COMO HACER
UN BUEN TRABAJO SIN SER UN
INDESEABLE PAUL WOODS
Título original How to do Great Work without being an Asshole Edición Gaynor Sermon, Sophie Drysdale Diseño TurnbullGrey Traducción María Teresa Rodríguez Fischer Coordinación de la edición en lengua española Cristina Rodríguez Fischer
Primera edición en lengua española 2019 © 2019 Naturart, S.A. Editado por BLUME Carrer de les Alberes, 52, 2.º Vallvidrera 08017 Barcelona Tel. 93 205 40 00 e-mail: info@blume.net © 2019 Laurence King Publishing Ltd, Londres © 2019 del texto y de las ilustraciones Paul Woods ISBN: 978-84-17492-72-4 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.
WWW.BLUME.NET Preservamos el medio ambiente. En la producción de nuestros libros procuramos, con el máximo empeño, cumplir con los requisitos medioambientales que promueven la conservación y el uso responsable de los bosques, en especial de los bosques primarios. Asimismo, en nuestra preocupación por el planeta, intentamos emplear al máximo materiales reciclados, y solicitamos a nuestros proveedores que usen materiales de manufactura cuya fabricación esté libre de cloro elemental (ECF) o de metales pesados, entre otros.
CONTENIDO Introducción
4
Prefacio
6
Ser agradable resulta provechoso
8
Egos
20
Reuniones
28
Propuesta
38
Alcance
52
Sesiones informativas
62
Valoración
74
Presentaciones
82
Horas extra
90
Clientes
102
Contratar y ser contratado
112
Marcharse y despedir
122
Cuando no ser un indeseable te convierte en uno
130
El manifiesto del no-indeseable
138
Agradecimientos
140
Cómo hacer un buen trabajo sin ser un indeseable
10
LA MALA CULTURA EMPRESARIAL EN EL SECTOR CREATIVO Quien haya trabajado en este sector en Londres, Nueva York o cualquier otra gran ciudad, probablemente estará de acuerdo en que la mala cultura empresarial, los egos y la disparatada cantidad de horas de trabajo no solo son habituales, sino que se celebran. A los becarios no se les paga. Las horas extra se llevan como una insignia de orgullo. Se favorece la egolatría y suele entenderse que cuanto mayor sea el ego, más reverenciado y «legendario» será el individuo. Como la mayoría de la gente que ha trabajado en una empresa creativa, me he encontrado con muchos individuos que personifican a los peores estereotipos del sector. A lo largo de este libro, presentaré a algunos de los más pintorescos con los que me he encontrado. El primero de estos personajes que compartiré es especialmente memorable. Este elegante caballero —llamémosle Denny Dribblehoff— era una manzana especialmente podrida. Denny no era un genio creativo al estilo de Steve Jobs, sino un director de cuentas encargado de un gran cliente corporativo. Los directores de cuentas como este personifican a los peores rasgos del sector creativo. Hay que admitir que desempeñan uno de los trabajos más difíciles de este ámbito, al tener que lidiar con las demandas poco razonables de los clientes para cumplir unos plazos realistas y conseguir producir los trabajos creativos. A lo largo de mi vida, he trabajado con algunos maravillosos directores de cuentas que comprendían lo que hace falta para obtener un buen resultado; Denny Dribblehoff no era uno de ellos. Denny provenía de un pequeño pueblo cuyo nombre era algo así como Villabolas o Coprópolis. Con poca experiencia en la vida urbana, le asignaron la cuenta de un gran —y más bien difícil— cliente corporativo. Caminaba contoneándose como un jugador de fútbol americano, vestido con un traje y corbata negros, que le sentaban mal y le daban la imagen de que iba camino a un funeral, y en las pocas ocasiones en las que se soltaba la melena, era incapaz de controlar la bebida. Era una pesadilla para todos los equipos creativos en la agencia. Sin falta, hacia las cinco de la tarde de prácticamente cualquier viernes antes de que se cumpliera un plazo, Denny entraba en el departamento de diseño y decía con su acento del medio oeste: «Bien, chicos. Al cliente le encaaaanta lo creativo. Maravilloso... digno de un genio. Nunca había visto algo así. Con esas mismas palabras, es lo que dijo. ¡Conseguiremos un premio publicitario por este trabajo! Pero hemos de hacer unos cuantos cambios... ».
LA CULTURA EMPRESARIAL DE LAS GRANDES AGENCIAS ES IMPORTANTE. YA SEA PARA REALIZAR UN TRABAJO EXCELENTE O ATRAER AL MEJOR PERSONAL.
Cómo hacer un buen trabajo sin ser un indeseable
22
ENTENDER AL EG LATRA Para entender por qué los egos no tienen lugar en la industria creativa, observemos al ególatra más de cerca. Estos individuos suelen ser (aunque no siempre) parte del departamento creativo y con frecuencia ocupan puestos de experiencia. Tienen la creencia arraigada de que son la fuente de la grandeza de la agencia, que tiene la suerte de verse agraciada por su presencia. Se consideran una especie de mesías moderno, y su opinión siempre es la correcta. Todas las ideas para un proyecto deben provenir de ellos, y las de cualquier otra persona no suelen tomarse en consideración, a menos que se las puedan atribuir. Muestran una flagrante falta de respeto hacia el tiempo de los demás. En resumen, creen que los otros solo existen para construir su reputación personal. Los directores creativos suelen ocupar las primeras posiciones en la lista de ególatras en una agencia. Para ser justos, quizá no sea del todo culpa de ellos. En las grandes agencias, los equipos de cuentas suelen poner a los directores creativos en un pedestal y a los clientes se les presenta como una especie de figura mística y mesiánica. Hasta cierto punto, este tipo de consideración se le sube a cualquiera a la cabeza. Sin embargo, aunque está bien asumir este papel frente a los clientes, la situación es bien distinta cuando se actúa así con el equipo. Uno de los mesías místicos más memorables con los que me he topado era un director creativo de la vieja escuela —llamémosle Willy Wunderwinkle— cuyo pasatiempo favorito era aceptar proyectos con fechas de entrega imposibles en nombre de su equipo. Willy solía entrar con gran entusiasmo en la sala de proyectos para informar al equipo sobre la «emocionante nueva propuesta», que provocaba un gemido interno colectivo, ya que sabíamos que los próximos días dormiríamos muy poco o nada. Willy solía desaparecer durante los siguientes cinco días. Era imposible encontrarlo en su escritorio, en ninguna sala de reuniones o, de hecho, en ningún otro sitio de la agencia. No contestaba a los correos electrónicos o los mensajes de texto de nuestro equipo solicitando sus opiniones, que eran más frecuentes y desesperados a medida que se acercaba la fecha de entrega. Y entonces, el día de la entrega, Willy reaparecía en la agencia, como un mesías místico en su resurrección. Y en un tono displicente informaba a nuestro equipo de que, sin que nosotros lo supiéramos, había informado a un segundo grupo para que trabajara en el mismo proyecto, y que presentaría ese trabajo al cliente y no el nuestro. Como muchos otros personajes en este libro, Willy aún vive y nunca fue despedido —ni asesinado por el equipo de diseñadores jóvenes que trabajaban para él—. De hecho, estoy bastante seguro de que ha sido promocionado un par de veces desde que coincidimos la última vez.
EST BIEN ASUMIR EL PAPEL DE MES AS M STICO FRENTE A LOS CLIENTES, PERO LA SITUACI N ES DISTINTA CUANDO SE ACT A AS CON EL EQUIPO.