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Palabra e imagen
Se conoce como «literatura» a un cuerpo de obras escritas.
El término se ha aplicado tradicionalmente a textos imaginativos —ya sea poesía o prosa— que se distinguen por la intención narrativa de sus autores y la excelencia estética percibida en su ejecución. El crítico británico, del siglo xix, Walter Pater, se refirió a este arte como una transcripción, no de un simple hecho, sino de un hecho en sus formas infinitamente variadas. La literatura puede clasificarse de acuerdo con varios sistemas: el idioma, la región de origen, historicidad, género y el tema.
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Las palabras cuidadosamente elegidas, estimulan la creación de imágenes en nuestras mentes e incitan al goce, que eleva y transforma la experiencia de la lectura a una forma de arte. Esta situación, a menudo, ha inspirado a otros artistas orientados a quehaceres creativos más visuales a generar objetos tangibles basados en estas imágenes mentales; es decir, la riqueza creativa que yace en una obra literaria, deviene en objetos estéticos como dibujos, estampas, pinturas, esculturas, fotografías y, en materia de arte moderno, contemporáneo, posmoderno e hipercontemporáneo, en performances, instalaciones, happenings, videoarte, nuevos medios, arte interactivo, bioarte, digital, etcétera.
La sinergia entre palabra e imagen existe desde tiempos inmemorables. En la época moderna encontramos varios ejemplos, ya que, algunas de las obras de arte más reconocibles están basadas, precisamente, en textos literarios como Ophelia de John Everett Millais, inspirada en Hamlet de William Shakespeare o La puerta del Infierno de Auguste Rodin en La [Divina] Comedia de Dante Alighieri, las Metamorfosis de Plubio Ovidio Nasón y las Flores del mal de Charles Baudelaire.