Final del rey, de Román Villalobos

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ROMÁN VILLALOBOS

FINAL DEL REY

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ROMÁN VILLALOBOS

FINAL DEL REY

EDICIONES O NAVEGACIONES 5


Final del rey D.R. © 2018 – Román Villalobos D.R. © 2018 – Ediciones O Mérida, Yucatán, México Teléfono: 9991434301 Correo electrónico: ediciones_o@outlook.es Este libro puede ser reproducido parcial o totalmente, siempre que se respete el crédito del titular del copyright.

EDITADO Y HECHO EN MÉXICO

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My life’s on an even kneel these days. Though who’s to say it’ll never waver again? RAYMOND CARVER

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VIAJE EN TAXI Había pasado media hora en silencio. Quería un semáforo y lo hallé cerca de una glorieta, ahí le conté al taxista la totalidad de nuestra historia, y luego suspiré y el café salió por la ventana. El hombre enumeró, paciente, todos nuestros errores. Al final me dijo que el peor es que hablo de ti en pasado cuando, según el viejo, todavía te llevo atada a la garganta, y por eso es que todo lo que digo se parece a ti, porque te lleva a cuestas. Como no lo afirmé —tan sólo dije que existía la posibilidad— el hombre se rehusó a seguir el viaje y me dejó cerca de una plaza en ruinas similar a esta, la que fuera tu casa.

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VENTANAS Y ESCALERAS Aunque no pienses fumar nunca, procura unos tres ceniceros por cuarto, me decía, incluso si no piensas ir al mar elige trajes de baño fluorescentes por si llegas y te tiran de cabeza en el agua, me decía. En su oficina no había ventanas, ni elevadores, ni escaleras, pero como en su boca, todo apuntaba a salidas de [emergencia. Incluso si no quieres formar parte del mundo burocrático, mantén tus papeles en regla, y se dio pronto un punto en que no pudo parar. Ahora, ¿puedes abrir la ventana?, y yo supe que podía, pero no había ventanas, ni elevadores, ni escaleras.

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LEJOS DE TEILLIER Ninguna palabra entre el cerrojo y su encuentro con la [llave, Teillier. Atraigo a fantasmas de cien años o más, y toman su lugar en el sofá con rastros de la gata. Dime que no sé escribir por error. Que no estoy roto. Responde una llamada que jamás te hice. Y que no sé hablarte de mi vida en casa, lejos de los [aeropuertos por donde mi generación ha de llegar. Ninguna palabra entre mi llegada y el cerrojo y su [encuentro con la llave, Teillier. O las palabras que no busco entre todo lo que digo. ¿Qué significa que tu libro esté oculto entre mi ropa y [no anclado en la repisa? Es un juego de la gata todo lo que estoy pensando en un sofá con los fantasmas de cien años o más.

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PABELLÓN DE LA OFICINA PSIQUIÁTRICA La doctora mueve las manos sin chistar. Escalónate. La recepcionista hace cuanto puede, pero el avanzado embarazo dificulta los movimientos que todos registramos desde la sala de espera. Pero qué quiere decir: la doctora usa los brazos para revertir el daño que en las piernas de su asistente han dejado las horas de oficina. Escalónate, respira, que el aire no llegue desde las profundidades de tu hijo pero en mi morbo por el muslo distinguí marcas de uñas, dientes, procesos de sujeción 14


y forcejeo. Mis ojos se colgaron de palabras que no tuvieron a bien llegar con suerte hasta la carne ajena. La doctora me habla: usted, venga, palpe aquí. De este tamaño es mi impresión: cómo quiere que yo comience a palpar. Las zapatillas de la doctora en el piso de madera. Palpe, carajo, toque aquí, y aquí, escalónese.

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LA FACULTAD DE CIENCIAS BIOLÓGICAS Seguramente este sujeto quiere pagarme el pasaje. Yo sólo pretendo llegar aunque la calle se cubre de agujeros con agua y es imbécil la carrera de los [transeúntes. Veo, a lo lejos, la Facultad de Ciencias Biológicas, el humo de las fábricas me araña los ojos y no distingo entre lo sucio y lo nublado. Ahora que nos acercamos a un semáforo saco mi [cartera y el chofer me alerta, el tipo de atrás mantiene las monedas en la mano y un trailero dispara el claxon de su monstruo sobre nuestros oídos. Ciudad convulsa y convaleciente, me digo al caminar por el pasillo. Cuestiones de un azar que no me [corresponde, que me cruza como los estudiantes que rozan la palma [de mis manos en una mutua y miope carrera a contratiempo.

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6:55 Román, le informo que me he rendido. Esta tarde he subido a un bus de una ruta imposible. He sido la primera en abordarlo, a las cuatro pe eme cuando todavía el sol cocía con la ciudad. El conductor no ha sido demasiado amable, desde el principio me hizo sentir su sentir, bastante convexo. He esperado durante quince minutos. Paulatinamente el autobús se llenó de mujeres vestidas de riguroso negro. Cerré los ojos durante largos intervalos, cada vez eran más mujeres y yo cada vez me sentía más disminuida. El bus arrancó cuando pensaba en serio las posibilidades de largarme. La mujer a mi lado me ha expuesto el recorrido de principio a fin mientras yo miraba por la ventanilla y creía en nuestra habitación [en llamas. ¿Me promete que llamaremos a tiempo a los bomberos? Escriba ya el número telefónico, apréndaselo de memoria. 17


La mujer tomó una de mis manos y me dijo que yo debía llorar, como todas ellas, al arribar a destino. Mis lágrimas ya estaban listas. La avenida se veía llena de árboles y sombras, la mujer jugaba con mis dedos; no era joven, pero quizá, con suerte, era capaz de procrear un hijo. Román, usted ha visto muchas cosas, según me ha contado, pero en verdad tiene que estar ahí cuando ellas lloran, cuando chillan al ver el primer sector del muro oriental del cementerio, cuando entienden que ha llegado la hora del trabajo. Yo no quiero hacerlo una vez más, yo me he rendido, pero usted debe estar ahí: llorando sobre cada una de las tumbas, corriendo a buscar una estación del metro encerrándose en la pieza. Tomé fotografías. Se las mostraré mañana si usted quiere. Pero dormiré ahora yo también. Enviaré esto y me quedaré dormida. 18


PESADILLAS III A) Tócame, pide tu hermana con una calle del centro ante nosotros, el aroma acre del automóvil plata. Señala el hombro izquierdo que distingo apenas por culpa de la noche; está cansada y gime. Tócame. Me duele estar tan lejos de casa. Son más de las diez y quisiera saber a dónde iremos a cenar. B) Esa tarde la clase terminó antes de tiempo. Perdí un rato esperando frente a la biblioteca, y me corté al tratar de escalar un muro, don't ask why because I don't know. Nélida salió de alguna parte y me hizo mirar hacia arriba. Llovería. Esas cosas me gustan, dijo Nélida, y le señalé mi herida. Esas cosas también me gustan, y sonrió al poner la mirada sobre el suelo.

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FILOSOFÍA ORIENTAL Con monedas regué el camino a la casa de Thomas Cleary. Entonces guardé el silencio de la casa. Y Thomas Cleary cayó en un silencio que no va con adjetivos. Deja todo atrás, aprende y olvida, esta es la biblioteca de Thomas Cleary que un día prenderemos en llamas, pero ahora observa respira. A los árboles en la casa de Thomas Cleary les incrustan monedas que caen cuando un rayo lo sacude todo. Cleary dice que el rayo más fuerte es la lengua. Cleary toma mis notas y sonríe antes de incinerarlo todo. Mi cara, mi nariz, etc.

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LA BODA DE ALGUIEN, EN LA HACIENDA Sentado afuera del banquete, diseñando los hijos que pudo tener y nunca tuvo; dos aves trituran la hojarasca, rodean la fuente, hablan a su modo, sus alas dejan ondas en la superficie del agua; el mediodía es de un vals como salón de fiestas: y un hombre que sale por el vigésimo cigarro, la humedad del aire, saberse rodeado de árboles que no dan sombra, tonos de un verde que se multiplica.

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POLÍTICA CON VLADIMIR PUTIN Toda la noche viendo a Putin pescar, el hockey sobre hielo, la práctica de judo a un lado de [Putin. Pero la próxima semana sólo un taller intensivo [de política. Putin va a dictar una sesión tras otra. Me le voy a acercar, quiero decepcionarlo: tomará un panecito de una larga bandeja, el gran momento incómodo de mi vida personal. Me hará a un lado su traductor, —mi madre quiere que use un traje como el suyo, una [corbata, o que maneje un auto—. Pero el traductor, por otra parte, con una única pregunta: Por qué carajo quieres contarle a Putin esto, maldita sea. Preveo en el brazo mi dolor. Pero son mis sueños nada más, mis sueños, diré en voz rota, y Putin me observará de reojo. Lo sé. La próxima semana Putin va a sonreírme.

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MATAR AL REY 1 Todos ellos buscan mi final. Lo recuerdo durante las mañanas, con la cortina todavía cerrada, al levantar a mi hijo que llora, al llevarlo en brazos hasta la cocina, al hacerle un licuado. 2 Al volar por la avenida, mi pequeño ve otros vehículos; dentro de ellos, ojos como los suyos vuelven escenario y campo de juegos la autopista. 3 Mi hijo abre la puerta, planta un beso tibio en mi mejilla, y al ver que se va cierro los ojos. 4 Sé que sueñan con ver mi oficina en llamas y sellar la salida.

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5 La imagen de mi hijo, solo, temblando en la arboleda del colegio al darse cuenta de que no le queda nadie.

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LA NIÑA Y EL ESPANTAPÁJAROS Te escribo esto porque sé que podrías olvidarlo. Cuando tenías cuatro años tu madre te llevó a la fuente de una plaza comercial para escuchar el agua. Habías perdido la audición al nacer y los médicos te llamaron sorda. Y sorda fuiste. Yo conocí a tu madre por error. Ella pedía un valiente dinero por toda la avenida, y yo, de pie, fuera de la casa de una mujer que me usaba de mascota. No pude darle nada, pero pedí su nombre y su teléfono. Tú eras una bebé abstraída del resto de las cosas. Yo no era nada y nada tenía, pero llamaba seguido a tu [madre para ver cómo marchaba todo. A final de cuentas [eso no importa. Te hicieron un tratamiento que no concibo, o que nadie ha querido explicarme a detalle. Te llevaron lejos, a un páramo de idiomas, y cuando tenías cuatro años 25


tu madre pensó que debía abordar la muestra: uno a uno, los sonidos del mundo. Como si no fuera suficiente la [ciudad, su perpetua tutela de motores, las sirenas de policía. Así le dije a tu madre aquel día frente a la fuente. ¿No es suficiente todo?, le dije sonriendo. Y bajó la [mirada, procurando las gracias por un todo que aún no [desmenuzo. Tiempo después, un amigo me llevó a su casa en la [llanura. Llevaba más de seis meses siendo suya, no obstante la vi bastante abandonada. Hubo un [asiento en un prado formidable desde donde se ve la carretera, una parcela de rayos, el sol de temporada. Mi amigo se puso a construir un espantapájaros. A lo lejos, cerca de una pareja de ancianos,

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un conciliábulo de buitres detallaba la parte final de su [estrategia. El espantapájaros tenía por cabeza una botella de [vidrio, y una gorra de un equipo de futbol que ya no gana, y una sudadera de cuando mi amigo y yo fuimos [minúsculos, con ganas de hacer cosas pero sin idea alguna. Le [conté de ti, niña del oído nuevo. Incluso le dije que probablemente serás una mujer muy bella, incluso piadosa. Si no [tenemos suerte llamaré a tu madre en muchas ocasiones y tal vez [cuando leas esto estaremos todos juntos en una sola casa. Pero si somos [afortunados, tu madre me quedará lejos, y tú lo estarás [inmensamente. y yo no sabré cómo hacerte llegar estas palabras. Todo estará en silencio, igual que en los primeros años [de tu vida. 27


ACCIDENTES INTERNACIONALES Hoy murió la serpiente que solía vivir frente a la casa. No sé los detalles, pero vi la sangre en las manos del vecino y luego en el asfalto. Era un ejemplar grande con diamantes en la piel, las escamas pardas, los ojos desviados en la caída. Mi vecino me pide un cubo con agua para lavar sus manos, pero antes charlamos del tiempo, y una vez adentro lo veo maravillado con la mugre, y dice que en sus tiempos los estudiantes eran en absoluto disímiles. A pesar de todo le doy las gracias (por darle muerte a quien secretamente cuidaba nuestro hogar) y le invito la cena. A su vez me recuerda que es casado, que tiene una familia, que le ha pasado el tiempo y nos reímos, y yo no sé, cuando se despide y le abro la puerta, por dónde es que se derrama todo este vacío, por qué inunda tanto estas paredes. 28


Rompíamos el hielo con frases cortas. El huracán retrasaba los vuelos y guardamos la calma entre los maletines de viaje. La periodista era la más joven, aguda, pelinegra y accesible de cuando en cuando, con el acento que bailaba con una frase y luego con otra; y decía que su país no era el narcotráfico, y luego se quedaba en silencio como descubierta en medio del bosque. Y había una mujer, un poco mayor, que sonreía pero sin decir palabra. Llevaba un bolso llamativo y un libro de Thomas Mann que no era La montaña mágica. Y lentes que le iban bien, y una cierta mirada. Es importante, dijo de pronto, que entendamos que mi país, del mismo [modo, no es solamente sus dictaduras. Y se quedó callada, una vez más. Yo pude haber dicho que mi país no era solamente el narcotráfico ni sus gobiernos, ni las telenovelas ni los artistas que sobrevuelan los océanos, pero entonces las bocinas del aeropuerto lanzaron [frases confusas, y aunque nos vimos tomando el mismo vuelo bajo un cielo enfurecido, 29


las busqué entre las filas, y sólo pude ver el respaldo de un asiento y la esquina de otro. La segunda mujer se parecía mucho a otra que conocí tiempo después. Vivimos bajo el mismo [techo. Despertaba tarde, dormía con la ventana abierta. A menudo pensaban que éramos pareja, y de hecho nos veían felices por las calles. Pero ella se refugiaba de algo y yo de otra cosa, y en la huida decidimos sumar esfuerzos. Una vez, temprano en la mañana, llegué abatido después de hacer faenas en la nada, y abrí su cuarto y la encontré dormida. Lamento no haber llegado anoche. Abrió lentamente los ojos. Hubo sólo una sonrisa y su mano señalando fuera de la ventana la lluvia que por aquel entonces era siempre una [invitada, o tal vez la inquilina verdadera.

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LA ÚLTIMA ESCENA DEL REY Esta mensajera del oriente, que no entiende mis gestos, que de todas maneras me sonríe, es interrogada y dice que no sabe en dónde han dejado a mi patria, que me vende galletas, que me persigue cuando llueve y su piel reluce blanca entre las gotas exangües de la tarde, que podría seducirme si viviéramos en otro tiempo, en otras latitudes, la mujer sin nombre, con ojos de reputación vulnerada, que no sabe que este país no está listo para una república y que muchos nos hemos pronunciado contra la caída [del rey, preocupada por las monedas que caen sobre su mano, no sobre la corona que una vez, en una gran comida, el rey se quitó durante un mensaje a la patria, y entre los rayos de luz se distinguió una [lágrima furtiva que anunciaba el futuro, un puño cerrado y viejo que sellaría nuestra suerte.

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SOBRE EL AUTOR ROMÁN VILLALOBOS (Lagos de Moreno, Jalisco, México, 1991). Licenciado en Humanidades con orientación en Letras por la Universidad de Guadalajara. Publicó la plaqueta En las primeras horas de extravío en Pieza de Paso (CULagos Ediciones, 2015). Autor de Pequeña ciudad eléctrica (Editorial Montea, 2016) y john lurie, outside forever (Broken English, 2018). Fue incluido en la antología Un canto me demanda: memoria de poesía laguense (Ediciones Papalotzi, 2011). Sus cuentos y poemas han sido publicados en revistas y sitios web de toda Latinoamérica. Actualmente es becario de PECDA Jalisco 2017-2018 en la categoría Jóvenes Creadores; productor en Radio UdeG Lagos y colaborador de la revista 3 pies al gato.

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FINAL DEL REY de Román Villalobos se terminó de editar en junio de 2018 en la ciudad de Mérida, Yucatán. Cuidaron la edición: Daniel Medina, Mary Carrillo, Daniel Sibaja, David Bonilla y el autor. ediciones_o@outlook.es facebook.com/edicioneso edicionesomx.blogspot.com

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