Poesía
REVISTA DE POESÍA
EDICIONES O
BISTRÓ
XXIII
Abr/May 2019
POEMAS Leticia Gámez Missael Rivera ENTREVISTA La voracidad de las islas flotantes: un diálogo en torno al Cracken CRÍTICA Dos libros de poesía que no vale la pena leer
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© Bistró. Revista bimestral de poesía Ediciones O Centro de Experimentación Literaria Dirección: Daniel Medina Consejo Editorial: David Bonilla Laura Espejo Torres Fernando Sierra Martínez Daniel Sibaja Responsable de Artes Visuales: Mariana Pacho de la Vega
Diseño: Daniel Medina
Colaboraciones: poetica.bistro@outlook.es Mérida, Yucatán, México.
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CONTENIDO
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POESÍA Segunda nota vacía | 5 Leticia Gámez Aguajero | 12 Missael Rivera ENTREVISTA La voracidad de las islas flotantes | 14 un diálogo en torno al Cracken CRÍTICA Dos libros de poesía que no vale la pena leer | 20 Adán Echeverría
Andrea Hernández Orosco (Estado de Mexico; 1998) es egresada de la Preparatoria #1 “UADY”, y actualmente es estudiante de la Licenciatura en Artes Visuales de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY). Ha participado en tres exposiciones colectivas, dos fueron en Homenaje a la Maestra Falconi Vera (2016) con cuadros al óleo, y la otra exposición fue Dialogo Grafico (2017). Ganó el 2do lugar en el concurso “Festival de las Aves Toh” en la categoría Jóvenes y Adultos (2018); Su obra ha sido seleccionada en el XXXIX Encuentro Nacional de Arte Joven (2019). Su obra ha sido expuesta en los estados de Aguascalientes y Yucatán.
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Segunda nota vacía LETICIA GÁMEZ
I Vaciamos cada noche la tina donde juramos ahogar nuestro deseo. Queríamos olvidar la piel proscrita por la venenosa escarcha de los celos, la franca boca removiendo las memorias que se habían traspapelado entre las capas del cuerpo, los párvulos labios barriendo por cóncavo y convexo recoveco de la piel, tejido enhebrado por femeninos dedos de un arrebato vacilante. Los inocentes labios,
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los ilusos, los hábiles labios, bebiéndose la tinta del mapa que vertimos ante el furor de la caricia galopante. Hubo que reinterpretar el ritual del olvido cada cuando, hasta resignarnos a la butaca de los espectadores, y contemplar nuestra propia erosión incluso en la distancia. Una “restricción física” como si la cartografía mental no fuera corteza reflejo o ceguera de la piel. Embalsamada estoy en cataratas, del cráneo a los tobillos, ya no sé mirar ni siquiera la firma de hombros que se recolecta en los conglomerados.
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II Me han desterrado de este cuerpo envuelto en visillos y con un cadáver dentro. Desde mi asiento lo veo, su movimiento autónomo va arañando las aceras, porque no recuerda que los senderos recorridos eran juegos de la noche y no una ruta para llegar hasta ti. No, nunca fuimos parte de ese convencional paso sosegado que mece a los amantes. No, magullamos el aire fresco previo al amanecer para que soltara la escalinata que da hacia el ático del alba. Desde allá compusimos nuestras propias horas entre las ranuras de la madrugada, y en complicidad del tiempo.
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Y si algún día despuntó desde el sol la noche, llovió la luna o una nube alumbró el cielo, cúlpese a la cúpula de aquella farola fundida donde escondimos nuestros devaneos. Pero ya no están las anónimas horas, ni las farolas testigo. Ya no está el sacrificio que salvaba al azar con mi muerte o la tuya. Ya no el banco de la plaza donde se te permitía estar sin estar. La realidad, estos meses sobornada, nos dio la cuenta. Cifró como tentación la imposible naturaleza de dibujar a propio gusto incógnitos días sobre el calendario.
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III Desde el basurero se escucha desdoblarse nuestra topografía, y poco a poco se mancilla por compartir el cesto con la frivolidad, los errores y la alevosía. No tuvimos el atrevimiento de someter a juicio justo nuestros encuentros. De los bolsillos sólo podíamos cubrir el billete para escabullirnos entre el público o un barato defensor. ¿Y si perdíamos? ¿qué sería del encierro velando aquello que gestamos, aquello sin nombre ni bautizo? Aún así la sospecha me persigue. Las autoridades me exigen
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que identifique este rostro desfigurado, la silueta que encorva mi sombra y el aliento que excede los niveles de silencio. Si antes vivía a medias, ahora vivo mi desdicha y la nuestra. Nuestras horas incrustadas revientan y agrietan los muros de la noche por cada hueco, una fuga que fuera de encharcar la ciudad deslava sus historias: dicen que tu ausencia se pintará de soledad, y mi propia soledad, tan celosa, dolerá sin salirse de la habitación que le presto. Dicen que ahora tus labios son agrios como si otro beso
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se hubiera fermentado en ellos. Dicen que quebró la empresa donde trabajaba el cartero que envié al pasado para evitar conocernos. Dicen que sigues teniendo la mirada de despedida eterna, y yo la insistencia de un saludo prolongado. Dicen que desde que nos culparon la medida precisa que tenías para encajar en dos rompecabezas te quedó chica. Pero nunca sabremos en qué moldura hubieras forzado tu entrada.
Leticia Gámez (Hidalgo de Parral, Chihuahua, 1997). Ha presentado trabajos de poesía en diversos congresos de literatura. Fue becaria por la Fundación para las Letras Mexicanas en su décimo curso de creación, Xalapa, 2018. Ha publicado poemas en medios impresos y digitales. Actualmente es estudiante de Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua.
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Aguajero MISSAEL RIVERA A Ángel La nostalgia, en la periferia, es un alarido de perro en una calle vacía, un lento crecer de los pastizales en los jardines que viene a comprobar: que aquí todo se desborda. En la calle la palabra NO derrama sangre inocente, la calle es un sujeto que te mira con los ojos de una obrera que va tarde al trabajo y que respira luz ámbar cuando se queda sola. En el barrio, hay que llenar las paredes de virgen de [Guadalupe para que el cielo teche también nuestros baldíos. Barrio, me apiado de las mordidas con las que te arranca la piel la noche. Te he escuchado decir la palabra melancolía, sé que tienes la garganta seca, infectada, sé también que en tu mirada de tigresa casi dorada
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muere lentamente el territorio. Ya las velas encendidas mancillan tus callejones, llevas en tus ropas la piedad de San Judas Tadeo. Aun con el elevado costo de las flores ya eres un cementerio. Colonia te propongo a mi memoria como isla que apenas resiste el asedio del mar o como monte, sólo monte que se define por sus devoradores y sus presas. Al barrio a veces le escasea el agua, otras veces le sobra noche. en ocasiones se abraza el vacío, arde, casi se evapora, le abunda la policía, se hiere de hambre y siempre le falta alguien.
Missael Rivera (San Luis Potosí, San Luis Potosí, 1996). Seleccionado como becario de verano en Xalapa 2018 de la FLM, miembro seleccionado para el Festival de la Joven Dramaturgia en Querétaro 2018. Actualmente co-director del colectivo teatral La Martínez en SLP México y del colectivo NO, Arte Contemporáneo.
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Entrevista
LA VORACIDAD DE LAS ISLAS FLOTANTES: UN DIÁLOGO EN TORNO AL CRACKEN Entrevista realizada por Daniel Medina a José Antonio Íñiguez
Hace varios meses conocí a grandes rasgos la propuesta del recién inaugurado fanzine de poesía Cracken, proyecto en el que participan Luis Alberto G. Sánchez, Aldo Revfaulknest y José Antonio Íñiguez. Decidí, entonces, entrevistar a este último para conocer puntualmente las intenciones de la publicación en un panorama como el nuestro, donde el arraigo al terruño y la tradición estatal –y peninsular– configuran ambientes (extra)literarios con pocas posibilidades de dinamizarse y contrastarse.
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Entrevista
DM: En una entrevista (2016) publicada en Memorias de Nómada mencionas la “escases literaria” del estado de Quintana Roo y sus efectos sobre publicaciones como Tropo a la uña, si sigue existiendo esta escases literaria ¿cómo Cracken puede nutrir sus contenidos, qué puede ofrecer? JAI: A diferencia de publicaciones como Tropo a la uña y la Gaceta del pensamiento, Cracken es una publicación especializada en poesía. Su campo de maniobra es, por lo tanto, un poco más angosto y más concreto. A partir de esa circunstancia, Luis Alberto G. Sánchez, Aldo Revfaulknest y yo nos hemos propuesto este fanzine. Ahora el problema, creo, es otro: cómo lograr que una publicación que apuesta por publicar una poesía más fresca y propositiva sobreviva en estos lares en donde el conservadurismo poético y la politiquería cultural es tan fuerte. Eso, sin embargo, es ya posible. Hoy, por fin, así parece ser. Hay voces —algunas poéticas en formación— tanto en Cancún como en Yucatán que están abriendo las ventanas del panorama poético para que entre el aire fresco, y eso es, por supuesto, algo que en Cracken buscamos acaparar y proyectar. DM: Una de las situaciones que hermanan la creación y difusión literaria peninsular es la famosa “falta de crítica”, y no sólo la que corresponde a comentar libros puntuales sino todo lo referente al aparato crítico. Muchos escritores creen comprender todo lo que sucede en la península comprendiendo apenas nada. ¿Es tarea central de las publicaciones seriadas hacer algo al respecto? JAI: Por supuesto. Pero lo que pasa en la península en la mayoría de los casos es pura simulación de crítica literaria. Abundan las reseñas complacientes, el texto de palmadita en el hombro, el maquinazo lambiscón. Claro que es tarea de todas las publicaciones literarias promover la crítica, sí, pero hace falta, en cambio, que en esas publicaciones —sobre todo las de este rincón
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del país— haya una voz valiente, abierta a la discusión, y no hipócrita, malintencionada. Eso le haría muy bien a la literatura que se hace en nuestra región. DM: Siguiendo con este tema, el de la crítica, diría que el gran problema de esta, al menos en la península, es no señalar a los sujetos (autores) y objetos (revistas, obras, eventos) implicados en alguna situación sino sugerirlos todo el tiempo. Recientemente, tras la salida de Cracken y una nota de prensa publicada en Palabra digital bajo el encabezado “El Cracken que renovará la poesía de Quintana Roo”, escritores del estado sugirieron el error de pretender renovar la poesía, término que incluso figura como una opinión del periodista. ¿No reflejan estas reacciones la necesaria inclusión de un fanzine como el suyo? JAI: Cracken apuesta sobre todo a ofrecer un modo de ver y abordar la poesía, y no existe porque queremos desde esa plataforma divulgar la poesía que odia el poeta consagrado que nos cae mal. Cracken, por lo contrario, ofrece un contraste. Y así lo dije en su momento. En Quintana Roo parece que todo lo que no se parece a lo que escribe Ramón Iván Suárez Caamal o Javier España es malo, o está perdido, o es muy del D.F., y no es así. Nosotros queremos demostrar que no es así. Hay que considerar, de entrada, que la variedad es parte también del fenómeno poético. Y esa variedad de estilos ya es una realidad aquí y en todo el ámbito del caribe. ¿Por qué no darle espacio a esa variedad apenas naciente?
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DM: El debut de Cracken acierta en ofrecer variedad: creación, comentarios críticos, reseña, asuntos visuales. ¿Hay planes de expansión en este sentido? JAI: Sí, desde el comienzo quisimos hacer un fanzine que sirviera de faro en el panorama poético del caribe. Seguimos con mucho entusiasmo lo que en Cuba está haciendo Óscar Cruz y compañía con La noria, así como lo que escribe Legna Rodríguez Iglesias, Homero Pumarol y Cindy Jimenez Vera. La apuesta era mirar hacia allá. Sabemos que vivimos en una ciudad —quizá la más reciente— que está en la orilla del caribe mexicano y optamos por descubrir su modo de ver y cantar a través de la poesía. En Cracken mucho hay de eso y también de lo que se está escribiendo actualmente en la península. Ese es el diálogo que buscamos. Así lo refleja su contenido, y así lo seguirá haciendo en los siguientes números, así como en los libros que pensamos sacar en una pequeña colección que pronto daremos a conocer. DM: En la misma entrevista referida al inicio mencionas que “los escritores de esta región [sur] parecen no estar familiarizados con nadie, sino consigo mismos”, ¿por qué sucede esto, es acaso un asunto regional o peninsular? JAI: No lo sé en realidad. A veces pienso que es parte del carácter de los peninsulares, y a veces también pienso que es parte de la estructura del medio cultural de la región. Pero, ahora que me dices, creo que, sin duda, son las dos cosas al mismo tiempo.
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DM: En este sentido es interesante notar que buena parte de los contenidos de este primero número de Cracken corresponden a creadores latinoamericanos y no sólo mexicanos, ¿es esta una forma de generar contrastes respecto al ambiente y entendimiento literario en que se desenvuelve y distribuye el fanzine? JAI: Claro, y con esto vuelvo un poco a la tercera pregunta que me hiciste, la tarea de una publicación como Cracken no sólo es divulgar lo que hacen autores locales, sino también contrapuntearlo con poéticas que, de alguna forma, van a nutrir lo que se está haciendo. ¿Qué se logrará? De parte de nosotros: aportar algo. A largo plazo, con esta y con otras publicaciones independientes como Gazapo: generar una literatura con matices, autocrítica y con propia personalidad. DM: Tomando en cuenta la producción poética de Quintana Roo en cuanto a cantidad, la intención de generar un contraste en el género con más presencia es quizá la mejor forma de ejercer un impacto en la totalidad de la creación literaria del estado, ¿es esto así? JAI: Tomando en cuenta que en materia narrativa la cosa todavía está mucho peor, esperemos que sí. La invitación y el espacio están ahí.
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Dos libros de poesía que no vale la pena leer ADÁN ECHEVERRÍA ▄ En primera instancia hay que señalar que los poetas mexicanos han decidido que "armarse antologías" es lo que funciona para poder llegar a un público mayor. Mientras más "poetas" se incluyan en la obra se tiene mayor esperanza de alcanzar un mayor número de lectores. Muchos editores de poesía (que las más de las veces también se presienten poetas: yoteedito-túmeeditas), imprimen, copian, editan, compilan, los poemas de sus poetas admirados, amigos admirados, amantes admirados, compañeros que pueden unir su nombre al suyo y ser una dualidad artística editor-autor-editor: "Edité a Fulano, y cuando alguien hable de este Fulano, sabrán que yo lo edité, y hablarán también de mí". En segunda instancia hay que señalar que al menos 60 páginas forman un libro; ya sea de poesía, cuento, de lo que sea. Sesenta páginas tienen que ser lo mínimo. Todo aquel texto que tiene menos de 60 páginas es un cuadernillo al que en el medio literario conocemos como plaquette. En tercer lugar, hablemos del tamaño. Los libros deben estar en un tamaño que va, de la media carta al medio oficio. Pero la mayoría de las editoriales independientes apunta incluso al 1/4 oficio o al 1/4 carta, y con eso juegan para alcanzar el número de mágico de las 60 páginas, y poder tener UN LIBRO, aunque
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el original del autor apenas alcance las 20 páginas Esto con la finalidad de ahorrar recursos para la impresión. En México, para los editores de poesía, los libros que tienen que formar parte de su colección son: al menos un becario del FONCA, al menos un poeta con un premio nacional. A éstos hay que pagarles la edición o, mejor dicho, a éstos no hay que cobrarles. Y, sumados a los mencionados, faltará incluir a los novios, novias, amantes, a esa chica que te prometió las nalgas si la editabas, y los amigos de borrachera y drogas, pero claro que sí. Gran parte del mundo editorial en México viene con estas presunciones. Es por eso que siempre he hablado de los Altibajos en la Poesía Mexicana, porque se notan los desniveles entre la obra de los autores, entre los libros de un mismo autor, e incluso el desnivel puede observarse en una misma obra, entre un poema y otro, e incluso hay casos —donde la soberbia y la falta de taller predominan— en que los poemas se caen, es decir, un mismo poema no se sostiene. Los premios municipales, estatales, regionales, nacionales, no son el sitio donde uno puede encontrar a los mejores poetas, ni los mejores poemas, y nadie podrá decirte lo contrario. Baste que leas a los autores. Porque la repartición de presupuestos siempre seguirá amarrada a las intenciones de quienes convocan y de los que acaban siendo jurados. Por ello los libros de estos poetas de al menos 60 páginas pueden contener dos grandes poemas, apenas algunos versos rescatables, y paren de contar. Son libros que no se sostienen con 60 páginas.
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Y de esos libros, acá les presento algunos: 1. “El tema de la escrofularia”, de Maricela Guerrero. Editado en el 2013 por Editorial Piedra Cuervo y Ediciones de La Esquina. Cuenta con un dibujo en la portada creado por Amaranta Caballero Pardo. Entonces de nuevo vemos: la amiga Amaranta, buscando que editen a la amiga Maricela. ¿Y la poesía? Bien, gracias. El contenido "poético" del cuadernillo es escaso (el trabajo se presenta en 56 páginas, siendo siete las primeras páginas de portadillas y créditos, y seis páginas más en blanco y contraportadillas para cerrarlo). El 'texto poético' de Maricela Guerrero va de las páginas siete a la página 48. Es decir: un texto de 41 páginas. ¿Y qué se encuentra uno mientras lo lee? Se encuentra con cosas tan 'interesantes' como: alusiones al Himno Nacional (una bestia en cada hijo te dio / un hígado en cada hijo te dio); alusiones a rondas infantiles (las mariposas se columpiaban / sobre los brazos / de una araña) que vuelven a repetirse (una niña se columpiaba sobre la tela de una araña / como veía que resistía); interacciones con una canción del grupo ochentero de mujeres que se llamó ‘Fandango’, y cuyo único éxito fue: Autos, Moda y Rock and Roll, y con la letra de la canción Imagine, de John Lennon, alusiones a la saga de Rápido y Furioso, con tal de criticar el operativo, que bajo el mismo nombre permitió que miles de armas se introdujeran a México y desaparecieran en manos de los grupos del crimen organizado. La crítica social, la crítica al estado, bien. ¿Y la poesía? El panfleto no funciona, la poesía menos. El lenguaje poético que la autora intenta es más o menos en este tono, permanentemente: "Rápido y furioso, qué buen nombre que puso el director de la oficina de alcohol, tabaco, armas de
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fuego y explosivos: en el 2006 le llamaron receptor abierto traspiés y puntapiés y malos juicios". ¿En serio? ¿Escucharon ustedes el lenguaje poético, disfrutaron ustedes la poesía que la autora plantea? Pero claro que no, tienen más poesía muchas columnas que aparecen en los periódicos. Subirse a la mesa del panfleto, de la crítica social y de gobierno, requiere una gran atención poética. Bertolt Brecht siempre logró evidenciarlo en el poema Hollywood, en el que dice: “Para ganarme el pan, cada mañana / voy al mercado donde compran mentiras. / Lleno de esperanza, / me pongo en la cola de los vendedores”. Y eso es todo. ¿Ves, Maricela? El intento de la poesía panfletaria, de la crítica social se agradece, pero en este poemario hizo falta mucho más. Pero bien, anímense a leer la obra. Si quieren no me crean. O mejor no lo hagan, pues no vale la pena perder el tiempo en algo que no genera ninguna emoción. Ahora que, si se animan, yo los invito a detenerse apenas en el poema: "Desapariciones", de la página 37 del poemario. Quizá éste texto sí pueda funcionar. 2. Repasemos un segundo libro de poetas mexicanos que no vale la pena leer. Hablemos de: “La doncella negra” de Esther M. García. Editado en el año 2010 (cuando la autora cumplía los 23 años) por Regia Cartonera, Monterrey. Consta de 76 pp. La autora escribe pensando “que todos sus dramas son poesía”, buscando en casi todos sus poemas el “efectismo”; y lo que es peor, piensa que tenemos que condolernos con sus letras. Esta soberbia en la escritura nos hace percibir que la autora es incapaz de mirar la serie de errores que comete al escribir. Sobre todo, la falta de taller literario, la falta de autocrítica sobre lo que escribe. La autora divide el libro en seis apartados: ‘Ojos de niño’, ‘La doncella Negra’, ‘Eros’, ‘La Galería’, ‘Lugares para habitar’, y ‘Entropía’. Los descuidos de la autora son varios. Pondremos
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algunos ejemplos: “Mi dedo índice decide el destino de la hormiga”. ¿Alguna letra “d” más? En general, en ese primer poema denominado ‘Destructor’, la autora escribe 43 veces la letra “d”. (pág. 11). Podemos contar incluso las rimas internas y los ecos rimados que la autora produce: “Me venden en el supermercado caro de la vida”(pág. 12); “de un antiguo y rojo pájaro / que hace años” (pág. 12); “Con tu puchero-lucero”; “Levitas levemente y te lleva el viento, / junto a las hojas de los árboles marchitas por la arena del tiempo” (pág. 15); “envuelta en papel viejo sin un tarjeta / sin un “te quiero” ni abrazos ni besos” (pág. 16); “Creó suaves telas con sus acordes / que llenaban de color las habitaciones” (pág. 19); “a las cucarachas en ruiseñores y / a las tarántulas en flores”. Hasta acá llevamos 19 páginas de las 76 que contiene el libro. Es decir, el 25% del poemario está lleno de errores. Y esto continúa. ¿Qué se está cantando en este libro? Apenas efectismo. Los pobres niños, los malos padres, bu, bu, bu, y nada más. Pero sigamos evidenciando las rimas internas de la autora: “Sólo con mi madre y un perro / que por las noches ladra al viento”. “No tendrían miedo de tomarme de la mano / Nadie me vería con desagrado” (pág. 20). Usted recuerde que la rima se basa en la terminación de las últimas vocales de una palabra, puede ser una rima idéntica, o una rima fónica como en el caso de los ‘versos’ de la autora. Sigamos, esto es una joya: “como costra marranosa” (pág. 22), maravilloso símil que la autora ha creado. Una más: “y entre ida y venida un poco de ellos se iba / despacio por el agua de las cañerías” (pág. 23). “que me roza el oído como un cuchillo” (pág. 36). “es lo único que siento y veo la tenue luz en el techo” (pág. 37). “agarrados de la mano”, (pág. 40) ¿Es en serio, poeta? “Pero el mundo sigue girando, / el sol alumbrando” (pág. 45).
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“Ahí mismo llega tu musa roja y / algo en tu interior se descontrola” (pág. 46). “Hay pasillos de interminables recuerdos, / así como habitaciones llenas / de retratos y ecos viejos” (pág. 60). Pero eso no es todo, además tendríamos que enumerar los errores de redacción: “arrullándose en ratos”, “La casa se cae en pedacitos” (pág. 15); “Mi hermano teje sonidos / con sus manos en su guitarra” (pág. 19). “Todo él recorre el líquido rojo / en mis venas que es su nombre” (pág. 35). Llegamos, con mucha disciplina, a la mitad del libro y esto sigue mal. Porque todo tiene que ver con la falta de taller, con la falta de autocrítica, la falta de revisión, la falta de saber qué es lo que hay que borrar. He acá un claro ejemplo: “La perfecta maldad / nacida del vientre de la poesía / dormita entre sábanas de rosa y espinas” (pág. 38). La autora es incapaz de borrar el tercer verso, que hace que se caiga la idea. Porque lo que es grande en el inicio: “La perfecta maldad / nacida del vientre de la poesía”. Para qué agregar más. Y lo peor, para qué agregar rimas internas: “poesía, dormita, espinas”, cuando pudo terminar el verso en “poesía”. Esto es la clara evidencia de cómo el autor puede arruinar su propio trabajo por no corregir. Errores ortográficos: “para decirme cuanto me amaba”, (que desde la pág. 16 se repite al menos tres veces) ¿acaso ‘cuanto’ no debe llevar tilde, y escribirse ‘cuánto’?; el equivocado uso de los artículos como: “envuelta en papel viejo sin un tarjeta” (pág. 16). El equivocado uso de la palabra “porque” como en “por que los ciegos no los pueden ver” (pág. 60)”. Se trata de un trabajo editorial tan fallido que, incluso, repite un poema en la página 40 y en la página 65, todo un poema de dos páginas. O el desconocimiento del lenguaje, tanto de la autora como de sus editores: “De las mujeres con el pelo pringoso / y embarañado”. ¿Embarañado? ¿No habrán querido
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decir ‘enmarañado’, es decir hecho una maraña de pelos? (páginas 40 y 65). El tremendismo de la autora es tan cándido: “Yo amo estas calles / aun si huelen a mierda”. “Las mujeres golpeando al niño”. “Aquí huele al vómito de la muerte”. Su efectismo, tan cursi: “y lloran, amargamente, por que los ciegos no los pueden ver” (pág. 60). “y sus enormes ojos tristes de tanto ver / la felicidad” (pág. 60). Porque ocurre, y mucho, que no puedan entender que “no todos tus dramas son poesía”, y como no lo entienden, escriben y publican cosas como: “los recuerdos de un padre y esposo que se fue / junto con el último gramo de comida / y el último rastro de felicidad”. O pretenden ser críticas sociales: “Primero cómprate las tetas de silicona más caras y / luego cambia tu rostro” (pág. 70). Pero como pasa cotidianamente con los poetas mexicanos, en este libro uno puede quedarse con algo; que aunque pueden ser poemas también cargados de efectismo y tremendismo: “la rosa que no tiene pétalos sólo espinas”; al final se puede encontrar con buenos versos como: “masticadas por el gran diente fervoroso de la religión”. Y es precisamente el poema que da nombre al poemario. Se trata del poema: ‘La doncella Negra’, (pág. 27), al menos los fragmentos I y II. Porque el fragmento III es de un tremendismo tan vomitable; que si se quita del poema el texto crecería y mucho. O también quedarse con el fragmento II, del poema titulado “Henri Ford Hospital” (pág. 49), y hablo del fragmento II porque luego el poema vuelve a caerse por el tremendismo y el efectismo que la autora quiere imponer a fuerza en sus textos. El no saber dónde terminar el poema vuelve a hacer que el poema se le caiga, y que las rimas internas y los descuidos vuelvan a aparecer: “No quiero llorar, no quiero, / pero a veces
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hay un petirrojo en mi pecho”. Y si uno avanza un poco más, quedarse con el poema “Árbol”, de la página 62. A manera de conclusión tenemos que repetir que no todos los dramas del autor son poesía. Pueden volverse poemas, siempre y cuando el artificio en la hechura del texto presente el esfuerzo del poeta. La idea personal está ahí, en la universalidad de la emoción. El autor tiene que alejarse del texto, escucharlo en voz alta, corregir. Un autor no puede darse el lujo de publicar un texto donde se observan errores ortográficos en su trabajo. Del trabajo editorial tal vez no pueda hacerse responsable, pero sí lo es de la obra escrita. Es necesario abandonar el tremendismo, abandonar el efectismo en la poesía. Si todo está dicho, es labor del poeta decirlo de una forma nunca antes dicha.
El tema de la escrofularia Maricela Guerrero Piedra de cuervo Baja California, 2013. 48p.
La doncella negra Esther M. García Regia Cartonera Nuevo León, 2010. 73p.
Adán Echeverría. (Mérida, Yucatán, 1975). Investigador Posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la UABC. Doctor en Ciencias Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (20052006). Ha publicado en poesía El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008), Tremévolo (2009), La confusión creciente de la alcantarilla (2011), En espera de la noche (2015), Trapacería y fiesta (2017); los libros de cuentos Fuga de memorias (2006) y Compañeros todos (2015) y las novelas Arena (2009) y Seremos tumba (2011). En literatura infantil ha publicado Las sombras de Fabián (2014).
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