2 minute read

Pedro Páramo: del papel al celuloide

Next Article
Canasta básica

Canasta básica

Por muchos años hemos tratado de descifrarnos los unos a los otros. Queremos saber qué sienten, qué piensan los demás. Esto es es posible gracias a literatura y el cine.

En las películas podemos estar en la mente de otras personas, incluso animales, objetos, escenarios... Por otro lado, la literatura es una actividad que nos permite adquirir voces, habitar otros cuerpos para devenir en letras, en imágenes mentales… constructo... montajes.

Advertisement

En ese sentido, la adaptación de textos literarios a guiones cinematográficos es la metamorfosis o bien, traducción de la palabra en imágenes visuales y sonoras. Un nombre se convierte en una persona de carne y hueso. Sin abstracciones, una metáfora se convierte en un plano lleno de simbolismos. Desde sus inicios, el cine y la literatura han sido procesos complementarios. En México, durante la década de los sesenta y parte de los años setenta, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Juan García Ponce y otros escritores influyeron significativamente en la actividad cinematográfica. Gracias a su participación, el cine adquirió identidad, estilo, prestigio y sobre todo, funcionó como un motor expresivo, fuente de inspiración y generador de pensamiento crítico. Por ejemplo, Carlos Fuentes escribió los argumentos de Las dos Elenas, Los Caifanes y adaptó novelas como Pedro Páramo y el Gallo de Oro, ambas escritas por Juan Rulfo, quien fue jurado de la revisión de textos del Instituto Mexicano de Cinematografía en 1973. Rulfo también elaboró un texto para La fórmula secreta de Rubén Gámez. Por su parte, Juan García Ponce realizó varias adaptaciones, entre ellas: las de sus cuentos homónimos Tajimara (parte del filme experimental Los bienamados) y Amelia, así como la de La sunamita sobre el texto de Inés Arredondo.

Las adaptaciones han sido un reto mayúsculo para los escritores nacionales. También para los lectores-espectadores. Algunos de los temas expuestos no pueden ser traducidos en imágenes y es imposible que el público lector empate la precondición formulada en fidelidad y exactitud. No siempre se pueden traducir las obras de una forma precisa. La conversión y su asimilación dependen de los avances tecnológicos, sistemas perceptuales, ideologías y del espíritu de la época en la que se presenta.

La clave para transformar textos de manera efectiva es mantener su esencia, pero no es tarea sencilla, pues hay que identificarla y la lectura es un ejercicio que depende de la interpretación. Un método para lograrlo es conocer la vida del escritor, sus motivaciones, el contexto político y social en que escribió la obra, así como también, su relación con otros autores. De igual forma, hay que tomar en cuenta que el alma de los escritos no se reduce al mensaje principal, sino también abraza el estilo narrativo. Hay novelas donde existen combinaciones de palabras y experimentaciones métricas que engendran inusuales atmósferas sonoras, espaciales y temporales. Un ejemplo es Pedro Páramo.

Lee el artículo completo en nuestro ejemplar.

This article is from: