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Aprendamos a ver cine III

DE NACIMIENTOS E INTOLERANCIAS

Luis Ignacio de la Peña

El cine mudo es el antecedente obligado de todo el cine posterior. Sin embargo, creemos que las nuevas generaciones se aburrirían ante la falta de sonido. Nada más alejado de la verdad. Una vez superada la impresión inicial que causa el movimiento artifi cial de los personajes si no se posee el proyector adecuado, los efectos y hallazgos que se comentan en este artículo deslumbran, como debe ser, y enseñan, entre otras cosas, todo lo que la televisión, por ejemplo, le debe al cine.

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D. W. Griffi th.

D. W. (David Wark) Griffi th nació en La Grange, un área rural de Kentucky, en Estados Unidos. Hijo de 1908 y llegó a convertirse en su director principal. Biograph, por cierto, fue la primera compañía que fi lmó en Hollywood. un veterano que luchó del lado confederado en Se ha dicho una y otra vez que este hombre la Guerra de Secesión, desde joven fue un lector que terminó dirigiendo películas por causalidad voraz cuya meta era convertirse en escritor de es el creador del cine moderno, y resulta cierto, obras de teatro. Se trasladó a Nueva York, don- aunque en sentido estricto no inventó nada. Al de intentó vender un guión que rechazaron, pero igual que hicieron los hermanos Lumière con a cambio obtuvo la oferta de trabajar como ac- los aparatos, en el plano expresivo Griffi th supo tor para la American Mutoscope and Biograph apreciar ciertas técnicas y modos que fue conCompany, fundada por William Dickson, el in- juntando y aplicando con, sin duda, un talento ventor de kinetoscopio, y que sería conocida innegable. Así, fue incluyendo en sus películas simplemente como Biograph Company a partir cortes que muestran acciones paralelas, planos de 1909 (¿de ahí se derivará el antiguo uso rio- medios y acercamientos que permiten apreciar platense de la palabra biógrafo para designar el de manera más precisa las emociones y reacciocine?). Griffi th colaboró con esa empresa desde nes de los personajes, actuación y puesta en

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Dos de los carteles que se realizaron para la película El nacimiento de una nación (The birth of a nation), de D. W. Griffi th.

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escena menos teatralizada, uso de fl ash-back para presentar sucesos anteriores al momento de la acción, movimientos y emplazamientos de la cámara no convencionales (incluido el empleo de grúas para lograr vistas generales, entonces insólitas) e iluminación más expresiva. Todo esto aporta a la obra terminada aspectos tan importantes como suspenso, ritmos, contrastes y fl uidez. Se ha dicho incluso que el estilo de Griffi th le debe mucho a la música, y algún crítico llegó a llamar a una de sus obras “una fuga fi lmada” (y, agregaría yo, paradójicamente muda).

Además, conforme fue puliendo su ofi cio, también se convirtió en partidario de las películas de largo metraje. Frente al antecedente de Cabiria, una obra italiana que trata de la segunda guerra púnica, Griffi th intentó realizar fi lmes con mayor duración, lo que le signifi có separarse en 1915 de la Biograph, pues, según la actriz Lillian Gish, la compañía tenía la convicción de que los largometrajes eran dañinos para los ojos. Para su siguiente trabajo pasó a la productora Mutual, con todo y su equipo de actores, y se concentró en un proyecto cuyo presupuesto era altísimo. Se trataba de la adaptación de una novela llamada The clansman (El hombre del clan), que originalmente recibió ese nombre y más tarde se conocería como El nacimiento de una nación. Esta película de 1916 representó un enorme éxito en varios sentidos. Fue la obra que generó más ganancias de taquilla hasta que la destronó Blancanieves, la animación de Disney, en 1937. De hecho, el precio de dos dólares por boleto de entrada rebasaba los estándares de su tiempo. Su duración marcó otro hito, prácticamente inconcebible en la época: ¡poco más de tres horas! Además, Griffi th logró armar un relato soberbio en el que hay tomas exteriores y de estudio, escenas intimistas y acciones en las que participan centenares de extras (como las que muestran

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El nacimiento de una nación, de 1916, es una adaptación de la novela El hombre del clan.

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Escena de la película El nacimiento de una nación con los actores Henry B. Walthall y Lillian Gish.

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En El nacimiento de una nación, Griffi th logró hacer tomas exteriores en las que participaron centenares de extras (como las que muestran batallas).

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El nacimiento de una nación provocó y sigue provocando una gran polémica. La visión que adopta la película convierte en héroes a los miembros del Ku Kux Klan y justifi ca sus acciones.

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De derecha a izquierda, D. W. Griffi th, Charles Chaplin, Mary Pickford y Douglas Fairbanks.

batallas), amén de un amplio arsenal de recursos expresivos como los mencionados más arriba. A excepción del sonido, tenemos en ella todos los elementos que han hecho del cine un arte, un verdadero arte que ha recibido el ordinal “séptimo” debido la división de las artes que hacían los antiguos griegos (danza, arquitectura, pintura, música, escultura y declamación, es decir, literatura).

Al mismo tiempo, El nacimiento de una nación provocó y sigue provocando una larguísima y enconada polémica. La película narra la historia de dos familias: los Stoneman y los Cameron. Los primeros son norteños y los segundos, confederados. La primera parte se centra en los encuentros y desencuentros de los miembros de estas familias antes y en medio del torbellino de la Guerra de Secesión. La segunda se desarrolla en lo que en la historia de Estados Unidos se ha llamado la “reconstrucción”, es decir, la reconfi guración del país luego del cese de la lucha armada. Aunque en la primera parte ya existían muestras, en la segunda se exacerba el aspecto relacionado con el racismo y presenta una imagen de los negros sobradamente negativa. La visión que adopta la película (que ya se encuentra en la novela de base desde el título mismo) convierte en héroes a los miembros del Ku Kux Klan y justifi ca sus acciones. Las dos familias terminan mezclando, matrimonio de por medio, a sus miembros, como una alegoría de la concordia norte-sur, pero todo lo que no sea raza blanca resulta vapuleado y “puesto en su lugar”.

No en vano se suscitaron y siguen vivas protestas y discusiones. Y es que El nacimiento de una nación, al igual que El triunfo de la voluntad (1934), de Leni Riefenstahl, pone al espectador en un

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Cartel de Intolerancia, de D. W. Griffi th.

dilema. Todo afi cionado serio tiene que reconocer al verlas que ha presenciado la proyección de obras artísticas realmente destacadas, incluso de gran calado. Pero también debe admitir que se encuentra frente a piezas de propaganda que respaldan posiciones no sólo poco recomendables, sino insostenibles.

Ante los ataques, Griffi th reaccionó, entre otras formas, con su siguiente proyecto: Intolerancia. Lo que iba ser una historia ubicada en la época contemporánea se transformó en la mezcla de cuatro historias en diferentes épocas históricas. Como se sentía víctima de la intolerancia, su pretensión era demostrar que esa actitud siempre ha existido: en Babilonia, en la Judea de la época de Jesús, en la corte francesa del siglo XVI, en los Estados Unidos de 1914. A causa de la intolerancia, Babilonia fue conquistada por Ciro, Jesús crucifi cado, los protestantes masacrados durante la Noche de san Bartolomé y las clases sociales del mundo moderno se enfrentan. Griffi th no se detuvo ante nada y se lanzó a lo grande: llegaron a participar miles de extras, las escenografías (en especial la de Babilonia) se hallan entre las más elaboradas y gigantescas de todos los tiempos. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuánto se gastó, pero sin duda ha sido una de las superproducciones más caras de toda la historia del cine.

Metido en gastos, en el aspecto expresivo no iba a ser menos y echó mano de un recurso que no se había empleado hasta entonces: como su idea era recalcar la existencia continua de la intolerancia, no cuenta las historias una tras otra, sino que lo va haciendo de manera alternada. Así, las cuatro se van desenvolviendo de manera paralela, con la imagen simbólica de una mujer meciendo una cuna con fl ores como puente entre una y otra. Griffi th maneja con mano maestra el ritmo de las acciones, primero en fragmentos largos que presentan lugares, personajes y situaciones de manera minuciosa y, conforme se va acercando a las conclusiones, el ritmo se incrementa y los cambios de una historia a otra son más rápidos. La película termina, tras más de dos horas y media de proyección, con un mensaje pacifi sta y moralinamente machacón. Ni modo, en platos tan exuberantes algo suele terminar por ser indigesto.

La película no fue bien recibida en Estados Unidos. En Europa, en cambio, impresionó tanto, por ejemplo, a los rusos, que se convirtió en una infl uencia decisiva para realizadores como Einsenstein, Pudovkin y Vertov. Financieramente fue un desastre, y Grifftih nunca se recuperó. Desde entonces los productores tuvieron más poder que los directores. Las siguientes películas de Griffi th fueron más modestas y sólo realizó una hablada. De entre ellas, destaca Capullos

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Escena de la película Intolerancia en la que llegaron a participar miles de extras.

Las escenografías de Intolerancia, sobre todo la de Babilonia, se encuentran entre las más elaboradas y gigantescas de todos los tiempos.

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Escena que representa la masacre de san Bartolomé, en la película Intolerancia.

Escena de Intolerancia que corresponde a la historia que se derrolla en 1914, en Estados Unidos.

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rotos, una historia intimista que causó cierto resquemor por uno de sus temas: el abuso infantil. Se han contabilizado unas 500 películas realizadas por Griffi th. Las tres que aquí se mencionan son las esenciales. Su trabajo fue reconocido por Charles Chaplin (quien lo llamó “el padre de todos nosotros”), Hitchcock, John Ford y Orson Wells, entre otros muchos. Formó equipos de actores (Mary Pickford y, destacadamente, Lillian Gish) y ente sus ayudantes surgieron talentos para la dirección del calibre de Raoul Walsh y Erich von Stroheim. Murió en 1948, luego de más de diez años de no fi lmar. La película Buenos días, Babilonia, de los Taviani, cuenta la historia de dos hermanos italianos que construyeron las escenografías de Intolerancia.

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