LUNA SU DIARIO DE RECUERDOS

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su diario de recuerdos

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© Copyright 2024 Etel Carpi “Luna, su diario de recuerdos”

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

ISBN: 978–987–656–557–8

Libro físico: ISBN: 978–987–656–556–1 Impreso en Mayo de 2024

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del titular del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción, almacenamiento o transmisión parcial o total de esta obra por cualquier medio mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia u otro procedimiento establecido o a establecerse, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Carpi, Etel

Luna : su diario de recuerdos / Etel Carpi. - 1a ed - Junín : De Las Tres Lagunas, 2024. Libro digital, PDF/A

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-656-557-8

1. Relatos. I. Título.

CDD A863

Correcciones de textos a cargo de la autora

Fotografías: Etel Carpi

E-mail: carpietel@gmail.com

Ediciones de las Tres Lagunas

España 68 - Te 54-236-15 454 5018

Junín (6000) - Pcia. de Buenos Aires - Argentina

E-mail: delastreslagunas@gmail.com

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Al niño que todos llevamos dentro.

A esos seres maravillosos que comparten nuestros días llenándolos de amor y luz.

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Luna: en un atardecer de felicidad plena

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Prólogo

Seguir la historia de LUNA no estaba en mis planes, sin embargo, es tanto lo que ella puede enseñarnos y brindarnos, fue tan hermosa la presentación de su último libro, y tanto el interés de los presentes en intercambiar experiencias conmovedoras con estos seres maravillosos que nos dan mucho más de lo que nosotros les damos… que decidí seguir escribiendo. Por ellos, por nosotros, por el amor verdadero que brindan, por todos los seres (animales y vegetales) que pueblan nuestro planeta, por los que ya no están, por las especies que nuestra desidia extinguió, por el mal irreparable que le estamos haciendo a nuestro único hogar: el planeta Tierra, por los seres indefensos, que sufren y mueren. Por los niños que llegan a un mundo enfermo por una enfermedad que nosotros mismos creamos y que más temprano que tarde nos exterminará.

Dediqué mi vida a escribir en la contemplación de la naturaleza, a tratar de dejar mensajes de amor y protección, sé que en ese largo camino algo ha germinado, por lo tanto, seguiré el camino hasta el final, y espero que en ese momento pueda

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descansar en esa dimensión desde donde vienen, y hacia dónde van estos seres maravillosos llamados mascotas, nuestros más fieles amigos y compañeros. Los que nunca nos traicionarán.

En las páginas que siguen, descubrirán la vida que ellos ven y que nosotros solo accedemos a ella, usando el GPS del amor. ETEL

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1Negri, hermanito que me acompañaste un día y que ya no estás en este mundo.

Brisa, mi ángel que sin duda me envió a esta familia para que las proteja, para conseguir mi propia felicidad y la felicidad de ellas, mis dos humanas adoradas.

He resuelto escribir un diario (como ese que escriben los humanos sobre los acontecimientos importantes de su vida).

Pero el mío no se escribe con palabras, esas palabras son invisibles a los ojos, son solo visibles al lenguaje del amor porque están impresas por la imaginación en lo más cálido del alma. Es energía, se siente con el corazón, y se entiende con el lenguaje del amor.

He vuelto al bosque de FINN1 muchas veces, hasta que llegó el verano y las repetidas olas de calor. Siempre lo encontraba en algún lugarcito, 1 Bowtruckle (animal fantástico). Guardián de bosques.

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mimetizándose con las ramitas, pero él sabía que estaba acercándome y se presentaba ante mí para saludarme. Así hablábamos de nuestras misiones en esta tierra: él guardián de ese bosque; yo, guardiana de mis dos humanas; ambos cumpliendo una misión linda, pero a veces algo difícil de hacer bien. Durante todo ese verano, las olas de calor se repetían a menudo y la sequía de la primavera persistía. Mamá y yo sufríamos mucho, Roo no tanto. Sin embargo, estábamos como aletargadas, el aire seco estaba cargado de aromas a pasto quemado, los incendios de pastizales obligaban a salir casi todos los días a los sacrificados bomberos. Sufrían los árboles, los pájaros, los animales, el campo se veía triste, los cultivos agonizaban. Allá nos encontrábamos con Tito y su amigo y yo sabía cómo luchaban para que no se les acabara el agua a los animales que buscaban sombra en las horas del mediodía. Moronguito no volvió desde un día que se fue (como tantas otras veces), me dio pena por él, ojalá lo hayan adoptado, sería muy triste que estuviese muerto, pues a pesar de los celos, yo lo quería y lo recuerdo siempre.

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Todo esto que el planeta está viviendo, es consecuencia (en parte), del calentamiento global provocado por el ser humano que lo está sobre explotando. Y ellos son muchos… a pesar de las catástrofes naturales, las guerras y las pestes, los humanos siguen naciendo.

Así… lentamente, transcurrieron los largos meses del verano… hasta que llegó el otoño.

Y la sequía siguió…

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Mamá humana (porque de mi mamá perruna no supe más nada desde que Negri se fue), traduce mis pensamientos. A veces me entiende, a veces no tanto… el problema que no puedo dejar plasmado todo lo que acontece diariamente porque dependo de los tiempos de mamá y cuándo está dispuesta a escribir.

Por lo tanto, puedo expresar emociones importantes que he tenido y que vale la pena escribir, unos días después, o incluso meses… el tiempo de los humanos no se parece al tiempo canino, pero nuestras energías empatizan. Hace poco, ya entrado el bello otoño (acá estoy interpretando el lenguaje de mamá que es fan del otoño y sus colores), colores que yo no puedo ver como ella, porque nosotros no vemos todos los colores del amplio espectro de colores que ven los humanos. No importa, porque por los aromas, descubrimos también la belleza, el olfato es nuestro sentido más importante, algo que ellos no tienen tan desarrollado como nosotros.

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Bueno… la cosa es que soñé (porque nosotros también soñamos), con el desaparecido Moronguito. En mi sueño, formaba parte de una familia gatuna y se lo veía feliz con ellos. El lugar… no estoy segura, pero parecía a cielo abierto, con aroma a hojas secas, las hojas secas de los árboles en el otoño. Según Roo, hablo en sueños y me muevo un poco; y eso ocurre bastante a menudo. Soy Luna soñadora, y mis sueños son lindos: me veo paseando, corriendo en el campo, invitando a Alsina (la perra vecina) a jugar y ella ni enterada, como siempre… o lo más relajante: sentir las caricias de Roo o mamá, dormir calentita a su lado (cuando me dejan), porque llegan los fríos, los días cortos, las noches largas, tan lindas para quedar acurrucada en mi cama y amanecer con el aroma del desayuno de mamá, donde siempre estoy para compartir, para cuidar, para mimar y ser mimada.

¡Cuánta felicidad siento en esta familia! Quiero disfrutar cada día, ayudar con mi energía positiva a su propia felicidad, a hacer que sus días sean mejores y los muchos problemas que padecen los humanos, sean más llevaderos.

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Antes de que el enigmático otoño terminara, pasó algo maravilloso. ¡Volvimos a viajar!

Y me gustaría poder transmitir en este diario, día a día, como lo viví. Con ayuda de mamá claro… ¿Me acompañas?

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(ANTES)

La energía de la casa estaba pesada, cargada de algo que no me gustaba. A mamá, por un lado, se la veía pensativa, más silenciosa que de costumbre. Yo sabía: algo le estaba inquietando. Roo, sentía que la rodeaba una energía fuerte, de enojo, enfado, tristeza y cierta ansiedad. No puedo saber si fueron muchos o pocos días, pero el tiempo se me hizo interminable. Quería ayudar, y entonces seguía a una y a otra indistintamente, tratando de darles ánimo, mirándolas fijamente para poder llegar a sus corazones. Tocándolas con mi patita, apoyando la cabeza en el regazo, espiándolas… con mi lenguaje de gestos les estaba diciendo: “aquí estoy, siempre estaré para cuidarlas, protegerlas y amarlas, y sé que ahora me necesitan”.

Así pasaban los días, casi no salíamos, me estaba aburriendo un poco, pues no había paseos al bosque, al campo, y ni siquiera a la vereda. Igual no me molestaba eso, muchas otras veces habíamos pasado por etapas así, sin salidas…

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Después de un tiempo, la energía comenzó a cambiar, se notaba cierta ansiedad y mamá comenzaba a andar de un punto a otro de la casa, guardaba cosas, limpiaba, regaba, ordenaba… Roo, por su parte, estaba más alegre, esperanzada y denotaba felicidad. Por supuesto, yo empatizaba con ellas, y cambié mi actitud hacia ellas, aunque siempre las seguía de cerca y observaba… sobre todo: observaba.

Para evitar que me alterara, ellas ocultaron de mi vista los bolsos hasta último momento.

Sin embargo, mi instinto agudo, detectó la novedad: iríamos de viaje, o tal vez… ¿ellas solas irían y yo quedaría en algún lugar?, como ocurrió algunas otras veces, ya lejanas, pero todo podría volver a ser así. El recuerdo del último viaje juntas me animó, “seguro que me llevarán”, tuve la certeza cuando vi que Roo estaba preparando mis cosas: manta, ropita de abrigo, comida, agua y… ¡El arnés!, importante, porque solo me lo ponían cuando subía al auto, donde iba bien amarrada. Siiiiiiiiiiii…… ¡nos vamos de paseo!

–Luna, mañana partimos, ¡a disfrutar! –me dijo Roo una noche.

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Tenía tanta alegría, que no dormí casi nada. En cuanto sonó el despertador de mamá, ya estaba en la puerta del cuarto para que me viera, ansiosa por comenzar una nueva aventura.

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De su diario de viaje

Amaneció un domingo de otoño espléndido, cálido y soleado.

Cuando tomamos uno de los accesos al pueblo, nos pasó una camioneta, mi amigo Bongo iba atrás, Roo le comentó algo a mamá que iba de acompañante: “seguro que van temprano a pasar el día al campo”.

Las grandes orejas de Bongo, flameaban con el viento, el sol acababa de salir y ya alumbraba los campos. La ruta se veía despejada. Me relajé y dejé de parlotear. Me concentré en lo que veía por las ventanillas, ya sabía que iríamos lejos, pero aún no podía saber cuánto.

Comenzaron las paradas en lugares estratégicos, y poco a poco fui reconociendo olores y espacios. Dejé de jadear y gimotear, tomaba todo el tiempo el agua fresca que me ofrecían; en una de las paradas, apareció un perrito de la nada y me tomó toda el agua. Y bueno, no me enojé, pobrecito,

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tendría sed. Enseguida, Roo volvió a llenar el recipiente.

La verdad, sentí que era un viaje tranquilo, con algunos momentos de estrés y discusiones cuando Roo no podía pasar un camión y teníamos que ir un buen tiempo atrás, hasta que nos desviamos, hicimos una parada y luego siguió manejando mamá. Alcanzó al camión y lo pudo pasar. ¡Bravo por mamá!

Anduvimos un rato largo más y la ruta fue despejándose, con el sol a pleno, una tarde bella de otoño, llegamos. Reconocí el mismo cartel que nos daba la bienvenida en el otro viaje, entonces me tranquilicé, ya conocía el resto del camino y dónde nos quedaríamos.

Y allí estaban: Mora y Rita, en la vereda, recibiéndonos. Solo ellas, no había nadie, y nadie nos abrió. Mamá y Roo estaban tranquilas, yo las espiaba desde el auto. Parecían esperar a alguien. Pasaron unos minutos y llegó un auto con dos mujeres que no conocí. Saludaron… ayudaron a que yo pudiese pasar por territorio de Mora y Rita sin que ésta última me molestase. Como la otra vez, sus

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ladridos me rompieron los tímpanos, Mora más tranquila se dejó acariciar por mamá.

Enseguida las dos mujeres nos dejaron solas y mientras Roo y mamá bajaban las cosas del auto, acarreándolas con el carrito por el sendero hasta el fondo; yo me instalé en el patio trasero (mi lugar desde ese momento) y busqué el tarro con agua, el portón quedó abierto para que Mora y Rita salieran y entraran cuando quisieran. Sin duda… sus dueños no estaban.

Instalaron mi camita, todos comimos algo después que terminaron de ordenar. ¡Qué cosa los humanos!, siempre tienen que tener todas las cosas en su lugar… recién entonces, las tres nos acostamos a descansar. Pero no mucho tiempo… porque mamá preparó el mate y salimos al patio cubierto con una alfombra de hojas del fresno que ya ostentaba sus ramas desnudas… y disfrutando de esa belleza ocre, dispuse mis sentidos para relajar-me y disfrutar del momento. Mora se acercó al alambre lindero, dio unas vueltitas, olisqueó y se fue. Menos mal que Rita no apareció con sus estridentes ladridos. El pueblo estaba en silencio, silencio de paz dominical… ¿dónde estaba la gente?

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Finalmente, mamá y Roo dialogaron sobre algo de ver la puesta de sol, y debatieron si llevarme o dejarme. Al final, me vistieron y me indicaron que me quedase en el patio, no me agradó mucho la decisión, pero la respeté y no hubo protesta, estaba bastante cansada y supuse que tendría que quedarme para cuidar nuestro lugar. Vi, desde el fondo, que cerraban el portón y que Rita y Mora no andaban por ahí, seguro que se quedaron en la vereda, mejor… nadie molestaría mi paz en ese fresco atardecer de domingo. Me revolqué sobre el oloroso colchón de hojas secas y allí me quedé, feliz sabiendo que no tardarían. Me dormí, desperté con el ruido del portón, ya era noche y estaban llegando.

Tras ellas entraron las perritas vecinas y ya se quedaron adentro, aunque la casa seguía cerrada, sin duda, sus dueños no volverían todavía. No importa, nosotras ya estábamos juntas otra vez, me metí adentro en cuanto abrieron la puerta y me dispuse a disfrutar de esa noche de silencios y soledad.

Mientras… ellas comentaban sobre la cantidad de autos que andaban por la zona del lago, los lentos paseos, de una vida sin estrés, sin apuros, la

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vida simple de gente simple de un pueblo feliz que vive en comunión con la naturaleza que lo rodea.

Esa noche, soñé con los mágicos días que iría a vivir allí, pero jamás imaginé que superarían con creces a esos sueños.

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Aquí soy feliz

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Antes del amanecer, mamá se levantó, pasó por mi lado (yo ni me moví, calentita frente al calefactor), y empezó con su rutina de siempre, aquí también… ¡qué pesada!; calentar agua, preparar el mate y quedarse frente a la ventana para mirar el nacimiento del día. Aún se ven las estrellas en el cielo, al no haber nadie, no encendieron el farolito del medio de los patios y tarda en despuntar el amanecer. Mamá saca fotos… ¡cómo le gusta!, se la ve feliz y eso me agrada. Cuando ya se nota la primera luz del nuevo día y se escuchan los primeros cantos de los pajaritos, comienza con sus ejercicios matutinos. Me cansa un poco observarla desde mi camita calentita, pero debo aceptar que es su rutina y no la rompe ni cuando sale de viaje… tampoco Roo rompe la suya: dormir hasta entrada la mañana. Guau, guau, en eso nos parecemos bastante. Cuando mamá se dispone a desayunar, decido rondarla para pedir comida, luego le pido salir al patio para hacer mis necesidades, mis patitas se mojan con el fuerte rocío y hace mucho frío para mi gusto.

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Así que no me demoro demasiado y toco la puerta para entrar. Vuelvo a mi camita, mamá está escribiendo su cuaderno de viaje, se viste y después de escribir otro rato sale con una bolsita de mandados. Sé que volverá, no irá lejos, yo me quedo tranquila descansando, mientras Roo sigue durmiendo. Regresa enseguida y ordena las cosas que compró, se pone a cocinar y Roo se levanta para desayunar. Yo salgo a revolcarme en el césped, el sol comienza a calentar, será un día precioso y a la tarde hará calorcito. Es dulce poder sentir al otoño que llega con el sol amable y las hojas doradas que tiñen de oro el verde pasto húmedo (palabras copiadas de mamá, ejem).

Mora y Rita deambulan al otro lado; me miran, las miro, están tranquilas, y siguen solas… disfruto los aromas de la mañana, que llegan con la suave brisa, que además acompaña las voces de los pajaritos. Me quedo, mientras mamá se relaja escribiendo en la mesita de hierro que tiene como alfombra ocre, esas hojas secas del fresno desnudo.

Pasado el mediodía llegaron los dueños, la señora nos trajo un budín casero y yo la recibí con grandes muestras de afecto. Se quedó un rato

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charlando con mamá y Roo, me saludó con mimos y luego se fue a su casa al frente; Rita, celosa, no paró de ladrar del otro lado del alambre, mientras ella estaba con nosotras.

Al rato, comenzaron los preparativos, enseguida supe que iríamos de paseo. Ansiosa, no paré de mover la cola para hacerles saber que esta vez no quería quedarme.

Regreso al bosque

Tomamos el camino polvoriento y pedregoso que lleva al parque LA CHACRA donde está el bosque de Titus o Tom, el animalito mágico que parece una ramita, de la misma especie que mi amigo Finn, los guardianes de los árboles. Ojalá pudiese encontrarlo –pensé– si paseamos por el mismo bosque.

Ahí notamos que la sequía persistía, se levantaba mucha tierra y nuestro auto negro, quedó gris.

Día lunes, por lo tanto, no había nadie en el parque, tampoco estaban las ovejas. En cuanto bajé del auto, sin esperar, me dirigí al camino del bosque. ¡Qué belleza increíble el bosque en otoño!, el suelo oloroso y cubierto de las hojitas doradas de las acacias.

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Sentí mi corazón latir de felicidad, todo ese inmenso espacio silvestre que atesora un sinfín de voces distintas, es el marco perfecto para una maravillosa tarde en soledad, donde los cálidos rayos del sol juegan a las escondidas entre las hojas y los troncos dispersos de tantos árboles inmensos. Vagando a cielo abierto, libre, sin miedos, porque ya no temo separarme de ellas como en el viaje anterior. Conozco el camino y, además, sé que ellas no se preocuparán por mí, pues están seguras de lo que haría. Y sí, yo salí a buscar a Pickett… ¡y lo encontré! En lo alto de una rama de eucaliptus.

–Guauuuu –saludé–, baja para que nos comuniquemos.

Me miró con sus pequeños ojitos y se quedó inmóvil… insistí.

–¿Eres Titus o Tom o Pickett? ¿Cómo quieres que te llame? Yo soy Luna, nos encontramos hace un tiempo. ¿Me recuerdas?

En mi mente resonó su vocecita y pude entenderlo.

–¡Sí, Luna!, claro que te recuerdo. Llámame Tom. Entonces estabas preocupada por Finn, ¿lo encontraste?

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–Oh sí Tom, lo encontré en el bosque de lilas y moras; me dio una gran alegría y le conté del encuentro que tuvimos. Por suerte está bien, hace poco lo volví a ver y cuando regrese, seguro que lo visitaré y le contaré de nuestro nuevo encuentro.

–Luna… dile que le mando mis saludos. Que cuide bien los árboles de su bosque, el clima está cambiando, los humanos han maltratado mucho a los árboles, y ellos garantizan la vida en este planeta. Como el agua… si buscas vida: sigue el agua y la encontrarás. Aquí estoy bien, es un lugar muy tranquilo… aunque en verano se llena de gente. Supongo que será igual allá.

–Sí Tom, allá también se llena en verano, y cuando es así, no me llevan a pasear, a pesar que a mí me gusta ver gente y encontrarme con otros perros. Pero mi vida es esta, cuidar a mi familia humana e ir donde ellas van.

–Tu alma es pura Luna, tienes una linda misión, y cada uno de los seres que habitamos este planeta tiene que cumplir la suya, y tú lo haces muy bien.

–Me siento muy feliz de volverte a encontrar amigo Tom, y espero que, si vuelvo otra vez,

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volvamos a comunicarnos. Seguiré mi camino o pensarán que me he perdido y se preocuparán.

–Adiós Luna. Yo sigo aquí, espero que nos volvamos a ver un día.

–Adiós….

Después del maravilloso encuentro, seguimos recorriendo el bosque regresando por la orilla del río que, con su sonido suave y dulce, nos arrulla el alma.

Qué paz caminar por ese lugar que enmarcan los distintos árboles que alimenta el río de aguas claras con sus notas de dulzura y candor.

Entre el amarillo de sus hojas destellan los rayos del sol tibio, que son inspiración para mamá poeta que seguro traducirá en bellas palabras.

Terminado ese hermoso paseo, sacaron las reposeras del baúl y me dieron agua y comida, mientras que ellas se pusieron a tomar mate con galletas que no dejé de pedir, porque son mucho más deliciosas que las mías. Guauuu, guauuu, guauuu, y lo logré, siempre lo logro.

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Con mami caminando cerca del arroyo

Cuando estuvimos de regreso en el Loft, ya no me importó tener que quedarme sola en el patio, seguro saldrían de compras y no tardarían en llegar. Mientras la noche se acercaba, emití unos cuantos ladridos para marcar mi presencia y dejar claro que soy la dueña de ese lugar. Que se entere Rita, guau, guau, en cuanto tenga la oportunidad, la pondré en su lugar. Con ese pensamiento, el cansancio me fue venciendo y me dormí. Desperté sobresaltada cuando sentí que se abrió la puerta que comunica los

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dos patios: ya estaba oscuro, aunque el farol encendido iluminaba todo. Mamá y Roo llegaban con bolsas cargadas. Entramos… y fui directo a la camita, cerquita del calor que daba el maravilloso calefactor. Era el final de un día perfecto para las tres integrantes de la manada.

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DÍA2

(Vamos a la playa)

El nuevo amanecer se presentó como el anterior, frío, pero con un sol prometedor. La rutina de mamá siguió desarrollándose de la misma manera.

Y la mía también… unas revolcadas en el césped húmedo, impregnar mis fosas nasales de aromas, hacer mis necesidades y entrar para seguir en mi cama calentita y acompañar a Roo.

Como el día anterior, mamá salió a la media mañana y según le entendí, le comunicó a Roo que iría a la plaza a caminar un poco. Tardó en llegar y se deshizo en elogios sobre lo bonita que está la plaza en otoño, con sus árboles, los placeros, la paz del pueblo y bla, bla, bla. Ah… la novedad: entró en la iglesia y parece que le encantó. Eso creo…si no entendí mal. Porque, aunque los humanos crean que no, nosotros entendemos todo lo que hablan ellos, al menos, tenemos el don de poder interpretarlo. El leguaje de gestos, la intención e intensidad del sonido al emitirlo, nos indica si están felices,

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enojados, tranquilos, ansiosos o deprimidos. Y mamá estaba feliz, sin ningún tipo de dudas.

Después del almuerzo comenzaron los preparativos para salir de paseo: preparación del equipo de mate, mi arnés y correa, y algo para comer donde sea que iríamos. Más hermosa no podía estar la tarde otoñal. Apacible y serena, aromas amigables y luz resplandeciente en el cielo de un celeste puro.

Sin Rita y Mora en nuestro paso, salimos sin problemas del loft y con cierta ansiedad por descubrir el lugar del nuevo paseo, me instalé en el auto y esperé que arrancara.

Mientras andábamos fui reconociendo el camino. Ese Camino de piedra que muy lentamente hicimos el viaje pasado y ahora seguía tan o más seco y deteriorado que entonces. Pero al menos, no hacía tanto calor.

Primera parada: el matadero de Salamone en ruinas donde nos detuvimos para tomar agua. Mientras ellas sacaban fotos, yo deambulé olfateando el lugar que ya conocía. Pero esta vez no me fue muy bien, me clavé un abrojo en una pata que no

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podía quitar con mis dientes y me molestaba mucho al caminar. Roo se dio cuenta y trató de quitármelo, pero se pinchó y creo que se asustó al ver mis patitas rojas. Al final desistió y seguimos viaje; el paisaje de los árboles de sal me distrajo y me olvidé de él (al menos por el momento).

A poco de andar entramos en un lugar diferente, que no conocía, donde no había estado: mucha arena con sal, algo de gente tomando mate aquí y allá, sombrillas de paja, y muchos lugares nuevos que descubrir, con olores tentadores y un aire fresco y salado que colmaba todos mis sentidos. Ya no sentí la molestia en la patita, el abrojo desapareció o se salió en la arena. Me sentí libre y feliz… pero no me alejé mucho, ellas bajaron las reposeras, el equipo de mate, la comida y ¡mi agua! y se instalaron al costado de una sombrilla, mirando el lago, conversando y disfrutando de rincones que no habían explorado en el viaje anterior, cuando terminamos directamente en las ruinas de la ciudad muerta, sepultada bajo toneladas de agua salada que ahora está en franca retirada. La que dejó al descubierto la magnífica eco playa donde nos encontrábamos.

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De pronto… un grupo grande de seres alados (que mamá describió como flamencos), comenzaron a acercarse, y se detuvieron frente a nosotras, buscando comida en el agua con sus largos picos. Algunos rosados, otros grises (esos, según mamá, son juveniles); yo traduzco lo que le explicaba a Roo sobre estos seres hermosos, de patas largas que caminan en el agua.

Luego, mami se fue, para sacarles fotos de cerca, con un gesto me indicó que no me acercara para no espantarlos. Me quedé atrás con Roo a observar. Ella parecía fascinada con esos animales, me puse un poco celosa y al final terminé a su lado para verlos más de cerca. Ella me dejó porque las aves se quedaban quietas, no se asustaban y entonces pudimos admirarlas. ¡Qué bellas son!, cuántas hay, se ven grandes grupos en distintos lugares, que forman grandes manchas rosas contrastando con el celeste suave del agua.

El destino manda, qué momentos perfectos hemos vivido allí, sé que ninguna de las tres esperábamos encontrar esos seres hermosos tan cerca, porque suelen andar lejos de la gente, y la energía del universo conspira para que esos momentos

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perfectos lleguen y podamos disfrutarlos con respeto y amor. Es la naturaleza sabia, es la belleza de nuestro planeta que se resiste a sucumbir por la irresponsabilidad del hombre.

Ellos prosperan, porque allí se los protege, se los quiere, forman parte de la vida de ese lago salado que les ofrece la posibilidad de vivir y prosperar.

Nunca los olvidaré seres rosados, guardaré estos instantes mágicos en lo más secreto del corazón.

Como guardaré también, la increíble puesta de sol que pudimos ver de regreso, en la soledad de ese rinconcito escondido que mamá eligió para tomar las fotos más bellas.

¡Qué pesada se pone con las fotos! Ella es así, ella ama la naturaleza, el planeta, el universo todo, yo lo sé porque los animales podemos sentir las energías que nos dan vida a todos y tenemos la inteligencia y el don de prosperar aún en la adversidad.

Sabemos, que solo una especie puede romper ese círculo de energía vital: ese ser es el hombre. Pero también sabemos que no todos lo hacen, hay

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humanos que captan la energía vital del planeta y luchan para que todos los seres vivos prosperen y convivan en paz en el vasto universo en donde todos hemos nacido porque somos UNIVERSO.

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Árbol de sal: muy parecido a Finn o a Fida

(Bendita lluvia)

Amanece en el pueblo, que como todo pueblo se parece mucho al pueblo donde vivo. Es un amanecer distinto, nublado, cargado de una pesada energía que anuncia tormenta. Lo sé, lo huelo en el aire y mamá está algo ansiosa. Igual, hace su rutina matinal y sale. Según entiendo, se dirige nuevamente a la plaza y a la iglesia. Roo sigue durmiendo y yo hago lo mismo. No está en sus planes que la acompañe…

Cuando regresa, sale al patio y se pone a escribir, entonces sí, yo la acompaño y soy feliz, como felices son los perros que andan caminando solos o acompañando a sus dueños (gente que ama el deporte, o cualquier actividad al aire libre). Me doy cuenta que aquí: perros, humanos, calandrias, palomas y flamencos, tienen un santuario de paz y amor, acá todos los seres vivos se respetan y conviven en armonía. Aprendieron la lección.

Al rato, mamá deja de escribir, el cielo se oscurece, hay algo de viento fresco. Entra, entro, se

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abriga, la miro fijamente. Pero ella sale y nos dice que vuelve pronto, solo buscará algo para comer.

Cuando regresa, invade la cocina un rico aroma a comida, ellas almuerzan rico, pero yo me tengo que conformar con mi porción de siempre. Estoy algo cansada de esa comida, así que mendigo algo de la de ellas… no tengo mucha suerte, pero siempre algún bocado consigo.

Comentan que hay alerta de tormentas fuertes, así que hoy no se sale a pasear. Nos acostamos a dormir la siesta en el calor del loft.

Después de unas horas, en vista que no llueve, preparan el mate y salimos todas al patio, en la mesa de hierro apoyan el termo y algunas galletitas, mientras chupan ese recipiente extraño.

Como algunas golosinas que me dejan, y me revuelco un poco por el césped. Rita y Mora no se ven, hay mucho silencio, la tarde está gris, muy gris… pero no llueve. Soy feliz.

Al rato se levanta un viento frío y decidimos entrar. Ellas se abrigan y me indican que me quede afuera, que harán unos mandados y volverán pronto. No quiero, voy hasta la puerta que divide los patios y trato de colarme, pero son más rápidas y me

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lo impiden. Resignada, me acomodo ante la puerta de la cocina, bajo la galería, y espero…

Empieza a caer la tarde, y cae una llovizna suave, pero se siente frío. De repente, comienza una lluvia fuerte, y un fuerte viento helado que la trae hacia la galería, no tengo manera de protegerme, se hace noche y me estoy mojando. Tiemblo… siento miedo, me han dejado y no vuelven… mi lugar es estar con ellas para protegerlas. Un trueno me sobresalta, quiero verlas regresar, se hace noche, alguien prende el farolito del centro y la cortina de agua brilla con su luz blanca. Al rato, amaina un poco y las veo entrar. ¡Qué felicidad!, otra vez juntas.

–¡Luna! –grita Roo–, estás mojada. Perdón que nos demoramos un poco, pero se largó la lluvia de golpe y no nos podíamos apurar.

–Vamos Luna, vamos adentro, te secaré un poco y luego te visto para que duermas bien esta noche. –me dice mamá.

Siguió lloviendo toda la noche. ¡Bendita lluvia!

¡Bienvenida lluvia que reverdece los campos y marca el final de la sequía!

Por ahora…

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(Volvemos a la playa)

Después de la dulce lluvia de anoche, amanece un día espléndido, aunque bastante más frío, con suave viento. Un nuevo día para vivir en este rincón de paz donde mami encuentra refugio para recuperar el equilibrio emocional que según ella: perdió. Pienso: “para eso estoy yo, para ayudarla a superar los momentos malos y que pueda disfrutar de los buenos”.

No sé qué destino sorpresa espera hoy, pero seguro que colmará mis expectativas caninas que no son muchas, o tal vez sí… acompañar a que mis humanas cumplan sus sueños.

El pueblo se va desperezando algo más tarde que de costumbre… se acerca el invierno y la lluvia fue bienvenida para los campos y los animales que sufren la falta de comida.

Mientras mami realiza su rutina, yo la observo, ella a veces se detiene y me mira, ojalá pueda comprender lo que le estoy transmitiendo con la mirada: “Mami, no olvides lo que siempre supiste: la naturaleza está ahí, frente a tus ojos, debes volver a

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mirar, a observar como otrora lo hacías y eras feliz, no pierdas la brújula que te conduce a ella, cambia la estrategia, con la edad debes adaptarte como nosotros, los animales, seres que nos adaptamos a la adversidad y seguimos adelante. No claudiques, no sucumbas al abrazo artero del desequilibrio que nos rodea y busca en los seres puros el soporte que te ayudará a ser feliz de nuevo. Regresa a la naturaleza, regresa al arte. Cree en ellos, cree en el universo que contiene la energía vital de todos los seres vivos y sigue adelante hasta el último aliento de vida”.

Al final, el día se convierte en un día espléndido, luminoso, el viento del sur limpió el aire de impurezas y el cielo se vislumbra inmaculado. Los aromas son amigables y las nubes de la mañana partieron para dejar brillar el sol con calidez, a pesar del aire frío.

Luego, Rita salió al patio y comenzó su catarata de ladridos, se hace la mala, me tiene cansada, me rompe los tímpanos… así que la puse en su lugar: le tiré un mordisco cuando pasé a su lado, parece que se asustó y desde entonces me deja tranquila. ¡Es puro ruido, luego arruga, guau, guau!

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Almorzamos, y rumbeamos a la costanera para deambular por los innumerables caminitos por donde algunos pueblerinos salen para hacer algún tipo de trote, caminata y ejercicios varios en máquinas que bordean una parte del sendero. La mayor parte del tiempo ando libre, ya no necesito estar cerca, puedo alejarme sin problemas, siempre y cuando no salga de los caminitos, porque Roo dice que podría agarrar algún abrojo que pincha.

Una máquina vial pasa para arreglar el camino que lleva a la ECO PLAYA. Está húmedo, ideal para acomodarlo después de la lluvia que no fue muy intensa.

–Vamos a tomar mate a la eco playa –dice Roo.

–Dale, vamos –acota mami.

Allá vamos…

Esta vez no paramos en el matadero de Salamone, vamos directo a la playa… no anda nadie, la playa está distinta, ahora se ve la humedad de la arena salada, y se han formado algunos charcos de agua de lluvia. Está todo tan tranquilo… ando libre, recorro, olfateo, me encanta el lugar. Y está lleno de flamencos, esta vez hay grupos con innumerable

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cantidad de ejemplares. Un poco retirados, mami está emocionada, lo sé, lo percibo en su energía.

Aparecen bandadas rosáceas destacándose sobre el agua celeste, increíblemente quieta de la laguna. Buscando con sus picos la comida especial que le deja el agua salada.

Forman grupos muy grandes, un paraíso que aprovechamos las tres en soledad mágica. Una tarde perfecta compartida en familia; observando los movimientos de las aves, admirándolas, mientras la luz del sol se va desvaneciendo mientras se acerca el ocaso y el lago cambia su paleta de colores.

Algunos flamencos desfilan ante nosotros, son tan mansos que permiten nuestra presencia, mami no para de sacar fotos para atesorar cada momento especial de esta mágica tarde.

“Eso mami, atesora cada momento con alfileres, ganchos, tuercas, tornillos… amárralos bien al corazón, que no escapen de la memoria, un día, lejos de aquí, se desatarán los sentimientos y las emociones para seguir viviendo”.

“Roo, aprende a disfrutar y guardar cada sonido, color y aroma de la naturaleza que nos rodea. Cuando pasen los años, su recuerdo te guiará

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por el camino de los sueños y la felicidad, tienes mucho aún por vivir, descubrir y aprender. Yo estoy aquí para recordártelo y sacar la maleza del camino con mi amor incondicional”.

En la Eco Playa, sal y flamencos

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Luna y los flamencos

(Día de relax)

Maravilloso despuntar de un nuevo amanecer, algo nublado, muy frío, con sonidos intermitentes que rompen el magnífico silencio de las noches. Es increíble como disfruto estos momentos en este lugar que ya considero mi otra casa. Creo que Roo está algo avergonzada porque yo me he adueñado del lugar, y ven que Rita y Mora están algo celosas, pero más tranquilas porque las puse en su lugar, y ya no les tengo miedo, especialmente a Rita, a la que enfrento cada vez que puedo, cuando empieza a ladrar y ladrar.

Pasamos la mañana en casa, descansando, y por la tarde… tuve que quedarme un rato sola, aproveché para tomar un buen sol y controlar todo desde el fondo. Ellas salieron, según comentaron, fueron a las Termas para darse un baño relajante, especialmente mami, que necesita mejorar de su salud y las aguas termales atraen a muchos viajeros, especialmente mayores, porque -según dicen- es bueno para las enfermedades de las articulaciones.

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Cuando llegaron, prepararon el mate y nos instalamos en el patio, esta vez en el banco largo que está bajo la galería, pero lo trasladaron al medio del patio, donde aún alumbraba el sol tibio de la tarde.

Al rato se acercó la señora y empezaron a charlar, yo me interpuse para solicitar mimos que fueron dados y luego me quedé tranquila observando y tratando de descifrar sus palabras. Estaban hablando de mí, del libro que mami presentaría en unos días y que seguro se referirá a historias que me involucran. Luego vino la sección de fotos, me divertí bastante, nos tomaron muchas para promocionar el libro y yo me sentí orgullosa de ser la protagonista, y según Roo, voy camino a ser una perrita famosa, guau, ¡guauuuuuuuu! ¡Qué feliz soy!

Cuando la señora se marchó, entramos al loft y al rato me pusieron el arnés… ¡paseo en puerta! ¡Viva, viva! Nos dirigimos a la costanera, a los caminitos, pero rumbeamos por otro que se acerca al lago, donde anda gente caminando y corriendo, hacia la puesta del sol…

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Fue una larga caminata, vimos cómo se ocultó el sol, una vez más, tomaron fotos y luego, satisfechas y cansadas, emprendimos el regreso. Poco a poco, las sombras de la noche nos iban cubriendo y las luces del pueblo se empezaron a encender. Empezó a sentirse frío, pero nosotras nos sentíamos unidas en un marco perfecto de armonía y paz, silencio y soledad, ingredientes perfectos para alimentar el alma del poeta y del pintor… es la naturaleza que habla susurrando, la naturaleza que sorprende cada día, cada momento, invitándonos a no pasar de largo, a observarla con amor y agradecimiento eterno por la vida que se nos ofrece y alimenta de amor nuestros corazones. Nosotros, estamos entrenados para descubrir esa energía positiva, y los pocos humanos que lo logren, podrán conectar con ella y con todos los seres vivos del universo entero. Esa, en parte, es la misión que Brisa, un día, me encomendó, cuando llegué a esta familia.

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Brisa y su biografía

(El final)

Anoche han estado atareadas ordenando bolsos, eso indica que pronto nos iremos de acá, y quién sabe dónde…

Mami despertó como siempre, pero no hizo la rutina del mate y los ejercicios; eso indica que algo cambiará hoy.

En cuanto amaneció, desarmaron mi camita y me enviaron al patio.

Parece que se presenta un tiempo espléndido pero muy frío, hay algo de helada en el césped, estoy algo inquieta porque noto una energía distinta, creo que viajaremos, y no será un corto paseo…

Cuando entro, las encuentro desayunando, ya con todos los bolsos a mano para transportarlos al auto. Salen y me dejan encerrada… ¡no se olviden de mí!, ¡vuelvan!

Cuando no queda más por llevar, me ponen el arnés de viaje y me dan la correa para que me lleve. Rita y Mora no están en su patio aún, así que paso tranquila. Subo al auto y veo como se despiden de la señora y el señor en la vereda. Luego que ellos me

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saludan a mí con muestras de afecto, que ya estoy bastante inquieta atada atrás, suben al coche y nos vamos.

El sol alumbra magníficamente calentando la mañana, el camino está despejado y tranquilo. Mami maneja relajada, Roo pone música y prepara el mate.

Al poco tiempo de andar, paramos siguiendo la rutina de los viajes que ya conozco, entonces comprendo que vamos de regreso, de regreso a casa al fin. Una nueva aventura culmina para mí, y sé que para ellas también. Han sido días llenos de magia, de luz, de color, aromas y descubrimientos.

En cuanto entramos a nuestro pueblo, reconozco el aroma especial que invade el aire, y cuando entro en la casa noto el cambio en la tierra olorosa, en nuestra ausencia llovió y eso es bueno para que amaine la larga sequía… mientras ellas se afanan por ordenar sus cosas, yo me relajo y duermo feliz, soñando con un mundo perfecto y lleno de amor.

Fin del diario.

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Desde que llegué del viaje, muy poco he salido, Roo y mami son raras: o es todos los días o es nada. Los días están muy fríos, es un invierno bastante desapacible, con algunos días soleados y grandes heladas. También hemos tenido varios días destemplados con lluvia suave, que sin duda (según entiendo a mamá) le viene muy bien al campo. Hoy a la tarde, cerraron todo y me dejaron sola en el patio. Cuando las vi en los preparativos para salir, creí que me llevarían y que iríamos a pasear. Pero no… me sacaron el collar y mami sacó mi camita afuera, y antes de partir me dieron un huesito y Roo me dijo algo así como que volverían pronto. Me quedé muy triste, cuando los humanos dicen “vuelvo pronto”, pueden ser horas en el tiempo de ellos, una eternidad para nosotros que los esperamos. Mi casa es adentro, no me gusta estar en el patio, y menos sola. Cuando escuché el ruido del motor del auto me emocioné mucho y en cuanto Roo abrió la puerta de la cocina me abalancé sobre ella para decirle lo mucho que las extrañé. La tarde de invierno se hizo muy larga y no entiendo

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por qué no pude ir con ellas, si son mi familia… en fin, no ocurre muy a menudo, pero cuando ocurre… me duele.

Guardo el recuerdo de la gran salida, unos días después del regreso del viaje. Para la presentación del libro que escribió mami sobre mi historia. Fue tan maravilloso ese momento que las perdono por dejarme sola algunas veces. Tendrán sus motivos.

Paso a contar.

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(Día de la presentación)

Dos días antes pasé por una sesión de baño y peluquería. Algo que no me gusta nada, pero que los humanos se empeñan en llevar a cabo con sus mascotas. Ya me acostumbré, y me quedo quieta, tratando de disfrutar el agua calentita; como hace frío, Roo me baña adentro y luego me seca con un aparato que larga aire caliente que resulta sumamente molesto. Y luego… al sol, (mientras hay), siempre termino de secarme en mi camita porque se hace noche muy pronto. Al otro día, Roo me corta el pelo en las patas y otras zonas del cuerpo… y me tengo que quedar quieta hasta que termina. Luego la noto feliz, satisfecha por el trabajo y por como luzco.

–Quedaste blanquita Luna, ¡hermosa!, ya sos otra.

Yo comparto su alegría, y le doy muchos besitos.

El día de la presentación, los preparativos comienzan temprano, en la tarde. Claro, que, para

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entonces, yo no sabía qué estaba pasando, pero sí podía intuir que iríamos a algún lado importante.

Roo me decía todo el tiempo que tenía que comportarme, que sería el centro de las miradas, que mami presentaba el segundo libro que me dedicaba, y guau, guau, guau.

Cada vez me sentía más ansiosa, cuando subimos al auto, el sol estaba bajando en el horizonte y hacía bastante frío. Enseguida llegamos a un lugar lleno de libros que enseguida reconocí como el mismo lugar donde estuve unos años antes, como protagonista del acto. Aún no había gente, y Roo me tenía con la correa, mientras mamá ordenaba los libros sobre una mesa enfrentada a un círculo de sillas vacías.

No pasó mucho tiempo, cuando comenzó a llegar gente, gente que ya conocía y otras no.

Lo que más me gustaba es que me prodigaban caricias y mimos, mientras mamá atendía y hablaba con todos. Yo me instalé junto a Roo y Laura (la veterinaria).

El pequeño lugar se llenó rápidamente y comenzó la presentación, yo escuchaba atenta, todos hablaban de Luna (o sea de mí) y también de mami

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y el libro. Me sentí feliz, tranquila y cada vez que había aplausos acompañaba con ladridos. Fueron momentos muy agradables, los presentes escucharon a mami, a Laura y también había diálogo con el público, siempre sobre nosotros (las mascotas) y sobre lo que representamos para los humanos. ¡Si supieran lo felices que somos nosotros con ellos, cuando nos dejan formar parte de su familia y nos incorporan a ella con el amor que merecemos!

Cuando terminó todo, nos quedamos para compartir charlas y bocaditos deliciosos que siempre conseguía que alguien me diera, cuando Laura no veía. Guau, guau… y pude andar un poco libre entre la gente, repartiendo cariño. Me sentí famosa, protagonista, más que la primera vez, es decir: una perra con experiencia en el éxito, y al ver a Roo y a mami felices, supe que la misión encomendada por Brisa, estaba cumplida.

Nos tomamos muchas fotos y luego, poco a poco la gente se fue marchando y nos quedamos unos pocos del grupo de escritores (los que son como mami) que ya conocía de antes, entonces, mientras ordenaban la sala de la biblioteca, yo pude

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relajarme cerquita del calefactor. Y casi me duermo, guau guau.

El libro presentado

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Cuando llegamos a nuestro hogar, rememoré los hermosos momentos vividos y feliz, aunque cansada de las emociones, me dormí enseguida. En mis sueños, apareció la hermosa Brisa con sus bellos ojos azules, para velar mis sueños. Su presencia me trajo paz y la seguridad de saber que estaba cumpliendo muy bien mi tarea en esta familia. La importante tarea de cuidarlas, amarlas, contribuyendo así a mejorar sus vidas. ¡Cuánto las amo!!!!

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(volviendo al campo)

El regreso al campo se presentó con varias sorpresas que no me agradaron mucho. Nuevos animales que acaparan la atención de “mis humanas”: Esperanza y Leche ya estaban antes del viaje, y deambulan siempre cerca de la gente, esperan el maíz que Tito les da para que coman porque la sequía continúa y falta pasto. Después está Juanita, la que acapara la atención de todos cuando Tito le da la mamadera y para que no se asuste me mantienen alejada. No me gusta nada, pero bueno… la pobre Juanita quedó huérfana y siendo tan chiquita me da un poco de pena.

Roo se lo pasa hablándoles a todos los terneritos que han nacido (muchos para mi gusto), pero son bonitos y curiosos.

Un día fuimos con Pili, la amiga de Roo y mami se quedó en casa. Nos divertimos bastante con Juanita y yo la pasé genial corriendo por el campo seco.

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La novedad más importante: llegó una gatita gris, después de la desaparición de Moronguito no imaginé que vendría otro gatito. La llaman Micha y es bastante tranquila, por eso la dejo en paz, aunque un día que trató de treparse a upa de Tito me puse muy celosa y traté de interponerme. Pero Micha me tiró un arañazo que por suerte pude esquivar. Hasta entonces compartíamos sin problemas, pero desde que pasó eso, estoy a la defensiva con ella.

Un día llegamos al campo y al rato llegó un montón de gente, entre ellas estaba Laura (mi veterinaria), después entendí que eran todos familiares de Tito. A Elisa la recordaba porque antes de ir de viaje con Roo y mami, si ellas salían me dejaban en su casa, donde la pasaba muy bien. Es la casa que más tiempo pasé cuando llegué del campo al pueblo, antes de quedar para siempre en mi casa actual (con mi familia humana que tanto amo).

Pasamos una hermosa tarde de julio, algo gris, sin viento y cálida. Micha acaparó la atención de todos, al igual que Juanita. Yo traté de disfrutar el momento con humanos muy cariñosos que no dejaban de darme atenciones mientras mateaban

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en ronda animada de charlas y risas. ¡Qué feliz momento pasamos! Ojalá que esos días se repitan más seguido, porque el campo, cuando solo está Tito y su amigo no es tan divertido. Terminé tan agotada, que en cuanto regresamos al atardecer, me tiré en mi camita y no salí hasta que se sirvió la cena.

Todos fuimos muy felices ese maravilloso domingo de julio.

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Esperanza
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Micha Los terneritos

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Tito alimentando a Juanita

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(volviendo al bosque)

¡Al fin llegó el día!, y volvimos al bosque de eucaliptus, lilas y moras, donde habita mi amigo mágico FINN. Estaba ansiosa por volver, por verlo y hablar con él. Ocurrió una soleada, calma y cálida tarde de invierno. El parque estaba casi vacío de humanos, así que disfruté porque era todo nuestro y podía andar a mi antojo sin tener que escuchar los llamados de Roo: “¡Luna, no te alejes”, “¡Luna, vení para acá”, y Luna, y Luna y Luna!!!!!!!

En cuanto llegamos, rumbeamos a la entrada del bosque donde están los eucaliptus y los griteríos de las cotorras retumban en mis oídos. ¡Qué seres más vocingleros!, son insoportables.

Enseguida entramos al sector de las lilas, yo caminaba mirando hacia arriba, para ver si descubría a FINN en alguna rama. Pero nada… entramos entre las moras, pasamos el puentecito de troncos, bastante incómodo por cierto para subirlo y luego bajar del otro lado. Todo eso se hizo cuando un árbol grande atravesó el sendero, en la pasada

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tormenta que volteó muchos árboles grandes, especialmente eucaliptus.

Mami se quedó, y regresó desde ahí porque le cuesta mucho bajar por su problema de salud en las articulaciones. Seguí con Roo, pero ni señales de FINN.

Mi ansiedad me llevó a caminar rápido y dejé atrás a Roo, quería reencontrarme con Mami que seguro nos esperaría en un claro donde varios troncos ofrecen la posibilidad de un agradable descanso rodeados por altísimos eucaliptus de troncos gruesísimos. De repente se me ocurrió mirar para arriba y vi al animalito mágico, sus ojitos me miraron, pero noté que parecía algo distinto (muy difícil de definir porque son todos como ramitas iguales y de colores parecidos). Estaba cerca del lugar encantado donde ya veía a Mami sentada en un tronco de espaldas al sendero. Me demoré entonces para hablarle al supuesto FINN.

–¡Ey Finn!! –le grité– ¿te acuerdas de mí? Tu amiguita Luna.

No contestó… solo silencio. Insistí.

–¡Hola!... ¿eres Finn?

–Hola ser no-mágico; me llamo FIDA, y soy… para que entiendas, como la hermana de Finn.

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–¿Qué haces aquí? ¿Qué pasó con Finn?

–Se aburrió y cambió de bosque… hicimos un intercambio.

–Oh… ¿se fue lejos?

–Uy… siiii… a custodiar un bosque de lengas inmenso que hay donde hace mucho frío y donde vivía yo. ¡Acá hace calor! No me gusta mucho. Pero supongo que pronto volveré a esa isla, una vez que él se canse de soportar la nieve que cae gran parte del año y cubre de blanco las hojas y ramas de los árboles del bosque que en otoño se viste de los colores más hermosos que puedas imaginar.

–Oh… entonces, podré volver a verlo y me contará sus aventuras allí.

–Mientras tanto, puedes hablar conmigo, cada vez que pases por aquí. Allí también pasa mucha gente por los senderos, son turistas que se asombran de los increíbles paisajes que enmarcan esos bosques magníficos donde viví.

–Qué lindo, si algún día pudiese ir por allí… sería un gran sueño, tal vez, mis humanas me lleven. Yo sé que ellas fueron dos veces, pero no sé por qué razón, me dejaron en casa de Tito, donde la pasé muy bien; pero ahora deseo poder caminar por esos lugares y ojalá llegue el día que mi sueño se cumpla.

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–Tú dependes de los aviones, nosotros nos trasladamos donde sea por medio de la magia. Yo… por ejemplo… vuelvo allá cuando extraño, hablo con mi hermano y regreso. Él hace lo mismo.

–Es decir… podría aparecerse ahora.

–Podría ser…

–Por qué no te comunicas para que venga.

–Me parece que hoy eso no podrá ser… está llegando tu humana, ¿no escuchas su llamado?

–Es verdad, me distraje contigo. Será mejor que siga mi camino. En la próxima seguimos hablando. Adiós Fida, nos vemos.

–Adiós Luna, un placer conocerte.

Feliz de ese encuentro inesperado, me reuní con mis humanas queridas y satisfecha, seguí viaje con ellas por el sendero que nos llevaba hasta la salida, allí, donde viven las vocingleras cotorras.

La tarde terminó con mateada, y una bellísima puesta de sol que Mami disfrutó mucho.

Habíamos tenido una tarde plena de naturaleza, silencios y paz. Además de conocer a FIDA y cuidar a mi manada, cumpliendo mi misión. ¿Qué más podía pedir?

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Fida

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(Hanna & Micha)

Ha sido un invierno corto, con poca lluvia y no muchas heladas. Siempre voy al campo, pero se ve bastante triste, los animales sobreviven gracias a los continuos cuidados de Tito y su amigo. Hay muchos nacimientos, eso es bueno (supongo) para mami y Roo, pero malo para mí, porque acaparan toda la atención de mis humanas, y no me gusta nada… se ponen tontas con Juanita, Caramelo 1 y 2, Caramelito… y los mayorcitos Leche y Esperanza (Espi), que se acercan a pedir caricias. Son curiosos, me miran mucho cuando me tienen cerca, me intimidan un poco y entonces me alejo. Igual es lindo porque ando libre, como todo el pasto que quiero, si se descuidan también como bosta, exquisita para mi estómago. Y sí… viví en ese lugar unos meses, me acostumbré a lo que había, la comida que me llevaban todos los días no alcanzaba para calmar mi hambre voraz.

Y para agregar más celos, las atenciones son todas para Micha que está por ser mamá. La pobre está muy gorda, pesada, debe tener varios gatitos

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dentro, y si me acerco a ella me echan, me siento desplazada y eso me pone algo triste, pero comprendo que la mimen un poco.

La tristeza desaparece cuando vuelvo a casa donde soy reina y protegida, una perra engreída que come y duerme… sin otro tipo de preocupación, más que ladrar cuando escucho perros en la calle.

Micha, en cambio, vive en el campo y yo sé lo que es vivir en ese lugar sin humanos en forma permanente, soportando la soledad de las noches. Cuando tenga sus gatitos, solo espero que no la traigan a casa, ahí sí que no lo soportaría, me pondría muy mal…soy perro, no pienso, solo vivo el hoy hermoso que tengo. Y no deseo compartirlo.

Ah… también estoy celosa de Hanna, una perrita Instagramer que mi familia sigue todo el tiempo por el teléfono. Solo escucho elogiosos comentarios sobre ella y el humano con el que viaja constantemente por lugares maravillosos. Es famosa (mucho más que yo), ya que el mundo está dominado hoy por los videos y fotos que se ven desde cualquier lado del planeta que encuentres, por la magia de los celulares; los libros no llegan tan lejos… y mi adorada mami no es una escritora

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famosa para que sus libros lleguen a muchos lectores. Ella cuenta sus historias a través de la palabra escrita, no podría hacerlo de otra manera… y yo llegué a este hogar para cuidarlas, mi misión no es hacerme famosa, como la de Hanna, o Hannita como le dice su humano, que, según él, encontró su alma gemela en forma de perro.

O ese otro perro “estatua” que vive en el campo: “Preguntale”, (vaya nombre raro), mami dice que es un perro actor. Maneja camioneta, tractor, anda a caballo y hace varias gracias más, se deja tomar fotos como un señorito y eso les agrada a todos. Pues a mí, no me gusta, me da muchos celos que hablen siempre de él; del perro Tiktoker Preguntale.

Y bueno, tal vez, algún día, Roo decida viajar conmigo y me vuelva instagramer o youtuber y reciba todo tipo de elogios de los seguidores. Pero a Roo no le atrae ese mundo, en cambio mami se lo pasa sacando fotos, si ella hubiera crecido en esta época, tal vez, hubiera sido diferente, ahora ya no quiere cambiar la escritura por las imágenes. Igual, a mí no me gusta mucho que me saquen fotos o me hagan videos, yo soy feliz así, esta es mi misión, para

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lo que me envió Brisa; como lo es la de Hanna: acompañar a su humano por los caminos del mundo. Hermosa misión, pero… ¡qué agotador!

Ahora que lo pienso, tal vez mami debiera cambiar el nombre de mi libro: viendo lo viajera que es Hanna, su próximo libro no debería llamarlo: LUNA VIAJERA II. Pues: ¿Volveremos a viajar algún día?

Por ahora, mami escribe “mi diario de recuerdos” y seguramente, sueña con aventuras Nuevas.

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Micha sigue sin parir aún, y yo cada vez la celo más. Estábamos con Tito tomando mate en el campo y Micha siempre acaparando la atención, la saqué del medio con tan mala suerte que choqué la mesita de arrime y se cayó el termo rosa de mami, se hizo añicos y tuve que soportar una merecida reprimenda.

Quedé mal, mucho peor de lo que ya estaba, ya que el día anterior estuvieron mis tíos y la energía de tía era tan depresiva que en lugar de solicitar mimos como hago siempre cuando alguien llega… me retiré para no molestarla, pero absorbí esa energía negativa y después me sentí mal el resto del día. Cuando Roo decidió ir al campo no tenía tantas ganas como otras veces, pero supe que era mi misión acompañarlas para que pasaran un rato agradable allá con los animalitos que ellas adoran, aunque a mí no me guste tanto.

Micha estaba tranquila, no sé lo que me pasó para correrla del medio. Celos que no puedo controlar cuando mis humanas le dan atención a otro animalito que no soy yo. Brisa… tú que me enviaste,

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podrás perdonarme, me comporté muy mal, ahora sigo triste y arrepentida. Ellas ya me han perdonado, pero yo sigo mal.

¿Me estaré poniendo vieja?

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Pasaron varios días, días de primavera seca, con mucho viento y polvo volando, además de lo que se desprende de los árboles recién brotados. Y bastante calor, inusual para octubre en un clima templado. Todo está cambiando y nosotros (los animales) lo sabemos… los humanos parecen comenzar a tomar conciencia de lo que está pasando, pero los cambios para ellos son lentos, van corriendo siempre detrás, son seres tristes que cargan con un peso cada vez mayor desde los inicios de su vida en la Tierra.

En medio de todo esto, no hemos salido a pasear, Roo me bañó y como siempre me enojé mucho con ella, aunque ya debiera aceptarlo.

Me enojé mucho más cuando una tarde ventosa (como casi todas), partieron sin mí. Por las cosas que llevaban, supuse iban al campo. Seguro que me dejaron para que cuidara la casa, o porque estoy limpia y no quieren que me ensucie.

Cuando regresaron escuché que estaban preocupadas, parece que Micha había desaparecido, Tito y su amigo la buscaron todos estos días, pero no la encontraron; pero sí, un gatito muerto en

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el lugar que ella había elegido (tras la casilla) para armar el nido. Tito supone que puede haberlo matado un zorro y que si tuvo más crías se las llevó a otro lado, desde entonces creen que no ha vuelto. Aún hoy, después de varios días mis humanas piensan que en cualquier momento vuelve, cuando crezcan los gatitos o se le pase el miedo. Ojalá sea así, porque no es bueno que desaparezca como Moronguito, el que no volvió más.

Ahora se vino el frío nuevamente, el viento sigue, no llueve y la vida de mi familia es triste, yo lo noto en la energía que las rodea y que me transmiten. No sé cuándo volveremos al campo, sí sé que extrañaré a Micha, me dolerá su ausencia, es un ser inocente y puro que fue mamá y perdió a su cría porque algún animal la atacó. No me gustaría pasar por eso. Cuando viví en el campo me acostumbré a la visita del zorro que merodeaba por allí, pero ya lo consideraba un amigo, nunca intentó hacerme daño, pero claro: yo podía defenderme, ¿Micha habrá defendido a su cría?, ¡pobrecita!

Espero que vuelva, esperamos que esté bien donde se haya refugiado. No es fácil la vida de los animales que no tenemos familia, una vez más,

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siento que puedo ser feliz en mi hogar cálido donde me miman tanto, y que puedo brindar a cambio mi amor total, algo de paz y felicidad a la epidemia de humanos infelices que transitan el mundo como zombis.

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INTERMEDIO (Lahistoriade MíayVago)

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“Llega la primavera y con ella se alborotan los pájaros. En el patio de mi casa es canto, es sol, es viento, es lluvia, es renacer…es callar para escuchar, es la quietud de las sombras y el verde de las plantas, los colores de las flores… la vida que intenta seguir siendo en el planeta que la cobija. El cielo celeste puro del próximo verano es la invitación al misterio para hacer trabajar la imaginación y comprender nuestro lugar en el cosmos infinito”.

Esas son las palabras poéticas de mamá cuando comienza a escribir una dulce y tierna historia familiar. Es la historia de Mía y Vago, dos palomitas jóvenes (al menos Mía, según dice mamá) que eligieron un árbol del jardín para hacer el nido. Desde ese momento, vivió pendiente del desarrollo de los acontecimientos; al principio me sentí desplazada en el afecto por ambas… pero con el transcurrir de los días, empecé a aceptar que teníamos huéspedes en casa. Gracias a Dios, no interfieren mucho conmigo, les doy el espacio para que prosperen, son seres vivos que merecen tener una buena vida. Así que aquí prefiero interrumpir mi diario y dejarle el lugar a mamá escritora para que

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cuente tan bella historia familiar, ya que no podemos seguir viajando… al menos, por ahora, que está por llegar el verano.

Yo, como siempre, acompaño desde mi trono, ya completamente adaptada a mi pequeña familia querida.

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Mía y Vago

A fines del mes de octubre, llegaron a mi patio del frente (aclaro esto, porque en el patio de atrás hay más), una parejita de palomas Torcacitas jóvenes. Es una especie de paloma nativa de América del Sur.

Una más pequeñita, con ojitos dulces y vivarachos, le puse de nombre Mía. Y luego, pude distinguir al macho, más robusto y de un color algo más oscuro que el grisáceo común de estas aves, al que le puse Vago, luego contaré el por qué. A los pocos días observé a Mía en un nidito bien armado en una rama de la Rosa China, donde también hay un jazmín enredadera. Me pareció entonces un lugar un poco expuesto y pensé:

“Mía es joven e inexperta, seguro será la primera puesta”. “Espero que todo vaya bien”.

Los días aún eran algo fríos, y me atrapó desde el inicio la vida de estos tortolitos. Así que llevé un diario de sus actividades. En ello estoy anotando todo lo que observo y he llegado a tomarles un gran cariño; siempre me gustó observar a los animales en su hábitat, algo que hice cuando era joven y toda vez que se presentaba una

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oportunidad, esa que ahora tenía en mi propio patio. Tuve que instruir a Luna para que no las aleje cuando bajan a comer. Porque ella cuida de su territorio, no soporta ni un pájaro, sapo, mosca… nada en casa. Y tenía miedo que si algún pichón se caía del nido lo matara. Roo me ayudó en eso, acostumbrar a Luna a la presencia de las tiernas palomitas y no interferir. Al día de hoy lo hemos logrado, y ya llevamos más de 1 mes con muchas novedades, que pasaré a narrar a continuación.

Este es recién el comienzo, de lo que creo será un largo y caliente verano. Mi familia interespecies espera (Roo y Luna) que la parejita y su familia no se vayan más.

Espero les agrade conocer un poquito de la vida de Mía y Vago mientras esperamos que se den las condiciones para un nuevo viaje con Luna.

Aquí va.

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Al poco tiempo de tener armado el nidito, empezó la puesta. Roo y yo estábamos atentas a todo movimiento. Al principio no podía distinguir cuando estaba Mía, y cuando estaba Vago en el nido. Con el tiempo los fuimos identificando, sabemos que son parejas que se forman para toda la vida y que usan el mismo nido siempre.

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Mía cerca del nido

A los pocos días, en un momento que el nido quedó solo, pude distinguir 2 huevitos. En cuanto al tiempo de incubación, no estoy tan segura porque al ser tan pequeños los polluelos, no los podía ver. Pero le calculé más o menos 18, 19 días. A principios de noviembre, una noche muy fría con un gran temporal de viento, temí por los huevitos, o los pichoncitos.

Al observar que Mía abandonaba más tiempo el nido, me acerqué a ver y pude descubrir con gran emoción la cabecita de uno de ellos (el del frente), sospechando que era el único. Son muy feúchos al principio, y no ven. Vago, siempre era el que menos estaba, por eso el nombre, pero luego fue dedicándole más tiempo a la crianza. Al pequeñín le puse de nombre Pico. Hasta que unos días después descubrí al otro, más pequeñito y del lado del tapial, a ese le puse Plumita.

A los 8 o 10 días Pico estaba muy crecido e independiente y como no lo vi en el nido temí lo peor. Sin embargo, no había señales de pelea o algo raro… me intrigó mucho. Solo se había alejado un poco del nido, a una rama cercana y como se camuflan muy bien no lo había visto. Los padres solo se

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alternan para traerles comida, luego desaparecen. Aunque siempre andan cerca, tienen agua fresca y semillitas que le ponemos para que se alimenten. Plumita, más pequeña, no sale del nido, sin embargo, al otro día, ya los encuentro a los dos hermanos fuera del nido, juntitos en una ramita cercana. Miran con gran curiosidad mi presencia, pero no se asustan. Veo que, en cualquier momento, querrán explorar más lejos y me preocupa, porque no están preparados para volar aún, si bien he visto a Pico ejercitando sus alitas con movimientos de aleteo breves.

Por la tarde, ese mismo día (día 11), salieron los dos nuevamente pero pronto Plumita volvió al nido y Pico se quedó cerca para vigilar. Es muy dulce y gracioso.

Al rato regreso, y están juntos en el nido. Los padres no aparecen… preocupada, vuelvo para observarlos y no veo a Pico, busco por todos lados y nada…

Al otro día, cuando amanece, vuelvo a observar, y Plumita está sola en el nido. ¿Qué pasó? Ya perdí la cuenta, pero deben hacer 12 días que nacieron.

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Sorpresa… a la mañana siguiente ¡apareció Pico!

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Pico y Plumita, los hermanitos

Al otro día estaban juntos, ¿dónde?, detrás de un enrejado de metal que hay en la pared para que se enrede el jazmín, donde se acumulan hojas secas, por lo tanto, al estar tan bien camuflados me costó verlos. Esa noche hizo mucho frío.

La noche anterior cuando no veía a Pico, seguro que se había ido solo tras la reja, por eso en la mañana, al verlos juntos, fue una hermosa sorpresa y un alivio, estaban bien.

La siguiente noche ya estaban los dos juntos en ese lugar, con mayor autonomía para desplazarse se refugiaron del frío y el viento en ese agradable y escondido espacio.

Las semillitas que les pongo en el patio ya no estaban, seguro, los padres llegan, comen y les dan a sus polluelos. No se quedan quietos, y en la tarde ya desaparecieron los 2. No los veía por ningún lado. ¡No podrían volar a los 13/14 días! Si es así, qué crías más precoces. Los padres aparecieron a comer las semillas, siempre mansitos. ¿Dónde los han llevado? Intriga que se resolverá pronto.

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A la mañana siguiente, los padres volvieron a comer las semillas, revisé la zona y los vi… muy felices en la planta que da a la calle. Cómo llegaron allí es un misterio, ¿caminando por las ramas, aleteando? Tal vez, ya vuelan trechos cortos, seguro que eso pasó ayer cuando no los encontraba. Por ahora, es un misterio.

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El misterio se reveló al fin, durante la mañana de un día hermoso del mes de noviembre, cuando me encontraba sentada en el patio, observando y disfrutando del sol.

Mía y Vago estaban sobre el techo alto que da a la calle, como mirando todo, acicalándose el plumaje, felices…mientras sus crías muy vivarachas permanecían tomando sol en la rama de Rosa China del tapial que da a la calle.

Comenté en el diario:

Me descuido un instante y ya no los veo.

De repente, observo que una cría que seguro es Plumita (más pequeña) estaba como revoloteando sobre el lomo de uno de los padres (¿Vago?), y el otro: Pico, ya volaba a su lado. Así llegaron a una rama del inmenso Palo Borracho que hay en la vereda y ahí se quedaron solitos. Los padres se fueron más lejos. Sin duda, están aprendiendo.

Más tarde vuelvo al patio para ver dónde se encuentran. La parejita feliz estaba posada sobre unos de los cables que cruzan por la vereda, en ese lugar se acercaban los pequeños a pedir comida,

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haciendo equilibrio sobre el cable y aleteando. Plumita, siempre la más lenta, pues Pico se le adelantaba. Después de ese tierno momento, los niños se fueron corriendo por el cable hasta llegar al Palo Borracho y se treparon a una rama alta, donde se quedaron quietos, a la sombrita. Se ven independientes, felices, adquiriendo autonomía. Sin alimentarse solos aún, pero desplegando y usando sus alas cada día un poquito más.

El éxito de estos padres primerizos por haber sacado adelante a sus primeros hijos, lo siento como un mensaje muy positivo, un buen augurio para la energía de la casa y la posibilidad de conectarme con la naturaleza nuevamente, ya que la vida no me da tantas oportunidades de hacerlo como cuando era joven. Es volver a ella, y tenerla frente a mis ojos, en mi casa. Conectándome con el cosmos y otras formas de vida me siento libre y feliz, más allá de las tragedias que el mundo presenta día a día. Y aferrarme a eso, para seguir encontrándole sentido a la vida.

Una lección que todos debemos aprender si deseamos la felicidad verdadera.

El día 15, la familia se ha consolidado en mi patio. Ahí duermen, comen, pasan el día de planta

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en planta, pero sin duda prefieren la grande de la vereda. Los pichones vuelan bien y cada día se animan a más.

Han dejado de alimentarlos, se arreglan solos, un día vi como Mía se sacaba de encima a Pico que pedía comida insistentemente. Son buenos padres, solo un poco acelerados, porque Mía suele volver al nido y se queda un ratito.

Por su actitud, y porque días antes los vi muy acaramelados, sé que pronto habrá una nueva puesta. ¡Y aún, las primeras crías están aprendiendo!

Mía y Vago en la ventanita del patio

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Estas son mis anotaciones:

El día 16 de noviembre, Mia amaneció en el nido. Tal vez comenzó con la nueva puesta… sus hijitos ya no se ven por el patio.

El día 17 vuelvo a ver a Mía en el nido, ayer, había desaparecido el resto del día, las crías no andan cerca, ni siquiera en el Palo Borracho.

El día 18 pareciera que empiezan a quedarse más tiempo en el nido. Hay un vendaval, mucho viento y frío, ellos siguen en el nido que resiste.

El día 21 siguen igual, en el nido.

El día 26 amanece el nido vacío.

Trato de mirar si están los huevitos, pero no se ve nada desde abajo.

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A la tarde pude descubrir el problema. Llegó Mía a limpiar el nido y cayó un huevito que se rompió, seguramente había uno solo y no prosperó, por lo tanto, abandonaron la incubación. Es algo que sin duda puede pasar. Vago andaba cerca y al rato comenzó el cortejo una vez más. Aceptando el fracaso de su segunda puesta. En eso aparecen los primeros pichones, ya con el tamaño casi de los adultos (han de tener unos 30 días). Vago los corrió y se fueron al Palo Borracho.

Al rato, la parejita bajó al patio para comer las semillitas que les volví a poner. No tienen miedo, aun estando Luna dando vueltas por ahí. Ya se acostumbraron y forman parte de nuestra familia.

El día 28/11 siguen visitando el patio, pero sin novedades importantes. Sin embargo, cerca del mediodía lo vi a Vago por la zona, expectante. Luego descubrí que Mía estaba en el nido. Al rato se le unió su pareja y comenzaron unos ritos extraños con movimientos de alas.

El día 29 observo que Mía entra y sale del nido. No entiendo qué hace.

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El día 30, observo que amaneció uno de ellos en el nido, podría haber empezado la tercera puesta.

Por la noche ocurrió una tormenta fuerte con lluvia torrencial, cuando fui a ver por la mañana del día 1 de diciembre no había nadie en el nido. Tuvieron que abandonarlo y cuando observo bien, veo a los dos debajo del techito de una ventana que está al costado del nido. ¡Pobrecitos!

El día 2 se la pasaron corriendo a otra paloma que quería robarles el nido, tal vez podría ser algunos de los hijos grandes. No lo tengo claro. Lo mismo pasó el día 3… y el día 4, cuando vi a Vago peleando con la otra palomita en el mismo nido. Y luego permanece todo el tiempo vigilando desde el techo, no habrá nueva puesta hasta que no se solucione ese problema del intruso, que no puedo deducir quién es.

La disputa continúa al otro día, pero con una paloma más grande que ellos. Muy persistente en su intento de adueñarse del nido. Vago pasaba de un techito a otro para vigilar, la robusta bajaba al patio y se acercaba para espiar desde abajo cuando Vago estaba custodiando el nido. De repente,

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volaba y lo sorprendía por detrás. Ahí se trenzaban en lucha hasta que Vago la corría. La robusta volvía abajo… y otra vez a empezar. O la perseguía más lejos y volvía al nido… no por mucho tiempo, porque otra vez tenía a la robusta encima.

Entonces, cansada de ese jueguito, largué a Luna, quien ladró con ímpetu y asustó a ambos. Se fueron al techo y esperaron que Luna entrara para continuar con la disputa.

A la tarde volvió la calma, Vago desapareció y me acerqué al nido: ¡estaba Mía! Sin duda defendió muy bien su nido para su amada pareja.

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La noche fue de lluvia y cuando amaneció fui hasta el nido, estaba Mía todavía y estuvo sin moverse todo el día. Anoté: 6/12, es el día que comienza la incubación de los “supuestos” huevitos. Hay que seguir verificando. Por ahora, hay paz.

7/12: Todo tranquilo, con Mía en el nido… hasta que a la tarde llegaron Plumita y Pico.

Pico quiso entrar en el nido, pero Mía, atenta, lo espantó. En cambio, la dulce Plumita se mantuvo sobre la saliente de la ventanita del costado, indiferente a lo que hacía su hermano.

8/12: Sigue Mía en el nido. Un día bellísimo, día de la Virgen, de una primavera veraniega, fue un día de tranquilidad para la parejita.

9/12: Por la mañana estuve mirando desde la ventana del comedor.

Llegó el robusto visitante, bajando al patio. Esperaba algún descuido de Vago que vigilaba cerca y luego trataba de quedarse con el nido donde Mía empollaba. Vago lo ahuyentaba, pero el insistente volvía. Y así por un largo rato, me cansaron. Luego

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de un tiempo el grandote partió sin lograr su propósito. ¡Bien Vago!

Más tarde regresó la pareja de palomas grandes porque Vago no andaba por la zona. Uno de ellos se mandó al nido para molestar a Mía. Ella reaccionó rápido y sin descuidar los huevos lo sacó y ambos pendencieros se fueron juntos para no volver. ¡Bravo Mía!

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Durante los tres días siguientes todo siguió sin cambios, con tranquilidad, Mía y Vago alternándose en el nido, hasta que todo cambió…

El día 16 (día de mi cumpleaños), fui temprano para ver el nido y no había nadie, no distinguí pichones ni huevos. Pensé que sería momentáneo y volvería alguien en el transcurso de la mañana… pero eso no ocurrió y durante la calurosa tarde tampoco.

Por la noche se vino un temporal bastante intenso, a la mañana acudí al nido y seguía vacío, aunque intacto.

Cuando estuve un rato afuera por la mañana llegó Vago, anduvo por el techo, la ventanita y el árbol del nido. Subía y bajaba al nido, no hacía nada especial, pero por lo menos volvió al lugar.

Así pasó ese día, y el siguiente…sin duda, otra puesta fallida, como seguirá todo de aquí en más no lo sé. Pero solo salieron airosos de la primera puesta, luego han tenido muchos problemas… el problema de esta que ya llevaba 10 días de

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incubación aun no puedo saberlo, espero tener alguna nueva información pronto.2

2 La parejita no volvió a poner huevos, si bien siempre andan rondando por el patio y la vereda; la planta creció mucho y tapó al nido, que con el tiempo se desarmó.

Ellos regresan casi siempre, los distingo en el cable o en el tapialito. Pero, llegó el otoño y muy esporádicamente aparecen en la vereda, y se posan en el cable.

En la próxima primavera, casi seguro, regresarán y rearmarán el nido. Mientras… Luna sigue su “diario de recuerdos”.

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PARTE 2

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Del diario de recuerdos de Luna 1

Los días pasan sin muchas novedades, mi familia está inactiva, sé que la depresión está afectándolas, porque yo estoy muy cansada de recibir las energías negativas de la casa, me agotan… pero también sé, porque tenemos un sentido especial para detectar los cambios, que la mala racha pasará y que tanto mamá como Roo, volverán a ser felices, mientras… hago el trabajo para el que fui “enviada” por Brisa, (el ángel guardián de esta pequeña familia de humanas a la que me he sumado con placer).

Por ahora, las familias de palomas no nos visitan mucho, de vez en cuando aparecen en el cable o en el palo borracho y luego desaparecen, ahora… por lo que escucho de mamá, parece que vienen a rondar el nido, tal vez, comiencen con una nueva puesta, ya que comienza un nuevo año.

Aprovecho que hoy: día 1° de enero (año nuevo), mamá tiene mejor ánimo para escribir, así les cuento una historia del último día que fuimos al campo.

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El camino con una tierra finita que parece harina y cubre la visual, máquinas averiadas que apenas dejaban un pequeño paso para continuar, Roo se esmeró en pasar sin rozar el montículo del canal, guiada por los señores que estaban arreglando la máquina.

Luego, vino una invasión de mosquitos que entró en el auto cuando mami abrió la puerta para salir a abrir la tranquera. El sol fuerte, el calor de la tarde… la humedad en el pasto que después del comienzo de las lluvias se ve verde y crecido, los altos eucaliptus sonando con el soplo del viento… un caos. Allí… donde están “mis” abuelos humanos.

Llegamos al medio de “El camino de los sueños”, tal el nombre que le puso mamá… y estaba la tranquera con el boyero conectado para que los animales (que se encontraban al fondo del lote), no pasaran hacia el otro lado cuando circulan para tomar agua de los bebederos. Todo bien… mami se baja nuevamente, y entran más mosquitos, guau, guau; pero el cable estaba tan tirante que no pudo desengancharlo, llamó a Roo, y Roo tampoco pudo. Esperamos un rato para ver si Tito (que estaba al

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fondo) nos veía… pero nada, seguro estaba tras la casilla, de donde salía humo para espantar mosquitos.

Entonces decidimos pegar la vuelta y volver a la entrada donde están los eucaliptus y tomar mate. No pudimos bajar del auto por los mosquitos, y ahí estuvimos un rato largo, mientras ellas tomaban mate, a mí me daban agua, pero yo, la verdad, me estaba muriendo de calor en el encierro.

Mami pareció leer mi pensamiento y me bajó para caminar un poco, mientras se espantaba los mosquitos. Yo caminé con ella, pero no me gustó que Roo no viniera con nosotras y volví enseguida al auto. En eso estábamos cuando vimos venir la camioneta de Tito. ¡Al fin nos vio!

Mamá se bajó para hablar con él y dimos la vuelta para seguirlo hacia la casa donde pudimos disfrutar de un lugar sin mosquitos, charlar y juntar higos maduros, además de algo de la huerta que hace Tito. Después caminamos un poco, pero en el camino hay yuyos y salen los mosquitos, las humanas no los soportan, yo más o menos, porque tengo mucho pelo, guau, guau.

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Al atardecer partimos todos, me cansé bastante porque hacía mucho que no salíamos a pasear. Fue una tarde llena de aventuras, para mi colección…

Al poco tiempo Roo me bañó y llevó a lavar el auto que se veía blanco (es negro, guauguau), de tanta tierra. ¿Y qué significa eso? Significa que no saldremos al campo y que no me subirán al auto limpio por un tiempo. Paciencia, así es por ahora mi vida, hasta que llegue el día en que vuelva… ¡LUNA VIAJERA!

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Del diario de recuerdos de Luna 2

La historia de Mía y Vago no sigue porque mamá la abandonó. ¿Por qué?, se preguntarán… bueno, les voy a contar.

Ellos siempre regresaban en el verano a la planta, pero no permanecían mucho rato. Con el transcurrir del tiempo, la planta fue creciendo mucho y ocultó el nidito. Así que, mamá supone que eso les impide anidar allí, y como las palomas no son de abandonar el nido inicial… pues, decidieron no poner más huevos. No se ven pichones cerca, así que sin dudas no han tenido más hijos.

Ahora estamos a finales del verano, vienen esporádicamente, nos visitan, pero no mucho más… Hablando del verano: ha sido largo y aburrido, porque casi no salí a pasear, mi familia humana se encontraba en situación de letargo. Y yo… tirada todo el día y dando vueltas en la noche, cuando hacía calor. Pienso en la vida tan movida y entretenida de Hanna (la perra instagramer) y me consuelo pensando que mi vida es sumamente

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tranquila y relajada, es la misión que tengo: permanecer al lado de Roo y mami; y eso hago día y noche.

Marzo es un mes amigable, y comenzamos a salir bastante: al campo, al bosque de FINN.

Pero FINN sigue sin estar ahí, tampoco pude encontrar a su hermana FIDA ¿qué será de ellos? Tal vez, FIDA, se trasladó al bosque de la isla lejana que me contó cuando hablé con ella, para ver a FINN… oh, deseo tanto hablar con él. ¿Vendrá pronto por acá?

Igual, me gustó mucho el paseo de ese atardecer silencioso cuando solas disfrutamos de un paseo algo tenebroso: el bosque, en ciertas zonas es oscuro y algún rayo de sol, apenas penetra, jugando con las sombras cuando la luz del atardecer anuncia la noche.

¿Bueno… es un bosque mágico, o no? Recordarán todo lo que conté en el libro LUNA VIAJERA. Espero que sí.

En el campo hay nuevos habitantes: el lagarto Juancho y sus hermanos. Por ahora son chicos, pero crecerán… Tito vio al padre o la madre, y dice que es inmenso. Ohhhhh! ¡qué miedo! Cada vez que veo alguno de los pequeños, trato de acercarme, no me

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gustan, pero todos me advierten que no lo haga, la mordedura del lagarto es muy fuerte y duele mucho. Son rapidísimos, cuando se asustan, corren y se esconden enseguida. A mamá le gustan mucho (todo animal parece que le atrae, me da muchísimo celo). Que son útiles, que forman parte del ecosistema y que las manchitas, la cola larga, sus ojitos…

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Crías de lagarto

Guau, guau, guau, me cansa. Roo, en cambio, no los quiere, les tiene miedo y no le agrada el aspecto que tienen. Sea como sea, ahí están, ahí viven y no me agrada que hayan ocupado “mi lugar”, donde llegué un día para acompañar a esta familia.

Desde entonces, las mascotas hemos ganado un lugar preponderante en casi todas las familias de humanos. Historias, como mi historia escrita por mami; en estos tiempos, otras familias de humanos y perros (o gatos), o cualquier animal que existe… las desarrollan en las Redes sociales. Son los llamados “perros” Influencers que pronto se vuelven famosos, eso es bueno, supongo… son perros muy fotografiables… como “Preguntale” en cambio a mí, no me agradan las fotos. Y me ofusco cada vez que mami (porque es ella la que más saca fotos) me acosa con ese aparato que llaman celular. Pero eso sí: soy paciente, y aunque cansada, si no puedo eludir la cámara, me relajo y la dejo hacer. Pronto entrará el otoño, estación amada por mamá. Me pregunto: ¿viajaremos pronto?

Ojalá que sí.

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Quisiera ayudar a mamá escritora, a terminar mi tercer libro. ¡Qué emoción!

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Del diario de recuerdos de Luna 3

Al poco tiempo, cambió el clima en casa. Mis humanas se veían ansiosas, con una energía a tope, por lo tanto, supuse que algo estaría por pasar. Y ese algo ¡sería volver a viajar!

Me di cuenta cuando llevaron a lavar el auto, Roo me bañó y comenzó a juntar todas mis cosas… y lo más importante: no subí más al auto y tampoco salieron ellas al campo con el auto limpio. Pasaron varios días desde ese momento y yo cada vez me ponía más inquieta; copiando a mamá que ya tenía dos bolsos preparados y todos los días sacaba y/o ponía ropa, según se comportara el tiempo: calor, frío, anuncio de lluvias… un montón de ansiedad acumulando lentamente en su mente. Y yo, absorbiendo esa mala energía; lloraba, reía, y volvía a llorar. Entraba en momentos de crisis y otros de calma, ¡qué difícil contenerla! Roo también, pero en menor medida que mami. Así pasaron… tal vez 5 o 6 días de preparación en los que pensé que una de las dos colapsaría. Y yo…

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esperando el momento en silencio, saliendo solo un rato a la vereda.

Querida Brisa: no es fácil la misión que me encomendaste; cuidar y acompañar a esta pequeña familia me consume muchas energías, pero recibo tanto amor de ellas que no puedo claudicar en mi tarea.

Estaban haciendo días hermosos de otoño, soleados y cálidos, y el día 0 no fue diferente, sonó el despertador y mami comenzó a ordenar su cama, preparar las últimas cosas, cambiarse y desayunar; mientras Roo, también se alistaba para luego ponerme el arnés.

Cargaron las cosas en el auto y salimos en el horario previsto a la ruta.

¿Dónde iríamos esta vez? Seguro que cerca, eso sí lo intuía… el lugar, aún no. Aquí los dejo con mi nuevo diario de viajes.

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De su diario de viaje

El sol comenzaba a alumbrar los campos con sus tibios rayos cuando partimos. Roo al volante, tomó la ruta hacia el sur, pasamos por la entrada al bosque de FINN, donde él ya no está (tampoco su hermana FIDA). Y continuamos sin parar un trecho bastante largo, más largo que el trayecto del último viaje. Me puse bastante inquieta, ¿cuándo pararían para que pudiese estirar las patitas y tomar algo de agua? El sol pegaba fuerte y yo, como siempre, iba de una ventanilla a la otra.

Hasta que al fin se detuvieron, reconocí el lugar donde en otros viajes nos detuvimos, entonces me tranquilicé, iríamos a casa donde nos esperaban Mora y la ladradora Rita. Y bueno, allí yo ya me hacía respetar y me encantaba el lugar… así que dejé de gemir y me dediqué a olisquear por los alrededores, siempre sostenida por la correa, pues ya estoy acostumbrada a que en los viajes no puedo andar sola, suelta y sin vigilancia.

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DÍA0
132 // Etel Carpi Luna vuelve a viajar

Después de un ratito, mami se sentó al volante y partimos. A poco de andar, me doy cuenta que el camino era diferente, no íbamos a casa de Mora y Rita… esa ruta no la conocía… ¿dónde terminaríamos entonces?, me inquieté nuevamente.

Se hacía largo el viaje, el sol ya estaba alto y quemaba bastante, hacía calor. Mami y Roo parecían tranquilas, llegamos a una nueva parada donde descansamos un ratito y seguimos. Había bastante movimiento en la ruta, si bien ya estaba cansada, me entretenía bastante mirando los campos con sembrados y animales.

Pasado el mediodía volvimos a parar, y Roo pasó al volante. Mami ya estaba bastante ansiosa, quería llegar, enseguida me doy cuenta cuando cambia su energía. “Yo también quiero llegar” -pensé- “donde sea, no importa, pero quiero llegar”. Hasta que después de un rato, arribamos a un lugar de tráfico caótico, con muchos cruces y rotondas. Un lugar diferente que no me gustó nada, mucho movimiento… mami estaba muy estresada y Roo seguía sus indicaciones. En la tercera o cuarta rotonda, paramos para distendernos un poco y descansar. Mami preguntó algo a un camionero

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(supongo sobre el lugar donde teníamos que llegar) y seguimos.

Pasamos dos rotondas y un cruce más… mami hablaba de una rotonda grande donde cambiaríamos de ruta. En ese punto la ruta cada vez se ponía más linda, con mucho verde, árboles, lomas y cerros, subidas y bajadas. Bastante tráfico, y gente apurada que fastidiaba a mi hermanita Roo. La tarde transcurría soleada y cálida. Mami dudó, dijo algo a Roo y ella se detuvo en un bello lugar donde había algunos autos estacionados, para eso había que subir por un caminito bastante empinado: “El Holandés”, decía un gran letrero con letras grabadas en el frente.

Allí Roo, estacionó como pudo y mami bajó y entró en el negocio (que según escuché, era de venta de quesos y salames); lugar al cual volvimos varias veces en los próximos días.

Cuando regresó, comentó que faltaba 1 kilómetro más o menos para la famosa rotonda grande, y de ahí ya estaríamos en nuestro destino.

Fue en ese momento que Roo entró en crisis, y pidió a mami que la dejara un momento sola, tenía que salir de ese lugar donde había estacionado en

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bajada, y temía que el auto se le fuese para adelante al hacer marcha atrás. Mami la alentaba, o le pedía que la dejara a ella, pero Roo estaba empecinada, tenía que hacerlo sola, era un nuevo aprendizaje para ella.

Mami, sin muchas ganas, se alejó, se puso en el frente, abajo, donde había unas mesitas con banquitos para que los viajeros pudiesen pasar un rato tomando mate y relajarse. Yo estaba algo asustada, ¿por qué mami no subía al auto y Roo lloraba?

Por suerte, el mal momento pasó rápido y Roo salió del estacionamiento y mami subió al auto, volvió la calma y cambiaron las energías.

En un ratito, ya estábamos entrando a un lugar hermoso que seguro sería nuestro hogar por unos días.

Cerros, campos, mucho verde, árboles y soledad. Nos recibió una señora amable con la que Roo y mami estuvieron conversando un rato, mientras yo me tiré en el piso agotada de un viaje difícil y largo. Aunque no mucho más que los anteriores, pero por el estado mental de mi familia, así me pareció entonces.

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La señora nos presentó a PANCHO, uno de los perros del lugar que no paraba de acosarme, con el tiempo aprendió que no me interesaba y entonces solo se quedaba delante de la puerta de la cabaña día y noche. ¡Qué plomo!

Ordenando el hogar temporario, se pasó la tarde y llegó la hora de la puesta de sol. Un poema, lo disfrutamos las tres, tomando mate en la galería, al frente un campo con soja, un espacio de pastos visitados por muchos pájaros, unos hermosos cerros como dibujados y el sol escondiéndose atrás de ellos. ¡Qué bello todo!, la vi tan feliz a mami que yo también lo fui. PANCHO seguía con nosotras, pero si se acercaba mucho a ellas, yo le gruñía, así que empecé a marcar todo el territorio (que era grande), pues quien sabe cuántos días pasaríamos allí, y las aventuras que nos esperarían.

Me gustó mucho el lugar, pero estaba tan cansada que me quedé dormida temprano.

El silencio de la noche es total, la soledad, la belleza del cielo estrellado, por ahora estamos solas, hay dos cabañas más vacías y una gran casa (más alejada) donde viven los dueños. Un pequeño paraíso en un paraje rural de campos y sierras.

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¡Soy

feliz, porque mami también lo es, al fin su mente encuentra la paz buscada y su alma se calma y disfruta!

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Luna con Pancho

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DÍA1

(Gardey, su aniversario 111)

Mami no está bien, Roo tampoco. Tienen las emociones revueltas y no pueden ser felices a pesar de que estamos en un lugar de naturaleza, de luz, de paz, de silencios y soledad. Es difícil la comunicación interespecies en esta familia, por estos días, demasiada ansiedad dando vueltas. Es fácil familia: sean libres como nosotros que no pretendemos ser más de lo que somos, vivir el momento tal cual se nos brinda, sin demasiadas vueltas, vivir el día a día, el AHORA. Les mando tantos mensajes sublimes que no captan, y eso es porque están con la mente permanentemente ocupada con cosas que no las dejan vivir en paz. Me agobia esa energía, pero soy parte de esta familia, aquí me enviaron y cumplo mi parte. Mami, mírame, en mis ojos verás la verdad que tienes dentro desde siempre y que has perdido… conéctate con este entorno dulce, sus seres vivos amigables, con el silencio que te nutre el alma y volverás a equilibrar tu interior. Roo… no dejes que el caos de tu mente te invada, relájate y vive este hermoso día soleado que tienes por delante.

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La Espera…

Por primera vez, salieron y me dejaron adentro, por el gran ventanal podía observar el afuera, donde Pancho hacía guardia en la puerta, no sé si para cuidarme o para esperar mi salida. Me inquieté un poco… solo un poco, ya otras veces he

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quedado sola, aunque en el patio, esta vez, estoy dentro de la cabaña y algo me inquieta.

Regresaron pronto, con bolsas repletas de cosas, sin duda fueron de compras a la ciudad por la ruta caótica de ayer. Me permitieron salir a disfrutar del amplio entorno de césped inmaculado, esta hermosa mañana tibia y cultivada de pájaros cantores.

A lo lejos madura la soja, al pie de cerros bajos, y deambulan las vacas en un buen pastizal, me recuerdan a las vacas del campo donde un día de verano, llegué para quedarme sin saber bien por qué razón. Claro, luego descubrí el mensaje de Brisa, yo era “la enviada”. Pancho me persigue, no se cansa de mendigar un poco de atención, pobre Pancho, es también un perro que llegó aquí y se quedó para siempre; hay dos perros más, pero los tienen encerrados porque no son muy amigables.

Almorzamos y después de un intercambio de opiniones, decidieron salir con el plan de tomar mate a la orilla de un arroyo, en un pueblito turístico llamado Gardey.

Cuando ingresamos a la ruta panorámica había un gran movimiento de autos, sin camiones por ser domingo, aunque se nota que comenzó la cosecha en esta zona, aprovechando el buen

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tiempo. El pronóstico anuncia días del mal tiempo para el fin de semana, según entendí que comentaba mami ya desde ayer, un poco alterada. El trayecto fue largo para mi gusto, hacía mucho calor, el sol pegaba fuerte obligándome a jadear, pues la vida aquí es como la de cualquier lugar cuando los domingos la gente sale a pasear.

Cuando desviamos por la entrada a Gardey, muchos autos también lo hacían, y otros salían. Cuál era la razón de tanto movimiento, lo supimos después: se festejaba el 111 aniversario de la fundación del pueblo; por lo tanto, no entraba un auto más, dimos vueltas y vueltas, casi nos perdimos, y solo veíamos gente y autos, caballos, autos antiguos, iba a tener lugar un desfile y se escuchaba que sonaba la música en algún lugar, donde solo se podía acceder a pie. Mi familia humana estaba desbordada, no entendían nada y solo querían encontrar el arroyo para descansar.

Estábamos regresando a la ruta cuando al cruzar un puente, mamá descubrió el sitio donde se bajaba hacia el arroyo, bordeado de hermosos árboles y mucho césped alto. Entramos, recorrimos lentamente, pero todo estaba ocupado… nos detuvimos al costado del río (con poca agua) y gente

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pescando, niños corriendo, perros jugando para que yo pudiese orinar y marcar territorio. Como no me dejaron suelta, no me gustó y decidí no hacer nada, había demasiada gente para mi gusto (y el de ellas también), por lo menos, así me llegó el mensaje.

No nos quedó más remedio que regresar por donde vinimos, llenas de frustración y bronca por no poder cumplir el propósito de tomar mate en un lugar tranquilo y solitario como mamá suponía era ese pueblito. Ni siquiera pudo sacar fotos, entrar al viejo almacén que se veía muy lindo, o al museo de La Malvinas que descubrió al costado de la esquina del almacén.

Mientras transitábamos la ruta de regreso a la cabaña, Roo prometió que al regreso (que sí o sí iba a ser por ahí), entraría nuevamente al pueblo para sacar las fotos.

Terminamos tomando mate en la galería de la cabaña, y esperando la puesta de sol, que en ese lugar es magnífica y se disfruta en soledad, con la dulce compañía de los animales y los árboles, recién entonces noté que una nueva energía se instalaba y fluía en armonía entre los seres vivos y el entorno natural cubriendo el atardecer con un manto de paz sublime y pura que nos envolvió a todos.

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Porque somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Somos parte del universo y el universo es parte de nosotros. Y como todas las cosas están relacionadas, si algo las afecta, todos nos sentiremos afectados de alguna manera.

Ahora… siento que hemos recuperado el equilibrio y la armonía con el entorno maravilloso que lentamente empezamos a disfrutar.

Entrada a Gardey cuando no hay gente…

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DÍA2

(paseo al parque del lago del fuerte)

Mami, como siempre desde que estoy en la familia, se levantó al aclarar para tomar mate, hacer algunos ejercicios y desayunar, luego se puso a escribir mientras yo descansaba, calentita en mi cama improvisada pero cómoda.

Aclaró lento porque el amanecer estaba muy neblinoso y húmedo, se sentía bastante frío y los cerros del frente estaban tapados por el manto de neblina.

A la media mañana, se disipó la niebla y quedó un día espléndido de sol, nada frío, calmo y dulce. De esos días que le gustan a mami. Según le escuché comentar, hoy hay un eclipse total de sol, pero solo se podrá apreciar en el hemisferio norte. Mamá escribe: “Día de extrañas sensaciones (como de puja entre dos fuerzas que buscan encontrar el punto medio). Ese punto de bienestar subjetivo percibido”… según sus palabras: “los eclipses (de cualquier tipo) llegan lento, pasan rápido y luego se van…”

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Qué lindo escribe mami, espero que escriba así también mi diario, el que le transmito telepáticamente.

Por la mañana cocinó y por la tarde, salimos a pasear, ¿cuál sería el periplo que nos esperaba en esa hermosa y tibia tarde otoñal?

Entramos por primera vez a la ciudad, fue larga la entrada, hasta que llegamos a un lugar precioso: un lago azul, rodeado de bosques, parques, senderos para paseos y por suerte, poca gente, algunos turistas que hablaban otro idioma y una familia de animalitos muy bonitos que yo nunca había visto. Estaban al costado del agua, justo donde se inicia el puente peatonal para pasar a la otra orilla. Según escuché que decía mami, son carpinchos. La verdad que bien grandes y gorditos, habitantes de ese espacio, deleitan a los humanos que visitan ese bellísimo lugar al aire libre.

Caminamos, sacamos fotos, y recorrimos un sendero por el bosque que balconea al lago, pero para mi incomodidad, no me dejaron andar libre, tenía que ir por donde iban y me llevaban, eso impidió que pudiese ser libre y feliz. Pero si lo hicieron es porque no era un lugar seguro para

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// Etel Carpi

dejarme suelta… lo acepté y seguí el camino con ellas, obediente y relajada, ¿qué otra cosa podía hacer?

Los Carpinchos del lago del fuerte

Luego nos dirigimos al puente peatonal y yo me trepé, para saludar a los carpinchos, acaparan la curiosidad de todos, me agradan, pero son indiferentes al movimiento, a las cámaras de fotos, a la risa de los niños y a la mirada de las mascotas (como yo), parecen estar completamente adaptados

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al lugar… y la gente agradece el marco que ofrecen de atracción, por lo pintoresco y la sensación de estar en un entorno agreste, aunque humanizado. Después del bonito y cansador paseo (por las subidas y bajadas del terreno algo escarpado), regresamos a nuestra cabaña y tomamos mate mientras esperamos la puesta de sol. Allí, como siempre, nos esperaba Pancho, que, a pesar de mis protestas, lo dejaron compartir con nosotras el momento bellísimo de otra puesta de sol tras los cerros con la antesala del maduro sojal que enmarcan. Es el momento sublime que causa inmenso placer en el alma, nos envuelve en luz celestial y en baño de silencios y paz. Algún piar de pajaritos, algún mugido lejano de los animales del campo, y el susurro del viento suave y dulce que anuncia la cercana noche que se llena de estrellas, las que podemos ver en la casi total oscuridad del entorno que tiene pocas luminarias, y muy alejadas una de otras.

Mami es feliz, Roo también, disfrutan mucho de la soledad sagrada del paraje rural y especialmente de esta hora crepuscular. Sé que guardarán en algún lugar del corazón, el recuerdo de estos

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atardeceres sublimes. Y yo feliz de que me permitan compartir con ellas, y por qué no, con Pancho, que ya lo siento como un nuevo amigo que quedará en el recuerdo, con las fotos que le han sacado. Guau, guau, guau!!!!!!!

Sin duda, tendremos otra noche de silencios para un buen descanso y dormir para acumular, como dice mami, acumular vivencias lindas y buenas para el futuro que no siempre es amigable con los humanos. Yo vivo el hoy, no pienso más allá de este momento que estoy viviendo, y ya he olvidado los anteriores, y poco me interesan los que puedan venir. Si tiene que ser, será… filosofía perruna, y mucho más, filosofía animal de los seres vivos que no piensan, simplemente fluyen.

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con mami por el bosque del lago

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(paseo al monte calvario)

Nuevo día, nuevo amanecer. ¿Qué aventura me espera hoy? Mamá con la rutina de siempre, Roo también… y yo haciendo mi paseo por los alrededores para olfatear y marcar territorio, como corresponde a un buen perro. Hay bastante rocío, hace frío y hay viento. Prefiero entrar, adentro está calentito… estoy algo vaga.

A la tarde se puso lindo, amainó el viento, salió el sol de forma total y empezó a calentar un poco, aunque el día sigue algo frío. Después de esperar a mami que se acostó un rato para una siesta, mientras acompañé a Roo a leer al sol en la galería… nos aprestamos para salir. Otra vez por el camino de siempre, la caótica ruta y su tráfico intenso. Pero sin dudas, ya nos acostumbramos, y no nos molesta. Entramos a la ciudad, pero, por otro lado; yo voy tranquila, mirando todo, es muy divertido. Maneja mami esta vez, vamos directo hasta una gran subida que conduce a una cruz imponente rodeado todo por frondosos árboles y mucha piedra. Allí termina la avenida y mami

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DÍA3

estaciona, dejamos el auto y comenzamos a caminar. Debe ser un lugar importante porque no me quitan la correa. Anda muy poca gente y hay bastante silencio.

Vamos lento, parando a mirar algunas esculturas que algo representan, por lo menos es lo que escucho cuando comentan sobre ellas. Parece un lugar sagrado, sé que solo debo detenerme cuando ellas lo hacen. Con Roo vamos adelante, mami se retrasa porque le cuesta subir… ¡vamos mami! Tú puedes. Hace frío, cae la tarde y la gran arboleda parece crear un microclima más frío que en otro lugar. Según escuché a mami, es el Monte Calvario, representa el camino de Jesús al sacrificio, cargando la cruz. Como es un lugar para respetar, no me detengo a oler, ni a intentar orinar, nada… sigo tranquila hasta llegar al punto más alto donde está la gran cruz con el cristo clavado.

Es el final, me acarician, y me felicitan porque me he portado bien.

Al bajar, por las escaleras que dan a la avenida, lo hago despacio, siguiendo a mami, y voy por donde ella va para cuidarla. Sé que no es fácil para ella bajar por ahí, pero con mi ayuda, y la ayuda de Roo, lo logra. Estoy feliz por ella, porque sé

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que ella también lo está, ha cumplido con un desafío y lo ha hecho bien. Está emocionada.

La gran cruz del Monte Calvario

Luego, nos tomamos un tiempo para descansar, comprar algunos recuerdos y recorrer el centro de la ciudad donde está la plaza principal, una

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bellísima catedral y un gran edificio municipal. Es un edificio espectacular, al costado de la Catedral.

Me gusta que no hay mucho movimiento, se puede estacionar cerca y la plaza (con un bonito arbolado), concentra grupos de chicos tomando mate o simplemente dialogando.

Cae la tarde, el paseo es corto, tenemos que partir y llegamos a tiempo para disfrutar de otra bella puesta de sol (aunque con nubes) en la cabaña Las Lechuzas (la nuestra). Fue una tarde de logros, el esfuerzo de la subida al monte El Calvario nos dejó cansadas pero satisfechas.

Mañana será un nuevo día, y por lo que estoy percibiendo… creo que será el último. Por lo tanto, no sé qué nos deparará. Pancho… como siempre, nos espera cerca y se queda a tomar mate con nosotras. En la otra cabaña hoy llegó gente con un cachorrito negro que se acercó a jugar. Es muy lindo, y le encanta perseguirnos, luego, se vuelve a su lugar, ¡qué educado!

Frase de mami: “Tu vida no solo tiene principio y final, tiene un transcurrir… desfrutarlo es la clave de la felicidad”.

Los dejo con eso para que reflexionen, hasta mañana.

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(el último atardecer)

Amaneció un día muy frío, pero soleado, espléndido, diría mamá. Yo disfruto de andar un poco recorriendo nuestro lugar, olfateando, y preparándome para el último día, pues mañana parece que nos vamos… ¿dónde?, no lo sabré hasta que llegue el momento.

Acompañé temprano –como siempre– a mami a escribir, parece que otra poesía. Empieza así:

“Es bueno detenerse (aunque sea por momentos) y dejar que la naturaleza nos abrace el alma con sus sonidos, sus voces de amor (y también de protesta)”.

Sigue ese camino mamá, reencuentra la llave que abre el candado de la felicidad, tú sabes bien cuál es y dónde está. Yo te ayudo, pero tienes que prestar atención a mis mensajes, la clave es vivir dejando que la paz fluya en tu interior.

Yo les doy las gracias a ambas, por las experiencias maravillosas que me permiten vivir, acompañarlas es mi tarea y es una tarea muyyyy estresante pero placentera.

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DÍA4

Salieron un rato por la mañana, pero a mí me dejaron dentro, igual por el gran ventanal podía comunicarme con el afuera, y allí estaba Pancho, como casi siempre, cuidándome. Podíamos dialogar separados por el vidrio, fue muy divertido, guau, guau.

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Pancho

El tiempo pasó rápido, llegaron con paquetes y yo salí enseguida afuera para recorrer.

De repente apareció un perro que solo había visto una vez, cuando estaba con Pancho, entonces me parecía amigable; estaba por entrar porque Roo me abrió la puerta, cuando me persiguió y mostró los dientes, yo también se los mostré a él y me di vuelta para entrar. Desde atrás, me tiró un tarascón en el lomo, por mi pelaje casi no lo sentí, pero Roo gritaba echándolo y pidiéndome a mí que entrara, sin responder a la provocación. Mi intención era morderlo, pero Roo estaba tan asustada de lo que podría pasar, que entré enseguida, mientras mami preguntaba a Roo lo que pasaba; y supe después que la señora lo encerró.

Roo me curó en la zona que intentó morderme, no fue nada importante, pero le agradezco sus cuidados, se puso muy mal, creo que se asustó. Pancho seguía afuera y más tarde llegó el cachorrito negro de la cabaña lindera para jugar un ratito. ¡Qué dulce es!

Pasamos la tarde, tranquilas, disfrutando del lugar. En el campo del frente había un gran movimiento: estaban de cosecha, apurados. Pues, se pronosticaba mal tiempo para los próximos cinco

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días. De eso no paraba de hablar mamá, había dos máquinas grandes, con dos tolvas, y salieron varios camiones durante el transcurso de la tarde.

Cuando nos instalamos en la galería para ver la puesta de sol mientras tomamos mate con Pancho como invitado, seguía el movimiento, y así fue hasta que las sombras de la noche fueron cubriendo el campo, mientras tras las sierras el sol se ocultaba en medio de muchas nubes, que sin duda anunciaban que el tiempo bueno, estaba por terminar.

Fue un dulce transcurrir de la luz a las sombras, de los ruidos de las máquinas al silencio sublime de la noche, que al final se cubrió de estrellas.

“Tu vida no solo tiene principio y final, tiene transcurrir, disfrutar el proceso es la clave de la eterna felicidad”, escribe mami.

¡A descansar!, ¡mañana quien sabe qué aventuras nos esperan!

¿Será, como lo han sido estos días, de gran aprendizaje para nosotras, integrantes de la familia interespecies?

Yo, acompañando y siendo apoyo emocional, ya cumplí mi misión: la que me encomendó BRISA, pues siempre seré LA ENVIADA.

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(la lluvia)

El nuevo amanecer resultó muy lindo, eso sí, bastante frío y húmedo. Pero el sol se deja ver y sentir.

En poco tiempo, las tres estábamos preparadas para abandonar la cabaña, partir a otro destino, quizás a casa… me despedí de Pancho, va a estar triste unos días, luego se olvidará. Seguirá su tranquilo existir en este lugar tan bonito que nos insufló una cuota de aire puro, de paz y belleza en nuestras vidas.

Ni bien salimos de la rotonda grande, nos detuvimos. Roo iba al volante, era un policía pidiendo los documentos. Esperamos un rato porque se fue a corroborar datos. A Roo, a pesar de ser tem-prano se la notaba pila (bien despierta). Después me enteré escuchando la conversación con mamá: era muy apuesto el representante de la ley; por eso arrancó –según ella– con un día positivo. A mí también me saludó el poli cuando partimos, la verdad, me cayó simpático, porque me tuvo en cuenta ¡guau, guau!

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DÍA5

Seguimos con buen tiempo hasta Gardey, donde entramos, según lo acordado.

¡Qué distinto se veía sin gente en esa hora temprana de la mañana! ¡Era otro lugar! Paramos, mami se bajó del auto a tomar fotos y después de un rato partimos felices. Para entonces, el cielo se había cubierto y feas nubes grises, arruinaron la que venía siendo una bella mañana.

Mamá al volante, viajamos tranquilas… especialmente yo que me sentía muy relajada. Paramos en el próximo destino un rato para que pudiéramos estirarnos un poco y seguimos, ya con Roo al volante.

Al rato, paramos en la que llaman “la virgen de la loma”, el clima ya estaba bastante feo, con viento y frío, muy oscuro. Al rato estábamos en la ruta nuevamente, para entonces yo ya sabía que íbamos de regreso a casa. Mi instinto animal no podía fallar.

A poco de andar, comenzó una lluvia suave… Roo feliz, porque le gustaba viajar así, sin sol y con lluvia. Mamá decía lo contrario, y mientras ellas discutían sobre si era lindo o no, yo viajaba relajada, sin emitir sonido alguno, me encantaba ver por la

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ventanilla como llovía. He descubierto mi parte de los viajes que me agradan… sin duda es ¡la lluvia!

Más adelante nos detuvimos en un nuevo lugar, pero como llovía, nos quedamos dentro del auto para comer algo mientras veíamos llover.

Luego me sacaron para que orine por los alrededores y ellas se turnaron también para ir al baño,

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supongo, porque no tardaron mucho. Y seguimos ruta… guaaauguaaauu.

Siguió Roo manejando… cada vez llovía más, pero tanto Roo, como yo, íbamos felices de la situación… mami estresada, guau, guau. Pero cebando mate, eso sí…

Más adelante, paramos un ratito frente a la estación de servicio que ya conozco por otras paradas anteriores, pero solo para cambiar de piloto, mami quiso manejar el último tramo. Yo ya sabía que faltaba poco, reconocí ese lugar.

Ni bien salimos, se largó a llover fuerte, se puso todo oscuro, mamá a pesar de la tensión que le producía transitar por ese tramo de la ruta que estaba rota –y según ella llena de huellones que hacen los camiones y se llenan de agua, tornándose peligrosos- manejaba concentrada y a una velocidad baja, y como no había movimiento, solo tenía que estar atenta a no agarrar algún pozo y esquivar las huellas con agua.

Al rato, estábamos entrando en el pueblo, con lluvia un poco más suave. Era la media tarde, el pueblo estaba desierto, todo en silencio; racimos de hojas doradas cubrían calles y veredas, son las hojas

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de los fresnos que comienzan a caer en el otoño que llegó con bastantes mosquitos.

Entrar a mi casa fue un alivio… encontrar mi cama, “mi rinconcito”, ¡qué placer!

Como siempre, mi familia humana pasa el resto de la tarde ordenando todo, se las ve felices, renovadas, todos necesitábamos salir de paseo un poco más lejos, descubrir nuevos lugares para vivir nuevas historias. Fue un viaje de grandes aprendizajes, hemos tenido que vivir circunstancias nuevas: como la romántica lluvia que caía y así podía ver un paisaje distinto desde la ventanilla del auto.

Hubo de todo: sol, calor, frío, lluvia… inolvidables atardeceres y un cálido lugar campestre lleno de vida, de naturaleza, de paz y de sonidos naturales y silencios impensados. Todo muy positivo, a pesar de haber vivido momentos algo difíciles con emociones fuertes. En realidad, según opina mami, en esas situaciones, la mente es tramposa y nos atrapa en laberintos oscuros que parecen no tener salida, por lo tanto, vemos todo peor de lo que realmente es.

Por suerte, a nosotros, los animales, eso no nos pasa, vivimos totalmente el HOY. Pase lo que

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pase, seguimos el camino de la vida, hasta que llegue, como a todos, el instante de la muerte que tomamos como parte de la vida, porque es nuestro instinto el que nos guía, la mente no tiene cabida en nuestro Ser. Somos seres libres de toda construcción negativa, aunque sí, percibimos y absorbemos la energía negativa de los humanos con quienes convivimos o nos encontramos.

Me cansé, solo quiero dormir, vendrán varios días de lluvia, por lo tanto, habrá tiempo de sobra para descansar antes de nuevas aventuras.

Hasta pronto. Fin del diario de viajes.

Luna

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Del diario de recuerdos de Luna 4

Después de varios días de lluvia (tipo temporal), como hacía años no pasaba por la sequía persistente de los años anteriores que al fin terminó, para beneficio de todos en la zona donde nací que dependen totalmente del clima, se instaló lo que llaman “el niño”. Es un fenómeno meteorológico global que produce exceso de agua en esta zona del planeta, y sequía en otras. En fin, más o menos así, esos días hizo frío y mami se lo pasó escribiendo (supongo que mi tercer libro) y Roo descansando, como yo, que no salí al patio ni para hacer mis necesidades, para no mojarme las patitas, guau, guau.

A los pocos días volvimos al campo. ¡Cómo cambió el paisaje allí! Hay agua en la lagunita después de tres años, y los animales toman esa agua fresca de lluvia, tienen bastante pasto, además de royos que este año se hicieron de más; para que no falte comida, como ocurrió el año pasado. La lagunita se pobló de fauna acuática, lo que es

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sumamente importante, porque contribuyen a un ecosistema sano que hace bien a todos. Allí nos reencontramos con Tito y su amigo, pero no pude ver a Juancho: el lagarto y las crías. Pero sí, disfrutamos de una bella tarde soleada, tibia, y donde pude correr un poco para no perder la costumbre, guau. Y acompañé a caminar a mami y Roo por el que mamá llama “el camino de los sueños”. Regresé bastante cansada, pero muy feliz.

A los pocos días regresamos, una hermosa tarde de cosecha. El cielo era un espectáculo de nubes rarísimas, mami sacó fotos espectaculares, se lo pasa con el celu sacando y sacando fotos… que –según ella- valen la pena. La naturaleza nos sorprende cada día. Y todas las veces que vamos al campo últimamente, el cielo es una fiesta, y el camino de los sueños un oasis de belleza, paz y color. Mami encantada, yo feliz de correr por ese lugar.

De Juancho ninguna novedad, pero sí nació una nueva ternerita: Abril, la bautizaron, es una criaturita preciosa que acapara toda la atención, mami no para de sacarle fotos y hablarle, yo ya me acostumbré a las atenciones que ambas les brindan

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a los animalitos de cualquier especie, así que no me preocupo más, mi lugar no me lo quita nadie, el tiempo me lo confirma y lo compruebo día a día.

Escuché que Roo comentaba que teníamos que ir al bosque de eucaliptus pronto.

Me siento ansiosa por regresar al bosque de lilas, eucaliptus y moras para ver si encuentro a FIDA

o a FINN ya de regreso del bosque de lengas.

¡Necesito verlos, contarles de mi nuevo viaje!

Continuaré cuando tenga novedades al respecto.

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Del diario de recuerdos de Luna 5

Y un día volvimos al bosque, allí donde conocí a FINN, la tierna criatura mágica, guardián de bosques. Y que aparentemente, solo yo puedo ver y comunicarme con él.

Pero un día desapareció, y llegó otra: llamada

FIDA, que me contó de su hermano FINN. Habían intercambiado bosques, y Finn terminó en el lejano bosque de Nothofagus que se encuentra en la lejana isla que todos llaman “El fin del mundo”.

Después de mucho tiempo escuchando a Roo y mami hablando de ese lugar (al que mami dedicó un libro); pude deducir, que hacia allí se dirigieron las dos veces que quedé en casa de Tito. Después supe, que como tenían que viajar en avión, no podían llevarme… ¡cómo me gustaría conocer ese lugar! Me alegré por Finn que estaba allí.

Así que estaba muy ansiosa por hablar con él, tal vez, ya estaba de regreso en “su bosque” de lilas y moras.

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Sendero del bosque de lengas hacia donde se dirigió Finn

Ni bien llegamos, y Roo me liberó del cinturón de seguridad que me incomodaba, salté del auto y encaré el camino hacia la entrada al bosque. Ellas no tenían apuro, pero al rato me siguieron. Como no me dijeron nada, me dejaban hacer, me adelanté bastante, pues conocía de sobra el sendero. Hasta que llena de curiosidad llegué al lugar donde estaba “el puentecito” que me costaba subir… pero ¡oh sorpresa!, ya no estaba, lo habían sacado. La verdad, el bosque sigue bastante destrui-

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do, daños de aquel lejano temporal, se mantiene natural, pero hay partes que se ven tristes y muy oscuras. En esa parte donde predominan las lilas y algunas moras pude distinguir a FIDA. Me decepcioné, pero bueno… al menos, ella estaba, podría informarme de FINN.

–Guau!! –le grité.

Me miró y por suerte me reconoció.

–¿Qué tal Luna, hacía tiempo que no te veía por aquí.

–Estuve de viaje, y además llovió mucho después, así que mi familia no venía. La última vez que pasé, no te vi por ningún lado.

–Ah… sí, puede ser cuando fui a visitar a Finn al sur.

–Oh… lo viste, ¿y no quiso volver?

–La verdad que no, está re feliz allí, le gusta cuidar esos bosques tan extraños, que se cubren de blancura en invierno, reverdecen en la primaveraverano y se visten de colores cálidos en el otoño, creando un festival de ocres, naranjas y amarillos. Te imaginas, comparado con este lugar…

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El bosque en otoño

–No digas eso, me encantaría conocer aquellos bosques, pero este tiene un encanto muy especial. También, en algún momento, el piso se viste de copos blancos que forman un colchón que contrasta con la oscuridad de un lugar como éste donde estás tú ahora.

–Tienes razón, es muy bello, pero no se puede comparar con aquellos bosques de la isla del fin del mundo. Deberías conocerlos.

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–¿No me digas?; claro que me gustaría, pero mi familia viajó dos veces y no me llevaron, por algo será. Creo que tiene que ver con los aviones.

-Claro, olvidé que los Muggles, esos seres humanos que tú llamas familia y no tienen ninguna habilidad mágica, no pueden teletransportarse como nosotros.

–¿¿Qué es eso??

–Pasar de un lugar a otro sin atravesar el espacio físico. ¿Quisieras experimentarlo?

–¡Claro!, pero… ¿cómo?

–Yo podría ayudarte, te agarras de mí y llegaremos al instante al lugar donde está Finn en estos momentos.

–¡Increíble!... pero qué pensarán mis humanas cuándo no me encuentren?

–El proceso es rápido, hablas con él y regresamos rápido… en tiempo humano serán unos 5 minutos. ¿Quieres?

–Sí… lo haré. Se asustarán un rato, pero luego volveré y estaré con ellas nuevamente. ¡La aventura de mi vida! ¡Vamos……. guauuuu!

Por primera vez, seré yo quien las abandone a ellas –pensé en silencio. Espero que no se enojen.

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Luna buscando a su amigo mágico: Finn

EPÍLOGO

Sin miedos, me agarré de la ramita (o sea, Fida) y sentí un tirón que me elevó; luego, casi sin notarlo, me encontré en un bosque tan distinto a los bosques conocidos: bajamos en un sendero alfombrado con hojas secas color naranja y amarillas, franqueado por árboles (que, si mal no recuerdo, según mami, son lengales) los que visten todo de tonos naranjas, marrones, con tintes verdes y amarillos. Es una belleza que no se puede creer.

Claro, es otoño, recuerdo unos versos escritos por mami cuando vino en otoño con Roo para contar la historia del lugar. “El otoño en la isla es una detonación de colores agrediendo de belleza todos los sentidos” … el paraíso existe, es el punto final del sueño soñado despacio, en el transcurrir de la vida”.

De repente me encuentro frente a Finn que al verme no puede salir de su asombro.

Le dice a Fida: –¿Qué haces con Luna por aquí? ¡La teletransportaste… qué locura!

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–Sí, quiso venir a verte, te extraña, ya es hora que vuelvas a cuidar “tu” bosque y yo me quede con el mío.

–Eso lo discutiremos luego, ahora quiero saludar a Luna.

Enseguida se dirige a mí, sus ojitos saltones siento que me hablan.

–Lunita… qué lindo que hayas venido a verme. Así conoces este hermoso bosque del fin del mundo. Y comprendes por qué no he regresado. Cuando le iba a contestar, Fida se entromete.

–Claro… ese no fue el trato, solo íbamos a intercambiar bosque un tiempo para divertirnos, sabes bien que fue una travesura… nosotros nos debemos al bosque asignado.

–Bueno Fida, hermana, no te enojes, un poquito más, tal vez, Luna también se quiera quedar.

–¡Nooo! –interrumpo– no puedo quedarme, mi familia humana me va a extrañar… no puedo, aunque confieso que me gustaría.

–¿Viste?... ¿te gustó el viaje?

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–Ni cuenta me di, enseguida aparecí aquí, es in-cre-í-ble, me parece de película de cuentos de hadas.

–No Luna, película de cuentos de magia, así somos los seres mágicos. Bienvenida a nuestro mundo.

–Gracias, por lo menos pude conocer este rincón del mundo que no podría conocer de otra manera porque no me quieren subir a esos aparatos voladores llamados aviones.

–Sigue el sendero, llegarás al mar y verás que inmenso es y qué bello. Nosotros te esperamos aquí.

Así fue como seguí sola el sendero y al rato de andar en soledad, maravillándome de tanta belleza, llegué al mar.

Enseguida siento que me invade su olor tan característico. Las islas, la nieve, los bosques, el oleaje suave, todo atrapa mis sentidos y no puedo parar de oler, mirar, atrapar… ¡cuánta belleza! Y recuerdo palabras de mami cuando habla de este lugar:

“Hay destellos de oro en el agua del mar, es una pedregosa playa dorada de aguas heladas que

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besan en un vaivén eterno cada piedra, cada caracola. Y el sol se inclina ante la felicidad que invade el alma cuando la belleza despierta cada uno de los sentidos. Esta inmensidad azul es el espejo donde se escucha el latir de la creación. Y entonces… como los manantiales que vomitan estas montañas, expulso los versos que me ahogan en una explosión genuina de amor”.

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Es extraño, de repente, veo claramente una escena donde en medio del paisaje supremo de este lugar, mami aparece derramando lágrimas de felicidad, abrazada a Roo. Sé entonces, que ese momento ellas lo vivieron y yo ahora, tengo la satisfacción de poder vivirlo y poder verlas emocionadas frente al poder maravilloso de la madre naturaleza del Sur del Sur.

Una pareja de pato vapor se acicala el húmedo plumaje, me acerco a ellos y vuelan, pero yo siento paz en mi corazón.

–Lunaaaaa, ¿me escuchas?

–Oh… yo conozco esa voz…

–Seguro, ya nos hemos comunicado varias veces.

–¡Brisa!, eres tú; ¿estás por aquí?

–Claro… desde que dejé físicamente a la familia que ahora tú tienes la misión de proteger, vine a vivir a “mi lugar”, ese lugar que gran parte del tiempo permanece cubierto de un manto blanco donde nosotros: los Huskys, nos hemos adaptado, el frío es nuestro tesoro más preciado. Me alegra mucho saber que has venido hasta aquí.

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–Oh Brisa… la magia me trajo… dime: tú ¿conoces ese mundo?

–Por supuesto… donde estoy también hay magia. Puedo estar aquí, y puedo estar también allá, donde te espera tu familia humana.

–Dime Brisa: ¿ya descubrieron que falto?

–Sí… y están buscándote, Roo a punto de colapsar, sabes bien que ella es muy vulnerable y tú eres su contención. Debes volver rápido, de lo contrario la pasará muy mal. Sé que te invitaron a quedarte aquí, pero este no es tu lugar, debes seguir con la misión para la cual yo te envié aquel caluroso día de verano, cuando llegaste a la tranquera que, al abrirse, te dejaría en el lugar correcto para encontrar tu misión en la vida. Luna, debes volver, y lleva a Finn contigo, pues aquel bosque es “su lugar” y no éste.

–Está bien Brisa, nunca pensé en quedarme, yo soy feliz con la familia que tengo y además, sé que estoy con ellas porque tú me “enviaste”, quédate en tu paraíso, yo desandaré el sendero hasta encontrar a Finn y a Fida que debiera quedarse por aquí.

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–Así es Luna, convence a Finn y parte con él. Yo, por ahora, sigo aquí, pero en cualquier momento volveré al pueblo donde vives y te daré un soplo en la nariz, así sabrás que estoy cerca, para protegerlas a las tres. Eres muy dulce y cariñosa con ellas, Luna Viajera, síguelas siempre que puedas, creo que ya no te dejarán más, todo viaje lo harán contigo.

–Sí ángel Brisa, me voy rápido, antes que Roo se ponga peor. Tendré que disimular cuando llegue, al menos lo intentaré… ¡¡¡adiós!!!

–Adiós Luna, te estaré protegiendo hasta que llegues de regreso. Y también a ellas, para que dejen de angustiarse.

Regresé lo más pronto que pude, y me encontré a Finn y Fida discutiendo: que yo me quedo –le decía Finn. Fida insistía en quedarse y que él regresase a su bosque. En eso los encontré, y entonces intervine y me puse firme, les hablé de la forma en que me comunicaba con ellos.

–Yo quiero regresar ya, tengo que continuar mi misión, y tú FINN, tienes una misión también: ¿ya la has olvidado? Eres el guardián del bosque donde

Luna, su diario de recuerdos // 181

te conocí, y FIDA es guardiana de este bosque. Ambos debieran estar cada cual en el bosque que les corresponde. Así que FINN, me regresas tú al bosque de lilas y moras donde dejé a mi familia. Y a ti FIDA: te agradeceré eternamente por esta oportunidad de conocer este lugar, ahora, me despido de ti y me voy con FINN. ¿Vamos?

Ambos quedaron un poco asombrados, hicieron silencio (es decir, no emitieron señal), luego de un rato, Finn se despidió de Fida y me tomó de la patita. Enseguida, me sentí en medio de un torbellino de luces de colores y casi sin darme cuenta estábamos en el medio del bosque de lilas desde donde partí con Fida. Todo estaba igual, parecía que el tiempo no había pasado. Lo dejé a Finn, me despedí de él y caminé rápido por el sendero en busca de la salida. ¿Dónde estaría mi familia humana?

De repente, las vi correr hacia mí, Roo gritaba, ¡Lunaaaaaa…! Dónde estabas, me asustaste mucho, creí que te habías perdido.

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Luna, su diario de recuerdos Finn

Me abrazó fuerte, llorando, y mami llegó después para sumarse al abrazo de oso que nosotras habíamos creado y que a mí tanto me gusta. Con la mirada les dije que todo estaba bien, que solo anduve recorriendo porque ya conocía el sendero y el bosque. Que no me iba a perder y que me daba gusto volver a verlas. Todas nos reímos y rumbeamos para el auto que estaba en el estacionamiento, cuando ya el sol se despedía del día, ocultándose tras el horizonte y enviándonos los últimos rayos tibios de luz dorada, que iluminaba los verdes campos bendecidos por la última lluvia.

Sentí un soplo en el hocico… sé que Brisa estaba ahí, observando la escena del reencuentro.

Le hice un guiño y la paz me invadió. Sentía que volvíamos a ser una familia feliz a la que un ángel bueno, desde algún lugar del universo, custodiaba con amor infinito.3

3Libro de consulta: “ANIMALES FANTÁSTICOS Y DÓNDE ENCONTRARLOS”, de J.K. ROWLING. 2017 (2019)

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Luna, su diario de recuerdos // 185 Hasta pronto: Luna

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Luna, su diario de recuerdos // 187 Índice Prólogo ........................................................ 9 1................................................................. 11 2................................................................. 15 3................................................................. 19 4................................................................. 61 5................................................................. 63 6................................................................. 69 7................................................................. 75 8................................................................. 81 9................................................................. 85 10............................................................... 87 INTERMEDIO Mía y Vago................................................. 95 1................................................................. 97 2............................................................... 101 3............................................................... 103 4............................................................... 107 5............................................................... 109 6............................................................... 113 7............................................................... 115

PARTE 2

Del diario de recuerdos de Luna 1 ............119

Del diario de recuerdos de Luna 2 ............123

Del diario de recuerdos de Luna 3 ............129

Del diario de recuerdos de Luna 4 ............165

Del diario de recuerdos de Luna 5 ............169

EPÍLOGO ...................................................175

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