Joyas de Sabiduria

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1 ¿Qué gran océano es el más difícil de abandonar para siempre? Los tres reinos de existencia cíclica, que se agitan con olas de aflicción.

Los “tres reinos de existencia cíclica” se refieren a las tres dimensiones de vida ignorante, que se conocen como el reino de los sentidos (o reino del deseo), el reino de la forma y el reino sin forma. Evidentemente, estos reinos son sólo ignorantes cuando son experimentados por un ser ignorante. A menudo se les llama conjuntamente “la rueda de la vida”, pues los seres vivos vagan por ellos de renacimiento en renacimiento hasta que, finalmente, aprenden las lecciones de la vida y alcanzan la Iluminación. El primero consta de seis reinos de renacimiento ordinario: los infiernos, los reinos de los fantasmas, el mundo animal (incluyendo a los insectos, los peces, etc.), el mundo de los seres humanos, el de los titanes y el reino de los dioses de los sentidos. Cada uno de ellos está asociado con uno de los seis engaños raíz o emociones aflictivas que son, respectivamente, enfado, apego, comportamiento instintivo, arrogancia, celos y suficiencia. Por encima de estos seis se hallan los diecisiete reinos de los dioses de la forma, comparables a diecisiete estadios de absorción meditativa. En ellos renacen los grandes meditadores que no han conseguido penetrar hasta la esencia de la sabiduría. Metafóricamente, los seis reinos del mundo sensorial representan procesos cíclicos que resultan de los seis estados mentales deformados; los dioses del nivel de la forma simbolizan la actividad mental que, aunque profunda, está confundida en cuanto a la naturaleza última de la existencia; y los reinos sin 29


forma representan estados mentales espirituales exaltados en los que todavía no se han alcanzado los frutos de la más elevada sabiduría. Dicho de otra manera, todos estos reinos no son sólo un mapa de las dimensiones del renacimiento sino, también, de la experiencia cotidiana de los seres humanos.

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2 ¿Qué poderoso adhesivo nos ata a las desagradables inmediaciones de la mundanería? Las fijaciones sensoriales, que se aferran con apego a los objetos tentadores del mundo.

En éste y en los cuatro versos que siguen, el Séptimo nos presenta los cinco kleshas raíz o “tinieblas enloquecidas” de la mente, las distorsiones emocionales y cognitivas que son la raíz del comportamiento cíclico y las fuentes de toda infelicidad y sufrimiento. El apego es el primer klesha que menciona el Séptimo Dalai Lama. La palabra tibetana para este klesha es du chak. Du es un sentimiento de anhelar o querer e implica un du-yon, un objeto de los sentidos. Chak sugiere la idea de adherencia. En otras palabras, es un estado mental que percibe un objeto de los cinco sentidos con pegajosa obsesión. A menudo vemos este término traducido al inglés como “desire”, una palabra que, por tener una fuerte implicación sexual, no es realmente la más adecuada. El Buda dijo que las fijaciones sensoriales son la causa de sufrimiento más generalizada. Debido a ellas, la persona entra en un estado mental en el que su felicidad depende de los objetos o las situaciones de su obsesión y, a causa de ello, experimenta estrés y ansiedad. Seguidamente, se apodera de su ser un sentimiento general de descontento y decide llevar a cabo las acciones necesarias para satisfacer esa necesidad, que ha percibido como indispensable, perjudicando a quienes parecen amenazarla y manipulando a quienes parecen reforzarla. El Buda dijo asimismo que las fijaciones sensoriales son como una gota de aceite en el centro de una hoja de papel. El 31


aceite se extiende lentamente por toda la hoja hasta impregnarla por completo. Del mismo modo, si nosotros no vigilamos nuestras adicciones sensoriales, nuestros intereses se ven rápidamente dominados por ellas y nuestras prioridades toman un giro obsesivo y autodestructivo. En otro de sus poemas, el Séptimo Dalai Lama habla de la satisfacción que se experimenta al alimentar una fijación sensorial como de” una gran pérdida para una pequeña ganancia”.

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3 ¿Qué gran fuego hace estragos cuando nos acercamos demasiado a los demás? El terrible enfado que no puede soportar siquiera el más pequeño desafío.

El segundo de los kleshas raíz es el enfado. La fijación sensorial puede ser el destructor más extendido de la felicidad humana, pero el enfado es el más inmediato. No se puede experimentar enfado y felicidad al mismo tiempo. Cuando el calor del enfado asciende, las aguas de la felicidad se evaporan instantáneamente. El enfado por sí mismo es un tipo de dolor espiritual. Como resultado del enfado, el mundo se implica en interminables corrientes de actividad nociva. Cuando el enfado controla la mente, el sentido común y la sabiduría dejan de operar. La personas hace locuras, como golpear violentamente lo que tiene más cerca, destruyendo de este modo su propia felicidad y la de los demás. El gran maestro indio, Shantideva, escribió: “No existe negatividad más poderosa que el enfado, ni práctica más importante que la disciplina de evitarlo”. Y también: “Quien comprende que el enfado es el verdadero enemigo y se esfuerza persistentemente por eliminarlo, y quien no identifica a los enemigos como fenómenos externos, halla felicidad en esta vida y en las futuras”. En el budismo tántrico se dice que el enfado está conectado con la actividad química del chakra de la coronilla, esto es, el cerebro. Cada vez que nos enfadamos enviamos, desde el cerebro y a través del torrente sanguíneo, sustancias químicas venenosas que se esparcen por todo el cuerpo. Al poco tiempo, las descargas de dichas sustancias químicas se convierten en un hábito y, además de deteriorar profundamente nuestro estado de 33


consciencia, generan también numerosas enfermedades físicas. En otras palabras, el enfado no daña sólo el alma, sino que perjudica asimismo la salud.

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4 ¿Qué densa oscuridad oculta la verdad ante nuestros propios ojos? La ignorancia, que ha existido desde un tiempo sin principio.

Aquí, el Séptimo Dalai Lama utiliza la palabra ma rigpa, o “ignorancia”, que se refiere específicamente a la confusión con respecto a la naturaleza última del ser. Todos los demás problemas surgen por no comprender dicha naturaleza. El “ser”, en este sentido, tiene dos aplicaciones: la naturaleza más profunda del propio continuo de existencia; y la naturaleza más profunda de todos los demás fenómenos. Para trascender las distorsiones emocionales y cognitivas, junto con el sufrimiento que resulta de ellas, se debe despertar la profunda sabiduría que comprende la naturaleza final de la persona y de los fenómenos. El Buda empleaba el término anatma, o “no-entidad”, para referirse a estas naturalezas últimas. Utilizó también el término shuñata, que significa vacío o vacuidad. Debemos despertar la sabiduría que aprecia la vacuidad o la naturaleza vacía de la persona y de los fenómenos. El maestro indio del s. III, Chandrakirti, comparaba la sabiduría de la vacuidad con los ojos que nos guían hacia la Iluminación y todas las demás prácticas espirituales las equiparaba con las piernas. Si se tienen unas piernas fuertes y buena vista, se puede viajar con rapidez hasta la Iluminación sin peligro. En el verso 107, veremos la referencia que hace el Séptimo a esta famosa metáfora. Describiendo el objeto que es el centro de atención de la sabiduría, el Segundo Dalai Lama apuntó: “En cuanto al objeto de la visión (esto es, la vacuidad), no se convierte en artificial 35


debido a las condiciones, es inmutable en esencia, es prístina por naturaleza, está más allá de los conceptos del bien y del mal, lo abarca todo, es la naturaleza última de todas las cosas y es la quintaesencia de la esencia. Al comprenderlo, el practicante rebasa los confines de la confusión”.

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5 ¿Qué caballo salvaje tira a su jinete de la montaña por la que asciende? El orgullo de considerarse superior a los demás, y mora en sus propias virtudes.

El cuarto de los cinco kleshas raíz es el orgullo. El autor lo compara con “un caballo salvaje que tira a su jinete de la montaña por la que está ascendiendo”, pues mina al individuo transformando sus bendiciones en debilidades. Uno sube las montañas de la vida ayudándose de sus fuerzas y aptitudes, pero el orgullo hace que estas mismas cualidades se vuelvan negativas. La peor de todas las formas de orgullo es la que brota ante los logros espirituales adquiridos. Los tres primeros de los cinco kleshas raíz se conocen como “los tres venenos psíquicos” porque envenenan la vida de un modo directo e inmediato. El orgullo es algo más sutil. Se trata de una cualidad negativa que surge de las propias virtudes. Por ejemplo, si una persona es inteligente pero se siente orgullosa de ello, su inteligencia se tornará vana. Si es físicamente fuerte, el orgullo generado a su costa sólo será causa de burlas. Y si siente orgullo por sus esfuerzos y conocimientos espirituales, ese mismo orgullo se ocupará de que los beneficios que deriven de ellos se dirijan a un lugar equivocado. El orgullo despoja de su fuerza a las virtudes y distorsiona la manera en la que éstas maduran. El lama Tsongkapa, guru del Primer Dalai Lama, compara las virtudes con unos zancos que elevan al individuo por encima de lo ordinario; el orgullo, no obstante, hace que los movimientos sobre los zancos se vuelvan tambaleantes y peligrosos para uno mismo y para los demás. 37


6 ¿Qué malicioso difamador obliga a uno a apartarse de sus mejores amigos? La dolorosa envidia, incapaz de soportar la alegría o el éxito de los demás.

El quinto de los cinco kleshas raíz es la envidia. De nuevo, al igual que el orgullo, la envidia brota a causa de cualidades positivas. No obstante, mientras aquél surge al reaccionar de forma exagerada ante la fortaleza o los dones propios, ésta aparece al interpretar erróneamente las cualidades o los éxitos de los demás. El Séptimo Dalai Lama le llama el “malicioso difamador” pues, así como la difamación crea distancia, enemistad y desconfianza entre los seres vivos, la envidia causa distancia, enemistad y desconfianza entre uno mismo y las personas que poseen cualidades que uno admira. La envidia obliga a uno a “apartarse de sus mejores amigos”, pues siempre es más fácil ver las virtudes en los seres queridos, pero cuando surge la envidia como resultado de ello, el efecto general debilita y pone en peligro la amistad. El lama Tsongkapa sugirió que, en lugar de dejarnos llevar por la envidia, tratemos de cultivar el hábito de extraer júbilo de las cosas buenas que vemos en los demás y comentó también que, regocijarnos ante las buenas cualidades o las buenas condiciones de otros, es como compartir la alegría de tenerlas nosotros mismos. Quizá no seamos dueños de la montaña, pero podemos pasear por ella libremente, sin impedimento alguno. Por ejemplo, es probable que otras personas toquen un instrumento musical mejor que nosotros. Si nos alegramos de ello en lugar de sentir envidia, disfrutaremos plenamente de su música cuando les oigamos tocar. Por otra parte, si estamos carcomidos por la envidia, nos irritaremos con cada nota que brote de sus instrumentos. 38


7 ¿Qué enemigos del estado están destruyendo nuestra felicidad y prosperidad? Las diversas emociones aflictivas que perturban los hilos del pensamiento.

Aquí, el Séptimo Dalai Lama llama a las emociones aflictivas los “enemigos del estado” comparando los elementos de un ser humano con los de una nación. Para ello, se inspira en el maestro indio del siglo once, Naropa, que a su vez había utilizado un pasaje de una de las enseñanzas del Buda sobre Abidarma, en el que una persona y sus agregados son comparados con una ciudad-estado. En esta metáfora, cada uno de nosotros es rey o reina de nuestro pequeño territorio. Todos tenemos un aspecto de nuestro ser que hace las veces de ministro de asuntos exteriores, otro de ministro de sanidad, otro de ministro de finanzas, otro de ministro de defensa, etc. Cuando la mente tiene claridad y lucidez, todos los ministros la sirven correctamente; pero cuando está dominada por las emociones aflictivas, nuestra pequeña nación privada se hunde en el caos y en la confusión, nuestras acciones de cuerpo, palabra y mente no nos traen más que problemas; problemas en nuestras relaciones, en nuestra salud, en nuestro trabajo e incluso en nuestra seguridad personal. Las emociones aflictivas “perturban los hilos del pensamiento”. Vivir los momentos de nuestra existencia es como tejer un tapiz y, para tejer, necesitamos un pulso firme. La palabra “perturban” podría ser alternativamente traducida como “hacen temblar”. No podemos trabajar bien con unas manos temblorosas del mismo modo que no podemos vivir felices cuando la mente tiembla a causa de las emociones perturbadoras. 39


8 ¿De qué prisión es difícil escapar aún teniendo las llaves? De las enmarañadas relaciones personales, como los apegos a familiares y amigos.

Las relaciones con los demás deben fundarse en cualidades tales como el respeto, la dignidad y la confianza. Cuando apegos personales entran en la ecuación, todo se estropea. El afecto y la libertad se ven reemplazadas por la obsesión y la manipulación. Podemos verlo claramente, por ejemplo, en la relación entre padres e hijos. Cuando los padres sustituyen la apertura y la confianza por el aferramiento y el apego, el resultado es resentimiento y amargura por parte del hijo. El afecto natural transformado en una fuerza opresiva. Del mismo modo, cuando dos enamorados permiten que su afecto sea usurpado por el apego, ambos acaban sintiéndose atrapados y controlados por el otro. En lugar de apreciar al ser amado, se le percibe con hostilidad. Como dijo Milarepa, un yogui tibetano del siglo doce, “Al principio la persona amada aparece como un ser divino. Pero cuando gobierna el apego, este ser divino pronto nos parece un demonio. Y al final, quien fue una vez tan estimado aparece ahora como el guardián de la prisión, y uno mismo como el prisionero”.

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9 ¿Qué cadenas atan a uno a pesar de haber salido de aquella prisión? El apego a las actividades mundanas, incluso cuando se vive en retiro.

El Primer Dalai Lama dijo en cierta ocasión: “Es fácil cambiar las circunstancias externas; lo difícil es cambiar la mente samsárica”. En otras palabras, no es difícil generar una poderosa determinación espiritual y, gracias a esa inspirada resolución, ser uno capaz de emprender la práctica de la meditación; lo difícil es dejar atrás la forma habitual de pensar. El Primero concluyó su comentario diciendo: No obstante, aunque la mente mejora sólo lentamente, con persistentes esfuerzos en la triple esfera del estudio, la contemplación y la meditación, hasta la persona más torpe puede alcanzar estados exaltados de consciencia”. Una vez, mientras el joven Quinto Dalai Lama hacía un retiro de meditación en el Potala, fue a visitarle un lama amigo suyo que era clarividente. El asistente del Dalai Lama, no obstante, no le dejó entrar porque Su Santidad no había acabado el retiro. “Bueno”, replicó el lama, “dígale que esta mañana temprano le he visto en el mercado central”. Más tarde, cuando el asistente llevó la comida al Quinto Dalai Lama, le contó lo que había sucedido. El Gran Quinto se echó a reír y respondió: “Es cierto, durante la sesión de la mañana mi mente se ha apartado del objeto de meditación y, soñando despierto, me he encontrado paseando por el mercado”.

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10 ¿Qué demonio le tiene a uno poseído y paga la amistad con dolor? Los amigos descarriados, que sólo incrementan el propio karma negativo y los engaños.

En una de sus obras sobre métodos para transformar la mente, el Séptimo Dalai Lama escribió: “Es dulce el olor del viento que sopla por encima de un bosque de sándalo, pero repugnante el del viento que sopla por encima de la basura. Del mismo modo, las buenas o las malas compañías afectarán a tu vida consecuentemente. De ahí la importancia de elegirlas con sabiduría”. El budismo aboga por el cultivo de la tolerancia y la compasión con todos los seres vivos pero, cuando el practicante se encuentra todavía en los niveles iniciales del adiestramiento, es importante mantener un entorno espiritualmente favorable. Esto es especialmente cierto cuando se trata de elegir a la gente con la que se va a pasar mucho tiempo. El lama Tsongkapa escribió: “La vida es breve y muy valiosa. Sé, pues, amable con todos los seres vivos, pero elige bien a tus amigos. Recuerda que los malos hábitos se adquieren con facilidad y cuesta mucho desprenderse de ellos, mientras que los buenos hábitos sólo se adquieren con gran esfuerzo y disciplina y se pierden fácilmente por pura inconsciencia”.

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11 ¿Quiénes son los monstruos escurridizos que se deslizan entre el amor y el odio? Las falsas amistades y aquéllos en nuestro entorno que sólo fingen querernos bien.

Las personas mundanas buscan refuerzos para su ego en los amigos y asociados que eligen. El vínculo está basado en la vanidad y no aporta ni felicidad, ni paz, ni prosperidad o beneficio espiritual alguno. Kachen Yeshe Guialtsen, el guru del Octavo Dalai Lama, era un monje que procedía de las remotas áreas de la región del Monte Everest. El monje hizo un retiro de meditación de doce años en una cueva próxima a esa montaña y, después, regresó a Kyrong, el valle vecino en donde había nacido. Nadie mostró verdadero interés por él y vivió en un relativo anonimato. Un día, no obstante, se le invitó a Lhasa y se le rogó que aceptara ser el guru del joven Octavo Dalai Lama. Esta elevada posición le transformó instantáneamente, pasando de ser una persona totalmente desconocida a ser uno de los lamas más respetados del país. La gente de su valle tomó nota inmediatamente. Transcurrido un tiempo, varias personas de su pueblo aparecieron en Lhasa y le pidieron audiencia. Yeshe Guialtsen, tras preparar para ellos un gran banquete, hizo servir la comida. En su plato, no obstante, sólo había dinero y joyas. Lo miró y después se postró ante él, comentando: “Antes, cuando vivía como un simple monje y meditador, nadie mostró por mí el más mínimo interés. Creía que no tenía amigos ni parientes. Ahora que he accedido a una posición de prestigio tengo, de repente, abundancia de ambos. Me postro ante la riqueza y la fama, pues son 43


ellas las que me han aportado los amigos y parientes que antes no tenía”. El Séptimo Dalai Lama compara las falsas amistades con “monstruos escurridizos que se deslizan entre el amor y el odio” porque son amigos del buen tiempo: aparecen cuando las cosas van bien, pero desaparecen a la más mínima provocación. No están interesados en una amistad verdadera, sino en obtener alguna ganancia mediante la asociación.

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na de las obras más importantes del Séptimo Dalai Lama es Joyas de Sabiduría del Tíbet, una colección de versos breves espontáneos que utilizan metáforas cotidianas para ilustrar los puntos esenciales en la tradición de la Iluminación. Su lenguaje es simple y directo, capturando la profunda espiritualidad de su visión a la vez que evitando cualquier forma de religiosidad. En esta obra encontramos todas las enseñanzas del Buda, traídas al contexto de su implicación para la transformación individual o “el adiestramiento de la mente”. Este libro presenta una traducción de este importante texto y también proporciona un breve comentario que elucida el significado impregnado en los versos del Séptimo Dalai Lama. El Séptimo Dalai Lama (1708-1757) sobresale como uno de los maestros más queridos de la larga e ilustre historia del Tíbet. Aunque le tocó vivir su infancia alejado del Potala a causa de la ocupación mongola, pudo mantenerse al margen de las conspiraciones políticas y dedicarse plenamente a la práctica espiritual. Así, diez años más tarde de haber sido escogido como la reencarnación del Sexto Dalai Lama, ocupó sus habitaciones del ático del Potala reservadas a los Dalai Lamas y dedicó su vida al estudio, a los retiros espirituales y a escribir.

Glenn H. Mullin estudió budismo tántrico en los Himalayas durante doce años, y ha publicado una docena de libros. Experto en los Dalai Lamas ha escrito sobre la mayoría de ellos. Además de sus escritos ha co-producido varias grabaciones de música sacra tibetana y también ha trabajado en documentales y en producciones para la televisión relacionadas con el Budismo Tibetano.

ISBN: 84-86615-84-4

9 788486 615840


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