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Abajo las máscaras
Y SIGNIFICADOS
Arrigo Coen Anitúa (†)
Los alumnos de primero de latín suelen estudiar udiar la fabulilla de Fedro, “Vulpes ad personam tragiragicom”, y el profesor explica: –Vulpes, está claro, es la ‘zorra’, que, otrora, ra, en español se llamó vulpeja o gulpeja, del dimiminutivo latin vulpecula; pero, ¡cuidado!, porque que personam, persona no es persona. –¿Y entonces qué es, profesor? –Es máscara. El latín persona es de origen etrusco, idioma en el que phersurusco, idioma en el que phersu es precisamente eso, una ‘máscara’ o un personaje enmascarado. Tanto persona como phersu se emparientan con el griego prosopon, de prós, ‘delante’, y ops, ‘ojo’, ‘rostro’, ‘máscara’. Ésta es la razón por la que a las facciones artifi ciales con que se cubrían las propias se las llamó persona, y esta persona dio origen a los actuales ‘personajes’ o dramatis personae.
Tal es la realidad de la mayor parte de las palabras: sólo a las luces de la etimología pueden desenmascararse.
Y es cosa divertida, ante una de esas voces afeitadas, cosmetizadas –ahora maquilladas (?)– detenernos y decirles, como en carnaval: –¡Te conozco, mascarita!, ¡la etimología me ha dicho quién eres!
Un vocablo técnico, que los lingüistas gustan de pronunciar sabrosamente es el término étimo, que viene del griego eteós, ‘verdadero’, ‘cierto’, ‘real’.
Y el etimólogo se pone muy ancho cuando nos dice que, según su realidad, una dicción signifi ca precisamente lo contrario de lo que en la verdad usual quiere decir. O cuando nos explica que individuo –del latín in-di-viduus, esto es, ‘no divisible’– y átomo –del griego á-tomos, ‘no cortable’–vienen a ser a la postre la misma cosa.
Y, con todo, a ello precisamente debemos el poder de entendernos unos a otros; porque si de repente las palabras readquirieran su prístino sentido, el etimológico, nos hallaríamos en una nueva torre de Babel.
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Pero aclaremos: si la persona es una máscara, la máscara, ¿qué es?
En toda Europa, la máscara se llama, sin grandes diferencias, del mismo modo: es maschera en Roma y maska en Leningrado; Maske a orillas del Rin y masque en las riberas del Sena; mask sobre el Támesis y masca en la desembocadura del Danubio.
Tan extendida voz se diría de origen griego; pero no: en este caso los antiguos griegos son inocentes, pues ellos, como queda dicho, llamaron a la máscara prósopon, que sólo ha originado a la prosopopeya o ‘personifi cación’ de lo inanimado.
La verdad es que esta palabra nos la ha dado el árabe, idioma en que maskharat signifi ca ‘gesticulador’, ‘bufón’, ‘bromista’, ‘enmascarado’, de sakhara, ‘ridículo’, ‘risible’. Aún hoy, en Albania, maskrí quiere decir ‘burla’, ‘broma’.
Desenmascaremos algunos vocablos para verles la facha primitiva.
Querer parece decir ‘desear’; le quitamos el antifaz y hallamos el quaerere latino que vale ‘buscar’. Y es que uno busca lo que desea.
Jumento da idea de borrico; pero despojado de tal embozo signifi ca ‘uncido’. A fuerza de uncir el asno al carro, uncido quiso decir burro.
Avezado decimos del que es ducho; pero rasquemos el barniz y toparemos con advitiatum que en latín no es más que ‘viciado’, ‘vicioso’.
Corte con todo el fausto y el bombo de su signifi cación actual, es, en postrer análisis, el cohors latino, esto es, un humilde ‘corral’.
El orgulloso mariscal que triunfa en las batallas oculta bajo su uniforme lingüístico al antiguo ‘mozo de caballos’ alemán, de marach, ‘caballo’, y schalk, ‘siervo’, ‘esclavo’.
Muslo llamamos a toda la parte superior y más ancha de la pierna, entre la rodilla y la cadera; para el etimólogo, es un músculo ‘ratoncito’ cualquiera, pues muslo es contracción de músculo, diminutivo de mus, ‘ratón’. Y ya que aludimos a cadera, desenmascarémosla también y veremos que así se llama porque nos sentamos en ella, pues proviene de cátedra que vale ‘silla’; en efecto, un catedrático es el que ocupa la silla de honor ante las de los alumnos en la clase.
Y a quien crea que rival es competidor, muéstresele libre del convencionalismo semántico –de signifi cado– y aparecerá en su desnudez etimológica: rival es el ‘que está al otro lado del río’, el ‘ribereño’, el ‘colindante’. ¿Por qué, entonces, ahora quiere decir ‘competidor’? Pues porque entre colindantes, ribereños o rivales, siempre hay disenciones y aun emulación.
Basta, por hoy, de frustrar disfraces glotológicos. Con lo dicho hay sufi ciente para crear la afi ción a este deporte mental.