La ética del cambio climático, de James Garvey

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LA ÉTICA DEL CAMBIO CLIMÁTICO James Garvey



LA ÉTICA DEL CAMBIO CLIMÁTICO James Garvey

COLECCIÓN SIGLO XXI: ÉTICA ACTUAL

PROTEUS


Dirección Editorial: Miquel Osset Hernández Diseño gráfico de la colección: CanalGràfic Diseño editorial: Ana Varela Fotografía de la portada: Ana Varela.

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Primera edición: septiembre 2010

© James Garvey «The ethics of climate change» © Continuum International Publishing Group © Traducción de Julia Alquézar © para esta edición: Editorial Proteus c/ Rossinyol, 4 08445 Cànoves i Samalús

www.editorialproteus.com Depósito legal: ISBN: 978-84-15047-21-6


ÍNDICE Introducción................................................................................................................................9 Un mundo más cálido...............................................................................................................15 Consenso (p. 21) — Ciencia sólida (p. 27) — Perspectivas (p. 35) Correcto e incorrecto.................................................................................................................45 Filosofía y moralidad (p. 46) — La importancia de dar razones (p. 48) — Justificar las creencias morales (p. 55) — Coherencia, teorías morales, intuiciones (p. 60) — Ética medioambiental (p. 64) Responsabilidad.......................................................................................................................73 Dificultades de actuación, espaciales y temporales (p. 75) — El dilema del prisionero y la tragedia de los comunes (p. 78) — Principios históricos de justicia (p. 84) — Derechos y capacidades actuales (p. 95) — Sostenibilidad (p. 103) Hacer nada..............................................................................................................................109 Incertidumbre (p. 110) — Costes (p. 118) — El rescate tecnológico (p. 123) — Esperar a que actúen los demás (p. 130) — Urgencia (p. 134) Hacer algo...............................................................................................................................137 Criterios de conveniencia moral (p. 138) — UNFCCC y Kyoto (p. 144) — Partes iguales per cápita (p. 153) — Cargas comparables (p. 158) Elecciones individuales...........................................................................................................165 Coherencia, de nuevo (p. 166) — Barreras psicológicas (p. 172) — Acción individual (p. 177) — Desobediencia civil (p. 182) Epílogo....................................................................................................................................185 Bibliografía.............................................................................................................................189



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INTRODUCCIÓN

No es fácil sentirse capaz de reflexionar sobre el cambio climático. Podemos sentirnos en desventaja, abrumarnos rápidamente. En parte, pensar en el cambio climático es pensar en el trastorno planetario, en la muerte de innumerables seres vivos, en el sufrimiento humano a gran escala y todo tipo de horrores. Es posible reunir todas las reacciones lógicas y comprensibles ante esta situación, alejarlas en un rincón de nuestra cabeza y seguir adelante con nuestras vidas. Te sugiero que hagas exactamente eso si te sientes abrumado. Se te pasará. Sin embargo, necesitarás dichas reacciones normales si quieres abrirte camino entre todo esto para encontrar una conclusión o dos que sean honestas y humanas. Tus reacciones son tan importantes como un análisis exhaustivo. De todas formas, prometo evitar exponer esos horrores todo lo que pueda. La ética del cambio climático no trata de dichos horrores. Tiene más que ver con el hecho de que la ciencia por sí sola no puede ayudarnos con las respuestas que necesitamos. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, oirás hablar bastante de este grupo a lo largo del libro, dice lo siguiente sobre el papel que juega la ciencia en nuestra concepción de qué hacer al respecto de un mundo que se calienta: Las ciencias naturales, técnicas y sociales pueden proporcionarnos la información esencial y las pruebas necesarias para tomar decisiones sobre lo que constituyen «intromisiones antropogénicas peligrosas con el sistema climático». Al mismo tiempo, dichas decisiones son juicios de valor determinados mediante


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procesos sociopolíticos teniendo en cuenta aspectos como el desarrollo, la igualdad y la sostenibilidad, así como la incertidumbre y el riesgo. 1

La ciencia puede darnos una visión de los hechos pero necesitamos algo más que eso si queremos actuar en consecuencia con dichos hechos. Ese algo más necesario implica ciertos valores. Los climatólogos pueden decirnos qué le pasa al planeta y por qué, incluso pueden afirmar con cierta seguridad lo que sucederá en los años venideros. Sin embargo, lo que hagamos al respecto depende de lo que consideremos correcto, de lo que valoremos, de lo que nos importe. Eso no se puede encontrar dentro del hielo. A ese punto se llega mediante el razonamiento. Este libro es un punto de partida para ese tipo de pensamientos. No es exhaustivo ni global, tampoco pretende decir la última palabra sino que es un conjunto de primeras impresiones. Es una introducción, en lenguaje sencillo, a la ética del cambio climático, hacia donde el peso moral cae sobre nuestro planeta cambiante y sobre cómo ese peso debería traducirse en acción. Tiene que ver con la convicción de que nuestras sociedades y vidas deben cambiar, y con el papel del valor en los cambios futuros. Puede que ya te estés preguntando qué significa exactamente «valor» en este contexto. Hay quien insiste en plantear definiciones desde el principio pero yo opino igual que Sócrates, las definiciones llegan al final de una investigación, si es que llegan, no desde el principio. Me parece bien que te decantes por cualquiera de las dos opciones, en todo caso, estrecharemos las cosas en el Capítulo 2. Si puedo evitar escapar de las definiciones por un tiempo, probablemente te debo un breve resumen del libro. Te será más fácil seguir el hilo de la argumentación si sabes de qué va. Un libro de filosofía no es una novela de suspense. 1

IPCC (2001) TAR, «Synthesis report, summary for policymakers», disponible en http://

www.ipcc.ch.


INTRODUCCIÓN

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El libro comienza con dos capítulos que pretenden ahuyentar pensamientos que distraen la atención sobre la ciencia del cambio climático y la naturaleza de la filosofía moral. El primer capítulo trata de la opinión científica establecida sobre el clima de nuestro mundo cambiante. Espero que, al final de dicho capítulo, tengas conocimientos de los cambios que ya se están produciendo así como de las perspectivas que se presentan tanto para nosotros como para el planeta en los próximos cien años, más o menos. Uno de los objetivos principales del capítulo es dejar a un lado la idea de que hay incertidumbre en los puntos clave del cambio climático. Un segundo objetivo es ser algo más claro sobre las perspectivas para los seres humanos, tanto en un futuro inmediato como en uno más lejano. Los argumentos que se expondrán se basan en la ciencia del cambio climático. El segundo capítulo trata sobre la filosofía de la moral y, en particular, sobre la naturaleza de las justificaciones de las creencias morales. De nuevo, el objetivo principal es alejar las distracciones como, por ejemplo, variantes de la idea de que nunca se pueden llegar a justificar del todo nuestras afirmaciones morales. También espero, de forma ambigua, transmitirte nociones de al menos algunas teorías morales que aparecerán en las futuras argumentaciones, así como la introducción a la ética medioambiental recogida en este libro. Sobre todo, espero que llegues a la conclusión de que las justificaciones de nuestras creencias morales importan y, más aún, que actuar basándose en dichas justificaciones también es importante. Tal vez importe, y bastante. Preliminares a un lado, el tercer capítulo se ocupa de la naturaleza de la responsabilidad y del cambio climático. Tendremos que enfrentarnos a todo tipo de situaciones complejas, así como a algunos problemas relacionados con el raciocinio colectivo. Reflexionaremos sobre quién debería actuar al respecto del cambio climático y llegaremos a algunas conclusiones basadas en los conceptos históricos de justicia, derechos y capacidades actuales y sostenibilidad.


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Una vez tengamos ciertos argumentos sobre la mesa, argumentos que equivalen a una demanda moral de actuación contra el cambio climático, el cuarto capítulo abordará algunas peticiones de no acción o de mínima acción. Puede que existan otros argumentos para no actuar pero aquí consideraremos los mayores o más destacados. Al final, descubriremos que no están a la altura de las circunstancias. El quinto capítulo trata sobre la actuación sobre el cambio climático en sí: qué ha hecho el mundo y qué debería hacer. Identificaremos varios criterios que podrían utilizarse para juzgar la adecuación moral de las propuestas de acción, sean las que sean. Las aplicaremos en la Convención sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, el Protocolo de Kyoto y dos tipos de propuestas diferentes para acciones futuras. El capítulo final estrecha el punto de mira desde las cuestiones morales asociadas con las acciones globales o gubernamentales contra el cambio climático hasta el estatus moral de las elecciones individuales, los aciertos y los fallos de las vidas individuales. Habrá que considerar ciertos argumentos un tanto incómodos para llegar a ciertas conclusiones. Creo que al final te he dejado gran parte de la reflexión. La filosofía aplicada, como se la llama a veces, se preocupa de los problemas morales prácticos. Asuntos como el aborto, la eutanasia, la modificación genética, la asistencia sanitaria, la clonación, etcétera, generan preguntas filosóficas que pueden resultar de interés para casi todo el mundo. Sin embargo, en cierto modo puedes alegrarte de que esos problemas están lejos, a una distancia de seguridad. Nadie te va a clonar. Con suerte, nunca tendrás que enfrentarte a problemas relacionados con el aborto o la eutanasia, por ejemplo. Sin embargo, sí tienes que tragar con el asunto del cambio climático. Te plantea un problema moral en este mismo momento. Debes tomar decisiones sobre cómo vivir, decisiones que repercutirán en tu vida diaria. Cada uno de nosotros soporta cierta presión moral para poder llegar a una conclusión.


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Algunas de las personas que me han ayudado a llegar a ciertas conclusiones, y otros a quienes les estoy agradecido por su ayuda de otro tipo, son: Laura-May Abron, Quill Brogan, Tim Clark, Tom Crick, Crisis, Sarah Campbell, Endeavour y equipo, Judy Garvey, Kim Hastilow, Ted Honderich, Joanna Kramer, Julia LeMense, Justin Lynas, Alex Mooney, Anthony O’Hear, asociados de Orwell, The Rock Ethics Institute, Ian Sillitoe, Barry Smith, Jeremy Stangroom, Joana Taylor y UCLU Jitsu. Si conocieras el trabajo del creciente número de filósofos que han dedicado tiempo al cambio climático, en particular Stephen Gardiner, Dale Jamieson, Peter Singer y Henry Shue, reconocerías otras deudas diferentes. Si no conoces su trabajo, ve a una biblioteca con la bibliografía de este libro y ponte a ello. También me he basado mucho en el trabajo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC), al que estoy muy agradecido. Por último, este libro está dedicado a Yolonne Mackenzie, gracias por ayudarme con los cordones de los zapatos.



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Los rayos del sol y de las estrellas fijas podrían alcanzar la Tierra a través de la atmósfera más fácilmente de lo que los rayos que emanan de la Tierra podrían alcanzar el espacio. John Tydall Este capítulo aborda los preliminares científicos de una consideración de la dimensión moral del cambio climático. Podremos centrarnos en la ética en cuanto hayamos aclarado los hechos todo lo posible. Hay que plantarles cara a dos errores desde el primer momento. Primero, si no lo crees ya, entonces espero acercarte a la idea de que el cambio climático no es ninguna posibilidad lejana que no nos afectará en nuestra vida. De hecho, ya está totalmente en marcha. En la segunda parte, echaremos un vistazo brevemente al consenso científico con respecto a la existencia del cambio climático antropogénico y dejaremos de lado la noción molesta de que existe un debate sobre el cambio climático en la comunidad científica o cierta incertidumbre científica preocupante sobre los hechos básicos del cambio climático. Ayudará saber algo sobre la ciencia en la que se basa todo esto, trataremos de eso en la tercera parte. En el apartado final, nos ocuparemos de ciertas predicciones sobre el futuro de nuestro clima y de nuestro planeta. Incluso a sabiendas del hecho de que el clima está cambiando y de, a grandes rasgos, cómo y por qué se produce, algunos de los problemas morales más importantes no escocerán a menos que sepas algo de nuestras perspectivas como especie frente al


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cambio climático. Dichas perspectivas no son optimistas. En ocasiones, se cree que el cambio climático es algo lejano, un problema para nuestros hijos, no para nosotros. De hecho, nuestro planeta ya se está calentando. En términos de temperatura media global a nivel del suelo, las décadas de 1980 y 1990 fueron las más cálidas desde que empezaron a recogerse datos exactos desde mitad hasta finales de 1800. 1 Once de los últimos doce años están entre los más calurosos según los archivos. La primera década de este desagradable milenio lleva camino de desbancar incluso a la de los 90. Las temperaturas medias globales a nivel del suelo se han elevado unos 0.7 ºC por encima de las del siglo veinte con los años más calurosos de media llegando cada vez más tarde. 2 Un aumento de 0.7 ºC tal vez no impresionará al ciudadano medio pero sí impresiona a los climatólogos conscientes de que la velocidad del cambio es tal que no existen precedentes al menos en los últimos 10.000 años. No podemos olvidar que este aumento es una media, en algunos lugares del planeta, particularmente en grandes concentraciones de terreno, el aumento es considerablemente mayor. Merece la pena pararse un momento y pensar en la naturaleza de este mundo más cálido en el que vivimos y en los efectos de este supuesto ligero aumento de 0.7 ºC. El nivel medio del mar se ha elevado a una tasa anual de casi 2 mm desde 1960, dicha tasa ha aumentado hasta los 3 mm al año entre 1993 y 2003. El aumento general se debe en parte a la expansión térmica, el agua ocupa más espacio cuando se calienta, así como por el deshielo de los glaciares y las pérdidas de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. Puede no parecer un aumento significativo pero, si pensamos en la inmensidad de los océanos del planeta y en el volumen de agua requerido para producir un cambio considerable en ellos, es, en realidad, un gran cambio. 1

A menos que se indique de otro modo, los hechos y cifras provienen del IPCC (2007) AR4, WGI, «The physical science basis of climate change», resumen para diseñadores de políticas. Todos los informes del IPCC están disponibles en www.ipcc.ch. 2 Las temperaturas se dan siempre en grados Celsius.


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Este hecho no pasa desapercibido para ninguno de los miles de habitantes de las islas Carteret en el Pacífico Sur. La zona más elevada se encuentra justo por encima del nivel del mar y las olas son cada vez más altas, lo que provoca inundaciones en sus casas y destroza sus fuentes de alimento y de agua potable. En 2005, Papua Nueva Guinea recaudó fondos para la evacuación total de la isla, diez familias cada vez, para el año 2007. Esto es adelantar acontecimientos, se espera que las islas queden totalmente sumergidas en el 2015. Los 12.000 habitantes de la isla de Tuvalu observan estos acontecimientos con interés. Allí, el agua del mar mana a través del suelo y las inundaciones estacionales son cada vez más graves. Los habitantes de Tuvalu han vivido allí durante más de 2.000 años pero ahora empiezan a hablar de abandonar la isla para trasladarse y empezar de nuevo tal vez en Nueva Zelanda. Puedes mirar por tu ventana durante un rato y preguntarte cómo debe ser el hecho de saber que tu ciudad, tu entorno, va a desaparecer. La población de las islas Carteret y Tuvalu se encuentran entre los primeros en ser denominados «refugiados climáticos» o «refugiados ambientales». No serán los últimos. Parece que la prensa se ha entusiasmado con sus historias pero, según algunos cálculos, queda claro que no son los únicos que se han visto obligados a desplazarse por el cambio climático. Aún no se ha establecido una manera clara de definir a los refugiados climáticos pero las estadísticas están por todas partes. La Cruz Roja argumenta que, en 2001, hubo unos veinticinco millones de refugiados ambientales. 3 Es una cifra mayor que la ofrecida para el número de personas desplazadas por motivos de guerra. De lo que no cabe duda es de que la cifra, sea cual sea, no para de aumentar. Un mundo más cálido es también un mundo que se derrite. El tiempo que los ríos y lagos del hemisferio norte permanecen cubiertos de hielo ha disminuido en unas dos semanas en 3

Federación Internacional de la Cruz Roja y Sociedades de la Media Luna Roja, World Disasters Report, International Federation, 2001.


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el último siglo. Más al norte, y de forma más acusada, la capa de hielo del Ártico se ha reducido en un 40% durante los veranos de las décadas más recientes comparado con su espesor a principios del siglo veinte. Simplemente, se ha derretido: del 10 al 15% del hielo del mar ha desaparecido. Las temperaturas medias en el Ártico han aumentado prácticamente el doble que la tasa media global durante los últimos cien años. Los glaciares no polares también se han retirado ampliamente. Ahora podemos ver, gracias a las imágenes de los satélites, que las zonas del planeta que se cubren de nieve cada invierno han descendido un 10%. Es una observación que se ha realizado en las últimas décadas, desde que somos capaces de observar desde allí arriba, desde que pusimos satélites en órbita y todo esto empezó a importarnos. Esta situación produce unos efectos alarmantes sobre las plantas y animales cuyas vidas están relacionadas con el hielo y la nieve. Por ejemplo, los osos polares necesitan el hielo del mar para cazar focas. Ese hielo está desapareciendo. No sé muy bien cómo interpretarlo pero, probablemente por primera vez, los osos polares hayan empezado a comerse los unos a los otros. 4 Uno de los aspectos más preocupantes del deshielo, además del aumento del riesgo de inundaciones de zonas costeras, los cambios en la vida tanto animal como vegetal y la pérdida de agua potable debida al retroceso de los glaciares, es lo que le ocurre al permahielo. Al final, ha resultado que «Permahielo» no es una denominación adecuada. Está formado por capas de suelo que permanecen más o menos congeladas durante todo el año. Han pasado cientos de miles de años para que parte de este suelo adopte la forma que tiene actualmente pero se está derritiendo, desde la parte superior hacia adentro, prácticamente por todas partes. Las temperaturas de la capa superior del permahielo se han elevado hasta 3 grados desde 1980. Esto resulta preocupante por muchas 4

S. C. Amstrup et al., «Recent observation of intraspecific predation and cannibalism among polar bears in the southern Beaufort Sea», Polar Biology, Vol. 29, 11, 2006.


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razones pero, quizá, la más significativa tenga que ver con el carbono. El permahielo contiene una gran cantidad de materia muerta, tanto animal como vegetal, formada entre otras cosas por carbono. Como el permahielo suele estar congelado, las bacterias no pueden actuar en él, así que el carbono permanece fijo. Si comienza a derretirse, una gran cantidad de carbono, puede que alrededor de 450 mil millones de toneladas, llegará a la atmósfera y acelerará el calentamiento del planeta. Posiblemente, éste sea uno de los mecanismos de reacción del planeta de los que has oído hablar. Volveremos al tema en su debido momento. Los cambios en el planeta no ocurren en algún lugar lejano como los polos o la tundra. El Niño afecta al clima de todo el mundo. Aproximadamente, cada tres o cinco años, el mar y la atmósfera del centro del océano Pacífico sufren un cambio. Más exactamente, las condiciones de El Niño están asociadas con temperaturas a nivel de superficie más altas de lo normal, lo que afecta a las temperaturas de la atmósfera, de las corrientes oceánicas y, en general, del clima en todo el planeta. Por ejemplo, las condiciones de El Niño producen un clima más cálido y húmedo en América del Sur así como un clima más seco en el sur de Asia y Australia. Durante los años particularmente intensos de El Niño, Sudamérica está sujeta a violentas tormentas y a graves inundaciones, y parte de Australia sufre sequías extremas e incendios generalizados. El efecto no se nota sólo en tierra. Los arrecifes de coral suelen decolorarse durante El Niño, las algas simbióticas que viven en ellos son expulsadas debido al calor y las estructuras coralinas adoptan un color blanco calcáreo. Muchos corales tardan bastante tiempo en recuperarse, si es que lo hacen. La mayoría de corales en grandes zonas del océano Índico componen actualmente un cementerio de coral muerto, blanco y quebradizo. El calentamiento de la Tierra ha provocado episodios de El Niño más frecuentes, persistentes e intensos durante los últimos 20 o 30 años en comparación con el último siglo; las


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inundaciones y sequías asociadas con estos episodios han seguido el ejemplo tanto en intensidad como en frecuencia. Una forma de pensar en esto es reflexionar sobre los daños causados por situaciones climáticas extremas. No hay ningún indicador para este tipo de hechos pero sí que existe un registro de pérdidas económicas relacionadas con el clima. Adaptadas por la inflación, las pérdidas globales han alcanzado un grado de magnitud sin precedentes en los últimos cuarenta años. Las compañías de seguros han modificado su forma de hacer negocio. Intenta no perderte entre tanto número. Los sucesos climáticos catastróficos tienen consecuencias que van más allá de las pérdidas económicas: la pérdida de vidas humanas. La parte de esas pérdidas relacionada con los sucesos de El Niño también ha aumentado últimamente. Los cambios planetarios no afectan sólo a los seres humanos. Diversos animales y plantas se han trasladado hacia los polos o hacia zonas más altas y frías. Los insectos aparecen antes, los pájaros migran antes, las plantas florecen antes, la época de reproducción llega antes y dura más. Algunas plantas y animales se adaptan a los cambios pero otras, en particular las que ya se ven amenazadas por otros factores, son incapaces de cambiar. La velocidad del cambio resulta excesiva para muchas criaturas. La migración funciona para algunos animales pero otros no disponen de esa opción. Un gorila de las montañas que necesite un clima más fresco puede subir a mayor altitud para encontrarlo. Hasta que se quede sin montaña. Especies enteras han desaparecido ya como consecuencia del cambio climático. Un aumento de 0.7 grados afecta ya a nuestro planeta, al hielo, a la nieve y al permahielo, a los océanos, a los patrones climáticos, a la tierra, a las plantas y a los animales, incluidos nosotros. Existen buenas razones para pensar que el ritmo del calentamiento se acelera. Llegaremos a dichas razones en su debido momento pero, por ahora, piensa simplemente en los cambios de temperatura que se esperan, cambios que, sin duda, darán forma al futuro de nuestro mundo cada vez más cálido.


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En 2000, se realizaron diversas predicciones. 5 Durante el periodo comprendido entre 1990 y 2025, se espera que el aumento previsto sea de entre 0.4 y 1.1 grados, mínimo, lo que significa que el calentamiento total en 35 años será similar al que se ha dado en los últimos 100 años. Para el periodo entre 1990 y 2050, los aumentos previstos oscilaban entre 0.8 y 2.6. Para finales del presente siglo, los aumentos previstos oscilaban entre 1.4 y 5.8 grados en total, dos o tres veces más de lo que se observó en todo el siglo veinte. Dichos valores previstos, que resultan bastante desconcertantes, se revisaron al alza en 2007. Para 2100, las estimaciones actuales para el aumento de temperatura se verán incrementadas entre 1.1 y 6.4 grados. No se había dado un aumento de esta magnitud durante al menos los últimos diez mil años. Los que saben cómo leer las burbujas de aire antiguo encerrado en el hielo han concluido que el planeta no se había calentado de forma tan repentina en cuatrocientos mil años, si es que alguna vez lo hizo. Como hemos visto, un aumento de 0.7 grados ya está afectando a nuestro planeta pero piensa en los próximos quince, o cincuenta, o cien años. ¿Qué ocurrirá cuando la temperatura media global se eleve entre uno y siete grados? Ocurrirá. Vamos en ese camino.

CONSENSO

Puede que hayas oído algo sobre la incertidumbre científica en lo relacionado con el cambio climático, es decir, sobre el llamado «debate sobre el cambio climático». El debate ha tenido cierta repercusión y aún la sigue teniendo, se habla de él de vez en cuando en libros, documentales, tertulias e incluso en periódicos serios. Se le ha dedicado tiempo en el Senado de Estados Unidos. El Senador James Inhofe, por ejemplo, 5

El primer grupo de cifras se dio en el TAR del IPCC. Las cifras recientes son del 4AR.


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expresó la línea oficial de la administración Bush al decir: «La afirmación de que el calentamiento global lo provocan las emisiones humanas es simplemente falsa y no se basa en una ciencia sólida». 6 Sin embargo, no hay nada como un debate entre científicos cuando se trata del cambio climático o del papel que desempeña el ser humano en él. Muy poca gente fuera de la comunidad científica, o cercana a sus márgenes, afirma que el clima no está cambiando. Algunos aceptan el hecho del cambio pero insisten en que forma parte de una variación natural y que no es algo que haya provocado el hombre. Algunos se regodean en la idea absurda de que las temperaturas más cálidas beneficiarán a la raza humana. Se ha hablado mucho de la relación entre la industria de los combustibles fósiles y el escepticismo sobre el cambio climático pero aquí nos desviaremos de ese tema. De hecho, se da un importante consenso científico sobre la existencia de un cambio climático antropogénico o inducido por los seres humanos. Le echaremos un vistazo en seguida por un motivo. El punto de vista erróneo de que no existe consenso en la comunidad científica debe desaparecer. Esta idea se toma en serio en ciertos sectores, incluso en algunos de gran relevancia, como el Senado de Estados Unidos, y no debería ser así. Esto se interpone en el camino de nuestro objetivo real, las exigencias éticas asociadas con el cambio climático. No nos detendremos aquí durante mucho tiempo. Deja que haga hincapié en que, lo que sigue, no es un llamamiento a la autoridad. Los llamamientos a la autoridad suelen considerarse falacias porque la veracidad de una afirmación no puede establecerse jamás por el hecho de que alguien con autoridad la haya pronunciado. Hace mucho que sabemos de la falacia. Los seguidores de Pitágoras intentaron justificar sus afirmaciones diciendo, más o menos, que «el mismo 6

James M. Inhofe, Senador de Estados Unidos y presidente del comité sobre el medio ambiente y obras públicas, discursos hechos en el 28 de julio de 2003.


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Pitágoras lo ha dicho». Quizá fueron demasiado lejos. Los antiguos griegos no cayeron en esta trampa, ni nosotros tampoco, por norma general. El error es más fácil de localizar cuando el experto que habla en público no es un experto en la materia a considerar. Los actores saben mucho sobre vestuario y atrezo pero su experiencia no se extiende a la política. Incluso si tuvieran razón, el hecho de que afirmen que la guerra es algo malo no lo convierte en una razón de peso para pensar que la guerra está mal. Las cosas son más complicadas que eso y nos damos cuenta cuando un experto habla sobre un tema de su especialidad y, ni siquiera en este caso, se puede establecer que lo que dice es cierto. Los expertos también pueden equivocarse o tener otros motivos. Aún así, no pretendemos establecer la verdad sobre la existencia de un consenso científico en cuanto al cambio climático y, en este contexto, lo que digan los expertos tiene una gran importancia. Resulta que la mayoría de autoridades están de acuerdo en bastantes aspectos, entre ellos, en que el clima se está calentando y en que el ser humano tiene la culpa. Lo que sigue es una versión esquelética de la historia de ese consenso. En 1988, dos organismos de las Naciones Unidas, la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente se preocuparon ante la posibilidad del cambio climático. Fundaron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIECC) que se encargaba y se encarga de evaluar las pruebas científicas del cambio climático examinando la literatura técnica que trata sobre la evaluación por pares. El CIECC también pretende ofrecer información y consejo a los legisladores, entre otros, preocupados por el cambio climático. El GIECC está compuesto por tres grupos: uno se encarga de la base física del cambio climático, otro de los diferentes posibles o probables impactos del cambio climático y el tercero de las estrategias de mitigación. El GIECC también dispone de un destacamento especial que se encarga del inventario de las emisiones de gases de efecto invernadero.


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El organismo está lleno de cientos de expertos de todo el mundo y su trabajo ha sido calificado como la mayor empresa científica internacional en la historia de la humanidad, y probablemente sea cierto. Sus esfuerzos se han unido en varios libros y, quizá lo que es más importante, en informes de los cálculos publicados a intervalos de unos cinco años. Prácticamente todo aquel que es una autoridad en el cambio climático y que trabaja en este ámbito adopta los informes. Muchos ven los informes y publicaciones del GIECC como pruebas de un consenso científico creciente sobre varios aspectos del clima. A través de los años, el lenguaje de los informes se ha endurecido cada vez más reflejando la confianza creciente de la comunidad científica. Las afirmaciones tempranas, ligeramente imprecisas, se han visto reemplazadas por argumentos más firmes basados en un mejor entendimiento del clima y de sus mecanismos de cambio. El primer informe, que apareció en 1990, reconocía dudas sobre la velocidad y la magnitud del cambio climático así como sobre el papel de la acción humana sobre él. Sin embargo, el hecho del cambio nunca se puso en entredicho. Incluso en el primer informe, el GIECC instó a todos los países a adoptar medidas inmediatas para reducir el impacto de los cambios inmediatos en el clima. El segundo informe, publicado en 1995, presentó predicciones más específicas sobre el ritmo y la naturaleza del cambio climático y llegó incluso a afirmar que «un balance de las pruebas mostró una influencia humana perceptible sobre el clima». En el año 2001, y con la publicación del tercer informe, el GIECC se mostró aún más seguro: «Existen pruebas nuevas y más firmes que indican que gran parte del calentamiento observado durante los últimos cincuenta años es atribuible a las actividades humanas». Se presentaron más detalles sobre diversos efectos y el ritmo del cambio basados en diferentes modelos de clima. El cuarto y más reciente informe, publicado en 2007, no deja lugar a dudas: «El calentamiento del sistema climático es inequívoco, ahora es evidente gracias a las observacio-


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nes del aumento de las temperaturas medias globales del aire y de los océanos, el deshielo generalizado de las nieves y los hielos y el aumento medio global del nivel del mar». Otros organismos han hecho declaraciones que apoyan los descubrimientos del GIECC. La Academia Nacional de Ciencias cuenta con unos dos mil de los mejores cerebros de Estados Unidos, incluidos doscientos ganadores del premio Nobel. En un informe sobre el cambio climático publicado en 2001, la Academia descubrió que el trabajo del GIECC constituía un trabajo fidedigno y acertado de la ciencia actual sobre el cambio climático. Su propio punto de vista sobre el cambio climático es franco: «Los gases de efecto invernadero se acumulan en la atmósfera terrestre como resultado de las actividades humanas provocando que las temperaturas del aire y de los océanos se hayan elevado». 7 La Academia Nacional no es el único organismo científico de Estados Unidos que está de acuerdo con los descubrimientos del GIECC. En 2003, la Sociedad Meteorológica de Estados Unidos concluyó que «existen ahora pruebas claras de que la temperatura media anual de la superficie terrestre, calculada con datos de todo el mundo, ha venido aumentando desde los últimos doscientos años. Las actividades humanas se han convertido en una fuente importante del cambio medioambiental». 8 En ese mismo año, la Unión Geofísica Estadounidense afirmó que las pruebas científicas indican firmemente que el clima del planeta está cambiando y que las actividades humanas son responsables en parte de dichos cambios. 9 El Programa Científico publicó un informe en 2006 que se extendía sobre la ciencia en la que se basan los descubrimientos del GIECC. El informe sostiene que los patrones sobre 7

Comité de la ciencia del cambio climático, Consejo Nacional de Investigación (2001) Climate Change Science: An Análisis of Some Key Questions, Wahington: National Academy Press. 8 Sociedad Americana de Meteorología, «Climate change research: issues for the atmospheric and related sciences», Bulletin of the American Meteorological Society, 84, 2003. 9 Unión geofísica americana (2003), «Human impacts on climate», disponible en www.agu. org/sci_soc/policy/climate_change_position.


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el cambio climático observados durante los últimos cincuenta años no pueden explicarse sólo mediante factores naturales, la producción humana de gases de efecto invernadero también es responsable. 10 La opinión científica fuera de los Estados Unidos también apoya firmemente al GIECC. En junio de 2005, justo antes de la cumbre del G8, las Academias nacionales de la ciencia de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, Reino Unido, Brasil, China e India firmaron un comunicado de apoyo a los descubrimientos del GIECC. El comunicado afirma que «existen pruebas firmes de que se está produciendo un calentamiento global significativo… Es probable que gran parte de este calentamiento sea atribuible a las actividades humanas». 11 El comunicado también insta a las naciones a que se muevan para limitar las emisiones de carbono y a que actúen rápidamente para adaptarse a los efectos inminentes del cambio climático. Siguiendo una campaña emprendida por la Royal Society del Reino Unido, las Academias nacionales o regionales de Alemania, Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, el Caribe, China, Francia, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Malasia, Nueva Zelanda y Suecia emitieron un comunicado común sobre la ciencia del cambio climático en 2001. Resulta difícil malinterpretarlo: «El trabajo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático representa el consenso de la comunidad científica internacional sobre la ciencia del cambio climático. Reconocemos al GIECC como la fuente de información más fiable del mundo sobre el cambio climático y sus causas». 12 En resumen, existe un gran acuerdo entre los expertos de todo el mundo sobre el cambio climático y también sobre 10

Tom M. L. Wigley et al., Federal Climate Change Science Program, «Temperaturas trends in the lower atmosphere», 2006, disponible en www.climatescience.gov. 11 Joint Science academies (2005), «Joint science academies’ statement:Global responde to climate change», disponible en www.royalsoc.ac.uk. 12 La afirmación apareció en Science el 18 de mayo de 2001.


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nuestro papel en él. 13 Si tenías alguna duda, si tal vez pensabas que la reacción científica sobre el cambio climático aún no había superado la cuestión de si es real y si se está produciendo, entonces, espero que esas dudas ya hayan quedado atrás. Entender los mecanismos reales del cambio climático deberían ayudarte a sumergirte en el debate moral. Ahora nos centraremos, brevemente, en la ciencia del cambio climático.

CIENCIA SÓLIDA

La ciencia en la que se basa nuestro entendimiento sobre los efectos del dióxido de carbono y otros gases sobre la temperatura del planeta no es nueva en absoluto. 14 El efecto calentador de los gases atmosféricos fue descubierto por primera vez por Jean-Baptiste Fourier en 1827. También fue el primero en comparar los efectos de tales gases con el funcionamiento del cristal en los invernaderos por lo que se quedaron con el nombre de «gases de efecto invernadero». En aquel momento, lo que le interesaba a Fourier y a otros no era la naturaleza del calentamiento sino descubrir cómo fueron posibles las edades de hielo o, en otras palabras, cómo un mundo agradable como el nuestro pudo convertirse en un planeta congelado para después descongelarse otra vez. No cabía duda de que grandes partes del planeta estuvieron cubiertas por enormes capas de huelo en el pasado. Lo que nadie entendía eran los mecanismos responsables de tales cambios climáticos tan radicales. ¿Cómo podía congelarse el planeta así, sin más?

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Mientras este libro se imprimía, una búsqueda en Internet indica que muchas más instituciones han apoyado los descubrimientos del IPCC. 14 Para más detalles sobre la ciencia del cambio climático, ver John Houghton, Global Warming: The Complete Briefing, Cambridge, Cambridge University Press, 2004. Si lo se lee, podrá comprobarse mi gran deuda con Houghton. A menos que se indique lo contrario, todos los números presentados en esta sección y en la siguiente son de su excelente libro, que a su vez se basa en los descubrimientos del IPCC.


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Fue John Tyndall quien arguyó que la causa de las edades de hielo pudo ser una disminución del dióxido de carbono de la atmósfera y, por lo tanto, una reducción del efecto invernadero. Con un estilo característico, escribe: El calor solar posee el poder de cruzar la atmósfera pero, cuando el planeta absorbe ese calor, su cualidad cambia de modo que los rayos que emanan del planeta no pueden salir de él de vuelta al espacio con la misma libertad. Así, la atmósfera admite la entrada del calor solar pero controla su salida; el resultado es una tendencia a acumular calor en la superficie del planeta. 15

Fue el primero en ofrecer pruebas experimentales de todo ello midiendo la absorción del calor por parte del dióxido de carbono, el vapor de agua y otros gases. Aún preocupado con la explicación de los cambios climáticos responsables de las edades de hielo, el químico sueco Svante Arrhenius llevó a cabo una serie de cálculos que demostraron que, al disminuir la cantidad de dióxido de carbono atmosférico a la mitad, la temperatura media de la superficie se reduciría en unos cuatro o cinco grados. A su colega Arvid Högbom le interesaba la manera en que el dióxido de carbono entraba y salía de la atmósfera por procesos naturales, como la producción de carbono de los volcanes y su absorción por parte de los océanos. Arrhenius lo reclutó para ayudarle a explicar las edades de hielo. Högbom fue el primero que se tomó en serio la posibilidad de que la utilización de los combustibles fósiles, que producen gases de efecto invernadero, podía aumentar la temperatura media del planeta. Arrhenius también se interesó por ese tema y, en 1896, realizó varios cálculos con los que concluyó que al doblar la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera se aumentarían las temperaturas globales medias en cinco o seis grados. Sus cálculos pueden no estar muy desencaminados. 15

John Tyndall, Heat, A Mode of Motion, 1870.


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Sin embargo, nadie vio un motivo de alarma en estos hechos, ni siquiera lo encontraron preocupante. Dados los niveles de dióxido de carbono producidos a finales del siglo diecinueve, se pensó que se necesitarían varios miles de años para doblar la concentración de carbono en la atmósfera. Por aquel entonces, nadie contaba con el enorme aumento de la población mundial ni con el consumo de combustible que caracterizaría el siglo siguiente. De cualquier forma, nadie dudó ni por un momento de que los vastos océanos absorberían la mayoría del carbono para contrarrestar en gran parte nuestras emisiones industriales. Sin embargo, justo unos cincuenta años después, el meteorólogo amateur G. S. Callendar correlacionó aumentos documentados en la cantidad de carbono atmosférico con el ascenso de las temperaturas medias. En 1957, Hans Suess y Roger Revelle descubrieron que los océanos no absorbían en absoluto el carbono al ritmo que se había asumido previamente. Arguyeron que «los seres humanos estaban llevando a cabo un experimento geofísico a gran escala de unas características que no podían haberse dado en el pasado ni tampoco reproducirse en el futuro». 16 Fue la primera advertencia en voz alta sobre el cambio climático, la primera expresión seria de preocupación procedente de la comunidad científica. Esta breve reseña por sí sola debería bastar para que vieras que muchas cosas se toman por ciertas y no controvertidas entre los climatólogos. Es difícil no tener en cuenta el hecho de que el Sol calienta la Tierra. Al menos desde Tyndall, sabemos que varios de los gases presentes en la atmósfera absorben parte del calor que la Tierra desprende de vuelta y que no llega del todo al espacio. Desde Arrhenius y Högbom, sabemos que el quemar combustibles fósiles se liberan varios de 16

Roger Revelle y Hans E. Suess (1957), «Carbon dioxide Exchange between atmosphere and ocean and the question of an increase of atmospheric CO2 during the past decades», Tellus 9, pp. 18-27.


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esos gases a la atmósfera y que, si se vierte una cantidad suficiente, las temperaturas aumentarán. Sabemos desde Suess y Revelle que es justamente eso lo que estamos haciendo, es decir, estamos liberando una gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera probablemente modificando así la temperatura del planeta. Hemos tardado en asumirlo, han surgido objeciones y discusiones, así como experimentos y escepticismo, pero ahora son sólo datos y los datos no son ni mucho menos borradores detallados de algo. Probablemente, la manera más fácil de pensar en estos detalles, en particular, la forma más fácil de entender el efecto invernadero, es pensar en la atmósfera terrestre como en una especie de manta. Esta imagen aparece en casi todas las descripciones poco eruditas del funcionamiento de nuestro clima que he conseguido entender. La radiación emitida por el Sol pasa a través de la atmósfera más o menos sin impedimentos y es absorbida por la superficie del planeta. La superficie, dependiendo de por qué esté formada, emite diversas cantidades de radiación térmica. Algunos de los gases presentes en la atmósfera absorben esta radiación manteniendo así el calor de la atmósfera que, de lo contrario, se filtraría al espacio. Algunos gases, sobre todo el vapor de agua, realizan este proceso de forma natural, el llamado «efecto invernadero natural» es un fenómeno positivo. Sin él, el planeta tendría una temperatura por debajo de cero. Otros gases, como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso también están presentes de forma natural y contribuyen al efecto invernadero natural. El problema es que estos otros gases también se encuentran entre los subproductos de la combustión de los combustibles fósiles y otras actividades humanas que tienen que ver con nuestra utilización de la tierra. Los hemos liberado a la atmósfera aumentando así el efecto invernadero natural. El dióxido de carbono tiende a acaparar toda la atención puesto que es responsable de un 60% más o menos del efecto invernadero aumentado o antropogénico. Sin embargo, el metano no se queda atrás: aunque vertemos menos cantidad


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a la atmósfera, una molécula de metano causa unas ocho veces más efecto invernadero que una molécula de dióxido de carbono. Una vez en la atmósfera, estos gases actúan como una manta, conservando parte del calor. Al quemar combustibles fósiles y verter más gases de efecto invernadero a la atmósfera, lo que hacemos en realidad es aumentar el grosor de esa manta, y ese aumento eleva la temperatura del planeta. ¿Cuánto carbono le hemos añadido a la atmósfera? La cantidad de carbono de la atmósfera varía mucho en largos periodos de tiempo, si nos remontamos cientos, miles o millones de años. Sin embargo, durante varios miles de años antes de que empezáramos a quemar combustibles fósiles en grandes cantidades, antes de que se iniciara la Revolución Industrial sobre el año 1750, la cantidad de carbono en la atmósfera rondaba las 280 partes por millón. Durante este periodo de estabilidad relativamente corto, los seres humanos pasaron de ser grupos desaliñados de cazadores-recolectores para convertirse en seres humanos civilizados y modernos, bien vestidos y educados, con ciudades, cultura y reservas para cenar. Es posible pensar que hay una conexión entre ese periodo de estabilidad climática y el auge de la civilización humana. También es posible preocuparse ante la posibilidad de que dicho periodo de estabilidad esté llegando a su fin. Desde el comienzo de la Revolución Industrial, los seres humanos han vertido la sorprendente cantidad de seiscientos mil millones de toneladas (o gigatoneladas) de dióxido de carbono a la atmósfera. La concentración que flota sobre nosotros ha aumentado en casi un 30% desde la Revolución Industrial y ahora es de 370 partes por millón. En este momento, añadimos otras seis o siete gigatoneladas cada año. La cantidad que se bombea a la atmósfera es, y ha sido, cada vez mayor. En un periodo de tiempo muy corto, hemos cambiado la composición de nuestra atmósfera de forma drástica. No sólo seguimos aumentando la cantidad de dióxido de carbono sino que también es cierto que a los océanos, plantas y criaturas les cuesta tiempo extraer parte de él del ambiente. Aunque todas


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las máquinas se detuvieran mañana y no liberaran ni una molécula más de dióxido de carbono a la atmósfera como resultado de las actividades humanas, todavía cargaríamos con un nivel alto de consecuencias del efecto invernadero durante cientos o miles de años. Si tienes predisposición al escepticismo por naturaleza, se te puede plantear una pregunta, ¿cómo sabemos que es culpa nuestra? Quizá podamos medir la cantidad de carbono que hay ahora, y probablemente podamos calcular cuánto había antes de la Revolución Industrial examinando las capas de hielo, los sedimentos, los anillos de los árboles, etcétera. Quizá, también, la ciencia que relaciona el dióxido de carbono con el calentamiento está bien fundamentada. A pesar de todo esto, aún puede quedar un atisbo de duda. ¿Cómo sabemos que son los gases de efecto invernadero que liberamos a la atmósfera los que causan los daños, los que causan los cambios? ¿No podría ser otro factor, quizá alguna variación natural o las manchas solares o una causa o causas que aún no se han definido? En realidad, ¿cómo sabemos que los aumentos de temperatura estimados, mencionados al principio del capítulo, no se producirán hasta el final del siglo? Las respuestas a estas preguntas están totalmente relacionadas con los modelos climáticos, y los modelos climáticos son indescriptiblemente complicados. Puedes conformarte pensando en ellos, en cierto modo, comparándolos con algo mucho más sencillo pero lo suficientemente complejo: la previsión meteorológica de un día. Obviamente, la Oficina Meteorológica del Reino Unido se encarga de crear predicciones del tiempo regulares y esto lo consigue, en parte, gracias a estar conectada a una red mundial climática llamada Sistema Global de Telecomunicaciones. Esta enorme red planetaria de ordenadores recoge una gran cantidad de información desde y hacia estaciones de todo el planeta. Son datos relacionados con todo lo que se necesita saber sobre temperatura, presión, velocidad del viento, precipitaciones, etcétera, y que se reúnen a partir de diversas


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fuentes como satélites, barcos, estaciones de radar, boyas, estaciones tripuladas y no tripuladas, plataformas petrolíferas, globos, etcétera. Todo el planeta está salpicado de estaciones de seguimiento. Toda esta información llega automáticamente a lugares como la Oficina Meteorológica que lo carga todo en un superordenador. Entonces, el ordenador realiza una gran cantidad de cálculos y trabaja a gran velocidad con diferentes ecuaciones matemáticas que describen los procesos físicos que controlan el desarrollo del clima. A partir de las condiciones iniciales proporcionadas por el sistema global, y gracias a las matemáticas, se consigue un pronóstico basado en una representación matemática de cómo funcionará el sistema mañana. Un modelo climático funciona en gran parte así pero los modelos climáticos también deben tener en cuenta aspectos mucho más complejos del planeta que no tienen demasiada importancia a corto plazo. Casi no es necesario decir que los modelos climáticos miran a una distancia mucho mayor que las predicciones meteorológicas. En vez de funcionar con una instantánea del tiempo del planeta, un modelo climático trabaja con periodos de tiempo más largos: desde unos cuantos años hasta varias décadas. Los modelos climáticos producen información sobre las medias de ciertos aspectos del tiempo (como la temperatura, la presión, las precipitaciones, etc.) así como de variaciones estadísticas de dichas medias durante largos periodos de tiempo. Los cálculos numéricos llevados a cabo por un superordenador que estudia un modelo climático implican utilizar no sólo representaciones matemáticas de los procesos físicos que se dan en el modelo sino las diversas respuestas en el sistema climático y otro tipo de relaciones que pueden tardar tiempo en presentarse, así como otros factores que cobran importancia en largos periodos de tiempo. Por ejemplo, la atmósfera, los océanos, la tierra, el hielo y las plantas y animales de nuestro mundo, a lo largo del tiempo, influyen en gran medida los unos sobre los otros y estos efectos guardan una relación con la naturaleza del clima. Sin


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embargo, algunas de estas interrelaciones se manifiestan como retroalimentaciones en el sistema climático y pueden constituir una enorme diferencia con respecto a lo que el modelo predice. Pongamos un ejemplo simplista. Si la atmósfera se calienta, entonces se evaporara más agua de los océanos y ríos. Esto significa que una atmósfera más cálida contendrá más vapor que una más fría. Puesto que el vapor de agua es un elemento importante para el efecto invernadero, se dará un feedback positivo: una atmósfera más cálida es más húmeda, y una atmósfera más húmeda seguirá calentándose con el tiempo. ¿Cómo sabemos si estos modelos son exactos? La respuesta obvia es la acertada: se utiliza el modelo con información de hace cinco o quinientos años y se comprueba si las predicciones cuadran con lo que ya se sabe del clima pasado. También se puede hacer una doble comprobación de un modelo observando cómo responde ante sucesos inusuales que dan lugar a anomalías climáticas. Si ya se sabe que una erupción volcánica en particular provocó cambios locales e incluso a nivel planetario, se tienen datos concretos de todo el suceso, así que se puede utilizar la erupción en el modelo y ver cómo cuadran los resultados con lo que ya se sabe que ocurrió. Los detalles que se comparan pueden ser extraordinariamente acertados. He querido que todo esto sonara mucho menos complejo de lo que es en realidad. Algunos modelos climáticos que se extienden hasta cien años en el futuro pueden implicar un cuatrillón de operaciones diferentes y puede tardar en completarse más de un mes. Hay muchos centros climáticos por todo el mundo analizando diferentes modelos climáticos y en cada centro trabajan cientos de personas, cada una probablemente se encargará de alguno de los extraordinarios aspectos del modelo, de los algoritmos, de los datos o del mundo. Estas personas son cada vez mejores en su trabajo y los modelos son cada vez más exactos. Estos modelos pueden ser muy convincentes. Uno de los resultados de los modelos climáticos más impresionantes visualmente lo reprodujo el GIECC en 2001. El informe contiene una serie de tres gráficos que comparan la


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temperatura de superficie media global anual simulada por modelos y también la real observada desde 1860 hasta 2000. En el primer gráfico, sólo se tuvieron en cuenta las fuerzas naturales que afectan a la temperatura. No existe nada que llegue a estar a la altura entre las temperaturas observadas y las que sirven de modelo. En el segundo, sólo se utilizaron gases de efecto invernadero antropogénico para el cálculo y el resultado se acerca mucho más a las temperaturas observadas. El tercero, que es el que más se acerca a las temperaturas observadas, tiene en cuenta factores humanos y naturales. El informe más reciente del GIECC tiene en cuenta no sólo modelos sino lo que ahora llama «observaciones directas del cambio climático». Los científicos, tradicionalmente criaturas cautelosas, ahora están deseando decir que estamos viendo cómo ocurre. Te creas o no los modelos, es difícil escapar de la conclusión de que los seres humanos han afectado al clima, probablemente de forma sustancial. Puede conseguir que te preguntes sobre los efectos que provocaremos sobre el clima en el futuro.

PERSPECTIVAS

¿Qué podemos decir sobre el futuro de nuestro planeta, que cada vez es más cálido? 17 Los cambios que hemos iniciado, los cambios esbozados en la primera sección de este capítulo, seguirán su curso durante un tiempo hagamos lo que hagamos. El planeta se calentará, sin duda. Entre otras cosas, no estamos seguros de cuánto dióxido de carbono liberaremos a la atmósfera en el futuro ni cómo responderán los mecanismos de feedback del planeta. Existe cierta incertidumbre en cuanto a la magnitud y al tiempo y también en relación a la variabilidad regional de nuestras estimaciones. Sin embargo, sabemos que nos enfrentamos a un aumento de la temperatura media global de entre 1.1 y 6.4 grados durante este siglo. 17

Los detalles de esta sección proviene del IPCC (2007) 4AR, «The Physical Science Basis».


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Según los informes de los paleoclimatólogos, este aumento no tiene precedentes en los últimos diez mil años, algunos afirman incluso que el planeta no se había calentado tanto en, al menos, cuatrocientos mil años. Podemos hacernos una idea de la velocidad y la grandeza del cambio que se avecina pensando en las edades de hielo y en los periodos interglaciares que las enmarcaron. La diferencia de temperatura entre las edades de hielo y los periodos más cálidos es de unos cinco o seis grados. Según los parámetros humanos, en contraposición con los geológicos, ha de pasar un largo tiempo para que el planeta pase de una edad de hielo a un periodo relativamente cálido. Los cambios de temperatura que nos esperan en el presente siglo van desde un tercio hasta la totalidad del valor necesario para una edad de hielo. La variación se da de forma sorprendentemente rápida según los estándares planetarios. Es más, nos dirigimos hacia una dirección extraña. El mundo se mueve hacia lo contrario de una edad de hielo, sea lo que sea eso. No hay que olvidar que las temperaturas mencionadas son medias globales. En algunos lugares, los cambios superarán valores de entre 1.1 y 6.4 de media en las grandes masas de tierra en contraposición a las superficies de los océanos y particularmente las regiones polares y tropicales. Las temperaturas máximas serán más altas, habrá más días calurosos y más olas de calor recorrerán el planeta. A la inversa, las temperaturas mínimas serán más altas y habrá menos días fríos y heladas. Este aumento generalizado agravará los efectos que ya se han manifestado, los cambios que ya está sufriendo nuestro mundo. Por ejemplo, el futuro estará caracterizado por sucesos meteorológicos más extremos. A medida que nuestro planeta se calienta, la evaporación aumentará y más vapor de agua llegará al ambiente provocando así que muchas partes del mundo reciban muchas más o muchas menos precipitaciones. No será un despliegue igualitario de más cantidad de lluvia. Los climatólogos afirman que el ciclo hidrológico de la Tierra será


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más intenso y con esto se refieren a que habrá más sucesos meteorológicos extremos, en ambas direcciones, tanto secos como húmedos. La frecuencia y la intensidad de las lluvias torrenciales, tormentas e inundaciones aumentarán en algunos lugares así como la de desprendimientos de tierra, avalanchas y deslizamientos de barro. En otras zonas, la frecuencia y la intensidad de las sequías o del descenso de la cantidad de precipitaciones aumentarán. En dichos lugares, las cosechas se verán dañadas o no crecerán, el agua tanto para la agricultura como para el consumo humano será escasa o desaparecerá y el número de incendios de bosques y matorrales aumentará. Existen muchas posibilidades de que los huracanes sean más frecuentes y más poderosos; el ciclo del monzón se trastocará y, en general, el clima mundial será mucho más extremo. El retroceso de los glaciares continuará. Cada vez habrá menos nieve sobre el planeta, el permahielo seguirá derritiéndose, la extensión de los mares de hielo se reducirá aún más y la capa de hielo de Groenlandia se encogerá, sin duda. Es más, el ritmo de todos estos cambios aumentará al tiempo que crece también el ritmo del aumento de las temperaturas. Lugares que han ido perdiendo hielo o nieve lentamente lo harán más rápidamente, y es posible que acaben perdiéndola por completo. Hubo un tiempo en el que el Parque Nacional de los Glaciares en Montana estuvo cubierto por completo de hielo y nieve. En 1850, existían hasta ciento cincuenta glaciares en él. Ahora sólo quedan veintisiete y, para el año 2030, el último de ellos habrá desaparecido. Las nieves del Kilimanjaro, «increíblemente blanco bajo la luz del sol», según Hemingway, desaparecerá en 2020. Al menos una sexta parte de la población mundial recibe agua en forma de agua derretida de las cadenas montañosas. El abastecimiento de agua para un gran número de seres humanos, quizá miles de millones, se reducirá y desaparecerá en las próximas décadas. Estos cambios generales en el clima y en la superficie del planeta sin duda irán acompañados por cambios en las vidas de numerosas plantas y animales. Las criaturas que ya están


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en peligro de extinción probablemente se verán empujadas a situaciones aún más extremas debido a los cambios del medio ambiente. No sólo están condenadas las especies que representan el vivo ejemplo del cambio climático, como los osos polares o los gorilas. Según algunos cálculos, entre el 15 y el 37% de todas las especies de plantas y animales podrían estar en peligro de extinción como resultado del cambio climático para el año 2050. 18 La tasa de extinción en este siglo se cree que alcanzará una cifra cien a mil veces mayor a la tasa normal. Contra el telón de fondo de récord fósil, vivimos la sexta mayor época de extinción que ha vivido el planeta, la quinta fue la de los dinosaurios. El biólogo E. O. Wilson ha calificado a nuestro futuro inmediato como «La era de la soledad», una época en la que en el planeta quedaremos nosotros y poco más. 19 Por mucho que intentemos asumirlo, vivimos en un tiempo de pérdidas sorprendentes, repentinas y permanentes. Todos estos cambios afectarán también a los seres humanos y no sólo a aquellos que, como los gorilas de las montañas, tengan su hogar en lugares precarios. El cambio más obvio es el aumento de las temperaturas medias. Por supuesto, algunos lugares se volverán más habitables pero las zonas que ya son habitables, lugares que poblamos con gran densidad, lo serán menos. Los desiertos podrían extenderse al noroeste americano. El Mediterráneo podría heredar el clima del norte de África. 20 El calor puede matarnos. Durante una ola de calor en el verano de 2003, en Europa murieron treinta y cinco mil personas, algunas estadísticas elevan la cifra aún más. Que las altas temperaturas las causara el cambio climático o no es otro asunto. El hecho es que unas temperaturas más elevadas durante un periodo prolongado de tiempo pueden acabar con mucha gente. La Asociación Meteorológica Mundial estima que el 18

C. D. Thomas et al. (2004), «Extinction risk from climate change», Nature, 427, 145-8. Edward O. Wilson (2003), The Future of Life, Vintage. 20 Para una vívida descripción de posibles futuros, véase Mark Lynas Six Degrees, Londres, Fourth Estate, 2007. 19


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número de personas que muere cada año a causa del calor se doblará en 2020 con los aumentos de temperatura. 21 Ahora, consideremos los cambios previstos en el nivel del mar. Para finales de siglo, el nivel del mar seguirá aumentando para alcanzar una cifra de entre diez y un metro más. Al igual que las temperaturas medias globales más altas, este aumento podría ser mucho mayor en unas zonas que en otras. Dado que la temperatura media de los océanos tarda más en cambiar en comparación con las temperaturas de la superficie terrestre, la expansión termal de los océanos tardará algo más. Esto significa que el nivel del mar continuará aumentando durante muchos siglos, quizá durante miles de años, hagamos lo que hagamos. Casi la mitad de la población vive actualmente en zonas costeras, en áreas propensas a sufrir inundaciones por mínimo que sea el aumento del nivel del mar global. Por ejemplo, Bangladesh es un delta poblado con densidad. Con un aumento de un metro, el país perdería el 20% de la tierra habitable, terreno que actualmente ocupan quince millones de personas. El nivel del mar en la región de Bangladesh se espera que aumente alrededor de un metro para el año 2050. Algunas previsiones elevan el aumento hasta dos metros para el año 2100. 22 Cabe preguntarse adónde irá toda esta gente, y no sólo la población de Bangladesh sino los cientos de millones de personas más que se verán afectadas si el nivel del mar aumenta en todo el mundo. También cabe preguntarse de qué se alimentará la población mundial porque el suelo de las zonas de crecidas es rico en nutrientes, gran parte de la agricultura mundial procede de ellos, son zonas que perderemos con el aumento del nivel del mar. Las industrias tienden a situarse cerca de las costas y de los ríos por lo que también sufrirán. El agua potable corre peligro porque, cuando el nivel del mar 21

De esto se ha informado ampliamente, concretamente en Reuters el 22 de noviembre de 2000. 22 Houghton (2004) da estos detalles, en el capítulo 7.


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aumente, el agua salada encontrará su camino hacia el agua dulce. Las temperaturas en aumento también afectarán a lo que puede cultivarse y dónde puede cultivarse, se perderán cosechas mientras intentamos adaptarnos. Podemos esperar un futuro con cientos de millones, incluso miles de millones, de desplazados, hambrientos, sedientos, que intentarán escapar no sólo de los aumentos del nivel del mar sino de tierras de cultivo abrasadas y pozos secos. No resulta muy difícil imaginar los conflictos que tendrán lugar en un planeta que ve como sus recursos disminuyen o cambian. Tampoco cuesta ver que los más pobres del mundo serán los que más afectados negativamente se vean, así como los que menos recursos de adaptación tengan. África, por ejemplo, un continente que ya sufre sequía, malas cosechas, conflictos regionales, escasez de agua, enfermedades, etcétera, empeorará su situación mucho más con el cambio climático. 23 Se producirán muchas muertes en el futuro, muertes que se habrían evitado si nosotros y nuestros antecesores hubiéramos actuado de otra forma. También aumentará el sufrimiento, las enfermedades, la sed, el hambre, la violencia y otros horrores que no se habrían dado si nosotros y nuestros antecesores hubiéramos actuado de forma diferente. Lo que hagamos ahora y en los próximos años tendrá una gran importancia, lo que haga esta generación importará y mucho, pero nos estamos perdiendo. Todos estos cambios se ven venir pero los científicos también hablan de cambios «a gran escala, de gran impacto y no lineales» como consecuencia del aumento de las temperaturas y, con esto, se refieren a catástrofes planetarias. Los mecanismos en los que se basan estos cambios no se entienden del todo bien y no existe consenso en cuanto a cuándo pueden ocurrir dichos eventos o ni siquiera si van a ocurrir. Sin embargo, sí existe una preocupación extendida de que pue23

Para los hechos y las cifras, véase IPCC (2007) 4AR, WGII, «Impacts, Adaptation and Vulnerability».


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dan tener lugar durante el próximo siglo o algo más allá si seguimos quemando combustibles fósiles a los niveles actuales, si somos lo suficientemente idiotas como para seguir como hasta ahora. La circulación termohalina de los océanos, que algunos llaman cinta transportadora oceánica, transporta el calor entre los océanos del mundo. Es la responsable del hecho de que la Europa noroccidental disfrute de un clima más suave para su latitud que, digamos, Groenlandia. Las aguas cálidas del sur son transportadas hacia el norte. Parte de lo que produce esta circulación es que el agua fría, más densa y salada, se hunde. Según un modelo de situación, al calentarse el mundo, se producirán más precipitaciones y, por lo tanto, habrá más agua dulce en los océanos, lo que, con el tiempo, debilitará el curso de las corrientes oceánicas llegando tal vez hasta el punto de que éstas desaparezcan de forma irreversible. El deshielo también está añadiendo agua dulce al sistema. La distribución del calor en nuestro planeta cambiaría de forma drástica y este trastorno alteraría todo tipo de hábitat y vida humana. Tras décadas y décadas de calentamiento continuo, en algún momento del siglo veintiuno la capa de hielo del Antártico podría empezar a derretirse. Si el deshielo es considerable, hay hielo suficiente para producir un aumento del nivel del mar en varios metros. El hielo que cubre partes de Groenlandia ya se está derritiendo pero, de nuevo, con aumentos sostenidos de la temperatura, se derretirá por completo aumentando el nivel del mar siete metros. Es un aumento grande que afectará a casi todo el mundo de una forma u otra. 24 Cambios abruptos en los ecosistemas también pueden ser el resultado de un calentamiento continuo. Todo esto es un añadido al enorme número de sucesos de extinción que ya se han producido. Ecosistemas enteros podrían desaparecer, la vasta selva tropical del Amazonas podría estar de camino a la 24

Véase IPCC, 4AR, WGI, «The Physical Science Basis», 2007.


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desertización, por considerar uno de los terribles y posibles sucesos, borrando consigo prácticamente cada criatura que vive en ella y alterando de forma permanente las conexiones entre ese ecosistema, el clima y el resto del planeta. También existe un número de posibles mecanismos de feedback, como el feedback del vapor de agua mencionado hace un momento. Los científicos hablan de umbrales, puntos de no retorno, puntos de inflexión y, tras haberse cruzado ciertas líneas, de feedbacks particulares que hacen que continúe el ritmo del cambio climático. El ritmo aumentado tiene efectos y resultados en otros feedbacks y, con el tiempo, el sistema climático se calienta cada vez más, llegando incluso a veces a alcanzar un nuevo estado estable que no se parece en nada al templado en el que habitamos ahora. La sugerencia es que en realidad no sabemos dónde se encuentran dichos umbrales pero sabemos que nos acercamos a ellos. Es un eco del pensamiento enunciado por primera vez por Revelle y Suess: estamos llevando a cabo un experimento con nuestro planeta y no tenemos una idea clara de cuáles serán los resultados. James Lovelock es famoso por la llamada hipótesis de Gaia o el punto de vista de que la Tierra es un sistema que se autorregula, compuesto por partes, incluyendo partes vivas, que unidas componen un planeta acogedor y habitable. Lovelock ha afirmado recientemente que puede que sea demasiado tarde para hacer algo sustancial sobre el cambio climático. Le preocupa que quizá ya hayamos cruzado varias líneas y que lo único que podamos hacer sea prepararnos para los horrores futuros de un clima peligrosamente inhabitable. Los gobiernos deberían destinar sus recursos a salvar a la mayor parte posible de su población. El conocimiento humano debería plasmarse en libros duraderos que podrían utilizar los supervivientes tras las ruinas de la civilización. Quizá sea necesario construir búnkeres. Quizá lo único que podamos esperar sea poder ayudar a los supervivientes, quizá aferrarnos a la exigua esperanza de que nuestra especie sea de las pocas que consiga sobrevivir. Un libro reciente termina con esta imagen perturbadora:


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Mientras tanto, en un mundo árido y caluroso, los supervivientes se reúnen para un viaje hacia los nuevos centros de la civilización en el Ártico; les veo en el desierto mientras amanece y el sol lanza su penetrante mirada a través del horizonte en el campamento. El fresco aire nocturno permanece por un momento y, entonces, como el humo, se disipa al tiempo que el calor toma el mando. El camello se despierta, parpadea y lentamente eleva sus jorobas. Los pocos miembros que quedan de la tribu montan. Ella eructa y se pone en marcha para emprender el largo, caluroso e insoportable viaje hasta el próximo oasis. 25

Este fragmento de la opinión de Lovelock, existen más opiniones suyas con respecto al clima y a la humanidad, constituye un pensamiento minoritario. Mientras algunos científicos aceptan la posibilidad de una inevitable extinción casi total de nuestra especie como resultado del cambio climático, la gran mayoría afirma que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero disminuirá y ralentizará los efectos del cambio climático. La variación estimada del aumento del nivel del mar, de las temperaturas medias y demás está más relacionada con las previsiones de la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera. Las diversas hipótesis de emisiones utilizadas por el GIECC para predecir las temperaturas futuras están condicionadas por las decisiones que tomemos ahora. Algunos escenarios conllevan un rápido crecimiento económico, la introducción de tecnologías eficientes, el aumento de la interacción social y diferentes tipos de producción de energía; otros describen mundos heterogéneos con población creciente y no mucho en temas de cooperación con ganadores y perdedores regionales; aún así, otros enfatizan las soluciones globales de sostenibilidad y otros se centran en los intentos locales de proteger tanto a la gente como al entorno. Los argumentos dan lugar a mundos diferentes. 25

Hames Lovelock, The Revenge of Gaia, Londres, Penguin Books, 2006.


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Puede que esto te tranquilice un poco. La variable que parece afectar más al cambio climático es aquella sobre la que tenemos un efecto más inmediato. No son las manchas solares ni la capacidad de absorber carbono ni la tasa de deshielo glacial. Somos nosotros.


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