvo otro escalofrío, en los riñones. —Ya lo tienes; ahora sal. El normal funcionamiento de lo propio llama a los que pueden para que hagan lo que deben. Al hablar enseñaba los dientes. Le pareció que no se los había lavado, pues vio sarro junto a las encías. Uno de ellos era oscuro: casi no era un diente, era una gran caries. "Pero, ¿los ángeles tienen caries?", se dijo. Notó un sabor amargo en la boca y ordenó: —Desnúdate. Quiero ver si tienes pelo en el cuerpo. Si tienes pelo eres un cabrón y te mataré.
El ángel, de pronto desnudo, tenía figura de mujer con pezones rojos y pubis lampiño. Su piel era bronceada. Sentado, cruzó las piernas. Sus senos eran redondos e hinchados, y subían y bajaban con la respiración de la boquita pálida. Los cuernos estaban enroscados como caracolillos. "¿Qué hacer?", pensó. Sentía ganas de orinar, pero aún no podía. Le pareció necesario acabar con aquello. Tenía prisa. El ángel, muy cerca, abrió las piernas despacio. La pantorrilla le rozó la cara y el vello lo arañó. —¡Cabrón, tienes pelo! ¡Te voy a matar! —gritó él. —Me marcho, pero tu novia es una puta —dijo el ángel—. Debo resolver algunos asuntos —y se levantó de golpe. El ángel movía un culo afeminado. Se detuvo y se peinó. Quitó los cabellos rubios del peine y los tiró al suelo. —No puedo quedarme más porque tengo una cita —añadió. Su voz se iba haciendo cada vez más atiplada, más débil. —¡Te voy a matar, tienes pelo! —se creció él. El ángel se fue rápido, como afectado de diarrea, corriendo con las piernas juntas. Se había dejado las alas enganchadas en la silla; se movían como el rabo cortado de una lagartija. —¡No salgas, te voy a matar! Se alegró de que se fuera. Tenía ganas de orinar. —¡Satanás! ¡Satanás! ¡Cabrón! Daba gritos desde la puerta de la habitación. Se sentía fuerte. —¡Te voy a matar! ¿Me oyes? ¡Te voy a matar!
fotografía: quehariaeloso.wordpress.com
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