{la crónica de la Tadeo} Segundo Período de 2016 Universidad Jorge Tadeo Lozano Programa de Comunicación Social – Periodismo
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UNIVERSIDAD JORGE TADEO LOZANO Carrera 4 No. 22 – 61Módulo 7, Oficina 703 Teléfono: 2427030 – Ext. 1630 / 1636 comunicacion.social@utadeo.edu.co Director Departamento de Comunicación y Cinematografía: Augusto Ventín Directora Programa de Comunicación Social - Periodismo: Vera Schütz Cuerpo Docente:
EL TALLER- la crónica de la tadeo Revista de los estudiantes del Programa de Comunicación Social – Periodismo Departamento de Comunicación y Cinematografía Facultad de Ciencias Sociales
Raúl Acosta, Andrés Barrios, Consuelo Fajardo, Juan Carlos Córdoba, Alejandro Ángel y Nelson Nieto. Dirección: Óscar Durán Edición: Daisy Ávila y Cristian Mora Dirección de arte y diseño editorial: Carlos Francisco Pabón Diseño editorial: Laura Martínez, Juan David Muñoz Textos y Fotografías: Alejandro Silva, Carolina Molano, Catalina Uribe, Lina Rodríguez, Maryann Estrada y Sebastián Arenas.// Estudiantes de la asignatura de Redacción de Prensa II.
Edición N° 13 ISSN: 2248-5511 Bogotá – Agosto de 2016
Contenido crónica # 1
Las ruinas de la cementera de La Calera
6 • 15
crónica # 2
Así se hace la panela en Santander
16 • 25
crónica # 3
Entre torturas y barrotes
26 • 39
crónica # 4
La historia de Gina Potes
40 • 51
crónica # 5
Mística, la costurera Wayüü
52• 61
crónica # 6
El “maestro” del folclor colombiano
62 • 71
crรณnica # 1
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Fotografías por: Alejandro Silva
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Las ruinas de la cementera de La Calera Por {Alejandro Silva}
Esta es la historia de la planta de cemento La Siberia, ubicada a 5 kilómetros de La Calera, donde nace el páramo de Chingaza. Funcionó durante casi 100 años y fue la primera industria cementera en el país. De esta cementera se extrajo una buena cantidad de cemento que sirvió para convertir a Bogotá en la mole de concreto y asfalto más grande de Colombia. En las zonas aledañas se construyó un pueblo también llamado La Siberia, el cual hoy se encuentra abandonado y se rumora que es habitado por fantasmas. Los pocos que han oído de la fábrica la conocen por las historias paranormales, no por las oportunidades de trabajo que dio a los campesinos, ni por la marca que dejó en el páramo, la salud de los trabajadores, los calerunos, los animales y la vegetación de Chingaza. De la fábrica solo quedan sus ruinas y los recuerdos de quienes allí trabajaron. La Calera es un pueblo con una hermosa vista, allí se respira el aire puro que baja de la alta montaña del páramo Chingaza, el cual brinda agua pura a sus habitantes y a los casi 8 millones de la Capital. El nombre original del pueblo era Teusacá, palabra de origen muisca, el cual se le dio por la laguna sagrada que hoy descansa en el páramo. El nombre de La Calera se origina por la piedra caliza. Los muiscas utilizaron la piedra para la construcción de sus casas siglos atrás, después los campesinos y luego se extrajo en toneladas para la fabricación de cemento. Cementos Samper fue la primera compañía en explotar piedra caliza en Colombia, la cual se extraía de la mina Palacio, ubicada en el corazón del páramo. La piedra era transportada por mulas a la ciudad de Bogotá, donde se fabricaba el cemento en la calle 15 con carrera
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En 1998 se dejó de escuchar el ensordecedor ruido de los camiones que transportaban la piedra caliza desde la mina hasta la planta.
La fábrica tuvo dos etapas de producción de cemento. Entre 1909 y 1934 se realizó solo la extracción de piedra caliza. En 1934 se comenzó a fabricar el cemento directamente en la planta.
17. El viaje hasta el centro de la ciudad en esa época era bastante largo, los campesinos tenían que recorrer largas distancias de bosque y pantano, no había tantas calles ni caminos, los bogotanos se movilizaban en tranvía, caballos y mulas. En un recorrido agotador, los campesinos atravesaban el embalse, luego la cuchilla hasta llegar a Chapinero, de ahí atravesaban el bosque pantanoso hasta llegar a La Candelaria, donde las 2 piedras calizas que cargaban las mulas se convertían en cemento, después realizaban el mismo viaje de vuelta a La Calera. En esa época, Bogotá estaba construido en bareque, la primera construcción en cemento fue el kiosco Samper ubicado en el parque La Independencia, construido el 20 de Julio de 1910 por Cementos Samper como un regalo a la ciudad, la empresa solía hacer este tipo de actos en fechas significativas para el país. … Luis Jorge, guía del páramo, tiene 65 años, cabellera canosa y un sombrero blanco que usa todos los días, es hijo de Anatorio Almeida, uno de los trabajadores más antiguos de La Siberia, quien a sus 95 años es el más viejo y el primero en trabajar en la fábrica de los pocos que aún viven. A Anatorio se le dificulta recordar esa época debido a sus condiciones de salud, pero Luis relata como si fuera ayer todas las experiencias y anécdotas de su padre y de los trabajadores, como su hermana Nora quien durante 20 años estuvo en las oficinas de La Siberia. Anatorio y su familia vivieron toda su vida en el páramo, habitaban las frías montañas de Chingaza donde las condiciones de vida son complicadas: “Los que van acampar a Chingaza lo hacen solo por unos días, sin embargo vivir en el páramo es muy complicado, cuando uno iba a dormir, la cama se encontraba mojada -recuerda Luis-, cuando uno abría el clóset para sacar la ropa estaba blanca del moho causado por la humedad, vivir en Chingaza es bastante complicado, pero con el tiempo uno se acostumbra”. Anatorio es una de las personas que mejor conocen el páramo, pues vivió casi 60 años en el este ecosistema, donde se crió con sus abuelos, trabajó la tierra y vio crecer a sus hijos. Cuando llegó a la fábrica fue contactado por Cementos Samper para
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Hay un sistema de seguridad encargado de que los curiosos no ingresen a la planta, pues es propiedad privada y existe riesgo de colapso.
Los contaminantes del aire producto de la extracción de cemento son el monóxido de carbono, de azufre, el dióxido de azufre, entre otros.
realizar largas travesías con ingenieros, geólogos y especialistas en busca de la anhelada piedra. Con el tiempo se ganó el puesto de baqueano en la planta, era querido y admirado por muchos. Alguna vez evitó el deslizamiento de un compresor en un día, solo necesitó unos pocos materiales y 6 trabajadores, los cuales conocía por su “verraquera”, un grupo de 60 personas guiados por ingenieros y expertos intentaron realizar ese trabajo por muchísimos días sin éxito alguno. En otra ocasión contribuyó a mejorar el sendero por el cual se movilizaban las mulas, el cual había causado que en ciertas partes pantanosas se vararan los animales, ni los mejores arrieros de la época, los tolimenses, habían podido adaptar el sendero. Los encargados de la fábrica no dudaron en contratarlo como guía, un conocedor del páramo, “templado” por su capacidad física, y muy inteligente, eran las cualidades que muchos admiraban en él. Para Luis y Gloria, La Siberia contribuyó al desarrollo social de los habitantes de La Calera, pues mejoró sus condiciones de vida y por ende la del pueblo. Años atrás los latifundistas y grandes hacendados del país se habían apropiado de las tierras con mayor fertilidad y desplazaron a los campesinos de la región al páramo. Gran parte del campesinado de La Calera tuvo que trabajar durante largos años bajo el modelo de hacienda, cuidaban la tierra de los patrones, propietarios de los campesinos y sus familias, quienes como recompensa por las extenuantes jornadas de trabajo solo recibían comida a cambio. La esclavitud por esa época ya se había abolido, sin embargo este modelo de producción demostraba lo contrario. Anatorio en su infancia trabajó la tierra, crió ganado y laboró en hacienda por muchos años, sabe lo mucho que vale la tierra del páramo que lo vio crecer, valor simbólico pues un ecosistema que brinda aire y agua pura a los animales que lo habitan, así como a millones de personas, no tiene precio alguno. Cuando llegó la fábrica los campesinos que trabajaran en ella tenían la capacidad de tener dinero para comprar su propia tierra o para probar la carne, pues
Anatorio frecuentaba el pueblo La Siberia a diario, su familia también iba con constancia; allí vivieron trabajadores, ejecutivos, ingenieros y expertos, todos con sus familias.
nunca lo habían hecho. Muchas familias campesinas tuvieron por primera vez un ingreso fijo y la capacidad de ahorrar, sin embargo, las condiciones de trabajo eran bastante complicadas debido a las bajas temperaturas y las extensas jornadas. El nombre de La Siberia le queda perfecto a la fábrica, ya que las condiciones de trabajo en el páramo son similares a las de La Siberia rusa, el frío y la altura son complejos a la hora de hacer un esfuerzo físico. La temperatura en el páramo Chingaza puede descender hasta 4 grados centígrados, los campesinos trabajaban largas horas con una pica, alpargatas y mucho frío. Los frailejones, el musgo, el agua y el ecosistema del páramo se vieron fuertemente afectados por la extracción de piedra caliza y principalmente por la fabricación de cemento en la planta, lo cual sucedería unos años después. … Hacia los años 30 el cemento era el material más utilizado a la hora de construir, Bogotá crecería en tamaños descomunales durante los siguientes 60 años, gran parte de la materia prima con la que se construyó la gran ciudad vino de La Siberia. La demanda de piedra caliza obligó a que la producción de cemento se realizara directamente en la planta, donde se instaló un horno Polysius, de origen alemán, su traída fue todo un acontecimiento debido a que en esa época transportar un objeto de esa magnitud desde Europa no era tarea sencilla. La Mina de Palacio ya no daba abasto, resultaba necesario encontrar otras minas, razón por la cual Cementos Samper decide realizar exploraciones, en una de ellas, Anatorio descubrió una de las minas gracias a que conocía el ecosistema como la palma de su mano. Cementos Samper había construido un cable aéreo que transportaba el cemento desde La Calera hasta el barrio Contador en Bogotá (ubicado en la calle 134 con carrera séptima), donde se empacaba el material de construcción. Las torres del cable fueron construidas en madera
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EL TALLER- Las ruinas de la cementera de La Calera
de Encenillo y Chinchauaco, dos árboles de la región, más adelante se fabricaron en acero, estas estructuras fueron demolidas con el tiempo y hoy solo quedan algunas torres oxidadas. Debido a la necesidad de fabricar cemento en masa se construyó un pequeño pueblo que también se llamó La Siberia, en este vivían ejecutivos de alto rango, ingenieros, expertos y trabajadores, todos con sus familias, por ese entonces era el barrio de moda de La Calera. En el pueblo había iglesia, escuela, droguería, comisariato, carnicería, peluquería, casino (nombre que se le daba al restaurante), un hospital en el cual atendían hasta a los habitantes de La Calera y un banco, el primero en ese sector. Anatorio y su familia no vivieron en el pueblo, eso sí, iban con mucha frecuencia, ya no habitaban el páramo pues vivían en La Calera en la casa donde hoy residen, la cual está llena de flores en su entrada y de recuerdos en su interior. Hoy el pueblo y la planta son conocidos por los fantasmas que según habitantes y curiosos habitan las ruinas que hoy yacen a las afuera del pueblo, por la carretera que conduce al páramo que hoy es parque natural. La cementera comenzó entonces a realizar extracción a gran escala del material de construcción, de 100 a 150 toneladas diarias era la cantidad de cemento que se fabricaba. La producción aumentó, así como la contaminación del páramo de Chingaza y de La Calera, los cuales con el tiempo se pintaron de color gris debido al polvillo del cemento que se extraía. Unos años después se instalaron 2 hornos de marca Smith, con los cuales se llegaron a producir 1.000 toneladas diarias. En esta época no existía el Ministerio de Ambiente ni Parques Nacionales Naturales de Colombia, tampoco habían leyes de protección ambiental, por lo cual la fábrica dejó un gran impacto negativo en el páramo. Las viviendas, los cultivos de papa, los frailejones, el musgo y la vegetación del ecosistema se cubrieron de gris producto del polvillo creado cuando la piedra caliza se convierte en cemento. El agua cristalina, que baja desde las lagunas del páramo y corre por los ríos del bosque, se vio fuertemente afectada por los residuos químicos que se vertían en ella, ya no se podía beber el agua fría y pura de Chingaza. Las emisiones de monóxido de carbono, de azufre, el dióxido de azufre, y otras partículas contaminan el aire debido a sus propiedades químicas. Muchos animales del páramo, así como el ganado, tuvieron problemas respiratorios y murieron. Los trabajadores y los calerunos también sufrieron de la respiración, algunos tuvieron enfermedades respiratorias, el aire puro que bajaba del páramo ya no era el mismo. Anatorio fumó cigarrillo toda su vida, cocinó en leña, trabajó en la cementera y casualmente nunca tuvo problemas respiratorios, quizás porque durante toda su vida inhaló el aire de Chingaza. … En 1968 se consolidó el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA), la primera agencia del gobierno colombiano encargada del control medioambiental. Por esa época se adelantaba un proceso para delimitar las zonas que debían ser parques naturales en el país, tenían orden de desalojar, así fuera “a plomo”, a los habitantes y animales que no hacían parte del ecosistema, un pasado oscuro que pocos conocen, sin embargo la creación de Parques Naturales ha permitido que los caminantes de las montañas puedan recorrerlas. Anatorio fue amenazado de muerte para que abandonara la finca en el páramo a la cual hoy sus familiares y algunos visitantes van a disfrutar de
la hermosa vista y de los osos andinos que por épocas merodean en el lugar. El INDERENA sin embargo contribuyó a que se protegiera Chingaza pues hizo un mayor control ambiental a la fábrica. El Acueducto de Bogotá, encargado de tratar el agua sagrada del páramo para que los citadinos puedan beber de ella, también presionó a la fábrica por la contaminación que generaba en los ríos que bajan de Chingaza. En la fábrica hubo huelgas y protestas en busca de mejores condiciones laborales, en La Calera también se reclamó por los efectos adversos que el cemento dejó en el ganado y en los habitantes del pueblo, no soportaban seguir viendo sus casas y plantas cubiertas de un gris. Además por esta época la élite bogotana comenzó a comprar casas de vacaciones en La Calera y sus zonas aledañas. A finales de los 90, durante la crisis económica que se vivió en Colombia, la industria cementera se vio afectada, además la maquinaria de la planta ya resultaba obsoleta. Al país habían llegado empresas multinacionales cementeras como Holcim y Cemex, las cuales realizan extracción a escalas mucho más grandes que en La Siberia y por ende dejan un gran impacto medioambiental y social. Cemex compró por esa época la mayoría de acciones de Cementos Samper y en 1998 la fábrica y el pueblo cerraron de por vida. Luis relata con nostalgia, la misma que tenía su padre cuando le contaba sus anécdotas, la tristeza que él y los trabajadores sintieron cuando La Siberia cerró sus puertas, pues allí vivieron memorables momentos en un pueblo que ya no existiría más. Vinieron entonces tiempos difíciles, ya que el único sustento de los trabajadores eran los ingresos que recibían por trabajar en la planta. La Calera también sufrió económicamente pues las personas no tenían dinero para comprar el mercado, la ropa, ni mucho menos la cerveza. … La imponente fábrica hoy se encuentra en ruinas, las cuales pareciera que en cualquier momento podrían derrumbarse. Los antiguos hornos, al igual que las instalaciones del pueblo de La Siberia, ambas
La vegetación del páramo de a poco ha ido cubriendo los techos, las fachadas y el interior de las casas.
En la escuela Joaquin Samper, del pueblo La Siberia, se graduaron cientos de hijos de obreros de la fábrica. Hubo cinco generaciones de calerunos que trabajaron o vivieron en el pueblo.
EL TALLER- Las ruinas de la cementera de La Calera
bastante desaliñadas, se cubren de la vegetación del páramo que con furia crece intentando recuperar su territorio. En la actualidad es un atractivo turístico para los curiosos que se acercan a comprobar las historias de fantasmas que habitan el lugar. La más conocida es la de una enfermera que merodea por el antiguo hospital y que en ocasiones se asoma a la carretera a pedir un aventón. Algunos aseguran escuchar un coro de niños en la iglesia, que eso sí, da bastante miedo recorrerla en horas de la noche, aseguran. Hay varias historias relacionadas con apariciones o sonidos que se pueden percibir en La Siberia, pero como dice el viejo dicho: hasta no ver no creer, sin embargo, caminar por las ruinas del pueblo es toda una prueba para los nervios. Allí vivieron y murieron muchos, además se ha convertido también en una oficina, como dicen algunos graffitis, donde algunos van a consumir drogas. La mayoría de personas, de las pocas que conocen la fábrica, se han enterado de esta por el “pueblo fantasma” que se parece a Chernobyll, desconocen la importancia que tuvo para los trabajadores, La Calera y en la construcción de Bogotá, así como las consecuencias medioambientales que dejó en el páramo y el impacto social que tuvo en los calerunos. La Siberia será demolida para la construcción de conjuntos residenciales, cemento sobre la planta de cemento. La fabricación de esta materia prima es necesaria, ya que es el principal material de construcción en la actualidad, por lo cual su extracción al menos contribuye a la ciudadanía y al país, eso si las multinacionales no producen cemento para dejarlo acá en Colombia. Hay que aprender del caso de La Siberia para mitigar las consecuencias negativas que la extracción de piedra caliza puede dejar en el medio ambiente y en las poblaciones aledañas a las zonas en las que se realiza extracción, pues las cementeras que existen en la actualidad se encuentran muy cerca a los pueblos, los cuales no quieren que sus calles sean cubiertas de gris, ni que allí queden las ruinas que deja el cemento.
El primer horno en instalarse fue uno alemĂĄn de marca Polysisus, luego se instalarĂan otros dos de marca Smith, de origen danĂŠs.
crรณnica # 2
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Fotografías por: Carolina Molano
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Así se hace la panela en Santander Por {Carolina Molano Moncada}
“Los domingos por las tardes llegan todos los obreros y comienza la molienda con los señores prenseros”, así relata el primer verso de la canción La Molienda de los Hermanos Ayala y Santoyo de Güepsa Santander. Cuatro a cinco horas por carretera desde Bogotá, casi 245 kilómetros, música ranchera y uno que otro vallenato, ve palmeras tan altas que parecieran alcanzar el cielo, huele ese aroma a ají y panela y siente el pegajoso sudor en su cuerpo provocado por un clima cálido y húmedo a la vez, bienvenido y bienvenida, usted ha llegado a Güepsa Santander. Pueblo cinematográfico y panelero de acuerdo a la pancarta gigante que se encuentra en la entrada del ramal del pueblo, cinematográfico por los cortometrajes y largometrajes del director Iván Gaona, y panelero por la gran cantidad de campesinos que trabajan en los trapiches. Una entrada adornada por palmeras pintadas con los colores de la bandera del pueblo, el verde y el blanco se funden en los troncos que le abren paso a las calles de un lugar rodeado de montañas color verde, verde musgo, verde oscuro y verde claro. Allí en Güepsa se aprecia la panela, es el sustento de varios campesinos de la zona y de las veredas aledañas. Uno de ellos es Heriberto Rizo, un campesino dueño de uno de los trapiches, nicaragüense de nacimiento llegó a Güepsa por su esposa Evelia Chavarro, ambos trabajan haciendo panela. Heriberto no tiene más de 60 años, es técnico agrícola de la Universidad de Cundinamarca, ha estudiado zootecnia y habla de distintos temas, tiene una barba tupida y llena de cabellos blancos. Trabajó en cultivos de flores en la Sabana de Bogotá y cuando su esposa se pensionó llegó a Güepsa y al no tener nada más que hacer empezó a sembrar caña,
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EL TALLER- Así se hace la panela en Santander
producir panela y cuidar animales, que lo llevarían a formar una asociación agropecuaria que se presentó en Corferias con artesanías, es un campesino trabajador que me invita a dar un recorrido por su tierra para ver lo arduo de su trabajo. Heriberto tiene un sombrero de paja para protegerse del sol y me indica dónde se ubica su trapiche, aunque no es necesario, pues el aroma a dulce de la panela y de la caña crea un camino guiado por el olfato. “Hoy me encontró fue limpio porque es sábado, casi siempre estoy sucio y untado de toda la tierra”, dice Heriberto mientras llegamos al trapiche. Allí, Heriberto me lleva a los campos donde siembran la caña de azúcar, se percibe un ambiente de paz y tranquilidad que lleva a que Heriberto haga una pausa en su charla, mire con profundidad el paisaje que nos rodea y haga que me percate de lo que tengo ante mis ojos: un campo que no es plano, tiene ondulaciones y está lleno del sembrado de la caña, cada caña que contendrá el jugo utilizado para la panela y que se divide en diferentes colores, el amarillo ocre de la base, el siena tostado del cuerpo y el verde de las hojas que si se mira desde lejos pareciera césped crecido, que no se ha cortado en días y que se confundiría con la maleza, pero no, esto no es maleza, esta es una de las pasiones de Heriberto. Porque para Heriberto la tierra, el campo y los animales es pasión, de tal manera que para llegar a trabajar usa una camisa que se utilizaría con traje formal, que no tiene corbata sino que está acompañada de manchas de lodo y de tierra. Allí en los cultivos coge un pedazo de caña y la empieza a romper con su machete mostrándome una pequeña parte que tiene una bolita salida, ese es el embrión, que de acuerdo al Manual del manejo agronómico de la caña panelera de Fedepanela, la federación de los paneleros, se debe hacer la siembra con la semilla acostada o se puede coger el cogollo de la caña y se siembra a pica. Pero Heriberto prefiere el segundo, sembrar la caña con el embrión con la puntica hacia arriba “porque si se siembra con la puntita hacia abajo no nace, por los procesos fisiológicos de la planta que siempre busca la luz y la otra parte que es la raíz siempre busca la oscuridad”, comenta Heriberto mientras chupa el pedazo de caña que acabó de cortar.
EL CAMPO ES PASIÓN, NO DINERO El proceso de realización de la panela, es largo, tedioso y deja pocos beneficios económicos, por eso es que Heriberto está en el campo es por pasión y no por lo que pueda obtener
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Más del 30% de los campesinos de Güepsa trabajan y sobreviven con lo que reciben en los trapiches, para ello trabajan toda una semana sin parar, sin importar el clima o los animales que se puedan encontrar mientras cortan la caña de azúcar.
económicamente, pues además de enseñar a cuidar animales, Heriberto es uno de los principales productores de panela de Güepsa, en el pueblo lo conocen como ‘Nicaragua’ y saben que lo encuentran en la casa o en el trapiche, trabajando y haciendo una que otra parada para tomar cerveza, aguardiente, whisky, guarapo y el tinto santandereano que no le puede faltar. Con Heriberto trabajan más de 33 personas, todas campesinos y campesinas que hacen mucho para obtener lo mínimo. De acuerdo al promedio de precios de la panela realizado por Fedepanela, cada unidad se vende en promedio a $1.601 colombianos, sin embargo este precio no es fijo y la panela se estaba vendiendo a $1.800 según Heriberto, haciendo que el productor pudiera venderla a un precio rentable que dejara para volver a cosechar y para pagar a los trabajadores. Pero es que este es solamente uno de los problemas de producir panela, porque según el economista José Alberto Pérez Toro, la situación con la frontera de Venezuela hacía que se vendiera la panela a precios más bajos, afectando a toda le región
colombiana y algo que no se tiene en cuenta es que también se incrementa el precio de la mano de obra cuando sube el salario mínimo. Mientras caminamos de los campos, de nuevo al trapiche Heriberto me muestra dónde se está produciendo la panela y quiénes están trabajando allí y es que para entender por qué es un trabajo pesado y arduo hay que conocer el proceso de realización.
EL TALLER- Así se hace la panela en Santander
UNA PANELA NATURAL Para hacer la panela se tiene que contratar a varias personas de acuerdo a Heriberto, las cuáles se dividen en corteros, alzadores, prenseros, relimpiadores, hornilleros, tolincheros y la cocinera. Cada uno cumpliendo una función específica que hace que un pedazo de tronco de caña se transforme en un bloque de panela dulce lista para ser utilizada. En los campos con Heriberto se ven a tres personas que son los corteros, cumpliendo la función con un machete tumbando la caña y pasándoselas a otros que son los alzadores, tres más que suben la caña a las mulas. Unas mulas que parecieran adiestradas, según Heriberto por el manejo de la psicología animal, estas mulas llevan la pesada carga de las cañas hasta el trapiche, solas, sin necesidad de que alguien les indique, llegan y como si fueran carros dan reversa frente a la máquina que sacará el jugo de la caña. Me despido de Heriberto y dejo las mulas por unos momentos para visitar el trapiche y conocer a las personas que trabajan allí. Pasando por montañas de lo que podría parecer lo que queda de lijar la madera, llego a una máquina enorme, con ruedas que aplastan las cañas que sueltan el jugo con el azúcar, allí veo a dos muchachos de no más de 25 años sudando y empujando la caña para que sea aplastada por la máquina, ellos son los prenseros. Siguiendo el camino se observan tres fondos o pailas gigantes que tienen el jugo que acabó de soltar la caña, allí está Julio Saiz, otro campesino que ocupa la función de relimpiador y de hornillero, en ese momento Julio tiene una cuchara enorme con la que debe pasar el jugo de la caña de un fondo a otro, para que quede limpio y se pueda pasar al moldeo. Julio lleva dos años trabajando en el molino y sabe que el trabajo es duro porque la molienda no para, son siete días seguidos desde el domingo, trabajando tres horas y descansando tres horas, toda la semana en turnos de tres horas. Además del calor que está haciendo en el pueblo se le suma el calor que está haciendo en la hornilla del trapiche, cada trabajo es pesado pero el del panelero es pesado y poco rentable, pero Julio sabe que lo hace para obtener lo necesario: “Alcanza para la Poker y sobra, porque eso de sólo ahorrar no se puede, porque el día que uno se muera en el cajón no le van a echar nada”, dice Julio mientras se seca el sudor de la frente con la mano. De acuerdo a la tabla de departamentos paneleros de Colombia de Fedepanela, Santander es el principal productor de panela y Güepsa uno de los municipios donde más se emplea personas para trabajar en los trapiches, además de producir una panela natural, es decir sin ningún químico, en las pailas donde trabaja don Julio solamente le ponen cal cuando es necesario, la cual no se considera químico y cumple la función de evitar que la panela se cristalice. Cuando me despido de Julio sigo el proceso de la panela para ver al hornillero echando el bagazo (aquello que se veía como los sobrados de lijar madera) en un fogón inmenso que le da la potencia al trapiche para producir la panela que será puesta en moldes por el tolinchero.
Aunque son campesinos hombres los que producen la panela, detrás de ellos está una de las más importantes labores de los trapiches: la cocinera. Voy caminando por otro de los espacios del establecimiento cuando encuentro un cuarto pequeño, vigilado por un perro de calle y restos de comida acumulados en una esquina al lado de una escoba, al entrar se observan varias ollas, una estufa encendida, garrafas de aceite y una señora de cabello rubio cortando cebollas para agregarlas en lo que parece ser un caldo. Doña Hilda María Medina es la cocinera del trapiche, Hilda tiene dos hijas qué alimentar y por eso trabaja en la molienda, porque al igual que los demás campesinos ella no va a descansar, la tarea de ella es más extensa y se podría pensar que más importante, mientras el hornillero le da potencia al trapiche para que funcione, doña Hilda se lo da a los campesinos, alimentándolos y dándoles cada comida que se da en toda molienda, así comenta doña Hilda mientras sigue cortando las cebollas: “Para el desayuno, me levanto a las tres y media a hacerlo, a las cinco estoy armando piquete y así sucesivamente, voy repartiendo desayuno y voy armando piquete, voy repartiendo piquete y voy armando almuerzo”. Y es que en la molienda se le da a los campesinos desayuno, piquete, almuerzo, piquete, medias nueves, piquete, cena y por último un chocolate con algo más. Mientras doña Hilda habla, llama mi atención unos trozos de carne colgados en un gancho a la intemperie, esos son los trozos que ya se han El campesino debe trabajar durante todo el pesado previamente para alimentar a los tiempo que se esté realizando la molienda y campesinos, dice la cocinera. Y de nuevo el debe alejarse de su familia mientras está en el tema del dinero, ¿Cuánto podría ganar una trapiche. Julio Saiz es uno de los trabajadores del trapiche que cumple la función de mujer que duerme dos horas diarias toda relimpiador y de vez en cuando de hornillero. una semana mientras debe cocinar para más de treinta hombres? En la cabeza de mi acompañante la respuesta sería mucho más de un millón de pesos, pues es el esfuerzo lo que vale, pero no, “para la paga toca esperar a ver cómo es, eso es de acuerdo a la panela que se haga, todo depende de la molienda”, responde Hilda María a mi pregunta. Además de los lugares de trabajo que están en el trapiche, los campesinos tienen dos espacios: el baño y la habitación para dormir. El primero es un lugar estrecho y oscuro, tiene un lavamanos y el espacio del inodoro se cubre con una cortina de ducha, en la pared, arriba del lavamanos hay un letrero de recomendación escrito con tiza: Por favor cuidar la llave. El segundo es una habitación oscura y pequeña con cuatro camarotes que tienen colchones delgados que por su color demuestran el tiempo que llevan puestos y que complementan los sitios de trabajo y descanso de las personas que trabajan en la molienda. También hay un cuarto con una sola cama y un poco más amplio que es el de doña Hilda, la cocinera, allí es donde descansa sus dos horas diarias y son esos lugares los que a pesar de su aspecto hacen que los campesinos puedan recuperarse para seguir trabajando en el trapiche.
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EL TALLER- Así se hace la panela en Santander
Las mulas son la ayuda de los alzadores para transportar la caña, algunas de ellas deben cargar toneladas de panela diariamente y están adiestradas para ir de un lugar a otro.
FEDERACIÓN SIN AYUDA Y PANELA HUÉRFANA Luego de reencontrarme con don Heriberto en el trapiche, me comenta que son más los problemas que pasan los campesinos para producir la panela, por lo que me dirijo directamente al pueblo donde se encuentran una de las bodegas de empaque y distribución de panela. Mientras vuelvo a recorrer el camino de palmas de la entrada del pueblo, Jose Benavad Mendoza, un güepsano, pero no de nacimiento, conocedor de la panela y contacto principal de la mayoría de personas del pueblo, me presenta a Lola Cabello, dueña de la bodega, un lugar que está lleno de cajas hasta el techo, que desprende el olor al dulce de la panela y que tiene abejas que no incomodan a nadie. Doña Lola está trabajando y mientras habla va dirigiendo a las personas que trabajan con ella pues están pasando la panela al camión de distribución, allí ella comenta que la panela debe ser completamente natural y que por restricción de Fedepanela, la Federación de los paneleros, cada panela y cada caja deben llevar un sticker que determine los cuidados de la panela, el peso, la fecha de producción y otros datos que son necesarios. En la bodega es cuando se presentan dos de los principales problemas de los campesinos güepsanos en la producción de panela y mientras me despido de doña Lola, me los va comentando José Benavad Mendoza, el señor conocedor de panela reconocido por más de la mitad del pueblo, mientras caminamos de vuelta al trapiche. José es un señor de 53 años, que ha vivido la mayor parte de su vida en Güepsa y sabe los ‘trucos’ que se manejan en el mercado de la panela: “De pronto eso no se lo dijeron porque les da vergüenza pero resulta que por tradición la panela de Villeta tiene un buen mercado,
mejor que la santandereana, entonces es triste decirlo, pero por mayor comercio la panela güepsana se empaca como panela que viene de Villeta Cundinamarca”, dice José mientras llegamos al trapiche, esto reafirma el hecho de que en la bodega de doña Lola se estaba empacando las panelas en cajas que enmarcaban en grandes letras ‘La Villetana’, lo que hace que la mano de obra santandereana se pierda y se piense que la panela proviene de Villeta Cundinamarca, como explicaba José y no de Güepsa, haciendo que sea una panela huérfana, que no se sabe realmente de dónde proviene y que para muchos no tendría lugar de origen, algo a lo que se ven obligados los campesinos para mejorar la venta de la panela. Cuando llegamos de nuevo al trapiche le comentamos a don Heriberto la situación del empaque y él reafirma que ese es uno de los problemas y comenta que precisamente el sticker que deben llevar las panelas es un requisito obligatorio y que el que lo exige y lo vende es la Federación de paneleros Fedepanela, que además de acuerdo con Heriberto es una Federación que no aporta: “Lo que siente el panelero es que la Federación no sirve, que la Federación cobra por una etiqueta y el campesino no recibe nada a cambio, no recibe ningún incentivo, en cambio la federación de cafeteros sí”, dice Heriberto mientras nos lleva a José y a mí de vuelta a los campos de siembra.
No hay una edad precisa o adecuada para entrar a trabajar en un trapiche, lo único que se le exige al campesino es ser trabajador, responsable y tener la fuerza suficiente para desempeñar la dura labor que le corresponda.
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MUCHOS MOCHOS Cuando volvemos a observar el paisaje de las montañas con los amarillos de las cañas de azúcar todos nos quedamos en silencio, de nuevo se siente un ambiente de tranquilidad y paz reflejado en el cambio de expresión de Heriberto y de José. Rompiendo con el silencio Heriberto dice
De acuerdo con el Invima, la vestimenta que deben usar los trabajadores es de color blanco, sin embargo, los campesinos no tienen los recursos económicos para comprar la indumentaria adecuada por lo que utilizan cualquier tipo de ropa que los haga sentir cómodos.
EL TALLER- Así se hace la panela en Santander
que problemas son los que hay, que a diferencia de muchos trabajos en Bogotá donde lo que sobra es gente, en el pueblo lo que falta es mano de obra, porque según Heriberto antes habían muchos obreros dispuestos a trabajar que venían de diferentes veredas, pero que con el tiempo eso se fue acabando y los campesinos fueron dañando el trabajo y no porque lo realizaran mal, sino porque algunos campesinos llegaban borrachos a la La Federación de paneleros de Colombia se molienda y otros no llegaban, eso retrasaba encarga de la economía y venta de la panela por todo el país, el producto que no tenga el la producción. José me dice que recuerde sello de aprobación no se puede comercializar, que en el pueblo vimos a más de tres perpor lo que para los campesinos se volvió una obligación realizar la compra del sello. sonas mochas, que les faltaba un brazo, “Esa gente llegaba embriagada, entonces estaba el prensero y botaba el brazo, lo mandaba a la máquina y como estaba ‘jarto’ el molino le cogía el brazo y se lo cortaba, hasta que apagaran el molino para devolvérselo”, afirma José mientras dábamos paso a las mulas que llevaban una nueva carga de caña. Entonces una cosa depende de la otra y esa otra de la misma, la producción de la panela es un ciclo y ese ciclo funciona si todos ocupan su lugar en el tiempo adecuado, sin cocinera no hay comida, sin tolinchero no hay panela, sin prensero no hay jugo de caña de azúcar y así sucesivamente, todo para obtener tan preciado dulce, que de acuerdo a Fedepanela causa el efecto panela.
¿Y EL AMBIENTE QUIÉN LO SALVA? Como buen agricultor, Heriberto sabe lo que es bueno para la tierra y lo que sirve, para Heriberto todo tiempo pasado era mejor, pues comenta que anteriormente se trabajaba con azadón para limpiar la tierra y que por falta de mano de obra y mala economía para el campesino se incentivaron el uso de las malezas, de los insecticidas y que esto daña el suelo, pero que es lo que hay y con lo que se puede trabajar. Con una mirada un poco decepcionante Heriberto me mira y se ve en sus ojos la tristeza que le produce el daño que el ser humano le causa al medio ambiente, más aun sabiendo que él mismo tiene la solución y sabe que ese deterioro tiene una razón: “Por la economía política, por los líderes políticos que tenemos que no incentivan los precios sino que prefieren importar y en vez de coger esa plata que están importando digamos: hombre, capacitemos al trabajador del campo porque en la capacitación del campesino, de los técnicos, de todo lo profesional del sector agropecuario está el cuidado del medio ambiente”, dice Heriberto, no con rabia sino con impotencia. Seguimos nuestro camino por los campos de siembra, el cielo güepsano empieza a dejar ver un sol más picante del de antes, lo que hace que Heriberto reajuste su sombrero y que
Heriberto Rizo es uno de pocos campesinos dueños de trapiches, que trabajan por obtener la tranquilidad del campo y no una ganancia económica.
José se ubique debajo de un árbol de naranjas, ya va a ser medio día, porque en la molienda del trapiche no se para, es un proceso, es un ciclo, todos dependen de todos y trabajan por intentar lograr algún sustento económico. Entre pagarle el sello a una Federación que de acuerdo a Heriberto y José no aporta nada económicamente, pagar un sueldo para los campesinos que trabajaron en la molienda, guardar para volver a cosechar y volver a tener el dinero para producir y también comprar la comida con la que se alimentarán a las 33 personas o más que trabajarán en el trapiche, ¿Qué le queda a Heriberto? ¿Por qué dedicarse a sembrar caña y producir panela? Esto me lo responde Heriberto con una sonrisa en el rostro “No tengo nada más que hacer, aquí uno no encuentra nada más pero si uno busca alternativas, los precios varían. Hoy puedo vender en mil pesos como puede estar en mil quinientos pesos, el campo es agradecido para la salud del ser humano, pero ya no es para enriquecerse”, dice Heriberto mientras observa a José intentando buscar sombra debajo del árbol. Me despido de ambos y observo por última vez a las personas trabajando en el trapiche, al calor de una hornilla, sudando y yendo a recibir la comida que doña Hilda les está preparando. Vuelvo a recorrer ese pueblo con olor a ají y panela, con un clima muy caliente y con sus palmas pintadas de verde y blanco que le dan la entrada a todo viajero que quiera conocer un poco más de este pedazo de tierra santandereana, una tierra dulce, panelera y cinematográfica.
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crรณnica #3
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Fotografías por: Catalina Uribe
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Archivo digital Periódico El Tiempo
Entre torturas y barrotes Por {Catalina Uribe}
Martes 15 de marzo, me encuentro a las dos de la tarde en un pasillo de las oficinas de la cárcel Villa Hermosa de Cali, después de pasar por todos los filtros que un centro penitenciario exige. En el ambiente se siente el suspenso de lo que pueda pasar. Dragoneantes (guardias de la cárcel) se pasean para allá y para acá, funcionarios hablan de cualquier cosa, se ríen, hablan de los nuevos reclusos y yo solo puedo pensar si es que son crueles o si la experiencia y el tiempo los ha hecho tomar su trabajo con semejante frialdad, como si fuera un trabajo más y no como los encargados de vigilar que algunas personas no tengan derecho a vivir libremente. Dos y media de la tarde, la espera desespera y en este caso no sería la excepción, el clima estaba cálido pero para ese momento parecía que la temperatura aumentaba cada segundo, mis sentidos estaban atentos al menor indicio de la llegada de Harold Carrillo, el primer repatriado de China en Colombia. Por mi mente pasaban todo tipo de escenarios, ¿será bravo?, ¿será amable?, y ¿si me responde muy concreto? o ¿si se niega a responder alguna pregunta?, ¿estará cansado de repetir la misma historia?, todo lo que un periodista enfrentándose por primera vez a un recluso puede pensar o por lo menos pensaba yo. Pasaba el tiempo y la adrenalina iba y volvía hasta que en la puerta del despacho en el que me asignaron para realizar la entrevista, se asoma medio cuerpo de un hombre de aproximadamente 1,65cm de estatura, algo canoso, de tez blanca y camisa a cuadros rojos y blancos escoltado por un dragoneante de la cárcel, de repente se me detiene el corazón hasta que se escucha una frase bastante común y graciosa que rompe el hielo: “si, buenas” y un rostro amable detrás de la voz que habla, hasta ahí llegaron los nervios, tenía en frente a un hombre que fue condenado
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EL TALLER-Entre torturas y barrotes
Cárcel de Villa Hermosa, Cali. En el patio 10 el paso está restringido, lo único que se alcanza a ver es la sombra de los reclusos debajo de la gran puerta.
a muerte y que había luchado por sobrevivir ante las adversidades que la vida le ponía en su camino, no a un asesino en serie o a un psicópata. -Buenas, ¿cómo está Señor Harold?, mi nombre es Catalina Uribe periodista en formación de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, de antemano le agradezco por aceptar mi entrevista. Un fuerte apretón de manos, un cruce de miradas y una nerviosa pero acogedora sonrisa fueron los detonantes para que la seguridad regresara a mi cuerpo. -¿Catalina cómo le va?, tranquila, tranquila, gracias a usted. Se dio inicio a la entrevista y le di rienda suelta a mi curiosidad para conocer un poco más de lo que se escondía tras la historia del hombre que fue condenado a pena de muerte por narcotráfico en China. Se dice que todo ser humano vive tres etapas en su vida, la niñez, la juventud y la vejez, pues el primer momento de la entrevista lo dediqué a conocer la primera de estas, pues como dice el dicho “cría al niño para que no tengas que castigar al hombre”. Tras una infancia dividida entre la falta de un padre en su hogar, vivir con su madre solo hasta los 7 años, pasar a vivir con su abuela materna a esa misma edad y luego afrontar la muerte de su abuela en 1986, Harold se vio obligado a tomar las riendas de su vida y salir de su casa a corta edad para trabajar y cubrir sus necesidades. “Desde niño, mi niñez fue digamos
no normal –dice Harold-, porque mi papá nunca vivió con nosotros”. Dentro de sus labores administró una bodega de frutas, trabajó con los supermercados Mercafé de Cali, trabajó con un proveedor de frutas y verduras de las cafeterías y casinos de los JJ Gómez en Cali y otra cantidad de lugares en los que adquirió diferentes experiencias que lo fueron formando en su vida laboral para ingresar finalmente, en el año 1994, a trabajar como taxista. Recuerda como una parte alegre de su niñez la vida con su abuela, porque gracias a ella el estudio hizo parte de su vida y le gustaba mucho estudiar, cursó la primaria pero fue muy difícil entrar a bachillerato porque su padre no lo había reconocido y no tenía registro civil en ninguna notaria. Su abuela se puso a la tarea de encontrar al hombre que lo engendró y en 1979 logró encontrarlo, en el aeropuerto de Cali como controlador aéreo. Harold recibió el apellido de su padre y pudo ingresar al colegio después de un año perdido. Al ingresar alcanzó a cursar primero y segundo bachillerato hasta que su abuela murió y con ella la oportunidad de seguir estudiando. Volviendo a una de las inquietudes del principio si tal vez sería muy concreto al responder, pues no, Harold era uno de esos entrevistados que casi hay que interrumpir para evitar un cúmulo de información sin organizar, pero eso me hacía feliz, me sentía parte de su vida en ese momento, como si todo lo que estaba diciendo lo hubiera vivido o por lo menos ya me lo hubieran contado, la naturalidad y sinceridad con la que hablaba me cautivó, debo decir. A pesar de todo lo que tuvo que vivir en su infancia fue un hombre responsable, conformó un hogar junto a Luz Farid Celis, con quien lleva 27 años de unión marital de la cual tuvo un hijo y una hija (Michael y Diana), “llevaba un hogar muy bonito, muy agradable, siempre estuve pendiente de mis hijos y de su estudio, ellos salieron unos niños muy estudiosos, muy honestos y muy correctos”, afirmó Harold con un rostro de satisfacción al hablar de su familia. Harold fue un hombre al que siempre le gustó trabajar, por supuesto lo hacía porque necesitaba dinero para sacar adelante a su familia y como lo mencionó en repetidas ocasiones durante la entrevista, para garantizar la educación de sus hijos, logro que hoy agradece a Dios. El trabajo aunque lo hacía por suplir una necesidad no representaba una carga para él, por el contrario siempre estaba en busca de uno mejor, después de pasar por fábricas, fruteras, cafeterías y estar estable conduciendo taxi en Cali, el destino le jugó una mala pasada puesto que la edad y la falta de estudio se hacían presentes como un gran limitante para avanzar laboralmente y la economía empezó a hacer de las suyas. Conducir taxi parecía un buen trabajo, daba buenos frutos, los necesarios para vivir sin que no hiciera falta nada, el servicio de taxis era novedoso en Cali, por lo tanto no habían muchos vehículos para la prestación del servicio y eso hacía que fuera mucho más lucrativo para quienes lo ofrecían, pero la dicha no duró tanto. -¿Ser conductor de taxi en Cali le generó todo el tiempo los recursos suficientes para suplir todas sus necesidades y las de su familia? -No, no sé si usted se dará cuenta que los últimos alcaldes, desde el doctor Mauricio Guzmán Cueva, después Ricardo Cobo Lloreda y después John Mario Rodríguez; metieron miles y miles de taxis a la ciudad, más o menos hacía el 2006, 2007 ya había mucho taxi en Cali y por
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Harold Carrillo y Catalina Uribe en entrevista. “La vida da tantas vueltas señorita, yo que me iba a imaginar que iba a terminar en estas, yo quería darle una educación a mis hijos”
ende mucha competencia, ya no se ganaba tanto como antes, la situación económica estaba difícil en ese entonces. Esa fue la reflexión que hizo Harold sobre el posible fracaso económico de la labor de los taxistas, pues se aumentó la competencia y la demanda no era suficiente para la alta oferta que existía en el momento, sin embargo era su trabajo de entonces y lo hacía con gusto. … Entre tanto, empezó la aventura, el único con la autoridad para contar lo que para muchos era un misterio era él, Harold Carrillo Sánchez y lo tenía en frente con la posibilidad de preguntarle mil cosas, aclarar todo lo que se había dicho y conocer cada detalle de lo que realmente sucedió y así fue, aquel hombre descomplicado y muy jocoso parecía que buscaba dar a conocer toda la verdad, su verdad. “Yo digo que son cosas que le pasan a uno en la vida, -reflexionó Harold- como que parece que estuviese escrito desde niño, lo que tenía que pasar así”, de esa manera comenzó el relato de la historia que cambió la vida de aquel hombre honrado y luchador en busca de la felicidad de su familia, el mismo que estaba ahí respondiendo preguntas y contando anécdotas de un recuerdo que no quisiera repetir pero que en el pasado vivió en carne y hueso como consecuencia del exceso de confianza. Miércoles 3 de Febrero del año 2010, un día normal en Cali, la temperatura alcanzaba los 26°C, la ciudad estaba en estación seca, esta época va desde diciembre hasta marzo, faltaba un mes para terminarla. Los restos de don Joaquín de Cayzedo y Cuero y monseñor Isaías Duarte Cancino yacían en la iglesia Catedral de San Pedro, todo apuntaba a que iba a ser un día normal en “la sucursal del cielo”. Mientras tanto en la carrera 83 con calle 16 esquina, Harold cumplía su trabajo y recogía a un pasajero para emprender otro de los tantos viajes del día. “Un señor muy bien presentado, bien elegante, me pidió que lo llevara a un centro comercial,
una carrera larga, bastante larga”, relató Harold, todo transcurría aparentemente normal, el pasajero lanzaba una que otra pregunta para romper el hielo, ¿cómo va el trabajo?, ¡qué calor hace hoy!, ¿y el carrito es suyo?, ¿pero esto si da bastante o cómo es con esto?, sus inquietudes cada vez fueron más profundas, y Harold no se oponía ante la incertidumbre de aquel hombre por conocer un poco más sobre su vida y el negocio al que se dedicaba, se volvió un juego de pregunta respuesta. Se puede pensar que era una carrera muy amena, a juzgar por su aspecto físico parecía ser un hombre de buena condición económica con el que se podía intercambiar ideas sin mayor riesgo. La conversación avanzaba y la intimidad de Harold quedaba cada vez más al descubierto, surgían más temas, más inquietudes, se podría decir que es una buena manera de fidelizar un cliente y efectivamente así fue, antes de finalizar la carrera el hombre manifestó su agrado a través de una propuesta que parecía inofensiva. -¡Ah pero usted charla muy bueno!, se ve que es un señor de bien. Vea pues hagamos una cosa, yo tengo carro pero yo no tengo la paciencia que ustedes tienen para conducir en estos tráficos, el carro por lo general lo maneja mi esposa entonces yo utilizo mucho servicio de taxi, si usted gusta me da su número telefónico y yo lo llamo. -Ah bueno sí señor. Para ese momento ya habían llegado al centro comercial, en medio de un intercambio de palabras y datos. El señor pagó $15.000 pesos por un servicio que en ese entonces costaba $13.000, mientras Harold buscaba el cambio el señor se adelantó. -Tranquilo déjelo así, déjelo así Le obsequió el sobrante a manera de gratitud por su excelente servicio, a lo que Harold pensó “pues es un servicio bueno, si me llama es un cliente más”. El día continuó y finalizó, y así vendrían tres días más sin saber nada de aquel hombre tan agradable con el que entabló dicha conversación. Al tercer día se comunicó con él para un servicio, después de ahí surgieron más servicios todos cargados de conversaciones, debates, anécdotas, tal cual como la primera vez. Harold y aquel hombre elegante eran cada vez más cercanos. Siempre lo recogía en el mismo lugar, pero eso no parecía tener algo de raro, su esposa tenía un par de negocios en Unicentro, un centro comercial de Cali, por lo que él debía estar con ella. Tal fue la confianza alcanzada que un día dentro del taxi, escenario de experiencias y anécdotas entre los dos, surgió un tema de conversación diferente, en este caso involucraron los negocios. Si bien por obvias razones que más adelante entenderán no se puede o no se debe revelar el nombre de aquel personaje, haré un alto para darle una identificación. “Antonio”, así lo llamaremos de aquí en adelante. Siempre se ha escuchado hablar del famoso sueño americano pero esta vez “Antonio” le estaba ofreciendo la oportunidad a Harold de irse a China, una idea difícil de rechazar, debía ir a hacer un estudio de mercado en China, mirar cómo se manejaba el comercio, los precios, cómo eran los procesos de envío, todo para poder importar mercancía hacía Colombia, puesto que la cuñada de “Antonio” tenía otros locales que estaba pensando en cerrar y “Antonio” había visto en ellos la oportunidad de ganar dinero los dos, tanto Harold como él. Como
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anillo al dedo diría cualquiera, al volver del viaje Harold sería el administrador de un local en Palmeto, otro centro comercial de Cali, muy fácil. Antonio le había tomado tanto aprecio a Harold que le estaba proponiendo lo que él había estado esperando, tener un flujo económico suficiente para cubrir los estudios de sus dos hijos y por qué no aprovechar para conocer una nueva cultura, ¿a quién no le suena la idea?. Harold lo vio todo muy transparente y luego de consultarlo con su familia, aceptó. “Yo como lo vi tan ejecutivo pues no lo dudé más”- afirmó Harold. Pasaron varios días hasta que “Antonio” se comunicó de nuevo con Harold. -Mire, ¿usted si está dispuesto a viajar a China para lo que le comenté? Convencido de su decisión Harold no titubeó un segundo en responder. -Claro que sí. “Antonio” en su afán por convencerlo utilizó como herramienta todo lo que Harold en ocasiones pasadas le había dado a conocer. -Sí, ahí podés mejorar tus ingresos económicos y te sale la oportunidad para tus proyectos, para la educación de tus hijos, te queda perfecto. El viaje se demoró el tiempo que se demoraron los trámites, pasaporte, visa, exámenes médicos, entre otras cosas que debían estar listas para la aventura. Llegó el día anhelado, el itinerario del viaje se dividía entre una escala en Sao Paulo, Brasil donde lo estuvo esperando una persona para guiarlo, tal cual como le había indicado “Antonio”, teniendo en cuenta que Harold nunca había salido de Colombia, su vuelo continuó hacía Dubái donde otra persona lo estaba esperando, aquella con una maleta llena de “ropa”, objeto que jamás le mencionaron antes de viajar, sin embargo la recibió puesto que simplemente sería un mensajero, al llegar a China alguien la recibiría y el tema con la maleta terminaba. Su objetivo iba más allá de transportar un equipaje ajeno, finalmente el viaje continuaba, volaría hacia Shanghái, el destino final. “Cuando a mí me entregan esa maleta, yo ahí comprendí que era algo malo, intuí que eso estaba raro, llevar esto así como que no, este señor de Colombia nunca me había dicho que iba a llevar nada, sin embargo yo me arriesgué y me fui con la duda”- afirmó Harold con voz de nostalgia y resignación. … Quizá los errores que más le han pesado y le pesarán en la vida a Harold Carrillo Sánchez, son esos errores cometidos por terceros pero que solo han afectado a él. La información del pasaporte no coincidía con la información de la visa, 22 de Enero de 1966 su fecha de nacimiento, correctamente escrita en el pasaporte, 22 de Junio de 1966, fecha incorrecta en la visa, cinco meses de imprecisión, primer grave error; un veloz pero notorio cambio de tiquetes en Dubái, que hizo que el destino de llegada cambiara de Shanghái a Guangzhou, segundo y determinante error, puesto que de ser Guangzhou su destino final desde el principio, Harold no habría tenido que hacer escala en Dubai. No fueron los 8 filtros que tuvo que pasar ni los rayos X lo que hizo que Harold fuera arrestado, fueron esos dos errores los que alarmaron a las autoridades de inmigración, que tras una minuciosa requisa encontraron la droga en la
Despacho de conferencias de la cárcel Villa Hermosa, mientras se narra la lucha entre la vida y la muerte.
ropa que iba dentro de la misteriosa maleta. Después de esto la vida de Harold Carrillo dio un vuelco de 360º. Al momento de la captura Harold asumió una actitud a la que aún no le encuentra explicación. “No sé yo por qué guardé tanta serenidad, tanta tranquilidad, como si ya estuviese preparado para que me pasara eso”. Mientras recuerda, un gesto de resignación embarga su rostro y dice, “en ese momento solo me acordaba de algo, “arriba hay un Dios que lo ayuda a uno, lo ampara y lo favorece”, yo me entregué a Dios, a nuestro señor Jesucristo, me agarré a pedirle y me dio paz y tranquilidad. Ahí dije: ya qué le vamos a hacer”. La luz del día ya no hacía parte del paisaje, ahora solo existían celdas, guardianes, reclusos y un idioma que para Harold era totalmente desconocido. Pasó el tiempo y Harold seguía sin ser condenado, por lo tanto, no podía hablar con su familia, pues en China la ley dispone que solo le serán otorgados cinco minutos para llamar siempre y cuando el reo cumpla con unas actividades laborales y adicional a esto, ya esté judicializado. 2011, ya había transcurrido un año y la familia de Harold aún no tenía conocimiento de lo sucedido. Cinco minutos, el mayor anhelo de Harold y de cualquier preso que yacía en esa
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cárcel, cinco minutos para sentir una voz familiar, para contarle a su esposa y a sus hijos lo que había sucedido, eso era para él era la bendición más grande que le podía llegar. Duró 19 meses incomunicado y según él fue el tiempo más eterno que recuerda haber vivido. Asegura que hubo incompetencia por parte de las instituciones colombianas en China para agilizar el proceso y lograr establecer contacto con su familia. “La negligencia de esta niña Jaifa Mezher quien era la Cónsul de Colombia en China para ese momento, y del doctor Jorge Luis Roa Corredor, quien era representante de la embajada colombiana en Pekín, la capital, hizo que mi familia solo se enterara en julio de 2011, un año y cuatro meses después de la captura”, recuerda Harold con algo de inconformidad. … 25 de octubre de 2010, siete meses después de la captura llega el momento del juicio en el cual se hace presente Jorge Luis Roa, sin embargo la luz se empieza a apagar para Harold, lo condenan a pena de muerte, tres palabras que nadie quiere escuchar en su vida pero que infortunadamente fue la sentencia que recibió por llevar 2.959 gr de droga en la maleta llena de “ropa” que le entregaron en Dubái. Increíblemente y aun sabiendo la gravedad de la situación, nadie se comunicó en ese momento con Luz Farid Celis, su esposa, para avisarle lo que sucedía. El caso de Harold Carrillo Sánchez se dio a conocer a través de los medios de comunicación, tenía que haber algo que pudiera salvarlo pero si no se mostraba lo que estaba pasando, el destino y el tiempo harían de las suyas hasta acabar con la vida de Harold. La ignorancia lo hizo confesarse culpable esperando que como en Colombia le redujeran la sentencia pero no, eso no era posible, en China las leyes son tan rígidas como una cadena de metal, no había vuelta atrás. “Caleño sentenciado a muerte en China”, escribió El Tiempo. “Colombiano fue condenado a pena de muerte en China por narcotráfico”, dijo El Colombiano. Esos fueron algunos de los titulares que se publicaron, los periódicos nacionales y todos los medios de comunicación masiva como RCN y Caracol, se encargaron de dar a conocer al país lo que estaba sucediendo, solo así empezaron a cambiar las cosas para Harold y su situación pues la gestión de la Cancillería junto con el Ministerio de Justicia al enterarse de lo sucedido, logró rebajar la pena de muerte a cadena perpetua. “Me di cuenta que el gobierno actuó maravillosamente para que no fueran a ejecutarme y todo eso, gracias a Dios, a mi familia y al Gobierno”, afirmó Harold. Pero el tiempo pasaba la voz de Harold se apagaba más, la historia se hacía más triste y difícil de creer, todo lo que narraba se parecía mucho a una película pero no, era la vida real, esa que parece estar solo en la imaginación de algunos directores de cine, esa era su realidad. Estar preso ya era un problema, pero estar preso en un país desconocido donde nadie hablaba español, era una tortura diaria para Harold quien recuerda con nostalgia y gracia a la vez, su paso por la cárcel de Don Juan. “Allá los presos se convierten en esclavos, uno debe trabajar y trabajar, hay mala alimentación, la vivencia es muy dura, trabajé muy duro porque para poder tener una llamada allá
uno debe trabajar en condiciones muy difíciles, sobretodo porque no sabía el idioma y nadie, absolutamente nadie hablaba español, pero bueno hasta me sirvió porque me tocó aprender” – dijo Harold entre risas. A principios de enero de 2013, la salud de Harold empezó a deteriorarse, ya estaba cansado y su cuerpo lo sentía, dos bolas se apoderaron de su garganta, un cáncer de garganta que era irreversible, esto irónicamente fue su salvación, una luz se veía venir. Penicilina 0.5mg y tres bolsas de suero, la medicina perfecta para un cáncer linfático, cuando no se hacen estudios y se dictamina como una amigdalitis claro está. Transcurrió el 2013, y no fue sino hasta el 3 de enero de 2014 que médicos externos le prestaron atención a la salud de Harold, hasta ese momento se supo que la amigdalitis que trataron durante el 2013 no era nada más y nada menos que tumores cancerosos, que ya eran evidentes en su garganta, “yo parecía que tuviera dos bolas de tenis, se me fueron hasta la clavícula, yo parecía un monstruo”, dijo Harold. Con la voz cada vez más ronca Harold se acercaba al final de la historia, su garganta no daba más y era de entender. Iniciaron las quimioterapias y todos los exámenes necesarios para determinar qué tan avanzada estaba la enfermedad, los médicos no daban nada por la vida de Harold. Un alto en la entrevista, dos vasos de agua fueron necesarios para continuar, su voz cada vez se apagaba más. El día llegó Harold Carrillo por condiciones de salud y tras pasar las inclemencias del olvido en una cárcel de otro país, sería repatriado. La comisión encargada de la repatriación a la cual Harold le agradece, estaba conformada por un funcionario de Ministerio de Relaciones Exteriores, la Canciller, un representante de Ministerio de Justicia y un representante del INPEC. Principio de Reciprocidad, así es conocida la figura en derecho internacional que permitió el convenio que cobijó a Harold para lograr su repatriación. El gobierno chino en condición de paga a un favor que en algún momento le hizo el gobierno colombiano acepto la solicitud. 29 de Enero del 2014, una conversación con Jorge Luis Roa fue la esperanza que necesitaba. -¿Hola Harold, cómo te sentís cómo estás? - No doctor, yo estoy muy mal ¿Si escucha mi voz?, doctor recuerda esas dos bolas que le había contado, resultaron ser dos tumores cancerosos, estoy grave, estoy mal. -Sí, sí, ya me enteré. Mire el motivo de mi llamada es para preguntarle si está de acuerdo en el traslado a su país. -Claaaro doctor pues es lo que más anhelo y ahora con este problema peor. -Ah bueno, entonces ya voy a iniciar los contactos con la cancillería para su traslado al país. Antes de esa conversación ya se habían hecho una serie de trámites puesto que para que una repatriación sea efectiva, los dos estados deben estar de acuerdo, tanto el país que recibe como el país que entrega. Inicialmente la cancillería colombiana pidió la repatriación de Harold Carrillo y cuando todo parecía perfecto, aparecieron de nuevo los problemas. El gobierno chino negó la solicitud,
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Luz Farid Celis, esposa de Harold Carrillo en la puerta de su casa. “Harold es un hombre bueno, solo tomó una decisión mala”, sostiene Luz Farid.
argumentando que Harold estaba condenado a pena capital y por ese motivo Harold pertenecía al gobierno chino. Juliana Victoria Ortega Parra, cónsul de Colombia reemplazo de Jorge Luis Roa, fue la salvación de su mal momento según Harold, ella se encargó de agilizar los procesos legales para su repatriación. “Dios bendiga a esa niña, comenzó a visitarme mensualmente, muy bella persona”, afirma Harold. En una conversación fuera de la cárcel, la funcionaria le explicó que la cancillería ya había solicitado su repatriación pero el gobierno chino no había aceptado por la condena de muerte a la que había sido sentenciado. -No doctora, si a mí ya me cambiaron la pena de muerte a cadena perpetua desde el 25 de abril de 2013. - ¿Usted tiene los documentos que soportan lo que usted está diciendo? -No, si yo hubiera sabido los hubiera traído pero yo no sabía. Juliana, quien le insistía en portarse bien mientras finalizaban todos los trámites, se propuso gestionar los procesos necesarios para que Harold regresara a su país, de manera que el seis de junio de 2014, un procurador le regresó la esperanza a Harold al aceptar la nueva solicitud de repatriación presentada. Colombia, su país natal lo recibió un 28 de Noviembre de 2015, había regresado a la vida, su corazón sabía que físicamente estaría preso y su enfermedad no iba a mejorar, pero tener a su familia cerca era el mejor regalo y la mejor oportunidad que la vida le podía regalar. Harold Carrillo Sánchez es hoy otro ser humano desde ese día. “Yo salí del infierno y llegué a la gloria, yo estoy tan agradecido con el gobierno colombiano”, dijo Harold con voz de alivio. Entre chistes iba finalizando nuestro encuentro, risas que disfrazan todo lo vivido, los golpes que hoy lo reconfortan y lo fortalecen para seguir adelante.
En Colombia fue condenado a 20 años y ha cumplido 7 meses, pero la esperanza de luchar para salir y proteger a su familia sigue intacta. Pero como todo no puede ser color de rosa, la enfermedad de Harold no se ha detenido, llegó repatriado por razones humanitarias y sin embargo el apoyo del INPEC para tratar su enfermedad ha sido imposible de lograr, la respuesta a una solicitud de medicinas y tratamientos a su enfermedad fue negativa: “no hay recursos suficientes para cubrir su tratamiento, es muy costoso y no podemos costearlo”, fue la respuesta del INPEC a Harold.“Me traen repatriado por cuestiones humanitarias y ¿me van a dejar morir acá?- cuestiona Harold. Pero mientras el INPEC le negaba el apoyo para su tratamiento médico, Blanca Henríquez, abogada y profesora en Derecho Internacional de la Universidad Autónoma de Bogotá, quien trata desde su área el tema de “Repatriación o Traslado de Personas Condenadas” y un grupo de estudiantes, deciden realizar su tesis acerca del caso, que además tiene un alto despliegue mediático por ser el primer ciudadano colombiano en ser repatriado desde China. “Cuando llega Harold yo no me interesé porque pues ya lo habían traído, yo consideré que ya no había nada que hacer, pero luego en una entrevista que da él menciona que Colombia no le ha dado salud, en ese momento empiezo a buscar como contactarme con la familia y logro hablar con el hijo” narró Blanca. Finalmente Harold y Blanca se reúnen, él por su parte le contó a viva voz todo su caso, denunció que no le habían proporcionado ningún tipo de medicamento, sin embargo el trato
El camino hacia la soledad.
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hacia él era muy considerado, las directivas de la cárcel eran conscientes de su estado de salud y le brindaban un trato amable pero debido a los bajos recursos, en cuanto a los medicamentos requeridos no era mucho lo que se podía hacer. “La cárcel no es mucho lo que podían hacer por él con los pocos recursos que tenían, debido a esto yo tomo el caso, pido el poder que me autorice y emprendo una tutela, la cual queda radicada el 4 de enero en el Juzgado Octavo Civil Municipal de Bogotá” recuerda Blanca. Esta tutela fue rechazada en principio con el argumento de que el poder no era original, a lo que se responde con una solicitud para hacerlo como agente oficioso, sin embargo el juzgado rechaza el trámite. “Yo pienso que lo rechazan no tanto por el cumplimiento de los requisitos sino por la importancia del personaje” afirma Blanca Henríquez. La lucha continuaba, durante el tiempo en el que se estaban llevando a cabo todos estos procesos legales los juzgados se encontraban en paro, otro factor limitante para hacer valer los derechos de Harold Carrillo. Poco tiempo después, la tutela se vuelve a instaurar ante el Tribunal y este lo envía al Juzgado 30 Civil Municipal de Bogotá, en donde era imposible conocer el estado del proceso, debido a la inactividad de los juzgados, no había nada que se pudiera hacer y tampoco llegaba ninguna respuesta. María Paula Rubiano, periodista de El Espectador, interesada en conocer los detalles del proceso, se comunicó con el juzgado para saber sobre el estado de la tutela, inmediatamente al correo de la doctora Blanca llegó un mensaje en donde se afirmaba que si bien la tutela había sido rechazada, si se había oficiado a la entidad encargada para que se financiara el tratamiento requerido. Todo parecía mejorar, las cosas estaban resultando tal cual como esperaban. Pero en una conversación de la doctora Blanca con Michael, hijo de Harold Carrillo, la esperanza volvió a caer. -Hola Michael, ¿Cómo va todo? ¿Qué le han hecho a Harold? -No ha pasado nada doctora. “Cuando yo me entero de esto, impugné ante el Tribunal y este respondió que en el término de 10 días le debían realizar unos exámenes a Harold porque de lo contrario cómo le iban a proporcionar un tratamiento sin saber si había avanzado o no la enfermedad” dice Blanca Henríquez. En Colombia los trámites legales son historias de nunca acabar, se sabe cuándo comienzan pero no cuándo terminan, su familia y la abogada continúan a la espera de la realización de los exámenes lo cual determinará la situación de Harold en el centro penitenciario, sin embargo el tiempo corre y aún no hay señales de avances. Harold espera que a través de su abogado se logre conseguir la detención domiciliaria para buscar recursos económicos por su cuenta y así poder pagar el tratamiento pues no espera morirse, ya luchó lo suficiente para llegar hasta donde está y asegura que de la mano de Dios todo esto va a ser tan solo un mal recuerdo y una muy buena lección de vida que enseña que de los problemas se aprende. “De eso tan bueno no dan tanto, yo lo aprendí a las malas pero Dios sabe por qué hace sus cosas, hoy estoy acá pero tal vez mañana la vida me depare algo más”, dijo. Una vez más es hora de volver a la celda, Harold se pone de pie y un dragoneante lo escolta, camina con la esperanza de encontrar la libertad emocional y física, entre sonrisas se despide y se pierde entre las paredes de lo que será su hogar por algún tiempo más.
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Dragoneante de la cárcel y Harold Carrillo, en camino de regreso hacía su celda. “La vida en una cárcel es muy dura pero haber regresado a mi país es como estar en un paraíso” Harold Carrillo
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Fotografías por:
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Lina Rodríguez Archivo personal Invima
La historia de Gina Potes Por {Lina Rodríguez}
Un ave fénix que logró renacer desde las cenizas. Eso es Gina Potes, la primera sobreviviente de un ataque con ácido que se registra en Colombia. Una mujer guerrera que luego de que atentaran contra su integridad, decide seguir con su vida, alzar la cabeza, salir adelante y convertirse en un símbolo de superación.
TOMÓ LA DECISIÓN A sus 27 años, Gina Potes decide salir de la prisión que se ha convertido su habitación. Abre sus ojos, toma un respiro como si fuera a prepararse para comenzar una lucha. Una lucha eterna con su propia vida. Corre las cobijas de su cama y el primer pie que apoya en el suelo, es el derecho. Abre las cortinas de su habitación, la luz del día entra e ilumina cada espacio oculto y silencioso que se resguarda. Camina al baño, se mira al espejo, vuelve y respira. Agacha su cabeza como si se fuera a rendir, pero no, esto es un hecho. Ya se dio el primer paso.
LA CASA MÁGICA No es una casa para princesas, tampoco es de muñecas, es una casa mágica. No está hecha de baldosa tipo mármol, ni tiene ventanas con bordes en oro, o una cocina reluciente y con diamantes, ¡No! Es una casa real, hecha para mujeres reales y no para cuentos de fantasía. Sin embargo sí tiene poderes. Cuando llega una mujer que ha sido destrozada en su piel y
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El logo de la Fundación Reconstruyendo Rostros fue una idea de diseño entre Gina y Patricia para hacer reconocimiento de imagen de la fundación.
alma, esta casa la transforma. Se convierte en un medio de construcción de sueños, de lucha. Es como una antigua fortaleza en donde se resguardan sus mejores soldados y en el momento en que están totalmente preparados, salen a luchar por su vida, por su valor propio. Sentada en su escritorio de vidrio, con una actitud que certifica la propiedad y tranquilidad que siente del lugar en donde se encuentra, Gina Potes, mientras me habla del hogar que ha forjado, centra su mirada en una fotografía que reúne a todas las mujeres víctimas de ataques con ácido que han llegado a la Fundación Reconstruyendo Rostros y así mismo han permanecido, en la búsqueda de un apoyo y comprensión. –Es un lugar que deja atrás las tristezas, el dolor, la tragedia – dijo Gina Potes, contemplando el techo y las paredes que la rodean en su sencilla oficina. Luego añade metafóricamente y dirige sus ojos de forma lenta hacia la ventana que está al lado derecho de ella–: Es un espacio donde se aprende a entender que el sol sigue brillando a pesar de que hay días grises, al otro día sale como si nada…yo digo que mientras exista la vida todo se puede arreglar–. Son casi pasadas las ocho de la noche, Gina Potes lleva una blusa ligera de color negro, un pantalón ajustado a su figura y un par de chancletas para sentirse libre. El vestuario que lleva, determina que pronto iría a dormir, sí, allí, en la fundación, porque es su propia vivienda en arriendo pero adaptada de manera humilde para acoger a las víctimas. De día es la casa mágica que transforma vidas, que reúne a las mujeres que quieren luchar por una existencia, de noche ya se convierte en la tranquila morada de descanso para Gina sin perder la magia, ni el sentido de transformación. Durante la charla que se va dando, Gina me cuenta sobre el inicio de este proyecto. Antes de obtener el título de fundación, junto a Patricia
Espitia, su compañera de batallas, también víctima y guerrera de vida, deciden crear un pequeño círculo de apoyo social, donde la base fundamental fueran las mujeres lesionadas con ácido que quieren dejar a un lado la compasión que las personas normalmente sentimos por su causa y salir adelante. Continuar su vida, sus proyectos, lograr convertir sus sueños y metas en verdad. Esto se llamó “Rostros sin ácido”. Luego, gracias al gran trabajo que emplearon Gina y Patricia, consiguieron a otros miembros profesionales para continuar con el camino de auxilio de víctimas. Con esto y una gran trayectoria, que aún no se acaba, se logró el certificado de fundación, la Fundación Reconstruyendo Rostros. Ciro Garnica, especialista en odontología, Eugenio Cabrera, director de Oftalmología y Alan Gonzáles, su más grande aliado, apropiado de la cirugía plástica, son los tres guardianes de la casa mágica que han aportado con sus experiencias al recorrido de transformar vidas. Con una expresión de agradecimiento hacia los tres hombres que han prestado su tiempo y dedicación a esta causa, Gina los destaca por su interés autónomo de querer compartir un granito de arena sin recibir algo a cambio. Son hombres, que sin obligarlos, se suben las mangas y preguntan ¿qué hay que hacer? Sencillamente, se convirtieron en columnas para el crecimiento de este hogar. –Es la casa de todos. Para reír, para contar anécdotas, para convertirnos en familia– dijo Gina Potes, mientras presionaba sus manos contra el pecho, como mostrando la fuerza de la unión. Después agregó levantando sus manos empuñadas desde su cabeza, de forma pausada como si llevara una carga –: Este proceso de la casa, es alzar una pesa que uno insiste e insiste en levantar, hasta que lo logra. La Fundación Reconstruyendo Rostros, me recuerda y logro asemejarla con la historia de su propio logo que fue creado por el diseñador Giovanni Aerronog e idea de su hija Nancy
Alan González es un especialista en Cirugía Plástica y Caumatología que alió su empresa con la Fundación Reconstruyendo Rostros sin recibir dinero a cambio.
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Un mes y doce días llevaba Gina Potes de haber cumplido 20 años desde su ataque.
Nicol, el cual está pintado en cada pared blanca que se encuentra dentro de la casa, la historia de la Flor de Loto. Es una flor que lleva pureza espiritual, de cuerpo y alma, que su objetivo es florecer en búsqueda de la luz como una elevación espiritual. La flor representa la creación del universo y la Fundación la evolución de nuevas vidas. Con un color rojo en la corola central que destaca el valor y el coraje, un rosado que simboliza lo sentimental y positivo en dos de sus pétalos que van abriendo esta flor. Y un púrpura para los externos, que determinan la nobleza y el poder. Sin olvidar, el reflejo de la flor en el agua, que es como el reflejo de las mujeres al renacer y verse a un espejo por primera vez. Son las características que encierran la magia de esta casa que no pierde la esperanza. –No apoyamos la porno miseria, que es mostrarse como una víctima peor, que solo quiere lástima– dijo Gina, al mismo tiempo que su faceta cambiaba de una mujer orgullosa a una mujer decepcionada. Con un ojos penetrantes y el ceño fruncido. Luego agregó mientras agachaba su cabeza y me miraba de re ojo–: Se han perdido muchos de los procesos, porque ellas se dejan utilizar de morbo y amarillismo, esperando compasión…Quedarse no es obligación para nadie, solo sentido de pertenencia¬– en esta misma conversación, Gina hizo énfasis en que la principal lucha de la fundación es por un común de las mujeres y no un fin individualista. La muestra de esperanza, es evidente en los términos y gestos que genera Gina Potes. De una u otra forma sus ojos transparentes y directos junto a su temperamento decidido y fuerte que acompaña cada palabra pronunciada, demuestran que los proyectos para la Fundación Reconstruyendo Rostros son aún muchos. Desde el trabajo en equipo para la creación de una cartilla que explique los auxilios que se le presta a una víctima en el momento del ataque,
hasta poder brindar un trabajo digno a las mujeres que están recientes y la sociedad les niega la oportunidad. La formación de un taller de costuras en donde deban coser como cosen sus vidas. La creación de manualidades dirigidas por las grandes manos morenas de Gina y la meta de dejar de ser invisibles, son las causas por las que Gina Potes y su equipo de guardianes junto a sus sobrevivientes guerreras no dejan de trabajar. Sin los suficientes recursos o riquezas para lograr algo muy grande y sin la necesidad de hacer publicidad, esta casa mágica seguirá construyendo, con la chispa de la esperanza, la lucha y el renacer de nuevas vidas.
ATAQUE E IMPUNIDAD Gina, es una víctima sobreviviente de un momento de terror y crimen. Una mujer que suma en las listas de violencia en Colombia. El 28 de octubre de 1996, hacia las siete de la noche sonó el timbre de su casa, en el barrio San Vicente en el sur de Bogotá, cuenta Gina Potes. Ella con 20 años, junto a su hermana menor Angie y su hijo que apenas tenía tres años, salió a atender la puerta. –Fácilmente recuerdo a una señora que me preguntó por un jardín infantil¬– explicó Gina, quien luego añadió con una actitud de extrañeza por lo sucedido: ¬– Mientras le daba las indicaciones, llegó corriendo un hombre que me lanzó ‘esa cosa’ y me gritó: “¡Quién la mandó a ser tan bonita!” ¬– refiriéndose a ‘esa cosa’, como la sustancia de olor repugnante, pegajosa y espesa que sentía recorrer en todo su cuerpo. Lo que le siguió al ataque fue un desmayo que al despertar, recibió la sorpresa de que el ácido había borrado el rastro de su ropa y afectado parte de su cara, cuello,
La ley 1773, en la actualidad ha presentado fallas de cumplimiento y estabilidad en el Congreso.
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Patricia Espitia, aparte de ser víctima de ataque con ácido, es sobreviviente de un cáncer en el cuello uterino y perdió a su hija quién se suicidó al ver a su madre deformada.
Desde los 20 años hasta los 52 años, es el promedio de edad que la Fundación Reconstruyendo Rostros ha acogido a mujeres víctimas de ataque con ácido.
brazos, senos y abdomen. También, se llevó la piel facial de su hermana Angie y provocó el retumbante llanto de su hijo menor. El horror ya había llegado a Gina. Al verse al espejo, el sentimiento era de espanto y pavor. Su cara se había convertido en un borbollón ardiente, un volcán de color tan rojizo que estaba próximo en hacer erupción. ¬–Todo lo que me destacaba, había quedado destruidodijo Gina, agachando su mirada y moviendo sus dedos uno a uno, mientras los entrelazaba y recordaba su caso. Luego alzando su cabeza de forma lenta agregó: ¬–Gracias a Dios el ácido no me alcanzó los ojos, o los habría perdido. Además, por unos guantes para lavar la loza que tenía en las manos logré salvarlas de daños peores ¬–. La agonía inició en el hospital El Tunal, que fue el primero en atender su emergencia. Allí, estuvo cinco horas sin atención, mientras el líquido viscoso seguía introduciéndose en sus nervios y destruyendo sus tejidos. El siguiente martirio fue en el hospital Simón Bolívar, en donde estuvo muriendo en vida por tres meses. Sin apoyo, sin protección y sin sentimientos. ¬– No tuvieron corazón. Cuando vieron que las cicatrices ya no sangraban, que ya habían cerrado, me botaron a la realidad, sin pensar en lo que sentía¬– dijo Gina, con tristeza en sus ojos. Entre más seguía fluyendo nuestra conversación, surgió un tema que es simplemente controversial en el país, la impunidad. Pero, ¿qué es la impunidad? Si se busca en un diccionario, saldrá una definición simple: “No recibir castigo a un delito”. Un profesional en el contenido de problemáticas y justicia en Colombia, podría responder que es un proceso falto de investigación que queda abierto y no resuelve la protección y cumplimiento de los derechos humanos, como lo concreta la Fiscalía General de la Nación para un artículo
Fuera de ser una mujer con actitudes fuertes y estables ante la sociedad, Gina es una persona sensible y gustosa por las artes y danzas escénicas.
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del medio El Tiempo. Sin embargo, Gina define a la impunidad como falta de poder y desunión. Dentro de la lucha que existe para encontrar una mayor atención y solución a los casos de mujeres víctimas de ataques con ácido, desaparecer la impunidad es una de las misiones. La ley 1639 del 2013, con la modificación del Decreto 1033 que pone al ataque con ácido en una posición fuera a la violencia común, donde se busca castigar con más años y menos oportunidad a los victimarios, fue el primer paso que dio Gina Potes como activista de justicia y protección en los casos de agresión con ácido. A pesar de cada uno de los obstáculos que logró superar Gina para intentar el cumplimiento de la ley 1639, el congreso la rechazó por falta de argumentos y firmas, dejando una vez más en vano el caso de muchas mujeres que habían sido atacadas con ácido. ¬A Gina como a muchas mujeres, la silenciaron después de ser atacada, dejando a un lado la opción de hacer justicia en su proceso. ¬– Este tipo de violencia era solo para pobres no para nadie con poder¬…Los victimarios fueron tanto los agresores como el estado. No me prestaron ninguna atención ¬– dijo Gina Potes mientras acaricia su mano izquierda en la parte superior con la derecha. Hasta ese punto seguían invisibles e impunes las víctimas con ácido. Pero luego del 27 de marzo del 2014 en donde Natalia Ponce de León, única mujer entre tres hermanos, de una familia adinerada fue atacada y destruida con ácido en todo su rostro, el destino cambió. La ley 1639 que había estado en el camino de la justicia para las víctimas con ácido, fue renovada por la 1773 del 2016, que con los mismos contenidos, algunas modificaciones en sus artículos y bautizada por los medios de comunicación con el nombre de “Ley Natalia Ponce de León” se aprobó. ¬– No debería tener un nombre singular y menos si hablamos de luchas, varias luchas¬– afirmó Gina, mientras fruncía su ceño y negaba con su cabeza, después agregó: – Eso es la prostitución del estado y los medios, que buscan seguir creando amarillismo y siendo oportunistas al mostrar una cicatriz ¬– Por la actitud de Gina al hablar de Natalia Ponce de León, se podría decir que presentan ciertas diferencias de entendimiento sin embargo, son mujeres que tienen una lucha en común, en busca de la justicia por las victimas de ataque con ácido. ¬– Llevo veinte años pisando en terrenos vírgenes, eso es un trabajo fuerte, sin desmeritar al de la señorita (Natalia Ponce de León) y al de otros casos– dijo Gina al mismo tiempo que achina sus ojos y añadió con obviedad: ¬– Los renombres de ella, son realidades que pienso yo, no son ocultas para nadie. La realidad de esta chica (Natalia Ponce de León) es una, y la realidad del 99.9 por ciento de las demás víctimas es otra, totalmente distinta–. Gracias a la aprobación de la ley 1773, la lucha de las activistas víctimas y a la voz en los diferentes casos que ocurren en el país sobre ataques con ácido, como lo es Gina Potes, se ha visto una mejora, pero no es una solución completa ni tampoco elimina en un cien por ciento a la impunidad que sigue demostrando el estado en estas situaciones. ¬– Somos un estado desunido, en eso radica. Todos vivimos nuestros mundos en forma separada¬ –dijo Gina, luego apuñando sus manos como indicando fortaleza y poder añadió¬: ¬– Pero ¿qué pasaría si nos agarramos de las manos y formamos una barrera inmensa?, ahí se marcaría la diferencia ¬– después con decepción y en voz baja dijo: ¬– Eso no va a pasar ¬–.
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Recuperar, renacer, regresar, son las tres misiones que Gina trabaja desde hace 8 aĂąos con la FundaciĂłn Reconstruyendo Rostros.
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UN “ÁNGEL” REAL El miércoles 15 de septiembre de 1976, nació Gina Lilián Potes Aguirre. Un regalito de amor y amistad que estaba destinado a ser abierto para mostrar la superación y victoria después de un ataque con ácido. Hija de Nancy Aguirre y un padre ausente. La segunda mujer de cuatro hermanos. Madre a los 16 años de su primer hijo. El segundo a los 18 años. Físicamente, el primer impacto son sus ojos. Un par de ventanas grandes, que expresan la profundidad de su alma. La transparencia de su ser. El brillo es constante en cada mirada que transmite. La esencia y la luz de sus ojos que simboliza la magia en esta mujer, no se perdió después del ataque. Su piel, es un vivo ejemplo del color latino que nos representa. Un tono moreno, como noche bajo las estrellas. Sus grandes manos podrían atrapar al mundo. Abundancia en su cabello color negro, ondulado y largo. Y claro están, sus cicatrices. Una que empieza desde sus labios, sigue en su barbilla, termina hasta su pecho y varias en sus brazos que es la sobrevivencia de un acto atroz, al cual la única respuesta que le dio, fue seguir adelante. Entre sus palabras el amor hacia cada una de las víctimas que llegan a resguardarse en la casa mágica, es notorio. Ella es como una madre adoptiva que cuida de sus hijas (las mujeres vulneradas con ácido) hasta que se sientan listas para salir a la realidad. Gina, en su forma de ser irradia paz, tranquilidad. Se convirtió en protección y seguridad para una víctima. Aunque su voz aguda no tiene mucha relación con su personalidad valerosa, cada frase que pronuncia, la dice con la verraquera y actitud dominante para marcar diferencia y hacerse notar. Es una mujer que no busca publicidad del caso, si no justicia y diferencia para las víctimas. Patricia Espitia es la mejor amiga de Gina. Es una víctima más de los ataques con ácido que ha dejado la violencia en el país. Ella como miembro de la Fundación Reconstruyendo Rostros y así mismo, una valiosa sobreviviente más que ampara la casa mágica, habla de Gina Potes como una coincidencia y casualidad que ha dejado siete años de amistad real y sincera. – Gina es amor a primera vista. Es un ser lleno de alegría y esperanza, que a pesar de los dardos venenosos que recibe, sigue luchando. No sé cómo lo hace– afirmó Patricia, luego agregó: – Ella es un mago, que toca a las personas y las cambia. Es como una inyección de otro sentido para nosotras–. Patricia, su mejor amiga junto a muchas de las víctimas, destacan a Gina como un ángel que simplemente Dios puso en el camino de cada una. Una criatura diferente. Pero ella se identifica como una mujer real. –Me llaman ángel pero en realidad, soy normal. De carne y hueso como todas las mujeres. Con errores e imperfecta, solo con el don de querer progresar– dijo Gina con una sonrisa en su rostro que ilumina su mirada.
EL AVE FÉNIX Sobre su escritorio, Gina deja ver la evidencia de una fotografía, para ella su favorita, de la mujer que existió antes del ataque. En la foto tenía 18 años, con una melena ondulada que rodeaba su rostro, una cara tersa de muñeca y unas mejillas rosadas y redondas. Era un joven con muchos sueños, pero pocos ya definidos. Fue madre a temprana edad, así que no tuvo elección ni un camino establecido, solo dejar que pasara y corriera el tiempo. Sus pensamientos eran superficiales. A donde fuera, consigo llevaba problemas. A los 20 años sucedió el ataque con ácido. Aunque no se puede decir ni calificar que es una acción de cambio ni menos positiva, para Gina si fue la transformación. Después de afrontar 26 cirugías y 70 procedimientos quirúrgicos, renació una nueva mujer. Llegó una guerrera líder de una casa mágica. Con una actitud sensible y ejemplar. Que ha querido impactar la vida de las personas, sin importar el dinero o lo material. Surgió una nueva página para el libro de la vida de Gina Potes, que trajo consigo un proceso largo y arduo a pesar del avance que ha logrado. Llegó el paso a paso que deben superar las víctimas. El qué dirán de las personas, la negación de vanidad, la elección de cubrirse o no, la zozobra de las miradas del mundo hacia sus cicatrices, todo genera un proceso espinoso y de gran trabajo, como lo contó Gina. Un camino cubierto de piedras, que rasgan, hieren y martirizan en cada paso a las víctimas, pero es necesario sobresalir de este, para crecer, para dejar a un lado el pasado. Gina destacó que el proceso más grande, que no tiene un final, es abrir la cerradura que ocultan sus cicatrices, o como lo llama ella, sus marcas de guerra. Dejar salir su belleza interior y poner a un lado, como complemento, lo exterior. –Soy una mujer muy bonita. Todas somos hermosas a pesar de las marcas… Esto (señalando su cicatriz) no lo elegimos pero sí lo afrontamos. ¿Qué más podemos hacer?, la vida continúa y la mejor solución es entender para qué Dios nos puso al frente y reconocer que todo ha valido la pena –dijo Gina Potes acariciando su cabello, como si lo peinara. Luego traslada sus manos a la cicatriz de su barbilla, las resbala de forma lenta y con una mirada penetrante añadió: –Jamás se aceptará una cicatriz, pero sí se aprenderá a vivir con ella–.
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Fotografías por:
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Maryann Estrada Fragozo Vladimir Daza Villar.
Mística, la costurera Wayüü Por {Maryann Estrada Fragozo}
Tengo en la memoria el recuerdo de mi Guajira. ¿Se han detenido a detallar un cactus guajiro? La indiferente planta ante todas las demás, con su distinguido color verdoso y espinoso, sus miles de agujas y una pequeña fruta redonda. La Iguaraya. La fruta intensamente roja debajo de las agujas que la cubren. El corazón seco del cardón. Jugosa, agridulce, exótica. No se parece a otra fruta roja. Ni a la cereza, ni a la frambuesa, ni a la fresa, ni a la manzana. La Iguaraya sabe a Iguaraya. No hay otro sabor que la pueda reemplazar. Es irónico que una fruta tan exótica esté escondida por las espinas del cardón. Ese cardón que crece en medio de la sequía. Me pregunto, si en caso tal caminara entre las casas de barro y las rancherías, quiénes serían capaces de arrancarla del cardón y quitarle las espinas que rodean su pulpa. Repito, no hay ninguna como ella. Tengo en la memoria esos versos del cardón guajiro, que alguna vez, Leandro Díaz compuso para Diomedes Díaz: Es que la naturaleza a todo le da poder al cardón le dio la fuerza pa’ no dejarse vencer yo me comparo con él tengo la misma firmeza Son las 8 de la mañana en la calle principal de Riohacha. El sol aún no está puesto, la brisa mañanera envuelve el olor del mar y lo lleva hasta nuestras narices. A estas horas,
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son muy pocas las personas que transitan por acá. Una mujer llega en un taxi y saca del baúl un gran saco blanco. Decidida en su labor pone una gran tela negra en el piso y en cada punta coloca unas piedras pequeñas. Se dispone a vaciar del gran saco todas las mochilas y demás artesanías que lleva adentro. Las tira, una por una, sin detallarlas. Saca las mochilas de todos los colores. Marrones, amarillas, verdes, azules, negras, anaranjadas. Infinidad de colores. Algunas tienen figuras geométricas. Triángulos, cuadrados, círculos, rombos, rectángulos. Otras están pintadas con flores y paisajes guajiros. Están de todos los tamaños. Grandes, medianas, pequeñas y diminutas. Infinidad de tamaños. La pintura morada, rastro de que hay niños en casa y el respaldo del único cuadro que Cada una posee un significado. Significados que tiene Mística colgado en su casa de su último a la gente no le importa a la hora de comprarlas. embarazo que le regalo su patrona. Sin embargo, les dejo el dato: La mochila es el útero de la mujer wayuu. Con toda la delicadeza, cada una de las mochilas que tiró, las comienza a ordenar por filas. La tela negra comienza a desaparecer y las mochilas adquieren el protagonismo. Ahora es el turno de las manillas, los llaveros, los cinturones, los turbantes, las mantas y los sombreros. Desde los 3.000 pesos hasta los 60.000 pesos es un recuerdo de la indígena que hizo todas las artesanías. Desde los lejos, un señor la saluda y le grita: ¡Argelida! Me pregunto cuánto tiempo se llevó realizando todas esas mochilas. “Cada tejido una semana”, me dice Argelida. La mujer detalla cada mochila en su puesto y las termina de acomodar como si fueran intocables, como si cada una fuera única, como si cada una estuviera hecha para las personas que pasen por la avenida y escojan entre los más de 5 puestos que rodean la peatonal. Donde en cada puesto, hay mujeres que tejen y otras que están a la espera de que llegue algún turista o solo alguien que las mire. Alguien que les dé el sustento de cada semana haciendo sus artesanías. Argelida se sienta en su puesto a esperar, a esperar que el día continúe y que se llenen las calles. Vender, volver a la casa y al otro día despertarse para llegar a la misma avenida. Argelida. Me gusta su nombre, no es nada parecido a las Marías o las Lauras, es un nombre que distingue como la Iguaraya. Su color, su sabor, su misterio. Me gustan las Argelidas, me encantan las Vicentas y especialmente, adoro a las Místicas. Me gustan las Epieyuu, me gustan las Pushaina, me gustan las Iipuana, me gustan los Epinayuu. Cada casta representa a un animal. Son buitres, son báquinos, son halcones, son venados.
Mística Epieyuu. Tan fuerte como el cardón. Tan exótica como la Iguaraya. Mística la de los rasgos identificables en todos los wayuu. Ojos achinados, nariz ñata, pequeña boca y su gran cabellera negra y lisa. Mística, de 30 años, contextura gruesa, una gran sonrisa y pequeños tatuajes marcados en la piel con un alambre caliente que su propia hermana le hizo en una ranchería. Una mujer del servicio doméstico. Esa mujer que llegó a mi casa, 2 meses después de encontrarse con la muerte, con un pequeño maletín lleno de ropa. El 10 de agosto del 2009, fue la primera vez que vi a Mística. Y desde ese momento, yo no lo sabía sino hasta hoy, hasta estos 3 días de regreso a Riohacha que nos volvemos a encontrar, que ella le dio un significado a su casta. Se convirtió en un buitre. En uno inmenso y voló a gran distancia de su pasado para criar a sus 4 hijos: Yolanda, Milena, Diana y Carlos. Y no. Esta no es una historia de la pobreza y la desnutrición. Los Wayüü vienen de un territorio que históricamente ha tenido momentos de hambruna. Han ocurridos veranos intensos que hasta ahora se han expuesto por los medios de comunicación. Si usted le quiere apostar a las situaciones de La Guajira, comience por las causas que la tienen mal: medidas de prevención a largo plazo, las vías de comunicación, la producción de alimentos por los mismos wayüü, nada de donaciones ni mendigar, una apuesta por la educación para que llegue a todos los territorios indígenas, y sobretodo, averiguar las políticas de quiénes gobiernan en cada uno de los municipios de La Guajira. ¿Existe corrupción o no? Es una Cuando se practica la educación occidental en respuesta libre de cada uno. Lo que sí les puedo la zona indígena, los capuccinos o religiosos le decir es que esta es una historia de una mujer de toman fotografías a los indígenas. Viéndolos como algo extraño y un lugar inhóspito para las muchísimas mujeres Wayüü. De una identidad. las demás personas. Tomado del libro “Guajira, De una persona que no teje pero es tejida, como la memoria visual” mochila wayüü, porque tiene la fuerza del cardón guajiro y lo exótico de la Iguaraya, que hasta su mismo nombre hace alusión a algo extraño y que merece ser descubierto: Mística. Mística creció en el desierto, específicamente en una ranchería en el kilómetro 32 vía Maicao. Allá, ella tenía todo. Ella jugaba con las vacas, los chivos, comía mazamorra y tenía a sus 18 hermanos. Puede que cuando fuera pequeña, Mística escuchara a todos los pájaros del mundo cantar, como Vicenta Siosi, una escritora Wayuu, lo siente cada vez que va a su ranchería. A los 8 años su mamá la dejó para trabajar en el mercado de Riohacha. Mientras crecía nunca tuvo la oportunidad de ir al colegio. En ese momento en
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la ranchería no existían internados indígenas. Cuando cumplió los 15 años, su mamá volvió y la mandó para Venezuela para que aprendiera a trabajar y a hablar español. Durante 9 meses la tía le enseñó los deberes de una empleada doméstica. A todas las wayuu no les toca igual. En la comunidad indígena existen personas comparativamente ricas y con amplias influencias sociales en la sociedad, hay otras como Mística que no poseen ninguno de estos beneficios. Ella creció con todo y con nada. Ella es parte del grupo de mujeres Wayüü que venden pescado en el mercado, que tejen artesanías en la avenida primera y que son empleadas domésticas. Es la china. Es “la india de porra” como una vez escuché a una mujer gritarle a una indígena. En un principio, cuando se creó la tierra, dicen los libros de los Wayuu, fue la mujer. Los Wayüü son matrilineales. Son las mujeres quienes representan la casta. Más allá de la tradición y las costumbres que registran las fotografías de las indígenas en las rancherías haciendo la mazamorra y cuidando de sus hijos, la mujer es la carne, es el envoltorio corporal. “La mujer es el mundo de la frontera. La mujer tiene una especie de fuero sagrado con el que no se pueden meter”, dice el historiador Wayüü, Wilder Guerra, haciendo referencia al papel y la identidad de la mujer. Así es, un cuero sagrado que nace del desierto. Esas mujeres, de carne y cuero duro, me recuerdan a mi niñez. A las calles de Riohacha, especialmente la 33, cuando pasaban las marchantas con grandes poncheras sobre sus cabezas gritando a todo pulmón: “¡Caaaaamaaaaaaaróoooooon!”, esas entonaciones tan altas que se escuchaban en todo el barrio. He estado 3 días acá, y me he dado cuenta que aún las marchantas siguen pasando por la calle 33, con las mismas palabras y las mismas entonaciones. Es como si el tiempo no pasara. Todas esas mujeres trabajan en el mercado nuevo. Trabajan en un lugar donde las condiciones no son las más adecuadas, el olor es putrefacto, una mezcla a carne cruda y pescado, el piso está inundado de agua, de escamas y los restos de sangre de los pescados cuando son abiertos para venderlos. Las moscas revolotean de un lado a otro. Trabajan desde muy temprano, desde las 6 de la mañana hasta las 3 de la tarde, “La Guajira es una dama reclinada. Mi Guajira es una dama reclinada. cuando se vende todo. A la hora comprarles Bañada por las aguas del caribe inmenso se les ve con una herramienta poco común. y lleva con orgullo en sus entrañas, Un instrumento de madera circular o triy lleva con orgullo en sus entrañas, una riqueza guardada angular con clavos, como un cepillo de orgullo pa’ mi pueblo”. peinar que utilizan para descamar los pesVersos de la canción cados. Se vende una gran variedad de ali“La dama Guajira” del Binomio de Oro. mentos. El camarón y su ripio. La sierra, la mojarra amarilla y blanca, el lebranchi, el
casón, el pargo y la cojinúa. Cada pescado va en una pita de cabuya, como un collar medido por kilos. Hay otras variedades como pulpo, chipichipi, frijoles y huevos criollos. Cuando Mística se fue a Venezuela con su tía no tuvo la oportunidad de hacer una de las tradiciones más importantes tras haberle llegado su primer período: El encierro. No tuvo la experiencia de escuchar a su abuela, ni a su mamá hablándole acerca de la cosmovisión indígena y de enseñarle a tejer una mochila. Tampoco tuvo la oportunidad de conocer el ritual que se realiza después del encierro. La celebración de conversión en una mujer Wayuu, celebrada con la yonna (el baile tradicional) y seguramente, con un buen plato de friché (el chivo picado). Esa tradición no hace parte de Mística. Ella tuvo que responder a las necesidades y los retos de su casta. Las mujeres como Mística que dejan algunas de las tradiciones responden a los cambios. Que necesariamente no significan una pérdida, sino a una transformación en respuesta al occidentalismo. Son las ciudades que llegaron a las rancherías, más no las rancherías a la ciudad. Son las ciudades que llegaron a los indígenas, más no los indígenas a la ciudad. ¡Inmensidad de cosas que han adaptado los Wayüü con el tiempo! Sino, aquí les tengo un listado. Pasaron del burro, a la bicicleta con un tejido en la silla. Comenzaron a utilizar las gafas Rayban, las extranjeras, que ahora son parte del traje tradicional. Los hombres utilizaban wayucos (pequeños taparrabos) de tela que ahora pueden ser una simple toalla. Los wayüü explotaron en colores. Usted antes no veía la inmensidad de colores que se ven en las artesanías. Introdujeron el color frente a una gama de tintes que no pasaba del negro, del
Una de las mujeres wayuu, tiene en sus brazos a una de sus hijas, mientras espera la vacuna que están colocando los médicos de la IPS Anashanta. La mamá calma el miedo a la aguja.
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café, del beis y del blanco. De la misma forma pasó con Mística. Después de un año de trabajo, volvió a los 16 años a la ranchería del kilómetro 32, del que su mamá se estaría mudando cuando ella llegó. En ese mismo lugar donde vivió su niñez conoció a Fredy, su primer amor. A medida que pasó el tiempo Mística se fue a trabajar como empleada doméstica en Valledupar. Allá mismo, se dio cuenta de su Las tres hijas, le cuentan cómo les fue en el embarazo. Sin embargo, fue el tiempo, quien colegio y ayudan a Mística a cocinar la cena. le demostró que esa sería la primera dificultad en su vida, y también, su primera felicidad. Cuando le contó su situación a Fredy, le comentó que ella no quería que le pagaran. Ella no quería ser comprada por ganados, ni por dinero, ni licores. Mística quería construir su propia casa con Fredy. Al final, ella fue comprada. Cuando Mística estuvo a punto de parir se fue para la casa de la hermana. A los 3 días, Fredy llegó borracho y estas fueron sus palabras: - Qué mala suerte, si es primeriza niña es mala suerte, si es niño es buena suerte. Mientras piensa en la frase, Mística por primera vez, desde que hemos estado hablando se queda seria. Me menciona que luego de que nació la niña, fue maltratada y estuvo a punto de ser violada. Ella no reaccionó ante las palabras. Sin embargo, el bebé recién nacido, la de la mala suerte, fue quién con su llanto la salvó de Fredy. Sin más, cogió un burro y se fue a la ranchería de su mamá. No volvió a saber más de él. Cuenta en la historia de las mujeres Wayüü, que anteriormente solo las mujeres libres eran quienes podían utilizar las mantas, las mujeres Wayüü esclavas no vestían ninguna indumentaria. Por supuesto, Mística se hizo libre. Escapó del daño y del dolor. Con manta o sin manta, ella era libre, como aquellas mujeres de esa época. No pasó mucho tiempo cuando a los 18 años, conoció a su segundo amor. Lucho. El papá de Milena y de Diana. Convivieron 7 años. Estuvieron juntos hasta el 2009. Lucho, junto con toda su familia eran indígenas conflictivos. Tenían enemigos y las armas eran la solución para resolver el conflicto. Aún en el 2009, los indígenas resolvían por sus propias manos los conflictos entre familia. De hecho, aún en el 2016 Mística vive una situación similar con su papá, a causa del conflicto entre enemigos. Si Mística no hubiera pasado por esta situación creería que es mentira y que es tan solo una escena inventada de su vida. Ella estaba adentro de la casa, cuando de repente, escuchó los disparos que se produjeron. No sabía lo que
estaba pasando. Ese día estaba lloviendo, cuando salió, y entre la multitud de gente encontró a Lucho tirado en el piso. Esa no fue la tragedia total. A Mística le quitaron todos los bienes que juntos habían construido. “Luego de ese día, me quise morir, nada tenía sentido… yo me preguntaba ¿Pa’ que voy a seguir acá? Mis hijos van a estar bien, aquí los van a cuidar”. Encontró un tarro con un veneno blanco, espeso y amargo. El veneno para las cucarachas y las matas. Cuando se lo tomó le ardía mucho la garganta – con las manos recorre el cuello como si aún lo estuviera tragando-.Ya la vida se le estaba acabando. Sentía mareo, pero estaba tranquila. De momento, uno de sus hermanos, Luis, fue quién la encontró en ese estado. Así comenzaron las horas de angustias para volver a Mística a la vida. Para que se convirtiera en un verdadero buitre. - Me dieron un pocotón – hace con las manos la seña de abundancia- de leche corta’ con la clara de huevo para vomitar el veneno. Pero yo no. Yo no lo vomitaba. Ese día llovía, el río estaba crecido. No alcanzaban a pasar algún carro por el río. Entre toda la gente que fue llegando tomaron un chinchorro y metieron a Mística adentro. Y entre 4 personas la cargaron. Pasaron por el río turbulento. Pasaban los minutos y Mística ya no reaccionaba. Se perdió. Solo escuchaba las voces lejanas. Todo era negro, estaba inconsciente. Cuando volvió a la vida se encontraba en una camilla en Maicao, junto con una doctora que le había sacado con un tubo el veneno. No volvió a la ranchería. Ella quiso estar lejos de los conflictos. Mística llegó a mi casa para escapar. Luego de un tiempo decidió volver para a encontrarse con sus hijas. Fue un sentimiento raro. Lloró. La más pequeña de las dos, Diana, le dijo: “¿Qué te pasó mami?”. Ella solo respondió con una frase sin sentido: “No hija, no volverá a pasar”. Mística poco a poco logró recuperar a los más importante que le quitaron luego de que se murió Cada una de las mochilas de Argelidas, tienen un color que las distingue una de la otra. Estas Lucho. A sus dos hijas. La primera de todas fue mochilas es un arte, entre más complejas son, Diana. La sacó con la excusa de que debía llevarla más se acerca a la vida de la mujer wayuu. al médico porque la veía muy mal. Luego a punta de sudor, comenzó a traer a todas sus hijas, que ahora conviven con ella y dos personas más en la casa de barro de la calle 40. Ella trabajó en Venezuela, Valledupar, Riohacha y Maicao. Su jornada era desde 7 la mañana. En cada uno pagaban desde los 150 mil pesos hasta los 300 mil pesos. Con eso es que sustenta a sus hijas. Aun cuando el salario mínimo en Colombia es de 680 mil pesos. Ahora, está
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Mística junto a su casa de barro. Siempre tranquila y sonriente. Eso es lo que la han dejado sus treinta años vida.
ayudando a un señor con un puesto de jugos de naranja y arepas de huevo. Todos los días el señor le da alrededor de 15 mil pesos diarios. - Después de todo lo que pasaste, ¿Qué piensas ahora? - Lo que yo pienso, y yo le digo ellas, es que deben estudiar. Hay una que va salir, y yo le digo que después elijan su trabajo. Y ahora yo sigo trabajando en casa de familia, pa’ que ello estudien, para darle lo que ellos necesitan. -Sonrió por un momento y continúo -. Porque ajá ahora, hay mucho estudio. Y yo no estaría con esa condición así, trabajar así. Trabajo así, porque no he estudiao’, porque no sé hace’ más nada. Entre todo lo que dijo sus palabras quedó resonando en mi cabeza que con todo lo que tiene está tranquila, está bien. Siente que todo ya pasó, ahora solo tiene un interés: - El día que yo salga de aquí, ¿Pa’ onde voy? – Lo menciona porque en la parcela donde vive no es suya-. Me gustaría conseguirme un lote, pero no consigo. Pero bueno, de pronto voy a conseguir una ahora. José (el señor con quién tuvo su último hijo) quiere una casita que tenga un rancho, un lote para construir una casa… y el ta’ ahorrando ahí, donde Fernando (un señor que le cuida a su hijo Carlos) para juntar y conseguir otro. Ojalá él me consiga una casita. Que me regale una casita y consegui’ una propia. Cuando hablé con una de las mujeres que me encontré en Bogotá, Sandra Rosado. Me dijo lo siguiente: “Los medios de comunicación llaman al genocidio Wayüü a los niños desnutridos, a los niños que se están muriendo. Pero yo pienso, que genocidio es que tú te quites tu manta y decidas ser como los otros. Pierdas la tradición”.
La cocina tradicional de la mujer wayuu, siempre con su palo para partir el maíz y un gran caldero para hacer el friché.
Pensando en Mística, las mujeres Wayüü tienen características que las hace únicas no por sus mantas sino por 4 características esenciales en ellas: Sabiduría, fuerza, autonomía y libertad. Sin tener una tradición sólida y saber solo un poco de su etnia, Mística es todo lo que acabo de nombrar. ¿Entonces por qué no sería una mujer Wayüü? Es tan sabia que quiere la educación de sus hijos, tan fuerte que ha criado a sus hija sin tener un buen saldo, tan autónoma que aprendió a salir adelante por sus propios méritos, tan libre que esta sin ataduras para seguir criando a sus hijas. Mística es un personaje sin serlo, no es una influencia política, ni económica, ni social. Es la Wayüü cotidiana que detrás de ella lleva un linaje y una identidad que le hace pensar en el futuro de sus hijos. El último día que visité una ranchería para brindar trabajo social con la IPS Anashanta hacia las rancherías que están en Malewainka, vía Maicao, me di cuenta que el día a día de una mujer Wayüü entre tejer y cocinar, es darle una orientación a su generación. ¿Han descubierto la sencillez de una ranchería? Es donde escuchas a todos los pájaros del mundo cantar, el silencio y la tranquilidad viendo los chivos, los burros, los tejidos en todas partes, el chivo asolado para la comida, los 9 cabritos del corral, los chinchorros colgado en los quioscos. Y si estuvieran cocinando no sería el arroz, sería la mazamorra, el friché y la leche cuaja’. ¡Todo tan diferente a la ciudad! Por supuesto que una mujer Wayüü no puede pensar igual que una mujer que se cría en la ciudad.
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crรณnica #6
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Fotografías por:
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Sebastián Arenas Tierra Colombiana
‘El Maestro’ del folclor colombiano Por {Sebastián Arenas}
La vida de Fernando Urbina, el director del Ballet Tierra Colombiana, una de las academias artísticas más importantes del país, que ha viajado por el mundo mostrando el lado alegre y positivo de Colombia. Cerró sus ojos y, como lo hace antes de cada puesta en escena, oró con sus cómplices artísticos para que esta vez, como si en alguna no hubiera sucedido, continuaran lloviéndoles aplausos de quienes los observan con retinas brillantes y emocionadas, y plagados de admiración por los expertos movimientos de pies, de sonrisas, de torsos. Era el sábado 27 de septiembre de 2014, el Ballet Folclórico Tierra Colombiana festejaba sus 35 años de fundación y su gestor, Fernando Urbina Chuquín, sus 40 dedicados a la danza. Errado en sus cálculos, ‘El Maestro’ recuerda que esa noche, las actuales y las que vendrán, las sensaciones son las mismas que “hace 20 o 30 años, como cuando empezó todo. Siempre es una nueva expectativa cuando uno está en el escenario y los ojos están encima de uno. Son mil personas pendientes, que exclusivamente van a ver qué es lo que se está haciendo”. Como pocas veces lo hace desde que dirige una de las academias de danzas más importantes de Colombia, el hombre de cabeza brillante y un arete en la oreja izquierda, permitió que los espectadores se deleitaran con sus expertos pasos de baile. El grupo infantil zapateó, el Ballet Dorado sudó en las tablas, los profesionales dejaron boquiabiertos, pero el dueño de las ovaciones era él; el que saluda enaltecido de elegancia con doble beso en la mejilla a las mujeres, el que considera invaluable que el proyecto de vida, de su vida, llamado Tierra
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Fernando Urbina escribe un proyecto para Idartes en su oficina
Colombiana “sea grato para todas las personas que están dentro de él en los diferentes procesos”. Sus brazos saludaron al teatro Colsubsidio, como respuesta a la algarabía que desató en el público su presentación; quizá, la mejor de todas. Más apabullante que cuando inició su emocionante trasegar en el Ballet de Sonia Osorio. Más impresionante que cuando brindó su talento como regalo de bodas de oro a la madre de su fiel amigo y experto maestro de ceremonias en las actuaciones de Tierra Colombiana, Orlando Pachón. Orlando es el tío de Mariana, una de las alumnas con mayor antigüedad en la organización artística. Ella hace parte desde los cuatro años, y a pesar de que a sus dieciséis le apasiona la química farmacéutica, define con claridad que “simplemente hay que dejarse llevar por la música, por el público, por todo. Porque estás haciendo lo que más te gusta hacer en la vida. Entonces, es alegría, emoción, felicidad y satisfacción por los aplausos recibidos”. Mariana es una de las tantas niñas que gritaron con emoción, recientemente, en uno de los salones de ensayos del Ballet. Los vecinos a la sede de éste, ubicada en Teusaquillo, uno de los barrios tradicionales de Bogotá, exactamente en la calle 39A entre carreras 17 y 18, se quejan por exceso de ruido ¿Ruido? Por eso, aquel día Fernando anunció en el recinto lleno de espejos y de piso de madera que tendrían otro lugar para preparar sus obras folclóricas. La aclamación en medio de los trajes de color rosa fue un homenaje al progreso incesante. “Aquí nos están fregando mucho los vecinos”, expresa con vehemencia. “Tierra Colombiana es una familia”, afirma uno de los padres de las futuras profesionales de la danza, o de la química farmacéutica, o de otra cosa, o de nada, pero que siempre estarán con el recuerdo de unas baletas y una falda colorida. “Creo que se está realizando como persona en lo que le gusta”, es el pensamiento de Augusto
Pachón, padre de Mariana y quien también bailó en el Ballet Dorado, porque la danza no tiene edad, detractores pocos; tan pocos como los que la conocen y la disfrutan en el país. Stella Castro, la mamá, referencia que “ha ganado en valores personales y sociales. Se le ve mucho compromiso. Le salta la pasión por el arte y la cultura. Demuestra mucha libertad para expresarse tanto en forma verbal como corporal. Ha demostrado un amor por nuestro país, amor por la cultura colombiana”. A lo que ‘El Maestro’ agrega: “Desde pequeños se forman en valores de respeto”. “Es una profesión de toda la vida, todos los días. La gente estudia en la universidad una carrera cinco años, pero nosotros tenemos que estudiar todos los días de la vida si queremos ser personas competitivas y de calidad, porque somos deportistas de alto rendimiento”, dice Urbina, mientras, seguramente, está ideando otra coreografía, otra manera de conseguir fondos para continuar con su labor, en un país donde el arte no recibe el apoyo que merece. –Pero ustedes van creciendo, ya tienen nueva sede... –Sí, pero por ejemplo ahora estamos planeando una función en el Jorge Eliécer Gaitán para recoger fondos, porque sin apoyo, es difícil. En el exterior, la imagen de esta nación de champeta y vallenato, de cumbias y porros, modifica su sentido narcocultural gracias a la labor de organizaciones como Tierra Colombiana, ganadora de festivales artísticos en Francia y Bélgica, acreedora de vítores en España, Italia, Corea, y otros afortunados territorios que han descubierto por ‘El Maestro’ Urbina el mayor significado de Colombia: alegría, baile, carisma, y sonrisas y legalidad, y música y no violencia. Está sentado frente a un computador de los que tienen ‘cola’; para algunos, ya viejo, para él, perfecto. Escribe un proyecto para presentar en Idartes, a ver si, de pronto, les patrocinan algo para una nueva gira por el exterior. La academia tiene 37 años, “e igual desde hace 37
El Ballet Folclórico Tierra Colombiana luce en sus presentaciones los trajes típicos del país.
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Salón de ensayo del Ballet Folclórico Tierra Colombiana
años sufre uno por lo mismo: por la falta de apoyo”. Suenan las teclas impulsadas por los dedos de Fernando en una oficina que tiene aproximadamente cuatro metros cuadrados. Adornada con cuadros de bailarines, los cuales parecen bailar la música que suena de fondo: una mezcla de arpa y piano en uno de los salones de ensayo, acompañada por una voz que desdobla una especie de palabras en ruso. Los cuadros que adornan la recepción de Tierra Colombiana son de cuando ‘El Maestro’ aún no lo era. De aquellos días en que iniciaba su trasegar en la danza, en las tablas, en el mundo. Nació un 16 de marzo de 1955 y a los 18 años surgió su carrera artística. Se graduó, ese año murió su padre y “solo quedó la pensión” de su madre. Ingresó al grupo de danzas del SENA y, afirma él: “Cambió la vida totalmente” gracias a su profesor Alfonso Rodríguez, a quien reconoce como su pedagogo en el tema. Por eso, hoy en día expresa: “Me enamoré de formar gente, de dirigir”. Implementa las enseñanzas que adquirió de Sonia Osorio, Jaime Orozco y Ligia Granados, entre otros más que se le escapan. Recorría Europa con Sonia haciendo lo que más ama, bailar. Y simplemente a eso pensaba que se dedicaría siempre. Pero el destino le tenía otra misión para que su entorno tuviera la fortuna de acoger su inmenso conocimiento. Luego de regresar de México, y antes de la fundación del Ballet, el primero de agosto de 1979, Urbina fue llamado por el restaurante Tierra Colombiana para dirigir su grupo de danzas. Lo tomó por sorpresa. “Yo llegué al
restaurante y estaban uno grupo de bailarines ya contratados. Dijeron que yo era su nuevo director y quedé pasmado”. De ese recinto gastronómico, nació la compañía folclórica con preponderancia a nivel nacional y reconocimiento a escala global. A propósito, Chuquín tira otra realidad: “En esa época había muchos restaurantes shows, no como ahora que no existe ninguno”. La organización comenzó su camino, literalmente, con pie derecho. “De primerazo ganamos el Zipa de oro de Bogotá como el mejor espectáculo”, recuerda Urbina, quien tiene clara su ideología: “El arte es muy importante en el ser humano, porque lo dignifica, le da valores nacionales y una disciplina”. La fachada de la sede de Tierra Colombiana no podría ser de otro color. Es amarilla con parales blancos. El amarillo representa el orgullo nacional que promueve la organización y que tan alto ha puesto en sus constantes giras internacionales. Gracias a ellas, y a la labor del Director, la compañía se hizo acreedora a galardones como: la Cruz de Oro, que recibió Fernando Urbina Chuquín y el Ballet, de parte del Concejo de Bogotá; la Orden de la Democracia Simón Bolívar, por intermedio del Gobierno Nacional, en el grado de Cruz Comendador; el Guacarí de Oro, en el Festival Internacional de Guacarí Valle. La lista de premios nacionales es extensa y la de los internacionales no menos: Corona de Oro Reims, Medalla de la Ville de Cruas y Placa de Carignan son solo algunos. Y tan repentina como la forma en que Fernando se inició como director de grupos de danzas, es el modo en que sus ayudantes en la vasta misión artística desarrollada, han arribado a la academia. “Yo estudiaba por ahí cerca. Un día pasé, vi el aviso de Tierra Colombia y decidí ingresar a tomar clases”, asevera ‘Cope’. Su apodo es repetidamente mencionado por las niñas del ballet
Semillitas: la categoría en la que inician su formación los niños de Tierra Colombiana.
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Fernando Urbina (d) en sus inicios como bailarín.
juvenil e infantil, sus pupilas. Miguel Leonardo Ortíz, docente y coreógrafo de la organización folclórica, es llamado por Fernando como ‘Copetín’. Es de la plena confianza de ‘El Maestro’ y las retumbantes muestras artísticas de la compañía también tienen su sello. ‘Cope’ advierte que adentro de la sede amarilla y blanca se forman, más que profesionales, seres humanos, así sucedió con él. “Para mí el ballet ha sido como una segunda casa y me ha ayudado en la formación como bailarín y coreógrafo, porque allí me han dado las herramientas para poderme desenvolver en el campo profesional y también personal”, profundiza emocionado Miguel Leonardo, un agradecido del Ballet y de la vida, y, por encima del resto, de Urbina, de quien exterioriza: “‘El Maestro’ para mí es una gran persona, es un ejemplo a seguir”. Sería algo razonable que no solo ‘Copetín’ tuviera a Urbina Chuquín como faro. Y que no fuera solo él quien lo reconozca como un ícono del arte del buen bailar, porque como declara César Monroy, Gerente de Danza de la Academia Los Danzantes, “es uno de los maestros más importantes de Colombia, tiene una muy amplia trayectoria”. El hombre de esta Industria Creativa y Cultural, que en 2015 cumplió 30 años de fundación, enaltece que Tierra Colombiana “es una de las compañías ganadoras de muchos premios internacionales”. “Antes de ser artista, eres un ser humano”, ratifica Víctor Delgado, asistente de Fernando Urbina Chuquín. Es un espigado docente de la academia, que antes de conocer a ‘El Maestro’ solo bailaba tambores y ritmos de la Costa Caribe. Es un samario, de cabello y ojos oscuros. Quizá su mirada tomó claridad cuando a través del profesor que tenía en la capital del Magdalena conoció a ‘Fer’. Sus pasos viajaron por los escenarios del mundo luego de llegar a Tierra Colombiana, el cual le “cambió la vida 180 grados, porque en Santa Marta solamente bailamos tambores y aquí aprendí folclor nacional y una cantidad de cosas que no sabía. Tuve la oportunidad de salir del país”. Delgado transita por la vida con una sonrisa constante, la frente por arriba de los 1,80, un caminar refinado y enseñanzas por doquier; las que despliega
y las que recoge. Notoriamente, una parte considerable del aprendizaje que ha adquirido en las danzas, se origina de los conocimientos de Urbina, y así lo corrobora: “Fernando Urbina es un ser humano maravilloso que le brinda oportunidad a muchas personas. Lo que más he aprendido de él es a valorarte más como persona”. Hiló bien en la ideología de Tierra Colombiana porque también valora que “antes de ser artista, eres un ser humano”. Para que en el tiempo se vaya esfumando la percepción oscura y errada colombiana del planeta, es necesario formar a nuevos maestros y maestras de la vida, del folclor, de la danza, de la honestidad, de la humildad bien entendida, de la alegría y de la cultura. Entre más niños decidan enrumbar su existencia por la calzada artística, el concepto sobre el país que algún momento fue cafetero y en otro fue de cumbia y no de reggaetón, se modificará. Fernando es uno de los pocos acomedidos con esta causa formativa. Es “quien supo ensamblar la tradición cultural de Colombia con el ballet clásico y la danza folclórica”, sostiene Edicson Rodríguez, uno de los muchos que han pasado por las manos, o mejor aún, por las salas de ensayo de ‘El Maestro’. Y Edicson no se desorienta cuando afirma que las obras de Tierra Colombiana “benefician al ojo humano, al ojo del espectador” porque el baile significa “otro mundo, un nuevo mundo de proyección”. Por su parte, Stefanny Forero Mape, compañera de Edicson y una afortunada soñadora de la disciplina, que lleva aproximadamente cinco años en la academia, define el bailar como “una manera en la que me puedo expresar libremente y en la que puedo experimentar o atravesar diferentes emociones por medio del movimiento que realizo con mi cuerpo”. Para eso, el Ballet debe enriquecerla con las herramientas necesarias. Se dice mucha veces que la educación en cualquier ámbito, depende del estudiante. Y sí.
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Cuadro que reside en la sede de Tierra Colombiana con la imagen de Fernando en el inicio de su carrera artística.
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Los bailarines de Tierra Colombiana visten con orgullo la bandera nacional alrededor del mundo.
Pero cuando la educación es de calidad, el alumno sobresaldrá sobre los comunes. Así lo supone Steffany. “Pienso que bailar es algo indispensable en mi vida. De hecho creo que el Ballet me ha ayudado demasiado a evolucionar en este proceso”. La evolución en la danza se puede comparar con la obtenida en el deporte y en la música. No debe caber titubeo para asegurar que personajes como Nairo Quintana, James Rodríguez y Juanes se merecen su lugar por su esfuerzo y sacrificio, con el que han puesto a Colombia en el mapa mundial. La semejanza, según Fernando, se rompe en el momento en que la danza folclórica no cuenta con el mismo reconocimiento, ni siquiera, dentro del territorio nacional. “Yo respeto lo que hace Shakira, Carlos Vives, aunque él también hace música folclórica, los ciclistas, los futbolistas, pero quienes muestran la verdadera Colombia somos nosotros los artistas, los bailarines, la música, las danzas. En Europa es único el reconocimiento al folclor de Colombia”, expone Urbina con ímpetu. Y es que en otros lugares de la Tierra se evoca más la “verdadera cultura colombiana: la de la danza, la música y los trajes típicos”, que en Colombia, de donde los artistas salen con sus propios recursos y regresan con los bolsillos plagados de aplausos internacionales, de palmas extranjeras, de saludos foráneos. Colombia no es fútbol, porque fútbol hay en todos lados; no es ciclismo ni pop, porque también hace parte del mundo. Y aunque son actividades que, con todos los honores, han llenado de prestigio al país, la esencia de la república; su identidad, sus orígenes, su piel, es el folclor. Es la danza y la cumbia, y el joropo y el bambuco, y el campo y sus representaciones alegres. Es el tricolor ondeando en una ruana que se erija encima de unas alpargatas y arriba de eso un sombrero vueltiao, cuyo adorno sea el sudor sobre las tablas y en el fondo un silencio sostenido por el deleite y destruido por la ovación, porque como exclama Fernando Urbina Chuquín, ‘El Maestro’ del folclor colombiano: “Somos los verdaderos embajadores de Colombia”.
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Fernando Urbina en una posiciรณn bรกsica de ballet.
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