Los siete puntos del adiestramiento de la mente I. Meditación sobre las prácticas preliminares A. El renacimiento humano perfecto B. La impermanencia de la vida y la muerte C. Los sufrimientos del samsara D. Refugio E. El karma o causa y efecto A. El renacimiento humano perfecto En relación con esta práctica preliminar solamente expondré las líneas directrices o generales, basadas en las enseñanzas sobre el Lam Rim de Je Tsongkapa. Estas líneas directrices son: 1. Reconocer los ocho estados de renacimiento faltos de libertad que obstaculizan la práctica del darma: a) Los cuatro estados humanos que carecen de libertad para el estudio y la práctica del darma son: - Nacer en una región fronteriza, incivilizada o entre bárbaros. - Nacer donde aún no han llegado las palabras de Buda. - Nacer con defectos del cuerpo, de la mente o de los sentidos. - Nacer entre quienes mantienen puntos de vista contrarios a los de Buda. b) Los cuatro estados no humanos faltos de libertad para el estudio del darma:
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- Nacer en uno de los avernos o naraks. - Nacer como un espectro hambriento o preta. - Nacer como un animal. - Nacer como un dios de larga vida. 2. Reconocer los diez dones o circunstancias favorables para la práctica: - Nacer como un ser humano. - Nacer en una región budista central. - Nacer con un cuerpo, una mente y unos sentidos sanos. - No haber cometido ninguno de los cinco crímenes extremos. - Tener respeto por el darma. - Nacer donde y cuando un buda haya aparecido en el mundo. - Nacer donde un buda haya mostrado sus enseñanzas. - Nacer donde y cuando las enseñanzas sean firmes y florecientes. - Seguir las enseñanzas del darma y estar rodeado de la sanga o amigos que lo practican. - Nacer donde y cuando haya benefactores compasivos que mantengan generosamente el darma. 3. Reflexionar en la importancia de obtener una forma humana plenamente dotada: a) Desde el punto de vista de los objetivos temporales, la forma humana plenamente dotada es importante, pues gracias a esta situación tenemos la oportunidad de practicar ética, generosidad y seguir obteniendo buenos renacimientos. b) Desde el punto de vista de los objetivos esenciales, la forma humana plenamente dotada también es importante, porque a través de esta situación podemos poner las causas para obtener la budeidad. c) En todo momento la forma humana plenamente dotada es importante. 4. Reflexionar en la dificultad de obtener una forma humana plenamente dotada: a) La dificultad de obtenerla desde el punto de vista de sus cau-
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sas, puesto que éstas son la ética y la generosidad, y, como es evidente, no todos los seres las practican. b) La dificultad de obtenerla desde el punto de vista de su naturaleza, pues si observamos la naturaleza, vemos que el renacimiento humano es inferior en número comparado con otro tipo de renacimientos como, por ejemplo, los animales (insectos, etc...). c) La dificultad de obtenerla desde el punto de vista de su analogía. Se pone el ejemplo de que es más difícil obtener un perfecto renacimiento humano que el que una tortuga ciega que corriera por el fondo del océano y subiera a la superficie una vez cada cien años, acertara a meter la cabeza en un anillo de madera que estuviera flotando en el mar. 5. Reflexionar en la gran pérdida que supone desaprovechar la forma humana plenamente dotada al seguir los ocho darmas mundanos. Si somos conscientes de lo afortunados que somos al haber conseguido este renacimiento humano perfecto, debemos pensar en no desperdiciarlo y, por el contrario, utilizarlo de la manera más correcta y significativa posible. ¿Cuál podría ser la mejor forma de emplear este renacimiento humano perfecto? Practicar el darma correctamente. Para ello es necesario conocer cómo hacerlo, por eso, es de vital importancia recibir enseñanzas sobre sus distintos aspectos. B. La impermanencia de la vida y la muerte. Los puntos fundamentales de esta meditación son los siguientes: I. Las seis desventajas de no recordar la muerte. II. Las seis ventajas de recordar la muerte. III. La forma de meditar en la muerte propiamente dicha. I. Las seis desventajas de no recordar la muerte. En primer lugar, si no pensamos en la muerte malgastamos nuestra vida buscando la felicidad temporal que está desprovis-
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ta de un significado superior. En cambio, si recordamos la muerte, iniciaremos la práctica sin pérdida de tiempo. Es como un negociante que sabe que sus negocios le irán bien y se dedica a ellos de inmediato con el fin de sacarles el mayor provecho posible. De la misma manera, sabiendo que la muerte con toda certeza llegará, no nos descuidaremos y pondremos en práctica el darma. La segunda desventaja sería el hecho de recordarla pero no hacer absolutamente nada por iniciar la práctica. La tercera sería seguir una práctica de forma poco pura. La cuarta sería seguir la práctica pero de un modo poco intenso. Por ejemplo, los principiantes empiezan la práctica con interés pero al cabo de poco tiempo se cansan y no perseveran, con lo cual su práctica no tiene continuidad. La quinta desventaja es que, si uno no recuerda la muerte, cometerá numerosas acciones no virtuosas en beneficio propio, lo cual tendrá como consecuencia grandes dificultades para uno mismo. La sexta y última desventaja de no recordar la muerte es que, cuando ésta llega, uno muere con gran pesadumbre y sufrimiento. II. Las seis ventajas de recordar la muerte. La primera ventaja es que, si uno recuerda la muerte, toda su práctica estará encaminada a conseguir el estado último o estado búdico. La segunda es que recordarla es algo muy poderoso y ser consciente de ella nos ayuda a vencer todas las dificultades que podamos encontrar y, al mismo tiempo, a evitar todas las acciones negativas antes de cometerlas. Recordando que la muerte es algo que tendremos que afrontar, veremos la necesidad de destruir todas las negatividades. La tercera ventaja es que recordar la muerte es muy importante cuando estamos empezando nuestra práctica. Si recordamos el hecho de que tenemos que morir, es más probable que nos dediquemos de lleno a la práctica. La cuarta es que recordar la muerte es importante cuando ya hemos iniciado la práctica. En este caso, recordar el momento de la muerte es bueno, ya que nos hace practicar de manera correcta. La quinta ventaja es que recordar la muerte es importante cuando llegamos al final de la práctica, ya que ésta nos puede garan-
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tizar el éxito cuando ya estamos acabando. La sexta y última ventaja de recordar la muerte es que, cuando ésta llegue, uno morirá feliz y plácidamente. Esto significa que, cuando se ha llevado una práctica correcta y satisfactoria durante la vida, no se siente miedo ni desdicha en el momento de morir. Para alguien que practica, la muerte significará simplemente cambiar de cuerpo e ir en busca de un renacimiento humano más elevado. Por eso, cuando llega el momento de la muerte, un buen practicante siente alegría y felicidad. Estas son las ventajas de practicar el darma. Había un lama llamado Lamdon Rimpoché que era un buen practicante y conocía perfectamente lo que ocurría durante el proceso de la muerte y lo que se encontraría después. Por ello antes de morir dijo: “Ahora, por la mañana, no soy más que un viejo monje, pero al atardecer tendré un cuerpo de deva”. Efectivamente, Lamdon Rimpoché renació en el paraíso de Shambala. Milarepa, en cambio, presenció la muerte de uno de sus maestros y al verle sintió gran terror hacia la muerte. Fue eso lo que de alguna manera le empujó a practicar el darma. Lo primero que hizo fue marcharse sin perder un momento a las montañas, donde buscó una cueva y comenzó a meditar impulsado por el miedo que sentía a la muerte. Meditó hasta que acabó por alcanzar la visión clara de la vacuidad, de tal manera que pudo afirmar que cuando le llegara la muerte no tendría miedo alguno de ella. Por todos estos motivos es muy importante pensar en la muerte y así, cuando llegue, no sentiremos ningún temor. Si observamos los tangkas tibetanos, podemos ver como los grandes yoguis son representados sosteniendo un cráneo, huesos y utilizando también rosarios hechos de huesos. Esto no es para asustar a la gente, sino como una forma de recordar constantemente la impermanencia y la muerte y con ello conseguir que su práctica sea continua y correcta. Existen tres niveles diferentes de práctica cuyas consecuencias a la hora de la muerte son distintas. Los que siguen la práctica del más alto nivel mueren en completa felicidad. Los del nivel medio mueren sin experimentar ningún temor y los del nivel inferior mueren sin pesadumbre y sin preocupación. Debe-
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ríamos conseguir alguno de estos niveles para cuando nosotros mismos debamos enfrentarnos con la muerte. III. La forma de meditar en la muerte propiamente dicha. En este punto hay tres divisiones principales, cada una de las cuales a su vez se divide en otras tres, completando así los nueve puntos básicos de la meditación sobre la muerte. Estas divisiones se exponen así: a) La certeza de la muerte. b) La incertidumbre del momento de la muerte. c) La única ayuda en el momento de la muerte es el darma. a) La certeza de la muerte. 1. La muerte es algo que a todos nos va a llegar con toda seguridad. Para meditar en ello, debemos pensar que todos los grandes practicantes, yoguis y demás personas importantes que han vivido hasta hoy, han muerto y sólo ha llegado hasta nosotros su nombre. No podemos nombrar a uno solo que haya vivido y que no haya encontrado la muerte. Vemos que, tanto los seres ordinarios como los superiores han tenido que enfrentarse con la muerte. Así pues, el primer punto es la certeza de morir y saber que durante el momento de la muerte nadie puede extender el periodo de su vida ni hacer que el señor de la muerte dé media vuelta. El modo más sencillo de explicar esto es poner como ejemplo el hecho de que todos los que estamos en este mundo, incluyendo los niños que acaban de nacer esta mañana, no viviremos más allá de los próximos cien años. Esto nos enseña que la hora de la muerte nos llegará a todos. 2. La duración de la vida no puede ser alargada. Puesto que no podemos aumentar la vida, el karma que determina su duración se va consumiendo poco a poco y cuando llega a su fin, nos alcanza la muerte. El séptimo Dalai Lama dijo, refi-
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riéndose a este punto de la duración de la vida, que desde el mismo momento de nuestra concepción nos vamos acercando más y más a la muerte y, de la misma manera que no podemos interrumpir nuestra respiración, tampoco podemos detener nuestro acercamiento progresivo hacia la muerte. Podríamos compararlo con el caso de un reo que está siendo conducido desde su celda hasta el lugar donde se cumplirá la sentencia. Ese camino es como nuestra vida. También podemos comparar este punto a una carrera de caballos. El caballo puede detenerse antes de llegar a la meta, sin embargo, nuestra respiración no se puede detener y con cada inspiración nos vamos acercando cada vez más a las fauces de Yama, el Señor de la Muerte. Así pues, sabemos que cada momento que pasa nos acercamos un poco más al Señor de la Muerte. Desde el momento del nacimiento hasta ahora hemos desperdiciado muchos años. Además, no podemos saber cuánto tiempo vamos a seguir viviendo y nadie es capaz de determinar el momento de su propia muerte. Un día cualquiera ésta se presentará a cada uno de nosotros sin que podamos utilizar ningún método para detenerla. Éste es uno de los puntos más importantes en la práctica sobre la muerte. 3. Todos nosotros moriremos aunque no hayamos tenido tiempo de practicar el darma mientras vivíamos. Por eso debemos practicar cuanto antes. Podemos observar que la mayoría de las personas no viven más de sesenta o setenta años, y, por otra parte, podemos ver que: durante los primeros veinte años de nuestra vida no conocemos el darma y, por lo tanto, no practicamos en absoluto. Después, oímos hablar del darma y escuchamos enseñanzas pero, por una u otra razón, no nos ponemos a practicar, de manera que podemos pasar así otros veinte años. Después, pasados ya los cuarenta, nos encontramos con muchos inconvenientes para practicar, de manera que, sin haber utilizado para nada nuestro renacimiento humano, se nos han pasado sesenta años de la manera más ineficaz. Quienes no conocen el darma pasan toda su vida sin poder darle un significado correcto. En cuanto a los que practican el darma, si suponemos que van a vivir sesenta años, se pasan la
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mitad –o sea treinta– durmiendo, y, de la otra mitad, se pasan una parte sin conocer el darma y la otra, ya como practicantes, empleando mucho tiempo en comer, hablar y trabajar, o en otras actividades. Por tanto, si observamos con cuidado la situación, veremos que dedicamos muy poco tiempo a la práctica del darma. Yo creo que ésta es una extraña manera de plantearse el darma y su práctica. b) La incertidumbre del momento de la muerte. 1. En general, en este mundo, la hora de la muerte es completamente incierta. Si supiéramos la hora fija en la que íbamos a morir, podríamos prepararnos y dedicar una parte de nuestras vidas para los asuntos mundanos y dejar un tiempo determinado para la práctica del darma. Pero, debido a que vivimos en esta época de degeneración, la hora de la muerte es completamente incierta y no podemos prepararnos. En el Abidarmakosha de Vasubandu se habla extensamente sobre este tema. Allí se apunta que en los continentes del norte, este y oeste se conoce la duración exacta de la vida, pero no en el continente sur, que es el nuestro. El límite de la vida en el continente norte es de mil años. En los continentes del este y del oeste la vida dura quinientos años, pero en nuestro continente, el del sur, la duración de la vida es de lo más incierta. Al principio, se vivía un número incontable de años, pero, con el transcurso del tiempo, ha venido la época de la degeneración y la duración de la vida se ha ido acortando cada vez más. Aún seguirá decreciendo, hasta que sea tan sólo de diez años. Es completamente cierto que, en las épocas degeneradas, el momento de la muerte es impreciso. Todos sabemos que tenemos que morir pero creemos que eso no ocurrirá ni mañana ni pasado mañana. Esta manera de pensar, convencidos de que la muerte no nos llegará ni mañana ni en un momento próximo, es lo que nos hace ignorantes. La realidad es que la hora de la muerte nos puede llegar a todos en cualquier momento. ¿De dónde proviene la creencia de que no nos vamos a morir ni mañana ni el próximo año? Esta creencia viene de la idea que
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tenemos de que somos jóvenes y de que por eso aún no nos podemos morir. Ése es el tipo de pensamiento con el que coqueteamos, pero, cuando llega el momento y aparece Yama, éste no distingue entre viejos y jóvenes. Por ejemplo, si tomamos el caso de padres e hijos, podemos ver que no es seguro que los padres vayan a morir antes que los hijos, pues todos sabemos muy bien, que en algunas ocasiones ha habido padres que han tenido que llevar a sus hijos a enterrar mientras ellos permanecían vivos. Así pues, la muerte puede llegar primero a los jóvenes. Veámoslo de otra forma para que quede claro: ¿cuántos de nosotros hemos conocido a personas más jóvenes que nosotros que ya están muertas? Muy a menudo nos creemos muy sanos y en buena forma física, sin ningún mal ni enfermedad que nos aqueje, y, por lo tanto, creemos que la muerte no puede llegarnos en este momento. Este tipo de pensamiento nos confunde a menudo, pues tampoco este argumento es una garantía contra la muerte. Podemos comparar a una persona gravemente enferma con otra que goza de buena salud, pero ¿podemos decir, con seguridad, que la persona gravemente enferma morirá antes que la sana? De esta manera, si pensamos: “Estoy sano, no voy a morir por ahora”, nos encontramos bajo la influencia de una de las concepciones erróneas. Por otro lado, hay personas que mueren en el transcurso mismo de una comida. Estas personas no podían sospechar que iban a morir mientras comían y, sin embargo, les ha llegado la hora de la muerte antes de que pudieran acabar de comer. Cuando una persona conocida, un vecino o algún allegado, muere, nos acercamos a verle, nos interesamos por cómo ha muerto y seguramente sentimos que también a nosotros nos llegará el turno. Pensamos: “Esto también me pasará a mi algún día, ¡qué terrible, también yo tendré que experimentarlo!”. Ése es el tipo de sensaciones que seguramente tenemos cuando vamos a ver a alguien que ha muerto o cuando nos llegan noticias de lo ocurrido. Debemos darnos cuenta de que ese sentimiento de que no vamos a morir ni mañana ni en un futuro próximo es completamente incorrecto. Dado que la hora de la muerte es algo incierto, resulta totalmente ilógico ponernos a trabajar en sentido contrario, esto es, acumulando todo tipo de posesio-
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nes materiales o buscando la manera de alargar la vida por medios materiales. 2. Las condiciones que favorecen la muerte son superiores a las posibilidades de seguir vivo. Todos nosotros hemos conseguido vivir hasta ahora debido al poder de los méritos que hemos acumulado anteriormente y también debido al karma anterior. Durante el transcurso de nuestra vida nos encontramos con numerosos obstáculos y espíritus malignos. Estos malos espíritus están siempre revoloteando a nuestro alrededor intentando quitarnos la vida de la misma manera que las moscas revolotean alrededor de un trozo de carne podrida. Las circunstancias que producen la muerte son debidas a un desequilibrio entre los cuatro elementos en nuestro organismo, como por ejemplo, la disminución del elemento agua o el elemento fuego. Puede decirse que, cuando disminuye la fuerza de algún elemento, suele aparecer algún tipo de enfermedad grave. Según los postulados de la medicina tibetana, existen tres enfermedades que pueden ser consideradas como las más graves. La primera de ellas se debe a la presión del aire, la segunda es similar a la hepatitis y la tercera es parecida a la tuberculosis. Por otra parte, también puede darse el caso de que las circunstancias que en principio favorecen la vida se conviertan en circunstancias que produzcan la muerte. Así, una casa puede producir la muerte de sus habitantes al derrumbarse el tejado, un avión lo puede hacer al estrellarse y un coche que, en principio nos facilita muchas cosas, puede ocasionarnos la muerte en un accidente. La comida también puede ser causa de nuestra muerte. Tomamos alimentos con el propósito de mantener en buen estado nuestro cuerpo físico y alargar la vida, pero estos alimentos pueden convertirse en las circunstancias que causen nuestra muerte. Esto puede ocurrir de muy diversas maneras como, por ejemplo, causándonos una enfermedad por tomar un alimento en mal estado y provocando así la muerte. Nagaryuna dijo que nuestra vida es como una llama en medio de una fuerte corriente de aire. Si sopla el viento, la llama de nuestra vida puede extinguirse.
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3. La debilidad o fragilidad del cuerpo humano. Resulta muy fácil para nuestro cuerpo frágil y blando encontrar las circunstancias que pongan fin a su existencia. Si nuestro cuerpo fuera duro y fuerte, quizá pudiéramos sobrevivir aún en el caso de encontrarnos con circunstancias adversas. Nuestra vida se puede comparar a una burbuja de agua. Por citar sólo un ejemplo, el sólo hecho de clavarnos una espina en la planta del pie puede ser la causa de nuestra muerte. Cuando la sombra de la muerte se cierne sobre nosotros, es la señal de que nuestra vida toca a su fin. Puede decirse que la hora de la muerte es nuestro peor enemigo. Ahora bien, si tuviésemos un enemigo con la intención de hacernos daño, la reacción normal sería prepararse para rechazar el ataque y evitar así que nos quitaran la vida. De la misma manera, y puesto que consideramos la hora de la muerte nuestro peor enemigo, debemos prepararnos para asegurarnos un buen resultado antes de que se produzca. Por ese motivo, debemos llevar a cabo algún tipo de preparación antes de que se presente la hora de la muerte y lo debemos hacer desde este mismo momento. Podría ser que alguien con la intención de seguir una práctica, tenga en ese momento algún negocio entre manos o algún asunto que resolver y tal vez piense que lo más conveniente sería primero acabar esos asuntos y después llevar a cabo la práctica. Esa manera de pensar es equivocada y se convierte en un obstáculo. Un gran practicante dijo en cierta ocasión que aquellos que piensen que es más importante resolver los asuntos de esta semana o del próximo mes que la práctica, deben tener en cuenta que ese tipo de pensamientos son un gran enemigo y siempre trae malos resultados. Esta manera de proceder entregándose primero al trabajo y después a la práctica se puede comparar con la barba de una persona adulta. Cada vez que se afeita, los pelos vuelven a crecer con más fuerza. Lo mismo ocurre con los trabajos mundanos. Siempre que acabamos uno nos surge otro y nunca llegamos al final. Otro gran practicante, llamado Chepon Dang Chempe Yeme, dijo que, si retrasamos continuamente la práctica, estamos haciendo algo muy peligroso pues cada día que pasa nos acercamos más a la muerte y corremos, por lo tanto, cada vez más peli-
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gro. Así pues, no debemos seguir engañándonos sino empezar a practicar desde este mismo momento. Conociendo estas tres razones y sus explicaciones, debemos generar la voluntad de practicar el darma de ahora en adelante, en vez de ir dejándolo para después. c) La única ayuda en el momento de la muerte es el darma. 1. A la hora de la muerte ninguna de nuestras posesiones materiales nos puede ayudar. Por ejemplo, Brahma, Indra y todos los demás reyes mundanos han disfrutado en vida de toda clase de riquezas pero, cuando les ha llegado el momento de morir, no les ha servido de nada ni una sola pieza de oro, ni uno solo de sus numerosos sirvientes. Esto mismo nos dice El Sutra de la Implantación, esto es, que incluso si tuviésemos suficiente comida para cien años, cuando nos llegara el momento de morir, no podríamos llevarnos con nosotros ni un solo bocado. De igual manera, si tuviésemos ropa suficiente para vestirnos durante esos cien años, cuando nos llegara el momento de la muerte, tendríamos que marchar de vacío, totalmente desnudos. Ya dijo Shantideva que, debido a nuestra ignorancia, no nos damos cuenta de que a la hora de la muerte hemos de partir sin nada pero, debido a éste y otros engaños, vamos acumulando numerosas negatividades. Acumulamos, por ejemplo, apego por las amistades y odio por nuestros enemigos, sin darnos cuenta de que todo aquello por lo que nos esforzamos no nos servirá para nada en el momento de la muerte. 2. Durante el momento de la muerte, ni los amigos ni los familiares nos pueden ayudar en absoluto. Esto significa que cuando debamos morir ni los amigos, padres, sirvientes o demás personas podrán posponer el momento de nuestra muerte; aunque nos rodeen y nos cojan por los pies llorando y gimiendo; aunque imploren y griten, la hora de nuestra muerte es ya irreversible y debemos irnos completamente solos. Podemos ver, por lo tanto, que morir no es exactamente
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como irse de vacaciones a la India. Si así fuera, sería estupendo, pues podríamos llevarnos con nosotros a nuestros amigos o a alguien que conociese el camino y nos guiara hasta allí. Incluso tendríamos la oportunidad de irnos con todo cuanto fuese necesario. Sin embargo, cuando nos llegue la muerte, no tendremos la oportunidad de irnos con nuestros amigos, ni de llevarnos nada con nosotros, ni tan sólo una aguja. Por todo esto, debemos llevar a cabo algunos preparativos de ahora en adelante, que pueden ser de ayuda en el momento de la muerte y después de ésta. 3. El cuerpo físico no nos es de ninguna ayuda. Este cuerpo físico, que poseemos desde el momento en que somos concebidos en el vientre de nuestra madre, es lo que más queremos y lo que más cuidamos. Cuando nuestro cuerpo está enfermo o ha sufrido algún daño, nos sentimos mal y no hacemos más que cuidarlo, pero en el momento de la muerte, también este cuerpo que tanto queremos ha de quedar atrás y nuestra consciencia ha de irse sola. Y ni siquiera los cuidados que le hemos prodigado durante nuestra vida nos son devueltos a la hora de la muerte. Estas han sido las nueve divisiones de la meditación en la muerte. Mediante el estudio y la comprensión de estas explicaciones debemos tomar la decisión de practicar de ahora en adelante. Si pensamos únicamente en las desventajas de la muerte dejándonos llevar por el miedo, eso no nos servirá de ayuda. En su lugar, debemos fomentar el pensamiento de que tan solo la práctica del darma puede ayudarnos. Un gran yogui dijo que la práctica del darma es algo así como un guía para cuando hemos de ir a algún lugar desconocido; una ayuda en los largos viajes y un líder para cuando vamos a lugares peligrosos. Por todas estas razones deberíamos practicar el darma. La decisión final debería ser la de no involucrarnos tan sólo en cuestiones materiales y procurar practicar al máximo de nuestra capacidad. Imaginemos el caso de un hombre que está muy grave y al borde de la muerte. Se lo llevan al hospital y una vez allí los
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médicos le visitan pero, debido a su gravedad, no hay nada que puedan hacer por él ni hay medicina que le puedan suministrar. En ese momento, tampoco le pueden curar las puyas de ningún tipo ni le pueden alargar la vida. Cuando llega a ese punto, el hombre seguramente no sentirá ninguna sensación especial. Después de haber intentado salvarse y haberse cerciorado de su imposibilidad, se inicia el proceso de la muerte. El calor corporal empieza a disminuir y se absorben los cuatro elementos. Debido a esta absorción, se altera el color del cuerpo, el agua del organismo y la de los ojos se seca y ocurren ciertas visiones interiores. Entonces, mientras transcurre todo esto, el hombre recuerda aquellas acciones negativas que más le pesan y debido a ello, siente arrepentimiento. Ahora bien, seguramente ya no estará a tiempo de aplicar los cuatro poderes oponentes para purificar. Si fuéramos nosotros los que nos estuviéramos muriendo y hubiésemos cometido muchas acciones negativas, no podríamos sentirnos contentos de estar experimentando el proceso de la muerte y la mayoría sentiríamos una gran preocupación. Si uno piensa a menudo en el proceso de la muerte y no sabe muy bien lo que ocurre, puede aprovechar la oportunidad de observar a una persona recién fallecida pues podrá aprender mucho de ello y, si ha practicado mucho durante su vida, se alegrará cuando le llegue ese momento. La meditación sobre la impermanencia y la muerte no es una meditación difícil, ya que éstas nos rodean constantemente, y es una meditación que puede practicarse de manera continua. No resulta tan difícil como, por ejemplo, la meditación sobre la vacuidad. Recordemos que, si después de la muerte no tuviéramos que renacer, todo sería más sencillo, pero resulta que después de la muerte hemos de tomar otro renacimiento, pues la consciencia permanece. Por otra parte, hay renacimientos buenos y renacimientos malos y esto depende exclusivamente de nuestras acciones. Si nuestras acciones negativas pesan más que las positivas, obtendremos un mal renacimiento, si pesan más nuestras acciones positivas el resultado será un buen renacimiento. Esto fue explicado directamente por Buda. Existen muchas personas que buscan la felicidad para el futuro y que desean eliminar sus dificultades y proble-
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mas, pero solamente los de esta vida. Es una equivocación pensar así. Debemos pensar en las vidas futuras y puedo deciros que la persona que busca eliminar las dificultades y los problemas de las vidas venideras es una persona sabia. Así pues, nuestra consciencia continúa sin alcanzar un final y se reencarna continuamente alternando nacimientos buenos y malos sin posibilidad alguna de elección. Sin duda alguna, en el caso de que pudiéramos elegir nuestros renacimientos, nadie elegiría renacer en los reinos de sufrimiento, todos elegiríamos lugares de felicidad. Pero claro, un buen o mal renacimiento depende exclusivamente del karma positivo o negativo que hayamos acumulado. C. Los sufrimientos del Samsara Supongamos que vamos al cine y en la película que estamos viendo alguien experimenta grandes sufrimientos. Nosotros no sentimos ningún tipo de miedo por esos sufrimientos. No nos afectan en absoluto. Esto se debe a que no hemos desarrollado una buena meditación en los sufrimientos del samsara y por lo tanto no hemos obtenido un buen resultado. Por el contrario, si al contemplar el sufrimiento de otros llegamos a generar miedo por ese sufrimiento, esto significa que ya estamos obteniendo un buen resultado en la meditación sobre el sufrimiento. Hasta que no sintamos ese temor, debemos seguir meditando y practicando intensamente la meditación sobre el sufrimiento. La mayoría de nosotros canalizamos nuestra energía hacia las prácticas de visualización de deidades o yidams, pero nos sería mucho más valioso meditar en el sufrimiento. Por ejemplo, en el sufrimiento de los naraks calientes, ya que esto hace que surja en nosotros el sentimiento de renacer en los reinos superiores y por lo tanto practicar más. La meditación sobre la naturaleza del samsara también hace surgir en nosotros el deseo puro de librarnos completamente del sufrimiento, así como la renuncia a todos los sufrimientos de los reinos inferiores. Shantideva dijo que las cualidades de la meditación en el sufrimiento son la generación de la compasión por los demás y la renuncia a la felicidad tem-
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poral del samsara, así como el abandono de todas las insatisfacciones y males samsáricos y la acumulación de acciones positivas. Todo esto se puede conseguir mediante la meditación en el sufrimiento. Solamente aquellos seres conscientes que han logrado un renacimiento humano perfecto pueden generar la renuncia. En el reino de los devas o dioses de larga vida, por ejemplo, no es posible hacerlo ni tampoco se puede generar la gran compasión. Las principales causas de generar la renuncia y la gran compasión yacen en la meditación sobre el sufrimiento. Si meditamos en el sufrimiento de los estados infernales, hemos de tener en cuenta que los hay de dos tipos: sufrimientos por el calor extremo y sufrimientos por el frío extremo. Manyusri describió que después de la muerte, las personas que renacen en estados infernales de calor extremo experimentan una sensación en relación a la que tienen en los últimos momentos antes de espirar. Esta persona está en la cama y siente frío, lo comunica a los que le rodean e, incluso, les pide algo caliente. Es decir en esta persona surge el deseo de buscar algo caliente y esta es la señal de que renacerá en este reino en su próximo renacimiento. Entonces, todo sucede como si fuera un sueño. La persona muere y de pronto aparece, espontáneamente, en esa situación donde experimenta gran cantidad de sufrimiento. También existen estados infernales en los que se sufre por frío extremo. Si en el momento de morir una persona siente calor y busca o dice que necesita una especie de refugio para protegerse del calor, significa que esta persona va a renacer en uno de los naraks fríos y experimentará este sufrimiento durante mucho tiempo. Al oír hablar sobre estos reinos infernales puede que nos de la sensación de algo extraño y lejano, como si se tratase de una historia irreal o de una película, pero debemos intentar entenderlo de otro modo. Por ejemplo, a veces vemos como en este mundo suceden acontecimientos terribles donde las personas mueren en situaciones de sufrimiento extremos (quemadas, torturadas, etc.), esto puede compararse a una situación infernal y, viendo que cosas tan horribles suceden en este mundo, ya no resulta tan extraño pensar que puedan haber reinos en los que
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debido al karma uno experimenta situaciones todavía más terribles y por largo tiempo. Después está el reino de los pretas o espíritus hambrientos donde se sufre a causa del hambre y la sed. La duración de la vida en este reino también es muy larga. Como ejemplo del sufrimiento de los pretas se puede decir que se pasan mil años sin recibir una sola gota de agua, ni un solo bocado de comida, pero el karma que han acumulado les impide morirse y así experimentan esas sensaciones durante miles de años. ¿Cómo podríamos soportar y experimentar estos sufrimientos tan atroces? Finalmente, también existe el reino animal donde los seres se matan y devoran unos a otros y son explotados y maltratados por los humanos. Por otra parte, los animales también sufren a causa de su ignorancia y estupidez. Hasta aquí hemos desarrollado una breve exposición de los sufrimientos de los reinos inferiores de existencia. Al meditar en ello obtendremos como resultado evitar las acciones negativas que nos llevan a dichos reinos, con lo cual podremos obtener un renacimiento en uno de los reinos superiores. Si abandonamos la costumbre de seguir las diez acciones no virtuosas y meditamos en los sufrimientos de los reinos inferiores, tendremos como resultado la obtención de las buenas migraciones hacia los reinos superiores. Es decir, hacia el de los humanos, titanes y devas. Pero esto no es suficiente, pues aunque podríamos conseguir con ello una buena reencarnación para la siguiente vida, después de ésa volveríamos a caer en los reinos inferiores. Un ejemplo de esta situación sería el siguiente: imaginemos el caso de un reo en la cárcel a quien se ha condenado a muerte y le queda solamente un mes de vida. Entonces aparece alguien que le ayuda y pide un indulto al gobierno para conmutarle la pena, pero únicamente le conceden una prórroga de un mes. En realidad, sigue en pie la condena pero, en vez de quedarle un mes, le quedan dos. De la misma manera, si no alcanzamos el estado último, aquel del cual no hay regreso a los reinos inferiores, no obtendremos la satisfacción total. Ninguno de nosotros busca el sufrimiento y la infelicidad,
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pero deberíamos buscar la felicidad última y no sólo la temporal. Para encontrar esa felicidad auténtica, debemos generar la motivación de acuerdo con el nivel medio de motivación. Para ello existen dos métodos: el primero es obtener enseñanzas sobre las Cuatro Nobles Verdades y el segundo es llegar a la comprensión de los Doce Vínculos de Originación Interdependiente que se expondrán más adelante. Si uno persiste en la práctica de esos dos métodos, el resultado que obtiene es el nirvana o liberación del samsara. La palabra nirvana significa “libre de ataduras”. Nuestro cuerpo físico está en este momento atado a las actitudes mentales negativas y al karma. Las actitudes mentales negativas y el karma siempre están relacionados, condicionando nuestro cuerpo físico y los cinco agregados. Tanto si renacemos en el reino de la forma como en el reino sin forma, o en el del deseo, las actitudes mentales negativas siempre nos atan y siempre nos encontramos bajo su poder. Nuestros agregados físicos están ligados por el karma y las actitudes mentales negativas. En el momento en que nuestro cuerpo físico se vea separado del karma y de las actitudes negativas, entonces habremos alcanzado el nirvana o la liberación del samsara. Así pues, si alguien pregunta qué es el samsara, la respuesta es que samsara es la situación en la que los agregados físicos se encuentran debido a las actitudes mentales negativas y el karma. Cuando uno, finalmente, ya no tenga que experimentar la sensación de tener los agregados físicos prisioneros del karma y dichas actitudes, entonces, ese ser se habrá liberado completamente del samsara. Para poder liberarnos del samsara, o del sufrimiento, debemos generar un fuerte sentimiento o deseo de salir de él. Si no generamos ese fuerte deseo, permaneceremos en él durante mucho tiempo. Es como un prisionero que está en la cárcel. Si no tiene el firme deseo de salir de ella, permanecerá allí mucho tiempo. Sin embargo, si tiene el deseo de salir, es seguro que conseguirá la libertad antes del tiempo previsto. Para conocer la naturaleza del samsara, es decir, sus insatis-
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facciones y sufrimientos, podemos meditar sobre las Cuatro Nobles Verdades. La primera enseñanza que dio Buda después de su Iluminación fue sobre las Cuatro Nobles Verdades: 1. La verdad de la existencia del sufrimiento. 2. La verdad de las causas del sufrimiento. 3. La verdad de la cesación del sufrimiento. 4. La verdad del camino para la cesación del sufrimiento. Podemos preguntarnos sobre las razones de por qué fueron estas sus primeras enseñanzas y cómo el primer punto de ellas se relaciona con la existencia o realidad del sufrimiento. Esto es debido a que para liberarse del samsara, primero es necesario generar un gran deseo de liberarse de él y para ello es preciso un gran rechazo hacia el sufrimiento. Por consiguiente, el primer paso es reconocer la naturaleza de la realidad del sufrimiento. Siempre que experimentamos algún tipo de sufrimiento, debemos buscar las causas del mismo. Al hacerlo, descubriremos que éstas son las actitudes mentales negativas y el karma. El karma, como ya hemos visto, puede ser positivo o negativo. En cuanto a las actitudes mentales negativas, debo decir que existen seis principales o raíces y veinte secundarias. Todas ellas actúan como causas del sufrimiento. Sin la existencia de causas no puede haber un resultado de la naturaleza del sufrimiento. Debemos, por tanto, generar un firme deseo de destruir todas las causas del sufrimiento. Además, es necesario que destruyamos estas causas desde su raíz pues, de lo contrario, no importa donde renazcamos, no podremos obtener la felicidad última y muy a menudo experimentaremos la insatisfacción y el sufrimiento en todas sus formas posibles. Puesto que aún no hemos destruido las actitudes mentales negativas y el karma desde su raíz, todavía tenemos las causas para experimentar los sufrimientos de los tres reinos inferiores, que son terribles. Renaciendo en el reino humano experimentamos también diferentes tipos de sufrimiento que se pueden clasificar en base a ocho, seis o tres tipos de sufrimientos. En cambio, si renacemos en el reino de los asuras o titanes, experimentaremos el constante sufrimiento de pelear y matar.
Lama Lobsang Tsultrim nació en Kham (Tibet) en 1931. A los trece años fue a estudiar al monasterio de Nang-Sang, donde se ordenó monje. A los diecinueve años, viajó a Lhasa para continuar sus estudios y prácticas de meditación en el monasterio de Sera. En 1959 se exilió a la India. Tras permanecer diez años en el campamento de Buxa, regresó al monasterio de Sera, reconstruido en el sur de la India, donde obtuvo el grado de Gueshe Larampa. En 1981 llegó a España y desde entonces ha impartido enseñanzas en numerosas ciudades, donde muchos estudiantes han podido escuchar sus excelentes consejos. Actualmente reside en Barcelona, en su propia gompa.
El Adiestramiento Mental” es una enseñanza que pertenece a la tradición del Lo Jong o Transformación del Pensamiento. Expone cómo desarrollar la mente compasiva, cualidad indispensable para el logro de todas las aspiraciones mahayanas que implican el florecimiento completo de todas las cualidades humanas para beneficiar a los demás. Además, se incluye una completa explicación de los Doce Vínculos de Originación Interdependiente, –que representa una de las descripciones más profundas de la psicología budista–, que explica el funcionamiento del karma y la reencarnación.
ISBN: 84-86615-91-7
9 788486 615918