Bicentenario del natalicio de Benito Juárez
ISSN 1405-3616
Juárez frente a Juárez: de la imagen oficial a la caricatura
El sueño juarista por transformar la educación Primera parte
Natalia Ferreiro Rebeca Kraselsky
María Esther Aguirre
Títeres para la clase de historia Amaranta Leyva
Prodigiosa versatilidad de las conjunciones Arrigo Coen Anitúa
Juárez en la literatura nacional Francisco Emilio de la Guerra
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México D. F. Marzo 2006. Año 10 Número 118
Revista mensual, Año 10 Núm. 118, marzo 2006.
Directora Virginia Ferrari Subdirección María Jesús Arbiza Asistente editorial Celina Orozco Correa Consejo editorial Valentina Cantón Arjona María Esther Aguirre Mario Aguirre Beltrán Santos Arbiza Gerardo Cirianni Julieta Fierro Adolfo Hernández Muñoz Roberto Markarian Ramón Mier María Teresa Yurén Josefina Tomé Méndez María de Lourdes Santiago Colaboradores Alejandra Alvarado Citlalli Álvarez Stella Araújo Nora Brie Verónica Bunge María Isabel Carles Leticia Chávez Luci Cruz Consuelo Doddoli Alejandra González Norma Oviedo Jacqueline Rocha Pilar Rodríguez Concepción Ruiz Ana María Sánchez Editor responsable Nelson Uribe de Barros Administración y finanzas Ana Lilia Estrella Producción editorial Rosa Elena González
CORREO del MAESTRO es una publicación mensual, independiente, cuya finalidad fundamental es abrir un espacio de difusión e intercambio de experiencias docentes y propuestas educativas entre los maestros de educación básica. Asimismo, CORREO del MAESTRO tiene el propósito de ofrecer lecturas y materiales que puedan servir de apoyo a su formación y a su labor diaria en el aula. Los autores Los autores de CORREO del MAESTRO son los profesores de educación preescolar, primaria y secundaria, interesados en compartir su experiencia docente y sus propuestas educativas con sus colegas. También se publican textos de profesionales e investigadores cuyo campo de trabajo se relacione directamente con la formación y actualización de los maestros, en las diversas áreas del contenido programático. Los temas Los temas que se abordan son tan diversos como los múltiples aspectos que abarca la práctica docente en los tres niveles de educación básica. Los cuentos y poemas que se presenten deben estar relacionados con una actividad de clase. Los textos Los textos deben ser inéditos (no se aceptan traducciones). No deben exceder las 12 cuartillas. El autor es el único responsable del contenido de su trabajo. El Consejo Editorial dictamina los artículos que se publican. Los originales de los trabajos no publicados se devuelven, únicamente, a solicitud escrita del autor. En lo posible, los textos deben presentarse a máquina. De ser a mano, deben ser totalmente legibles. Deben tener título y los datos generales del autor: nombre, dirección, teléfono, centro de adscripción. En caso de que los trabajos vayan acompañados de fotografías, gráficas o ilustraciones, el autor debe indicar el lugar del texto en el que irán ubicadas e incluir la referencia correspondiente. Las citas textuales deben acompañarse de la nota bibliográfica. Se autoriza la reproducción de los artículos siempre que se haga con fines no lucrativos, se mencione la fuente y se solicite permiso por escrito. Derechos de autor Los autores de los artículos publicados reciben un pago por derecho de autor el cual se acuerda en cada caso.
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Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
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Editorial
La celebración del bicentenario del natalicio de Benito Juárez el próximo 21 de marzo es un momento relevante para la reflexión del papel de los docentes en la formación de una conciencia nacional, pues el llamado Benemérito de las Américas es un personaje fundamental en la consolidación de la independencia mexicana e hispanoamericana. La figura de Juárez es también polémica, pues el discurso excesivamente ceremonioso de las fiestas públicas lo convirtió en una estatua que a veces nada decía a los mexicanos de su historia, pero la reflexión que se hace sobre su papel histórico en estos días permite ver, por el contrario, que se trata de una memoria viva. Al presidente Juárez le correspondió ser el rostro de ese México profundo durante los 15 años más difíciles de la historia mexicana del siglo XIX. Su bandera fue la legalidad y el combate a los privilegios espurios. Su tenacidad permitió a México vencer en cinco años a los franceses en esa guerra que él mismo llamó de la “segunda independencia”. En este número especial de Correo del Maestro nos unimos a la celebración de esta efeméride con la publicación de algunos artículos relativos a la vida del prócer mexicano y a su papel dentro de la historia nacional. Asimismo, proponemos una actividad que los maestros podrán realizar con sus alumnos para reforzar los conocimientos sobre la historia de México. Correo del Maestro
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Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
Entre nosotros
Títeres para la clase de historia Amaranta Leyva Pérez-Gay
Pág. 5
Antes del aula
Juárez en la literatura nacional. Francisco Emilio de la Guerra
Pág. 11
Certidumbres e incertidumbres
El sueño juarista por transformar la educación. Primera parte. María Esther Aguirre Lora
Pág. 19
Artistas y artesanos
Juárez frente a Juárez. De la imagen oficial a la caricatura Natalia Ferreiro y Rebeca Kraselsky
Pág. 37
Sentidos y significados
Prodigiosa versatilidad de las conjunciones. Arrigo Coen Anitúa
Pág. 53
Problemas sin número
El circo llegó al pueblo. Claudia Hernández García y Daniel Juárez Melchor
Pág. 55
Abriendo libros
Memorias de mis tiempos. Daniel Mir
Pág. 58
Maestros en red
Pág. 60
Portada: Fernando de Angulo Escobar, “Don Benito Juárez”. Páginas a color: Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez, pp. 25-26 y 35-36. Cartel:“Benito Juárez”, Óleo sobre tela,1889. Tiburcio Sánchez. * Agradecemos a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a la Oficialía Mayor, a la Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial y al Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez las facilidades otorgadas para la publicación de las fotografías que aparecen en este número de Correo del Maestro.
Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
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Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
Entre nosotros
Títeres para la clase de historia
Amaranta Leyva Pérez-Gay
Introducción
Material
E
el teatro para títeres, al igual que otras manifestaciones del arte, además de la importante misión de entretener, es una fuente de desarrollo que permite a los niños aprender de una manera divertida y estimular varias de sus capacidades cognitivas, afectivas y sociales. Al trabajar con títeres, el maestro desarrolla las capacidades artísticas y manuales de los alumnos como un primer paso en su trabajo. Sin embargo, para complementar la actividad y realmente usar el títere como una herramienta pedagógica aconsejamos explorar las capacidades dramáticas de éste. A continuación sugerimos una actividad para ser desarrollada en la clase de historia, teniendo como marco el festejo del bicentenario del natalicio de don Benito Juárez. Para construir el títere, el alumno deberá investigar quién fue Benito Juárez, considerando detalles que generalmente no tomamos en cuenta: color y forma de los ojos, mirada, tipo de peinado, color de la piel. A partir de allí, el alumno puede seguir indagando sobre la psicología del personaje: cómo pensaba, que sentía en determinados momentos, etc. Este tipo de trabajo permite que el niño no se quede con una idea superficial de la figura histórica o que sólo memorice eventos y fechas, sino que va haciendo suyo al personaje hasta darle voz y movimiento. Una vez terminado el títere, invitamos a los maestros realizar los ejercicios que se proponen al final de este artículo, y que pretenden ser un inicio para que con sus alumnos inventen una obra y la representen con los títeres.
Para construir el títere de Benito Juárez necesitas: • 1 bola de unicel número 12 • 1 palo de escoba • Tela de 1 x 1 m • Pintura vinílica de colores y un recipiente para mezclar • Retazos de fomi, tela, papel de colores, cartón, botones, etc. • Estambre negro
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El títere
Pegamento blanco Masking tape Clavos de 1 cm de largo Martillo Hilo y aguja Lápiz
1. En la bola de unicel dibuja con el lápiz un círculo del mismo diámetro que el palo de escoba. 2. Con las tijeras, haz un hueco en la bola de unicel.
3. Introduce y pega el palo de escoba en ese hueco. 4. Deja secar.
5. Dobla la tela por la mitad.Te deberá quedar un rectángulo de 1 m x 50 cm.
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6. Cose las dos orillas laterales de la tela dejando un espacio abierto justo donde comienza el doblez.
7. Te deberá quedar una bolsa así:
8. Con las tijeras, recorta un medio círculo justo en el doblez de la tela, del mismo diámetro que el palo de escoba.
Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
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9. Introduce la tela por el palo de escoba hasta llegar 5 cm abajo de la bola de unicel. 10. Fija la tela en ese lugar con masking tape.
11. Asegúrala con dos clavos. ¡Tienes lista la base del muñeco para comenzar a personificarlo!
La cara
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12. Comienza por pintar la cabeza. Pinta la bola de unicel con un color base: el color de la piel. ¿De qué color era la piel de Benito Juárez? ¿De qué color se ve en sus retratos? 13. Para conseguir un color semejante al de la piel, mezcla los siguientes colores en un recipiente: vierte color blanco hasta la mitad del recipiente, agrega una cucharadita de rojo y otra de amarillo, mézclalos; poco a poco agrega café hasta obtener el tono que quieras. 14. Deja secar. Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
15. Con un lápiz dibuja las facciones de Benito Juárez. ¿Cómo eran sus ojos, su boca, su nariz? ¿Qué rasgos hacen que lo reconozcamos en su retrato? Para hacer la nariz, puedes utilizar retazos de madera o de cartón. Insértala en la bola de unicel y pégala.
El pelo
16. Con el estambre, mide la cabeza de Juárez de oreja a oreja.
17. Corta tiras de estambre negro del largo de la medida obtenida. 18. Pega las tiras de estambre en la nuca y la parte superior.
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19. Cuando llegues a la parte de la frente, deja tiras suficientes para hacer el copete. 20. Para terminar, pega una tira transversal sobre los estambres que van de lado a lado, como se ve en el dibujo. Esto simulará el peinado de lado de Juárez.
La manipulación
Los ejercicios
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21. Sostén con una mano el palo de escoba, que ahora será su cuerpo. 22. Introduce la otra mano dentro de la tela y sácala por uno de los orificios. Tu mano será la mano del títere.
• Esconde tu cuerpo detrás del muñeco y comienza a caminar. • Inclina el títere hacia abajo para que vea al público, para que busque algo en el piso. • Inclínalo hacia arriba para que vea al cielo. • Prueba ahora coordinar tu mano para que parezca ser la mano del títere. • Practica con tu mano: que hable, que salude, que bostece. ¿En qué otras acciones usamos nuestras manos? ¿Te animas a representar un episodio de la vida de Benito Juárez? Correo del Maestro. Núm. 118, marzo 2006.
Antes del aula
Juárez en la literatura nacional Francisco Emilio de la Guerra
Tintero de cristal, espejuelos, plumilla y fotografía del Lic. Benito Juárez.*
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omparar la biografía de Benito Juárez con un cuento de hadas parece inevitable, por lo menos en México, donde a los niños se les enseña en la escuela primaria la vida de ese humilde “indiecito” zapoteca nacido en la sierra de Oaxaca, que fue pastorcillo de ovejas hasta los 12 años y que un día, para horror del conservadurismo mexicano del siglo XIX, se convirtió en el presidente de México, pero así fue su historia. Con la llegada de la primavera de 1806, el 21 de marzo, en el pueblo de San Pablo Guelatao, que en zapoteco significa “noche honda”, nació Benito Pablo Juárez García. Huérfano desde los tres años, el “mísero zapotequilla” fue criado por un tío, Bernardino Juárez, al que sirvió como pastor de ovejas en la Laguna Encantada, donde,
cuenta la leyenda, se entretenía tocando una flauta de carrizo, hasta que, “un día de 1818 (el 17 de diciembre), cuando tenía 12 años, fue su hégira” (Sierra, 1989, p. 19). Esa partida fue una muestra temprana de su fuerza de carácter o del miedo (por la pérdida de una oveja o el hurto de unos elotes, según algunos), entonces decidió marchar a pie a través de la sierra a la ciudad de Oaxaca, “una ciudad que vivía a la sombra del monasterio” (Sierra, 1989, p. 20), a donde llegó, tras preguntar casa por casa, con Antonio Maza –con quien su hermana mayor, Josefa, trabajaba de cocinera–. De ahí, el pequeño Benito pasó al servicio de Antonio Salanueva, quien además de casa le proporcionó “doctrina y castilla”.
* Fotografía: SHCP / Oficialía Mayor / Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial / Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez.
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Juárez en la literatura nacional
Henestrosa, apoyado en Sierra, elabora una descripción romántica del carácter de Juárez, similar al de las montañas que le vieron nacer: El fondo del carácter de Benito Juárez se explica por la concurrencia de dos factores principales, el de la raza y el del medio. Tuvo la tenacidad del indio, su estoicismo, su indiferencia por el dolor, el soberano dominio de sus pasiones, y al mismo tiempo su amor a la independencia y la confianza en sí, propios del montañés” (Henestrosa, 1972, p. 12).
Ese Juárez fue “un andrajoso muchacho indio, vivaz y adusto, de doce años, pero de baja estatura para su edad”. La orfandad y el trabajo desde la infancia, según Henestrosa, le dieron al niño Juárez un conocimiento sobre la realidad nacional. “De esa manera, puede decirse que antes de saber letras supo de la descarnada verdad del México de su tiempo: la pobreza, la ignorancia, la injusticia” (Henestrosa, 1972, p. 23). Fernando Benítez repite la idea de un Juárez mísero pero feliz en Guelatao, al relatar la anécdota del “viento y Juárez”, cuando una tarde un ventarrón sorprende a varios niños en medio de una barca en la laguna, quienes abandonan la embarcación y nadan hacia la orilla, excepto uno, Juárez desde luego, “sólo Benito no abandonó la canoa y soportó la tormenta toda la noche en su frágil embarcación. A la mañana siguiente desembarcó sano y salvo, lo que dio lugar a un dicho usado hasta la fecha: ‘A mí me hizo lo que el viento a Juárez’” (Benítez, 2000, p. 20). Desde luego, ésta es la perspectiva de los hombres del siglo XX, para quienes la imagen del indio es la del paria que mendiga en la ciudad, pero viviendo Juárez a la orilla de una laguna es difícil que anduviese sucio o andrajoso, sólo que en esta imagen persiste la idea civilista del siglo XIX, donde vivir lejos de la ciudad es vivir en la barbarie.
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Así se juzga su situación intelectual hasta los 12 años, “encerrado en su idioma como en un calabozo” (Sierra, 1989, p. 18). La educación de Juárez es por eso difícil, pues la enseñanza de la época, consistente en memorizar rudimentos de doctrina cristiana, sólo se imparte en castellano, y sus profesores, en lugar de preocuparse por su aprendizaje, lo castigan, porque el hecho de que el pequeño Juárez sólo hablase zapoteco era, bajo sus prejuicios, muestra de una ignorancia innata. Pese a esta descalificación, aprende el castellano y destaca en los estudios. De esta manera inició Benito su “occidentalización” –o en términos sociológicos, su aculturación que, según Ángel Rama, es adoptar una nueva cultura previa renuncia a la de origen–, pues en casa de Salanueva, Juárez aprendió el castellano para seguir con matemáticas, álgebra, latín, teología y jurisprudencia. Después, impulsado por su protector, a sus quince años, el joven Juárez ingresó al Seminario Pontificio de la Santa Cruz, el que cambió, cuando todo parecía indicar que estaba destinado a convertirse en uno más de tantos curas de indios, por la carrera de abogado en el Instituto de Artes y Ciencias de Oaxaca. Allí se inscribió en 1828, e inició la trayectoria política que lo habría de llevar a la Presidencia de la República, después de ser diputado, gobernador de Oaxaca, ministro de Justicia y de Gobernación. Es en este periodo cuando se delinean sus ideas liberales, pues los Institutos de Ciencias y Artes fueron creados por el gobierno liberal de Valentín Gómez Farías para romper el monopolio educativo de la iglesia católica, bajo cuyas faldas se refugiaban todos los intereses creados sobrevivientes de la Colonia. Juárez obtiene su título de abogado en 1843, y ese mismo año se casa con Margarita Maza, hija de su primer patrón, Antonio Maza. “¡Cosa
Santa Anna, que lo odia y lo destierra, lo recuerda con desprecio escénico: “Nunca me perdonó (Juárez) haberme servido la mesa en Oaxaca, en diciembre de 1829, con su pie en el suelo, camisa y calzón de manta, en la casa del licenciado Manuel Embides [...] Asombraba que un indígena de tan baja esfera hubiera figurado en México como todos saben”. Este autorretrato del racismo se origina en el desconocimiento del temple del
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singular! Aquel indio feo y ceñudo debía casarse años después con una de las niñas de la casa que entonces abrigaba su desnudez, su hambre y su protesta muda contra la suerte” (Sierra, 1989, p. 19). La formación de Juárez transcurre en la época del México dominado por la figura contradictoria del general Antonio López de Santa Anna, quien una noche se acuesta liberal y a la mañana siguiente se despierta conservador, fiel representante de una casta militar que hace alianza con los intereses de un México que aun después de la Independencia no dejaba de ser colonial (Sierra, 1989, p. 8). Juárez se forma como la antípoda de ese general de “romanticismo churrigueresco”, según Sierra, que cambia las leyes a sus caprichos y a los de la Iglesia, que hace de la frivolidad y el despilfarro del erario una política de Estado, y prefiere mantener la vida aun a costa del deshonor histórico que luchar por la idea de patria. Es famosa la anécdota de Santa Anna, que busca explicar los ideales republicanos de Juárez con base en lo que hoy se llamaría “resentimiento social”, pues según el general, el oaxaqueño se opuso a su paso por el estado del que era gobernador, no porque él hubiese perdido la guerra con Estados Unidos y fuese un personaje nefasto para la vida política del país, sino en venganza porque alguna vez le había servido la mesa. Así lo cita Monsiváis:
Acta de la Independencia del Imperio Mexicano. Pronunciada el 28 de septiembre de 1821.
ser menospreciado. A Juárez ni lo humilla ni lo ensombrece su origen (Monsiváis, 2006).
Como gobernador de Oaxaca, Juárez es testigo de la guerra de 1847 con los Estados Unidos, y desde esa perspectiva observa cómo los intereses y veleidades de los caudillos militares, encabezados por Santa Anna, y los de las corporaciones religiosas pesan más que la defensa del país. Esa guerra quizá sea el detonante de las reformas liberales que emprende el país en busca de consolidación, imposible bajo el imperio de los caudillos y la Iglesia. Y como suele decirse, el resto es historia. Juárez es desterrado por Santa Anna previa prisión en las mazmorras de San Juan de Ulúa, Veracruz, al finalizar su periodo como gobernador en 1852. De ahí es desterrado, pero en La Habana sus amigos le hacen llegar un poco de dinero que le permite llegar a Nueva Orleáns, Estados Unidos, donde vive modestamente desempeñando el oficio de torcedor de tabacos.
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SHCP / Oficialía Mayor / Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial / Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez.
Juárez en la literatura nacional
Fotografía de imprenta del Lic. Benito Juárez en marco de metal dorado estilo imperio.
Regresa a México vía Panamá, por Acapulco, y en el estado de Guerrero se une a la revolución de Ayutla, que lucha contra la última dictadura de Santa Anna, que ahora se hace llamar Su Alteza Serenísima. La revolución de Ayutla triunfa, pero al proclamarse una nueva Constitución en 1857, los titubeos de los moderados dan lugar el año siguiente a una nueva guerra, la de Reforma, que convierte a Juárez en presidente y es el preámbulo a la intervención francesa, pues como es conocido, a la guerra siguió el desastre económico y la moratoria de pagos a las potencias europeas. Esta circunstancia fue aprovechada por algunos mexicanos conservadores y pro monárquicos para convencer a Napoleón el Pequeño para apoyar el establecimiento de un imperio en México. Para esto eligieron a un príncipe austriaco, el archiduque Maximiliano de Habsburgo, quien aceptó la propuesta.
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En 1862 inició la invasión francesa con un descalabro premonitorio en Puebla el 5 de mayo, pero un año después los franceses tomarían dicha ciudad y un mes más tarde la ciudad de México, en donde se estableció una Regencia, compuesta por los generales Juan Nepomuceno Almonte (hijo del cura Morelos) y Mariano Salas, y el arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos. Por su parte, Juárez repitió su estrategia de retirada, instaló su gobierno en San Luis Potosí, alejándose de las posiciones dominadas por los franceses en la ruta Veracruz-México, mientras buscaba apoyos diplomáticos y la reorganización del ejército. En 1864 retiró su gobierno a Saltillo, Coahuila. Al mismo tiempo, Manuel Doblado y Jesús González Ortega lo instaban a renunciar, con el argumento de que los franceses nunca negociarían con él. Al mismo tiempo enfrentó la insubordinación del gobernador de Nuevo León, el general Vidaurri. Maximiliano y Carlota llegaron a México el 28 de mayo y se instalaron en la capital el 12 de junio. Los emperadores huyeron de las chinches del Palacio de los Virreyes (Benítez, 2000, p. 233) y se fueron a vivir con gran fausto al Castillo de Chapultepec. Para fines de 1864, el ejército de Juárez parecía totalmente derrotado y el presidente acorralado en Paso del Norte, en la frontera con los Estados Unidos, sin embargo, para desgracia de los monarquistas, el Imperio adoptó las políticas liberales y se alejó de los conservadores, que lo calificaron como un “juarismo sin Juárez”. Al año siguiente, el Presidente sufrió la pérdida de dos de sus hijos, uno de ellos de año y medio; pero en contraste, el 2 de mayo de 1865 el Congreso colombiano lo declaró Benemérito de las Américas. Casi al mismo tiempo, Juárez emitió un decreto para prolongar su permanencia en la Presidencia, lo cual fue considerado un golpe de Estado por varios de sus compañeros y amigos.
La situación militar mejoró notablemente con el anuncio de la retirada de las tropas francesas en 1866 y el viaje de la emperatriz a Francia para evitarlo. En su “honor”, el coronel Vicente Riva Palacio le compuso la danza Adiós Mamá Carlota, que ironizó sobre la inminente derrota del Imperio, que ocurrió el 14 de abril de 1867 y consumó lo que Juárez llamó la “segunda independencia” de nuestra patria (Benítez, 2000, p. 304). Ese mismo año Juárez fue reelecto e impidió el ascenso del general Porfirio Díaz. Asimismo, tras vencer numerosas sublevaciones de los nuevos caudillos militares, fue de nuevo electo en 1871. Porfirio Díaz se levantó en armas, pero fue vencido en 1872. Juárez no pudo librar, sin embargo, su lucha contra el tiempo y el 18 de julio de ese mismo año falleció tras permanecer 15 años en el poder.
Una biografía literaria Considerar al prócer Benito Juárez un personaje literario no es difícil, pues la reelaboración ficticia es una de las características de la historia latinoamericana, incluso desde antes de su independencia; sin embargo, en el caso de Juárez, el peso de la historia, el siglo romántico que le tocó vivir, nos lo presenta como una esfinge impasible, o como un personaje que sólo puede ser visto de manera maniquea, absolutamente bueno o absolutamente malo, según las perspectivas liberales y conservadoras que se adopten. La elaboración ficticia de la vida del indio licenciado y presidente Benito Juárez se enfrenta al mito histórico del Presidente Juárez, pero los escritores nacionales se han acercado a esa esfinge literaria ya sea oblicuamente, como Ignacio Manuel Altamirano, el máximo representante de las letras nacionales del siglo XIX; o han trazado biografías literarias que siguen al pie de la letra
la historia para construir al mito, como en los casos de Justo Sierra, Andrés Henestrosa y Fernando Benítez, o literariamente, como Fernando del Paso, quien escribe una novela en la que historia y ficción se cruzan sin ningún pudor.
Altamirano, Sierra y la gesta juarista Altamirano, en sus novelas Clemencia y El Zarco, establece como fondo de sus narraciones la gesta juarista que consolidó a la República Mexicana en la pasada centuria. Esto se debe posiblemente a que la concepción de la novela histórica del siglo XIX exigía la distancia objetiva de una generación y no tergiversar los hechos históricos con valoraciones subjetivas, únicamente el ámbito de la vida privada o la “historia secreta” era materia de reelaboración literaria. En Clemencia, la imagen y carácter de los patriotas que luchan contra la intervención francesa se corresponden con la de quienes representan a la nacionalidad y pueden ser interpretados como una alegoría de lo que representaba Juárez en ese momento definitorio de la historia mexicana; por otro lado, los traidores tienen la imagen física del emperador y los extranjeros, sin dejar de poseer por eso diversas cualidades, entre ellas la de ser cautivadores, pero sobre un fondo falso. Justo Sierra, en Juárez, su obra y su tiempo, recuerda que su maestro Altamirano refería cómo, durante la revolución de Ayutla contra el dictador Antonio López de Santa Anna, en el séquito del general Juan Álvarez había aparecido “un personaje insignificante, una especie de cura de indios [...] cabalgando sin un sólo movimiento de impaciencia o cansancio, en una mula habituada a las asperezas y dobleces de la montaña interminable que separa la costa, de Chilpancingo y Cuernavaca”. Es interesante esta analogía indirecta que Altamirano establecía entre el
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Juárez en la literatura nacional
carácter del indio Juárez y el de su mula, “habituada a las asperezas y dobleces” de los caminos de la historia mexicana, podríamos agregar. Sierra también compara a Juárez con su maestro Altamirano, indio también, pero ni impasible, ni sereno, ni mudo, como el licenciado zapoteca, sino todo lo contrario; Altamirano veía desde entonces con veneración e interés, aunque sin simpatía (nunca se la tuvo), a aquel hombre de tanto mérito y de tan pocas palabras para él, el exuberante... (Sierra, 1989, p. 3).
Y a la hora de los discursos se paró uno de sus acompañantes, que tenía la cara alzada un poco borneada a la izquierda. Y habló. Y no cabe duda de que se las traía. Hablo de Juárez, que nosotros teníamos levantado en la plaza, y hasta entonces supimos que era la estatua de Juárez, pues nunca nadie nos había podido decir quién era el individuo que estaba encaramado en el monumento aquel. Siempre creímos que podía ser Hidalgo o Morelos, Venustiano Carranza, porque en cada aniversario de cualquiera de ellos, allí les hacíamos su función. Hasta que el catrincito aquel nos vino a decir que se trataba de don Benito Juárez.
Rulfo: desacralizar al héroe
¡Y las cosas que dijo!, ¿no es verdad, Melitón? Tú que tienes tan buena memoria te has de acor-
También desconocida es la aversión de Juan Rulfo, relatada indirectamente por dos de sus amigos latinoamericanos, el peruano José María Arguedas y el argentino Mempo Giardinelli. Este rechazo a la imagen sacralizada del presidente Juárez quizá pueda explicarse por los efectos de las reformas liberales, que restaron poder a la iglesia católica y generaron un resentimiento en ésta que aún perdura en regiones como los Altos de Jalisco, de donde procede la familia de Rulfo: Me hablaste muy mal de Juárez. No debí sorprenderme de la heterodoxia con que ordenabas las causas y efectos de la historia mexicana [...]. Y me hiciste reír describiendo al viejo Juárez como a un sujeto nefasto y algo mamarracho (Arguedas, 1992, pp. 10-11).
En “El día del derrumbe”, cuento incluido en El llano en llamas, también se hace alusión a un Juárez desconocido y vacío de significado, similar a la retórica demagógica de los políticos de rancho que llegan a los pueblos a embaucar y a hacer promesas que nunca serán hechas realidad, como un reclamo perenne a la historia y sus bultos por sus promesas incumplidas:
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dar bien de lo que recitó aquel fulano (Rulfo, 1987, p. 120).
Asimismo, entre esos argumentos que explican la falta de entusiasmo ante la figura histórica de Juárez destaca su falta de apego a lo indio, pues es conocido que las reformas liberales impulsadas por su gobierno también afectaron a los pueblos indígenas y no sólo a la Iglesia y las corporaciones “de manos muertas”, lo que dio lugar, ya en el Porfiriato, al despojo de las comunidades y a la formación de las grandes haciendas y latifundios, causa indirecta de la Revolución de 1910 y de la guerra cristera de la década de 1920. Juárez también se convirtió, por su apego al liberalismo y a su propio éxito individual y político, en un mito de la occidentalización y de lo que podría lograr un indígena si se olvidaba de sus tradiciones. Monsiváis interpreta este hecho como un triunfo sobre los prejuicios raciales del siglo XIX y una valoración indirecta de lo indígena: Si Juárez no apoya explícitamente la causa indígena y es a momentos muy severo con los suyos, su mero arribo a la Presidencia exhibe la abyección
Mayor/Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial/Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez.
de los prejuicios. Un indígena presidente de la República envía a todos los racistas a dar vueltas como presos dantescos en los círculos de la incomprensión y la rabia (Monsiváis, 2006).
Pero no sólo la literatura prefigura la imagen o el mito de Juárez, desde una perspectiva artística neobarroca, entre indígena y colonial, el artista oaxaqueño Francisco Toledo elabora una visión que juega con el mito y la desmitificación en su serie de pinturas Lo que el viento a Juárez, título derivado de una expresión que ha pasado al habla popular (“tú me haces lo que el viento a Juárez”) para alardear cuando una persona se cree invulnerable a los ataques y/o maledicencias, y que proclama el triunfo del débil Juárez sobre sus poderosos enemigos: los conservadores del siglo XIX, el emperador Napoleón III, Maximiliano, el ejército francés e incluso sus propios compañeros de partido. En el prólogo a la edición de la citada serie, Carlos Monsiváis reinterpreta ese mito: Ya que Juárez es inalterable, todo lo que ocurra y todo lo que se le ocurra no lo harán ser menos Juárez. A él ya no lo alcanzan ni el respeto ni la falta de respeto [...]. Se declaran abolidos los panoramas de la Historia de Bronce y las rencillas de la antihistoria. Si el sitio del héroe es inmodificable, lo que debe cambiar es nuestra percepción de sus alcances visuales... (Monsiváis, en Toledo, 1986, p. 7).
En efecto, en el bicentenario de su nacimiento, Juárez se transforma en un mito que se resiste a morir y encajar en una forma rígida y triste, como las de sus bustos que cubren el país, o el danzón Si Juárez no hubiera muerto, que es una paráfrasis de aquel dedicado a su equivalente cubano José Martí (Martí no debía de morir),
SHCP/Oficialía
Toledo: “Lo que el viento a Juárez”
Lic. Benito Juárez,Vela N., 1909. Óleo sobre tela.
quizá como una respuesta inconsciente al vals Dios nunca muere de su coterráneo Macedonio Alcalá, adoptado como himno en Oaxaca.
Henestrosa: la memoria frágil Pero cada época tiene sus formas de alimentar la memoria. En el “Año de Juárez”, celebrado en 1972, Andrés Henestrosa publicó Los caminos de Juárez, donde recuerda que a un siglo de la muerte del prócer, llegar a su pueblo, San Pablo Guelatao, era tan difícil (lo es aún, porque las superautopistas no cruzan por los caminos de la historia) como en la época en que Juárez vivía. Asimismo, dice el narrador, la relación entre la memoria histórica de sus habitantes y el héroe coterráneo también es difusa o débil, informe, podríamos decir, como la que quizás existe entre cualquier mexicano contemporáneo y algún otro héroe de la historia nacional (más o menos como ocurre en el citado cuento de Rulfo):
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Juárez en la literatura nacional
Descendientes de Juárez sí lo son, pero de la sexta generación y de una rama colateral; y en esta existencia monótona e invariable, sin novedad, sin memoria, no les queda ni un hilo tenue de tradición familiar que les ligue con aquel pariente remoto que se fue con los tiempos idos y que acaba de regresar hace poco a su tierra, sobre un pedestal, transformado en estatua. La ignorancia conserva la continuidad y la curiosidad rompe la liga frágil (Henestrosa, 1972, p. 16).
Del Paso: noticias de Juárez Finalmente, en Noticias del Imperio, Fernando del Paso nos presenta a este héroe sencillo en contraparte al ambicioso Mostachú, como se apodó Napoleón III en México, y nos muestra cómo el indio que llegó a ser presidente de México parecía “cumplir un destino que le cayó del cielo”, mientras “Napoleón el Pequeño” se convertía en emperador a base de traiciones y atrocidades repartidas por todo el mundo. Este Juárez también se compara con el emperador Maximiliano, que, como Altamirano ya había observado, tiene todo lo que los mexicanos consideran bello –y por añadidura, “sangre azul”–, en contraposición al arquetipo de lo feo nacional representado por lo indio y, en consecuencia, por el mismo presidente Juárez.
Y usted no debe olvidar, Señor Secretario, que vivimos en un país en cuya mitología el dios benefactor, podríamos decir el dios máximo, es un dios blanco, alto y rubio, que prometió volver un día… hay tanta ignorancia todavía en nuestro país, Señor Secretario… seis millones de indios iletrados. Yo fui un indio con suerte… (Del Paso, 1987, p. 151).
Sin embargo, este Juárez literario que sabe montar en mula y representa la resistencia de ese México profundo contra el colonialismo, también presiente lo que significará su figura en la historia de su país, la de un prócer nada vistoso en comparación con los demás próceres y caudillos de a caballo, como el mismo Santa Anna: “Pero si tú pasas un día a la historia, Benito Pablo, vas a ser un prócer a mula… pero las mulas llegamos más lejos” (Del Paso, 1987, p. 148). En síntesis, la literatura nacional plantea estas contradicciones entre un héroe nada carismático y las hazañas que realizó durante los 15 años más difíciles de la historia mexicana del siglo XIX. Desde aquellos contemporáneos que admiran la gesta pero no al héroe, pasando por aquellos que lo vieron como un abanderado del protestantismo liberal contrapuesto a la latinidad católica, hasta la visión de un Juárez inflexible pero humano o la de aquel que muestra su encumbramiento desde su pequeñez y la humillación de su raza, tenaz como una mula, por encima de las ambiciones, las locuras de los imperios y los vendavales de la historia.
Bibliografía ATAMIRANO, Ignacio Manuel, Clemencia, Porrúa, México. El Zarco, Porrúa, México. ARGUEDAS, José María, El zorro de arriba y el zorro de abajo, edición crítica de Eve-Marie Fell, Colección Archivos, México, 1992. BENÍTEZ, Fernando, Un indio zapoteca llamado Juárez,Taurus, México, 2000. DEL PASO, Fernando, Noticias del Imperio, Mondadori, Madrid, 1987. GIARDINELLI, Mempo, Fin de novela en la Patagonia, Ediciones B, Madrid, 2000. HENESTROSA, Andrés, Los caminos de Juárez, FCE, México, 1972. MONSIVÁIS, Carlos, “En el bicentenario del nacimiento de Benito Juárez”, La Jornada, martes 24 de enero de 2006. RAMA, Ángel, Transculturación narrativa en América Latina, Siglo XXI, México, 1982. RULFO, Juan, Obras, FCE, México, 1987. SIERRA, Justo, Juárez, Su obra y su tiempo, Porrúa, México, 1989 (1a. ed. 1905). TOLEDO, Francisco, Lo que el viento a Juárez, prólogo de Carlos Monsiváis, Era, México, 1986.
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Certidumbres e incertidumbres
El sueño juarista por transformar la educación Primera parte María Esther Aguirre Lora
Constitución federal de 1857.*
E
n el contexto de la promulgación de la Constitución de 1857 y de la contienda, siempre renovada, entre liberales y conservadores que desembocaría en la larga Guerra de Reforma (1858-1961) se dieron pasos firmes en torno a la transformación de la educación pública: el ideario plasmado en el artículo tercero constitucional se fortaleció con las convicciones planteadas en el Manifiesto del gobierno constitucional a la Nación1 para, finalmente, con el triunfo del movimiento liberal, una vez que Benito Juárez entró victorioso a la capital de la República Mexicana (el 11 de enero de 1861), aún en su condición de presidente interino, servir de directriz a la primera reforma educativa juarista concretada por
el ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública, Ignacio Ramírez, el Nigromante (San Miguel el Grande, Gto., 1818-México, 1879). Sin dejar de reconocer la distancia que siempre existe entre el plano normativo y la realidad escolar, este texto nos transmite algunas facetas de la apuesta de los liberales por la educación pública así como la experiencia que habían acumulado al respecto a lo largo del régimen republicano. Por considerarla de interés para nuestros lectores publicamos, en su totalidad, la Ley sobre la instrucción pública en los establecimientos que dependan del gobierno general, emitida el 15 de abril de 1861.2
* Fotografía: SHCP / Oficialía Mayor / Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial / Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez. 1 Emitido en Veracruz, el 7 de julio de 1859, por Benito Juárez y sus ministros Melchor Ocampo, Manuel Ruiz y Miguel Lerdo de Tejada. 2 La fuente de este documento es Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana o Colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, México, Edición oficial, volumen 9, 1878, pp. 150-157.
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Ley sobre la instrucción pública El ciudadano Miguel Blanco, gobernador del Distrito de México, a sus habitantes, sabed: Que por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública se me ha dirigido la siguiente Ley sobre la instrucción pública en los establecimientos que dependan del gobierno general. El ciudadano Benito Juárez, presidente interino constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a los habitantes de la República hago saber: Que en uso de las facultades de que me hallo investido, he tenido a bien decretar lo que sigue:
De la instrucción primaria ARTÍCULO 1º. La instrucción primaria, en el distrito y territorios, queda bajo la inspección del gobierno federal, el que abrirá escuelas para niños de ambos sexos y auxiliará con sus fondos las que se sostengan por sociedades de beneficencia y por las municipalidades, a efecto de que se sujeten todas al presente plan de estudios. ARTÍCULO 2º. El mismo gobierno federal sostendrá en los estados profesores para niños y niñas, que se destinarán a la enseñanza elemental en los pueblos cortos que carezcan de escuelas; estos profesores durarán sólo dos años en cada lugar, y, además del sueldo, se les señalará una cantidad para gastos de viaje y compra de útiles. ARTÍCULO 3º. Se establecerá inmediatamente en la capital de la República una escuela de sordomudos que se sujetará al reglamento especial que se forme para ella; y tan luego como las circunstancias lo permitan, se establecerán escuelas de la misma clase, sostenidas por los fondos generales, en los demás puntos del país que se creyere conveniente. ARTÍCULO 4º. La instrucción primaria elemental comprende lo siguiente: moral, lectura, lectura de las leyes fundamentales, escritura, elementos de gramática castellana. Aritmética, sistema legal de pesos y medidas, canto. Además, costura y bordado en las escuelas de niñas. ARTÍCULO 5º. La instrucción primaria elemental y perfecta [escuela normal] que se dará en un establecimiento modelo, y que servirá para proporcionar profesores a las escuelas de primeras letras, comprende los ramos siguientes: lectura, lectura de la Constitución, escritura, gramática castellana, aritmética, hasta los logaritmos; álgebra, hasta las ecuaciones de segundo grado; geometría elemental, geografía, economía política con aplicación a los negocios del país; derecho internacional, gramática general,
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higiene, en sus relaciones con la moral; elementos de cronología, de historia general y del país, dibujo lineal y de ornato, teneduría de libros en partida doble, idiomas, inglés y francés por métodos prácticos; ejercicios de natación y de armas, sistema legal de pesos y medidas, canto. Un oficio.
De la instrucción secundaria ARTÍCULO 6º. Se establece en el Distrito Federal: una escuela de estudios preparatorios y las escuelas especiales siguientes: de jurisprudencia, de medicina, de minas, que comprenderá las profesiones de minero, beneficiador de metales, ensayador, apartador y topógrafo; de artes, que comprenderá también el conservatorio de declamación, música y baile; de agricultura, de bellas artes, que comprenderá las carreras de pintor, escultor, grabador y arquitecto; de comercio. ARTÍCULO 7º. En la escuela de estudios preparatorios se enseñará lo siguiente: latín, griego, francés, inglés, alemán, italiano, elementos de aritmética, álgebra, geometría, física, ideología en todos sus ramos, lógica, metafísica, moral, elementos de cosmografía, geografía, cronología, economía política y estadística, dibujo natural y lineal, elementos de historia general y del país, manejo de armas. ARTÍCULO 8º. En la escuela especial de jurisprudencia se harán los estudios siguientes: historia de la legislación y conocimientos de los códigos, derecho natural, derecho internacional, derecho público y administrativo, derecho romano, derecho canónico, derecho patrio, medicina legal, práctica y procedimientos judiciales, legislación comparada. ARTÍCULO 9º. En la escuela de minas se enseñará lo siguiente: matemáticas en los diversos ramos y aplicaciones que se dicen en su lugar, mecánica racional, topografía, geografía, física, geografía económica, astronomía práctica, química, geología, mineralogía y paleontología, dibujo de paisaje y lineal, laboreo de minas teórico-práctico y principios de construcción y práctica de metalurgia. ARTÍCULO 10º. En la escuela de medicina se enseñará: física médica, química mineral y orgánica, botánica y zoología, anatomía general y descriptiva, fisiología y elementos de higiene, elementos de patología general, patología externa e interna, clínica externa e interna, medicina operatoria (operaciones, vendajes y aparatos), materia médica y terapéutica, obstetricia (enfermedades puerperales y de niños recién nacidos), medicina legal. ARTÍCULO 11. En la escuela de artes se dará la enseñanza siguiente: matemáticas, física y mecánica aplicadas a las artes e industrias, dibujo lineal aplicado a las artes e
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industrias, dibujo de adorno, geometría descriptiva con aplicaciones prácticas a las artes, idiomas francés e inglés, gimnástica y manejo de armas. En esta escuela se establecerán los talleres siguientes: de imprenta, de relojería, de platería y de joyería, de carpintería y ebanistería, de carrocería, de cantería, de talabartería, de zapatería, de sombrerería, de sastrería. ARTÍCULO 12. En la escuela de agricultura se dará la enseñanza siguiente: de matemáticas, de física elemental, de mecánica, de geodesia, de botánica, de química aplicada a la agricultura, de veterinaria teórico-práctica, de agricultura teórico-práctica, de economía rural, de teoría de construcciones rurales, de dibujo en los ramos útiles para el agricultor, de manejo de armas, de idiomas francés e inglés. ARTÍCULO 13. En la escuela de comercio se enseñará lo siguiente: aritmética mercantil y contabilidad, ejercicios de correspondencia mercantil, geografía y estadística mercantil, historia general del comercio, derecho mercantil, marítimo y administrativo; economía política, teoría del crédito. ARTÍCULO 14. En la escuela de bellas artes se enseñará lo siguiente: dibujo y pintura en todos sus ramos, escultura, grabado en lámina y en hueco, litografía, fotografía, anatomía, en la parte indispensable para pintores, escultores y grabadores. Para las carreras de arquitecto, ingeniero y agrimensor, en la misma escuela se estudiará: matemáticas, física y química, mecánica racional, mecánica aplicada, elementos de geología y mineralogía con aplicación a los materiales de construcción, curso especial de arquitectura y de arquitectura legal, construcción de caminos comunes y de fierro, de puentes, canales y demás obras hidráulicas. ARTÍCULO 15. En el conservatorio de música, baile y declamación, que se establecerá en la escuela de artes, se estudiará lo siguiente: música en todas sus partes, ejercicios prácticos de baile, idiomas español, francés, italiano; lectura de poetas clásicos españoles, especialmente dramáticos, ejercicios prácticos diarios en los tres años. De los estudios en las escuelas especiales ARTÍCULO 16. Los estudios preparatorios en el Distrito se harán en el colegio de San Juan de Letrán que queda constituido en establecimiento especial de ellos. ARTÍCULO 17. Para la carrera de jurisprudencia, los estudios preparatorios durarán cinco años y se harán en el dicho colegio de Letrán de esta manera: 1er. año latín y gramática general. 2º año: latín y griego. 3er. año: matemáticas y física elementales y griego. 4º año: ideología, lógica, metafísica, moral, francés y dibujo natural y lineal. 5º año: cosmografía, geografía, cronología, elementos de economía política, francés y repaso general de los dos años anteriores.
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ARTÍCULO 18. Los estudios preparatorios de la carrera de medicina durarán seis años: 1er. año: latín y elementos de matemáticas. 2º año: latín y griego, ideología y lógica. 3er. año: griego y francés. 4º año: física médica. 5º año: química mineral y orgánica. 6º año: botánica y zoología. Los tres primeros años se estudiarán en la escuela de estudios preparatorios y los tres últimos en la escuela de medicina. ARTÍCULO 19. Las carreras que se cursen en las carreras de agricultura, artes, bellas artes y comercio no necesitan de estudios preparatorios en la escuela especial de ellos. ARTÍCULO 20. Los estudios de la escuela especial de jurisprudencia se harán únicamente en el Colegio de San Ildefonso y durarán seis años, en la forma que sigue: 1er. año: prolegómenos e historia del derecho natural. 2º año: derecho romano y patrio. 3er. año: lo mismo. 4º año: lo mismo. 5º año: práctica que contendrá el estudio de los procedimientos judiciales y medicina legal. 6º año: práctica y estudio del derecho público, de gentes y administrativo. ARTÍCULO 21. Además de las materias indicadas en el artículo anterior, se darán lecciones de derecho canónico en los dos primeros años, con el fin de dar a conocer esa parte de la historia del derecho y de comprender la influencia que tiene con la legislación vigente. ARTÍCULO 22. Durante estos seis años, y en academias nocturnas, se darán lecciones de legislación comparada, principalmente entre el derecho romano, las leyes y costumbres de la Edad Media, la legislación canónica y la actual, procurando acomodarlas en los años que van designados según los respectivos estudios de cada uno. ARTÍCULO 23. En la escuela especial de medicina se hará el estudio en ocho años en la forma que sigue: 1er. año: física médica. 2º año: química mineral y orgánica. 3er. año: botánica y zoología. 4º año: anatomía descriptiva y farmacia teórico-práctica. 5º año: anatomía general y descriptiva, fisiología y elementos de higiene, elementos de patología general, patología externa y clínica externa. 6º año: patología externa, clínica externa, medicina operatoria (operaciones, vendajes y aparatos), patología interna. 7º año: lo mismo. 8º año: obstetricia (enfermedades puerperales y de niños recién nacidos), medicina legal y clínica interna. ARTÍCULO 24. Los estudios de farmacia se harán en la misma escuela en seis años, del modo siguiente: 1º, 2º y 3er. años: los mismos estudios que se exigen para los médicos. 4º año: farmacia teórico-práctica y práctica farmacéutica. 5º año: materia médica práctica farmacéutica. 6º año: materia médica práctica farmacéutica, práctica farmacéutica. ARTÍCULO 25. En la escuela de minas se estudiarán en ocho años las siguientes materias: 1er. año: aritmética razonada y álgebra, dibujo natural e idioma francés. 2º año: geometría, trigonometría plana, geometría descriptiva. Aplicación de álgebra a
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la geometría, dibujo de paisaje e idioma francés. 3er. año: geometría analítica, trigonometría esférica, series, cálculo infinitesimal, dibujo lineal e idioma inglés. 4º año: mecánica racional y aplicada a la industria, especialmente a la minería, topografía y geodesia, dibujo lineal e idioma inglés. 5º año: física, geografía astronómica, astronomía práctica, dibujo lineal e idioma inglés. 6º año: química, dosimasia, análisis químico, metalurgia. 7º año: mineralogía, geología, paleontología e idioma alemán. 8º año: laboreo de minas teórico-práctico, principios de construcción y práctica de metalurgia. Los alumnos de la escuela de minas, durante los nueve meses últimos del octavo año, harán su práctica en la escuela de Pachuca. ARTÍCULO 26. En la escuela de artes se enseñarán en cuatro años las materias siguientes: 1er. año: matemáticas aplicadas a las artes, idioma francés. 2º año: física y mecánica aplicadas a las artes e idioma francés. 3er. año: química aplicada a las artes e industria e idioma inglés. 4º año: geometría descriptiva con aplicación a las artes e idioma inglés. Durante estos cuatro años se darán lecciones de dibujo con aplicación a las artes e industria. Desde el primer año, los alumnos de esta escuela se dedicarán a la práctica alternada de dos artes por lo menos de las que se habla en el artículo 7º, y concluidos los cuatro años continuarán por seis meses la práctica de esas mismas artes. ARTÍCULO 27. Los estudios de la escuela especial de agricultura durarán siete años que se distribuirán de esta manera: 1er. año: matemáticas e idioma francés. 2º año: mecánica, geodesia y francés. 3er. año: química aplicada a la agricultura, botánica, dibujo e inglés. 4º año: teoría de las construcciones rurales, dibujo e inglés. 5º, 6º y 7º años: agricultura teórico-práctica y economía rural. En el 7º año se enseñará también la veterinaria teórico-práctica. En los cuatro últimos años, los catedráticos harán que sus alumnos reciban las lecciones prácticas que consideren necesarias para su adelantamiento. Durante el curso, los alumnos se ejercitarán igualmente en la gimnástica y esgrima. ARTÍCULO 28. La escuela de comercio, la de bellas artes, sordomudos y conservatorio se sujetarán a reglamentos especiales en la duración de sus cursos y distribución de las materias.*
* Nota: en el siguiente número de Correo del Maestro (núm. 119) publicaremos los artículos que completan esta Ley sobre instrucción pública, decretada por el Lic. Benito Juárez. Bibliografía mínima AA VV., Historia general de México, El Colegio de México / Centro de Estudios Históricos [versión actualizada], México, 2000. GUERRA, Francois-Xavier, México: del Antiguo Régimen a la Revolución, dos tomos, tr. Sergio Fernández, FCE, México, 1988. MENESES Morales, Ernesto, Tendencias educativas oficiales en México, 1821-1911, Porrúa, México, 1983.
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Fotografía:
SHCP
/ Oficialía Mayor / Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial / Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez.
Vista del Salón familiar.
Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez
Margarita Maza de Juárez. Impresión tipográfica. Marco oval en filigrana labrado.
“Lic. Benito Juárez”, s/f. Óleo sobre cobre. Marco de plata labrada con diferentes alegorías. Figueroa M.
Fotografías:
SHCP
/ Oficialía Mayor / Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial / Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez.
Fotografía de Benito Juárez Maza.
Manuela Juárez Maza y su esposo Pedro Santacilia.
Fotografía de José María Juárez Maza en portarretratos de piel; par de mancuernillas con el nombre grabado de Benito Juárez; plumilla con mango de coral, y reloj que en lugar de números se forma el nombre de Benito Juárez.
Porcelana blanca con las iniciales del Lic. Benito Juárez.
Dos pares de mancuernillas; reloj de bolsillo en oro; botones de concha nácar, y fotografía de Manuela Santacilia Juárez, nieta de don Benito Juárez.
Bandas e insignias masónicas que pertenecieron al Lic. Benito Juárez.
Chaleco de seda y lino color marfil con botones forrados, perteneció al Lic. Benito Juárez.
Banda presidencial en moaré, perteneció al Lic. Benito Juárez.
Pequeña pala de plata con inscripción “Panteón General, noviembre 24, 1870”. Fue usada por el presidente Benito Juárez para colocar la primera piedra del Panteón General.
Silla del “Mirón”. Respaldo tallado y calado en forma de lira, talla de hojas y listones, bordado con juegos de azar, al centro iniciales B. J.
Camisa de vestir hecha a mano en lino color blanco, fajilla bordada e iniciales B. J. con botones de concha nácar ocultos.
Juego de pesas y contrapesas, corresponden al sistema decimal decretado en 1857.
Fotografía:
SHCP
/ Oficialía Mayor / Dirección General de Promoción Cultural, Obra Pública y Acervo Patrimonial / Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez.
Vista de la Recámara en el Recinto de Homenaje a Don Benito Juárez. Palacio Nacional.
Artistas y artesanos
Juárez frente a Juárez De la imagen oficial a la caricatura
Foto: Archivo.
Natalia Ferreiro Rebeca Kraselsky
Hemiciclo a Juárez, Centro Histórico de la ciudad de México.
A
caballo entre el ocaso de la vida independiente y el nacimiento de la nación mexicana, da inicio la vida de Benito Juárez García (1806-1872), indio zapoteca natural del pueblo de San Pablo Guelatao, Oaxaca, del que salió a los doce años de edad en búsqueda de oportunidades de estudio. Poco hablaremos de la biografía de este insigne personaje, quien en su calidad de héroe nacional recibirá, este año del bicentenario de su natalicio, sentidos homenajes. No obstante, vale la pena recalcar que su vida abarca justamente los momentos más inestables y difíciles del siglo XIX. Un siglo de pervivencias de costumbres, de paulatinos cambios en las instituciones, de tiempos revueltos en los que los mo1
vimientos armados, los constantes cambios en la presidencia y la lucha de facciones eran el pan de cada día. Juárez nació y creció en un país fragmentado, con un Estado débil, una economía destruida y una población multiétnica, rural y analfabeta,1 de la que él estaba decidido a no formar parte. Obstinación, tozudez, gusto por el estudio y dedicación son algunos de los calificativos que la historiografía ha atribuido a Juárez remitiéndose a su más temprana edad; descripciones literarias a las que se suele aunar como características del Presidente, ya en su edad adulta, serenidad, firmeza, reserva, gravedad, seriedad y apego a la legalidad, al tiempo que es señalado como una
Josefina Zoraida Vázquez, “Los primeros tropiezos” en Historia general de México, El Colegio de México / Editorial Harla, México, 1988, pp. 737-775.
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Juárez frente a Juárez
persona formal y callada al punto de semejar un “silencio de esfinge”.2 Descripción muy acorde con la impresión que dejan los lienzos, esculturas y fotografías a partir de los cuales se comenzó a erigir una imagen oficial del “héroe cívico”. Esta iconografía pervive en su sustancia hasta nuestros días, haciéndonos olvidar la escena underground de la representación política, en auge en tiempos de Juárez: la caricatura. Imágenes satíricas que muestran otro rostro del personaje en el poder, a Juárez como un héroe combatido.
El álbum de un héroe cívico Desde el triunfo del Plan de Ayutla en 1855, Benito Juárez fue un actor fundamental en el escenario político e histórico de México. Las imágenes de su figura coincidieron con la incipiente utilización de la fotografía y las transformaciones de la Academia de San Carlos, principal centro de producción artística. Las imágenes del liberal oaxaqueño son el punto de intersección entre la historia social y política de una patria en construcción y la historia individual. De allí resulta un texto visual específico, una imagen que liga un nombre con una singularidad, a la vez que lo enmarca dentro de un proceso más amplio ligado a los valores colectivos. Frente a las representaciones de Juárez, no cabe más que preguntarse: ¿cómo se construye la imagen de un prócer?, ¿cómo relacionar la producción de imágenes con un proceso político e histórico particular? Históricamente los retratos estuvieron ligados a las ideas de ejemplaridad. Se encargaron de mostrar individuos virtuosos bajo la pretensión
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de una inmortal imagen que, en su exactitud, encarnara principios éticos y valores útiles para la sociedad contemporánea y futura. Sin duda, retrato e historia son familiares en la visualización del pasado y en el análisis del presente. En la transición de la Colonia a la Independencia, varios elementos permanecieron. Si parte de la unidad ideológica de un territorio y una identidad fue sostenida por la religión católica, el nuevo periodo del México independiente tuvo la obligación de apelar a recursos que, de algún modo, sostuvieran la idea de unidad, esta vez bajo la clave de una nación común con ideales y valores imprescindibles. De esta manera, la patria necesitó de expresiones visuales que identificaran un nuevo periodo, principios orientadores que dieran a los mexicanos una idea de pertenencia y singularidad encarnada en los nuevos héroes cívicos. La mirada sobre esta religión de la patria3 estaría incompleta si no la cruzáramos con las teorías y producciones artísticas que le fueron contemporáneas. A principios del siglo XIX, los retratos de la clase política y militar son abundantes. Puede subrayarse un interés por el retrato académico, que gustó de representar a las altas esferas de la sociedad mexicana. La coronación de Iturbide, su entrada triunfal en 1821, la invasión de extranjeros deseosos de descubrir a México, además del interés por sus tipos, paisajes, flora y fauna caracterizaron el contexto. Hacia 1847, aires de renovación cruzaron a la vieja Academia de San Carlos, que se perfilaba en esta época como el proyecto oficial de producción artística a tono con las ideas más innovadoras de las academias europeas. Luego del lapso poco fecundo durante la Independencia,
Justo Sierra, Juárez, su obra, su tiempo, UNAM, México, 1948. Jorge Alberto Manrique, “La patria necesita imágenes” en Una visión del arte y la historia, Colección Estudios y Fuentes del Arte en México, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, 2000.
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la llegada de Pelegrín Clavé y Manuel Vilar marcó el inicio de la nueva generación de artistas mexicanos. Los valores históricos y su veracidad fueron prerrogativas de la crítica que desde la primera mitad del siglo XIX invadió las publicaciones perfilando la necesidad de definirse en términos modernos, ideas acordes con los procesos políticos e históricos. Los críticos veían en las bellas artes uno de los soportes fundamentales de la estructura de la civilización. Sin ellas, ningún país llegaría a la cumbre del progreso y la cultura.4 Para los críticos del siglo XIX, toda buena obra debía subrayar valores profundos, un ejemplo moral que eleve al espectador a reflexiones sobre la perfección ética. Siguiendo las ideas de Ida Rodríguez Prampolini, la crítica a partir de 1874 tratará de universalizar los valores mexicanos, mientras que la de la primera mitad del siglo trató de apropiarse de los modelos europeos. Así, hacia 1870, comienza a desarrollarse una idea de lo propio mexicano. Ignacio Manuel Altamirano, quien describiera a Benito Juárez, escribe el artículo “La pintura histórica en México”, en el que exige una escuela nacional y advierte el desperdicio de talentos que se dedican a copiar un arte que no es propio. De este modo, las nuevas ideas se cuelan entre la política y las manifestaciones artísticas.5 Dentro de la concepción ilustrada de la ciencia, la fotografía desarrollaría sus propios caminos. Este procedimiento técnico se esgrimía como la
Imagen 1. Boda de Benito y Margarita; los acompaña su hermana Josefa Juárez.
propia realidad, su copia más fiel, su paralelo, y formó parte principal en las representaciones del poder político.6 Es necesario subrayar la participación de la imagen fotográfica en la reconstrucción de una historia de la patria a través de sus representantes, como parte del reconocimiento de un pasado y una tradición común.7 Considerando este escenario como fondo, la iconografía de Benito Juárez puede analizarse bajo tipos diferenciados. Uno de los primeros
De este modo puede leerse: “Las Bellas Artes no son entretenimientos pueriles y todo el que conozca las necesidades de una sociedad bien construida, encontrará como indispensable el estudio y protección de las Bellas Artes, puesto que todas las útiles exigen el auxilio de las primeras.” “Academia de Bellas Artes de San Carlos” en Siglo XIX, 6 de enero de 1849, publicado en Ida Rodríguez Prampolini, La crítica de arte en México en el siglo XIX, tomo III, UNAM, México, 1964, p. 195. Ignacio Manuel Altamirano, “La pintura histórica en México” en El artista, tomo I, p. 8, México, 1874, publicado en Ida Rodríguez Prampolini, op. cit., p. 82. Los inicios de su desarrollo deben ubicarse hacia 1865, con el fotógrafo francés August Péraire; como ejemplo basta la imagen del emperador Maximiliano y su esposa Carlota bajo los auspicios de la Virgen de Guadalupe. Un segundo momento se ubica hacia 1874, cuando el estudio de los fotógrafos Cruces y Campa publica el álbum Galería de personas que han ejercido el mando supremo de México con título legal o por medio de la usurpación, que fue conocido como Galería de gobernantes. Ariel Arnal, Construyendo símbolos. Fotografía política en México: 1865-1911, Universidad Autónoma de Puebla, Puebla.
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ejemplos es el día de su boda con Margarita Maza en 1843, cuando tenía treinta y siete años [imagen 1]. Benito Juárez al centro, María Josefa Juárez, su hermana, a la izquierda, y la conocida Margarita ubicada en el lateral derecho. Este tipo de imágenes pertenece a la vida del personaje y no podría decirse que colaboró en la elaboración de su efigie, como sí lo hizo otro tipo de representaciones. Antes bien, se trata de un documento visual que recoge al hombre más que al político, y su valor reside en esta especie de humanización del personaje que, en su vínculo matrimonial, supo luego producir una iconografía cuyo formato y composición lo representan como hombre de familia, esposo y padre. Una fotografía de cuerpo completo [imagen 2] lo exhibe de pie, en un interior austero, apoyado en una pilastra. Su levita entreabierta deja adivinar la leontina del reloj, erguido mira a la cámara fijamente. Esta fotografía se acerca a las reproducciones pictóricas posteriores pero en ella no se exalta ningún elemento más allá de la propia figura central, con un cortinaje hacia el lateral izquierdo y un vacío hacia la derecha que permite enmarcar con exactitud su mirada austera y directa. Un testimonio de su apariencia física puede ligarse fácilmente con este ejemplo: Pequeño y sólidamente construido, hombre firmemente parado con un poco más de cinco pies, la cara de un bronceado oscuro, bellos ojos negros salientes y fuertes pómulos, una recia nariz pronunciada… Sus modales, los de un caballero culto… Su conversación no tenía la fluidez y la vehemencia características de los españoles. Su voz era débil y agradable… Su pelo era corto y su cara cuidadosamente rasurada.8
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Otro de los registros muestran a Juárez sentado, en tres cuartos perfil con las manos visibles mientras dirige su mirada a la cámara [imagen 3]. Esta composición será retomada por José Escudero y Espronceda, quien lo retrata en actitud similar, sentado en un sillón de brazos forrado de terciopelo rojo y la banda presidencial al pecho. En la mano del segundo plano sostiene un papel, que como tradicional requerimiento del género, pone en primer plano a un personaje relacionado con la vida intelectual y política [imagen 4]. El retrato, firmado por el autor y fechado en 1872, representa a un Juárez más joven; recordemos que éste fue el periodo de su muerte, a los 66 años. José Escudero y Espronceda realizó más de un retrato de Benito Juárez. Otro de su autoría fue firmado en 1880 [imagen 5], esta vez en un formato oval, reproduce la misma imagen. Es visible la banda presidencial y la leontina como en el caso anterior. El recibimiento de la pintura se registra en La República de septiembre de 1880. Del mismo modo se dan noticias sobre otros retratos posteriores realizados por el pintor español.9 Uno de los retratos más interesantes es la impresión de una imagen compuesta [imagen 6]: un ordenamiento visual previo busca ligar una serie de personajes con la figura central: Benito Juárez. De un solo golpe de vista, la composición resume la historia del periodo. Al centro del óvalo, la misma efigie a la que nos hemos referido, con visible banda presidencial, mira al espectador. Rodeado de laureles con la inscripción “Juárez” en la parte inferior, el personaje hace girar a su alrededor a figuras destacadas de su acción política. Allí están militares y miembros
Testimonio de un periodista norteamericano en Paso del Norte. Tal es el caso de Porfirio Díaz, que fue representado de cuerpo completo con sus visibles condecoraciones al pecho. Publicado en Siglo XIX, 11 de septiembre 1884. Véase: Ida Rodríguez Prampolini, op. cit., p. 173.
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Imagen 4. Retrato de Benito Juárez realizado por José Escudero y Espronceda, 1872. B e nit oJ u ár ez.
Biblioteca Nacional
Imagen 2. Fotografía de Benito Juárez con portarretrato de la época. Imagen 3. Don Benito Juárez.
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Imagen 5. Retrato de Benito Juárez realizado por José Escudero y Espronceda. Formato oval, 1880.
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UNAM, Fondo
Reservado, Álbum del Imperio Mexicano. (fotografía 161).
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Juárez frente a Juárez
Imagen 6. Composición fotográfica de Juárez con su gabinete.
de su gobierno, todos partidarios de las ideas liberales que caracterizaron al héroe cívico.10 En la parte superior cierran la composición dos figuras angélicas, una sostiene un libro y otra una corona de laureles. En un segundo plano, puede observarse la bandera de México con el águila que identifica a la Nación. Esta imagen recoge el estereotipo heroico del siglo XIX, los próceres de la patria que conviven con la ley y los laureles. La imagen central de Juárez no puede desprenderse de esa primera fotografía que hemos mencionado,
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que aunque de edad avanzada, sirvió para consolidar la efigie pétrea del personaje. Algunas descripciones que sus contemporáneos hicieron pueden colaborar en esta configuración del icono repetitivo, en el cual valores colectivos se entretejen con imágenes derivadas. A decir de Ralph Roeder: “Liberal constante pero continente, era un hombre sobrio, seguro, casero.”11 Por otra parte, cabe mencionar la fotografía que aparece en el Álbum de Benito Juárez. En un interior, de pie, rodeado de mobiliario, Juárez apoya su mano sobre un libro, evocando una señal de juramento y exhibe en el segundo plano una serie de volúmenes que resumen muy bien su perfil de intelectual, estratega y que sin duda lo ligan a la imagen de un político liberal. Esta fotografía, que hoy guarda el recinto que lleva su nombre en el Palacio Nacional de México, lleva la inscripción de una de sus máximas: “El respeto al derecho ajeno es la paz” y bajo ella, su firma. Esta frase fue parte del discurso que Benito Juárez realizara con motivo del triunfo de la república en 1867. De esta representación derivó una pintura [imagen 7] de Anastasio Vargas y una fotografía de Nieto, en cuya reproducción se deja constancia de ser éste “el cuadro que representa al inmortal Juárez […] pues su parecido, expresión, colorido y sobre todo la actitud, forman un conjunto de verdad que nada deja que desear”; firmado en 1887, nuevamente trae a la memoria la imagen fotográfica de Juárez y el retrato derivado de Escudero y Espronceda de 1872.
Entre ellos, Ignacio Mariscal, secretario de Instrucción Pública durante el gobierno de Benito Juárez, además de ministro de Relaciones Exteriores, nacido en Oaxaca en 1829 y muerto en 1910; Ignacio Alatorre, nacido en Sonora en 1831, participó en la lucha contra la invasión francesa en 1867 y fue una de las figuras militares más notables de la segunda mitad del siglo XIX; Sóstenes Rocha, nacido en 1831 en Guanajuato, luchó en contra de los conservadores defendiendo el Plan de Ayutla, combatió a los invasores franceses y a los imperialistas de Maximiliano; Ramón Corona, nacido en el estado de Jalisco en 1837, quien peleó contra los conservadores desde las facciones liberales, simpatizante de Juárez y activo en la intervención francesa; además, Blas Balcárcel, José M. del Castillo Velasco, Matías Romero y el coronel Mejía. Ralph Roeder, Juárez y su México, FCE, México, 1980, pp. 102 y 103.
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Imagen 7. Retrato del presidente Juárez certificado por los ministros de su gabinete. Anastasio Vargas, 1887.
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Imagen 8. Retrato escultórico realizado por Miguel Noreña.
Imagen 9. Estampa realizada por Alberto Beltrán.
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Vale mencionar también el retrato escultórico realizado por Miguel Noreña,12 discípulo de Manuel Vilar [imagen 8], quien se encargó de asuntos sobre la historia de México. La estatua sedente de Benito Juárez fue realizada con el metal fundido de los cañones pertenecientes a la facción conservadora y actualmente se encuentra en uno de los patios del Palacio Nacional. La inscripción alude a las batallas de Silao y Calpulalpan contra los conservadores y a la resistencia liberal contra los franceses, y permite una metáfora sobre el material del que está hecho un personaje como Juárez desde la mirada de sus partidarios; un actor político que encarna en su propia constitución los acontecimientos de la historia que le permitieron esgrimirse en una figura identificada con la Nación. Por otra parte, dos registros servirán de ejemplo para dar testimonio de acontecimientos de la vida de Juárez que, a la par, fueron acontecimientos para la vida nacional. Por un lado, la estampa realizada por Alberto Beltrán [imagen 9] que describe la entrada del personaje a la ciudad de México en 1867. Se lo ve en su entrada triunfal, encaminado a pasar bajo un arco custodiado por figuras que recuerdan la antigüedad clásica y vitoreado por el pueblo. De pie, sostiene la bandera de México y abre los brazos en señal de victoria. Este acontecimiento excede al icono recortado y lo enfrenta a su medio, al igual que la estampa que recuerda su muerte [imagen 10], realizada por L. Dumont y H. Meyer, donde se observa la capilla ardiente en el salón de los Embajadores rodeado de su guardia en 1872.
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De héroe combatido a antihéroe de caricatura Si bien es cierto que Benito Juárez había forjado una carrera política desde su salida del Instituto de Ciencias y Artes (1834) en su natal Oaxaca, su entrada en las ligas mayores del acontecer nacional no se registró sino a partir de la revolución de Ayutla (1854-55), levantamiento armado que a su término dio el triunfo y el gobierno de la República a los autodenominados liberales puros –Melchor Ocampo, Juan Álvarez, Ignacio Comonfort y Benito Juárez, entre otros–, sobre el gobierno del dictador Antonio López de Santa Anna, entonces erigido en Su Alteza Serenísima. El fruto más inmediato de la gestión de este grupo fue la conformación de la Constitución de 1857, carta regidora de la nación en la que, además de la llamada Ley Juárez –que suprimía los fueros eclesiástico y militar, en los juicios civiles–, se decretaba la libertad de enseñanza, expresión y prensa.13 Situación que abría todo un nuevo panorama a la prensa escrita del país, hasta entonces bastante acotada por la frecuente censura de los gobiernos previos. No obstante, sería injusto decir que la prensa crítica y la caricatura de sátira política nace entonces, cuando en realidad en la tercera década del siglo XIX las caricaturas ya eran más o menos comunes en los diarios. Lo cierto es que a partir de este decreto se abren garantías que impulsan un auge de esta expresión bien llamada por Rafael Barajas El Fisgón –monero de nuestro tiempo– “caricatura de combate”.14 No es casualidad, por lo tanto, que en las décadas que van de 1857 a 1876 existieran al menos
Justino Fernández, El arte del siglo XIX en México, UNAM, México, 1983, p. 169. En particular, se debe a José María Lafragua la primera ley de imprenta que concedía una auténtica libertad de expresión. Rafael Barajas El Fisgón, La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate. 1829-1872, CONACULTA / Arte e Imagen, México, 2000.
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Imagen 10. Capilla ardiente de Juárez en el salón de Embajadores de Palacio Nacional, 1872, grabado de L. Dumont y H. Meyer.
30 diarios ilustrados con estos dibujos sarcásticos. Entre ellos, hemos de destacar La Orquesta y El Padre Cobos –periódico dirigido por Ireneo Paz y que fue cerrando su apoyo en torno al caudillo de Oaxaca, Porfirio Díaz–, por ser éstos especialmente agudos con la política de Juárez, si bien es cierto que sus directores y colaboradores también eran de extracción liberal.15 La palabra ‘caricatura’ viene del italiano caricare: exagerar, recargar y por adición designa un dibujo satírico, igualmente cargado de humor y crítica. La técnica básica de su realización, según un caricaturista aún en activo, “consiste en aislar el defecto físico, mental, social o moral del modelo y magnificarlo”.16 Es decir, la esencia de la caricatura transita del cuestionamiento periodístico que confronta, asedia e indaga hacia
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la representación gráfica que a través de la abstracción de caracteres se burla, ironiza y hasta busca ofender, con tal de surtir efecto, tanto en el personaje caricaturizado como en aquel que ve la caricatura. En este sentido, el género se desprende totalmente de cualquier manifestación plástica oficial, valga decir a propósito de la época y el lugar: la Academia y sus cánones estéticos; cuestionando de esta suerte la imagen del poder al punto de la grosería. ¿Pero cómo? ¿Benito Juárez fue caricaturizado? Sí, y revestido con cuerpo de abeja, serpiente y payaso; imágenes que se fueron forjando en un proceso paulatino de desencantamiento del cual estas caricaturas, como comentarios políticos del día a día, nos dan hoy razón. A continuación revisaremos una serie de caricaturas que van de
Entre otros títulos de periódicos que circulaban –algunos con fugacidad, otros con mayor constancia– en aquella época se encuentran: El Perico, El Espectro, El Palo de Ciego, La Pata de Cabra, El Tío Cualandas, Guillermo Tell, La Madre Celestina, Don Pancracio, La Tarántula, etc. Rafael Barajas, op. cit., p. 18.
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1861, con el primer periodo presidencial de Juárez, a 1872, en su quinto mandato y año de su muerte. De esta forma echaremos un vistazo a los vaivenes y la mutación de la imagen de Juárez visto por la oposición. I. El Supremo Gobierno, después de rapar á la Iglesia hasta las pestañas, sin fruto alguno, pasa á ejercitarse con la pobre cabellera de el pueblo (caricatura de Constantino Escalante,17 publicada en La Orquesta, 8 de mayo de 1861) [imagen 11]. Esta imagen fue publicada en el primer periodo presidencial de Juárez, recién concluida la guerra de Tres Años o de Reforma y a escasos dos años de haberse publicado las leyes que dieron nombre a este periodo y que decretaban, entre otras medidas, la nacionalización de las propiedades aún no transferidas del clero, medida a través de la cual se pensaba que quedarían saneadas las finanzas públicas del país. Pero no fue así, el resultado de la implementación de esta resolución fue frustrante y el estado de la hacienda nacional desastroso, lo que promovió que Juárez declara una moratoria de dos años para el pago de la deuda externa, al tiempo que se procedía a la incautación de la propiedad considerada improductiva o en manos muertas y que afectaba directamente a la propiedad comunal. La eficacia del gobierno fue cuestionada pues si bien era legalista, la medida también era injusta e impopular. De ahí que a Juárez se le muestre aquí con su seriedad característica, enfatizadas sus cejas y nariz, observando “sereno, callado, marmóreo”18 y sin empacho, cómo su ministro de Hacienda, Guillermo Prieto, y el de Relaciones Exteriores, Francisco Zarco, pelan a un personaje que representa al pueblo. Mientras que la 17
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Iglesia, ya totalmente pelona, da la espalda al espectador al fondo de la escena. II. No quita lo cortés á lo valiente (caricatura de Constantino Escalante, publicada en La Orquesta, 7 de octubre de 1865) [imagen 12]. La moratoria declarada por Juárez dio paso a un conflicto internacional con importantes repercusiones: la invasión del territorio mexicano por tropas francesas, españolas e inglesas, en demanda de una serie de indemnizaciones. En principio, la salida política tuvo buena acogida, logrando despachar en buenos términos a las tres delegaciones. Mas la intención de los franceses, lejos de irse, era instaurar una monarquía en México, con el apoyo del ala conservadora… y lo lograron. Así inició una nueva etapa para el gobierno juarista, ahora trashumante y perseguido por el territorio nacional, al que otrora moneros combatientes ahora ensalzaban. Eso expresa justamente esta litografía, autoría de Escalante, en la que Juárez, al centro de la representación, es mostrado como un hombre fuerte, decidido, bien plantado y que porta el gorro frigio en señal de su calidad de abanderado de la democracia. Un animal heráldico que cobra vida a su lado, símbolo de los Habsburgo –la casa reinante bajo la figura del archiduque Maximiliano de Austria–, coloca a Juárez una medalla al valor y constancia, mientras que la prensa francesa aparece en la forma de una serpiente que muerde la cola de la levita del gallardo abogado oaxaqueño. Todo al tiempo que un personaje anónimo vestido a la moda francesa, y que sin duda encarna al Imperio, hace la señal de silencio, advirtiendo de esta forma a la prensa de oposición del país, cuidar sus excesos.
Escalante es uno de los caricaturistas más destacados del siglo XIX. En los aspectos estético e ideológico se declara seguidor del francés Honoré Daumier, conocido ilustrador decimonónico quien fue varias veces encarcelado tras retratar la realidad nacional de su patria con dibujos combativos. Tal y como lo describió su allegado Guillermo Prieto.
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Es decir, ante la invasión es rescatada la figura de Juárez, a quien ya consumada la expulsión del Imperio se lo pondera como el libertador de la patria con versos como los que siguen: “¡Viva México! ¡Viva mi patria! R. Barajas, La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate 1829-1872. CONACULTA, 2000.
¡Vivan los hombres de gran valor! ¡Que viva Benito Juárez que fue el segundo libertador!”19
III.Una página de la historia bajo el pincel de la oposición (caricatura de Constantino Escalante, publicada en La Orquesta, 12 de octubre de 1867) [imagen 13]. No pasó mucho tiempo después de la restauración de la República para que Juárez volviera a ser blanco de la prensa opositora, y es que muy pronto propuso una de las medidas más antipopulares de su gestión y que afectaron de forma importante su imagen pública; a saber, la intención de reformar la Constitución de 1857 con el propósito de fortalecer al Poder Ejecutivo frente al Legislativo, a través de la instauración del veto para el Presidente sobre las propuestas de ley, así como el establecimiento de un Senado que hiciera las veces de contrapeso. Pero las reformas no prosperaron y tanto Juárez como su mano derecha, Sebastián Lerdo de Tejada, se enfrentaron a una combativa reacción por parte de la prensa, que eso sí, mantenía intactos sus derechos de libertad de expresión. La sospechas en torno a la intención de instaurar una velada dictadura se hacían cada vez más fuertes, y palabras como centralización y autoritarismo comenzaban a ser asociadas con el nombre de Benito Juárez, configurando así, literal y plásticamente, un nuevo perfil del llamado Benemérito de las Américas.
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Imagen 11. El Supremo Gobierno, después de rapar á la Iglesia hasta las pestañas, sin fruto alguno, pasa á ejercitarse con la pobre cabellera del pueblo.
El rostro de Juárez es construido en esta ilustración a través de una serie de elementos asociados por el dibujante con el actuar político de Juárez –a la manera de Arcimboldo en el siglo XVI para dar rostro a las estaciones del año–, eligiendo como sostén, hombros y pecho, el paraguas de las facultades del Ejecutivo, seguido de la jeringa del veto, sobre la que se posa un gato que tiene inscrita la palabra convocatoria –se entiende que se refiere a la convocatoria para modificar la ley–, sugiriendo la ambición a través del animal que intenta alcanzar un bote que encierra la Constitución, para comérsela. El bote, no de forma arbitraria, representa la boca
Copla anónima citada por Rafael Barajas, op. cit., p. 86.
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Imagen 12. No quita lo cortés á lo valiente.
del Presidente, cuya imagen así concebida no es más que el vivo retrato de sus ambiciones: de dientes para afuera, apela a la ley, pero en la mente tiene como verdadera intención instaurar una dictadura. IV.La virtud es inmovible (caricatura de Santiago Hernández, publicada en La Orquesta, 26 de marzo de 1870) [imagen 14]. Para beneplácito de la oposición, las reformas políticas planteadas por Juárez no prosperaron; sin embargo, las sospechas crecientes sobre la intención de fundar una dictadura cobraron vigor para varios liberales en 1870, cuando una amenaza imperialista en Yucatán y la existencia de levantamientos en varios puntos del interior de la República movieron al Presidente a pedir al Congreso facultades extraordinarias. La intención, desde luego, era lograr una mayor centralización que redituaría en control.
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El gato había alcanzado al pocillo y Juárez, cual si fuera el mítico San Jorge, se paraba sobre el cuerpo de la Constitución recargando sobre ella su lanza. El “Comecuras”, como fue llamado por los conservadores, se erigía en una especie de santo que reunía a su alrededor a su propio séquito que, a la manera de la iconografía de la Inmaculada Concepción, le mostraba, suspendido entre nubes, los atributos de la letanía juarista: la balanza inclinada, el látigo del castigo, el bolso repleto de dinero, la jeringa que dispensa las contribuciones, el espejo de la vanidad y las armas que hacen posible la paz. Ironía y sarcasmo más cercanos al drama que al humor, imagen que para colmo es firmada con la frase que alguna vez pronunció el propio Juárez: “La virtud es inmovible”. 5. Maravillosa aparición de la silla presidencial á Juan Diego (caricatura de Alejandro Casarín,
Imagen 15. Maravillosa aparición de la silla presidencial á Juan Diego el 12 de Enero de 1858.
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Imagen 13. Una página de la historia, bajo el pincel de la oposición. Imagen 14. La virtud es inmovible.
Imagen 16. Logogrifo.
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Imagen 17. Un verdadero sueño de progreso.
publicada por El Padre Cobos, 12 de febrero de 1871) [imagen 15]. El año 70 significaba la recta final del cuarto periodo presidencial de Benito Juárez, en el 71 habrían de celebrase nuevos comicios y en la escena política del país parecía haber dos contendientes naturales: Lerdo de Tejada, por un lado, representando la herencia juarista, y Porfirio Díaz, por el otro, quien entonces ya se había convertido en uno de sus principales detractores de régimen. Pero Juárez decidió apuntar su candidatura bajo un principio parecido a “la reelección es la paz”. La tozudez del Presidente, otrora exaltada, era condenada ahora; además, a su sonada constancia solía atribuírsele la agridulce compañía de la ambición. El indio zapoteco salido de Guelatao para incorporarse a la historia de la nación había olvidado su cuna, sus principios y su supuesta misión; de ahí que en
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esta imagen sea retratado a semejanza de Juan Diego, pero en vez de ser testigo de la aparición de la Virgen, vislumbra la silla presidencial rodeada por las cifras de su dieta. VI. Logogrifo; Un verdadero sueño de progreso; Reelección; Una reconciliación, y ¡¡¡Gloria a Juárez!!! Después de una contienda muy cerrada, la decisión recayó al final en el Congreso, el cual se decidió por Juárez. Para entonces ya se le había acusado de comprador de conciencias, de acarreador de votos, represor de la libertad de expresión. Su imagen en la caricatura de combate se había transformado de forma importante en poco más de una década. Aquel hombre recio y delgado, con nariz prominente, cejas pobladas, labios bien cerrados y pies firmes de las primeras caricaturas era sustituido con frecuencia por la figura de un Juárez con cuerpo de serpiente que forma alianza con Lerdo creando
R. Barajas, La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate 1829-1872. CONACULTA, 2000.
R. Barajas, La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate 1829-1872. CONACULTA, 2000.
Imagen 18. Reelección.
Imagen 20. ¡¡¡Gloria a Juárez!!!
Imagen 19. Una reconciliación.
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un círculo viperino de la eternidad (Logogrifo, caricatura de Santiago Hernández, publicada por La Orquesta, 6 de julio de 1870) [imagen 16], o por la de un viejo regordete y apático que duerme plácidamente una siesta en su silla presidencial, envuelto por aromas de incienso que le dan un halo de santidad, si bien aparece custodiado por las armas que garantizan la paz a pesar del olvido de la Constitución, por él mismo impulsada (Un verdadero sueño de progreso, caricatura de Alejandro Casarín, publicada en El Padre Cobos, 21 de mayo de 1871) [imagen 17]. Éste es otro rostro del Juárez engrandecido por las potencias mundiales a partir de la caída de Napoleón III, por haber logrado derrotar a la potencia más poderosa del momento, un Juárez que a los ojos de la crítica tomaba la forma de un torturador que sometía a garrote vil al pueblo (Reelección, caricatura de T. Alamilla, publicada en El Padre Cobos, 9 de julio de 1871) [imagen 18]. Un Juárez que por la ambición se reconcilió con Lerdo a pesar de haber sido su adversario en los comicios del 71, reconciliación que apareció en una caricatura en la que ambos se daban un beso en la boca incitados por el gigante coronado del dinero y de la ambición. (Una reconciliación caricatura de Santiago Hernández, publicada por La Orquesta, 2 de septiembre de 1871) [imagen 19]. No obstante, cuando Juárez murió, Hernández, el mismo autor del beso, no dudó en publicar ¡¡¡Gloria a Juárez!!! (La Orquesta, 24 de julio de 1872) [imagen 20], caricatura en la que se erige monumental e inamovible la Reforma, desplegando con la mano izquierda un papel que tiene escritos los logros alcanzados por el Benemérito:
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AA VV., “De
“abolición de fueros, desamortización, exclaustración, registro civil, tolerancia de cultos, juicio por jurados y libertad de imprenta.” Corría el año 1872, retratos literarios, académicos y periodísticos coinciden en una honesta pesadumbre que no dudó en otorgar a Juárez la corona de laurel de los próceres de la patria. Desde entonces, la iconografía de Juárez configuraría a un héroe histórico, cuyas acciones se inscriben en los límites de la leyenda.20 El último retrato, el retrato funerario, cerraba y abría a un mismo tiempo una nueva página en el álbum del héroe: Aquí pudimos verlo por última vez. El semblante de Juárez había perdido su habitual severidad, y expresaba la afable resignación con que mueren los justos. Difícilmente habrían podido encontrarse en aquella fisonomía los rasgos que distinguían al hombre de luchas y de las tempestades políticas (El Monitor Republicano).
De este modo, el individuo héroe es construido en el cruce de imágenes privadas y públicas. Pintado, grabado, esculpido, caricaturizado, descrito por nacionales y extranjeros, seguidores y detractores. La imagen de Benito Juárez hereda elementos de tradiciones visuales históricas: laureles, figuras angélicas; de los registros y testimonios más cercanos: fotografías, descripciones de quienes lo conocieron y de artistas que inmortalizaron su imagen colaborando en la construcción de una imagen que sobrevive con connotaciones históricas, aniversarios y referencias desde la actualidad. Finalmente una imagen que esgrimió, no sin dificultad, la unidad de una patria necesitada de sus héroes.
la Reforma a la Revolución, 1857-1920 I”, en Gran historia de México ilustrada, Planeta De Agostini / CONACULTA / Ediciones Culturales Internacionales, México, 2002.
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Sentidos y significados
Prodigiosa versatilidad de las conjunciones Arrigo Coen Anitúa
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l rico catálogo de las conjunciones gramaticales… —Perdón por la interrupción, pero ¿hay conjunciones que no sean gramaticales? —¡Claro!, las hay civiles: el matrimonio –con yugación–, por ejemplo; y abundan en astronomía, sea cuando dos o más astros ocupan una misma casa celeste, o bien cuando se alinean con el punto de vista del que los observa, como es el caso de las sicigias. —Perdón de nuevo por la nueva interrupción, ¿qué son las sicigias? —Sicigia es la palabra griega que morfológicamente corresponde a la latina coniunctio acción del verbo coniungere, ‘juntar’, ‘unir’, ‘atar’, ‘uncir’. Tanto el elemento compositivo iug-, en latín, como syg-, en griego, ambos son formas de la raíz indeuropea yeug-, ‘unir’, ‘juntar’; de ahí: junto, conjunto, yugo, jumento, y otras, muchísimas más. —A ver, ¿cómo cuáles?, pero que sean raras en español. —Bueno, aquí te van dos: cigoma, sinónimo de ‘pómulo’ (el hueso que sobresale en cada uno de los cachetes, en nuestros rostros) y zeugma, figura de sintaxis que se da cuando “una palabra que contiene conexión con dos o más miembros del periodo está expresa en uno de ellos, ha de sobreentenderse en los demás; por ejemplo: ‘Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza’” (Academia). En la cláusula del ejemplo, era está sobreentendido en las otras cuatro veces siguientes. ¿Satisfecho? Y ahora, volviendo a nuestras originales conjunciones, las gramaticales, veamos cómo la propia Academia las clasifica, en su lexicón:
• La conjunción adversativa es la que “denota oposición o diferencia entre la frase que precede y la que sigue: por ejemplo, pero, mas”. • Causal, la que “precede a la oración en que se motiva lo manifiesto en la oración principal o en alguna predicación implícita: por ejemplo, porque”. • Comparativa, cuando “denota comparación, por ejemplo, como”. • Completiva, la que “encabeza oraciones subordinadas sustantivas, por ejemplo, que”. • Compuesta, es una “locución (dos o más palabras) con valor conjuntivo”. • Concesiva, “precede a una oración subordinada que expresa una objeción
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Prodigiosa versatilidad de las conjunciones
o dificultad para lo que se dice en la oración principal sin que ese obstáculo impida su realización, por ejemplo, aunque”. • Condicional, “denota condición o necesidad de que se verifique alguna circunstancia, por ejemplo, si”. • Continuativa, la que “implica o denota continuación, por ejemplo: Digo, pues, que te engañas. Así que ésta y no otra fue la causa del alboroto”. • Coordinante, “une palabras, grupos sintácticos u oraciones gramaticalmente equivalentes”. (Vale la pena hacer aquí un paréntesis para llamar la atención sobre la paradoja que plantea la conjunción o, pues tiene valor disyuntivo cuando “expresa alternativa entre dos opciones: ¿Prefieres ir al cine o al teatro?”. Este ejemplo lo copio del novísimo Diccionario panhispánico de dudas (DPD) que acaba de sacar la Asociación de academias de la lengua española, en octubre de 2005. Ahí mismo agrega: “otras veces expresa equivalencia: El colibrí o pájaro mosca es abundante en esta región. También se usa para coordinar los dos últimos elementos de una ejemplificación no exhaustiva, con valor semejante al de la conjunción y: Acudieron a la fiesta muchos famosos, como periodistas, actores o futbolistas, donde o tiene por objeto señalar que no se ha agotado la enumeración, sino que sólo se han citado unos ejemplos entre los varios posibles. A menudo la disyuntiva que plantea la conjunción o no es excluyente, sino que expresa adición y alternativa: En este cajón puedes guardar carpetas o cuadernos, es decir una u otra cosa o ambas a la vez”.) • Copulativa, la que “coordina aditivamente una oración con otra o elementos análogos de una misma secuencia, por ejemplo, y, ni”. • Distributiva, “se reitera aplicada a términos diversos que se dan como opciones, por ejemplo: Tomando ora la espada, ora la pluma, ya de una manera, ya de otra”. • Dubitativa, “tradicionalmente, la que implica o denota duda, por ejemplo: ¿Si se habrá vuelto loco este chico?”. • Final, “la que, como que en algunos usos, o algunas locuciones conjuntivas, como a fin de que, denota el fin u objeto de lo manifestado en la oración principal, por ejemplo: Vuélvete, que te veamos”. • Ilativa, “tradicionalmente, enuncia una deducción de lo que se ha manifestado, por ejemplo: Han cerrado los paraguas, conque ha dejado de llover”. • Subordinante, “la que introduce palabras, grupos sintácticos u oraciones, subordinándolos a algún otro elemento del enunciado”. • Temporal, “denota idea de tiempo, por ejemplo: Murió cuando la guerra”. Como se ve, se tiene conjunciones para aliñar cualquier tipo de discurso.
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Problemas sin número
El circo llegó al pueblo Claudia Hernández García Daniel Juárez Melchor
La “tradición racionalista” que hemos heredado de los griegos es la tradición de la discusión crítica, no por sí misma, sino en interés de la búsqueda de la verdad. Dentro de esta tradición, se valora a la ciencia por sus realizaciones prácticas, pero aún más por su contenido informativo y por su capacidad de liberar nuestras mentes de viejas creencias, viejos prejuicios y viejas costumbres, para ofrecernos en su lugar nuevas conjeturas y audaces hipótesis. Se valora a la ciencia por su influencia liberadora, como una de las más grandes fuerzas que respaldan la libertad humana. De acuerdo con esta concepción de la ciencia, esa influencia liberadora se debe al hecho de que los científicos han osado (desde Tales, Demócrito, el Timeo de Platón y Aristarco) crear mitos, o conjeturas, o teorías, que se encuentran en sorprendente contraste con el mundo cotidiano de la experiencia común, no obstante lo cual permiten explicar algunos aspectos de la experiencia común. Galileo rinde homenaje a Aristarco y a Copérnico precisamente porque se atrevieron a ir más allá de este mundo de nuestros sentidos. Tales teorías serían importantes aunque no fueran más que ejercicios de nuestra imaginación. Pero son más que eso, como puede verse en el hecho de que son sometidas a severas pruebas, al tratar de deducir de ellas algunas de las regularidades del mundo conocido de la experiencia común, es decir, al tratar de explicar esas regularidades. Y estos intentos de explicar lo conocido por lo desconocido han ampliado inconmesurablemente el ámbito de lo conocido, están lejos de ser meros instrumentos: son testimonios de la conquista intelectual del mundo por nuestras mentes.* Sir Karl Popper**
La actividad que presentamos en este número de Correo del Maestro está pensada para niños de tercero de primaria en adelante. Además de bus-
car la respuesta a cada pregunta, les sugerimos que discutan por qué es ésa la respuesta correcta y si es única o si hay otras.
* Tomado de Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, de Karl Popper, Paidós Ibérica, Madrid, 1972, p. 135-136. ** Sir Karl Popper (1902-1994) fue uno de los filósofos más influyentes del siglo pasado. Su trabajo se centró principalmente en la caracterización de la ciencia y en el debate para discernir las teorías realmente científicas de las que no lo son, debate que sigue abierto hoy en día.
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El circo llegó al pueblo
Actividad: En la taquilla del circo se leían los siguientes precios General
Preferente
Adultos
$30.00
$50.00
Niños de 2 a 12 años
$10.00
$15.00
Menores de 2 años
Gratis
Gratis
El acomodador verificó que todos compraran la entrada correcta y que se sentaran en el lugar correcto.
1. La persona que se sentó junto a Juan pagó $50.00, por lo que es y se ubicó en la sección . 2. ¿En qué sección se sentó Juan y qué edad podría tener si pagó $15.00? . 3. Adriana entró gratis, entonces es
.
4. Miguel y Jorge pagaron por sus entradas $40.00 entre los dos, por lo que uno es y el otro es . 5. Alfredo y Lupita compraron entradas generales; les cobraron $30.00 por los dos. ¿Por qué? . 6. Viviana y Juanita pagaron $45.00 por las dos. ¿En qué sección se sentaron? . 7. Pablo y Fernando pagaron $25.00 por los dos. Entonces los dos son y se sentaron en .
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8. Si Juan pagó $80.00, ¿cuántos boletos pudo haber comprado? ¿Por qué? . 9. Antonio pagó dos entradas con un billete de $100.00 y le regresaron $25.00 de cambio. ¿Crees que le dieron bien el cambio? ¿Por qué?
.
Soluciones: 1. Un adulto, preferente. 2. Preferente y tiene entre 2 y 12 años. 3. Una niña menor de 2 años. 4. Adulto, niño. 5. Porque uno de ellos entró gratis y al otro le cobraron $30 pesos. 6. Una se sentó en general y la otra en preferente. 7. Niños entre 2 y 12 años, uno en preferente y el otro en general. 8. Juan pudo haber pagado 8 entradas generales de niño; una entrada general de adulto y una entrada preferente de adulto; una entrada preferente de adulto y dos preferentes de niño. Esta pregunta tiene otras respuestas correctas. Intenta buscarlas todas. 9. Que le hayan regresado $25 quiere decir que le cobraron $75. Se puede saber que le dieron mal el cambio porque no hay manera de combinar dos precios de entrada de manera que sumen esos $75 pesos.
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Abriendo libros
Memorias de mis tiempos* Daniel Mir
T
ras la guerra de Independencia en 1810, en México surgió un fuerte movimiento social y político. Los centralistas y liberales se disputaban el poder, ocasionando la inestabilidad nacional. Esta disputa no sólo afectaría el terreno político, también llegaría a otros ámbitos. En el intelectual se dio una división muy marcada entre liberales y conservadores. Guillermo Prieto (1818-1897) fue testigo y protagonista de los hechos de los primeros años del México independiente. Además de poeta, romántico por definición, dramaturgo, cronista, periodista prolífico, fue una figura activa dentro de la
política de su tiempo. Esgrimiendo siempre ideas liberales, fue secretario particular de Valentín Gómez Farías y Anastasio Bustamante; ministro de Hacienda con Mariano Arista, en el gobierno de Juan Álvarez, así como en el de Benito Juárez, a quien le salvó la vida interponiéndose entre él y los fusiles de la guardia sublevada, con su célebre frase “los valientes no asesinan”. Contribuyó activamente en la Reforma. Fue también diputado quince veces durante veinte distintos periodos. Y por último fue ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete de José María Iglesias. Tras una vida plena, Prieto decidió escribir sus recuerdos a la edad de 68 años. Hace 120 años, el 2 de agosto de 1886, comenzó a redactar Memorias de mis tiempos. Nicolás León las publicó en 1906, y en la nota aclaratoria señala: “hasta aquí dejó escritas, verdaderamente en borrador, sus interesantes Memorias el señor don Guillermo Prieto”, pues era un “desordenado borrador”, lleno de tachaduras, entrelineados, enmiendas y huecos. Para el crítico Raymundo Ramos se trata de relatos familiares del abuelo que se sienta a conversar con fantasmas de otros tiempos. Prieto escribe no sólo una autobiografía sino que realiza una crónica donde se combina su vida y los hechos más relevantes del momento, de tal forma que el autor afirma: “[son] estudio, historia, reseña, anales, pero no memorias mías”. Encontramos en ellas una obra que nos acerca al
* Reseña del libro Obras completas I: Memorias de mis tiempos, de Guillermo Prieto, CONACULTA, México, 1992.
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turbulento México independiente y, en todo caso, nos ayuda a comprenderlo mejor. El narrador utiliza un estilo llano, cuando es preciso lo adereza con humor y en otras ocasiones, con una crítica punzante. De esta manera cuenta su vida y al mismo tiempo narra la historia que abarca el periodo de 1828 a 1853. Prieto se remonta hasta su infancia. A medida que transcurre su narración vamos descubriendo la visión del escritor sobre su entorno. A través de la pluma podemos apreciar el acontecer cultural y político del que él mismo formaría parte. Las detalladas descripciones de la Iglesia y sus frailes –según él, “de los sermones podrían escribirse tomos enteros, conteniendo verdaderas blasfemias en el pésimo gusto del siglo XVII”–, fiestas “mundano religiosas”, comida, tertulias, bailes o cualquier cosa que pudiera atraer a la magnífica memoria del poeta. Por otro lado están los testimonios históricos que se van hilando en el texto. Utiliza a lo largo de su crónica recursos particulares: a menudo anota canciones y poemas, registra diálogos de forma tal que la acercan a la novela. Una figura importante tanto en las memorias como en la vida de Guillermo Prieto es Andrés Quintana Roo, no sólo por ser una de sus fuentes históricas sino por ser su benévolo tutor, casi un segundo padre. Así Prieto cuenta su primer encuentro: — [...] ¿Cuántos años tienes? — Quince voy a cumplir. — ¿Y tú qué sabes hacer? — ¿Qué sé hacer?... sé hacer sonetos... y eso sí en menos de un decir Jesús.
Esto fue el inició de una larga relación. Gracias a él obtiene un empleo en la aduana y puede estudiar en el Colegio de San Juan de Letrán, centro de gran actividad intelectual y base del desarrollo posterior del joven poeta. En esa institución es donde se fundaría posteriormente la Academia de Letrán (1836), primera asociación literaria de importancia, creada por Prieto, Manuel Toniat Ferrer y los hermanos José María y Juan N. Lacunza. Poco a poco fueron ingresando al grupo otros miembros: Ignacio Rodríguez Galván, Fernando Calderón, Manuel Payno, José María Lafragua, José María y Juan Nepomuceno, Ignacio Ramírez Pesado, Manuel Carpio y José Bernardo Couto. Más tarde se nombraría a Quintana Roo como presidente perpetuo de la Academia. A lo largo de Memorias de mis tiempos desfilan figuras históricas, se describen anécdotas de Guadalupe Victoria, el general Bustamante, Santa Anna y Juárez. El texto relata hechos de hasta 1853, un año antes de su primer destierro a Cadereyta, Guanajuato. Viajes de orden suprema es la continuación de estas memorias, donde relata el viaje que realiza debido al destierro ordenado por San Anna. La narrativa de Guillermo Prieto es de prosa amena y llana, y si bien se centra en sus recuerdos personales, encontramos en ellos acontecimientos y figuras históricas. De esta manera Prieto nos brinda un placentero recorrido por gran parte del siglo XIX. Las Memorias de mis tiempos es un retrato de la vida mexicana de ese periodo, en el que se buscaba la construcción de la identidad nacional tras la recién consumada Independencia.
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Maestros en red
Maestros en red
De: Marievna Donají Vázquez Marcial Para: correo@correodelmaestro.com Fecha: febrero 2006 Dirección: Oaxaca, Oax.
Soy profesora en el Centro Regional de Educación Normal de Oaxaca. Ando en busca de documentos que puedan servir a la formación de docentes y me parece que la revista Correo del Maestro tiene un contenido muy valioso para mis propósitos. Quisiera suscribirme para recibir los números recientes, pero también quisiera recibir números anteriores. Espero su respuesta.
Estimada profesora Marievna: Reciba un saludo de todos los que hacemos la revista Correo del Maestro y también nuestro agradecimiento por su interés en esta publicación hecha por y para los maestros. Para atender su solicitud le pedimos amablemente que se comunique a los siguientes teléfonos de lada sin costo: 01-800-31-222-00 y 01-800-849-35-75. Por ese medio puede usted suscribirse a nuestra revista y recibir, si lo solicita, los números anteriores que precise o la colección completa. Aprovechamos la ocasión para recomendarle que visite también nuestro sitio en internet: www. correodelmaestro.com, desde el cual puede acceder a todos los números de la revista y localizar con precisión los ejemplares que desee solicitar. Estamos a sus órdenes. Correo del Maestro
De: Evaristo Durán Jiménez Para: correo@correodelmaestro.com Fecha: marzo 2006 Dirección: Nuevo Casas Grandes, Chihuahua.
Hola, soy un profesor que tiene 26 años de servicio y dos años que aprendí a usar el internet. Es la primer vez que entro a esta página y me parece formidable, la voy a recomendar a mis compañeros profesores y profesoras de educación básica, ya que lo que he estado investigando me ha parecido muy bien. Felicidades.
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