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Para que el universo deje de tener agujeros negros y vuelva a ser hermoso como antes
entre
NOSOTROS
Para que el universo DEJE DE
TENER AGUJEROS NEGROS y vuelva a ser hermoso COMO ANTES
Alicia Esther Pereyra
La ciencia fi cción en la escuela nos da la posibilidad no
sólo de presentar un género literario, sino de promover la escritura en los niños. Muchos cuentos y novelas de ciencia fi cción han tenido adaptaciones cinematográfi cas, lo que nos permite también realizar el camino inverso: de la película a la escritura. Compartir esta experiencia es fundamental para quienes saben que los niños, bien estimulados, son capaces de expresar por escrito mucho más de lo que por lo general se les pide.
La máquina, por Cristian Barrera.
Sobre la ciencia y la fi cción
Los entrecruzamientos entre la ciencia y la fi cción suelen resultar entrañables. En el juego de preguntas y respuestas en torno de los problemas del mundo que habitamos, según Miguel Beltrán,1 encontramos que la apariencia integra aquello que convenimos en llamar realidad; su conocimiento la implica, porque es real en sus efectos, y a la vez, la realidad contiene elementos que objetivamente apuntalan las apariencias; esa articulación de signifi cados constituye nuestra interpretación del mundo. Cuando contamos algo a alguien, lo estamos imaginando; poner en palabras la realidad es imaginarla, un acto propio de la fi cción. Asimismo, afi rma Thomas Pavel,2 la realidad no se circunscribe al mundo actual sino que se compone también de mundos posibles y probables; vivimos muchas realidades, en mundos creados a partir de
1 Miguel Beltrán, La realidad social, Tecnos, Madrid, 1991. 2 Thomas Pavel, Mundos de fi cción, Monte Ávila, Caracas, 1991.
otros. Los fi ccionales se constituyen en alternativos y accesibles al real, en tanto un modo de producir sentido, que encuentra sus raíces en la coexistencia de lo real y lo imaginario en el orden de “lo posible”. Si la fi cción se entiende como construcción de mundos, todo el discurrir humano sobre la realidad se encuentra impregnado de ella al superar su carácter evidente e irrefl exivo. Desde esta perspectiva, Juan José Saer3 sostiene que pone en evidencia su carácter complejo, ya que al dar un salto hacia lo inverifi cable, multiplica al infi nito las posibilidades de su tratamiento desde su doble carácter empírico e imaginario, diciendo algo distinto de lo que quiere decir para hacer surgir algo original, nuevo. Realidad y fi cción, desde sus incontables vertientes, se encuentran dichosamente en la literatura.
Como género discursivo, la ciencia fi cción parte de nociones científi cas para narrar una historia sobre sociedades futuras o mundos paralelos; más exactamente, se ocupa de sucesos que aún no han tenido lugar, ofreciendo una mirada descarnada sobre sus causas y consecuencias, y desde allí aborda los efectos que los cambios producen sobre las personas en particular y sobre la especie humana en general; sus temas predilectos se ubican en un futuro en el que coexisten viajes a través del espacio o el tiempo, vida en otros planetas, crisis generadas por la tecnología o la presencia de criaturas y entornos extraños. Siguiendo a Natalia Castro Vilalta,4 estos temas expresan el temor de que la razón instrumental propia de la ciencia y la industria moderna se torne dominante, y la política y la
3 Juan José Saer, El concepto de fi cción, Ariel, Buenos Aires, 1997. 4 Natalia Castro Vilalta, “Ciencia, Tecnología y Sociedad” en la literatura de ciencia fi cción”, Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, núm. 11, vol. 4, julio de 2008. Extraído el 2 de diciembre de 2008, de: www.revistacts.net/4/11/010. moral se reduzcan a cierta “ingeniería social” que busque efi cacia y efi ciencia sin detenerse a refl exionar en torno del tipo y la calidad de sociedades que suponen. En su génesis pueden rastrearse indicios de las novelas de viajes, la literatura gótica y el género utópico, del que hereda el potencial crítico sobre el presente, en tanto que del positivismo devendría cierta idea romántica de la ciencia. Este territorio es recorrido por científi cos y tecnólogos que, al dedicarse a la literatura, descubren la necesaria libertad para explorar sus propias ideas sin encontrarse sujetos al discurso académico, soslayando así la especulación sociológica o fi losófi ca.
Uno de sus más valiosos referentes, Ray Bradbury,5 afi rmaba que los niños son los primeros en advertir que la ciencia fi cción “devora ideas, las digiere y dice cómo sobrevivir”; sin fantasía no podría existir la realidad. Hay un paralelismo entre este género y el enfrentamiento entre Perseo y la Medusa, en donde aquél la vence mientras fi nge desviar la mirada; de igual manera, la ciencia fi cción conforma un intento por resolver problemas mientras fi nge mirar hacia otro lado. Constituye verdaderos estudios de las cosas futuras, que el escritor deduce de los aspectos más notables de la realidad, y por ello cree que ocurrirán.
A su vez, Jorge Luis Borges,6 en el imperdible prólogo de Crónicas marcianas, destaca su carácter de anticipación de un porvenir posible o probable, mencionando además que toda literatura es simbólica; en tanto existen sólo unas pocas experiencias fundamentales, resulta indiferente que un autor recurra a lo fantástico o a lo real. Con agudeza señala que, a partir del siglo XX, la imaginación inició un proceso de
5 Ray Bradbury, Zen en el arte de escribir, Minotauro, Barcelona, 2002. 6 Jorge Luis Borges, Prólogo con un prólogo de prólogos, Emecé,
Buenos Aires, 1999.
Las dos versiones de la máquina de hacer cosas, por Celeste Gómez.
aceptación de lo prodigioso, a condición de que su vertiente fuera científi ca, ya no sobrenatural. Además, en ese entonces comenzaron a percibirse transformaciones culturales y sociales como consecuencia de los procesos económicos impulsados por las ideologías erigidas por la ciencia y la tecnología, desde donde se va dibujando, para luego asentarse, la ciencia fi cción propiamente dicha: sus relatos no trataban sólo de cosas fantásticas, sino de lo fantástico que podría llegar a mutar en posible. Como literatura de ideas, pone el énfasis en el universo de posibilidades que se abren y dan lugar al uso de diferentes códigos y de lenguajes inventados.
En el camino de la construcción de una propuesta escritural
Estas y otras consideraciones, por cierto, con menor grado de detalle, rondaban en mi cabeza cuando comencé a delinear una propuesta para desarrollar con los alumnos de sexto año. En este devenir, una colega, Viviana Vásquez, me sugirió un libro que había leído en su niñez, y que le había resultado inolvidable; explorando la web, una mano generosa ofrecía la versión completa de Fábulas de robot, compilación de cuentos que describen un futuro en el que las máquinas se liberaron de la servidumbre para la que habían sido creadas; según el propio Stanislav Lem7 los cuentos son caracterizados como apólogos o cuentos fi losófi cos, en la tradición de la literatura francesa del Siglo de las Luces, aunque se destaca como particularidad su base científi ca.
Si bien Lem reconoce la intención educativa que en ellos subyace, no le interesó el sentido aleccionador que convirtiese a la humanidad
7 The Offi cial Stanislaw Lem Site. Lem about Lem, 2006 Extraído el 29 de diciembre de 2008, de: www.lem.pl/cyberiadinfo/ english/osobie/biogrys2.htm.
Una máquina servicial, por Alejandra San Martín.
en justa y virtuosa. En tanto “los libros cobran vida en el momento en que los lectores se los apropian”, su recepción resulta imprevisible, y se ubica más allá de las expectativas del autor. Rechaza, asimismo, la idea del supuesto mensaje a descifrar en su obra; tal como advierte Jorge Luis Borges,8 el intento por hacer del arte una función de la conciencia suele redundar en su perjuicio, ya que los propósitos y las teorías literarias que lo sostienen sólo son estímulos, y la obra fi nal los ignora e incluso contradice. El encanto de las fábulas no reside en la moraleja, sino en la imaginación que dota de inocencia e irresponsabilidad a los personajes. Sea como fuere, vale incluir la percepción de Mijaíl Bajtín,9 quien afi rma que todo recuerdo del pasado sue-
8 Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1994. 9 Mijaíl Bajtín, Estética de la creación verbal, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2005. le presentarse estetizado, mientras que el recuerdo del futuro siempre es moral.
Algo hay más allá de lo evidente en esta obra de Lem que desearía, siquiera brevemente, compartir con ustedes. Aseguró haber utilizado la forma convencional de los cuentos de hadas, en los que se inmiscuyen inventores con veleidades dionisíacas, ciudades y palacios envueltos en hielo o en platino, electroguerreros ambiciosos, caballeros aguerridos, ingenieros cosmogónicos, reyes codiciosos convertidos en tiranos, princesas inquietas, prontas a desposarse, robots enanos, gigantes de cobre y monstruos destructivos, naves misteriosas, electrodragones creados por un rey aburrido de sojuzgar a su pueblo con su consabida corte de dignatarios zalameros, sabios reducidos a simples especuladores, entre otros, trasladando una imposible Edad Media a un futuro robotizado. Pero a la vez, allí se cifran dos contenidos, el literal –en donde se inscribirían como cuentos tradicionales y maravillosos–
y el fi gurativo –desde el que, quizás a pesar del autor, se deja entrever una crítica formidable a los aspectos más tortuosos del totalitarismo. Por otra parte, es valioso recordar que el género fabulístico en clave satírica se remonta a Grecia, como manifestación generalizada en oposición a la solemnidad de la lírica y su expresión, la épica, soporte ideológico de los sectores privilegiados. Supo representar la vida cotidiana popular –y su increíble capacidad inventiva de tono reivindicatorio–, circulando de boca en boca.
En las versiones de habla inglesa, se denominan cuentos; en la española, fábulas; resulta lícito suponer que las editoriales retomaron ese sentido moral para ofrecerlo a los lectores hispanoparlantes. Lem fue considerado en su país de origen como un autor de libros para niños, y sus personajes, dotados de la posibilidad de elegir, parecieran comportarse humanamente, como los constructores Trurl y Clapaucio, dominados por emociones y plagados de defectos y virtudes que los manejan y colocan en situaciones imposibles, en los que el humor y la frescura de los diálogos los tornan ingenuos y divertidos, como encarnaciones de la niñez. Luego de una lectura exploratoria del libro, seleccioné uno de los cuentos, “Cómo se salvó el mundo”, atendiendo a la posibilidad de ofrecer una propuesta metafi ccional por la cual se colaran las nociones y valoraciones de los niños en torno de la combinación única de ciencia fi cción y fábula, para poner en la práctica una experiencia durante el mes de noviembre de 2008. La anécdota aparece en un primer plano como sumamente sencilla: el constructor Trurl inventó una máquina creadora de objetos, y desafi ó a Clapaucio, su archienemigo, a ponerla a prueba; esto se refi ere al enfrentamiento implícito entre ambos, y las consecuencias graves de su resolución, cuando la máquina, obedeciendo al rival, crea la Nada y hace desaparecer objetos y elementos del universo, que nunca más tornarían, volviéndose irrecuperables.
En su inicio abordamos algunos aspectos vinculados con el género, y nos detuvimos viendo diversos videos, entre ellos, algunos que exploran lo infi nito: galaxias lejanas, sistemas solares, constelaciones y agujeros negros con estructuras inimaginables se fueron entremezclando en la mirada. Luego, trabajamos en la recreación del movimiento de robots a partir del análisis del desplazamiento de animales y la idea de dotarlos de gestos y rasgos emocionales, así como los adelantos referidos exclusivamente al movimiento, ya que aparecían realizando recorridos en bicicleta, tocando el violín o danzando. También hubo un momento para la nostalgia, en el que se coló la propia, ya que observamos con atención inusitada un capítulo del dibujo animado “Los Supersónicos”, y analizamos los inventos que se proponían para un futuro lejano y su actualización –por ejemplo, el teléfono con visor– y la imagen construida en ese pasado –1968– sobre el futuro. Asimismo, rescaté lo que a mi criterio es una extraña joya del cortometraje, “Le voyage dans la Lune”, de Méliès, producida en 1902, que relata un viaje a la Luna, sorprendente y cómico, que les mostró cómo se veía el mañana con los ojos del ayer. Lo que se puso en juego fue, entonces, la especulación y la maravilla con las que es posible enfrentarse al futuro y relativizar el presente, restarle cierta carga de signifi caciones que lo coloca en una posición omnisciente.
En la actualidad el cine ofrece más elementos a los niños para conocer y signifi car las especifi cidades del género, como la trilogía “The Matrix”, o “Inteligencia artifi cial”, entre los fi lmes más recientes. Uno de los alumnos, Rodrigo Colman, trajo a colación las claves que guían la robótica, creadas no desde la ciencia, sino la literatura, y retrabajadas, entre otras, en la película “Yo, robot”, basada en Asimov. Este
Máquina robótica, por Rocío Salgado.
elemento analítico fue recuperado en la lectura compartida, en particular cuando la máquina, obedeciendo la orden del constructor, comienza a crear la Nada, lo que supone la desaparición de algo que nosotros, simples lectores, desconocemos, pero poseía inusitado valor para los personajes, así como el riesgo de sus propias vidas. Las tres leyes de la robótica, plasmadas por Isaac Asimov en “Runaround”, operan como formulaciones matemáticas, y establecen, en la Primera Ley, que un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño; en la Segunda, debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto si entran en confl icto con la Primera Ley; y en la Tercera, debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en confl icto con la Primera o la Segunda Leyes. Agrega posteriormente, en “Robots e Imperio”, la Ley Cero: un robot no puede realizar acción ni por inacción permitir que nadie la realice, que resulte perjudicial, aunque entre en confl icto con las tres primeras leyes. Obedecer tales reglas nunca hubiese implicado la afectación directa a sus creadores; cierta ética y determinados valores sociales habilitan o inhiben las prácticas y acciones de quienes lo hayan creado. ¿Qué ocurriría si se tratase de robots creados por robots?
Tomar la palabra
Organizar la propuesta escritural implicó, por una parte, la lectura extensiva previa, para luego rastrear, a partir de los comentarios que iban surgiendo, la línea que la estipulase y brindara nuevos sentidos. Me pareció interesante sugerir a los alumnos que imaginaran qué máquina construiría Clapaucio para superar a Trurl, por ejemplo, retomando la idea de competitividad, o como reparación del daño causado.
En las versiones urdidas, de las que seleccioné algunas para este artículo, puede verse esa
duplicidad en la que juegan los elementos de la ciencia fi cción y de la fábula, con características distintivas. Entre ellas, se destacan las incorporaciones del conocimiento científi co vinculado con la inteligencia, tal como expresa Rocío, que además pone en cuestión la idea de ser y parecer: así, la nueva creación de Clapaucio no sólo era superior, sino que lo parecía, ya que “cualquier persona que la viera ya sabía que era de nivel universitario”. Además, instala la ironía en las palabras del creador, destinadas a su rival eterno. Por su parte, Tamara pone el foco en la aceptación de una verdadera derrota creativa del competidor, retomando la noción de inteligencia como clave interpretativa, y así avanza en una estrategia alternativa, que promueve asimismo la unión como poder insuperable. Marcos combina fuerza e inteligencia, para diferenciarla de la anterior, que no supo concebir las consecuencias de sus actos, lo que llevaría a una pérdida irreparable.
Clapaucio volvió a su casa triste, todo lo intentó para construir una máquina que pueda trabajar con todas las letras, pero no pudo, y así no iba a volver a ver las maravillosas primas y las murquías. Pero por otro lado estaba enojado, porque no iba a poder ganarle a Trurl.
Volvió a su casa y le dijo: -No peleemos más, porque somos iguales. No importa quién es más inteligente. Trurl le respondió: -Sí, olvidemos nuestra competencia por ser el mejor, y unamos nuestra inteligencia para empezar a crear.
Tamara Trigo
Clapaucio volvió a su casa muy asustado, y envidioso, inventó una máquina que sabía hacer todas las cosas que empiezan con r, así crearía robots con más capacidades. Era una máquina muy inteligente, todas sus respuestas eran científi cas. Su creador aseguraba que cualquier persona que la viera ya sabía que era de nivel universitario, no como la de Trurl, porque había que entrar y pro-
Robot creador, por Gabriel Ramírez.
barla. En seguida fue a mostrarle a su competidor, como él decía, “su insignifi cante máquina”. Rocío Salgado
Clapaucio inventó una máquina que podía levantar dos toneladas con una sola mano, era indestructible, tenía rapidez, podía hacer cualquier cosa, volar, encontrar todo lo que sea, viajar en el tiempo y con inteligencia propia. Marcos Daniel Suárez
Como una versión sumamente interesante por lo diferente, el escrito de Pamela guarda semejanzas con el discurso de la propaganda, y así la concibe como un artefacto a la medida de las necesidades hogareñas comunes, retomando la noción de servicio que se ubica en la génesis de la robótica.
Clapaucio inventó una máquina que podía hacer todas las cosas con todas las letras. Era pequeña pero muy inteligente, según su creador mejor que la de Trurl. De acero inoxidable, también podía hacer tareas domésticas.
Pamela Méndez
Robot-máquina, por Jonathan Cerna Zurita.
Gustavo trae al ruedo un temor constante, del que se hacen eco los expertos en calentamiento global y cambio climático, relativo a la posibilidad de deterioro o destrucción del sol. Como la estrella adorada por todas las civilizaciones antiguas, el sol domina el sistema planetario, pues aporta toda la energía que mantiene la vida en la Tierra. Generada por la infranqueable rencilla entre constructores, el efecto sobrepasa lo establecido en el cuento, llegando así al fi nal en el que otra vez se provoca sorpresa por las emociones humanas que guían las acciones de los personajes.
Clapaucio, después de esa envidia que pasó, se propuso construir algo mejor. Luego de pensarlo todo un día, dijo: ¡Voy a construir algo que no solamente haga lo mismo con la letra ene, sino con todas las letras del alfabeto!
Al otro día decidió llamar a Trurl. Le llevó mucho tiempo llegar, no podía creer lo que había hecho, se moría de envidia, y Clapaucio le dijo: –¡Pruébalo!
Su contrincante: –A ver si sabe hacer todas las cosas con las letras del alfabeto: le diré que haga desaparecer algo con a, como un árbol.
Bueno, la máquina lo hizo.
Luego dijo: –Está bien, pero sólo voy a parar si destruyes algo con s.
Lo hizo.
De repente, se apagaron las luces. Sale afuera, no había nada, sólo las estrellas.
Trurl le dijo: Qué destruiste!!!!
La máquina contestó: El Sol. Gustavo Chazarreta
En un tono fuertemente conciliador, algunos escritos dan cuenta de la invención de formas insospechadas de resarcimiento. Daiana se detiene, antes que en los personajes en sí mismos, en los detalles que refi eren a la nueva máquina, dando lugar no sólo a la creación sino fundamentalmente a la corrección de errores, como recuperación crítica de las leyes de la robótica, y cifrándola en el todo, que inhibe la nada, anclado en el poder mágico adscrito a la palabra. Rodrigo y Celeste se ven movilizados por la imagen insólita de los agujeros negros, y es allí desde donde el creador elabora una versión que mejora la anterior.
Clapaucio inventó una máquina como la de Trurl, pero con la diferencia de que le incorporó toda clase de información y con el alfabeto completo. Cuando le daban órdenes, las cumplía, y si la orden era errónea la corregía. Con ello pudo solucionar el problema que había tenido con la máquina del otro constructor: le dijo que tenía que hacer el TODO, y el cielo volvió a tener estrellas, las preciosas grismacas y guadolizas que se habían perdido por la NADA.
Daiana Yapura
Clapaucio después construyó una máquina que hacía cosas que empezaban con todas las letras, para así poder devolver todas las cosas que los agujeros negros se llevaron.
En ese momento, Trurl estaba relajado en su casa, de repente llegó y le mostró la nueva y mejorada máquina. Asombrado, le dijo que recuperara todo lo que se había desaparecido, que creían perdido para siempre.
Rodrigo Muñoz
Clapaucio logró construir una máquina que trabajara con muchas letras, y de esa máquina surgieron cosas maravillosas. Para que el universo deje de tener agujeros negros y vuelva a ser hermoso como antes, y de esa manera compartir con Trurl su invento y ser reconocidos por los científi cos. Celeste Gómez
Nicolás despliega los límites de su fantasía y trae, reformulada, una idea muy cara para la ciencia: una máquina del tiempo. Su versión difi ere sustancialmente de las demás, dedicadas a una máquina mejorada; este verdadero giro se nutre de la historia que contó Wells en su primera novela, La máquina del tiempo (1895), y sus adaptaciones cinematográfi cas.
Clapaucio, avergonzado, llegó a su casa pensando cómo podría hacer una máquina mejor que la de Trurl, que revirtiera el daño causado, para poder contemplar nuevamente sus maravillosas pimas y murquías, y así construyó una máquina del tiempo. Cuando la terminó, regresó al pasado justo en el momento en que le ordenaba a la máquina de Trurl crear la Nada. Así pudo revertir la orden dada y evitar la desaparición del mundo, y con ésta creó una máquina mejor que la de Trurl. Nicolás Painequeo
El nivel de la historia se organiza en torno de las acciones, motivadas fundamentalmente por las complejas relaciones entre ambos per-
Robot ideado por Nicolás Painequeo.
sonajes. De allí la relevancia que los niños le conceden a los celos y la envidia, sentimientos / emociones viscerales que expresan rivalidad constante, y les confi eren dimensión humana. La envidia se produce al percibir en otro aquello que se desea, provoca dolor e indignación por la injusticia de tal diferencia, y se presenta en relaciones de cierta simetría, en este caso, los constructores y sus creaciones. Los celos implican a una tercera persona, con la que el celoso tiene o desea tener un vínculo exclusivo que no acepta compartir, la comunidad en la que habitan y el reconocimiento del que son objeto. La envidia está conectada con el no tener, en tanto los celos, con el tener, pero ambas, según Alfonso Fernández Tresguerres,10 se unen en cierto sen-
10 Alfonso Fernández Tresguerres, “De los celos”, El Catoblepas,
Revista Crítica del Presente, Sección Guía de Perplejos, núm. 15, mayo de 2003. Extraído el 3 de junio de 2008 de: www.nodulo.org/ec/2003/n015p03.htm .
timiento de inferioridad. Ayrton escoge como respuesta a la confrontación explícita que oculta la presunción, la indiferencia, el peor de los castigos; Aixa se detiene en la enumeración de las creaciones posibles, pensando en los sentimientos como motor de inventiva; Abigail va más allá y agrega sin dilaciones el propósito del constructor, “refregárselo en la cara y hacerse el que lo superó”, verdadero móvil de la acción.
Cuando llegó a su casa, Clapaucio ahí nomás se puso a inventar una máquina que pudiera cumplir cualquier orden sin titubear ni un poco. Al rato llamó a Trurl, para presumir con su máquina, pero al otro inventor no le dieron nada de celos. Ayrton Rojas
Clapaucio, como era muy celoso y envidioso, creó un robot aún mejor, con las funciones que tenía la máquina de Trurl, sólo que con mucha más información. Podía crear todas las cosas porque tenía no sólo la letra ene, sino todas las letras del alfabeto. Creaba cosas con a, anclas, con b, barcos, con c, castillos, con d, dinosaurios, con e, estufas, etcétera.
Aixa Andrada
Clapaucio, como era un joven muy envidioso de su rival, creó un robot aún mejor que el de Trurl, para refregárselo en la cara y hacerse el que lo superó. La máquina que creó hacía muchas cosas más aún que la máquina que había fabricado Trurl, con todas las letras y en todos los idiomas. Abigail Neira
También Jorge Luis y Gabriel ponen el énfasis en la envidia, dejando a un lado la habilidad o el saber como cualidades distintivas. Para el primero, se torna insoportable, a tal punto que en cierta medida inhabilita el pensamiento, y elige demostrar su superioridad intelectual ampliando las posibilidades de la máquina; Gabriel, acaso atendiendo esa incapacidad de prever las consecuencias de las acciones, generadora de la sentida pérdida, le incorpora sentimientos. Así, entonces, es posible reparar ese daño causado por la primera invención, la que, por carecer de esta cualidad humana, cometió la atrocidad de anular para siempre aquello tan caro a su creador.
Clapaucio, como ya no soportaba la envidia que tenía, estuvo una noche completa sin dormir, pensando que podía construir una máquina muy superior a la de Trurl. Tardó mucho tiempo porque no podía pensar de los celos, pero se esforzó un poco y fabricó una máquina que hacía lo contrario a la de Trurl, podía crear toda cosa que empezara con cualquier letra, y además mejorar las cosas que ya estaban creadas.
Jorge Luis Aguilar
Clapaucio, con envidia, se fue a la casa para crear un robot mucho mejor que el de Trurl, que haga todas las cosas que ese no pudo hacer. También lo programó para que cree cosas, le enseñó varios idiomas, le puso sentimientos que la otra máquina no tenía.
Gabriel Emanuel Ramírez
Los últimos escritos seleccionados se dedican a explorar y describir las características nuevas de la invención, todo lo que puede hacer a diferencia de su predecesora. Por ello, Rodrigo la concibe con aspecto humano, con piel y pelo, así como Jonathan la humaniza en paralelo a la capacidad distintiva de crear; Rodrigo opta por el recogimiento para su personaje, en un verdadero periodo de incubación que permite el despliegue de la creatividad, y sólo luego exponerla a su rival, para mostrarle todo aquello que había resultado incompleto previamente, además de conferirle el raro don de producir planetas.
Clapaucio inventó un robot que podía hacer que llueva, nadar, mover las nubes, hacer cualquier
Máquina creando, por Luis Vegas.
cosa que le pidan. El robot era igual que un humano, con piel, era alto, tenía pelo, y podía leer, sumar, nombrar cualquier animal u objeto. Rodrigo Laluf
Clapaucio, para competir con Trurl, esa noche estuvo muy pensativo. Empezó dibujando cómo iba a ser. A la mañana siguiente, se despertó y empezó a construir un robot que iba a ser más inteligente que el de Trurl. Así que le incorporó todo lo que podía hacer un hombre: caminar, hablar, expresar sentimientos, pensar y muchas cosas más. Cuando la terminó primero la probó, le pidió que haga cosas y las cumplió, luego llamó a Trurl, él quedó muy impresionado, lo felicitó y se fue. Jonathan Cerna Zurita
Luego de la terrible experiencia que Clapaucio tuvo con la máquina de Trurl, decidió internarse en su laboratorio. Cuando pasó un año y medio desde que el inventor estuvo trabajando sin parar, decidió salir e ir corriendo a gran velocidad hasta la casa de su rival. Al llegar, sin dudarlo, le mostró su nueva máquina que podría crear todas las cosas del universo, excepto las que empezaban con las letras P y N. Además, podía crear nuevos planetas y ponerlos donde quiera. Rodrigo Colman
Refl exiones fi nales
Retomo la aguda observación de Bradbury: son los niños quienes incursionan en esos mundos ficcionales futuros y juegan en ellos, intentando volver a pensar en los grandes y pequeños problemas mientras fi ngen mirar hacia otro lado, poniendo en cuestión sus propias relaciones y los afectos implicados, las dudas en torno del futuro, los saberes construidos en torno del género propagandístico, la reversibilidad del tiempo, ese tirano, la exploración de la creatividad, la ciencia y la cientifi cidad como ser y parecer, las causas y los efectos de las acciones.
Como en un viaje interplanetario, en los actos de leer y escribir literatura descubren no sólo un nuevo mundo real, sino también una variedad de “mundos posibles” que giran alrededor de él, y cobijan sus preocupaciones, fantasías o angustias, necesidades, inquietudes, intereses, en fi n, tramos de sus vidas, entre líneas. Antes que distraer o entretener, buscan a través de sus historias manifestar sus temores, expectativas e interrogantes corregidos en sus deseos; en estas mezclas entre lo fantástico y lo cotidiano, se deslizan en terrenos realistas, y van tejiendo la
trama de signifi cados que dilucidan sus modos de estar en el mundo, produciendo nuevos efectos de verdad, porque sus palabras abren lo real. La experiencia de sorprenderme cada vez con sus miradas sobre el mundo y la vida, que nunca son lineales ni unívocas, cuando me dispongo a escuchar, a detenerme en algunas de las producciones que quizá se ubiquen por fuera del canon establecido, me conduce a abrir las preguntas sobre ellas, considerarlas como enigmas, reconocerme como parte de esos otros a quienes están dirigidas. Los niños, rastreadores de sentidos, plantean una rebelión permanente con los signifi cados congelados, ahondando en su porosidad y sus matices. “Tomar la palabra” se convierte así en hablar y articular un pensamiento y escuchar y dialogar con otros, sumarse a una conversación que nos precede y que continuará cuando ya no estemos. Necesitamos imprimirle una huella singular, un espacio de libertad en donde se anude la herencia del pasado con la construcción de lo que está por venir. La escritura literaria habilita las marcas de nuestra historia en un mundo donde las escrituras de los otros ofrecen ser leídas, como constantes encuentros que nos confi guran. Uno de los sentidos de la escuela es hacer de ella un lugar donde esta construcción suceda.
Texto literario
LEM, Stalinslaw, “Cómo se salvó el mundo”, en Fábulas de robots, Todolibro - Bruguera, Madrid, 1981.
Bibliografía consultada BAJTÍN, Mijaíl, Estética de la creación verbal, Siglo XXI,
Buenos Aires, 2005. BELTRÁN, Miguel, La realidad social, Tecnos, Madrid, 1991. BORGES, Jorge Luis, Prólogo con un prólogo de prólogos,
Emecé, Buenos Aires, 1999. , Otras inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1994. BRADBURY, Ray, Zen en el arte de escribir, Minotauro,
Barcelona, 2002. CASTRO Vilalta, Natalia, “Ciencia, Tecnología y Sociedad” en la literatura de ciencia fi cción”, Revista
Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, núm. 11, vol. 4, julio de 2008. Extraído el 2 de diciembre de 2008, de: www.revistacts.net/4/11/010. FERNÁNDEZ Tresguerres, Alfonso, “De los celos”, El
Catoblepas, Revista Crítica del Presente, Sección
Guía de Perplejos, número 15, mayo de 2003. Extraído el 3 de junio de 2008 de: www.nodulo.org/ ec/2003/n015p03.htm. PAVEL, Thomas, Mundos de fi cción, Monte Ávila, Caracas, 1991. SAER, Juan J., El concepto de fi cción, Ariel, Buenos Aires, 1997.
The Offi cial Stanislaw Lem Site. Lem about Lem, 2006 Extraído el 29 de diciembre de 2008, de: www.lem.pl/cyberiadinfo/english/osobie/ biogrys2.htm.