“Un libro maravilloso y grato para el bienestar espiritual del que lo lea”. Gelek Rimpoché, autor de “Good Life, Good Death” “Este libro es un poderoso recuerdo del don de la verdad de la transitoriedad. Es un auténtico tesoro de la literatura sobre la muerte”. Roshi Joan Halifax, abad del Centro Zen Upaya LAMA ZOPA RIMPOCHÉ es el director espiritual de la Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana (FPMT), una red internacional de centros budistas y monasterios, clínicas, hospicios y escuelas. Es autor de varios libros, como Transformar problemas en felicidad, Curación definitiva; el poder de la compasión y Dar sentido a la vida.
KATHLEEN McDONALD es monja budista desde 1974. Autora del best-seller Aprendiendo de los lamas.
Podemos transformar nuestra angustia por la enfermedad, la vejez y la muerte en “miedo saludable”, un miedo positivo que, en última instancia, enriquece y nutre nuestras vidas. Lama Zopa Rimpoché nos muestra cómo podemos emplear nuestra angustia como combustible para vivir realmente lo importante; por su parte, Kathleen McDonald nos presenta una serie de meditaciones que integran esas enseñanzas además de conducirnos a la paz, la compasión y el gozo por nosotros mismos y los demás. Si tomamos estas prácticas sin reservas, nos ayudarán a vivir mejor y, cuando llegue inevitablemente el momento, también a morir mejor. Nunca es demasiado pronto para empezar estos esfuerzos fundamentales y, por fortuna, nunca es demasiado tarde. “Una guía esencial para enfrentarse a los retos que surgen de la transitoriedad y del proceso de la muerte”. Khenpo Migmar Tserten, autor de “Treasures of the Sakya Lineage”
ISBN: 978-84-96478-65-7
PRIMERA PARTE Transitoriedad y muerte
La verdad de la transitoriedad La vida es tan frágil... Su naturaleza es transitoria. La vida cambia muchísimo en tan solo un año, en un mes, una semana, un día, una hora, en un minuto... Cambia de un segundo a otro. Se dice que en el tiempo que transcurre en un chasquido de los dedos, existen sesenta y cinco momentos diferentes; pues bien, incluso en esas fracciones de segundo, la vida cambia. Puede que pienses con cierto desdeño: “¿Por qué debería sorprenderme que la vida cambie tanto? ¿Qué importa que envejezca con cada momento que pase? Es natural. ¡La vida es así!”. Pensar de este modo es una insensatez; olvidas el hecho de que cada momento que pasa nos acercamos más a la vejez y a la muerte. Tal vez pienses: “Es cierto, me hago más viejo; ¡Y qué!”. Muchas personas intentan negar la naturaleza transitoria de sus vidas. Se niegan a aceptar esa verdadera naturaleza. Intentan disfrazar su apariencia ante los demás, y estos les siguen la corriente. Ningún remedio artificial puede transformar ochenta años en dieciocho. Es un intento completamente inútil, una manera de desperdiciar el precioso renacer humano, perder la oportunidad de despertar genuinamente, de iluminarse para el servicio de todos los demás seres. La mente iluminada comprende que la naturaleza del cuerpo samsárico es transitorio, sujeta a la vejez y a la muerte, y por tanto está en la naturaleza del sufrimiento. La gente que no acepta esta verdad vive en una doble ilusión: por un lado, creen erróneamente que existe algún tipo de intervención que les liberará del deterioro y la descomposición, y por otro lado poseen la concepción equívoca de la existencia de un yo permanente. Estas dos ilusiones son un modo de negar la transitoriedad. Albergar estas ilusiones conduce a la aparición de continuos problemas y convierte a la gente en personas ignorantes, perezosas y descuidadas.
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Si miramos de frente a la naturaleza de la transitoriedad, observamos que hay dos niveles de la misma: el burdo y el sutil. El nivel burdo se refiere a los cambios en la materia que ocurren en largos periodos de tiempo. El nivel sutil se refiere a los cambios internos de la mente y a los cambios invisibles en la materia que se dan en una fracción de segundo. Nuestra mente y sentidos no pueden percibir todos los cambios materiales que se dan en un segundo; sólo somos capaces de percibir los cambios burdos de un día a otro, o de una hora a otra, como el deterioro físico o la desaparición. El gran meditador Gampopa dijo: “Este mundo que existía en un momento pasado ya no es el mismo que un instante posterior. El hecho de que parezca el mismo es porque ha surgido algo diferente, similar al anterior, como el fluir constante de una cascada”. ¿Por qué nos debemos preocupar por los cambios que conlleva el envejecimiento? Porque según pasan los años, los meses, los días y las fracciones de segundo y nos vamos haciendo viejos, va también alejándose la ocasión perfecta que tenemos de alcanzar la iluminación gracias a este renacimiento humano. Dispongo de todo lo necesario para embarcarme hacia la Otra Orilla de la Iluminación, y tengo piloto, vehículo y combustible suficiente; sin embargo, aquí estoy sentado, con el motor encendido, malgastando el combustible mientras mi mente se distrae con otras cosas. Cuanto más tiempo esté mi mente distraída, menos posibilidades tendré de alcanzar la iluminación. El tiempo se va agotando mientras el combustible se consume. Esta es la verdadera tragedia de malgastar nuestro precioso renacimiento humano. Probablemente no vivas mucho más de cien años; es muy posible que no llegues a los noventa. Pero incluso si vivieras millones de años, tu vida comenzaría a menguar desde el mismo momento de tu concepción. Tan pronto como empieza, tu vida se va acortando. Nada perdura; nada permanece inalterable. Mientras pasan los segundos, van pasando también los minutos. Y según pasan los minutos, lo van haciendo también las horas, y los meses, los días, los años, las décadas... No importa si vives cien o mil
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años; estás deteriorándote, envejeciendo, incluso ahora mismo, desde el momento en que tu mente entró en el vientre de tu madre. Incluso en estos momentos, te estás acercando a la muerte. Y finalmente, llegará el momento de tu propia muerte. Has vivido muchos años hasta ahora, y esa es la cantidad de tiempo de tu vida que ya se ha ido; son los años que estás más cerca de la muerte, y te quedan todos esos años menos de vida. No importa que creas que eres joven o viejo, no importa la edad que tengas; todos esos años de vida han terminado. Se han ido, para siempre, sin posibilidad de recuperarlos. Y es muy posible que te quede menos tiempo de vida que el que ya has vivido; y si no es así, pronto lo será.
Las ventajas de recordar la muerte Deberíamos recordar siempre la muerte. Si lo hacemos, nuestra mente será consciente de todos los cambios que ocurren constantemente en nuestro interior, de lo breve que es la vida humana, de cómo la vida se va acortando a cada minuto. Todo esto es de un gran provecho. Muchos grandes yoguis comenzaron meditando en la brevedad de la vida humana, en la transitoriedad y en la muerte. Su iluminación, su comprensión y su práctica del darma provenían de esa meditación. Su fuerza y capacidad para vivir una vida ascética en lugares tremendamente aislados, practicar temas tan profundos y vastos y alcanzar caminos superiores, generar esa increíble energía que se necesita para perseverar en su práctica... Todas estas cosas provenían de las profundas reflexiones sobre la brevedad de la vida humana, la transitoriedad y la muerte. El hecho de que alcanzaran la iluminación en esas vidas se debió a esta evocación. Alcanzar la iluminación exige una gran cantidad de energía; pero cuanto más urgentemente quieras iluminarte, más energía necesitarás. Necesitas una gran cantidad de energía para superar las dificultades de la práctica del darma y de seguir el camino. ¿De dónde proviene esta energía? De recordar la transitoriedad de la vida y la muerte. Incluso el beneficio continuo que los seres iluminados aportan a todos los demás seres se remonta a esta meditación sobre la muerte. Recordar la transitoriedad y la muerte es importante también si sólo quieres liberarte del samsara. Recordar la transitoriedad y la muerte ayuda a acabar con los 84.000 engaños. Todos los estados mentales negativos —la raíz profunda de la ignorancia, el odio, todas las demás concepciones erróneas, todos los oscurecimientos que impiden la liberación del samsara y la iluminación— pueden eliminarse con la
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energía generada a través de la evocación de la transitoriedad y la muerte. Esta meditación es la causa original de la cesación de todos esos engaños. Es muy poderosa. Si evocas la transitoriedad y la muerte, puedes también evitar que surjan estados mentales negativos como la codicia, la ignorancia, el odio, el orgullo, los celos y demás, mentes que te infringen tantas molestias, sufrimiento y confusión. Evitas que surjan porque recordar la transitoriedad y la muerte te hace temer saludablemente la muerte y la brevedad de la vida humana. El miedo saludable es un tipo de miedo muy útil para dejar tu mente en paz, incluso en el presente. No sólo es útil recordar la muerte y la transitoriedad al comienzo de la práctica, cuando te sugiere buscar el darma y comenzar a practicar en lugar de seguir tu estado mental negativo; también es beneficioso durante la práctica del darma. Una vez que estás en el camino, te inspira a continuar con la práctica. Incluso si estás siguiendo el camino, evocar la muerte impide que pierdas de vista tus comprensiones y te ayuda a avanzar hasta los niveles superiores del camino. Así, recordar la transitoriedad y la muerte es también útil al final de tu práctica. Finalmente, en el momento de la muerte, esta evocación es útil porque permite que mueras en paz, con una mente feliz y relajada, sin ningún tipo de preocupación. Este recuerdo también te permite morir con un gran gozo. La persona que ha pasado su vida recordando cada día la muerte de una manera saludable, purificando continuamente, creando méritos y creando el menor karma negativo posible, no tiene dificultades al morir.
La muerte y el darma
Por lo general, la gente tiene miedo cuando va a morir, pero para los practicantes de darma más puros, la muerte es como regresar a casa. Los verdaderos practicantes de darma están felices y despreocupados en el momento de la muerte. Incluso si aún no han alcanzado la iluminación, si han practicado el darma con diligencia y creado mucho mérito durante sus vidas, tampoco están tristes al morir; pueden morir sin ningún pesar. Puesto que han hecho mucha purificación y creado mucho mérito, un gran bien en este mundo, no tienen miedo en el momento de su muerte. Por tanto, ya que hay tantas ventajas de recordar la muerte, en lugar de quedarte impresionado o desconcertado por toda esta charla, en vez de olvidarlo o no pensar en ello, deberías recordarlo siempre y meditar en la transitoriedad de la vida. Pero ¿por qué nos impresiona este tema? ¿Por qué las personas se desconciertan cuando se les pregunta por la edad y les dicen “¡Oh, qué viejo eres!”? Porque es lo contrario al modo en que quieren sentirse, lo contrario a sus concepciones erróneas, a lo que creen por error. Son todo engaños; son el origen de tanto sufrimiento... La gente siempre quiere parecer joven, sin envejecer, sin cambiar, pero no importa cuánto desean esas cosas o cuánto luchan contra ello, no tienen otra opción: cambian. No importa cuánto quieres que no ocurra, no puedes detener el cambio; no puedes detener la evolución natural de esta vida transitoria. Ningún deseo, ninguna estrategia, ningún producto, ningún procedimiento, ninguna idea puede impedir el deterioro; nada puede detener a la muerte. Incluso si te pasas la vida intentando parecer joven por fuera, sigues envejeciendo y morirás igualmente. No puedes detener a la muerte olvidándola, o no pen-
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sando nunca en ella, tapándote los oídos o no escuchando a alguien que hable de la muerte o evitando leer sobre ella. Nada puede detener a la muerte. Si pintamos cuidadosamente por fuera un pieza de fruta, puede que, temporalmente, se vea bonita y fresca, pero por dentro va madurando, pierde el sabor, se arrugará y al final se pudrirá. No sirven de nada las manipulaciones externas. Y olvidar estas cosas tampoco es la solución. Después de todo, si alguien viene a matarte, no sirve de nada pretender que no está ocurriendo. Ignorar la verdad no elimina el peligro. Tienes que hacer otra cosa. Por tanto, en lugar de quedarte impresionado y tratar de huir de cómo son las cosas en realidad, haz lo contrario: trae a tu mente constantemente la transitoriedad y la muerte. Esto es mucho más útil que intentar detener el miedo que surge de recordar la muerte ignorándola, y tiene muchas ventajas. Como dijo el gran yogui tibetano Milarepa, “Huí a las montañas por miedo a la muerte, y una vez allí comprendí la verdadera naturaleza de la muerte. Ahora, aunque me llegue la muerte, no tendré miedo”. Esto es muy interesante, y muy real. Milarepa pasó mucho tiempo semidesnudo, haciendo prácticas austeras, llevando una vida ascética en las montañas. Se dice que su cuerpo estaba verde, esquelético y feo. Si apareciese hoy día en Occidente, probablemente sería detenido o cuando menos rechazado por la sociedad; todo el mundo detestaría su aspecto. La gente querría confinarlo en algún sitio, apartarlo de su vista. Milarepa recordó la muerte y sintió miedo, y su miedo le llevó a las montañas, donde comprendió la verdadera naturaleza y realidad de la mente, y así superó su miedo a la muerte. Deberíamos aprender de su ejemplo y practicar del mismo modo: recordar la muerte y superar el miedo a la misma antes de que nos llegue. Este es el enfoque sabio, una acción sabia, el método efectivo. Otro gran yogui tibetano dijo: “Cuando la transitoriedad de la vida se manifieste ante mí, no tendré miedo. Puedo ser un monje por la mañana y tomar el cuerpo de una deidad esa misma tarde”. No sólo
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no temía a la muerte, sino que además tenía también el poder de tomar un cuerpo puro y abandonar el corriente. Al recordar la muerte, dejas de obedecer a tu mente negativa y, por tanto, creas menos karma negativo y perjudicial. Cuanto más recuerdes la muerte, mejores resultados experimentarás. Recordar la muerte es algo muy útil.
Las desventajas de no recordar la muerte Recordar la muerte constantemente es el único método que puede eliminar completamente el miedo a la muerte. Si no evocas la muerte, no tienes miedo saludable a la misma. Y si no tienes miedo saludable a la muerte, sentirás un fuerte apego a los placeres de esta vida y emplearás tu tiempo en buscar esos placeres. Haces una cosa por placer, luego otra, y otra, y así pasa tu vida, sirviendo continuamente al apego, sirviendo al pensamiento apegado a los placeres de esta vida. Si sigues esta oscura senda, terminas tu vida con un gran sufrimiento en el momento de la muerte, no sólo por haber empleado toda tu vida en crear la causa del sufrimiento, sino también por no tener felicidad ni paz mental cuando mueres. Si no recuerdas la muerte, estás controlado por el apego y obedeces a tu mente negativa, diciendo: “Bah, ya practicaré el darma dentro de un par de años; no hay prisa. Quizás dentro de un año, o en unos meses”. Lo postergas. Después, cuando se va acercando el momento, vuelves a decir: “Mejor el mes que viene, o el año que viene”. Aunque piensas en el darma, pospones la práctica de este modo. Esto ocurre por no recordar la transitoriedad y la muerte con la intensidad ni la frecuencia suficientes. Lo que es más, si no recuerdas la muerte, aun si practicas el darma, la práctica no será pura y no te conducirá a la liberación completa, puesto que has hecho de tu práctica del darma una manera de servir al apego también. Negar la muerte –aunque pienses simplemente “no voy a morir hoy”– es el mayor estorbo que puedes crear para hacer de tu práctica del darma una práctica pura. Debido al sentimiento continuo de “no voy a morir hoy”, estamos controlados por el apego a los placeres de esta vida y, por tanto, trabajamos solamente por esta vida. Y de este modo, todo lo que hacemos se convierte en causa de sufrimiento. Además, nos privamos a nosotros
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mismos de la poderosa motivación para la iluminación que proviene de reconocer que los placeres de esta vida son como un pañuelo usado: algo que se tirará. Si no tienes la motivación fuerte de querer conseguir la felicidad suprema de la iluminación, el cese del samsara, o la felicidad de vidas futuras, y de separarte completamente de los placeres de esta vida, si surge en ti constantemente el pensamiento intuitivo de “no voy a morir hoy”, tu práctica se convierte en impura. Es importante conocer las desventajas de negar la muerte y las ventajas de recordarla constantemente. Al recordar la transitoriedad y la muerte, tendrás la energía y la voluntad necesarias para meditar en la transitoriedad y la muerte. Y esto, a su vez, te conducirá a la verdadera felicidad.
“Un libro maravilloso y grato para el bienestar espiritual del que lo lea”. Gelek Rimpoché, autor de “Good Life, Good Death” “Este libro es un poderoso recuerdo del don de la verdad de la transitoriedad. Es un auténtico tesoro de la literatura sobre la muerte”. Roshi Joan Halifax, abad del Centro Zen Upaya LAMA ZOPA RIMPOCHÉ es el director espiritual de la Fundación para la Preservación de la Tradición Mahayana (FPMT), una red internacional de centros budistas y monasterios, clínicas, hospicios y escuelas. Es autor de varios libros, como Transformar problemas en felicidad, Curación definitiva; el poder de la compasión y Dar sentido a la vida.
KATHLEEN McDONALD es monja budista desde 1974. Autora del best-seller Aprendiendo de los lamas.
Podemos transformar nuestra angustia por la enfermedad, la vejez y la muerte en “miedo saludable”, un miedo positivo que, en última instancia, enriquece y nutre nuestras vidas. Lama Zopa Rimpoché nos muestra cómo podemos emplear nuestra angustia como combustible para vivir realmente lo importante; por su parte, Kathleen McDonald nos presenta una serie de meditaciones que integran esas enseñanzas además de conducirnos a la paz, la compasión y el gozo por nosotros mismos y los demás. Si tomamos estas prácticas sin reservas, nos ayudarán a vivir mejor y, cuando llegue inevitablemente el momento, también a morir mejor. Nunca es demasiado pronto para empezar estos esfuerzos fundamentales y, por fortuna, nunca es demasiado tarde. “Una guía esencial para enfrentarse a los retos que surgen de la transitoriedad y del proceso de la muerte”. Khenpo Migmar Tserten, autor de “Treasures of the Sakya Lineage”
ISBN: 978-84-96478-65-7