Globalización 3.1. Decálogo para la hoja de ruta.

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Josep Roca Trescents



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Josep Roca Trescents

colecci贸n siglo xxi: 茅tica actual

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Dirección Editorial: Miquel Osset Hernández Diseño gráfico de la colección: Imma Canal Diseño de la portada: Carles Roca

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del ‘co-

pyright’, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Primera edición: septiembre 2014 © Josep Roca Trescents ©Editorial Proteus c/ Rossinyol, 4 08445 Cànoves i Samalús www.editorialproteus.com BIC: HPQ Depósito legal: B. 19562-2014 ISBN: 978-84-15047-81-0 Impreso en España - Printed in Spain


índice

Prólogo..................................................................................................................11 Introducción.............................................................................................................19 Irrupción de la globalización y sus estructuras de poder............................................25 Las estructuras del poder económico (p. 32) — El poder omnímodo de los mercados (p. 37) — Primer balance de la Globalización resultante (p. 42) Globalización 3.1.......................................................................................................47 Los protagonistas sociales. Quién es quien en el paradigma global.........................51 Los movimientos antiglobalizadores (p. 52) — Movilización de las organizaciones no gubernamentales internacionales (ONGi) (p. 57) — El bando de los Globalizadores y sus aliados (p. 59) — Los académicos ‘neutrales’ (p. 61) La inevitable colisión doctrinal sobre la globalización...............................................67 Porqué las cosas son como son...................................................................................75 Dimensiones críticas del modelo global....................................................................83 El imperio despótico de la economía mundial (p. 84) — La desigualdad y la pobreza (p. 84) — Finanzas privadas sin regulación ni control (p. 87) — El viciado auxilio que llega de las Finanzas Globales (p. 91) — Abusos de los grandes grupos empresariales en el mercado mundial (p. 97) — Declive intencionado de los Estados soberanos (p. 108) — La fuerza laboral, el comodín desechable de la Globalización económica (p. 115) — Agresión contra el medioambiente y la naturaleza (p. 121) — Amenazas globales (p. 126) — Falta de compromiso global (p. 129) — Cultura global: Paradigma lleno de contradicciones (p. 133) — Estandarización (p. 137) — Superficialidad consumista (p. 138) — Los excluidos (p. 139) — Esplendor y miserias de la Globalización Política. El caso de la Unión Europea (p. 140)


Para colmo llegó la crisis...........................................................................................149 Pequeña historia, gran tragedia (p. 155) — La crisis como denuncia contra la Globalización (p. 157) — Paliativos insuficientes y superficiales (p. 162)

Hoja de ruta: decálogo para la Globalización 3.1.....................................................167 El decálogo (p. 173) — Refundar las instituciones responsables de la gobernanza global (p. 174) — Regular a los agentes económicos públicos y privados para que sirvan al bien común (p. 175) — Legislar y controlar los mercados con leyes que promuevan un comercio equitativo y solidario (p. 183) — Someter el mundo empresarial a leyes que respondan a una auténtica responsabilidad social corporativa (p. 185) — La reconversión empieza por las personas y su compromiso social (p. 186) — La dignidad humana exige erradicar todas las formas de pobreza y las grandes desigualdades (p. 188) — Los recursos existen (p. 188) — Acabar con el hambre y la miseria (p. 190) — Medidas contra la desigualdad (p. 192) — Condonación de la deuda de los países pobres (p. 194) — Compromiso inexcusable de respeto al medioambiente y conservación de los recursos naturales (p. 196) — Cambiar radicalmente los hábitos consumistas occidentales: austeridad y sostenibilidad (p. 199) — Reivindicar los valores culturales y del espíritu. Regeneración democrática (p. 201) — Desde la solidaridad hacia la convergencia política global (p. 202) Balance sin final......................................................................................................207 Diálogo con Christian Felber.....................................................................................211 Referencias bibliográficas........................................................................................219


El mundo se hace tarde pero la luna exhibe su medallón de sueños Pere Casaldàliga



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prólogo

‘… No hay horizonte, / ni arco iris / para quienes / por un poco de presente / renunciaron / a ser libres’. El mundo sangra, herido por la razón de la fuerza. El neoliberalismo globalizador ha llevado a la involución en lugar de a la expansión.

Es inaceptable que 85 personas, según un informe reciente de Intermón Oxfam, posean una riqueza mayor a la de la mitad de la humanidad (3.350 millones de personas). Es inaceptable, no me canso de repetirlo, que cada día mueran de hambre más de 50.000 seres humanos, la mayoría niños y niñas de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en armamento y gastos militares cerca de 4.000 millones de dólares. Es inaceptable que millones de mujeres tengan que hacer largos recorridos para obtener unos litros de agua potable. Es inaceptable que el medio ambiente se siga deteriorando, por el incumplimiento total del que, según Mandela, es el supremo compromiso: la responsabilidad intergeneracional. Es inaceptable que el 80% de la humanidad viva fuera del ‘barrio próspero’ de la aldea global.


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Es inaceptable seguir con la ‘espada de Damocles’ de las ojivas nucleares. Es inaceptable que el Sistema de las Naciones Unidas se haya sustituido, por la influencia de los mercados, por grupos plutocráticos. Es inaceptable que los ‘principios democráticos’ que deben ‘guiar a la humanidad’, como proclama el preámbulo de la Constitución de la UNESCO, se hayan sustituido por las pautas mercantiles. Es inaceptable que el neoliberalismo haya designado directamente, sin elecciones, sin urnas, a los gobiernos de Grecia, cuna de la democracia, e Italia. Si no se reconduce esta situación, si siguen anclados en la inercia —el gran enemigo del progreso— que impida la evolución, llegará, siempre indeseable, siempre con víctimas, la revolución. La crisis —se lee en la introducción de este libro— ha expuesto todas sus vergüenzas, la miseria, perversidad y malformaciones que podían enmascararse en tiempos de bonanza”. Hace unos años escribí a este respecto en ‘Donde no habite el miedo’: ‘De nuevo/ roto / el cristal / de la esperanza. / De nuevo / la paciencia / de los pobres / está a prueba. / De nuevo / unos al sur / y otros al norte. / De nuevo / compromisos / con tanto trabajo / ayer alcanzados, / hoy incumplidos. / De nuevo / la palabra / mancillada, / y los valores / que nos unen, / ocultados’. Como manifiesta el autor en el inicio de este libro, la crisis es fruto natural de la globalización. Por tanto, ‘es imprescindible un cambio de paradigma que, además, no admite dilación, y que es la razón fundamental de este trabajo’. Es necesario y apremiante un ‘nuevo comienzo’, como preconiza la Carta de la Tierra. ‘En situaciones sin precedentes son necesarias soluciones sin precedentes’, ha adver-


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tido Amin Maalouf. Para ello son necesarias tres grandes transiciones: - De una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra, a una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible y humano. - De una cultura de imposición, dominio y violencia, a una cultura de encuentro, conversación, conciliación, alianza y paz. - De la fuerza a la palabra, la gran inflexión histórica. La cooperación se sustituyó por la explotación, las ayudas por préstamos concedidos en condiciones draconianas y, lo que es peor, los valores éticos por los bursátiles. Las Naciones Unidas, con todas sus deficiencias —al haberse arrogado algunos países el veto en lugar del voto— permitían que se debatieran temas de alcance mundial con representaciones de todos los pueblos de la Tierra. Sin embargo, fueron marginadas y las riendas de la gobernación mundial se pusieron en manos de sólo 6, 7, 8 o 20 países especialmente prósperos. Se ha tratado en realidad, de sustituir a ‘Nosotros, los pueblos…,’ como reza la Carta en sus inicios, por unos grupos plutocráticos, que han conducido a la profunda crisis presente, a un gran ‘desbarajuste’, en una afortunada acepción que utilizaba hace poco Francisco G. Basterra. Es necesaria y apremiante una refundación de las Naciones Unidas, en las que sean una realidad la representación de ‘los pueblos’, con una Asamblea General en la que el 50% sean Estados y el otro 50% instituciones, asociaciones y personas electas de la sociedad civil; en los que al actual Consejo de Seguridad se unirían un Consejo Medioambiental y un Consejo Socioeconómico. Todo está bien perfilado y lo único que se necesita es tener el coraje y la visión de restablecer el excelente diseño del Presidente Franklin D. Roosevelt en 1944-45.


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Serían estas Naciones Unidas las que permitirían que se formularan las prioridades globales para llevar a la práctica la igual dignidad de todos, auténtico fundamento de los derechos humanos: - Alimentación. - Acceso al agua potable. - Servicios de salud. - Cuidado medioambiental. - Educación para todos. - Paz. Que nadie se engañe: estas prioridades y este devolver a los ‘pueblos’ las riendas del destino común no serán realidad si no se procura con rapidez un contexto genuinamente democrático. Democracia a escala personal, local, nacional, regional e internacional. Democracia ética, social, cultural, política, económica y multilateral. Sólo así, asegurando un funcionamiento que no permiten los frágiles andamiajes de las democracias presentes, en las que los ciudadanos son contados en las elecciones, pero después no son tenidos en cuenta, podría garantizarse la participación ciudadana por seres humanos ‘libres y responsables’, como define magistralmente a la educación el artículo primero de la Constitución de la UNESCO. Durante siglos, los seres humanos han estado confinados territorial e intelectualmente. Han sido invisibles, anónimos, atemorizados, espectadores impasibles de lo que acontecía. Hoy, por primera vez en la historia, existen tres razones por las cuales pueden esclarecerse los horizontes actualmente tan sombríos: la conciencia global, que permite a todos los habitantes de la Tierra conocer la situación en el conjunto del planeta; la posibilidad de manifestar su opinión, que hasta ahora estaba reservada a unas minorías; y, muy especialmente, la progresiva incorporación de la mujer —no miméticamente, como era el caso, lógicamente, hasta


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el presente, sino por las cualidades que le son inherentes— en la toma de decisiones. De esta manera, en pocos años será posible pasar de súbditos a ciudadanos, de testigos a protagonistas. Estamos entrando en una nueva era. Son todavía muchos los que no quieren convencerse y siguen aferrados a los esquemas que han prevalecido hasta hace muy poco. Hoy tenemos una sociedad que, con gran sigilo, ha pasado de rural a urbana y de urbana a digital. Es ahora el momento en que se debe aprovechar todo este inmenso potencial tecnológico para adquirir conciencia y esperanza colectiva de lo que representa, la facultad creadora de cada ser humano único. Cada ser humano, capaz de reflexionar, de anticiparse, de imaginar, de inventar. Tenemos que procurar ahora que la ‘sociedad del bienestar’ no se refiera al 20% de la humanidad que alberga el barrio próspero de la aldea global. Todos los seres humanos iguales en dignidad, libres y responsables: será éste el momento en que la vida humana se sitúe en el desmesurado nivel de sus inverosímiles competencias. El ‘nuevo paradigma’ ha sido promovido por Ivo Slaus y Garry Jacobs de la World Academy of Art and Science. Resulta inexcusable —subraya Josep Roca— cambiar el rumbo de la globalización porque las fuerzas que la dominan, además de injustas, son intrínsecamente fermento de nuevas crisis, mayor desigualdad y nuevas víctimas. Se preconiza un cambio profundo de valores (Metanoia) que empiezan desde la conciencia personal, el compromiso y el comportamiento del conjunto de la comunidad humana.

La ‘hoja de ruta’ para el periodo actual de la globalización es la que se reúne en las siglas G 3.1, y se fundamenta en el humanismo, los valores éticos y la equidad. He


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aquí el ‘decálogo’ de propuestas a cambios radicales de las tendencias presentes: 1. Refundar las instituciones responsables de la gobernanza global. 2. Regular a los agentes económicos, públicos y privados, para que sirvan al bien común. 3. Regular los mercados con leyes que promuevan un comercio equitativo y solidario. 4. Someter al mundo empresarial a leyes que respondan a una auténtica responsabilidad social corporativa. 5. La reconversión empieza por las personas y su compromiso social. 6. La dignidad humana exige erradicar todas las formas de pobreza y las grandes desigualdades. - Existen recursos. - Acabar con el hambre y la miseria. - Medidas contra la desigualdad. - Condonación de la deuda y contribución al desarrollo de los países pobres. 7. Compromiso inexcusable de respeto al medio ambiente y conservación de los recursos naturales. 8. Cambiar radicalmente hábitos consumistas occidentales: austeridad y sostenibilidad. 9. Reivindicar los valores culturales y del espíritu. Regeneración democrática. 10. Desde la solidaridad hacia la convergencia política global. Los efectos de la globalización neoliberal no son sólo, comenta el autor, de ‘ruina moral sino física y como especie’. Me parecen especialmente importantes las páginas que dedica a los excluidos, ya que la inclusión es un objetivo prioritario del “nuevo paradigma”. ¡Democracia a escala internacional! Sólo de este modo podrá cada ser humano, y no unos cuantos privilegiados, vivir plenamente el misterio de la existencia.


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Un sistema multilateral dotado de una gran capacidad de consulta —a través de las redes sociales— con las comunidades científica, intelectual, literaria, artística,… situadas en la vanguardia del consejo y la anticipación, para convertirse en los grandes movilizadores de la voz popular que será, en pocos años, la que señale de forma permanente a sus representantes los rumbosa seguir. Es de vital importancia que sea el conjunto de la comunidad humana el que configure el futuro. El libro incluye gran número de referencias bibliográficas, entre las que quiero destacar las obras de las que son autores Z. Bauman, Susan George y J. Stiglitz. El pasado ya está escrito. El futuro está por hacer. En Globalización 3.1 Josep Roca ilumina muchos caminos del mañana. Federico Mayor Zaragoza 7 de julio de 2014



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introducción

Volver a escribir sobre la Globalización, cuando ya ha sido objeto de tantas publicaciones, especialmente a lo largo de los primeros años de este siglo, puede parecer repetitivo y superfluo. Acaso también temerario, por hacerlo con el propósito ambicioso de proponer una hoja de ruta y un decálogo para su regeneración, no sólo conceptual si no, sobre todo, para su transformación efectiva y profunda. Nuevas circunstancias lo justifican. En primer lugar, porque se trata de un fenómeno dinámico, cada vez más complejo y en permanente mutación. Su evolución, inherente desde los inicios de la historia, nace del ansia humana de ir más allá de los propios límites. En todo caso, está muy lejos de haber llegado a su culminación. En plena segunda década del siglo XXI es muy diferente de lo que era al empezarlo. No habíamos sufrido aún la última gran crisis, mucho más grave de lo que debió ser, por lo poco que aprendimos de las anteriores. La crisis es una traumática lección sobre los excesos más perversos de la Globalización. Ha significado un verdadero streaptease que ha expuesto, de cuerpo entero, todas sus vergüenzas, la miseria y las malformaciones que podían enmascararse en los tiempos de bonanza. Aunque la crisis nos ha dejado tan maltrechos que puede enturbiar nuestro juicio, cabría esperar que nos hubiera vuelto más lúcidos y autocríticos para no volver a las anda-


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das. Nos ha enseñado que es necesaria y urgente una cirugía mayor, esencialmente ética, mucho más que estética, a fin de que pueda llegar a ser el marco para la convivencia armónica de la comunidad humana en lugar de un viacrucis interminable para una gran parte de ella. Escribir acerca de la Globalización que nos aguarda es hacerlo sobre nuestro futuro como especie y como moradores de la tierra que nos acoge. La Globalización se ha dotado de grandes instituciones para su gobernanza, en todos los sectores importantes de la actividad humana. Puede que sea excesivo, pero es razonable que sea así, puesto que los problemas globales requieren ser gestionados a escala transnacional. La gran mayoría se crearon o surgieron en el seno de la Organización de las Naciones Unidas que, con sus 193 países miembros es, desde su creación al terminar la segunda guerra mundial, la entidad global por antonomasia para la gobernanza mundial y su máxima expresión política. Muchas de ellas operan como organismos especializados dentro la ONU, aunque desarrollan sus programas con grandes márgenes de autonomía. En su práctica totalidad, estas organizaciones se han regido por el denominado Consenso de Washington que, si bien posterior (1990) al nacimiento de la mayoría de ellas, condensa y consagra las políticas de la Economía de Mercado, a la que han permanecido obstinadamente fieles. Junto a los propios Estados, si bien éstos con un protagonismo decreciente, son los grandes directores de orquesta y, como tales, los mayores responsables de los logros y de las miserias del paradigma global. Por esta razón, está lleno de sentido que les prestemos una atención destacada, en especial a las entidades que tienen encomendado dirigir la economía y las finanzas, el bienestar social, el comercio internacional y la sostenibilidad medioambiental. También es razonable que entre las propuestas que formulamos en la hoja de ruta, acaso las más contundentes,


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se refieran a la reforma de tales instituciones. No desde la perspectiva de los globalizadores, que coincide con los grandes intereses políticos y de los poderes fácticos, ni desde la prepotente cultura occidental, sino especialmente desde la óptica de los críticos y de los eslabones más débiles y sensibles de la cadena, a los que deberían servir. Será útil valorar cómo han ejercido su protagonismo de regulación y control y ver hacia dónde nos ha llevado su actuación. Los hechos, los datos, las estadísticas y los indicadores son poco discutibles. Sin embargo, la ponderación final difiere substancialmente según sea la actitud y la opción, complacida, crítica o indignada, frente al fenómeno de la Globalización en sí mismo. En cualquier caso, al margen de sus errores y aciertos, las instituciones y organismos transnacionales seguirán siendo poderosos y también esenciales, salvo en opinión de los más iconoclastas. No es aventurado afirmar que, debido a la complejidad creciente del escenario global, les espera un protagonismo aún mayor que en el pasado. Por esta razón, es de vital importancia que sea el conjunto de la comunidad humana, así como los Estados democráticos, los que exijan y configuren su regeneración. El entramado de organizaciones que gestiona la Globalización está dirigido por protagonistas identificados. Tienen nombre y apellidos, ideologías, móviles e intereses concretos. No han surgido por generación espontánea ni han evolucionado por inercia. Atribuir al azar el rumbo seguido, o estudiarlo como simple fruto de la evolución histórica inherente al desarrollo natural de la sociedad, equivale a desconocer su significado y a ignorar los móviles de sus responsables. Incluso los elementos sistémicos inherentes a la Globalización, que no podemos subestimar, se han instrumentalizado para propósitos bien definidos. La mundialización a la que hemos llegado no la ha guiado la mano invisible de Adam Smith —en todo caso la de Milton Friedman y sus seguidores—, ni es un imperati-



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