Congregación Siervas de Cristo Sacerdote – Cien años glorificando el sacerdocio de Cristo

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Congregación Siervas de Cristo Sacerdote Sor María Raquel Escalante C. scs. Superiora General Sor María Inés Osorio Celis. scs. Vicaria General

© Congregación Siervas de Cristo Sacerdote. Cien años glorificando el sacerdocio de Cristo. Noviembre de 2018 500 ejemplares Bogotá D.C. Sor María Raquel Escalante C. scs, Monseñor Libardo Ramírez Gómez, Padre Gabriel Naranjo Salazar, CM, Martha Elena Bustamante Martínez, Margoth Isabel Torregoza Pérez, Wendy González Navarrete, Oscar Durán Ibatá, Ingrid Ramírez Fuquen, Érica Jiménez. Autores Yolanda López Correal Corrección de estilo y edición Jimena Loaiza Reina Diseño editorial Archivo Congregación SCS Foto carátula Lina Gasca, Alejandra Espitia, Isabella Balena, Nathalia Angarita, Daniela Prieto, Juan David Arboleda, Manuela Beltrán, Alejandro Quesada y Archivo Congregación Siervas de Cristo Sacerdote. Fotografías Buenos y Creativos Impresión ISBN Prohibida la reproducción o copia parcial o total de este documento, sin la debida autorización de La Congregación.


CONGREGACIÓN SIERVAS DE CRISTO SACERDOTE

cien aÑos

glorificando el sacerdocio de cristo


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PRÓLOGO

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NUESTRA HISTORIA

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El nacimiento de una República: respuesta a sus necesidades

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Origen de las Siervas de Cristo Sacerdote: el comienzo perfila el caminar

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LA CONGREGACIÓN EN EL SIGLO XXI

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Desarrollo de las Siervas de Cristo Sacerdote: la semilla y sus frutos

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Los cien años de las Siervas de Cristo Sacerdote

CONTENIDO


Capítulo X

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TESTIMONIOS

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Las Siervas de Cristo Sacerdote, servidoras de los pobres y de los pastores

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Las Siervas de Cristo Sacerdote: un tesoro escondido

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Las Siervas de Cristo Sacerdote en mi proyecto de vida 5

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¡Gracias por permitirme nacer!

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De las Siervas aprendí muchas lecciones

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Un sueño que se está haciendo realidad

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sempre donna, siempre mujer crónicas y fotografías documentales del hogar clarita santos


Foto: Archivo Congregaciรณn S.C.S.

Madre Margarita Fonseca Silvestre (2 de mayo de 1884 - 6 de enero de 1945) Fundadora Congregaciรณn Siervas de Cristo Sacerdote


PRÓLOGO


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Apreciado lector, tiene en sus manos un sencillo, pero significativo libro que recoge parte de la historia de cien años de fecundo servicio a un nutrido grupo de personas en condición de vulnerabilidad. Contiene testimonios de Pastores de la Iglesia Católica, y de algunas personas que forman parte de nuestra historia congregacional. Así mismo, bellísimas crónicas inspiradas en la realidad de frágiles mujeres que alberga el Hogar Clarita Santos, plasmadas por algunos jóvenes estudiantes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano que, providencialmente, han entrado en la cotidianidad de nuestras obras. Todos son expresión agradecida de quienes han tenido contacto con nuestra Congregación Siervas de Cristo Sacerdote. En la Historia de la Salvación vemos cómo Dios se ha manifestado y se manifestará siempre, valiéndose de personas concretas a quienes Él elige y envía con una misión específica para la construcción de su Reino. Abraham es el punto de partida de esta Historia; Moisés fue el profeta del Señor que sacó a los Hijos de Israel de la esclavitud en Egipto; Juan Bautista es testimonio de una predilección y de un servicio: preparar los caminos del Señor. Hoy el Señor continúa llamando instrumentos que, en su nombre, liberen a su pueblo de la esclavitud, de la pobreza, del abandono, de la orfandad, de la injustica, de la explotación, de la marginación, de la violencia y del pecado.


Foto: Archivo Congregación S.C.S.

Prólogo

Inauguración de la Expedición Vocacional, 2016, Capilla Casa Madre, Bogotá.

Podríamos citar muchísimos nombres, pero quedémonos con los más conocidos: San Juan Pablo II, Santa Teresa de Calcuta, Santa Laura Montoya y esta gran mujer, de poco renombre social, pero de una inmensa sensibilidad humana, la Sierva de Dios Margarita Fonseca Silvestre, quien “hizo de su vida un servicio” y se constituyó en Fundadora de la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote. Artículos, como el que a continuación relaciono, expresan el compromiso social que desde sus inicios ha tenido nuestra Congregación que, guiada por la acción del Espíritu Santo, a lo largo de estos cien años, ha respondido a las necesidades más urgentes de la sociedad: “Incomparable beneficio para toda la población, y en especial para nuestra clase obrera, es la que varias señoritas, encabezadas por las señoritas Margarita Fonseca y Manuelita Montoya, están haciendo en la obra titulada Dormitorio de la Sagrada Familia para desamparadas.

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Foto: Archivo Congregación S.C.S.

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Primeras adolescentes (con sus bebés) atendidas por la Congregación, en 1922.

Quitar de las calles a esa multitud de chiquillas pequeñas y grandes que vagan sin oficio ni beneficio, es contribuir a la moralidad y al embellecimiento de la población. El espectáculo (…) da idea de lo necesario de esta obra y de la abnegación de que están dotadas las virtuosas señoritas, que por amor a Dios la fundaron y sostienen. Lo que allí se reúne no es la pobreza aseada, digna y educada, que supera en valor y en atractivo a toda riqueza del mundo, allí se va juntando esa pobreza desgreñada, sucia, corrompida, despojos de la desgracia, rastro del vicio, desecho de la sociedad… Consagrar la vida íntegra a salvar a esas infelices es algo muy extraordinario que no se puede hacer sin gracia especialísima de Dios…” (Rafael Mena Méndez, Boletín del Círculo de Obreros, 4 de abril de 1920).


Prólogo

La Iglesia y los pobres nos invitan a reproducir con valor la autenticidad, la creatividad y la santidad de quienes han recibido la forma de vida que hoy profesamos y, de este modo, dar una respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy (Cfr.VC 37). Toda la aventura de seguir hoy tras las huellas del carisma y espiritualidad Sacerdotal, Mariano y Eclesial, tienen su origen en la revelación que le llegó a Madre Margarita Fonseca Silvestre, a través de la manifestación clara del querer de Dios sobre ella. Fieles al legado recibido de esta singular mujer, como también a las circunstancias históricas del momento actual, expresamos en nuestras obras la vivencia del Evangelio en la persona de los pobres y sacerdotes para el bien de la Iglesia y del mundo. No se mantiene vivo el carisma simplemente reproduciendo el pasado, sino bebiendo de las raíces, es decir, de las razones que han permitido a nuestras Madres plasmar una forma de vida que todavía hoy sigue siendo, a más de una necesidad, signo creíble para las mujeres y hombres de nuestro tiempo, gracias a la osadía de quienes continuamos diciendo sí al proyecto de Dios en nuestras vidas. No podemos olvidar que la mirada a nuestros orígenes y la mirada hacia el futuro, deben ir de la mano de una confrontación entre nuestra vida y la cultura actual. A este punto, nos preguntamos ¿en qué consiste nuestra misión? En ser agentes de cambio social, transformando, enalteciendo y dignificando la vida de aquellos a quienes nuestra sociedad margina y explota. No se puede entender la misión solamente en función del hacer, sino del ser y de su naturaleza carismática; es centrarnos en Dios y en su proyecto. Sólo desde ahí se podrá recrear la relevancia de las mismas obras apostólicas. Será la experiencia de Dios la que nos acerque a lo más nuclear e íntimo de las personas, la que nos obligue a escuchar sus gritos. Como

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Jesús, que ante el dolor del pobre y del que sufre, se compromete, anuncia y denuncia, esa experiencia aporta respuestas concretas a las necesidades de su tiempo. La invitación para todos nuestros lectores es a volver la mirada hacia atrás, para admirar y agradecer la tenacidad y el vigor con que nuestras Madres dieron brillo a un pasado incierto de tantas mujeres, a admirar el espíritu valeroso y visionario de nuestras Fundadoras, y a mirar también hacia adelante, para seguir comprometidos en esta apasionante travesía, guiada por la sensibilidad social, fruto del amor y la generosidad. Mención especial merecen: Monseñor Libardo Ramírez Gómez, Obispo emérito de Garzón, Huila, el Padre Gabriel Naranjo Salazar, CM, las personas que nos han enriquecido con su testimonio, las directivas, los docentes y los alumnos de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y todos los que han hecho posible esta publicación. Deseo terminar estas líneas trascribiendo apartes de una de las cartas de nuestra Fundadora, que nos hacen tomar conciencia de que nuestra misión es hermosa, pero de sacrificio, paciencia, misericordia y mucho amor: “En cuanto entregar a la muchacha de quien han informado a vuestra caridad que es revoltosa, no me suena bien que, por informes de hermanas tan poco mortificadas, se proceda a devolver a los mismos peligros a esas almas tan difícilmente arrancadas de ellos (…) Es imposible exigirles actos heroicos, como sería una conducta intachable y fervorosa, a esas pobres personas que apenas han logrado separarse materialmente del peligro y que no han gustado todavía de la paz que se sigue a un hábito virtuoso; pobrecitas, cuánto esfuerzo tendrán que hacer a su estragada naturaleza para olvidar los placeres que ya gustaron; en


Prólogo

fin, no se les puede exigir actos heroicos, repito, nuestro Señor se conforma con sus esfuerzos y, si son fieles a esos impulsos de la gracia, ya les dará a su tiempo la generosidad que las lleva a obrar actos virtuosos, y ¿sabemos si Dios las llama por nuestro medio a grandes cosas? ¡Oh Dios mío! Si evitar un solo pecado es tan meritorio a los ojos de Dios, ¿qué será cuando, a costa de nuestros sacrificios, de nuestra paciencia, de nuestra prescindencia de nosotras mismas y de nuestros propios intereses, logramos que una pobre alma disminuya el número ya abrumador de sus infidelidades?”. Estos son retos que nos exigen ponernos la camiseta de la audaz Margarita Fonseca Silvestre, que vivió para los pobres, sirvió a los pobres y murió entre los pobres. Quiera Dios que esta publicación nos ayude a hacer realidad de esta manera el sueño de nuestra Fundadora y, hoy, del Papa Francisco: una Iglesia pobre y para los pobres. Sor María Raquel Escalante C. scs Superiora General Siervas de Cristo Sacerdote

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Foto: Archivo Congregación S.C.S.

1932

Sentadas, de izquierda a derecha, Madre Manuela Montoya, Madre Margarita Fonseca, Madre Esperanza; de pie: Sor Clara de Jesús Sacramentado, Sor Marta del Amor Misericordioso, Sor Blanca de la Reina de los Cielos, Sor Catalina del Dulce Nombre, Sor María de Santa Ana, Sor María Amada del Niño Dios, Sor Hilce de María.


Capítulo X

Foto: Archivo Congregación S.C.S.

2018

Sentadas de izquierda a derecha: Sor Myriam, Sor Ana Inés, Sor Isabel, Sor Stella y Sor Marina; de pie: Sor Ana Stella, Sor Mariela, Sor María Raquel, Sor Adriana, Sor María Helda y Sor Luisa.


fotos: archivo Congregaciรณn s.C.s.


NUESTRA HISTORIA

21 de noviembre de 1918 a 21 de noviembre de 2018


El nacimiento de una República: respuesta a sus necesidades

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Uno de los aspectos fundamentales de la historia colombiana, una vez lograda la independencia, ha sido la lucha entre el establecimiento de un gobierno federalista, que concediera más autonomía a las provincias, y el centralismo bogotano. Esto hacía que la situación territorial y política se hiciera inestable. Para finales del siglo XIX, en 1886, se clausuraba lo que se llamó “Estados Unidos de Colombia”, y se daba comienzo a la naciente “República de Colombia”. Es en este tejido de sucesos donde nació quien sería fundadora de Las Siervas de la Sagrada Familia, hoy Siervas de Cristo Sacerdote. Margarita Fonseca vivió estas tensiones territoriales, pues nació en la entonces llamada Santa fe de Bogotá, al final de un modelo de territorio, en 1884, y se consolidó en la fe y como persona en otro modelo de gobierno: la República. Su familia, en tanto bogotana, no estaba ajena al conflicto de poderes y conoció de cerca los estragos de la falta de un criterio unánime en la política nacional. Con la Constitución de 1886, de inspiración conservadora, se da origen a la República de Colombia, y con ello a un largo período de Presidentes del mencionado partido. Fueron 45 años de un ejercicio de poder hegemónico, en manos de un gobierno conservador, y de la lucha de los liberales por obtener la presidencia. Se prolongaría hasta 1930, cuando el liberal Olaya Herrera lograra romper casi cincuenta años de imposición


Foto: Archivo Congregación S.C.S.

Nuestra historia

Padre, madre y hermanos de Madre Margarita Fonseca hacia finales del siglo XIX. Madre Margarita está de pie iniciando de derecha a izquierda.

conservadora. La lucha de estos primeros cincuenta años de República consistió en la propuesta de un itinerario político que oscilaba entre mantener una estructura social cerrada y cercana al colonialismo (conservadores), y la realización política de las ideas de la ilustración y del progreso (liberales). Este bipartidismo fomentó guerras y levantamientos, hambrunas y crisis sociales en el territorio, por ejemplo, la llamada “Guerra de los Mil Días”. Por su parte, Margarita Fonseca, como también la naciente comunidad de consagradas, vivenciaron estas crisis y tuvieron como reto dar una respuesta contextual y del Espíritu ante una realidad convulsionada y confusa. La realidad política y social exigía respuestas a las exigencias históricas. Quien quisiera responder a la realidad debería tener la capacidad de armonizar las necesidades regionales con las propias de la ciudad, lograr un equilibrio entre el peso de la tradición y la urgencia de la transformación, y volver el rostro a quienes estaban sufriendo por la guerra, el hambre, la insalubridad y otras formas de violencia. Poco a poco, Margarita Fonseca y sus compañeras fundadoras fueron descubriendo que la historia exigía de ellas una disposición que estuviera cargada de vitalidad y de practicidad: la hallaron en la conjugación, sin separación, entre contemplación y acción. Pero dejarse instruir del Espíritu que busca responder a la realidad, no era un camino fácil.

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Origen de las Siervas de Cristo Sacerdote: el comienzo perfila el caminar

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Los comienzos fueron sencillos: el consejo de un sacerdote, un pequeño salón, algunas mujeres, mucha locura y el Evangelio del discipulado de total confianza: “El 15 de octubre de 1918 tuvo principio, en un pequeñito salón, recogiendo a 9 infelices mujeres jóvenes de las que, por abandono y miseria, pernoctaban en los cuarteles de Policía de esta ciudad; en muy pocos meses alcanzó el Padre José María Gouriou a dirigirnos y echar cimientos de esta obra, que al principio pareció locura a muchas personas experimentadas y sensatas de nuestra sociedad; por consejo, y casi se puede decir que por mandato expreso del Padre José, empezamos sin alforja ni dinero”. De entre los muchos grupos vulnerables y muchas urgencias del contexto, la que fue discernida como clave de la obra fue el trabajo por dignificar a las mujeres; aquellas 9, en abandono, pronto serían 60, luego 70 y muy rápidamente, la institución requeriría 250 camas para recibir las que permanecían en estado de abandono. Pero ¿cuáles fueron las causas de la aparición de estas apóstoles de la caridad? En primer lugar, su fin era buscar su propia santificación y el bien de los pobres, siendo relevante en la época las mujeres en situación


Nuestra historia

de vulnerabilidad: niñas, adolescentes, madres, viudas y ancianas que pernoctaban en las estaciones de Policía y deambulaban por las calles de Bogotá, debido al lastre de la Guerra de los Mil Días. El verdadero origen de esta obra fueron dos mujeres: Margarita Fonseca y Manuela Montoya.

Margarita Fonseca, bogotana, de clase media alta, había nacido el 2 de mayo de 1884. El testimonio de muchas hermanas, sus poemas y sus exhortaciones a las compañeras, hacen que se le identifique como una mujer fogosa y de un gran celo apostólico: “De esto estoy tan convencida que creo que una docena de almas ardientes haría más que las setenta y seis almas vulgares de mediana resolución… Que en esta Pascua salgan prender fuego a la tierra y llenas de generoso amor a Cristo, a sus intereses y a su Iglesia, denodadas, valientes, sin que nos asuste ningún sacrificio”. Dotada de clara inteligencia: “Yo me sentía una personalidad, el ser más feliz del mundo, y reconozco hoy que la educación que me daba mi papá era la que me convenía. Él me educaba de ese modo únicamente por motivos humanos; se ponía bravo cuando alguna visita se apiadaba de mí al verme con mis muletas, y decía: ¡pobrecita, Margarita! Cada vez que oía eso, él decía: ¿pobrecita de qué? Margarita es el ser más rico del mundo por su inteligencia, por su carácter…etc. Ella es instruidísima. Mi única ambición humana era de veras instruirme, era como una pasión para mí”. Capacidad de organización y don de mando: “Ahora organicé la petición de la limosna de la una y media, a las cinco y media y, por la mañana, todas tienen que asistir a un taller: los hay de carpintería, de latonería y de zapatería, chinelería, alpargatería, zuelería, arreglo de maíz, telares, máquinas de hilar, modistería, planchador, lavadero, alfarería, colchonería, preparador y panadería diaria; cada hermana asiste a un taller… Las hermanas y las niñas quedan divididas en cuatro secciones”.

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Fotos: Archivo Congregación S.C.S.

Madre Margarita (sentada a la derecha) con su hermana Soledad en 1889.

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Alegría y sentido del humor: “Debemos también tener siempre alegría; alegría que se trasluzca en la serenidad del semblante y en todos nuestros movimientos, arrojemos fuera la tristeza; nunca en la Casa de Dios hay motivos para estar tristes; pensemos que habitamos con Él bajo el mismo techo, y vivimos con almas que son sus prometidas, señaladísimas con carismas y dones de su amor”. De una espiritualidad profunda, en la que deja entre ver los atributos del Sacerdocio de Cristo: “Siga Vuestra Caridad anonadándose ante Nuestro Señor ¡Oh! Todo lo que podamos ahondar en el abismo de nuestra propia nada es una gran ganancia; abramos la zanja que Nuestro Señor echará el cimiento y, si queda muy sólido, sobre él edificará el edificio de nuestra propia santificación: ahondemos, ahondemos”. “Hermanas mías, que en nuestro corazón se ofrezca un holocausto continuo, donde la víctima y el victimario seamos nosotras”.


Foto: Archivo Congregación S.C.S.

Nuestra historia

Madre Margarita en su Primera Comunión, 1895.

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Apóstol de la caridad, se alimentó de la Palabra y de la Eucaristía, las hizo vida mediante el servicio a los más pobres: “Hambre y sed de justicia en lo que expresa eso diariamente de hacer todas las cosas por el amor de Dios y la propia santificación, y la salvación de las almas; no perdiendo momento ni ocasión de saciar esa hambre y esa sed que me deben devorar, y Nuestro Señor tiene también y espera de su Sierva que lo sacie. El fin primordial es la propia santificación, por medio de la oración y del ejercicio de las obras de misericordia, en favor de los menesterosos”. Desde su niñez vivió entregada a la catequesis de niñas y jóvenes, ya en su casa, ya en los barrios marginados de Bogotá, según se lo permitía su salud. Su alta sensibilidad social la llevó a contemplar con ojos de misericordia y compasión, a las mujeres abandonadas y en constante peligro, dedicándose a darles techo, pan y enseñanza, “pero no está por demás advertir a Usted y a sus compañeras, que para esta clase de apos-


Fotos: Archivo Congregación S.C.S.

Madre Margarita hacia 1899.

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Madre Margarita hacia 1942.

tolado en favor de la parte más miserable de la sociedad, se necesita un verdadero caudal de buena voluntad y un espíritu de fe capaz de reconocer a la persona de Jesucristo bajo las envolturas más despreciables, físicamente hablando”. Quiso Dios prepararla de una forma especial: tuvo como escuela el lecho del dolor en la que, dirigida por el Espíritu Santo y en diálogo íntimo con el Señor, empezó a vivir el sentido de la Cruz. Quiso el Señor manifestar su poder en la debilidad, haciendo de ella una servidora fiel. Su amor evangélico lo expresó en la comprensión, el servicio, el cuidado constante de las niñas y el celo por la salvación de sus almas; insistía a sus hermanas de comunidad en la vivencia plena y sincera de la gracia vocacional. Se abrió a las necesidades nacionales y a la universalidad eclesial. Estuvo frente a la Congregación durante 27 años, en los que experimentó luchas, privaciones e incomprensiones que templaron, aún más, su ardiente espíritu en el amor y la entrega a Dios y a los hermanos.


Foto: Archivo Congregación S.C.S.

Nuestra historia

Madre Manuela Montoya en 1930.

Manuela Montoya, bogotana, de clase media alta, había nacido el 22 de marzo de 1874. Gustaba de la poesía y dedicaba a su Señor Sacramentado cuantas cosas bonitas decían los poetas, tenía el hábito de la lectura en español y en francés; era fuerte en literatura e historia, no así en matemáticas. Manuela pasó de una vida cómoda: mesa abundante, alcoba abrigada, armario con suficiente ropa, zapatos y perfumes finos, a usar una modesta y pobre túnica, a vivir en una fría y húmeda casa, a confeccionar ropa para las niñas, de los talegos en que venía la harina, a dormir en un colchón y almohada de paja, a compartir con los pobres en vajilla de barro y mesa sin mantel, los alimentos que pedían para su diario sustento, y a inhalar la fragancia de la creolina, para contrarrestar los insectos que las invadían. En algunos testimonios de las religiosas que convivieron con ella, se destacan las principales virtudes y las características de su vida: acendrado amor a la Eucaristía, amor filial a la Santísima Virgen, caridad ejercida en particular con los pobres, desvalidos y culpables, bondad

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y paciencia, gran confianza en Dios y una paz inalterable, humildad y amor a la pobreza, mortificación y fortaleza, enamorada de Jesús Sacramentado y celosa de su culto; toda su vida la pasó haciendo el bien, silenciosa y desapercibidamente. Han sido muchas las mujeres que se han entregado a la construcción del Reino de Dios, dignificando a la persona, a lo largo de estos cien años en Colombia, Ecuador, Perú e Italia. Gran ejemplo de estas Siervas de Cristo Sacerdote fue Madre María Angélica del Agnus Dei, quien después de estas dos pioneras, estuvo frente a la Congregación como Superiora General por el espacio de 24 años, en los que se dieron avances significativos: el cambio de nombre, el 24 de junio de 1958, y el esclarecimiento del Carisma y la Espiritualidad Sacerdotal Mariana, junto a la expansión de las obras. 26

Madre María Angélica del Agnus Dei en 1970.

Madre María Angélica, mujer de oración que supo beber de la fuente, fue un instrumento en las manos de Dios, para, desde la experiencia compartida con Madre Margarita y Madre Manuelita, saber leer los signos de los tiempos e interpretar la doctrina recibida. El Carisma fundamenta el fin de la Congregación que definió Madre Margarita en 1918, como: “Las personas que se alisten en el número de las Esclavas de Jesús han de tener por único y principal fin su propia santificación y el bien de las almas de los pobres, el cual deben procurar por cuantos medios estén a su alcance; siendo el primero y principal la oración; deben ofrecer al Co-


Fotos: Archivo Congregación S.C.S.

Nuestra historia

razón agonizante de Jesús una oblación constante de su vida, su salud, sus deseos, sus gustos, sus consolaciones interiores y consuelos espirituales, rogándole que las haga partícipes de las Agonías del Huerto, para poder expiar ellas de alguna manera sus propias faltas y las de las pobres almas por las cuales se ofrecerán diariamente como víctimas expiatorias; tendrán siempre delante de los ojos de su alma al Cordero sin mancha, cargado con los pecados del mundo, y rogarán con instancia a Nuestro Divino Redentor que descargue sobre ellas los castigos que merecen los pecadores, privándolas hasta de sus puros goces del amor divino, y que en cambio conceda gracias eficaces a los sacerdotes y misioneros, predicadores y confesores, para que trabajen con fruto en la conversión de los pecadores”.


Fotos: Archivo Congregaciรณn S.C.S.


LA CONGREGACIÓN EN EL SIGLO XXI


Desarrollo de las Siervas de Cristo Sacerdote: la semilla y sus frutos Cuando vuelvo yo la vista al pasado y considero la misericordia de Nuestro señor conmigo, créame me siento como fuera de mí misma, no acierto a otra cosa más sino a repetir las mismas palabras de la Santísima Virgen en su incomparable Magníficat.

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En respuesta a Dios y fiel a la fuente fundacional, la Congregación, guiada por la acción del Espíritu Santo, a lo largo de estos cien años, ha respondido a las necesidades de la sociedad, según los signos de los tiempos, viviendo y compartiendo el Carisma en 121 casas fundadas, de las que hoy permanecen quince obras propias y catorce presencias en obras de Iglesia que, con la evangelización y la humanización, han generado impacto en la vida de más de 878.000 mujeres, innumerables familias y vocaciones sacerdotales. Hoy, la Congregación continúa preparándose en todos los ámbitos, para responder, desde el Evangelio, a los desafíos de las nuevas formas de pobreza y a las exigencias de los sistemas de cada época. Para hacer extensivo el Carisma, la Congregación está en la tarea de fomentar y de fortalecer el grupo de laicos comprometidos y el de voluntariado. El Centenario de nuestra fundación será muy fecundo en gracias, compromisos y realizaciones. Mediante la oración, la vivencia de nuestra


La Congregación en el Siglo xxi

consagración y el testimonio de una verdadera fraternidad, nos enfrentamos al desafío de continuar trabajando arduamente por el proceso de beatificación y canonización de nuestra Madre Margarita, el impulso de la cultura vocacional y la actualización y renovación de nuestras Constituciones que, enraizadas en el Evangelio y viviendo la faceta de Cristo Sacerdote, serán la ruta para alcanzar la santificación de las hermanas.

Foto: Archivo Congregación S.C.S.

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Fachada de la Casa Madre, barrio Las Cruces en el Centro Histórico de Bogotá, 2008.


Los cien años de las Siervas de Cristo Sacerdote Por Javier Darío Restrepo

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Cuando la religiosa abrió la puerta que daba a la calle, allí estaban: Vicentica, Toña, Rosa, Eduviges. Las otras no alcanzaron a dar el nombre porque pasaron de prisa hacia su casa. Todas las tardes sucedía así: después de pasar todo el día en sus trabajos o pidiendo limosna en la puerta de las iglesias, llegaban a esta vieja casona del barrio Las Cruces, al sur de Bogotá, en donde habían constituido una familia. Todas eran mayores de 60 años, mujeres solas, abandonadas por sus familias, por sus compañeros o por sus hijos, o sobrevivientes de familias extinguidas. Solían dormir en las aceras o en las bancas de los parques o en las bancas de las iglesias, bajo las heladas ventiscas bogotanas. Alguna vez la prensa se había conmovido: habían encontrado a una de estas viejecitas muerta en una acera, agarrotada por el frío. Así pasó hasta que Margarita Fonseca, con sus Siervas de Cristo Sacerdote, les abrió este refugio. Al principio fue para que pasaran la noche, después la sabia intuición de Margarita y sus hermanas, amplió los servicios. Vicentica y sus amigas fueron a su dormitorio y descargaron sus atados en donde traían algún vestido, una pomada, retratos amarillentos, botones, pañuelos, un espejo, algún atado de papeles y un atadito de monedas. Veo a una de ellas abrir su envoltorio en busca de una barra de jabón de tierra; la encuentra, deja el joto sobre la almohada y sale para


La Congregación en el Siglo xxi

los lavaderos con su paquete de ropa sucia. Otras, mientras tanto, han encendido sus fogones. Tienen la opción o de recibir la comida que les sirven a las 5:30 en el comedor o de cocinar sus propios alimentos. La religiosa que me acompaña, una joven inteligente y alegre, me explica que las ancianas se sienten en su propia casa si tienen fogón, lavadero, banquitos donde se sientan a conversar y una cama que destienden para dormir y tienden al levantarse. Al desayuno seguirán la misma rutina de la comida y después se irán a la calle: unas a mendigar, otras a barrer oficinas o las calles o a hacer mandados a las familias, y otras, a cargar bultos en el mercado. Saber que no son carga para nadie, que a pesar de sus años ganan para comer, les da dignidad y alegría. Pared de por medio, funcionaba entonces el noviciado de la comunidad; esto hace casi cincuenta años, cuando el periodista escribía una crónica sobre Emaus, el hogar de las mendigas. Once años antes habían adoptado su actual forma canónica que hacía real el sueño de Margarita Fonseca, la fundadora de la comunidad. Ella había escrito: “Las personas que se alisten a esta familia religiosa han de tener por único y principal fin el bien de las almas de los pobres, el cual deben procurar por cuantos medios estén a su alcance, siendo el primero y principal la oración. Rogarán con instancia al Divino Redentor, que descargue sobre ellas los castigos que merecen los pecadores y en cambio conceda gracias eficaces para los sacerdotes y misioneros, predicadores y confesores, para que trabajen con fruto en la conversión de los pecadores” (Primeros escritos de M. Margarita). Y así ha ocurrido durante la vida de la comunidad. Han combinado el servicio a los más pobres con el apoyo a los sacerdotes, una combinación que suena exótica pero que ellas encuentran normal y ajustada a la lógica del Evangelio. Hoy constituyen un instituto religioso de derecho pontificio que glorifica el sacerdocio de Cristo y al mismo tiempo, buscan la dignifi-

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cación de los pobres y marginados, los de la periferia, según el lenguaje del papa Francisco. Esa preferencia por los pobres y marginados fue la que las reunió cuando con el nombre de Asociación de Mujeres de la Caridad nacieron el 21 de noviembre de 1918 y es característica esencial del carisma que hoy las mantiene en Italia, Perú, Ecuador y en Colombia y que identifica a las 120 religiosas de la comunidad en el mundo. Imposible que la madre Margarita Fonseca, o la madre Manuelita, o la madre Angélica, el trío de fundadoras, hubieran podido prever que ese carisma es el que el papa Francisco invoca como la clave de la renovación de la Iglesia; sin saberlo, pero con esa intuición propia de quienes viven dóciles al soplo del Espíritu, siempre han sido las siervas de Cristo Sacerdote, un aire renovador en la Iglesia.

Foto: Isabella Balena

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Fotos: Isabella Balena

La Congregaciรณn en el Siglo xxi

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foto: nathalia angarita


TESTIMONIOS


Las Siervas de Cristo Sacerdote, servidoras de los pobres y de los pastores

Testimonio de Monseñor Libardo Ramírez Gómez, Obispo Emérito de Garzón, HUILA.

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¿Cuáles fueron las primeras noticias que tuvo de la Congregación? A mi regreso de Roma, de mi especialización en Derecho Canónico, en la Universidad del Laterano, en agosto de 1959, encontré que habían llegado a mi ciudad natal y sede episcopal, Garzón, las Religiosas “Siervas de Cristo Sacerdote”, a dirigir un Hogar de Niñas, ocupando una antigua “Casa del Pobre”, frente al Hospital San Vicente de Paúl. Llegaron a solicitud del Obispo diocesano, Monseñor Gerardo Martínez Madrigal. Regentaba esa obra la Hermana Clemencia del Crucificado, con eficiente labor. Conocí pronto a la Superiora General de la época, Madre María Angélica, a quien comencé a apreciar por su estilo digno y su prudencia en la orientación de la Comunidad. Supe, luego, que desde abril de 1934, habían llegado esas Religiosas a fundar en Neiva el “Hogar Sagrada Familia”, siendo esta obra, como la que iniciaron en Garzón, en concordancia con la primera finalidad de la Congregación . Al frecuentar, como seminarista, la Casa Cural de la Parroquia de la Inmaculada, en Neiva, había advertido la presencia de unas Religiosas que colaboraban allí, sin ponerles mayor atención de mi parte; fui informado, posteriormente, de que eran las “Siervas de Cristo


Testimonios

Sacerdote”, que habían llegado a prestar eficiente servicio en abril de 1953. En esa casa, desde el principio, prestó por muchos años, unida a otras eficientes Hermanas, valiosos servicios, la Hermana Hosanna del Salvador oriunda del departamento del Huila. Fue modelo su labor del que prestarían en diversos lugares estas Religiosas, en forma acorde con la nueva línea de labor que asumiría la Congregación, a partir de 1954, de colaboración a los Sacerdotes, dentro de la segunda finalidad realizada en honor de “Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote”. ¿Cómo compartió sus primeras labores con las Siervas de Cristo Sacerdote? Llegado a Garzón en agosto de 1964, como cuarto obispo, el futuro Cardenal José de Jesús Pimiento, y siendo yo Tesorero Diocesano, se organizó la Casa Episcopal, con una apreciada laica que lo hizo con responsabilidad. Sin embargo, pensando en esta labor y en otras colaboraciones diocesanas, pidió el Señor Obispo a la Madre María Angélica que asumieran esas tareas las Siervas de Cristo Sacerdote, lo cual se cristalizó en enero de 1969, con el envío de tres Religiosas encabezadas por la muy apreciada Sor Myriam del Buen Pastor, futura Superiora General, estando entre ellas Sor María Cristina Delgado. Esta Religiosa sería después una eficiente Ecónoma de la Congregación, desde donde, con asentimiento del Consejo General, dio un buen apoyo a ampliaciones en el Hogar de la Niña de Garzón, cuya edificación había sufrido graves daños con ocasión del terremoto de 1967, con tesonero empeño de su restauración de parte de Sor Nohemí de Jesús Paciente, Directora de la casa en ese momento. ¿Cómo fue la presencia de las Siervas en Armenia? En los años 50, llegaron las Siervas a Armenia a una obra de atención a niñas y a pequeños bebés, denominada SENDAS, habiéndose destaca-

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do la labor de Religiosas como Sor Lydia del Carmelo. A mi llegada a la Diócesis, tendría permanente contacto con la Comunidad y la gran labor que ya cumplía. El 8 de abril de 1972, era yo Consagrado Obispo, para iniciarme en Armenia, y pensando en la atención de la Casa Episcopal y apoyo en la Pastoral, caí en la cuenta del aporte que podrían darme las Siervas, para lo cual, la Madre María Angélica fue pronta en acoger mi solicitud, enviando, inicialmente, tres Religiosas, encabezadas por Sor Alicia Arango, con posterior colaboración de buen número de Siervas de Cristo, todas ellas de gran espíritu, que prestarían luego grandes servicios en otras obras de la Comunidad, entre ellas Sor Jael de Regina Mundi, Sor Clara Myriam Libreros, Sor Rosa Emma Cadavid y Sor Raquel Escalante, quien prestó, luego, excelente labor en el Hogar Sagrada Familia de Neiva y llegaría a ser Superiora General. 40

¿Cómo ha sido, últimamente, su relación con la Congregación? ¿Qué le ha llamado la atención de su labor? En diciembre de 1986, regresaba a Garzón como Obispo Diocesano, con otra organización en la Casa Episcopal, de personal laico, lo mismo que tendría en su administración el subsiguiente Obispo, Monseñor Rigoberto Corredor. Regresaron posteriormente a dirigir la nueva residencia episcopal con Monseñor Fabio Duque, a finales de 2012. Personalmente, he estado, desde 1986, físicamente distante de la Congregación, pero espiritualmente muy unido, con perenne gratitud y gran aprecio por sus colaboraciones, siempre responsables, como en el CELAM, en la Nunciatura Apostólica, en Curias como la de Bogotá, y en distintas Parroquias, como mano derecha de abnegados Sacerdotes. Han tenido oportuno y providencial apoyo de Prelados como el Cardenal, Siervo de Dios, Eduardo Pironio, y el Obispo Alfonso Uribe Jaramillo, padre espiritual de tantas obras de Iglesia, con gran aporte espiritual a esta misma Comunidad.


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Ha regalado Dios a las Siervas, Superioras Generales de gran virtud, maternalmente dedicadas a sus Religiosas, y donación generosa a las personas beneficiadas por su labor, prestada a Jerarcas de la Iglesia, a Sacerdotes, a pobres de todas las categorías y edades, con servicio hacia ellas como imágenes de Cristo, quien recibe este servicio como hecho a Él mismo. Allí han estado bajo la dirección de las ya mencionadas Superioras Generales y de las demás como Sor María San Enrique, Sor María Nelly Prada, Sor Gloria Stella Pardo, con destacada labor en la formación de novicias de parte de Sor Imelda de la Preciosa Sangre. ¿Cuál es su apreciación general de la Congregación? Un árbol bueno tiene que dar frutos buenos. La semilla de bien, que fue la misma persona de la Madre Margarita, Fundadora, entregada a su Congregación desde la fundación, el 21 de noviembre de 1918, con su providencial compañera inicial la Madre Manuelita, y el gran número de fervorosas Religiosas que ha tenido la Comunidad, han dado excelentes frutos que Dios, la Virgen y San José, a quienes devotamente han invocado, sin ánimo de ostentación sino de humilde aporte en honor e imitación de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote; fallas humanas habrá habido, ciertamente, pero todo purificado en amor sin límites a Dios y a los más necesitados, todo recibido por Él como algo digno de la acogida final: “¡Venid benditos de mi Padre!”. Queda un centenario atrás, allí están sus nuevas Constituciones elaboradas con amor al Señor y ánimo de servicio, allí está la segura esperanza de que, con la ayuda divina y con la Madre del Cielo, y con el soplo del Espíritu Santo, habrá de seguir dando la Congregación innumerables frutos de bien. Todo “Para alabanza y gloria de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote”.

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Las Siervas de Cristo Sacerdote: un tesoro escondido Testimonio del Padre Gabriel Naranjo Salazar, CM

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Confieso que conocí a las Siervas de Cristo Sacerdote a distancia, de reojo, cuando adelantaba mis estudios de teología en la Universidad Javeriana de Bogotá. Me di cuenta de que se trataba de unas buenas religiosas que trabajaban en casas y con personas muy importantes de la Iglesia, lo que me hacía presuponer que eran mujeres valiosas y muy preparadas. Confieso también que éste no es sino el abrebocas de una riqueza que vine a descubrir con el tiempo. Yo las asociaba con su presencia en el Palacio Cardenalicio, en la Nunciatura Apostólica, en varias curias episcopales de Colombia, en casas curales… Alcancé a saber en ese tiempo que también trabajaban con algunos cardenales de la Santa Sede, en Roma. Esas instancias eclesiales yo las admiraba, pero las veía a distancia, por lo que también las mismas Religiosas me eran lejanas. La primera de entre ellas que tuve la oportunidad de conocer personalmente fue la Hermana Stella González, cuando ella trabajaba con el Arzobispo de Ibagué, Monseñor José Joaquín Flórez Hernández, y yo fui enviado, todavía en las primicias de mi sacerdocio, a servir como formador en el Seminario Mayor de esa Iglesia particular. Todavía a distancia y con respeto, observaba a mi paso por la Curia, del Seminario a la Catedral, a una servidora que me pareció siem-


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pre muy consagrada y que me imaginé como muy eficiente; además, me causaba admiración la manera como ella, cercana y respetuosa, amable y disponible, nos atendía a nosotros, los sacerdotes. Me fui acercando poco a poco a ellas, muchos años después, cuando me desempeñaba como Secretario General de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosas y Religiosos, CLAR, en razón del contacto que ese servicio reclamaba con Congregaciones, aún más, con Carismas esparcidos por todo el Continente. Este papel me vinculó, por supuesto, con la Conferencia de Religiosos de Colombia, de la que en realidad había sido parte, años antes, durante mi provincialato. Pues bien estas circunstancias facilitaron una relación con los Institutos Religiosos nacidos en Colombia: allí me encontré varias veces con la Madre María Raquel Escalante, Superiora General, y me fui adentrando en la simpatía del Carisma, por su afabilidad y sencillez. Con el tiempo la Madre María Raquel y la Hermana Stella, ésta ya como Secretaria General, cruzaron mi nombre para una asesoría que estaban necesitando en relación con un estudio de sus Constituciones. Dios ya me había preparado con una profunda sintonía para darles una respuesta positiva: y se me abrieron las puertas para ir descubriendo un tesoro, el de su Carisma, el de su Fundadora, el de sus Constituciones, el de su Estilo de Vida, el de su Espiritualidad, el de sus Obras… Este servicio de asesoría inició con unas reuniones del Gobierno General: ¡Qué riqueza! ¡Qué preparación! ¡Qué trabajo de equipo! Fueron días de mucho descubrimiento, gracias a un modo de ser que las caracteriza a todas ellas: son sencillas, alegres, fraternales; son muy preparadas intelectualmente, casi todas con títulos universitarios; tienen recta intención, un coherente sentido de pertenencia a la Iglesia y a la Congregación; aman e imitan a la Fundadora, Madre Margarita Fonseca, y a las que, como cofundadoras, abrieron el camino a las demás: Madre Manuelita Montoya y Madre María Angélica

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del Agnus Dei; las impulsa un extraordinario celo misionero, que se expresa en el servicio a Cristo Sacerdote a través de sus ministros y a través de los pobres. Este tesoro, que en realidad pertenece a la Iglesia y a la sociedad, tiene un secreto, la Madre Fundadora, que en realidad también ha estado oculta en el secreto, mientras que se adelanta el proceso de su condición de Sierva de Dios a Beata y a Santa. Uno la ve en sus hijas, y descubre que fue una mujer enamorada de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote y que ese fue el motor de su dinamismo espiritual y apostólico. Por supuesto que estas condiciones espirituales tenían fundamento en sus cualidades humanas: de extraordinario sentido común, brillante inteligencia, facilidad de pluma para escribir poemas y transmitir ideas, generosidad a toda prueba, misericordia y prudencia, capacidad de sacrificio, temple de espíritu, fortaleza de ánimo. Este tejido de valores humanos, espirituales y apostólicos, cruzan los hilos de la vocación, de la lectura del Evangelio y de la interpretación de los signos de los tiempos, en unas Constituciones que, si bien se inspiran en las Reglas escritas por la misma Fundadora antes del Concilio, contienen una doctrina muy actual. Reconozco que esta asesoría, más que enriquecer a las Hermanas, me ha enriquecido a mí mismo, por ejemplo, por la raíz bíblica del Carisma; por la eclesialidad de las notas características de la Congregación, como la cristológica, la mariana, la comunitaria, la espiritual y la apostólica; por la humanidad de su experiencia de Dios y la divinidad de su realización humana; por la coherencia de sus principios y de sus compromisos; por la combinación de la exigencia con el respeto a la persona en los procesos formativos; por el ejercicio de la autoridad y el cuidado de los bienes en función de las Hermanas y de las obras. Pero lo que más me ha llamado la atención, a lo que más profundamente me he acercado con el tiempo, lo que me parece más valio-


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so de este tesoro es que las Hermanas todas, expresando el Carisma, respiran con dos pulmones: la veneración por los sacerdotes como ministros del Sacerdocio Sumo y Eterno de Jesucristo, y el amor por los pobres, como rostro sufriente de este Sacerdote que se inmola en la Cruz. Yo no sabía que así como en las oficinas de las curias ellas hacían presencia, con el mismo gusto, en “los bajos fondos de la ciudad, donde pareciera que los pobres solo pueden escuchar el silencio de Dios”. Doy testimonio de que las Siervas de Cristo Sacerdote son felices sirviendo a los pobres y sirviendo a la Iglesia, de cómo cada una de ellas está dispuesta a pasar a cualquiera de estos dos frentes, con alegría, con celo apostólico y con eficiencia pastoral, conscientes de que en cualquiera de ellos glorifican el Sacerdocio de Cristo. Un tesoro como éste, debe ser conocido por toda la Iglesia y por la sociedad entera. Así no dejará de surgir en jóvenes buenas y generosas el deseo de consagrar su vida a una causa tan noble y tan actual. Quiera Dios que la celebración de este primer Centenario y la anhelada canonización de la Fundadora, abran este escondido tesoro a un mundo necesitado de alternativas de sentido.

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Las Siervas de Cristo Sacerdote en mi proyecto de vida Testimonio de Martha Elena Bustamante Martínez

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Soy protegida y bendecida por Dios y por las Siervas de Cristo Sacerdote, que me dieron la oportunidad de estudiar y vivir en el Hogar Judith Jaramillo, en Bello, Antioquia. Vengo de familia de religiosas, entre ellas mi tía, Sor Carolina Bustamante, Sierva de Cristo Sacerdote, quien me motivó para seguir estudiando el bachillerato, porque en mi pueblo solo había hasta cuarto grado. Vine de Tarso, Antioquia, en los años 70, a cursar el tercer grado de bachillerato, en el Instituto Parroquial Jesús de la Buena Esperanza. Me recibió en el Hogar, Sor Marina de la Resurrección, quien fue una madre conmigo: con sus cuidados me hizo sentir como en casa y superar un poco la falta de mi familia, viví una vida de hogar con las niñas de la institución, junto con las hermanas de la Comunidad Siervas de Cristo Sacerdote. Cuando yo era niña, quería irme de religiosa por el carisma de mis tías: había una en la Comunidad de las Teresitas, Sor Teresa; otra en la Comunidad de la Presentación, Sor Isabel; otra en el Convento de las Concepcionistas, en Jardín, Antioquia, de clausura, Sor María de la Luz; y mi tía Carolina, de las Siervas de Cristo Sacerdote. Siempre tuve admiración y respeto por la Vida Religiosa. Después de Sor Marina llegó al Hogar Sor Isabel Montoya, como superiora, proveniente de la Casa de Cristo Sacerdote; remodeló el Hogar, hizo muchos cambios junto con Sor María Isabel Rodríguez como secretaria. Sor María Helda Olarte y otras hermanas hicieron


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parte en mi proyecto de vida, forjando en mí una persona de bien, con su apoyo alcancé mis logros. Sor Isabel quiso que las niñas no se quedaran solo con el bachillerato, sino que nos tenía profesor de repostería, peluquería, baile, bordado y de guitarra; teníamos además retiros espirituales, misa diaria y las mayorcitas, íbamos a la capilla a rezar laudes y vísperas, cantábamos, y luego rezábamos el Rosario con todas. Me gradué en 1973, en el Instituto Parroquial Jesús de la Buena Esperanza. Por mis notas, siempre sobresalientes, Sor Isabel habló con la Superiora General, Madre María Angélica, para recibir su apoyo y darle continuidad a mi formación con una carrera universitaria. Entré a estudiar Bacteriología en el Colegio Mayor de Antioquia en 1974, y me gradué de Bacterióloga y Laboratorista Clínica en 1977, siempre conté con el apoyo de Sor Isabel Montoya y de Sor Carolina de la Concepción, aún después de salir del Hogar y de haberme graduado. No fui monja, que era mi deseo de niña, aunque tuve todas las oportunidades, porque estando en el Hogar, me ennovié con Jorge Iván Jiménez, mi quinto profesor de guitarra y familiar de Sor Eugenia Jiménez y de Sor Cecilia Venegas; formamos un lindo hogar en el año 1978, con dos hijos, Pablo César y Andrés Felipe, quienes hoy son ejecutivos, casados y con hijas, Flora, hija de Pablo, y María Jaiblelly, de Andrés y Yeny. Somos una bonita familia. En 1984 creé mi propia empresa, el Laboratorio Clínico la Playa, en Medellín y durante estos años, he tenido la oportunidad de hacer mi labor social, primero, como concejal del municipio de Tarso en 1992, cuando el cargo era ad honorem, y después, hice parte de varias organizaciones que tenían como fin ayudar a los más necesitados. Siempre he pertenecido a la Comunidad Siervas de Cristo Sacerdote. Estoy muy agradecida con Dios. A las Hermanas, mi eterna gratitud por su labor encomiable, en favor de tantas niñas a quienes ayudan a salir adelante y a conquistar sus metas.

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¡Gracias por permitirme nacer! Testimonio anónimo de una vida cuidada

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La vida es sagrada, es un tesoro que cada uno tiene, el cual comparte y cuida cada día; por lo tanto, la vida se debe respetar. La misión de la Casa La Divina Providencia es esta precisamente, en ella muchas vidas son salvadas y cuidadas. En octubre de 1960, una adolescente de apenas 16 años, acudió al médico por los síntomas y malestares que sentía sin percatarse de que en su vientre comenzaba a latir el corazón de una nueva vida, y recibió la noticia que sería mamá en pocos meses. El miedo a decirlo en la casa, el temor al rechazo social y la desesperación por la nueva situación, la llevó a escuchar voces que le decían que se podía interrumpir el proceso de embarazo. “¿Quieres? Es sencillo y te libra de muchas responsabilidades…” Pero también atendió la voz de una prima, que le extendía su mano para encontrar un albergue; ella le habló de la Casa La Divina Providencia, como una opción de ayuda. Con incertidumbre, aceptó el ofrecimiento y el 21 de abril de 1961, llegó al barrio El Chagualo, con la ilusión de ser recibida. Sin muchas preguntas, pero sí con amor y esperanza, las Religiosas de la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote le entregaron a esta adolescente toda la atención y bienestar que ella y su hija aún sin nacer, necesitaban. Tres meses después nació una niña, inocente e


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indefensa, que gracias a los cuidados, el acompañamiento y a las actividades de formación brindadas a su madre adolescente, fue recibida con mucho amor, Quedarse allí no era una opción para la madre y la bebé, pues ambas debían salir a luchar juntas para salir adelante, pero salir con ilusión y esperanza posibilitó que las dos lograran sus metas. Hoy, 57 años después, agradezco el apoyo y entrego todo mi reconocimiento a esta Congregación que hace de la Casa La Divina Providencia un lugar que cuida y valora la vida y fortalece la dignidad de la mujer, lo cual ha beneficiado a cientos de niños y niñas nacidos allí. 78 años de trabajo hablan de este crecimiento y del desarrollo de una institución que impacta el entorno, ofreciendo nuevas posibilidades para favorecer la vida, humanizando la existencia. Los cien años de la Congregación nos llenan de orgullo a todos los que, desde antes de nacer, nos conectamos con el Carisma que las identifica. Muchas bendiciones para todas las que con vocación de servicio, testimonian al Dios de la vida que nos ama y protege.

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De las Siervas aprendí muchas lecciones Testimonio de Margoth Isabel Torregoza Pérez

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Inclusive en los momentos más difíciles de la vida, ésta se llena de alegría y esperanza al sentir el amor de Dios en las demás personas, como es visible en las Religiosas de la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote. Yo residía en la ciudad de Medellín y estudiaba en la escuela San Antonio María Claret; al frente de esta, se encontraba la Casa La Divina Providencia, la veía y pensaba que era un convento, pero cuando tenía dos meses de embarazo supe lo que reamente sucedía en su interior. Cuando tenía varias semanas de embarazo, me fui de mi casa porque sentía temor ante la posible reacción de mi familia cuando se enteraran de mi estado y por esto llegué allí, a la Congregación. Fue un viernes del mes de marzo del año 1975. Al entrar me recibió la Superiora, Sor Teresa Avilez, me brindó techo, comida y dónde vivir, y me enteré de que allí brindaban acogida, protección y amor a las madres solteras que esperaban sus bebés. Recuerdo que, el segundo día, la Superiora me llamó a la oficina y me preguntó cuánto tenía de embarazo, de dónde era y dónde se encontraba mi familia; después de un buen rato, recorrimos juntas el lugar donde iba a vivir: los dormitorios, la cocina, los baños y demás estancias de la planta física. Después, me invitaron al taller donde las mujeres embarazadas teníamos la oportunidad de aprender a trabajar


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con telares, a coser colchas y a hacer dobladillos; nos daban charlas de crecimiento personal, de superación y autoestima. Las Religiosas que allí vivían se llamaban Sor Teresa Avilez (Superiora), Sor María Cristina Delgado (encargada de todas las madres solteras), Sor Rosalba Sánchez, Sor Columba de la Presentación, Sor Laura de las Cinco Llagas y Sor Gabriela Pulgarín, encargadas del taller. El 21 de septiembre de 1976 nació mi hijo Luis Carlos, en la Casa La Divina Providencia, porque en ese momento los hospitales del país estaban en paro y vivimos allí hasta que mi hijo cumplió un año. Nos sentíamos muy felices, nos daban mucho cariño, amor y confianza; a diario teníamos la Eucaristía, nos enseñaban a rezar y realizábamos todas las actividades. Agradezco a Dios la oportunidad que me dio al permitirme ingresar allí y compartir con las Religiosas y las demás mujeres. Allí, en la Congregación, conocí a Estrella, con quien entablamos una bonita amistad que aún hoy, conservamos. En este lugar aprendí grandes lecciones, como a salir adelante con mi hijo, a no agachar la cabeza ante nadie, a caminar con la frente en alto, a sentirme realizada como mujer y como madre. También aprendí que, a pesar de los tropiezos que se me presentarían en mi vida, sería fuerte y logaría mis metas. Dos años y seis meses después del nacimiento de mi hijo, contraje matrimonio con Julio, con quien formamos una linda familia de tres hijos, en el municipio de La Ceja, en donde he trabajado muchos años, primero, en “Flores La Esmeralda” y, después, como madre comunitaria de niños y niñas, a quienes pude darles un ambiente de hogar con formación en valores humanos, para que pudieran vivir una infancia y niñez tranquila. Actualmente, estoy pensionada, me dedicó a mi hogar y, mi tiempo libre, lo dedico a actividades de obras sociales. Agradezco a las Hermanas, por enseñarme tantas cosas valiosas para mi vida y la de mi familia y permitirme llevarlas en mi corazón.

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Un sueño que se está haciendo realidad Testimonio de Wendy González Navarrete

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Soy la séptima y última hija de una familia en la que, todo iba bien, hasta que se presentaron momentos difíciles que hicieron imposible la convivencia. A los diez años ingresé por primera vez al ICBF en compañía de mis hermanas de doce y quince años; poco después regresé al seno familiar, esta vez al hogar de mi hermana mayor, quien se hizo cargo de nosotras, pero esto no fue color de rosas porque su esposo quería tenernos como sus empleadas, y al no permitirlo nosotras, la vida se volvió muy difícil, y tuvimos que volver de nuevo al ICBF. A los once años, el 9 de abril de 2013, llegué al Hogar Sagrada Familia. Estaba bastante asustada porque no conocía cómo era el hogar y además era muy tímida, hablaba poco con las personas porque venía del centro de emergencia donde estuve corto tiempo. Entré al colegio Salerno donde cursé el grado quinto y en donde, con la ayuda del equipo psicosocial y la confianza que me brindaron las Hermanas, pude superar los miedos, confiar más en mis capacidades y soñar. Fui adquiriendo autonomía. Recibí las herramientas necesarias para cumplir mis sueños y las metas que me había propuesto a mediano plazo: culminar mi bachillerato; recibí capacitación en las áreas de panadería, informática


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e inglés en el SENA, además obtuve un importante puntaje en las pruebas saber. Actualmente, me dispongo a iniciar una carrera técnica como auxiliar en veterinaria, gracias a que las Hermanas me han apoyado en todo lo que necesito; además me orientan en aquello que es necesario para mi crecimiento integral como persona. En el futuro me veo estudiando y ejerciendo mi profesión como veterinaria y teniendo un ingreso económico para así poder tener un mejor futuro: conseguir todo lo que necesito, tanto a nivel material como emocional y darme la oportunidad de retribuir a todas las personas que me han apoyado para cumplir mis sueños y metas. Me gustaría más adelante convertirme en benefactora del Hogar Sagrada Familia, para retribuir de alguna manera todo lo que he recibido. A las niñas que ya están o que llegarán un día a este bello Hogar, les digo que aprovechen las oportunidades y la formación que allí nos ofrecen. Vivo agradecida con Dios, por el don de la vida y la oportunidad de conocer a tantas personas que me han ayudado a ir realizando mis ilusiones y esperanzas. Un agradecimiento muy grande a las Hermanas porque de ellas recibí el cariño y afecto de madres. La Comunidad Siervas de Cristo Sacerdote representa para mí, mi familia, donde recibí acogida, protección, educación y afecto.

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Foto: Alejandro Quesada


sempre donna, siempre mujer crĂłnicas y fotografĂ­as documentales del hogar clarita santos


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Sempre Donna, Siempre Mujer. Esa es la fuerza que define a las adultas mayores en condición de discapacidad cognitiva que acoge el Hogar Clarita Santos de la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote. Desde el 2015, Utadeo ha trabajado con esta congregación religiosa a través del proyecto Casa de la Esperanza, una construcción de 4.750 metros cuadrados pensada para crear espacios en donde las mujeres acogidas puedan desarrollar actividades de educación, trabajo digno, proyección personal y apoyo. Siguiendo la ruta de esta sinergia, en mayo de 2018 se dio vida a Sempre Donna, Siempre mujer, una exposición de Fotografía documental en la que se reveló esa fuerza de ser “siempre mujeres” que caracteriza a las mujeres atendidas por la Congregación. En el proyecto participaron profesores y estudiantes tadeístas, particularmente, desde las áreas de fotografía, crónica periodística y creación audiovisual.*

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Presentación del proyecto realizado conjuntamente entre la Universidad

Jorge Tadeo Lozano y la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote, en: goo.gl/mx6nia


Sempre donna, siempre mujer. CrĂłnicas y fotografĂ­as

Foto: Nathalia Angarita


Narrar la vejez, el reto de las estudiantes de la Tadeo Por Óscar Durán Ibatá*

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Como docente de la asignatura de Laboratorio de Medios, en el Departamento de Comunicación y Cinematografía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, siempre hay algo que intento inculcar en mis estudiantes: el amor por contar historias. Ese debe ser uno de los grandes motores de la escritura. Pero el reto va un poco más allá. El periodismo es un oficio de reportería, por ejemplo, pero la reportería sin narración no son más que datos deshilvanados, sueltos, puestos allí sin ningún sentido. Las herramientas de estilo, las técnicas narrativas y la calidad en la redacción son las armas que siempre busco entregarle a cada alumno o alumna que se inscribe en este curso. Esas herramientas son las que les dan impacto, relevancia y profundidad a los hechos. Una buena escritura, con un lenguaje rico y preciso, es indispensable para representar la realidad con todos sus matices y expresar ideas complejas. En últimas, este curso invita a poner en práctica estrategias para la creación de textos de periodismo narrativo y a reflexionar sobre el

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Docente de tiempo completo del Departamento de Comunicación y

Cinematografía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.


Sempre donna, siempre mujer. Crónicas y fotografías

oficio del periodista en su intento de contar la vida de forma precisa, pero también atractiva. Todo estaba dado, pero el proyecto de contar la vida de algunas mujeres en el Hogar Clarita Santos tenía una dosis de dificultad que le entregaba a las estudiantes del curso un reto interesante: narrar historias sobre la tercera edad. Había una única premisa: “Dignificar su vida”, les decía siempre. La vejez, que seguramente en otra época se abordaba de manera intuitiva a partir, ante todo, de la sensibilidad de la ética personal, es un tema que hoy, en una sociedad mucho más informada, con una ciudadanía en la que existe una creciente noción de los derechos, las regulaciones, las políticas sociales y los aspectos económicos y fiscales, plantea una demanda enorme de calidad y cuidado, de exactitud y de prudencia, en el tratamiento por parte de los periodistas. Eso lo sabían cada una de ellas. Las estudiantes de periodismo se vieron enfrentadas entonces al fenómeno social del envejecimiento poblacional, que requería afinar su capacidad no solo de interpretar, sino de acudir a fuentes que aportaran visiones válidas y diversas. Que privilegien los hechos y los datos sobre las especulaciones. Que ayuden a la comprensión de esos fenómenos y también a la construcción de una sensibilidad que nos ayude a conocernos y entendernos como sociedad. El periodismo del futuro, me lo confirmaron ellas, es el que busca soluciones, el que se enfrenta a sus propios prejuicios, es el que llena de vitalidad al oficio. Hablar de vejez, durante este proyecto, fue una gran oportunidad para poner a prueba nuestra capacidad de cuestionarnos, de romper nuestros paradigmas, de encontrar ángulos frescos, de incluir nuevas voces que alimenten los debates que necesitamos. La vejez como tema, nos exigió unir lo mejor de la ética y la técnica periodística.

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De esta forma Íngrid Ramírez, Laura Galindo, Álisson Bustos, Meredith Peñuela, Érica Jiménez y Sheina Pineda lograron adentrarse en la vida de un puñado de mujeres que todavía tienen mucho por decir, hacer y vivir. Allí están sus historias para demostrarnos, allí están sus vidas para corroborarlo. Con gusto presentamos en esta publicación, dos de las seis crónicas elaboradas por este grupo de estudiantes. Espero que cada uno de estos relatos le deje algo nuevo en la experiencia de cada lector. Disfrútenlas, estas crónicas son para ustedes.

Foto: Isabella Balena

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Sempre donna, siempre mujer. Crónicas y fotografías

La Niña que lo fue siempre Por Ingrid Ramírez Fuquen*

Cerca al medio día, sentada en una esquina del comedor, se ve la silueta de una niña. Tiene dos mechones de cabello recogidos en dos colitas detrás de la cabeza, adornadas con hebillas de colores. Viste un pantalón rosado, un suéter grande, estampado con la cara de una caricatura y zapatillas con destellos rosados. Sus pies no alcanzan a tocar el suelo, los balancea hacia adelante y atrás. Su mano derecha permanece siempre en su boca y su espalda encorvada. Es Luz Marina López, o La Niña, como la llaman en el Hogar. En realidad, tiene 66 años. La frente y las comisuras de sus labios están llenas de pliegues de piel y arrugas, hacen que parezca mayor. Su piel es blanca, labios delgados curvados hacia abajo, en un gesto serio. Tiene orejas grandes y junto a su nariz tiene un lunar. Llegó a la Fundación cinco años atrás, a través de un traslado pactado entre la alianza del Hogar Clarita Santos con el Albergue Bosque Popular de Bogotá. No pronuncia una sola palabra, pero parece que entiende cuando le hablan, a pesar de que su mirada esté pérdida y su rostro serio. Su único método de comunicación es levantar la cabeza, subir las cejas o abrir los ojos. Es difícil saber con certeza sobre su pasado.

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Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de último semestre.

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— Dicen que su mamá no era del todo cuerda y que la tuvo encerrada por muchos años. Unos vecinos se dieron cuenta y avisaron a las autoridades. Cuando los del Bienestar Social fueron a recogerla, casi a los 60 años, aún dormía en una cuna de madera. Tenía un tetero amarrado a una cuerda que colgaba de su cuello, hacia el lado derecho del cuerpo. Por años la alimentaron solo con líquidos a través del tetero — cuenta sor Marina, una simpática monja antioqueña. Sin darse cuenta habla casi a gritos, pronuncia la “s” con fuerza, sonríe y usa sus manos de manera exagerada para acompañar lo que dice. — Para mí, a La Niña le anularon todas sus posibilidades. Imagínate. Sin ningún contacto con la sociedad, ni con familia, ni un estudio, no tuvo oportunidad de desarrollarse. Vivió en quietud por muchos años, incomunicada y dependiendo de ese tetero que traía colgado. No le dieron oportunidad de ser una persona y se envejeció muy rápido, dice ahora con nostalgia. Sor Marina Suarez viste un hábito verde oscuro con un delantal azul claro a cuadros. Bajo la cofia esconde una cabellera blanca. Con 74 años, es una monja conservada y muy vital, a pesar de sus iniciales problemas con la tendinitis. Luz Marina fue trasladada al Albergue Bosque Popular con su cuna de madera. Al Hogar Clarita Santos llegó un año después, y allí durmió en la cuna por otro año y medio. Ahora duerme en una cama como el resto de sus compañeras. Al inicio le daban la comida licuada en dos teteros: uno para los jugos y otro para las papillas. Ahora recibe comida de una cuchara y no le gusta comer nada líquido, bebe poco jugo. Le gustan las papillas y los purés. Todas, las Hermanitas, las enfermeras y yo nos pusimos muy felices cuando Luz Marina por fin tomaba el tetero con sus propias manos. ¡Tiernísima! Pero cuando quedaba satisfecha botaba el tetero. Nosotras pensamos que era pataleta suya, que no le gustaba. Pero era su manera de decir que ya no quería más, cuenta sor Marina.


Sempre donna, siempre mujer. Crónicas y fotografías

Luz Marina fue diagnosticada con demencia severa, un término general que describe el deterioro de la capacidad mental. Es totalmente dependiente para completar las actividades diarias: bañarse, vestirse y alimentarse. No obstante, es independiente en el desplazamiento. Le gusta caminar y darle vueltas a la casa naranja rodeándola, con paso apurado, siempre con la mano derecha en la boca y la mirada perdida. Inicia por la puerta principal y toma el camino hacia su derecha. Rodea la esquina de la casa, pasa por el lado de la huerta, entra al comedor y regresa por el mismo camino. En ocasiones, después del almuerzo, baja la rampa que conecta la salida del comedor con los dormitorios, al lado derecho de la casa. Camina y se detiene cuando llega a la zona de lavandería. Ésta es grande, tiene ocho lavaderos en baldosín verde y azul oscuro, en filas de cuatro, uno junto al otro, como si fueran estaciones de una fábrica de producción en línea. Da dos vueltas al lavadero y mira con curiosidad dentro de los agujeros donde almacenan el agua. Se asoma y ve su reflejo, se queda ahí por un tiempo. Luego sigue caminando y rodea los lavaderos, ahora con la mano izquierda tocando el baldosín. Alza la mirada, se asegura de que no haya nadie y separa la mano de su boca para sumergirla un poco en el agua. Luego lleva de nuevo su mano derecha a la boca y chupa la manga húmeda. Cuando sor Marina la descubre, alza la mirada y se aleja de los lavaderos mientras camina rápido, como una niña que se halla descubierta en medio de una travesura. A Luz Marina le diagnosticaron dermatitis de contacto en sus manos, una reacción alérgica de la piel (a veces con hongos) consecuencia de la exposición a alérgenos o irritantes. En este caso, la reacción alérgica de su piel se debe al constante contacto con su saliva. Las enfermeras del Hogar siguen un tratamiento que, hasta la fecha, ha mejorado la piel de sus manos.

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Después del baño le secamos las manitos y los interdigitales con una gasa. Luego aplicamos óxido de zinc [una sustancia química en forma de polvo blanco que se usa como protector de la piel], le ponemos unos guantes de tela y sobre esos, unos de látex. Luego la vestimos, cuenta Johana Peña, de 28 años. Ha sido enfermera en la Fundación por cuatro años y se encarga de los cuidados de la dermatitis de Luz Marina. Como medida preventiva, Johana y las demás enfermeras cosen las mangas de los sacos de Luz Marina por el revés, a manera de mitón, para evitar el contacto de sus manos con la saliva. Antes de hacerle los mitones, La Niña sacaba los hilos de los manteles, de los sacos o de los pantalones y los chupaba. A veces se encontraba ramas, hojas o piedras y también se las echaba a la boca. Aún ahora, con las mangas cosidas, lo que puede coger lo lleva a la boca. Por eso le cambiamos los suéteres tres veces al día: a las 9 a.m., a la 1 p.m. y a las 6 p.m. Debe ser grueso, eso sí. El gerontólogo de la Fundación, Christian Bucheli, aclara que “el hecho de que Luz Marina tenga una conducta que no sea común, en este caso, una manía de llevar las cosas a la boca, no significa que se haya quedado en un estancamiento de la etapa oral, como suelen pensar. Son fijaciones, conductas que son totalmente inconscientes. Entonces para ella esas conductas son normales”. Los profesionales que trabajan en la Fundación les practican, a todas las usuarias, actividades de estimulación sensorial, táctiles, auditivas, sensitivas, pro-receptivas y visuales, según sus necesidades y sus capacidades. Trabajan con arte y pintura, danza y música, juegan con texturas como la plastilina y la arena. Sin embargo, Luz Marina no permite que le hagan terapias motrices: sus brazos son muy rígidos. Solo los estira hacia arriba cuando quiere que la alcen. Le encanta que la tengan en brazos, tanto que deja escapar una sonrisa.


Sempre donna, siempre mujer. Crónicas y fotografías

Seis décadas en el Hogar Clarita Santos, la chica de los domingos Por Érica JiméneZ*

En 1941 se abre el Hogar Clarita Santos, en la finca San Pedro del municipio de Usme; 18 años más tarde, llega Cecilia Borrás, una niña de 10 años que vivía con Justiniano Espinoza, el compadre de su madre. Justiniano y su esposa Rosa de Espinoza, vivían en Fontibón, tuvieron 5 hijos: Carmen, Rosa, Daniel, Francisco y Arturo. De un momento a otro, ellos decidieron viajar a Europa, pero en sus planes no estaba llevar a Cecilia. Acudieron al Hogar y hablaron con sor Esperanda de la Cruz, quien para ese entonces era la directora, así que acordaron que Cecilia se quedaría en aquella finca. A partir de ese momento, empezaron a enseñarle a Cecilia las tareas del campo. Durante los primero años le encomendaron las labores más sencillas, tenía que levantarse a las seis de la mañana, bañarse, arreglar el lugar donde dormía y salir con una canasta a recoger los huevos para el desayuno de las monjas y los curas que vivían allí; después del desayuno tenía que regresar al corral para dejarlo limpio, debía raspar las tablas, lavarlas

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Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de último semestre.

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y regar cascarilla (cubierta delgada y quebradiza de los granos de cereales como el arroz), para que las gallinas pudieran organizar sus nidos. Cecilia aprovechaba el tiempo que le quedaba libre para jugar y dar paseos por los corrales de los otros animales que había en la finca, a medida que fue transcurriendo el tiempo, le fueron asignado más labores. Tenía que levantarse más tempano para ayudar a lavar los baldes en los que se ordeñaba, repartir la alimentación en los corrales de los cerdos y seguir cuidando las gallinas. Cuando Cecilia cumplió la mayoría de edad, tomó la decisión de quedarse en el Hogar, porque sabía que allí nunca le haría falta “la comida, ni el techo” que para ella era lo más importante, y por lo que hoy agradece a las Hermanas el haberla recibido. También fue aprendiendo el arte de cultivar la tierra, sembró un terreno con trigo y cebada, que con el tiempo ayudó a cosechar. Con una hoz, cortaba desde la parte más baja de los tallos y hacía hatos que después tenía que recoger en grandes brazadas y las empacaba en lonas hechas de cabuya, siempre terminaba con los brazos rasguñados, pero sabía que aquel esfuerzo valdría la pena, ya que vendiendo cada cosecha recaudaban fondos para seguir sosteniendo la finca. El abono era otra fuente de ingresos: “el abono es fácil de hacer, solo hay que esperar a que las vacas hagan popó, dejar que pasen unos cuatro o tres días, dependiendo del sol que haga, para que se seque el estiércol; luego se recoge con la mano y se revuelve con algo de tierra, también le echábamos a las matas, eso las pone bonitas”, dice Cecilia. El día miércoles, por las mañanas, en compañía de otras mujeres, recogían la ropa de los curas y subían por un camino de piedra al noviciado de las monjas que quedaba a 10 minutos de la finca, allí tenían que lavar las prendas, para poderlas devolver en la tarde. Mientras que la ropa se secaba un poco al sol y al viento, aprovechaba para hacer aseo a la casa de las Hermanas, barría, trapeaba y limpiaba ventanas.


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El día domingo, la Hermana Sor Esperanda las levantaba temprano para llevarlas a la misa de la parroquia San Pedro, ubicada en la carrera 14, número 137, Usme, Bogotá; les hacía vestir una jardinera café, una camisa blanca de manga corta y una pañoleta que debía ir amarada en la cabeza con el cabello ligeramente recogido. Para el año 1990, el Hogar Clarita Santos, es trasladado al barrio Las Cruces, ubicado en la zona suroriental del centro de Bogotá, a una casa vieja que con el tiempo se iría modificando. Cecilia también es traída a esta casa en donde sigue ayudando a las Hermanas con el cuidado de las demás compañeras, allí por primera vez la dejan entrar a la cocina a lavar ollas y a preparar algunos alimentos. Como en el Hogar no había personal encargado de la seguridad, consiguieron seis perros grandes, que según algunos funcionarios, eran bastante agresivos. Cecilia fue la única que los pudo controlar, ella era su mejor amiga, así que todos los días se levantaba a las cuatro de la mañana y los encerraba en un cuarto viejo, les daba comida y agua, y a las siete de la noche volvía a soltarlos para que cuidaran la casa. Con el paso de los años la Casa ha ido creciendo y con ella Cecilia también: hoy tiene 70 años, no ha conocido más mundo que el que le han enseñado las Hermanas y sus demás compañeras, pero está tan agradecida con la vida que irradia con su sonrisa bastante tranquilidad. Tiene el cabello totalmente blanco, es delgada, de tez morena, con una voz suave y no mide ni un metro y medio, pero no se queda quieta ni cuando está conversando, siempre tiene las manos ocupadas, esta vez está doblando ropa. Para ella la edad “no es nada, es solo un simple número”, sigue siendo tan independiente como cuando tenía 25, todos los días se levanta a las seis de la mañana, tiende su cama como le enseñaron en Usme, se baña con agua tibia, se viste teniendo en cuenta que tiene que combinar bien sus prendas; con un cepillo largo de mango café madera

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que guarda en su armario, desenreda su cabello viéndose en un espejo que está pegado en la pared del baño. A las ocho de la mañana pasa al comedor a desayunar, siempre está pendiente de Estelita Montenegro, quien tiene discapacidad visual y es su mayor compañera, así que le colabora llevándola al baño, a las clases de taller o al lugar en el que le corresponde sentarse a comer, conoce los nombres de todas sus compañeras - las va señalando, haciendo un gesto con su boca -: “mire, ella es Ubaldina Jiménez, ella es Estelita, la de allá es Sara Narváez “la costeña”, y la chiquita es Rosita” -y se ríe-. También le colabora a los funcionarios, abre las puertas del EMAUS (comedor comunitario), a veces barre, trapea el piso y rosea las plantas y, aunque en el Hogar hay lavandería, en las tardes va y lava su ropa, no permite que nadie más realice sus labores, la cuelga en unos ganchos plásticos y mientras se seca, va doblando la ropa de sus compañeras y también algunas sábanas. Cuando le queda tiempo libre asiste a los talleres de pintura con lápices de colores y témpera, en una pared enseña con orgullo los mandalas que ha pintado, escucha la lectura de cuentos y de noticias que hacen las enfermeras en el patio principal de la casa, ha participado en cursos de panadería en donde aprendió a hacer pan de coco, galletas y churros. Todos los años se realiza un reinado en donde invitan a otras fundaciones que también se dedican al cuidado de adultos mayores. Por cada hogar debe salir una candidata, el certamen se lleva a cabo en Cajicá, municipio de Cundinamarca, situado a 17 km del norte de Bogotá. En el año 2016 la representante de la casa Clarita Santos, sede Las Cruces, fue Cecilia, desfiló un vestido largo de manga corta hecho en materiales reciclables, en su fabricación participaron varias diseñadoras de la Universidad de Monserrate. En esa ocasión, Cecilia no logró obtener la corona, pero se siente muy orgullosa y habla con entusiasmo de su experiencia en el evento.


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Al pasar de los años, ha tenido que despedirse de algunas de sus compañeras, “cuando alguna fallece, nos llevan a la funeraria y luego a la misa, eso es duro, yo las conozco a todas y siempre me hacen falta”, dice Cecilia frotando sus manos y dejando car la mirada. Aunque ha tenido algunos momentos con ese sabor amargo que agobia a todo ser humano, ella no deja que se desdibuje esa sonrisa por la que todos la distinguen en el hogar. Sandra Rivera es una de las funcionarias que tiene a cargo la lavandería: “Ella siempre está así, es muy feliz y es atenta, eso ella le quiere ayudar a todo el mundo, nunca la he visto de mal genio como a las otras abuelitas, acá viene y dobla ropa y cuando acaba o se cansa se va”. José Pacheco es uno de los encargados de la seguridad del Hogar, él conoce a Cecilia como “la chica de los domingos”, porque “Ceci llega todos los domingos a las 11 de la mañana y se para en la puerta para que le abra, eso llega toda jarachosa (vanidosa) con sus candongas, su buena pinta y sus labios maquillados y con esa sonrisa se ve muy bonita”. Cecilia tiene autorización para salir del Hogar, pero el único día de la semana en el que lo hace es el domingo, va a misa de doce, ya sea al templo de La Concepción, ubicado en la Candelaria por la carrera 9, la iglesia de San Agustín, situada en la carrera 7 con calle 7, posterior a la Casa de Nariño, a la iglesia de Santa Bárbara, de la calle 5 con carrera 7 de Bogotá, o a la capilla de Las Cruces. Las celebraciones eucarísticas son importantes para las católicas del Hogar como Cecilia, pero también hay otras fechas especiales que no se dejan pasar, como los cumpleaños. El 2 de septiembre es el día de los santos para Cecilia, así que le cantan el “feliz cumpleaños” y la felicitan, pero el último miércoles reúnen a las cumpleañeras de cada mes, decoran con bombas, serpentina, les traen la torta, entre todas soplan las velitas y terminan escuchando música.

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El fin de año es una de las festividades más esperadas por Cecilia: — ¿Le dan regalos para su cumpleaños? — No, para mi cumpleaños no, pero para Navidad si — ¿Quién le da regalos? — Las Hermanas, porque yo no tengo a nadie más que me traiga algo. — ¿Qué le han regalado las Hermanas? — El año pasado me trajeron esta sudadera- abre el armario y saca un gancho en el que están colgado un pantalón sudadera y una chaqueta -, es fucsia, del que más me gusta. — ¿El fucsia es tu color favorito? — Sí, es el mismo color de mi cama –señala la cama, que tiene un cobertor fucsia, sobre la cama hay tres peluches, dos osos y una tortuga, y tres muñecas con vestido, todos están empacados en bolsas trasparentes- mire este buzo, también me lo regalaron en Navidad — ¿Qué hacen en Navidad? — Las profesoras hacen el pesebre en la entrada, y decoran bonito, por las noches nos llevan a la capilla de Las Cruces, hacen la novena y a la salida nos dan galletas, buñuelos, natilla, jugos y así. — ¿Qué es lo que más le gusta de la Navidad? — Los regalos, es que nos traen zapatos, ropa interior, sudaderas, buzos. Después de un día en el que ha estado ocupada, realizando diferentes actividades por toda la casa, ya sea pintando, lavando ropa, bailando en su clase de danza o ayudando a los demás, me observa fijamente, abre los ojos y dice: “Gracias a Dios hay trabajito”. A las seis de la tarde va a cenar, siempre de la mano de Estelita, después se sienta frente al televisor y mira algo de noticias. A las ocho de la noche ya está con su pijama y acostada en la cama, solo basta esperar que alguna de las enfermeras o Hermanas venga y apague la luz del dormitorio que comparte con, aproximadamente, veinte mujeres más. Así culmina el día.


Sempre donna, siempre mujer. CrĂłnicas y fotografĂ­as

Foto: Nathalia Angarita

Foto: Juan David Arboleda

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Narrativas documentales Proyecto fotográfico SEMPRE DONNA-SIEMPRE MUJER *Por Beatriz múnera Barbosa

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En el primer semestre de 2018 recibimos la invitación a participar, con mis estudiantes de la materia Fotografía documental, en el proyecto Sempre Donna, Siempre Mujer. Una iniciativa que desde el primer momento nos emocionó por el extraordinario servicio social que lleva a cabo la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote y que está focalizado en la atención a mujeres de todas las edades y que se encuentran en condición de vulnerablidad. Nos acercamos a conocer “Las casas de la esperanza”, visitamos en varias oportunidades éstos lugares de refugio y protección, y a las hermosas mujeres que allí habitan para aprender de ellas y su dignidad, para escucharlas y documentar con fotografías sus cotidianidades, sus condiciones de vida, el espacio habitado, los aconteceres que las afectan y sus efectos.

*PhD. Universidad Complutense de Madrid. Docente de Fotografía Escuela de Diseño, Fotografía y Realización Audiovisual. Profesora de la asignatura y curadora de la exposición “Sempre Donna-Siempre Mujer” llevada a cabo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano en mayo de 2018.


Sempre donna, siempre mujer. Crónicas y fotografías

Foto: Alejandra Espitia

La producción fotográfica de campo se llevó a cabo en dos momentos: en el primero, los estudiantes conceptualizaron la temática mujer y vulnerabilidad; a través del desarrollo de contenidos teóricos, se discutieron en la clase referentes visuales y audiovisuales sobre el tema, se hicieron lecturas y éstos produjeron reflexiones escritas que les permitieron definir sus puntos de vista para abordar y producir sus ensayos fotográficos. En el segundo, se programaron las visitas, tanto en grupo como de manera individual, a las casas de la Congregación con el fin de involucrarlos en la cotidianidad de las mujeres habitantes de éstas, así como con el personal de atención. Lo anterior dio paso a la producción fotográfica de campo. Tras esto, y con el material fotográfico producido, se inició la propuesta curatorial, la indexación de las imágenes y la preparación de portafolios para el workshop, que llevó a cabo la fotógrafa documentalista Isabella Balena.

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“Conocer el Hogar Clarita Santos y hablar con el personal y con las mujeres que lo habitan fue fundamental, ese día entendí que ser fotógrafa documental sin duda alguna es permitirse sentir, es conocer, indagar, respetar y sobre todo valorar lo que estamos retratando. Estas fotografías están dedicadas a cada una de las personas que hace parte de la Congregación SCS, que le ponen alma, corazón y vida a lograr el bienestar de quienes lo habitan, son mujeres que se cuidan entre sí, mujeres que se construyen las unas a las otras, mujeres que merecen total admiración por la labor que desarrollan día a día”. María Alejandra Espitia

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“Encontré mujeres con marcas del tiempo en su piel, líneas que dibujan caminos de experiencia y vida plena que despiertan juicios sobre su edad. Sin embargo, en medio de su discapacidad cognitiva, estas mujeres bellas viven en una infancia eterna que las llena de felicidad y asombro por los detalles y las cosas pequeñas. Un abrazo o un beso les llena su corazón noble y entusiasmado por la vida y danzan dignamente en este singular espacio gracias a la Congregación SCS, que las nutre de la energía más pura y real que existe. Es una experiencia muy grata encontrar seres así de especiales que además nos recuerdan nuestro origen en la madre naturaleza, la piel que se arruga con el tiempo y las hojas que se secan también, las venas por donde fluye la sangre, y la savia que recorre los tallos de los árboles, todos afectados por el tiempo escurridizo y lo natural de este proceso de vida. En ellas solo existe luz, naturaleza y paz, mucha paz”. Nathalia Angarita Silva


Sempre donna, siempre mujer. CrĂłnicas y fotografĂ­as

Foto: Isabella Balena

Foto: Alejandra Espitia

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Foto: Daniela Prieto

Foto: Daniela Prieto


Sempre donna, siempre mujer. Crónicas y fotografías

Foto: Lina Gasca

Foto: Lina Gasca


Foto: Alejandra Espitia

Foto: Isabella Balena


Sempre donna, siempre mujer. CrĂłnicas y fotografĂ­as

Foto: Isabella Balena

Foto: Nathalia Angarita Foto: Juan David Arboleda


Foto: Lina Gasca Foto: Manuela Beltrรกn


Sempre donna, siempre mujer. CrĂłnicas y fotografĂ­as

Foto: Alejandra Espitia Foto: Juan David Arboleda


Foto: Nathalia Angarita Foto: Manuela Beltrรกn


Sempre donna, siempre mujer. CrĂłnicas y fotografĂ­as

Foto: Alejandro Quesada


Ecce Ancilla Domini



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