Un exilio desde dentro: Ética y Literatura Epistolario F. Ayala - J. Ferrater Mora (1949-1984)

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UN EXILIO DESDE DENTRO: ÉTICA Y LITERATURA Epistolario F. Ayala - J. Ferrater Mora (1949-1984) Edición a cargo de Miquel Osset Prólogo de Jordi Gracia



UN EXILIO DESDE DENTRO: ÉTICA Y LITERATURA Epistolario F. Ayala - J. Ferrater Mora (1949-1984) Edición a cargo de Miquel Osset Prólogo de Jordi Gracia


Dirección editorial: Miquel Osset Hernández

Primera edición: mayo 2015 © Prólogo «El exilio desde dentro»: Jordi Gracia © Estudio preliminar: Miquel Osset © Elizabeth Carolyn Richmond de Ayala © Editorial Proteus c/ Rossinyol, 4 08445 Cànoves i Samalús www.editorialproteus.com Depósito legal: B-14661-2015 ISBN: 978-84-942172-9-6 Impreso en España - Printed in Spain Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.


El ser humano, pues, conforme se muda de lugar y de sociedad, se encuentra en condiciones de descubrir o de comprender más profundamente todo cuanto tiene en común con los demás hombres, uniéndose a ellos más allá de las fronteras de lo local y de lo particular: las dimensiones cósmicas de la naturaleza, es decir, de una naturaleza regida por el orden de los astros, que nos comunican unas verdades y unas leyes divinas. Claudio Guillén “El sol de los desterrados” Todo emigrante sabe en el fondo de su corazón de corazones que es imposible volver. Aun cuando físicamente pueda regresar, no regresa verdaderamente porque es él mismo quien ha cambiado radicalmente al emigrar. Es asimismo imposible volver a aquel momento histórico en el que cada pueblo era el centro del mundo. La única esperanza que nos queda ahora es hacer de toda la tierra el centro. John Berger “Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos”



Índice Prólogo: El exilio desde dentro ..................................................... 11 Introducción ....................................................................................... 15 Orígenes .............................................................................................. 21 1949: El fin de la esperanza ............................................................ 41 Proyectos propios, revistas y editoriales de Sansueña ............. 57 El mundo académico ........................................................................ 73 España de ida y vuelta ..................................................................... 85 Creación. Una reflexión .................................................................. 105 Liberalismo: actitud o ideología ................................................... 121 Epílogo ............................................................................................... 137 Bibliografía ....................................................................................... 139 Epistolario ......................................................................................... 149



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Se quejan de escribirse poco, se quejan de la burocracia académica, se quejan de la insustancialidad ajena, se quejan una y otra vez. Y sin embargo, esta cala en la vida privada y profesional de dos ensayistas de primer nivel, a través de las cartas de Francisco Ayala a J.M. Ferrater Mora, ilumina sin melancolía ni abatimiento la maduración de dos profesores con actividades intelectuales no exclusivamente o estrictamente académicas. O mejor: dos profesores dispuestos a aprovechar sus múltiples oportunidades de pensamiento y acción para intervenir en el curso de las cosas que pasan, en sus lugares de exilio y en sus países de origen. Llega un punto en que allí y aquí, dentro o fuera, son el mismo lugar moral, como si cuajase una forma de intersección o mestizaje que funde ambos espacios. Pierden nitidez y aristas, pierden incluso identidad, de manera que ambos escritores desarrrollan su actividad en una extraña homogeneidad o uniformidad físico-moral: un exilio que ya no es exilio del todo, o es exilio más escogido que impuesto, y a la vez no olvida tampoco que es hijo de un exilio forzado y de una derrota militar en 1939. Trabajan sin prever si sus ocupaciones tendrán eficiencia allí o aquí, porque lo importante es pensar y hacer. Antes que otra cosa, este epistolario que rescata y estudia Miquel Osset ofrece una lente de aumento a la intimidad reflexiva –directa en uno y refleja en el ausente del libro, Ferrater Mora- de dos vocaciones intelectuales fuertes y dispuestas a crecer tanto en sus destinos de exiliados como en el destino de todo exiliado real: el regreso.


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Por eso me parece particularmente inteligente el enfoque que Miquel Osset ha adoptado en el estudio introductorio, extenso y relevante. Esas cartas contienen en cifra buena parte de la peripecia que ha de seguir la cultura española para fabricar las toxinas que arruinarán el edificio franquista y fundarán la construcción de una sociedad democrática, nadie sabe cuándo, nadie sabe cómo, nadie sabe en qué medida, pero sucederá. La abundante bibliografía final y la densa franja de notas hablan de una finalidad: comprender desde la intimidad del exilio la relevancia de empresas que no son privadas ni íntimas sino el telar de una España nueva que ninguno de los dos asocia con la restauración de un pasado republicano. Osset explota cuanto puede la menor alusión, ironía o comentario al paso, de modo que podamos imaginar el peso que pudieron tener las cosas del interior leídas desde el exterior exiliado. Ni olvidan ni deploran, pero la racionalidad de ambos fecunda sobre todo las vías del futuro, tanto si uno lo hace en forma muy explícita, meditando sobre la textura sociológica de la España de los años sesenta (Ayala), como si el otro lo hace promoviendo soluciones óptimas para trabar a Cataluña con España, y a ambas con Europa (Ferrater Mora). Y si Ferrater fue escritor dotado de un humor socarrón y leve, Ayala aparece desnudo en estas cartas como irónico profesional, ácido y hasta corrosivo, en especialidad reconocida de Ayala y que aquí prodiga a medida que la amistad crece entre ambos. La ironía en estas cartas es casi el registro común, y sólo escapa a él cuando necesita puntualizar algo en serio, o cuando le enfada algún asunto profesional, político o personal. Julián Marías está en Estados Unidos pero “no ha dicho ni mu” todavía, quizá porque estará “propalando entre las frondas del trópico feliz las últimas novedades que se le haya ocurrido atribuirle a Ortega impunemente”. De Eduardo Nicol y sus “colosales majaderías” puede colegirse que está loco, mientras tira “coces al aire, contra difuntos ilustres, y contra vivos indeterminados”. Pero es más divertida su socarronería achispada cuando Ayala se mete con Ferrater o cuando se burla de sí mismo. Tras hablar apesadumbrado de una semana sin escribir una línea, el prolífi-


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co Ayala pregunta sin reservas al prolífico Ferrater: “¿Cuántos libros has escrito tú en estos últimos días?” Acaba de enterarse además en 1963 de la aparición de un libro titulado Sobre la esencia, “el autor es el yerno de don Américo” (es decir, Xavier Zubiri), aunque no es sorprendente la sorpresa de Ayala. De hecho, incluso la renacida Revista de Occidente de 1963 no pasa de ser hoy, para alguien que la fundó con Ortega en 1963, “revista de quiosco”. Y naturalmente la ironía le alcanza a él mismo, como al volver tan contento de una firma de ejemplares de su nueva novela en una librería de Buenos Aires, y contarlos: “cuatro”. No son excepcionales escritores ninguno de los dos, posiblemente. Son excepcionales intelectuales integrados en el aparato académico de Estados Unidos, primero, y en la estructura social española después, en forma de intervención meditada y muy respetada desde finales de los años sesenta. Sus libros se editan aquí, se difunden aquí y sus magisterios en la Sociología y en la Filosofía obran excelentes efectos colaterales en forma de amigos, discípulos, editores, periodistas. Ambos son parte del basamento que hará verosímil una formación política e intelectual para quienes son universitarios en los años sesenta y setenta y en cuyos manos va a estar en seguida la gestión política de la ruptura con el franquismo y la construcción de un Estado democrático, ya en 1978. He dicho ruptura sin vacilar, porque la democracia fue una ruptura legal y jurídica con el pasado franquista, aunque no fuese lo que no puede ser: un corte histórico en el decurso temporal o un volver a empezar desde la nada. Creo que ambos encarnaron entonces este mensaje de fondo: sin ninguna complicidad con el régimen franquista, favorecieron el desmontaje legal y jurídico del aparato del poder, pero sobre todo favorecieron las condiciones éticas e ideológicas de una nueva sociedad que llevaba encima su acatamiento reciente a la autoridad franquista, y a menudo bolsas muy amplias de complicidad con él. Por eso a veces llama tanto la atención la ausencia de comentarios o de juicios sobre cosas graves que están pasando mientras Ayala trastea en sus despachos universitarios, mientras proyecta sus vacaciones o mientras pondera este o aquel libro: esa realidad


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social y política está de más en el comentario privado porque no merece atención especulativa o reflexiva. Desde la vivencia de una democracia imperfecta, culpable, a menudo corrosiva como la norteamericana, Ayala relativiza con escepticismo escarmentado los problemas que ha de enfrentar el presente de España porque en cualquiera de los casos, superado el franquismo, el destino final no será ningún paraíso utópico, ninguna forma de la plenitud, ningún ensueño de realización competa. La democracia no actúa en ese estrato iluso, y la realidad social y política tampoco. Desde dentro, por tanto, nada es heroico y el exilio profesional de dos figuras tan respetadas, tampoco. A veces parece que somos nosotros los necesitados de dosis de heroicidad que caldeen el presente. Los epistolarios del exilio han entregado ya múltiples desengaños en forma de doméstica subsistencia a las condiciones de lo real, a la misma altura y con la misma dignidad que las correspondencias de personajes del interior. La desmitificación del exilio no es una operación sádica ni es revanchista: es una forma de honestidad intelectual con la integridad del pasado y un modo de combatir el autoengaño. Niguno de estos dos escritores fue especialmente sensible ni al autoengaño ni a la mitificación, aunque sí a la vanidad y quizá incluso a la petulancia. Quizá por eso es doblemente aleccionador escuchar a Ayala (y al trasluz al propio Ferrater Mora): fragmentos de la ciudad democrática antes y después de la democracia. En apariencia se ocupan sólo de sus pequeñeces, de sus rumias, de sus decepciones. Y se quejan, sí, pero nadie se lo va a tener en cuenta. Sus quejas son poco más que el decorado doméstico de una actitud pública ejemplar.


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Introducción La literatura generada en torno al exilio republicano español se ha visto incrementada con el paso de los años. Ha dejado de ser una asignatura pendiente, una anomalía de nuestra Historia, para integrarse decididamente como una pieza más en el conjunto de estudios que configuran la identidad cultural del siglo XX. Si la Guerra Civil española ha sido el conflicto bélico más analizado de cuantos han tenido lugar, su exilio consiguiente ha necesitado de más tiempo y esfuerzo para ser tratado con todo el rigor exigible. La magnitud del éxodo intelectual de 1939 en España fue de un tamaño difícilmente comparable al de otros éxodos asociados a otros conflictos bélicos. Se trató de un desgajamiento de tanta profundidad que ha marcado de modo indeleble a todas las generaciones posteriores. Muchos piensan (pensamos) que el vacío dejado por una generación como aquélla aún no ha podido ser sustituido en toda su extensión, y que las heridas dejadas aún supuran con excesiva frecuencia en nuestro quehacer contemporáneo. La magnitud de la tragedia asociada al exilio republicano ha hecho que los trabajos consagrados a su estudio hayan estado marcados en gran medida por una visión eminentemente trágica de sus consecuencias. No faltan motivos que justifiquen un enfoque tal. A la dureza del exilio en sí mismo se añadieron en el caso español elementos adicionales que lo lastraron con cargas suplementarias: el paso por los campos de concentración franceses, la extremada duración de la dictadura franquista, o


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el abandono internacional de la causa republicana, fueron solo algunos de esos lastres dolorosos. No es de extrañar, por tanto, que el carácter biográfico haya impregnado decisivamente los estudios literarios asociados, y que la reconstrucción de las emociones sufridas sea preponderante en una bibliografía que asume a menudo carácter reivindicativo, ético o militante. Las analogías inevitables del exilio republicano en el siglo XX con las igualmente amargas experiencias del exilio liberal español durante el siglo XIX han llevado a reflexionar atentamente sobre el por qué de un destino tan singular como el de la historia española “a contratiempo de la europea”: por qué la tolerancia de la Edad Media en España se transmuta en intolerancia durante la Edad Moderna y en puro oscurantismo después, ante el fenómeno de la Ilustración. Vicente Llorens, en 1954, con su Liberales y románticos1, puso bien a las claras de manifiesto las similitudes existentes entre la España de 1814 y la de 1939: un Estado en ruinas tras una guerra cruenta, y privado de quienes podían contribuir más eficazmente a su reconstrucción, de sus minorías intelectuales dirigentes, expulsadas entonces y expulsadas en 1823, tras el breve paréntesis liberal de 1820-1823. Aquel exilio forzoso tuvo elementos comunes con el de toda experiencia equiparable: dificultades de adaptación al nuevo entorno de acogida (Inglaterra, en la mayoría de los casos, durante el siglo XIX) y una nostalgia a menudo casi obsesiva que tiende a idealizar cuanto se deja atrás. Dos diferencias sustanciales, no obstante, cabe remarcar a la hora de diferenciar ambos exilios: por un lado, la ferocidad empleada en la represión ejercida por parte del bando franquista contra sus adversarios (muy superior a la represión absolutista de Fernando VII); y, por otro, la existencia de una fecundación “transterrada” (en palabras de José Gaos) gracias a la hospitalidad de las comunidades hispanoamericanas de acogida y a la capacidad de adaptación de los exiliados, que no se dio apenas durante el siglo XIX. El triste peregrinar, rayando en la pobreza más absoluta, 1 Vicente Llorens: Liberales y románticos Editorial Castalia Madrid 2006 (reedición)


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de los exiliados españoles en Londres, sin apenas impacto económico o intelectual en aquella Inglaterra decimonónica pero industrial y pujante del siglo XIX, se convierte por el contrario en segunda oportunidad vital para no pocos exiliados republicanos de 1939. Oportunidad bien aprovechada tanto por ellos como por parte de sus centros de acogida, que supieron dejarse fecundar por una España errante, transterrada, pero también emprendedora y lúcida. Si bien sería absurdo minimizar la carga trágica que el exilio ha llevado incrustada en su configuración, sería igualmente parcial dejar de lado otro enfoque igualmente existente y auténtico que convivió con el trágico y desgarrador. Se trata de aquellas experiencias fraguadas igualmente en el exilio pero que emplearon a éste como trampolín de desarrollo de trayectorias intelectuales de suma relevancia y que tal vez hubieran tenido más dificultades para manifestarse como tales en otras circunstancias. Entra en el terreno de las hipótesis o de la pura ficción suponer qué hubiera sucedido si ciertos intelectuales obligados al exilio no se hubieran visto forzados a abandonar España y hubieran podido crecer y crear en su propia patria. ¿Qué hubiera ocurrido si no se hubiera producido el paso por las universidades norteamericanas más prestigiosas de la época o si no se hubieran mantenido contactos directos con los intelectuales latinoamericanos más prestigiosos en sus lugares de origen? ¿Habría sido posible otro tipo de fecundación sustitutiva? No es imposible que así hubiera sucedido igualmente, pero, lo que sí podemos afirmar con rotundidad es que, en ciertos casos, las oportunidades de desarrollo que los países de acogida ofrecían fueron aprovechadas intensamente, no para recrear un discurso del lamento y la tragedia, sino para elaborar discursos de otra índole: discursos con finalidad investigadora, con voluntad pedagógica, insertados en las tendencias intelectuales de su época y que, a lo sumo, hacían de la memoria un instrumento creador y no paliativo. El propio Vicente Llorens, en sus memorias2, a la hora de repasar sus primeros años de exilio transcurridos en Santo 2 Vicente Llorens Memorias de una emigración (Santo Domingo, 1939-1945) Editorial Renacimiento. Biblioteca del Exilio Sevilla 2006


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Domingo, entre 1939 y 1945, era testimonio y dejaba constancia de un cierto “optimismo colectivo” que, pese a la dureza de las condiciones, muchos exiliados experimentaban en los países de acogida. Se trataba de una especie de “segunda juventud”, de un rehacer a tiempo biografía y Obra por parte de aquéllos a quienes el exilio no había sorprendido demasiado tarde. Si bien es cierto que el exiliado se acostumbraba a vivir inquieto y a recibir pocas y espaciadas noticias de cuanto había dejado atrás, a menudo mediante un lenguaje en clave que no comprometiera a sus interlocutores epistolares, la “necesidad de libertad” que Llorens evocaba era, poco o mucho, viable en los países de acogida, y abría puertas impensables en la España franquista. Parte de la comunidad de exiliados supo aprovechar esas oportunidades. En esa otra categoría de exiliados se sitúan José Ferrater Mora y Francisco Ayala. El epistolario al que estas páginas preceden es claramente ilustrativo de lo dicho anteriormente. Abarca treinta y cinco años, período más que suficiente no sólo para demostrar una relación de amistad, sino para mostrar a cualquier lector interesado algunas claves del exilio español a través de sus elites intelectuales. Desde 1949, año en el que por razones que luego se expondrán muchos exiliados asumen ya definitivamente su condición como tales, hasta 1984, en que el regreso es complementado con el más amplio reconocimiento público, treinta y cinco años se extienden y nos permiten analizar sus evoluciones respectivas y no pocas claves colectivas de su época. Lamentablemente, la voz de Ferrater Mora no ha podido incorporarse al epistolario. Es tan solo la de Francisco Ayala la que se ha preservado, pero, si bien esta ausencia es una innegable carencia (conocemos por otros epistolarios conservados cuán lúcida, expresiva e irónica era la voz epistolar de Ferrater Mora) sí es posible reconstruirla en gran medida gracias a la de Ayala. Adivinamos a través de éste el tono de las respuestas y su orientación. Aun tratándose de un diálogo mutilado, el diálogo existe e ilustra. Más bien formal en sus inicios, el diálogo entre ambos gana con los años una intimidad superior y una complicidad apreciable alimentadas ambas por la admiración mutua.


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A través de las páginas del epistolario desfilan no pocos exiliados ilustres y no pocos intelectuales del interior. Las confidencias compartidas entre ambos muestran así dos características fundamentales de esta relación, compartida con otros epistolarios del exilio: las fuertes complicidades para el apoyo mutuo establecidas entre los integrantes del colectivo intelectual, y, además, el mantenimiento de una relación fluida y creciente con las voces del interior: entre “ellos” y “nosotros”. En torno a ambos y a su prestigio en ascenso vemos crecer el número de interesados de toda índole que se les acercan, pero ambos preservan en todo momento una fuerte voluntad de independencia. El talante liberal, característico de ambos, les permite no sólo entenderse mutuamente, sino filtrar de modo similar el caudal de relaciones establecidas así como compartir un escepticismo irónico y sano, propio de hombres hechos a sí mismos. España apenas está presente entre sus motivos de preocupación expresados. Raramente aparece como motivo de reflexión: el “España como problema”, sencillamente no está presente en el epistolario, aunque sí lo esté como motivo de reflexión en sus Obras respectivas. Ni siquiera los regresos, primero puntuales y después habituales de ambos al país que debieron abandonar en circunstancias dramáticas, merecen comentarios extensos entre las impresiones intercambiadas. Ni el fallecimiento del dictador, ni el inicio de la transición política se hallan tampoco entre los temas a compartir. Tanto Ayala como Ferrater Mora comparten en su intercambio epistolar aquellos temas que constituían en su momento las preocupaciones cotidianas en un entorno académico propio de elites intelectuales en pleno desarrollo: dificultades administrativas, cotilleos, lecturas, opiniones sobre el entorno editorial y académico, etc...... Se limitan a construir peldaño a peldaño su carrera preocupándose de cimentarla sólidamente en el entorno que han escogido definitivamente. Sin acritud, sin miradas atrás y, por supuesto, sin dramatismo alguno. La lectura atenta del epistolario permite añadir argumentos a quienes entienden que una Historia del Pensamiento español del siglo XX elaborada mediante una metodología completamente normalizada debería prescindir de los criterios geográficos del


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exilio, con sus diferentes núcleos de adopción (Buenos Aires, México, Estados Unidos, etc...) y de las dicotomías interior-exterior y partida-retorno. El trabajo de ambos, su tarea creativa, prescinde de tal diferenciación y se desarrolla en función de sus proyectos autónomos en los contextos apropiados para ello. Los referentes para ambos no están supeditados a una adscripción geográfica sino intelectual, y las redes de apoyo pasan pronto de ser meramente asistenciales para convertirse en puntos de apoyo para la creación. El epistolario entre ambas personalidades no es una pieza con intención literaria ni tampoco un instrumento confesional. Es la constatación de una vivencia del exilio como desarrollo profesional aprovechado y, por tanto, un material de interés innegable que constituye no sólo una pieza más en el engranaje de estudios sobre el exilio republicano español, sino una oportunidad más para entender a éste en toda su complejidad y diversidad de matices, como paisaje frondoso y no necesariamente trágico, incluyendo en él también a la oportunidad no malograda, sino aprovechada plenamente. En ambos casos, con gran intensidad y meridiana claridad.


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Orígenes El 28 de Mayo de 1939, Ferrater había llegado a Cuba a bordo del “Flandre”, huyendo de la inminente guerra mundial en ciernes y de la guerra civil española, definitivamente perdida. Atrás quedaba el inicio de una carrera prometedora, apenas incipiente, y, a cambio, frente a él se abría un nuevo continente de posibilidades que iban a ser examinadas y aprovechadas con gran intensidad. Ferrater había nacido el 30 de octubre de 1912 en el barrio de la Ribera de Barcelona, concretamente en la calle Princesa nº6 4º. Era hijo de Maximilià Ferrater, empleado en una pequeña empresa de productos eléctricos, y de Carme Mora. Criado posteriormente en Amer, estudió Comercio entre 1922 y 1925 en el Colegio de Santa Maria del Collell. Como complemento a su ocupación en oficinas de comercio, empezó a trabajar también como traductor de alemán en diversos proyectos editoriales, como por ejemplo en la traducción de la Pedagogía sistemática, de Wilhelm Flitner, para la editorial Labor. Es muy probable, además, que colaborara también aquellos años en la obra colectiva del Diccionario de pedagogía, promovido por Sánchez Sarto para la Editorial Labor. Puede ésta haber sido una fuente de inspiración relevante después para la idea del Diccionario de Filosofía. Cursó el Bachillerato como alumno libre, examinándose en 1932 y 1933 en el Instituto Maragall de Barcelona, y en 1934


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en el Instituto de Manresa3. En 1934 inició sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras y Pedagogía de la Universidad de Barcelona hasta el inicio de la Guerra Civil, siendo movilizado a partir de ese instante. En la Universidad, Ferrater se haría discípulo de Jaume Serra Hunter y de Joaquim Xirau. Así lo recoge la nota dedicada a Xirau en su Diccionario de Filosofía: “XIRAU (PALAU), JOAQUIM (1895-1946), nac. en Figueres, fue profesor en la Universidad de Barcelona –donde reunió a un grupo de discípulos: J. Calsamiglia, D. Casanovas; J.Maragall, el autor de este libro, etcétera-……..” En la Universidad se revelaría excepcionalmente dotado no sólo para la Filosofía, sino también para los idiomas. Pronto dominaría el griego, el sánscrito, el latín, el francés, el inglés y el alemán. Esos conocimientos le permitirían obtener una posición a salvo como traductor y cicerone en la retaguardia del ejército republicano durante la Guerra Civil, así como ocupar el puesto de desencriptador de mensajes cifrados por el enemigo. Del interés inicial por la Pedagogía de Ferrater se ha conservado rastro en algunas revistas de la época: sus primeras publicaciones. “Un problema de pedagogía”4, por ejemplo, publicado en Escuelas de España con 22 años, dejaba huella de una visión de la Pedagogía íntimamente vinculada a la Filosofía. El artículo trataba de mostrar al lector la necesidad de concebir un fundamento de la Pedagogía capaz de evitar que pudiera ser concebida como una simple técnica: “La consecuencia de este análisis del problema fundamental pedagógico es la que no hay Pedagogía posible sin una depuración de 3 Sobre el interés incipiente de Ferrater por la Pedagogía conviene consultar el artículo de Conrad Vilanou Torrano “Josep Ferrater Mora i la pedagogía: recuperació d´un text oblidat”, publicado en Educació i Història nº 4 , de la Societat i Història de l´Educació dels Països de Llengua Catalana, Barcelona pp. 134-141 4 J. Ferrater Mora “Un problema de pedagogía” Escuelas de España nº 7 (julio 1934) pp. 1-4


ORÍGENES

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sus llamados “fundamentos”. Si la pedagogía quiere ser algo más que un repertorio de lugares comunes, debe ahondar un poco en la busca de los problemas con cuya resolución sus realizaciones son posibles. Lo que quiere decir, a fin de cuentas, que depende de los datos que otras disciplinas le ofrezcan. Es la grandeza y la servidumbre de toda técnica” También en Escuelas de España, publicación mensual de orientación progresista y editada en Madrid, aparecería un año más tarde la reseña de su libro Cocktail de verdad5. Ello permite suponer que Ferrater entraría en contacto con algunos de los miembros del Consejo de Redacción de la revista y con algunos de sus colaboradores habituales, como por ejemplo Rosa Sensat. Sabemos, por otra parte, que Ferrater participaba habitualmente durante los años finales de la II República en la tertulia de intelectuales de la Maison Dorée, frecuentada entre otros por Francesc Trabal, Ramon Xurriguera, Ramon Xirau, Herminio Almendros y Dolors Piera6: es decir, en algunos de los círculos de los movimientos de renovación pedagógica más activos de la época. Ferrater aceptaría, por ejemplo, a solicitud de Piera, colaborar en la revista Iskra (L´espurna), de orientación leninista, y establecería con ella una buena amistad que se reemprendería algo más tarde en el exilio chileno, y después a través de una prolongada correspondencia. Los aires de renovación pedagógica de la época tenían en las enseñanzas de Célestin Freinet a uno de sus referentes fundamentales. Freinet, con su enfoque innovador para la educación popular y rural (fue introductor, por ejemplo, de la imprenta en la escuela como herramienta pedagógica), y a través de su Cooperativa de Enseñanza Laica, iba a influir decisivamente en grupos de maestros catalanes, como los agrupados en torno al colectivo Batec, y, en particular, en Dolors Piera y en Herminio Almendros. 5 Escuelas de España nº 19 ( Julio 1935) pp. 340-341 6 Cèlia Cañellas y Rosa Toran Dolors Piera. Mestra, política i exiliada Institut d´Educació de l´Ajuntament de Barcelona Publicacions de l´Abadia de Montserrat Barcelona 2003 pp. 59-64



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