Sobre la felicidad

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Los tres niveles de motivaci贸n


Nivel básico de motivación: frenar el apego hacia esta vida

Continuamente buscamos la felicidad y creemos que nuestra felicidad depende de causas externas: posesiones, reputación, amistades, poder, trabajo, aspecto físico, etc. Solemos obsesionarnos con nuestra salud, nuestros problemas y con todo aquello que nos concierne, y nos dejamos llevar por el apego hacia lo que creemos que es la base de nuestro bienestar. Si dejándonos llevar por el apego y los intereses mundanos de esta vida consiguiéramos realmente ser más felices, no habría problema, pero lo que conseguimos, en cambio, es más frustración y más infelicidad, lo que, a su vez, nos lleva a crear causas que nos perjudican, no sólo en esta vida sino también en las vidas futuras. Con esto no queremos decir que tener bienes sea algo negativo en sí mismo, al contrario, si sabemos disfrutar de ellos sin apego, sin aferramiento, puede ser algo muy positivo para todos. Es decir, hay que saber encontrar un equilibrio entre lo espiritual y lo material, basarnos en valores que sean útiles a corto y largo plazo, reconociendo que la felicidad surge, sobre todo, dependiendo de nuestra mente. Partiendo de esta toma de conciencia, empezamos a valorar más nuestra propia vida y a querer darle un sentido espiritual. Tener un renacimiento humano perfecto no significa simplemente haber nacido humano, sino que implica estar libre de una serie de obstáculos que nos impedirían desarrollarnos y disponer, además, de todas las condiciones necesarias que facilitan la práctica del Dharma. Un renacimiento humano perfecto es algo muy valioso, una oportunidad muy especial que hemos de saber aprovechar, ya que con él podemos


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conseguir todo lo que nos propongamos, no sólo cubrir las necesidades inmediatas de esta vida y la dicha de las vidas futuras sino incluso obtener la felicidad definitiva alcanzando la liberación del sufrimiento y la budeidad. Por otra parte, un renacimiento humano perfecto es muy difícil de obtener, pues las causas que lo originan, la ética y la generosidad, no son valores fáciles de desarrollar y practicar. El renacimiento humano perfecto es un fenómeno más bien raro, nosotros mismos podemos ver la infinidad de otros tipos de renacimientos existentes, por ejemplo, basta pensar en la enorme cantidad y variedad de insectos que hay en el mundo animal. Siempre se pone como ejemplo para comprender la dificultad de obtener un nuevo renacimiento humano la historia de una tortuga ciega que vive en el fondo del mar y que sube a la superficie sólo una vez cada cien años. Sobre la superficie del océano flota un aro de madera. Pues bien, es más fácil que la tortuga meta la cabeza por el aro al salir a la superficie que obtener de nuevo un renacimiento humano perfecto. Sería una lástima desaprovechar esta oportunidad dejándonos llevar por el apego y los intereses mundanos. Si somos conscientes de la gran fortuna que ahora tenemos, deberíamos aprovechar esta vida llenándola de sentido. ¿Cómo hacerlo? Practicando el Dharma correctamente. Y sólo podremos llegar a practicarlo de forma perfecta o pura si conseguimos vencer el apego hacia esta vida; porque si la motivación o la intención que tenemos no es pura, si está contaminada, si practicamos, pero, en el fondo, lo que queremos conseguir son objetivos mundanos: tener menos problemas, no padecer enfermedades, disfrutar de una larga vida, comodidades, etc., es decir, si estamos centrados sólo en nuestro propio beneficio egoísta, si pensamos sólo en los intereses de esta vida, nuestra práctica no puede ser considerada una práctica espiritual. Si hay ese tipo de intereses, quiere decir que en realidad estamos apegados a esta vida y nuestra mente se verá afectada por los cambios constantes que en ella se dan: felicidad y sufrimiento; elogios y críticas; ganancias y pérdidas; palabras agradables o desagradables, y la clave de la felicidad está en conseguir que nuestra mente no se vea afectada por esos cambios. Pues, como decía Manyusri, la deidad que representa la sabiduría de todos los Budas, “mientras haya aferramiento hacia los intereses de esta vida, no se


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está practicando el Dharma”. Por eso es importante cambiar nuestra visión y ampliarla, que nuestros intereses no estén centrados tan sólo en esta vida, que a fin de cuentas es un plazo de tiempo muy corto, muy breve, y pensar en el futuro con una perspectiva diferente, incluso ir más allá de esas vidas futuras y alcanzar la budeidad. Esto hará también que todo lo que es bueno y positivo para la vida presente llegue por sí solo, de modo natural, sin esperarlo. Es como sembrar la semilla de una fruta, por ejemplo, un melocotón; de esa semilla nace un brote que acaba convirtiéndose en un árbol que da fruto: melocotones. Pero… ¿en qué pensamos cuando sembramos la semilla? ¿En qué piensa quien siembra la semilla? Piensa en los frutos que va a cosechar, no piensa en la planta, en el tronco, las ramas… etc., lo que le interesa es el fruto. Es decir, se siembra la semilla y, si se dan las condiciones adecuadas y necesarias, nace un brote, que se transforma en un árbol que da frutos, pues la intención es la de conseguir esos frutos. Y eso es lo que nos interesa principalmente. Si reflexionamos bien, vemos que lo mejor es dejar de lado el apego hacia esta vida porque lo único que produce son problemas y sufrimiento, que es justo lo que no deseamos. Es obvio que todos queremos ser felices y evitar el sufrimiento, es algo natural y el hecho en sí es bueno. Pero hay que saber distinguir qué es lo que produce la felicidad y qué es lo que produce el sufrimiento; qué es en realidad un obstáculo, aunque podamos creer que no lo es, como sucede con el apego; y, por el contrario, qué es lo que realmente nos va a proporcionar la felicidad que deseamos. Cuando reflexionemos y lleguemos a ver claramente que el apego es una fuente de conflictos que nos aleja de la felicidad, lo mejor que podemos hacer es meditar en el significado de una vida humana perfecta y en la impermanencia y la muerte, para así frenar el apego hacia esta vida. Porque éste es el método. Si no meditamos en la impermanencia y en la muerte, el apego cada vez será más fuerte. Es, pues, necesario conocer las ventajas de meditar en la impermanencia y la muerte y las desventajas de no meditar en ello. Si no pensamos en la muerte, malgastamos nuestra vida persiguiendo una felicidad temporal inconsistente, alejados de cualquier interés por implicarnos en el desarrollo espiritual; o, si iniciamos algún tipo de práctica, no la haríamos ni correcta ni intensamente, con lo que no


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habría mucha continuidad. Si no recordamos que vamos a morir un día, es fácil involucrarse en acciones negativas, que a su vez comportarán consecuencias no deseadas. Finalmente, cuando llegue la muerte, no estaremos preparados y sentiremos desconcierto y pesar. Es muy importante morir en paz. De hecho, la primera ventaja de meditar en la muerte es que encauzamos nuestras vidas hacia el completo desarrollo espiritual y el hecho de ser conscientes de la impermanencia nos ayudará a vencer cualquier tendencia y acción negativas. Esta meditación es importante en todas las etapas de la práctica del Dharma, al principio, en medio y al final, ya que nos garantizará el éxito; por último, nos será de gran ayuda en el momento de la muerte. Moriremos sin miedo, serenos e, incluso, felices. Hay tres puntos principales que nos ayudarán a meditar profundamente en este tema. Y hay también diferentes razonamientos en los que nos podemos apoyar. El primero de estos puntos es la certeza de la muerte, es decir, la muerte va a llegar sin duda alguna. El segundo punto es que sabemos que va a llegar, pero no sabemos cuándo, el momento de la muerte es siempre incierto. Y el tercer punto de la meditación es el que nos dice que, salvo la práctica del Dharma, ninguna otra cosa nos va a ser de ayuda en el momento de la muerte. Está claro que vamos a morir, es algo que sucede a todos los seres. El tiempo de la vida se va consumiendo a cada instante. Todos moriremos, aunque no hayamos tenido tiempo de desarrollarnos espiritualmente. Pero también está claro que no sabemos en qué momento va a suceder. El momento de la muerte es de lo más incierto, no importa si somos jóvenes o mayores, si estamos sanos o enfermos, si somos ricos o pobres…, pues las circunstancias que pueden producir la muerte son muchas y variadas, por ejemplo, un desequilibrio en nuestro organismo que haga que aparezca una grave enfermedad. También muchas de las causas que nos facilitan la vida cotidiana pueden convertirse en causas de muerte: el coche, la comida, nuestra misma casa… etc., porque las condiciones que favorecen la muerte son superiores a las condiciones de seguir vivo, ya que hemos de tener en cuenta, además, la extremada fragilidad del cuerpo humano ¿Qué nos lleva a comprender esto? Nos lleva a comprender que hay que hacer


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los preparativos necesarios, porque una vez que llegue el momento de la muerte, o cuando se acerque ese momento, ya no tendremos tiempo para practicar el Dharma. Los preparativos hay que hacerlos antes, mientras que hay tiempo. Lo único que nos puede ayudar en el momento de la muerte es la paz interior que surge de haber practicado el Dharma, de haber actuado correctamente a lo largo de nuestra vida y de haber prestado atención a lo que en la filosofía budista llamamos el karma: la ley de causa y efecto. Nuestra vida no va a durar siempre y la muerte está ahí, presente, aunque no sepamos el momento en que puede llegar. De ahí que debamos plantearnos: ¿para qué nos sirve el apego a esta vida? Si todo va a quedar atrás un día u otro, familia, amigos, posesiones… incluso nuestro propio cuerpo, por el que tanto apego sentimos. Nuestro próximo renacimiento no va a depender de nuestros propios deseos sino del karma positivo o negativo que hayamos creado y que es el que nos va a dirigir hacia una reencarnación superior o inferior. Debemos reflexionar detenidamente en esto, pues no todos los seres tenemos el mismo tipo de renacimiento, pensemos un momento en los animales, que temporalmente tienen esa existencia tan limitada. Y esto no es porque sí, sino debido a nuestro propio karma, a las causas positivas o negativas que hemos creado a lo largo de nuestra vida. Pero, por suerte, es algo que depende exclusivamente de nosotros y que podemos cambiar en todo momento. La muerte es un viaje seguro que vamos a realizar algún día, por lo tanto, si queremos hacer ese viaje contentos y felices, es muy importante hacer antes todos los preparativos necesarios. Deberíamos empezar ya, a partir de este mismo momento. De hecho, en realidad, no sabemos qué va a llegar antes, si el día de mañana o la vida futura. Por eso, es importante centrarse en el trabajo que tenemos que hacer de cara a nuestras vidas futuras, más que en el trabajo del día siguiente. En realidad, la muerte es algo evidente y fácil de observar, lo que nos facilita la meditación en ella. Podemos ver por nosotros mismos que las personas mueren, conocidos, familiares, amigos… Vemos el cadáver, es la realidad, aunque la persona ya no está allí en esos momentos. Pero, curiosamente, cuando observamos la muerte de los demás,


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la vemos como algo que no tuviera nada que ver con nosotros, como algo ajeno, como si viéramos una película. Ésa no es la forma adecuada de verla, porque la muerte es algo que antes o después tendremos que afrontar nosotros mismos. Por eso, para meditar de verdad, hay que saber ponerse en esa situación e imaginar: “Yo voy a morir. ¿Qué va a pasar tras mi muerte? ¿Qué es lo que viene después de la muerte?”. Lo que viene es la vida futura y recordemos que esa vida futura no la podremos escoger libremente sino que, dependiendo del karma que hayamos creado anteriormente, iremos hacia un tipo u otro de reencarnación. Si el karma que hemos creado es positivo, tendremos un buen renacimiento, mientras que, si es negativo, no lo será. Si surge miedo en nosotros al pensar que al morir podemos renacer en reinos inferiores, en los que hay mucho sufrimiento, debemos saber que podemos tener una verdadera ayuda, si la buscamos de corazón, en el Buda, el Dharma y la Sanga. ¿Cómo surge el deseo de buscar ayuda, de buscar protección, lo que normalmente llamamos tomar refugio? Surge del hecho de ser conscientes de las experiencias de sufrimiento, de saber que podemos renacer en esos reinos desafortunados. Este miedo sirve de causa para que surja en nosotros el deseo de protegernos, de buscar ayuda. Y no solamente el miedo a tener renacimientos desafortunados, sino también el miedo en general al sufrimiento que se da dentro del tipo de la existencia condicionada o samsárica. Por lo tanto, conociendo sus innumerables cualidades, es muy importante confiar en las Tres Joyas: Buda, Dharma y Sanga, sabiendo que tienen la capacidad de ayudarnos a salir de esa embarazosa situación. Buda representa al ser plenamente realizado que ha eliminado los dos tipos de oscurecimientos: los oscurecimientos de los engaños y los oscurecimientos que impiden tener una mente omnisciente. Posee, por tanto, cualidades ilimitadas, como el amor y la compasión hacia todos los seres, y sabiduría y medios hábiles para ayudarnos a través de las enseñanzas. Las enseñanzas son el Dharma, todos los consejos que nos muestran el camino que el mismo Buda siguió y que depende de nosotros ponerlo en práctica, ya que es lo que realmente nos va a proteger del sufrimiento. Y la Sanga son todos aquellos seres aryas que tienen la capacidad de


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ayudarnos a seguir los consejos o enseñanzas de Buda correctamente. Si, además, esa búsqueda de ayuda o de refugio, esa toma de refugio, esa práctica, por nuestro tipo de motivación, está dentro de la práctica mahayana, entonces, además de estas causas, del deseo de liberarnos del sufrimiento y de la confianza en las Tres Joyas, hay una tercera causa, el deseo de ayudar a todos los demás seres a liberarse también del sufrimiento y, por eso, esta práctica, además de ser una práctica de refugio, se convierte en una práctica mahayana. Tomar refugio nos aporta increíbles ventajas. En general, se habla de ocho beneficios concretos. El primero de ellos es que el refugio interior, de hecho, es el que determina que podamos considerarnos budistas. El segundo es que todo el resto de prácticas, votos, etc., se va a poder desarrollar gracias a esta base de refugio. Otro de los beneficios es que, gracias al refugio, podemos purificar todo tipo de actitudes y acciones negativas. El siguiente es que acumulamos una gran cantidad de energía positiva, de méritos. Otro beneficio es que ningún ser, ni humano ni no humano, podrá dañarnos; cuando hay un refugio de verdad, nadie ni nada nos puede dañar. Tampoco tendremos un renacimiento desafortunado. Conseguiremos satisfacer nuestros deseos y esperanzas, y, por último, podremos alcanzar rápidamente la budeidad. Éste es el último de los ocho beneficios. Por supuesto, este refugio o ayuda que hemos buscado en Buda, Dharma y Sanga conlleva por nuestra parte la responsabilidad de prestar atención a la relación de causa y efecto, ya que si nuestro karma es positivo, nuestros renacimientos serán en los reinos superiores, mientras que si es negativo, serán en los reinos inferiores. Es, pues, muy importante eliminar el apego hacia la vida presente meditando en el perfecto renacimiento humano y la impermanencia y la muerte.



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