Duendeverde 3

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NĂşmero 03

Literatura Marzo 2015


Con el ala aleve de su leve abanico. RubĂŠn DarĂ­o


Glosario nº3

Editorial Págs. 4­5

El Tintero Págs. 12­21

Crónicas Solferinas Págs. 6­7

Lengua de Gato Págs. 22­23

Correo Electrónico duendeverdelit@hotmail.com

Puzzle de poemas Págs. 8­13

Relatos Asombrosos Págs. 24­35


Paula Pereira

Paula Pereir a


Palabrastras Sanguíneas Recoge cartas olvidadas de ayer. Intenta, en vano, descodificar su prosa estancada. Como un suspíreo tras una lápida, algunos pensamientos se infiltran en nosotros. Y como el musgo que cubre los panteones nos arropa en su fría envoltura detrítica. Del mismo modo que las estatuas que velan sarcófagos caminamos con fatigado andar, semejante al recorrido realizado en suelo de dura gravedad. Mecidos en cuna de hojarasca hilada, los días de lluvia diluyen nuestras pisadas carbonizadas por el llanto de los árboles.

Todavía hay quienes mandan mensajes cifrados al espacio.


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Lenguaje en estado de descomposición Existen monstruos, alteraciones marinas en cada casa. Alimentándose de felicidades fortuítas. Cuánto más vigorosas, menos perceptibles se convierten, instaladas en la penumbra de nuestros hogares, acechan bajo parpadeo trémulo. Pronunciamos catacresis inaudibles, de intrincada masticadura, que como espinas blancas, atragantan esófagos ambigramados. «Estomacadas», los vicios del lenguaje se significan contra las cadenas de oraciones, desconstillándose, desfragmentadas, sobre los intestinos. Tan sólo las valiosas palabras fulgurantes alcanzan transitar la corriente sanguínea, que tatuándose en los tejidos semejan pinturas prehistóricas,

imposibilitando olvidar como nos llamamos.


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En desuso En priorazgo de crúor cerúleo Preeminentes son las témporas de los cenobitas Lampreas bajan de noche por ríos áureos de poca profundidad Un aviador entra en una dulcería vestido de dandi en 1924 y por culpa de un triángulo no le volvimos a ver Acetatos invertidos escuchan los chicos en la inclusa Águilas de acero bordean la canícula El himeneo de la joven pide que la desposen de su núbil Petrimetre ruega ósculos Típica y Jazz están siendo ojeados por el cometa Lunáticos gracias a la victrola Siento compatía de Aína El celícola sustituido por el terrícola flagra Ahora que te me espejas, no habrá esplín Aína Porque eres un mirlo blanco

Sebensuí A. Sánchez 8


Fragmentos pasados. Estas palabras no se las deseo a nadie. Es como si mi cañería fuera a explotar. Mis sentidos son necios, mi calma es un extraño visitante, mis pupilas se dilatan y mi conciencia palidece. Estoy vacío y tú sufrirás las consecuencias. Mi deseo es poder mirar mi corazón en un microondas; mis pensamientos en una ensalada y comérmelos. Y diluir mis ojos en esta botella.

No hay poesía hoy solo vestigios incompletos; dolor que se escapa como ladrón a media noche; no sé dónde está, ¿tú lo sabes? ¿Tú lo sufres?. Me importa lo mismo, que si sabes cómo los peces vuelan. Eres en mi mundo uno más que se adhiere. Eres algo que ni dios quisiera recordar y el pastor insiste. Estoy en la esquina de tu corazón viendo como todos entran y salen de él. El peso de tu existencia es abrumador, y mis sienes se quiebran. El amor, es que yo te lleve de paseo a la galería de mi cabeza y tú no mires los cuadros que hay de ti y de mí. No puedo dejar de manchar mis hojas con tu fragancia mortífera del pasado aullando. Te pido sal y tú me das la mano sudada. No de mí. Te pido tomar un vaso con veinte dedos y me das la botella vacía. Me declaro en guerra contra la ternura del momento y que lo precario haga su labor.

(RAMA) en un Mi firma se escribe alfabeto inmóvil. la Mi firma no desvela persona que soy. sólida Aparentamos ser la n. prueba de la evolució Todo nombre es una mancha de tinta por descifrar. Rodrigo Garrido Pani

agua

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S UE Ñ O EL ÚLTIMO

DE BORGE

S

de 1986 el 14 de junio ió ec ll fa s ge or dobles. Luis B les sueños de ua Cuando Jorge it ab h s su os, con ido en uno de sa sala sin libr io se hallaba sum nc le si a un encontró en duplicaba n vago espejo De repente se U s. da ta en fr permitiese puertas en dos enormes que su vista le ó añ tr ex le o cha en. N erta de la dere pu a su pálida imag L . ia nc erda era colores, la esta La de la izqui distinguir los o. el ci al ía uc anco y cond el averno. era de color bl umiblemente es pr a er o gún su destin ante y en al D tenebrosa y en , on rt te en la ilton, en Ches só en Ulises y en Pensó en M P . es ch no y miró s Mil y una dó. Se detuvo du demiurgo de la to en om m neas. Por un ea para un Anábasis de E ientras una id m za an fi on de sc s con de mbra apareció so na a ambos lado U . ía orges, to le sobreven . ‘Adelante, B do an imposible rela in m ca ir mismo nminó a segu dos caminos al repente y le co s lo ar m to ble pueden usted y su do tiempo’. despertó. o sueño ya no Pedro Pujante De este últim

v

D ur m S i e mp r e e nf e r m Y quiereo, llorand s a mo r a El fi Ún i c a me n a nt e El El lunes por cuest sábado, i ó n de e f Y un a a legría sin E n o mb r e Que, en n e l so p o r t a C on p Y tatuaje s ma d e i e z o n e s n c a r ne E n e se p ortal, la luz blanc a me r N S i n o un p a r p a de o o e r a Q u i é n sa d r a m b e si D a ni e l Artiles R o d r í gue z

Los escritores do del puente. ivían al otro la

alta Leían en voz an, ab ch pero no escu os, in ec ni a sus v se que alguna vez . os er st ra fo s lo ni a acercaban

Lamarck

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ntos vivían todos ju Los escritores pletamente solos. pero com ecieron, Y así desapar ismos, si m encerrados en oxígeno. el o falt hasta que les


mi ó e n u

n p o r ta l

do a l p a r a q u e ma p a d e o a l no e s r r o p a t e e l p r i n r i st e c por ejemipio fecto mo plo E s un h e r t a l d ni contex or al esperato n pixelados e de c e r d o Aleluya Aleluya e c i ó t us ropajes a s na d a mático, real

E l Gr i s

os itos ajen r o i c n e s t Sen metrópoli la n e o ca s Viajand almas se s a d a i s a cor r o Y de m illa de so adolescentes n a t n e v la a dr e s B u sc a n inútiles p , s ja e i v Pobres mi v i si ó n E mp a ñ a n o i t ut D e l i n st s Gr i s mo s t o d o li a s e d n D e do do o, viajan Lo p i e n s l asfalto nd o e n e u h e m Y e se a ue z a r a da qu p la s R o dr í g e le i t D r A l D a ni e

¿Dónde estás, qu

e no te veo?

, ten hoy los grillos Qué lejos se sien noche ha cesado, el zumbido de la o lastimero del perr hasta el quejido . te parece más distan era de todo, Un vacío se apod de todo. no eres e para saber que rs na ne ve en o m nada, Nada co . nada, nada, nada... se hojas s, ni siquiera las Noches silenciosa estremecen. en. hoy todos duerm a, ad it ab sh de he Noc

Ágata

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Rozando hasta el ridículo lo cursi Deserto -perra guerra-, derrengado -los restos de mi ruina entre los dedos-, reniego, herido, a rastras, me retiro, royéndome el rencor por las entrañas. Retorno a mi rincón de resistencia y aguardarás, radiante, a que regrese -arrópame entre arrullos, ronroneospara recomponerme con tu abrazo. Te quiero, corazón, voy desbastando las partes más abruptas de estos versos para expresar mi amor en esta estrofa: Te quiero hasta las veces -más bien pocas-

que, no estando mi boca a tu servicio, me callo tantas formas de decirlo.

Raúl Sánchez

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Es una proporción directa. Cuanto más intensa es la euforia colectiva, m a y o r e s l a t r i s t e za f a m i l i a r. Ad o rn o s n a v i d e ñ o s , r i d í c u l o s d i s f r a c e s d e c a rn a v a l , b a n d e r a s e n l o s d í a s f e s t i v o s , c a b e zu d o s , c h a r a n g a s , f u m a r o l a s y regalos recíprocos en los cumpleaños no colman mesas desabastecidas, todo lo contrario, convierten el día a día en un penar amargo, como si el infinito fuera, más que un símbolo d e l a r e s u rr e c c i ó n , u n a c a d e n a d e f ru s l e r í a s q u e p r e t e n d e n s ó l o e n c u b r i r e l v a c í o ex i s t e n c i a l . No todas las personas tienen la misma suerte. Ti e m p o y e s p a c i o g r a v i t a n e n l a m e n t e de los desheredados, como viscosas sombras en el alma de padres imposibilitados para mantener su familia a salvo. Son talladas piedras opresivas e n s u a r q u e a d o t o r s o . Pa r a l o s a g r a c i a d o s p o r e l d e s t i n o s o n , e n c a m b i o , f i rm e s e s p e j o s d e s u v o l u n t a d , f l ex i b l e s p l u m a s d e c o d o rn i z p a r a e s c r i b i r l a h i s t o r i a a su gusto, por eso a Galileo las cíclicas sublevaciones p o p u l a r e s l e s i rve n c o m o e j e m p l o d e l m o v i m i e n t o u n i f o rm e m e n t e acelerado. Un estímulo impulsa un acto.

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Recoge aguas superfluas, encauzadas en tubo de secciones decrecientes, con membranas flexibles que reducen su inicial vehemencia, pero tiene una limitada capacidad, restringida por su desfavorable ubicación, de tal manera que si arrecian las lluvias y el alcantarillado no consigue absorber el torrente, desmoronan compuertas, encharcan carreteras y jardines de forma incontrolada, se encrespan como un mar de luto, igual que cuando una persona Porque también el corazón posee pierde los nervios y sus manos un misterioso tanque de tormentas, arrojan contra muros y ventanas al parecer apropiado para ingenuas los objetos que encuentran a su paso, premoniciones y hechos consumados instigadas por la ira o por saber de menor trascendencia, que los médicos han diagnosticado más que para arbitrarios altibajos la enfermedad con un mortal retraso. emocionales o para aguantar la presión de un suceso desdichado. Desengaños, voraces carroñeros que dilapidan nuestros ahorros en dudosas inversiones bursátiles, continuas discrepancias de juicio con la mujer que quieres, una precariedad laboral vejatoria, el temor, no a envejecer, sino a no conseguir hacerlo, la pesadilla de una muerte atroz, todos estos detritus desbordan las esclusas, envician mente y cuerpo, como si la insolvencia de tu fe perdida y la señal del crucifijo que adornaba tu pecho no pudieran frustrar las artimañas, las tretas de un Satán enajenado. Son ambos fluidos, sangre y agua, esenciales para nuestra supervivencia. De su defectuosa coreografía, del divorcio entre la necesidad y el despilfarro surgen altercados en la naturaleza, en tu forma de ser, que a ella también inmoviliza.

CARLOS ALCORTA


en


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F R I T Z

ico.

p Perico te



Lenguas de Micifuz Categoría Dificultad Tiempo

15min

Ingredientes, Endivias √ Salmón ahumado √ Queso √ Pimienta Negra √

mos es deshojar una Lo primero que hace d de la hoja posamos endivia. En la cavida l salmón ahumado. las tiras o cachitos de oneramos durante H o. es qu n co os im br Lo cu a horno precalentado diez minuos con el o mos con orégano 100º y lo sazona pimienta negra.

Receta de Á

gata

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Berenjenas Rellenas Cortamos en dos mitades las endivias y las remojamos en agua sal ada durante 15min. Cortamos en julian a la cebolla y la sofreímos en la pota con aceite, añadimos agua o cal do caliente, agregamos el calabacín tro ceado y lo dejamos cocer 20min mientras las berenjenas se hornean duran te 15min a 180º. Vaciamos el interior con la ayuda de un cuchillo y una cucharilla y añadimos la pulpa a la pota.Las rellenamos con el mejunje, las cubrimos con lonchas de queso, le salpicamos un poco de orégano y horneam os 10 min. Al sacarlas derramamos un cho rrito de nata.

Receta de Á

gata

Categoría Dificultad Tiempo

40min

Ingredientes, Berenjenas √ Calabacines √ Cebollas √ Nata √ Sal y Pimienta √

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Primera Parte A. entró aquella tarde apresuradamente, como siempre hacía, sacudiéndose el abrigo, disculpándose por los minutos de retraso y pidiendo un café doble antes de desplomarse en la silla con un largo suspiro. A mi lado, yo me quedaba reducido a un compañero banal, asintiendo maravillado a lo que me contaba. A. parecía tener una vida ajetreada pero interesante, completa y feliz. Parecía que le ocurrieran cosas excepcionales constantemente, y raro era el día que no me contaba alguna anécdota que me hiciese envidiar por entero sus experiencias. Incluso aquella en la que me desveló que tenía preparado su asesinato perfecto. Oh, disculpadme por no haberme presentado. Me llamo E. Por aquel entonces había terminado mis estudios de oftalmología y hacía prácticas en una pequeña clínica de la ciudad. Era un trabajo que me dejaba mucho tiempo libre y con el que estaba plenamente satisfecho. Dentro de unos meses terminaría mi período, pero esperaba encontrar algo pronto. Confiaba en ello. A. decía que no me sería difícil, que tenía talento y suerte. Por eso me gustaba; era puro optimismo. Lo conocí cuando se trasladó a la facultad como becario y un doctorado por completar. A mí me producía un cosquilleo gratificante cada vez que pensaba que todavía le quedaban cuatro años para terminar.

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Cuatro años en los que tendría que quedarse a vivir en la ciudad. Quizás algún día reuniría el valor para decirle que me apetecía quedar con él para algo más que tomar un café los jueves. A día de hoy, sigo pensando que el plan del asesinato solo podría haberlo ingeniado una mente tan brillante como la de él. Aquella tarde lluviosa en la cafetería en la que quedamos para ultimar los detalles la recuerdo con anhelo, porque percibí en él cierta reciprocidad cuando bajó la voz para asegurar que había sido yo la primera persona en la que había pensado para llevar a cabo el crimen. “Verás, E”, me dijo, “tú y yo trabajamos en el mismo campo, nos entendemos a la perfección, y eres el único que conoce todo lo que pasa por mi cabeza. No hay nadie mejor que me pueda ayudar. Puedo confiar en ti, ¿verdad?”. Entonces se llevó la taza a la boca sin apartar la vista de mí, luego se pasó la lengua por los labios para retirar los restos de café y esbozó una sonrisa de medio lado mientras esperaba mi respuesta. Y, claro… A mí me molestaba el hecho de que no quisiera contarme la verdadera razón por la que quería matar a aquella niña. Sacudía la cabeza cada vez que se lo preguntaba y repetía “Se pasa toda la tarde tocando ese maldito violín, me pone de los nervios”, todo ello con una aviesa sonrisa que se esfumaba cuando a continuación decía “Por supuesto, ese no es el motivo principal, pero no quiero que entren en juego ni pensamientos moralistas ni ética alguna. Yo confío en ti, ¿confías tú en mí?”. Luego levantaba las cejas y me miraba con aquellos ojos penetrantes. “Te prometo que cuando todo termine te lo contaré”. Y yo estaba irremediablemente obligado a decir que sí.


« Yo confío en ti, ¿confías tú en mí?”. Luego levantaba las cejas y me miraba con aquellos ojos penetrantes. “Te prometo que cuando todo termine te lo contaré”. Y yo estaba irremediablemen te obligado a decir que sí. »

El plan era muy sencillo, pero necesitaba mi ayuda para afinar ciertos aspectos. Me pidió, ya que disponía de las tardes libres, si podía anotar los horarios de entrada y salida de la familia los lunes y miércoles. De 16:00 a 19:00 tanto la madre como la niña solían pasar las tardes en casa. El padre, según me contó A., tenía una jordana completa de trabajo y solía llegar a las 21:00 acompañado de su mujer. A las 18:45, lunes y miércoles, y casi con puntualidad meridiana, madre e hija salían del edificio y desfilaban hasta perderse en la calle agarradas de la mano. A. nunca me dijo su edad, pero debía de rondar los nueve años, algo que apreciaba más por la desproporción del estuche del violín a su espalda que por su altura. La mayoría de las veces solía vestir el uniforme del colegio y dos coletas bien peinadas a ambos lados de la cabeza. Cuando llegaban a casa a las 20:15, la niña ya se había soltado el pelo, que se movía con gracia hasta su cintura mientras caminaba pasito a pasito. A partir de ahí, el ritual era el mismo: la madre dejaba a la niña y luego cogía el coche. Alrededor de las 21:00 marido y mujer entraban en el garaje, y ese era el momento en el que yo me iba, imaginando los diferentes quehaceres nocturnos de la familia. Eran esos 45 minutos en los que la niña se quedaba sola en casa los que teníamos que aprovechar para actuar. Pero había un impedimento, aunque a A. le dio la risa cuando me lo comentó. “No soy nada avaricioso, pero casi podríamos permitirnos el lujo de robar en esa casa. Son un matrimonio adinerado, sino no habrían colocado ese fracaso de alarma en el piso.

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El funcionamiento es como el de cualquiera que conozcas, una vez que entras la desactivas y todo en orden. Pero lo que ha hecho esta gente es programarla para cuando la niña se queda sola, de modo que incluso estando dentro tenga que desactivarla para poder abrir la puerta. Por si alguien la fuerza, vete tú a saber.” Soltó una carcajada y le pregunté qué le hacía tanta gracia. “Igual que lo hace un teléfono, cada tecla suena de un modo diferente. No ha sido difícil descifrar el código. Te juro que tengo la musiquita de los cuatro dígitos tan interiorizada que podría hacer una sinfonía con ella.” El tiempo que la niña estaba sola lo dedicaba a ensayar con el violín, y a veces se pasaba la señora del segundo para llevarle a la familia un trozo de los deliciosos bizcochos que preparaba. Todo esto lo escuchaba A. desde el piso de arriba. Incluso me llegó a contar que era capaz de saber el número de pasos que le llevaba a la niña trazar desde su habitación hasta la entrada cuando sonaba el timbre. También me dijo que era muy lista y precavida, pues se tomaba su tiempo en lo que él suponía que dedicaba a ponerse de puntillas, asomarse a la mirilla y luego teclear con cautela la contraseña de la alarma. A. contaba todo con una naturalidad que me dejaba boquiabierto. Lo admiraba. Lo tenía todo milimetrado y me lo relataba como si se tratase del último programa que había visto en la televisión. Cuando acepté, se alegró tanto que mi corazón empezó a batir como nunca antes lo había hecho. Hacerlo feliz me hacía feliz a mí.

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Nazaré Estévez S


Salguero

Decidimos que lo haríamos un miércoles. Pensar que podríamos comentarlo al día siguiente le confería a su asesinato perfecto un toque especial. Una semana antes de que procediéramos a ello, me entregó un par de zapatillas, un bote de gomina, guantes y una gorra negra en una caja. “Todo recién comprado”, me dijo. “Estas zapatillas son de mercadillo, como las que llevaré yo. No las quiero de marca porque no pretendo dejar rastro de dónde las pudimos haber comprado. Además, estas llevan el número perfectamente grabado en la goma. Son un 45, te van a quedar grandes; a mí también. Pero ese es el objetivo: el zapatito de Cenicienta no va a encajar en nuestro pie.” Me sonrió como si esta fuera la mejor ocurrencia que hubiera tenido. “Quiero que te eches gomina en el pelo hasta que se te quede duro como el acero. A no ser que se nos caigan las pestañas, nadie va a identificarnos. Los guantes, por supuesto, son para no dejar huellas. Ah, y la gorra es para que el disfraz de recadero quede más completo. Por lo que pueda pasar”. Por supuesto, él iba a estar a mi lado en todo momento. No negaré que el martes por la noche ni siquiera pegué ojo. Me sudaban las manos y respiraba de manera forzada, aunque todo era más bien una reacción involuntaria, pues realmente me sentía relajado. Más que nervioso, estaba impaciente por hacerlo de una vez y recibir la enhorabuena de A. Lo necesitaba. Necesitaba que me dijese lo importante que había sido para él, necesitaba que me infundiese la valentía para decirle todo aquello que me estaba guardando. O quizás no haría falta y lo admitía él antes. Pensar en esa opción me hacía estallar de felicidad anticipada.

Continuará...

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Relatos Asombrosos

Soy un adicto a la información irrelevante. Lo confieso. Folletos publicitarios, pintadas suburbiales, ecos de sociedad y conversaciones irrelevantes en el autobús, entre otros, nutren mi hiperdesarrollada afición por lo anecdótico. Como no puedo satisfacer nunca esta necesidad he aprendido a sobrellevarla lo mejor que puedo y la oculto a los demás dándole la dimensión morbosamente bella de los secretos. Pero algo está inoculando sobredosis de información innecesaria en mi vida hasta el punto de rebasar mis niveles de tolerancia.

Y es que no se puede vivir al borde de un abismo durante mucho tiempo; terminas claudicando ante tus fantasmas y retrocedes al área de comodidad o saltas al vacío más absoluto, esperando que con tu muerte se anulen, per se, tus deseos. Caí en la cuenta esta madrugada, cuando terminó el especial “Zapatos de temporada”, en un canal de televentas, y sentí un horroroso abandono. He dado el primer paso, el más importante: reconozco mi problema.


DUENDEVERDE Abril 2015 | Relatos Asombrosos | Pág.29 A partir de mañana tomaré cartas en el asunto; hoy he pensado ir a la zapatería que hay al cruzar la calle y comprobar si han vendido más pares del número 38 que del 37, simplemente por curiosidad, por hacerme una idea aproximada de el pié estándar que calza el ciudadano medio. Porque ya se sabe que dejar una adicción de un día para otro, sin un patrón de reducción puede conducir a un estado de abstinencia severo.

De ninguna manera podía presentarme sin más en la zapatería y realizar mis pesquisas, puesto que me tildarían de fetichista. El anonimato, la clandestinidad de mis acciones eran aspectos fundamentales tanto para preservar el secreto como para dotarlode ese halo misterioso que le confería su estatus de belleza. Así que colgué el auricular de la cabina telefónica antes de que sonara el séptimo tono y desde la lejanía pude ver a una figura borrosa que emergía desde la trastienda, deteniéndose a la altura del mostrador unos segundos para regresar contrariada nuevamente a la oscuridad. A las seis de la tarde recibí mi pedido mensual de Radical Press.

Rompí el abultado paquete sin elegancia, arrancando con manos y dientes su embalaje, presa de una ansiedad violenta, característica de mi dependencia hacia lo trivial que, por añadidura, no había podido aplacar horas atrás en mi infructuoso intento informativo sobre el pie estándar. El hall de mi apartamento quedó alfombrado de publicaciones parapsicológicas, prensa rosa, amarilla, revistas de bricolaje, jardinería, caza, pesca, informática, cine, música rock, papiroflexia, decoración de interiores, pornografía encubierta de erotismo y viceversa, facsímiles interminables de reproducciones a escala del Empire State, Gotham City, el cementerio de Père Lachaise y un sinfín de publicaciones multicolor, convirtieron el recibidor en una galaxia caleidoscópica de información arbitraria e inconexa. Por la puerta de mis ojos penetraron infinidad de estímulos luminosos que se transformaron rápidamente en estímulos eléctricos obligando al nervio óptico a transmitirlos al cerebro que, a ritmo estrepitoso, resquebrajó mi corteza visual provocándome los espasmos típicos que suceden al envenenamiento, en una especie de placer mortal.


No sé cuanto tiempo permanecí tendido sobre aquella sangría informativa. Cuando desperté, pensé que vomitaría letras y trazas de celulosa. Una de mis manos, dirigida por oscuros motivos de la razón, se adentró en un montículo de revistas y alzó un magazine deshojado en el que pude leer una estúpida noticia de actualidad: “La mitad de un frasco de mantequilla de maní que comieron Angelina Jolie y su hijo se subasta en Ebay con un precio de inicial de 1500 dólares”. Ya tenía un motivo, ya tenía la carga suficiente de energía para llegar hasta una silla boqueando como un pez. Inyectar una pequeña dosis del propio veneno que te intoxicó sirve como antídoto y, en muchas ocasiones, contrarresta sus efectos. Es lo que se conoce popularmente como “sacar un clavo con otro clavo”. Inmóvil, nadé hacia el interior de mi inconsciente, de la misma forma que un pez abisal se adentra en la omnipresente oscuridad de lo más profundo del océano, descubriendo, poco a poco, con la endeble luz de su antena, realidades en potencia que únicamente precisan esa claridad difusa para emerger de la nada absoluta, opaca y ciega, con el terror fantasmagórico que concede el tenebrismo.

Al otro lado, mi cuerpo se trasladó hasta el escritorio. Pude verme escribiendo bajo el temblor de un taburete: “Todo el atrezzo con el que el hombre enmascara las funciones básicas de la vida no es mas que eso, la búsqueda incesante de otra vía que lo conduzca a un nivel superior de experiencia, porque nuestra condición vital, al igual que nuestros fines últimos, objetivamente hablando, no dista en esencia de la de un insecto, un caniche o un papagayo. Eso sí, salvando la diferencia del raciocinio que bien se ocupa de almibarar nuestra vanidad, elevándonos artificiosamente sobre el resto de los seres vivos, incluso permitiéndonos creer en planos paralelos y paraísos después de la muerte”. Este tipo de pensamientos de extraña lucidez me sumieron en estado depresivo y, desde la angustia, busqué purgar el pánico de sentirme profundamente impotente e incapaz de superar mi problemática por mis propios medios. Fue, entonces, cuando decidí plasmar mi testimonio en esta suerte de bitácora con la pretensión de que algún día sirviera de auxilio a otros como yo. Aunque me atormentaba la idea de estar enviando señales a un espejo, decidí no persistir en este aullido sordo que imploraba esa otra mano tendida en el abismo.


DUENDEVERDE Abril 2015 | Relatos Asombrosos | Pág.31 * ¿Qué ha pasado?- inquirí a un señor anodino que se mecía el bigote con la mirada hueca, perdida en torno a un lugar impreciso entre el cadáver y la pintura desconchada de la pared, al fondo. * ¿No lo sabe?- preguntó en un alarde de retórica una voz femenina tras de mí. Al girarme, integré la voz al conjunto físico de una mujer en bata, observando con disimulo como la raíz canosa de su cuero cabelludo iba ganando la batalla contra el tinte cobrizo de su media melena despeinada. * La chica de la zapateríaprosiguió,- ha matado a un hombre que merodeaba desde hacía tiempo por la tienda. * El presunto acosador la llamaba a todas horas por teléfono y le enviaba cartas sin remite cuyo contenido, supongo, sería altamente intimidatoriointervino el señor del bigote sin dejar de mirar a la nada. * Ese hombre- dijo la mujer señalando al cadáver con una mano, mientras que con la otra se arremangaba la bata,- le preguntó a la dependienta si tendría mocasines de su número y ella, sin mediar palabra, lo apuñaló en el corazón. * Sin saber si era él o no quien la acosaba, porque nunca lo había visto- sentenció el del mostacho.

A partir de ese momento, comencé a concederles importancia a los titulares de los periódicos y los debates televisados de la nación. Preocupado por el IBEX 35 y el problema de la vivienda, me convertí en una pieza más del engranaje social. Al principio, me costó un poco habituarme a ser yo el relativo y asumir como verdad indiscutible lo general trascendente. Pero, al cabo de unos meses, me encontré a mi mismo discutiendo en la barra de un bar con mis conciudadanos sobre si la culpa de que el equipo de fútbol local no ascendiera de categoría se debía a la incompetencia de su entrenador o a la de su jugadores. Sin lugar a dudas, me había desintoxicado.


La primera vez que fui puta. Aquella única vez, aquellas veinte noches que vendí mi cuerpo a cambio de tantas cosas que no iba a encontrar. Fui puta. Como muchas otras lo habrán sido y muchas otras lo serán. Una no solo es puta cuando vende su cuerpo a cambio de dinero. Me convertí en su puta durante veinte noches, porque con veinte años me pareció que no me había hecho la vida ya el daño suficiente, que yo quise subir un peldaño mas. Fui su puta en las sombras porque no pedí nunca explicaciones, no puse condiciones, no abrí otro camino. Así que abrí las piernas. Fui su puta porque lo único que le interesaba de mi era tener orgasmos gratis sin tener que esforzarse en llamarme al día siguiente. Si no llamaba, su puta a domicilio volvería a darle mas y el accedería, porque el quería sexo y yo quería amor. El que ni yo misma me tenía. 32

Nunca cambió un 'Si, nena' por u 'Que buena está la cena'. Y y quería a aquel hijo de puta po encima de mi dignidad, por encim de decirle que lo hacía de pena.

Eso no son armas de mujer. Eso e ser puta y de las malas. El diner se puede canjear, pero los disgusto no es una divisa que quiera nadie Puta y masoquista. La Anastasia d los que no escribimos libros. De l que después no se enamoran. En e cuerpo nunca me dio un solo golpe pero el cuerpo es solo un pedaz de carne vacía y mundana. N necesitaba hacerlo si yo mism vendí mis bajos por tatuarme en l memoria mis bajezas.

Putas y puntas. Putos y puntos Dícese de aquellos que ceden e todo, a cambio de que los quieran Mendigos de un trozo de cam caliente y el fuego de una cerill que nunca prenderá mas que lo dedos de quien la sostiene. Harapo y retales de un metro cuadrado d seda manchado de mierda Vendedores furtivos de calor, cambio de placebo. Esta maniatada por no saber qué deci La incertidumbre de no saber s esa noche te acerca más a el... te aleja de ser quien eres.


un yo or ma

es ro os e. de la el e, zo No ma la

s. en n. ma la os os de a. a ar ir. si o

Pero eso fue antes. Antes de que llegase ella. Antes de que un test lo cambiase todo. « Nunca cambió un 'Si, nena' por un 'Que buena está la cena' (...) Vendedores furtivos de calor, a cambio de placebo.»

Para entonces yo ya sabía que había sido una puta mas, sin nombre, como las miles que hay en la ciudad. De todas las edades, razas y religiones que esperan y confían que entregando lo mas carnal, sean recompensadas con lo mas espiritual. ¡Insensatas! No escucháis. Yo tampoco escuché. Pero eso era antes. Antes de ver crecer mi vientre. Para entonces, aquel fulano del que no importa ningún detalle en absoluto, lejos de querer huir, ahora no solo quería ser sino también estar. Y empezaron a quedar lejos aquellos días en que rechazaba mis llamadas. Descubrió que su teléfono también las hacía. Pero esta vez no queria comprar y seguir siendo mi cliente. Esta vez quería ser el proveedor de artículos efímeros que yo no necesitaba. Vendedor de ilusiones y falsa felicidad, con números circenses de poca monta. Pero eso era antes. Antes de ver sus manos y ver la vida en sus ojos grandes. Todo esto fue antes llegase. Justo antes.

de

que

ella

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Si, justo antes. Porque desde el día en que llegó, desde el primer segundo, supe que no iba a vender a nadie mas. Que el barco que tripulaba hacia la deriva, ya no era solo mío. Ya no eramos un fulano y una fulana, de madrugada en una cama. Yo ya no era de nadie. Ahora yo era la única proveedora y clienta habitual de esta empresa de tenerla. Una empresa en la que dedicas tu vida entera y aun con todos los ir y venir de la vida, sigue siendo la mejor inversión. Y todo aquello fue antes, antes de descubrir que buscaba en otro, lo que no había dentro de mi. Pero con veinte años, a mi no me importó en absoluto. Ella limpió las heridas de una guerra de la que fue resultado y nunca motivo. Ella me curó la vida. Ella me curó el alma. A veces coincidimos fortuitamente por la ciudad. De año en año. Él mas desgastado. Yo llevo a una niña de la mano. En mitad de los 'Que tal' siempre hace guiños al pasado y yo finjo ser sorda, como si no hubiera entendido, como si no hubiera escuchado, porque todo aquello era antes. Antes de saber que, aun a sabiendas de por qué yo vendía, pese a todo, él siempre compraba. Antes de saber que lo que tienes que sentir nadie lo tiene en otra cama. Antes de saber que conmigo misma, bastaba.

Arensha 34


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Tenda de Roupa

C/Colon 2 Bajo, Ourense


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