Armano Reverón

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ARMANDO

REVERÓN

Una travesía plástica por el deslumbramiento del trópico


ARMANDO

REVERÓN

Una travesía plástica por el deslumbramiento del trópico

Gabriel Jiménez Emán


ARMANDO REVERÓN. UNA TRAVESÍA PLÁSTICA POR EL DESLUMBRAMIENTO DEL TRÓPICO

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LAS RAZONES OCULTAS DEL ARTE Las razones para convertir a un hombre o artista en personaje mítico se encuentran en las bases profundas de la psique colectiva. Por los medios más inusitados, la psique asume valores del inconsciente y las representa bajo múltiples formas, muchas de las cuales han sido intuidas e incluso soñadas. Éstas van transformándose con el tiempo en complejos modos de representación, los cuales pueden parecer a primera vista muy sencillos. La psique colectiva aprehende estos valores principalmente a través de imágenes sensoriales, que van tornándose imágenes conceptuales casi imperceptiblemente. Las coteja unas con otras en un proceso selectivo donde interviene más lo descartable que lo elegible. Es, en cierto modo, un proceso implacable transmitido de generación en generación, el cual implica a su vez otros procedimientos electivos de la sensibilidad. Así, las obras van poblándose de ambigüedades; dobleces necesarios, sin las cuales el arte perdería su razón de ser. Insisto en este ángulo polivalente de la obra de arte, por encima de su valor conceptual o de raciocinio, pues la obra de arte carecería de sentido si fuese asumida sólo desde el intelecto, desde una coordenada de mero razonamiento lógico. Medito estas cuestiones a partir de la observación de la obra y figura de Armando Reverón, una de las más controvertibles de nuestra pintura. Para él, el arte fue sobre todo una manera de dialogar con el mundo desde una perspectiva cálida y profunda, más allá de los roles que secularmente se le endosan al artista en cuanto ser social. Es posible que la hemerografía sobre Reverón sea la más abundante de nuestra crítica especializada. Su vida y obra han dado lugar a todo tipo de acercamientos: psiquiátricos, ritualistas, ontológicos y religiosos; ello descartando, por supuesto, la gran cantidad de interpretaciones plásticas que ha suscitado su obra. También, preciso es decirlo, han abundado las opiniones epidérmicas o especulativas, que han llevado a considerar a Reverón como a una suerte de personaje pintoresco, lo

3 Itamar Martínez. «Juanita Mota, la mujer de Reverón». En: Revista El Farol, N.º 240, Creole Petroleum Corporation, Caracas, 1972. Incluido luego en el volumen Reverón a la luz del periodismo, Fundación Museo Armando Reverón, Caracas, 1993. 4 Ibídem, pág. 17.


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cual ha contribuido a folklorizar un tanto su imagen; así, se le ha considerado loco, santo, primitivo, genio o iluminado. En ocasiones, parece no haber términos

LA OSCURA INFANCIA

coherentes en el momento de abordar su obra, la cual luce indesligable de su vida de un modo tal que por momentos podríamos considerarnos «traidores» a su arte,

Dentro de este cuadro cronológico vida-obra el primer aspecto desconocido para

sino lo vemos consecutivamente ligado a sus momentos vitales. Pero el arte no se

los críticos es la infancia de Reverón. Se sabe que la primera parte de ésta trans-

desarrolla de manera cronológica, ni puede estudiarse atendiendo sólo a «etapas»

currió en Caracas, donde nació. No voy a incluir aquí datos precisos ni a elucu-

en el tiempo, lo cual sería incurrir en evolucionismos ya superados. Se oye decir

brar sobre las posibles necesidades y carencias afectivas de Reverón, pero lo cier-

frecuentemente que el arte «evoluciona», lo cual es dislate en que incurren

to es que la situación de su familia fue atípica si la comparamos con un cuadro

muchos de nuestros críticos; el problema radica en que esta simplificación meto-

familiar considerado normal, lo que entendemos tradicionalmente por hogar.

dológica termina por convertirse en un reduccionismo interpretativo.

5 Abel Sánchez Peláez. «Reverón». En: Revista Zona Franca, N.º 3 (número extraordinario dedicado a Armando Reverón), Caracas, octubre de 1964.

La madre de Reverón, Dolores Travieso Montilla, disfrutaba de una situación

El cuadro cronológico de la vida de Reverón es suficientemente sabido. Lo

económica y social holgada; pero se desconoce a ciencia cierta si engendró a

mismo no puede decirse de su obra, a menudo fechada de manera arbitraria. Sus

Armando o lo adoptó. Se ha insistido en el temperamento nervioso y caprichoso

motivos pictóricos fueron tradicionales; Reverón no conceptualizó ni recargó sus

de doña Dolores; incluso se le atribuyen las excentricidades y frivolidades propias

ideas ironizando temas seculares, ni realizó parodias de otras obras. Las analogí-

de las familias acomodadas. Aparentemente, no fue capaz de asumir de modo

as temáticas que pudiesen existir, por ejemplo, ente Reverón, Goya, Velázquez o

cabal su maternidad. Viajaba con frecuencia a la ciudad de Valencia, donde visi-

el Ticiano son parodias de aprendizaje, destinadas a una hermenéutica, más no al

taba a una familia, los Rodríguez Zocca, españoles de las Islas Canarias, donde el

juego, tal como se observa en buena parte del arte moderno, donde el elemento

niño Reverón pasó largas temporadas, y donde se cree consiguió el calor hogare-

lúdico cumple una función en sí misma. Tales ludismos suelen ir acompañados de

ño que no había podido disfrutar entre sus padres. Por si fuera poco, se ha puesto

humor, ingrediente muy visible en la estética moderna, y que en el arte de Reverón

en duda la paternidad de Julio Reverón Garmendia sobre el niño, y se elucubra

se cumplió de una manera muy velada.

sobre si fue adoptado por una madre humilde. Esta tesis, aunque pudiese ser

Me propongo, en las líneas que siguen, glosar varios aspectos centrales de su

incierta, no es del todo descabellada, pues en la época era —y aún sigue siendo—

obra y su figura, a la que en un primer momento consideré la más importante de

frecuente que familias imposibilitadas de tener hijos los adoptaran de familias

las artes plásticas nacionales en la primera mitad del siglo veinte, y ahora, culmi-

pobres. Asimismo, se han hecho notar algunas peculiaridades de don Julio

nado dicho siglo, puedo decir que su personalidad vital y artística sintetizan, como

Reverón: carácter débil, adicción al opio y al juego. Don Julio despilfarró buena

ninguna otra, la autenticidad de un artista venezolano frente a su dilema indivi-

parte de la fortuna de su esposa, lo cual complicaba aún más las condiciones del

dual y frente a su tiempo.

núcleo familiar, y aceleró la decisión de sus padres legales de dejarle pasar largo tiempo en el seno de la familia Rodríguez Zocca. Allí toma contacto con la hija de esta familia, Josefina, que fue su compañera de juegos e hizo el papel de hermana. Tomemos en cuenta que entre los niños la hermandad no significa sólo consanguinidad, sino sobre todo afecto. Ello vendría a determinar el primer y verda-


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dero afecto de Armando hacia persona alguna; éste se produce con tal intensidad que años más tarde, al morir Josefina, Reverón toma la extrema decisión de no volver nunca más a Valencia. Hay otras dos cuestiones sobre las que se especula continuamente, las cuales enfrentan a Reverón a nuevas situaciones desde el punto de vista afectivo. Una nos dice que el artista pudo haber sido hijo del general Juan Pablo Rojas Paúl, quien había ocupado la Presidencia de la República entre los años 1888 y 1890. En 1888 Rojas Paúl decreta la fundación de la Academia Nacional de la Historia; su período de gobierno marca la reacción definitiva contra el poder ejercido desde 1870 por Antonio Guzmán Blanco, y tiene una decisiva consecuencia en la directriz del Partido Liberal a fines de ese siglo. Un retrato de Rojas Paúl fue realizado por el pintor Antonio Herrera Toro el mismo año del nacimiento de Reverón (1889), y posteriormente Cristóbal Rojas realizó otro al año siguiente. Las posibles afinidades de semejanza física de Rojas Paúl con Reverón no están descartadas. Una versión popular nos dice que una mujer humilde fue la madre del hijo de Rojas Paúl y que éste, no deseando que se conociera el hecho, hizo que una dama de la sociedad caraqueña le cediera el niño a un matrimonio amigo, los Reverón Travieso. La otra nos habla de una mujer muy humilde que, habiendo dado a luz a su niño sin los recursos materiales para procurarle sostén, hizo un convenio con Dolores Travieso, quien —al no poder concebir hijos— fingió estar embarazada abultando su vientre con telas. Una vez nacido el niño del vientre de la mujer humilde, cede a Dolores su hijo; ésta oculta los pormenores del parto y funge en adelante como madre legal. Esta versión, de claros ribetes novelescos, tiene un poderoso arraigo en la imaginación popular, y enfrenta a Reverón a unos orígenes confusos. Cierta o no, tampoco puede ser desechada.


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Primer autorretrato 1910 Óleo sobre cartón 35 x 25 cm Colección privada

Retrato de Enrique Planchart 1912 Óleo sobre tela 56,5 x 42 cm Colección Banco Central de Venezuela, Caracas


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Paisaje del Calvario 1915 Óleo sobre tela 26 x 32 cm Colección Fundación Museos Nacionales. Galería de Arte Nacional, Caracas

Paisaje de Burdeos 1914 Óleo sobre tela 34 x 49 cm Colección privada


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