Interdependientes y ecodependientes. Ensayos desde la ética ecológica (y hacia ella)

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INTERDEPENDIENTES Y ECODEPENDIENTES. ENSAYOS DESDE LA ÉTICA ECOLÓGICA (Y HACIA ELLA) Jorge Riechmann



INTERDEPENDIENTES Y ECODEPENDIENTES. ENSAYOS DESDE LA ÉTICA ECOLÓGICA (Y HACIA ELLA) Jorge Riechmann

COLECCIÓN SIGLO XXI: ÉTICA ACTUAL

PROTEUS


Dirección Editorial: Miquel Osset Hernández Diseño gráfico de la colección: Imma Canal Diseño editorial: Ana Varela Fotografía de la portada: © Iago Bueno

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Primera edición: septiembre 2012

© Jorge Riechmann © para esta edición: Editorial Proteus c/ Rossinyol, 4 08445 Cànoves i Samalús

www.editorialproteus.com Depósito legal: B. 24354-2012 ISBN: 978-84-15549-41-3 BIC: PSAF

Impreso en España - Printed in Spain Romanyà Valls S.A. - Capellades


ÍNDICE Introducción: la ética y sus tres preguntas...............................................................................15 Tres noticias para irnos situando: un lagarto africano en tierras catalanas, un alcalde extremeño contra los ecologistas fastidiosos, plancton marino en declive (p. 16) — ¿Nos tomamos en serio la ética? (p. 19) — La ética no es cosa de uno solo (p. 21) — Dos grandes tareas pendientes (p. 22) — Ética extramuros (p. 24) — Interdependientes y ecodependientes (p. 25) — Pingüinos en la era del calentamiento climático global (p. 27) — Sobre lemmings (en videojuegos) y seres humanos desconectados (p. 29) — Media docena de sistemas de creencias que nos desencaminan (p. 31) — Las dos grandes preguntas de la filosofía práctica (p. 34) — Ética y moral (p. 35) — La tarea ética (p. 36) — Y la tercera gran pregunta que se añade a las dos anteriores: ¿cómo habitar la tierra? (p. 39) — Trabajar en pensar bien (p. 40) — Opciones ético-políticas abiertas para los seres humanos (p. 42) — Notas (p. 46) Frente al abismo.......................................................................................................................55 Estamos en la cuenta atrás (p. 56) — También en lo socioeconómico… (p. 57) — Evitar la catástrofe (p. 59) — ¿Tercera gran depresión o crisis civilizatoria? (p. 60) — Cinco momentos de ruptura (p. 62) — Los años alrededor de 1930 y alrededor de 1980: dos puntos de inflexión que nos han traído al atolladero donde nos encontramos hoy (p. 66) — El tiempo disponible para actuar está menguando de forma dramática (p. 69) — Bienes comunes (p. 73) — Aún no hemos aprendido a vivir en esta tierra (p. 74) — La economía capitalista, cáncer de la biosfera (p. 76) — ¿Qué se puede hacer? (p. 76) — ¿De un genocidio a otro? (p. 80) — Estamos todos en peligro (p. 80) — Notas (p. 81) Moral e igualdad.......................................................................................................................89 El punto de vista moral (p. 90) — El núcleo de lo moral: el vínculo con el otro (p. 93) — Igual consideración de todos los intereses (p. 94) — La cuestión de la igualdad: una estructura antropológica fundamental, según Ernst Tugendhat (p. 99) — El valor de la igualdad (p. 102) — Dominación versus igualdad (p. 103) — Una nota sobre el «buenismo»


(p. 106)— Reflexiones adicionales sobre igualdad (p. 107) — Final: atropellar una segunda vez para rematar (p. 109) — Notas (p. 111) Acerca de la condición humana..............................................................................................115 Controversias sobre la naturaleza humana (p. 116) — ¿Un ser de antinaturaleza? (p. 117) — Exageraciones (p. 119) — Sobre el lugar de la especie humana en el cosmos (p. 122) — La plasticidad humana (p. 125) — «Cerebro reptiliano» y neocórtex humano (p. 128) — Plasticidad cultural, pero no tabula rasa (p. 129) — Una réplica (p. 130) — Reflexividad (p. 132) — Ojo con las exageraciones… (p. 135) — ¿Hacia lo transhumano? (p. 137) — Un hecho básico: la socialidad humana (p. 139) — Dos niveles distintos de «naturaleza humana» (p. 143) — Algunas ideas sobre la naturaleza/condición humana: Hart, Nussbaum y Giner (p. 144) — Otros dos rasgos: pluralidad y natalidad según Arendt (p. 148) — La costumbre, segunda naturaleza (p. 149) — La ambivalencia de lo humano (p. 150) — Asimilar facticidad cosmológica (p. 152) — Notas (p. 154) El fundamento: no dañar a los seres que pueden ser dañados..............................................161 ¿Alienígenas? (p. 162) — ¿Tratar bien a un toro consiste en lidiarlo? (p. 162) — No demos por sentados los prejuicios de nuestra época y nuestro medio social (o los de la época inmediatamente anterior) (p. 164) — Excurso: ¿hasta dónde fundamentar? (p. 166) — Derechos, deberes, intereses… (p. 167) — El lenguaje de los derechos (p. 168) — Un manotazo arbitrario (p. 169) — Supremacismo humano (p. 170) — Trabajando en las raíces (p. 172) — ¿Quiénes forman parte de la comunidad moral? (p. 173) — ¿Aspirar a lo imposible para lograr lo posible? (p. 174) — ¿Pueden ser dañados? (p. 176) — El valor intrínseco… y la «reverencia por la vida» de Albert Schweitzer (p. 177) — Ampliar la comunidad moral (p. 180) — «Ya está cazado todo lo cazable» (p. 183) — Dejar de comer carne (p. 185) — La dieta, un asunto político (p. 186) — El asesino que puede dejar de matar (p. 186) — Privilegio y responsabilidad (p. 188) — Notas (p. 189) De una moral de proximidad a una moral de larga distancia................................................197 Un cerdo en Papantla (p. 198) — Sobre lo fácil que resulta –en ciertas circunstancias– reducir la comunidad moral (p. 199) — Y sobre la dificultad de ampliar la comunidad moral: si somos xenófobos empáticos… (p. 201) — Compromiso con el otro: ¿sólo con el otro concreto


y cercano -o también con el otro más abstracto y lejano? (p. 205) — Un ser muy cercano al deber ser… en el grupo pequeño (p. 210) — Los restos en la Gran Dolina de Atapuerca como advertencia (p. 211) — El sindicato de los que no pueden pertenecer a ningún sindicato (p. 212) — Responsabilidad y proximidad del otro (p. 213) — Facilitar la inclusión, crear proximidad (p. 214) — El paso de una moral de proximidad a una moral de larga distancia (p. 215) — La oreja de José Claudio Ribeiro da Silva (p. 219) — Ejercicios de estiramiento moral (p. 220) — Las tareas morales clave (p. 222) — Una senda para avanzar: la experiencia de la ciudad (p. 224) — Una segunda senda de avance: Dugatkin y las asociaciones múltiples (p. 227) — Una tercera idea: hermanamientos entre ciudades muy lejanas (p. 229) — Notas (p. 229) Diversidad biológica: la sexta gran extinción.........................................................................239 Introducción (p. 240) — Una crisis global de extinción de especies (p. 240) — Extinción biológica a causa del cambio climático (p. 242) — Hacia un holocausto biológico (p. 243) — Las cinco megaextinciones pretéritas… y la sexta extinción (p. 246) — La biodiversidad como «seguro de vida de la vida» (p. 248) — Destinos entrelazados (p. 249) — Cinco grupos de razones para proteger la biodiversidad (p. 251) — Sobre remaches en alas de avión (p. 257) — Notas (p. 260) Cambio climático: ¿seguiremos mirando hacia otro lado?....................................................267 Cambios en los hielos árticos: un «canario dentro de la mina» (p. 268) — Una amenaza civilizatoria (p. 269) — No linealidad (p. 271) — Por favor, un poco de seriedad (p. 273) — Las guerras del clima (p. 276) — Manchar el propio nido (p. 278) — Efecto, y no causa (p. 279) — No sólo reaccionar contra el daño, sino buscar formas de vida buena (p. 282) — Cambiar duele (p. 285) — (In) justicia climática (p. 286) — Fracaso histórico de la sociedad capitalista (p. 289) — ¿Cabe seguir aceptando la dirección del capital sobre el conjunto de la sociedad? (p. 290) — Sobre medios y fines en un marco capitalista (p. 296) — Un desafío formidable (p. 299) — ¿Como librar una guerra? Pero si no hay enemigo externo… (p. 300) — ¿De dónde tanta ceguera? (p. 301) — El tiempo está corriendo rápidamente en contra nuestra (p. 302) — Pero las cosas no van por ahí… (p. 303) — Un retraso de decenios (p. 304) — La vida es una transmutación química de la luz del sol (p. 306) — Notas (p. 309)


De una cultura de la hybris a una cultura de la autocontención............................................319 Observaciones conceptuales: naturaleza y cultura (p. 321) — Definir la cultura (p. 323) — Un modelo de interacción entre ideas e intereses (p. 324) — Afinidades selectivas (p. 325) — El factor religioso (p. 328) — Los valores y creencias de la sociedad industrial (p. 331) — Valores: la importancia del altruismo (p. 332) — La cultura del capitalismo fordista y posfordista: consumismo (p. 335) — «Escapada virtual» (p. 338) — Una cultura productivista/consumista impulsa la insostenibilidad (p. 339) — Valores ambientales: la investigación demoscópica (p. 340) — Hartazgo de lo que uno no come (p. 343) — Hipocresía y duca (p. 344) — ¿Emplear las mismas armas que el adversario? (p. 346) — En síntesis: capitalismo e insostenibilidad (p. 347) — Necesitamos cambiar, pero… (p. 349) — Algo más sobre consumo y consumerism (p. 350) — No hay atajos (p. 352) — Hacia una cultura de la sostenibilidad (p. 355) — Contra la hybris (p. 356) — Reequilibrar al desequilibrado (p. 358) — «Expansión ilimitada del (pseudo)dominio (pseudo)racional» (p. 361) — Opciones de respuesta (p. 364) — Seguridad existencial (en vez de crecimiento económico) (p. 366) — Sísifo y el Barón de Münchhausen como héroes culturales (p. 368) — Notas (p. 370) Sabidurías ecológicas.............................................................................................................387 La shoah y la destrucción de Melos (p. 388) — Congruencia (y desproporción) del ser humano consigo mismo (p. 389) — «Es más necesario sofocar la desmesura que un incendio» (p. 390) — Una espiritualidad trágica (p. 392) — Reencontrar un equilibrio (p. 393) — Narcisismo antropocéntrico (p. 394) — Los dos grandes valores (p. 395) — Un humanismo de la renuncia a la dominación (p. 395) — Medios y fines, conocimiento y sabiduría (p. 396) — La ilusión de control (p. 397) — Arrogancia epistémica (p. 399) — El valor de la humildad (p. 399) — Civilización y violencia (p. 401) — Criterios de civilización (p. 402) — Interdependientes y ecodependientes (p. 403) — Como arqueros que buscan un blanco (p. 404) — Vivir de otra manera (p. 407) — Notas (p. 407) Tiempo de resistencia.............................................................................................................413 Nuestra terrible situación (p. 414) — No se improvisa una cultura alternativa (p. 415) — Contra la desesperanza, pero sin autoengaños


(p. 418) — Caminar erguidos (p. 419) — «Responsabilidades comunes, pero diferenciadas» (p. 420) — La transformación hacia la sostenibilidad no es imposible (p. 422) — Y ¿qué es la ética ecológica? (p. 424) — Un par de recomendaciones prácticas (p. 425) — ¿Seguiremos creyendo en los Reyes Magos? (p. 425) — Dejemos de disociar; volvamos a conectar con la tierra y con la vida (p. 427) — Volver a situar la acción sociopolítica colectiva en el centro (p. 430) — Tomar nuestra vida en nuestras propias manos (p. 431) — Resistamos ahí (p. 434) — Notas (p. 434)



Para Paco Fernández Buey, de quien aprendo —desde hace ya tantos años— a vivir y a pensar (lo poco que sé: pero eso cae en el debe de las flaquezas del discípulo, no en el haber del maestro)



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INTRODUCCIÓN: LA ÉTICA Y SUS TRES PREGUNTAS Los seres humanos son vulnerables a una gran cantidad de aflicciones diversas y la mayoría padece alguna enfermedad grave en uno u otro momento de su vida. (…) Lo más frecuente es que todo individuo dependa de los demás para su supervivencia, no digamos ya para su florecimiento, cuando se enfrenta a una enfermedad o lesión corporal, una alimentación defectuosa, deficiencias y perturbaciones mentales y la agresión o negligencia humanas. (…) Estos hechos son tan importantes por sí mismos que ningún autor que aspire a dar una explicación convincente de la condición humana puede dejar de concederles un lugar privilegiado.1 Alasdair MacIntyre Toda la ética desarrollada hasta ahora se basa en una única premisa: que el individuo es miembro de una comunidad de partes interdependientes. (…) La ética de la tierra, sencillamente, extiende las fronteras de la comunidad para incluir los suelos, las aguas, las plantas y los animales.2 Aldo Leopold Los economistas no saben nada de ecosistemas, no saben nada de termodinámica, nada de biodiversidad, son totalmente ignorantes respecto a estos temas. Un economista debe tener claro que si los animales desaparecen, él también desaparecerá porque entonces ya no habrá qué comer. Pero él no sabe que dependemos totalmente de la naturaleza ¿te das cuenta? Sin embargo, para los economistas de hoy en día la naturaleza es un subsistema de la economía, concepto que es totalmente absurdo.3 Manfred Max-Neef


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Hay que revisar cómo nos aproximamos a la naturaleza y al resto de seres de nuestro planeta. Y veremos que no es diferente de cómo nos acercamos a nuestros propios hermanos y hermanas de especie; por tanto, la raíz del problema de las relaciones interhumanas y las relaciones con la naturaleza es la misma. Nuestro ambiente cultural potencia el hecho de pensar en primer lugar en nosotros mismos y no facilita ser conscientes de la realidad de interdependencia de todos los seres…4 Joan Carrera i Carrera

TRES NOTICIAS PARA IRNOS SITUANDO: UN LAGARTO AFRICANO EN TIERRAS CATALANAS, UN ALCALDE EXTREMEÑO CONTRA LOS ECOLOGISTAS FASTIDIOSOS, PLANCTON MARINO EN DECLIVE

«Efectivos del cuerpo de Agentes Rurales han atrapado hoy [el 3 de septiembre de 2010] un bonito ejemplar de varano de la sabana en una parcela de la calle Emprius de Matadepera (Barcelona)», que no es, desde luego, su hábitat natural. Pero ¿qué hace un reptil así en un solar de un pueblecito catalán? El periodista nos aclara que los varanos son una familia de grandes lagartos carnívoros entre los que se cuentan criaturas tan fascinantes pero definitivamente a evitar como los dragones de Komodo, capaces de zamparse un venado (…). Uno de los preferidos [como mascotas] es el varano de la sabana (Varanus exanthematicus), un bicho subsahariano robusto de fuertes patas, largas garras y dientes afilados, con una bonita lengua bífida azulada y algo chato. (…) Los machos (…) pueden llegar a medir un metro veinte de longitud y pesar cinco kilos y medio. Viven unos diez años. (…) Los terrarios reducidos les agobian y dado que su concepto de terrario reducido es muy elástico (viven en zonas desérticas) tienen tendencia a fugarse. (…) A los varanos de sabana les gusta cavar y eso explica que el de Matadepera se hubiera hecho una madriguera en un agujero bajo el pavimento del jardín de una casa. Allí fue observado por los comprensivamente alarmados propietarios que avisaron a la policía. (…) El animal fue capturado por los agentes rurales con el uso de una jaula trampa. Se especula con que haya escapado de alguna casa vecina o fuera abandonado.5


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Una considerable conflictividad ecológico-social despunta a través de esta llamativa noticia: enseguida pensamos en el tráfico ilegal de animales protegidos (para emplearlos como mascotas), en cómo la globalización mercantil favorece la expansión de «especies invasoras» en hábitats distintos de los originarios, en nuestra compleja relación con los animales no humanos, en la asunción de responsabilidades (o en las formas de esquivarlas)… Más conflictos socio-ecológicos: en Los Guadalperales, pueblo de Badajoz, el alcalde emitió un bando —el pasado 29 de julio de 2010— señalando que según la normativa vigente «no se pueden caer los nidos de las golondrinas y otras aves parecidas sin el correspondiente permiso de la Junta de Extremadura». La justificación de la advertencia es prudencial, para evitar sanciones, solicitando el alcalde D. Diego Collado que «extreméis el cuidado y se pidan los permisos correspondientes, y más todavía debido a la presencia en el pueblo de algún talibán impresentable del ecologismo que se dedica a denunciar estos hechos bajo el paraguas de asociaciones ecologistas de localidades muy lejanas, y cuyo objetivo es fastidiar a las personas del pueblo basándose en una interpretación muy rigurosa de las leyes existentes (…) Os pido a todos colaboración y unión para luchar cívicamente contra estas personas que se dedican a denunciar estos hechos, son radicales, amparadas en un ecologismo impresentable, fanático y enemigo del desarrollo de las zonas rurales, ajenas al pueblo, cuyo objetivo no es defender a los animales sino fastidiar a las personas de este pueblo» (las cursivas son negritas en el original). El asunto puede parecer hasta inocente, comparado con otras situaciones… En otro pueblo extremeño, El Gordo (Cáceres), la vecina Paca Blanco, coordinadora de Ecologistas en Acción en la comarca de Campo Arañuelo, tuvo que pedir protección policial (y poner su casa en venta con intención de marchar del pueblo) después de que el Tribunal Superior de Justicia diese la razón —en marzo de 2011— a la denuncia ecologista contra el complejo turístico Marina Isla de Valdecañas, construido ilegalmente en un paraje protegido. Una larga lista de agresiones anteriores hacía temer a la veterana ecologista lo peor: y sobre todo estaba preocupada por su nieto de seis años, que vivía con ella. El alto Tribunal ha ordenado


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el derribo de los ilegales apartamentos, pero todo el mundo da por descontado que éste jamás se realizará. (Y todavía tiene mayor alcance la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, también en marzo de 2011, que declaraba igualmente ilegal el soterramiento de la M-30 en Madrid, realizado por el alcalde Ruiz Gallardón a sabiendas de que se saltaba el preceptivo informe de impacto ambiental, y violaba otra norma europea para proyectos que afecten un Bien de Interés Cultural —en este caso el entorno del río Manzanares—. Pero los sacrosantos automóviles privados están circulando por esos túneles desde 2007, y tampoco podrá darse marcha atrás tras la enorme inversión de más de 3.600 millones de euros, la cual —junto con otros proyectos del faraónico alcalde— ha dejado endeudada a la capital del Reino durante decenios… Ante situaciones así, ¿no le invade a uno la inquietante sensación de que lo verdaderamente «antisistema» es el mismo sistema?).6 También aquí observamos importantes dimensiones de la conflictiva relación entre nuestras sociedades y los ecosistemas: la ocupación del territorio «en mancha de aceite» que va sustituyendo espacios naturales por zonas urbanizadas e infraestructuras industriales y de transporte, las dificultades para proteger «especies y espacios» a través de una movilización social que conduzca a cambios institucionales y legales «proambientales», la fuerza con que el desarrollo capitalista tiende a desbordar todos los límites saturando el limitado espacio ambiental de una biosfera que es finita y vulnerable… Una tercera noticia, una de las más terribles del verano de 2010, del año, del decenio, del siglo: según los científicos el fitoplancton —la base de toda la vida marina— está cayendo un 1% al año por el calentamiento global. Estos microorganismos suponen aproximadamente la mitad de la producción de biomasa del planeta (con la enorme fijación de dióxido de carbono que esto implica) y del oxígeno atmosférico: pero —según un estudio publicado en Nature en julio de 2010— desde 1950 hasta hoy la concentración de fitoplancton en el hemisferio Norte se ha reducido ya un 40%. El aumento de la temperatura del agua está directamente relacionado con el declive de estos organismos (porque necesitan luz solar y nutrientes para prosperar, y la estratificación en capas de las aguas oceánicas templa-


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das limita la cantidad de nutrientes que emergen a la superficie desde las profundidades). Esta tercera y muy ominosa noticia nos fuerza a considerar otras aristas de la conflictividad ecológico-social: las transformaciones globales antropogénicas que estamos causando en la biosfera (lo cual, como se sabe, ha conducido a destacados investigadores a sugerir que nos hallamos ahora en la era del Antropoceno),7 las perspectivas de crisis asociadas con el calentamiento climático (que podría conducir incluso a un colapso ecosocial de dimensiones dantescas)…

¿NOS TOMAMOS EN SERIO LA ÉTICA? En relación con aquel último asunto —que por supuesto reaparecerá en este libro—, un autor como Anthony Giddens (teórico social, e ideólogo de aquel malhadado cruce entre social-liberalismo y neoliberalismo que fue la «Tercera Vía» de Tony Blair) 8 sugiere que «la mejor manera de mantener en primer plano la política de cambio climático será (…) luchar por mantenerla a la vanguardia de la competitividad económica, integrarla en programas políticos más generales y evitar la adopción de posturas morales».9 Es curiosa esta solicitud de «neutralidad moral» en un asunto como el cambio climático: el mismo autor proclama unas páginas más adelante que «los países más ricos deben cargar con la parte del león de la responsabilidad sobre la adaptación [a los daños venideros causados por el cambio climático] del mundo en vías de desarrollo, al igual que a la hora de limitar el progreso del calentamiento global».10 Las nociones más elementales de justicia parecen exigirlo, en efecto, ya que estos países más ricos han acumulado históricamente la emisión de las cuatro quintas partes —grosso modo— de los gases «de efecto invernadero» causantes del cambio climático. Pero ¿cómo se compadece esta exigencia de justicia con «evitar la adopción de posturas morales»? Hay que decir a Giddens, y a mucha otra gente: ¿por qué lo llaman moral cuando quieren decir moralismo? ¿Cómo se van a evitar las tomas de posición normativas cuando hablamos de asuntos como el calentamiento climático, la hecatombe de biodiversidad o la distribución de riesgos medioambientales?


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Existe una verdadera obsesión, desde la ideología neoliberal/ neoconservadora, por tratar de evitar la moral y la ética, desde la ilusión (ideológica) de que el análisis económico estándar permite razonar y tomar decisiones evitando supuestos normativos.11 Más de treinta años de creciente hegemonía cultural por parte del neoliberalismo/neoconservadurismo han sometido a nuestras sociedades a un lamentable proceso de deseducación (o contraeducación) moral… Pero sin respetarnos los unos a los otros, sin cuidar la reproducción social y sin contribuir al bien común, no hay sociedad humana que salga adelante. Los tres decenios de corrosión moral causada por esta hegemonía son uno de los principales factores que nos han empujado al borde del precipicio (véase el capítulo 2 de este libro, «Frente al abismo»). Desde otro flanco, hay quien pide la exención de la ética como quien pide la exención del IVA. Un caso que viene al caso es el del periodista Arcadi Espada: presentando en Barcelona la Tauroética de Fernando Savater 12 —un libro al que habremos de volver en estas páginas—, Espada, si hemos de creer al cronista de El Mundo,13 defendió su libertad de asistir a una corrida de toros aun a sabiendas de que esté mal, y puntualizó: «También está mal el modo en que obtenemos el paté y sin embargo no dejamos de comerlo».14 Ale y olé: en lugar de proponer al menos una mínima coherencia entre valores y conducta, ¡vacaciones morales para todos! 15 Ay, qué triste ventajismo el de quienes, dotados de sentido moral por ser humanos, pretenden sin embargo emplearlo sólo en ciertas ocasiones, y reclaman en cambio vacaciones morales cuando les conviene… Y qué alucinante resulta la vida moral y política de este país nuestro, cuando uno la contempla con cierto distanciamiento antropológico… Pero las vacaciones morales son la dimisión de lo humano. Algo que no podemos permitirnos. Una cuestión de fondo, claro está, es que Espada no se atrevería a decir estas simplezas si estuviera en juego la moral entre Homo sapiens sapiens. No se banalizaría con semejante ligereza el daño infligido al otro si éste fuese un prójimo humano. ¿Por qué tanta gente no se toma en serio la ética ecológica, que entre otros asuntos trata sobre la relación moral entre animales humanos y no humanos? Trataremos de contribuir a una rectificación en las páginas que siguen.


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LA ÉTICA NO ES COSA DE UNO SOLO

El novelista británico Ian McEwan, entrevistado en The Guardian con motivo de la publicación de su novela Solar (que aborda la enorme y angustiosa cuestión del calentamiento climático),16 declaraba: «Al final, no creo realmente que el contenedor de vidrio [separar la basura doméstica para reciclar] nos vaya a sacar de ésta. Y el ser tan éticos tampoco nos va a sacar de ésta. La civilización va a necesitar otra fuente de energía».17 Pero ¿desde qué concepción de la ética se piensa que las decisiones sobre fuentes energéticas quedan al margen de la misma —cuando sabemos que la base energética de una sociedad condiciona en muy alto grado su economía, su socialidad, su política? ¿Cabe aceptar —como se sugiere— que la ética se sitúa en el ámbito de las decisiones individuales, y separarla así del ámbito de lo colectivo, que quedaría reservado a la política? ¿Lo que nos pide la ética es separar la basura en contenedores diferentes? ¿O quizá lo que nos pide es acabar con el capitalismo? En la tradición de la que provengo —permítaseme citar expresamente a Manuel Sacristán y a Francisco Fernández Buey—, la política se concibe como ética de lo colectivo. Ética y política se hallan estrechamente interconectadas. Creo en efecto que la ética es no parcial ni circunstancialmente, sino de modo intrínseco, «ética social» y ética política. Y con ello me inserto en una larga tradición: como se sabe, la Ética nicomaquea de Aristóteles trata de política, y la obra denominada Política se presenta como su continuación lógica. «La palabra griega politikós no significa precisamente lo que nosotros entendemos por político; la palabra aristotélica cubre tanto lo que entendemos por político como lo que entendemos por social, y no discrimina entre ambos aspectos».18 Pensemos por ejemplo en la hermosa fórmula de John Holloway: los que gritan (los rebeldes, revolucionarios o «indignados») quieren una sociedad basada en el reconocimiento recíproco de la dignidad humana (en contraposición a una sociedad basada en el intercambio generalizado de mercancías).19 Se ve con claridad que ese supremo objetivo político está formulado en términos morales…


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DOS GRANDES TAREAS PENDIENTES

Como es sabido, Mahatma Gandhi dijo en cierta ocasión, interrogado sobre su opinión acerca de la civilización occidental: sería una buena idea. Un gran proyecto, esa brillante construcción de normas, valores, virtudes, actitudes y sentimientos… si llega a edificarse algún día (si lo vivido se pone a la altura de lo soñado, deseado, invocado). Creo que podemos identificar dos grandes logros históricos en lo político-moral (que no pueden ser patrimonializados por Occidente, claro está)… y que son al mismo tiempo más bien tareas pendientes que logros ya conseguidos: 1.: Ética de la compasión y el respeto por el otro, legado del «despertar» que se dio en diferentes culturas en la que Karl Jaspers llamó la «época axial» (años 900 a 200 antes de nuestra era, aproximadamente);20 2.: Política democrática, legado de la Atenas de Pericles, y de 1789, y de los movimientos obreros y feministas de los siglos XIX y XX (pues la democracia liberal llegó hasta donde llegaron estos movimientos).21 Un texto importante en la Antigüedad grecorromana, donde se reconoce la dignidad de todo ser humano y que implica de alguna forma la idea de los derechos humanos, se encuentra en una de las Cartas a Lucilio de Séneca (la número 95). El pensador cordobés critica los espectáculos del circo donde, como castigo a sus crímenes, se mata a hombres desnudos y desarmados, y emplea la siguiente expresión: «el hombre, algo sagrado para el hombre» (homo, sacra res homini —a propósito de gentes consideradas criminales, hay que subrayarlo). Esta concepción culminará —veinte siglos más tarde— en la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de NN.UU., en París, el 10 de diciembre de 1948, uno de los documentos político-morales decisivos en la historia de la humanidad, cuyo primer artículo reza: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los


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unos con los otros». A ese mismo momento histórico pertenece un texto —dentro de la impresionante obra de Primo Levi— que sin citar expresamente a Séneca recoge su intuición: La masacre nazi lleva el signo de la locura, pero también otro signo. Es el signo de lo inhumano, de la solidaridad humana negada, prohibida, quebrantada; del aprovechamiento esclavista; de la impúdica instauración del derecho del más fuerte, deslizado de contrabando bajo el emblema del orden. Es el signo del abuso, el signo del fascismo. Es la realización de un sueño demencial, en el que uno manda, nadie piensa ya, todos caminan siempre en fila, todos obedecen hasta la muerte, todos dicen siempre sí. (…) Demasiado a menudo se olvida que el hombre es, tiene que ser, sagrado para el hombre, en cualquier lugar y siempre.22

Otro texto de la «época axial», un versículo del profeta hebreo Isaías, pone en conexión la falta de paz con la ausencia de justicia: «El producto de la justicia será la paz; tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto» (capítulo 32, versículo 17). Visionarios decimonónicos como Henry S. Salt anticiparon la idea de una «república del futuro» que extendiese su ámbito de pacificación más allá de lo humano: No es la vida humana, tan sólo, lo adorable y sagrado, sino toda vida inocente y hermosa. La gran república del futuro no limitará al hombre su beneficencia. (…) El advenimiento de la democracia, por imperfecta que sea toda democracia que no abarque en su ámbito todas las cosas vivas, será de enorme ayuda a la causa de los derechos de los animales…23

Hoy, confrontados a la crisis ecológico-social —un acontecimiento histórico de rango «epocal», si queremos emplear el pedante adjetivo—, nos preguntamos: la ética de la compasión y el respeto por el otro ¿sólo se extiende a los demás seres humanos, o más allá? La justicia, más allá del ámbito de lo social, ¿no debe concebirse también como justicia ecológica? El deber de comportamiento fraternal ¿llega allende las fronteras de nuestra propia especie? ¿Y


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cómo pueden concebirse comunidades democráticas que sean ecológicamente sostenibles, es decir, capaces de durar en el tiempo sin dañar los ecosistemas donde se insertan? El desafío de la crisis ecológico-social complejiza enormemente aquellas dos grandes tareas pendientes.

ÉTICA EXTRAMUROS

La frase «todo individuo tiene derecho a la vida» forma parte del artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Pero, incluso dejando de lado la pertinente cuestión de si ese derecho a la vida debe restringirse sólo a los individuos humanos, ¿cómo pensar en respetarlo sin cuidar el entorno que posibilita la vida —tanto humana como no humana? En demasiadas ocasiones, la reflexión político-moral ha procedido como si todo lo importante se jugase en el interior de la polis, la comunidad humana. La ética ecológica desborda ese marco: sitúa a los agentes morales en conexión con todo lo que bulle de vida extramuros, más allá de los límites de la polis. Estos agentes morales son entre otras cosas cuerpos vivos en medio de otros cuerpos vivos: y también seres naturales que mantienen con el resto de la naturaleza complejas relaciones ecológicas. Seres interdependientes y ecodependientes, como no nos cansaremos de repetir en este volumen. Como escribe Carmen Velayos, profesora en Salamanca: La ética tiene que ver con las relaciones morales entre agentes. El principio del daño es un límite objetivo a nuestra libertad y trata de evitar que unos agentes dañen a otros agentes. Pues bien, la ecoética nos ayuda a reinterpretar el clásico principio del daño, cuya versión más conocida encontramos en John Stuart Mill (…). - Podemos hacer daño a otros seres humanos dañando la naturaleza; - Podemos dañar también a seres no humanos; - Podemos hacer daño a seres humanos del futuro.24

Hay que insistir, como lo hace Carmen Velayos, en esta primacía del principio del daño (insistiremos sobre ello en el capítulo 5). Otro


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filósofo, el alemán Wilhelm Schmid, sugiere que el primer «imperativo ecológico» debería ser: «actúa de forma que no arruines las bases de tu propia existencia».25 Pero —nos diría cualquier liberal enemigo de las conductas paternalistas— deberíamos reconocer a cualquier individuo autónomo el derecho a arruinar su propia existencia, así como las bases de la misma… La cuestión clave es que las conductas autodestructivas no dañen al mismo tiempo a los demás. Por eso, el segundo de los «imperativos ecológicos» de Schmid («actúa de forma que tomes en consideración las consecuencias de tu acción sobre los demás, igual que tú mismo lo esperarías de ellos») 26 debería en realidad ser el primero. Por cierto que el tercero y último de sus tres imperativos nos remite de forma directa a la ecodependencia e interdependencia que se entreteje con todas las demás ideas de este libro: Actúa de forma que nunca consideres las interrelaciones halladas [en tu vivir reflexivo] sólo como medio para conseguir fines propios, sino también como fin en sí mismas. Sólo así, según la forma de relacionarse entre individuos, es posible quebrantar el egoísmo idiota y estrecho de miras que no asume que arruina las bases de las que él mismo vive…27

INTERDEPENDIENTES Y ECODEPENDIENTES

Un asunto importante que subyace a muchos debates morales y políticos —también en ética ecológica o en ecología política— es la relación entre los individuos y las comunidades, grupos o sistemas dentro de los cuales encontramos siempre a los primeros. Ni los individuos vivos, ni tampoco las especies a las que pertenecen, están aislados: se hallan siempre insertos en sistemas. En comunidades de otros seres semejantes, y también en ecosistemas. Particularmente, en el caso de los animales sociales —como los seres humanos— el primer y más importante medio ambiente, para cada organismo, es el grupo de congéneres. Como subraya Ramón Fernández Durán, «los seres humanos somos interdependientes y ecodependientes: el Homo economicus competitivo e independiente de


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otros y de la naturaleza es una absoluta ficción».28 Y como señala Amaia Orozco: El capitalismo heteropatriarcal impone como objetivo vital la autosuficiencia en y a través del mercado. Esta autosuficiencia es una quimera inalcanzable y dañina, un espejismo que solo se mantiene en base a ocultar las dependencias y a los sujetos que se hacen cargo de ellas (a ocultar los cuidados que nos regeneran; a ocultar que economía de retales en los hogares permite la recuperación de la ganancia en los mercados); así como la dependencia de los recursos naturales y energéticos que nos sustentan. En momentos de crisis muestra su tremenda fragilidad, su imposibilidad de materializarse salvo en momentos muy puntuales (siendo joven, teniendo plena salud, careciendo de responsabilidades de cuidados) y cuando el contexto mercantil es favorable; en cuanto alguno de esos elementos quiebra, vemos que nos necesitamos unxs a otrxs. Es una quimera que obvia una condición ontológica fundamental: la materialidad de la vida y los cuerpos. La vida es vulnerable y finita; es precaria, por eso, si no se cuida, no es viable.29

Nuestra ecodependencia no hay que pensarla sólo en términos externos (por ejemplo, dependencia de aire no contaminado y agua limpia para vivir con buena salud): es absolutamente íntima. Por cada célula humana ¡hay en nuestro interior nueve bacterias! 30 En nuestro cuerpo habitan unos cien billones de bacterias, tan fundamentales para nuestra salud y supervivencia que médicos como Francisco Guarner, responsable del grupo de Fisiología y Fisiopatología Digestiva del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR), llegan a afirmar que el microbioma (el conjunto de estos billones de bacterias) «se considera ya un órgano en sí mismo». Resulta que las alteraciones en esta flora bacteriana pueden llegar a modificar la conducta y el desarrollo cerebral. Así, nos cuenta la prensa, hay estudios que demuestran que animales de laboratorio que crecen en total ausencia de bacterias tienen un desarrollo corporal deficiente, un cerebro distinto e inmaduro y un sistema inmunitario incompleto. Lo sorprendente «y una de las razones que justifica el considerar el microbioma como órgano», explica Guarner, «es que


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si a estos animales se les trasplanta la flora bacteriana de individuos normales, recuperan la normalidad». Se sabe también que muchos niños autistas tienen en su flora intestinal un tipo de bacteria —del género Sutterella— que el resto de los niños no tienen. Enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple o la enfermedad de Crohn mejoran si se enriquece la flora intestinal de los afectados. Otra científica, Elena Verdú, aclara que «la conexión cerebro-intestino es bidireccional»…31 Hay al menos dos importantes vías en que el pensamiento de inspiración ecológica —incluyendo sus dimensiones ético-políticas— desafía la ideología individualista liberal que goza de hegemonía cultural en Occidente: 1.: Somos, de manera radical, seres dependientes. No sólo de otros seres humanos y grupos humanos (a causa de nuestra socialidad radical),32 también de miríadas de otros seres vivos, dentro de la densa trama de la vida que organizamos conceptualmente en ecosistemas. «Todo está conectado con todo», decía Barry Commoner). O bien: «La especie humana y todas las demás especies son elementos integrales de un sistema de interdependencia tal que la supervivencia de cada ser vivo, así como las posibilidades de que le vaya bien o mal, están determinadas no sólo por las condiciones físicas de su medio ambiente, sino también por sus relaciones con otros seres vivos».33 2.: Los seres humanos no somos la única sede de valor, o las únicas criaturas agraciadas con una singular propiedad llamada dignidad. El pensamiento de inspiración ecológica se distancia del paradigma de la excepción humana (rechazando una fractura ontológica entre los humanos y los demás animales) y critica el antropocentrismo moral excluyente.

PINGÜINOS EN LA ERA DEL CALENTAMIENTO CLIMÁTICO GLOBAL

El consultor de comunicación y «profesor de storytelling» Antonio Núñez López 34 nos indica que «como colonias de pingüinos sobre icebergs, vivimos cada día en menos espacio, en contacto permanente y generando un ruido ensordecedor».


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Gracias a las nuevas tecnologías, nos comunicamos con más frecuencia que nunca, en tiempo real y sin apenas limitaciones de tiempo, distancia o coste. Puede que nuestra comunicación sea más emocional, más superficial e impulsiva que antes, pero a cambio es más democrática. Para hacerse oír ya no es necesario disponer de los recursos de las grandes empresas, los partidos políticos o los grupos mediáticos. Cualquier miembro anónimo de la colonia puede lanzar un mensaje que, viajando de persona en persona, de clic en clic informático, puede alcanzar una difusión planetaria o convocar a todo un país a las plazas. (…) Las nuevas reglas de la comunicación de persona en persona son la conexión con un momentum social adecuado, un relato aglutinante capaz de incendiar la mecha del debate, un mensaje líquido y susceptible de ser personalizado por cada participante, canales de comunicación poco cooptados y un proceso de difusión libre y asincrónico. Comunicar hoy es propagar. Las campañas electorales no dejan de reflejar este cambio en las comunicaciones. Todos los estudios coinciden en que, durante las últimas elecciones presidenciales estadounidenses, el equipo de Obama apenas pudo orquestar un 60% del ruido que se generó sobre el candidato. El 40% restante fue creado por ciudadanos anónimos y escapó al control de la candidatura. Cuando un pingüino de una colonia se zambulle en el agua, poco a poco todos los demás miembros de la colonia se van arrojando impulsivamente al agua, por instinto. Por eso hablo de «lograr un pingüino» cuando un ciudadano, una marca o una institución consigue poner en marcha un proceso de comunicación en cadena de alcance masivo. Por el contrario, llamo «hacer el pingüino» a lanzarnos a responder a las declaraciones de un adversario político, a reenviar un correo electrónico o un tuit, o declarar «me gusta» en Facebook, sin reflexionar demasiado ni en el mensaje ni en las consecuencias de nuestra participación en la cadena…35

Una imagen sugerente… donde falta algo esencial: las colonias de pingüinos no se hacinan en los icebergs porque se estén reproduciendo descontroladamente, sino porque los bancos de hielo menguan de forma dramática en un mundo de «efecto invernadero»


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intensificado por el exceso de dióxido de carbono que vierte a la atmósfera un «estilo de vida» insostenible… del que quizá forme parte la opulencia comunicativa que este autor analiza. Y junto a la «estrategia del pingüino», practicamos intensamente la estrategia del avestruz: denegación. Meter la cabeza debajo de la tierra para evitar enfrentarnos con realidades desagradables. La más importante de todas: estamos viviendo sobre este planeta como si fuéramos depredadores extraterrestres, como si nos hallásemos acampando temporalmente en un planeta de usar y tirar; pero —por el contrario— somos terrícolas interdependientes y ecodependientes, sin planeta de recambio al que emigrar.

SOBRE LEMMINGS (EN VIDEOJUEGOS) Y SERES HUMANOS DESCONECTADOS

En septiembre de 2009, dos cargueros alemanes llamados Fraternity y Foresight abrieron por vez primera el «paso del noroeste» aprovechando que el calentamiento global deshiela ominosamente el Ártico en verano. Se trata de la ruta que une Europa con Asia a través de Siberia, y —con espantoso simbolismo— lo que transportaban ambos buques eran sendas turbinas de gas para una central eléctrica que Rusia estaba construyendo en la ciudad siberiana de Surgut. Vale decir, material para incrementar aún más las emisiones de dióxido de carbono y así realimentar el calentamiento global. Más leña, en suma, para la pira donde vamos a arder. En 2011 fueron ya 18 buques los que pasaron desde el Atlántico al Pacífico a través de esta ruta.36 Levante usted la mirada del periódico, amiga lectora, amigo lector, y mire a su alrededor. Aunque verá seres humanos afanándose en sus tareas cotidianas —atribulados y contentos, cuidándose y dañándose unos a otros, persiguiendo metas y sorteando obstáculos—, trate de ir más allá de la superficie. ¿Ve lo que trasparece? ¿No son algo así como innumerables pequeños roedores avanzando —con hocico tembloroso y mirada fija— hacia el horizonte? Sí, eso es: enormes manadas de lemmings —somos siete mil millones desde finales de 2011— que, a punto de precipitarse al inimaginable abismo, prosiguen su huida hacia delante.


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Cabría por cierto puntualizar: esos lemmings son más bien habitantes de los videojuegos que de las tundras árticas. Pese a la creencia popular alimentada por un tramposo documental de Walt Disney —White Wilderness, 1958—, los lemmings auténticos no se suicidan en masa, sólo se ahogan ocasionalmente cuando en sus migraciones tratan de cruzar cursos de agua demasiado anchos para sus capacidades natatorias (por otra parte considerables). En suma: para buscar buenos ejemplos de conductas suicidas en masa, ¡tenemos que mirar hacia nosotros mismos! Uno diría que hay dos fenómenos psicosociales clave para entender el desastre colectivo que estamos forjando. Han sido evocados otras veces, pero me parece importante volver sobre ellos. 1.: Nuestra miopía intertemporal. Según nos informan los especialistas, un gran número de pruebas realizadas bajo toda clase de condiciones han demostrado que los seres humanos, al igual que otros animales, obedecemos de manera innata a ciertas curvas hiperbólicas de descuento. «La especie humana desarrolló evolutivamente una curva de descuento muy regular pero muy arqueada para evaluar el futuro».37 De esta forma, los beneficios inmediatos se prefieren a los futuros, y manifestamos una acusada «miopía intertemporal».38 2.: Los fenómenos de desconexión respecto de la base biofísica que sustenta nuestras vidas. Logramos vivir en auténticas «burbujas culturales», relativamente independizadas de las molestas intromisiones de la realidad exterior. A esta clase de burbujas pertenece la ilusión de que nos hemos independizado de la naturaleza (en el sentido de los ecosistemas y la biosfera, en este caso);39 así como el énfasis en el individualismo competitivo que hallamos en nuestra sociedad. Uno diría que tres entornos donde cada vez más gente vive tramos cada vez más amplios de sus vidas son especialmente importantes en la inducción de ignorancia acerca de nuestra ecodependencia (e interdependencia): - La ciudad, el entorno urbano dependiente de un vasto territorio circundante para el abastecimiento de recursos y la absorción de residuos, pero cuyos habitantes tienden a desconocer esos nexos…


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- El dinero, la economía crematística que se imagina poder reducir todos los valores, cualidades, bienes y males a la cuantificación dineraria… (Decía Lewis Mumford —y nos lo recuerda Emilio Santiago Muiño— que la simplicidad de las abstracciones económicas no es una forma de alcanzar la realidad objetiva, sino de apartarse de ella). - El ciberespacio y la realidad virtual, donde nos imaginamos desligados de toda existencia física.40 Identificar esta dos importantes tendencias psicosociales y hacernos conscientes de las mismas nos abre la posibilidad de contrarrestarlas. Pensemos por ejemplo en la miopía intertemporal. Esta clase de falibilidades e inconsistencias, formas de «debilidad de la voluntad» percibidas desde antiguo, dieron lugar a todo un conjunto de dispositivos de compromiso sancionados socialmente para impedir que sacrifiquemos nuestro bienestar a largo plazo —y el de los demás— en el altar de los placeres inmediatos. Siguiendo a Avner Offer, Tim Jackson explica que estos mecanismos institucionales regulan el equilibrio entre las elecciones que hacemos hoy y las del futuro. Las cuentas de ahorro, el matrimonio, las normas de conducta social, y en cierto sentido el gobierno político, pueden ser considerados dispositivos de compromiso.41 Los seres humanos somos animales culturales: la cultura (incluyendo su componente tecnológica) supone para nosotros una «segunda naturaleza». Más aún, ni siquiera podemos deslindarla significativamente de nuestra naturaleza biológica: sobre ello insistiremos en capítulos posteriores de este libro (4 y 9 sobre todo).

MEDIA DOCENA DE SISTEMAS DE CREENCIAS QUE NOS DESENCAMINAN

Hay toda una serie de sistemas de creencias —algunos de ellos dotados de una fuerza enorme hoy en día— que nos dificultan apreciar de forma realista el «lugar del ser humano en el cosmos»: 42 nuestro ser animal —animales culturales, cierto, pero animales a la postre—, nuestra vulnerable corporalidad, y la dependencia de las socie-


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