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Nezahualcóyotl, el rey de la palabra fl orecida

Nezahualcóyotl, el rey de

LA PALABRA FLORECIDA

Diego Techeira

El valor de los códices indígenas de Mesoamérica es múltiple. A

una primera impresión plástica, se suman la importancia testimonial de sus relatos y su utilidad como soporte de los más importantes productos de la lengua y la escritura autóctona que han llegado hasta nosotros. La obra del rey-poeta de Tetzcoco es uno de los ejemplos más sobresalientes.

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Nezahualcóyotl. Códice Xolotl.

en antiguos códices indígenas de Mesoamérica, surgen desde la boca de los cantos e incluso muchos testimonios orales fueron vertidos a escritura alfabética en su lengua personajes representados (sacerdotes, dioses y original.1 otros) volutas que simbolizan la palabra. Esas Un hermoso poema recogido en los Cantares coloridas ilustraciones son, en un sentido am- mexicanos alumbra todo este proceso que, paplio del término, historias. Y la palabra adopta sando de la oralidad al pictograma y de éste a la forma pictográfi ca del aliento. la voz, desemboca en escritura fonética que tes-

La oralidad mantenía viva esas historias. Los timonia un proceso en el que imagen y voz se códices eran un recurso visual para facilitar la refl ejan mutuamente y conforman una unidad: memoria.

Algunas de esas volutas contienen símbolos y secuencias gráfi cas en las que se ha querido ver la primera representación de cantares indígenas. Otras están adornadas con fl ores. Simbolizan la voz poética, la “palabra fl orida”, emitida por los cuicapicque (“forjadores de cantos”), en forma de recitado o de canción, durante las festividades.

A partir del siglo XVI, fundamentalmente a iniciativa de algunos frailes empeñados en dejar testimonio de una cultura y una civilización dignas de admiración que derrumbaba violentamente la conquista española, algunos códices, Yo canto las pinturas del libro lo voy desplegando, soy cual fl orido papagayo, mucho es lo que hablo en el interior de la casa de las pinturas.2

1 Destaca el trabajo de Fray Bernardino de Sahagún, cuya “Historia General de las cosas de Nueva España” es una verdadera enciclopedia de la cultura náhuatl. 2 Todas las versiones poéticas citadas en este trabajo pertenecen a Miguel León-Portilla.

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Detalle de la lámina XVII del Códice Azcatitlan. En ella vemos a Itzcóatl muerto y tras él a Tlacaélel. Acompaña la escena Nezahualcóyotl de Tetzcoco.

Tetzcoco, “capital cultural”

Tetzcoco se destacó como centro promotor de cultura y por contar con una colección –la más importante del mundo indígena– de “libros pintados” (anales históricos, genealogías, cronologías, leyes, ritos, oraciones religiosas, calendarios adivinatorios, descripciones de los dominios, relaciones tributarias), iniciativa de Nezahualcóyotl prolongada durante el gobierno de su hijo Nezahualpilli.

Más que ninguna otra, la población tetzcocana enarbolaba con orgullo su tradición cultural tolteca, que le daba ese carácter “humanista” propio de la toltecáyotl (término que signifi ca literalmente “toltequidad”, es decir “conjunto de tradiciones toltecas” y que, en un sentido más amplio, podemos relacionar al concepto de “civilización”).

Esta tradición, que se extendía desde México por todo el mundo náhuatl, sostenida por sus instituciones educativas (los calmécac, centros de educación superior, reservados a la aristocracia, y los telpochcalli o casas de jóvenes, donde se impartía una educación orientada a lo militar), halló en Tetzcoco un terreno especialmente fértil, esto fundamentalmente debido a dos factores: el fl orecimiento del arte de la escritura, impulsado por los antepasados de Nezahualcóyotl, y el hondo espiritualismo derivado de las doctrinas atribuidas a Quetzalcóatl (sacerdote devenido en dios), lo que le diferenciaba sustancialmente de la metrópoli, más apegada a una visión místico-guerrera del mundo, derivada del culto a Huitzilopochtli.

La lengua de los tetzcocanos se consideraba (incluso por los conquistadores españoles) como la más rica y elegante del territorio. Su ciudad era “donde los señores de la tierra enviaban a sus hijos para aprender lo más pulido de la lengua náhuatl, la poesía, la fi losofía moral, la teología gentílica, la astronomía, la medicina y la historia”, según consta en las investigaciones del historiador Lorenzo Boturini (Nueva historia general de la América Septentrional). William Prescott, por su parte, siendo un historiador demasiado apegado a las fuentes hispánicas y de marcado eurocentrismo, no dudó en llamar a Tetzcoco “la Atenas del mundo occidental” (Historia de la conquista de México). Y esto, ya no sólo por lo que a la lengua y el arte se refi ere.

Motolinía, por ejemplo, en su Historia de los indios de la Nueva España, deja constancia de que, con excepción de los asuntos de guerra, los tribunales y jueces de Tetzcoco se respetaban a tal punto que incluso desde la propia Tenochtitlan eran remitidos muchos pleitos “para que allí se determinasen y resolviesen”.

El sabio, el soberano

Entre los cuicapicque que han trascendido el anonimato, celebrado en códices y crónicas como un verdadero paradigma del tlamatini (literalmente “el que sabe algo”, sabio), Nezahualcó-

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El palacio de Nezahualcóyotl, en Tetzcoco, representado en el Mapa Quinatzin, elaborado alrededor de 1542 d.C. Nezahualcóyotl y su hijo Nezahualpilli aparecen en la sala del trono (en la parte superior), mientras que los señores de las ciudades-Estado del territorio acolhua se encuentran en el patio principal. La entrada al patio comunicaba con la plaza de Tetzcoco.

yotl es hasta hoy en día el que más admiración ha despertado.

Heredero de una prolífi ca tradición cultural que él mismo se encargara de preservar y reproducir así como de enriquecer, nació el 28 de abril de 1402 (o el día ce mázatl, 1 venado, del año ce tochtli, 1 conejo) en Tetzcoco, capital del señorío de Acolhuacan, que se reputaba de ser uno de los más antiguos del mundo nahua.

Su nombre signifi ca “Coyote que ayuna”, y el glifo antroponímico que lo identifi ca en los códices consta de la cabeza de un coyote con un collar de cuerda al cuello como símbolo del ayuno. En ocasiones se refuerza la imagen con otra de valor fonético: la representación de un agujero (coyonqui o coyóctic en náhuatl) ayuda a una lectura correcta del glifo, evitando la ambigüedad de la fi gura que podría confundirse con un perro o un venado.

Fue coronado rey de Tetzcoco en 1431, a los 29 años de edad, habiendo sufrido desde su adolescencia la muerte de su padre a manos de los invasores tecpanecas (en 1410), la persecución y el destierro. La recuperación de sus territorios con el apoyo de los señores de Tenochtitlan (parientes por línea materna) y de Tlacopan signifi ca, además, el origen de la llamada “Triple Alianza”.

La singular personalidad de Nezahualcóyotl lo coloca en un sitial de privilegio en la cultura náhuatl, y más globalmente en la mexicana, aun hasta en nuestros días.

Nezahualcóyotl tuvo fama no sólo de hábil y valiente guerrero y de estadista ejemplar, sino también de sabio (tlamatini) que supo forjar una sólida estructura administrativa y legal y desarrollar instituciones culturales de gran importancia para la preservación de la cultura náhuatl (archivos de libros pintados, calmécac o centros de estudio superior, academias de sabios y poetas) e impuso en sus dominios un escrupuloso cuidado de la lengua.

En lo tocante a su función legislativa, desplegó un notable sentido de justicia. Su alianza con México-Tenochtitlan le obligaba a participar de ceremonias religiosas con las que manifestó en muchas ocasiones su desacuerdo, y en su vida personal se apartó del culto ofi cial, oponiéndose cuanto pudo a los ritos que implicaban sacrifi cios humanos.

A todas las virtudes ya señaladas hay que agregar su destreza para la planifi cación urbana, y la construcción de obras de ingeniería y de ornato público como el acueducto que abasteció de agua a Tenochtitlan, los diques para separar las aguas dulces y saladas de los lagos y para evitar inundaciones o la creación del bosque de Chapultepec.

En el cerro de Tetzcotzinco, aprovechó la topografía del lugar y dispuso un sistema hidráulico que conducía el agua desde un manantial distante seis kilómetros, para abastecer a los llamados “baño del rey” y “baño de la reina”, un complejo de escaleras, canales, pilas y aposentos cuidadosamente tallados en la piedra del promontorio.

El historiador Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, su descendiente, en su Historia chichimeca, ha detallado pormenorizadamente las obras y descrito los palacios de Nezahualcóyotl con salas dedicadas a la música y la poesía, donde se reunían los más destacados sabios de diversas disciplinas.

El poeta de la vida y la muerte

Como tlamatini, Nezahualcóyotl había elegido la formulación poética porque los sabios del mundo náhuatl “en ella habían encontrado el mejor de los caminos para trasmitir el meollo de su pensamiento y, sobre todo, de su más honda intuición”, señala el destacado especialista en cultura náhuatl Miguel León Portilla.

Los testimonios que se refi eren a Nezahualcóyotl como poeta se remontan a dos compilaciones de cantos en náhuatl. La principal, conocida como Cantares mexicanos, se debe a iniciativa de Sahagún.

La segunda compilación, acompañada en su manuscrito por una Relación geográfi ca de Tetzcoco, preparada por el mestizo tetzcocano Juan Bautista Pomar, es la que se conoce como los Romances de los Señores de la Nueva España.

La obra poética de Nezahualcóyotl entabla un diálogo directo con Tloque Nahuaque, el “Dueño de lo cerca y de lo lejos”, “Dador de la Vida”, también reconocido como Moyocoyatzin, el que se inventa a sí mismo.

Imagen arquetípica del forjador de cantos, crea la vida bocetándola en su libro de pinturas. Siendo dios de la ambigüedad, su tarea creadora implica también la destrucción:

Con tinta negra borrarás lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.

No es difícil atribuir a esa visión profunda de la vida lo que podemos llamar la raíz espiritual de Nezahualcóyotl –cimiento de su moral y de su muy admirado sentido de justicia–, el valor que diera a la vida humana. Ésta adquiere en su obra una dimensión metafísica, y resulta por demás interesante que la proyección o refl ejo en que mutuamente se ven el Dador de la vida y el hombre sea la creación del libro de pinturas.

La vida del individuo (su fragilidad, su condición temporal, su fugacidad y súbita desaparición) adquiere la condición de una imagen prescindible en el libro a través del cual el “Dueño de lo cerca y de lo lejos” va creando la realidad:

, México.

, CONACULTA Pasajes de la historia. El reino de Moctezuma Durante el reinado de Moctezuma se construyó el acueducto que abastecía de agua a Tenochtitlan. El Códice Azcatitlan muestra el glifo de Nezahualcóyotl cerca del glifo de Chapultepec, indicando la presencia del señor de Tetzcoco en las obras de construcción.

Así somos, somos mortales, de cuatro en cuatro nosotros los hombres, todos habremos de irnos, todos habremos de morir en la tierra. Como una pintura nos iremos borrando…

Esta imagen de lo real como diseño de un libro en el que se dibujan los acontecimientos nos plantea otro aspecto interesante del pensamiento de Nezahualcóyotl y su universo: la conciencia de la condición histórica del devenir humano.

Es esto algo que confi ere a la poesía de Nezahualcóyotl una atractiva modernidad, una permanencia de su espíritu, que nos permite leer su obra (lo poco que de ella conocemos) con considerable proximidad, intelectualmente hablando.

Otro rasgo que lo aproxima a la poesía moderna es la discusión interna, el diálogo que entabla con la propia creación. Y, por último, su convicción de que es precisamente a través de ella que el hombre trascenderá su frágil condición temporal. La resolución del absurdo que los poetas modernos conciben sólo a través de la aceptación y el hundimiento en el absurdo, para Nezahualcóyotl se resuelve en un maravilloso y brevísimo poema, a modo de iluminación:

Por fi n lo comprende mi corazón: escucho un canto, contemplo una fl or… ¡Ojalá no se marchiten!

El creador, el poeta, tiene la posibilidad de trascender su condición temporal precisamente a través de su obra: creando imágenes dignas de permanecer en el libro que los hombres transcriben silenciosamente con su paso por la vida. Imágenes que perduren en la historia, que sean dignas de ser adoptadas como memorables, imborrables, en el relato que Moyocoyatzin escribe sin cesar para inventarse, porque de otro modo no existiría.

Apéndice

Una pasión traicionera

Existe en la vida de Nezahualcóyotl un episodio que, sin enturbiar su imagen de hombre y soberano de entereza, colocó, a ojos de los historiadores (comenzando por el mismo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl) una mancha en la impecable trayectoria del rey tetzcocano.

“Habiendo sido tan venturoso en todas sus cosas”, comenta Ixtlilxóchitl, “no se había casado el señor de Tetzcoco conforme a la costumbre de sus pasados, que es tener una mujer legítima de donde naciese el sucesor del reino…”

Los señores de México-Tenochtitlan, Itzcóatl y Moctezuma, habían llegado a enviarle veinticinco doncellas para que entre ellas eligiera una por esposa, a lo que Nezahualcóyotl respondió con su devolución.

Cuando lo creyó conveniente, solicitó Nezahualcóyotl a los señores de Huexotla y Coatlichan, las casas más antiguas del reino y donde habían conseguido esposas sus antepasados, que le enviasen sus hijas legítimas. Una vez elegida una joven de Coatlichan, a causa de su extrema juventud, la confi ó a su hermano mayor Cuauhtehuanitzin para que la educase y entregase en edad apropiada.

Cuando Nezahualcóyotl, pasados los años, envió por ella, Cuauhtehuanitzin había muerto y su hijo Ixhuetcatocatzin, sin saber del destino asignado a la joven, la había tomado por esposa.

Sintiéndose desdichado, Nezahualcóyotl salió sin acompañantes de su palacio y se encaminó hacia los bosques por el borde del lago. Llegado a las cercanías de Tepechpan, fue recibido por Cuacuauhtzin, señor de aquel lugar, destacado vasallo y partícipe como capitán en varias guerras a favor de los reinos de Tetzcoco y Tenochtitlan.

Nezahualcóyotl fue invitado por Cuacuauhtzin a comer en su casa, y, para mejor honrarlo, decidió que le sirviese Azcalxochitzin, hija de un noble mexicano y a quien criaba para tomar oportunamente por esposa. La joven (que debía tener por entonces unos 17 años) “era tan hermosa y dotada de gracias y bienes de naturaleza” que el soberano de Tetzcoco se sintió presa de la pasión.

Decidió entonces intrigar contra Cuacuauhtzin, a pesar de su fi delidad y grandeza. Pidió a los tlaxcaltecas que le dieran honrosa muerte en la siguiente “guerra fl orida”, y dio órdenes a sus propios capitanes de que lo ubicaran en lo más peligroso de la batalla. El sentenciado, quien debido a su antigüedad como soldado y por ser gobernante, estaba exento de este tipo de batallas, sospechó el destino que se le estaba reservando, pero obedeció al mandato con honor, dejando además un conmovedor testimonio de su tragedia en sus famosos “Cantos lastimosos”, donde interpela a Nezahualcóyotl de la siguiente manera:

Deja abrir la corola de tu corazón, deja que ande por las alturas. Tú me aborreces, tú me destinas la muerte. Ya me voy a su casa, pereceré. Acaso por mí tú tengas que llorar, por mí tengas que afl igirte, tú, amigo mío, pero yo ya me voy, yo ya me voy a su casa.

El casamiento de Nezahualcóyotl con Azcalxochitzin se celebró hacia 1443, en una sencilla ceremonia, ante la presencia de los dos monarcas aliados, Moctezuma Ilhuicaminatzin, de México Tenochtitlan, y Totoquihuatzin, de Tlacopan, entre otros importantes señores de los tres reinos.

Poemas de Nezahualcóyotl

Percibo lo secreto, lo oculto: ¡Oh, vosotros, señores! Así somos somos mortales de cuatro en cuatro nosotros los hombres todos habremos de irnos todos habremos de morir en la tierra... Como una pintura nos iremos borrando. Como una fl or nos iremos secando aquí sobre la tierra. Como vestidura de plumaje de ave zacuán, de la preciosa ave de cuello de hule, nos iremos acabando... Meditadlo, señores, águilas y tigres, aunque fuerais de jade, aunque fuerais de oro, también allá iréis, al lugar de los descarnados. Tendremos que desaparecer, nadie habrá de quedar.

De “Romances de los Señores de la Nueva España” No acabarán mis fl ores, no cesarán mis cantos. Yo, cantor, los elevo, se reparten, se esparcen. Aun cuando las fl ores se marchitan y amarillecen, serán llevadas allá, al interior de la casa del ave de plumas de oro.

De “Cantares Mexicanos”

¿Eres tú verdadero (tienes raíz)? Sólo quien todas las cosas domina, el Dador de la vida. ¿Es esto verdad? ¿Acaso no lo es, como dicen? ¡Que nuestros corazones no tengan tormento! Todo lo que es verdadero (lo que tiene raíz) dicen que no es verdadero (que no tiene raíz). El Dador de la vida sólo se muestra arbitrario.

¡Que nuestros corazones no tengan tormento! Porque él es el Dador de la vida.

De “Romances de los Señores de la Nueva España”

No en parte alguna puede estar la casa del inventor de sí mismo. Dios, el señor nuestro, por todas partes es invocado, por todas partes es también venerado. Se busca su gloria, su fama en la tierra. Él es quien inventa las cosas, él es quien se inventa a sí mismo: Dios. Por todas partes es invocado, Por todas partes es también venerado. Se busca su gloria, su fama en la tierra. Nadie puede aquí, nadie puede ser amigo del Dador de la vida; sólo es invocado, a su lado, junto a él, se puede vivir en la tierra. El que lo encuentra, tan sólo sabe bien esto: él es invocado, a su lado, junto a él, se puede vivir en la tierra. Nadie en verdad es tu amigo, ¡oh, Dador de la vida! Sólo como si entre las fl ores buscáramos a alguien, así te buscamos, nosotros que vivimos en la tierra, mientras estamos a tu lado. Se hastiará tu corazón, sólo por poco tiempo estaremos junto a ti y a tu lado. Nos enloquece el Dador de la vida, nos embriaga aquí. Nadie puede estar acaso a su lado, tener éxito, reinar en la tierra. Sólo tú alteras las cosas, como lo sabe nuestro corazón: nadie puede estar acaso a su lado, tener éxito, reinar en la tierra.

Con fl ores escribes, Dador de la vida, con cantos das color, con cantos sombreas a los que han de vivir en la tierra. Después destruirás a águilas y tigres, sólo en tu libro de pinturas vivimos, aquí sobre la tierra. Con tinta negra borrarás lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.

De “Romances de los Señores de la Nueva España”

Traducciones de Miguel León Portilla, Quince poetas del mundo náhuatl, Diana, México, 1994.

Bibliografía: BOTURINI, Lorenzo, Nueva historia general de la América Septentrional, UNAM, México, 1990 (primera edición 1949, Madrid). LEÓN-PORTILLA, Miguel, Quince poetas del mundo náhuatl, Diana, México, 1994. MOTOLINÍA, Historia de los indios de la Nueva España,

Porrúa, México, 1984. POMAR, Juan Bautista, Romances de los Señores de la

Nueva España, Germán Vázquez, Madrid, 1991. PRESCOTT, William, Historia de la conquista de México, 1843, s.d. SAHAGÚN, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de la Nueva España, Porrúa, Col. Sepan Cuantos, México, 2006.

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