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Pasando por el facticio pantimedias… desde las calzas hasta las galochas
sentidos
Y SIGNIFICADOS
Pasando por el facticio
PANTIMEDIAS… DESDE LAS CALZAS hasta las galochas
Arrigo Coen Anitúa (†)
E El extremo posterior del pie, con el que de prefe-
rencia pisamos, el ‘talón’, que soporta todo el peso del cuerpo, tenía en latín, aparte del nombre talus, el de calx, calcis, el cual, adjetivado en calcaneum, originó nuestro calcáneo, en anatomía nombre del hueso del talón, el calcaño, calcañal, carcañal o calcañar. La forma verbal de calx, calcis, fue calcare, ‘calcar’, que etimológicamente quiere decir ‘apretar con el pie’, ‘pisotear’, y que vino a signifi car ‘apretar’ sobre los perfi les de un dibujo para copiarlo y, en sentido fi gurado, ‘imitar’, ‘plagiar de modo servil’.
El posverbal de calcar el calce –otros lo traen del latín calceus, ‘calzado’, ‘zapato’–, con diferentes acepciones, pero ninguna que dé idea de pie de documento, como se suele signifi car en la frase tan usada entre nosotros, “cuya fi rma aparece al calce”, expresión que ya va a ser imposible desterrar.
El adjetivo calceus connotó ‘guarda del pie’, ‘defensa de las bases’, en fi n, ‘vestido de medio cuerpo hacia abajo’ y, en efecto, calza fue la ‘vestidura que cubría el muslo y la pierna’, lo que desde 1959 poco más o menos, hemos dado en designar con el hechizo pantimedias. Se usaba el término comúnmente en plural y eran calzas atacadas las que se enfi laban por los pies, cubrían éstos, las piernas y los muslos, y se unían a la cintura con agujetas; calzas prietas o bermejas son aún los aprietos o apuros, y en los lenguajes metafórico y familiar, aparece con frecuencia la palabra calza.
Las calzas que sólo subían hasta las rodillas eran las medias calzas; hoy, suprimido el sustantivo, el solo adjetivo medias, sustantivado, nombra esas
prendas. Como éstas generalmente son tejidas, al tejer de agujas se le dice ‘hacer calceta’ y a un tejido especial, ‘punto de media’.
Pasada rápida revista a las formas diminutivas de calzas: los calzones, los calzoncillos y los calcetines, llegamos al calzado, nombre genérico de cuanto sirve para resguardar y vestir el pie, el tobillo y aun las pantorrillas, pero casi nunca más arriba de las rodillas.
En vascuence, zapatu es pisotear y zapata, calzado. Corominas afi rma que zapato tiene el mismo origen “incierto” del portugués zapato, catalán y occitano sabata, francés savate, italiano ciabatta ‘zapato viejo’, y árabe vulgar sabbat; una palabra semejante usan algunas lenguas eslavas del Norte, chóbot; en turco septentrional hay chabata y alguna forma semejante se ha empleado en persa; pero no es seguro que haya relación etimológica entre estas palabras orientales y las de lenguas de Occidente (en húngaro, zapato es czipö, y en ruso, cipela).
En el diálogo inicial de la novela de Cervantes, Rinconete y Cortadillo, el menor de los dos truhanes dice: “…sino que mi padre, por la misericordia del cielo, es sastre y calcetero, y me enseñó a cortar antiparas, que, como vuesa merced sabe, son medias calzas con avampiés, que por su propio nombre se suelen llamar polainas…” En efecto, antes de ser la actual prenda que sólo cubre el empeine, los souliers à la poulaine (así, en francés) originalmente ostentaron una enorme punta, a veces dirigida hacia arriba y aun enroscada o envuelta en la pierna. La palabra francesa poulaine es de etimología dudosa. Generalmente se explica por el femenino del gentilicio poulain, ‘polonés’, o ‘polaco’ pero poulaine también signifi ca pico, como el de un jarro, por ejemplo, y este valor puede muy bien determinar la expresión souliers à la poulaine, ‘zapatos de pico’. Ello no obstante, se prefi ere la primera hipótesis, por el antiguo francés poulanne, ‘piel de Polonia’.
Dejemos las sandalias, los mocasines, las abarcas, los zuecos, las babuchas, las almadreñas, los choclos y demás diversas formas de calzado, y vengamos, para terminar, a las galochas, que eran en la Edad Media los zapatones de madera o de metal con que se defendían del lodo y de la nieve las delicadas calzas de ricas telas. Gracias a las múltiples aplicaciones del caucho, hoy han progresado hasta los cubrezapatos de hule con que protegemos nuestro calzado en los días lluviosos. El término, muy probablemente, se originó en el griego kalopous, nombre de la ‘horma de madera sobre la que se manufacturan los zapatos’.
Creo que se puede usar la voz galochas sin temor de incurrir en galicismo –aunque llegó al vocabulario español mediante el francés galoche–, ya que el bajo latín tuvo la palabra galoccia, de la que derechamente pudo derivar nuestro término, como el italiano galoscia. Se pondría de nuevo en circulación un utilísimo vocablo.