DESCUBRIR EL ARTE
Robert Doisneau Pescador de imágenes
BIBLIOTECA ILUSTRADA
QUENTIN BAJAC
Quentin Bajac, jefe del departamento de fotografía del Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou, en los últimos años ha sido comisario de numerosas exposiciones, tanto sobre fotografía moderna («Jacques Henri Lartigue», 2003; «La subversion des images: surréalisme, film et photographie», 2009; «Brancusi, film, photographie», 2011) como contemporánea («Bernd et Hilla Becher», 2004; «William Klein», 2005; «Les peintres de la vie moderne», 2006; «Miroslav Tichy», 2008; «Dreamlands», 2010). Es también autor de La invención de la fotografía. La imagen revelada (Blume).
Título original: Robert Doisneau. «Pêcheur d’images» Equipo editorial de la edición en francés: Pierre Marchand, Élisabeth de Farcy, Anne Lemaire, Alain Gouessant, Isabelle de Latour, Charlotte Écorcheville, Pierre Granet, Jocelyne Moussart
ISBN: 978-84-16138-44-9 Depósito legal: B-7.809-2015 Impreso en Tallers Gràfics Soler, Esplugues de Llobregat (Barcelona)
Traducción: Teresa Jarrín Rodríguez
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Revisión especializada de la edición en lengua española: Francisco Rosés Martínez
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Coordinación de la edición en lengua española: Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2015 © 2015 Naturart, S. A. Editado por BLUME Av. Mare de Déu de Lorda, 20 08034 Barcelona Tel. 93 205 40 00 Fax 93 205 14 41 e-mail: info@blume.net © 2012 Gallimard, Francia
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CONTENIDO Introducción «Una centésima de segundo por aquí y otra centésima de segundo por allá, una tras otra, no son más que uno, dos, tres segundos robados a la eternidad.» (Trois secondes d’éternité, 1979) 12 Capítulo 1 EL APRENDIZAJE DE UNA MIRADA Tras una infancia monótona y un largo aprendizaje iniciado a mediados de la década de 1920, Robert Doisneau hará finalmente de la fotografía su profesión en la década de 1930. 28 Capítulo 2 EL MÁS PARISINO DE LOS FOTÓGRAFOS En la efervescencia de la liberación, Doisneau crea una obra centrada en París y el extrarradio que le deparará de inmediato un reconocimiento tanto en Francia como en el extranjero. 46 Capítulo 3 EL OFICIO DE REPORTERO-ILUSTRADOR Al margen de sus imágenes de París y la periferia, Doisneau, al igual que la mayoría de los reporteros-ilustradores de la época, tuvo una actividad fotográfica muy abundante y diversa, la mayor parte de las veces para sobrevivir. 64 Capítulo 4 EL ESTILO DE DOISNEAU Desde la década de 1940, Doisneau consolida una visión y un estilo más complejos de lo que parece a simple vista: con la ayuda de diversos registros reafirma su humanismo, que muestra, a la vez, una diversidad poco común. 82 Capítulo 5 LA HISTORIA Y LA LEYENDA A partir de finales de la década de 1970, la obra de Doisneau despierta un formidable y renovado interés, que irá aumentando hasta su muerte y que lo convirtió en el fotógrafo francés más popular de su generación. 97 Testimonios y documentos
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unque a menudo se le ha etiquetado simplemente como un fotógrafo del
instante, de la ternura y del humor, Doisneau creó, desde la década de 1940, un estilo y una visión más complejos de lo que aparentan: tomando elementos de distintos registros y mezclando diferentes formas de aproximarse a los modelos, Doisneau logró plasmar un humanismo de una diversidad poco común.
CAPÍTULO 4
EL ESTILO DE DOISNEAU En 1962 reunió, en un sorprendente fotomontaje, varias pruebas que había ido tomando a lo largo de los últimos quince años para realizar con esta Maison de locataires una síntesis reveladora del interés que siempre tuvo por la actividad humana y las distintas clases sociales. Les enfants de la place Hébert (derecha).
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Como la Leica y la Ermanox, la Rolleiflex apareció en el período de entreguerras. Su sencillez de uso y su discreción le garantizaron un éxito inmediato. «Creo en las cámaras discretas, que están listas inmediatamente sin grandes gestos, con un mínimo de botones, sensibles y tolerantes; animalitos adiestrados para tragarse las imágenes: ese es el cómplice deseable», afirmaba Doisneau a este respecto. «Después de las cámaras de imitación, llegó por fin la Rolleiflex. Hemos vivido en concubinato a lo largo de veinte años. Mis manos febriles no tardaron en hacerle perder su barniz negro. Es una herramienta rústica y sencilla que he reparado sobre la marcha con una hoja de cuchillo y he arreglado Rolleiflex, etc. El estilo de Doisneau consiste en la búsqueda de la simplicidad, inmediatez y economía de medios, una voluntad de no dispersarse para estar siempre alerta, ligero, móvil y al acecho de la gente. Esta economía de medios la encontró durante mucho tiempo en la Rolleiflex 6 6, una cámara portátil y manejable, muy estimada por la generación de la fotografía humanista y que, entre 1932 y principios de la década de 1950, Doisneau utilizó casi de manera exclusiva. Es un aparato muy fácil de manejar. Tiene un número mínimo de botones y, además, es muy poco agresivo: no necesita que se realice ningún gesto demasiado evidente, puesto que permite apuntar de manera discreta desde la altura del abdomen.
con cinta aislante. Esta pequeña máquina que recorta el tiempo ha vivido lo suyo» (Un certain Robert Doisneau, 1986). Después de que Cartier-Bresson defendiera en Point de vue unas semanas antes la estética del 24 36 y de la Leica, Doisneau desarrolló en su «Defensa del 6 6» sus ideas acerca de la utilización de la Rolleiflex.
EL ESTILO DE DOISNEAU 67
Sin embargo, a partir de la década de 1950, Doisneau se sintió limitado por el formato cuadrado de 6 6 y el objetivo fijo. Entonces se interesó, al igual que otros fotógrafos de su generación, como Janine Niépce, por la Leica, con su película de 24 36. A pesar de ser menos discreta porque se apunta con ella desde la altura de los ojos, ofrece posibilidades infinitamente mayores que la Rolleiflex, a la vez que su uso sigue siendo muy sencillo. Permite la utilización de distintas ópticas (gran angular, teleobjetivo) y ofrece una variedad mayor de efectos y de aproximaciones al motivo. Gracias a la gran abertura de los objetivos, en ciertas circunstancias se puede evitar el flash, que no era del gusto de Doisneau. El fotógrafo usó la Leica sobre todo a partir de 1952-1953 para captar imágenes de interior, en particular en bistrós. A mediados de la década de 1970, Doisneau resumió así los instrumentos que empleaba: «Lo más clásico y lo más sencillo. Nada de especial: dos Nikon, una para blanco y negro y otra para color, con un objetivo de 24, uno de 35 y otro de 105 mm». Este equipo reducido para un fotógrafo profesional plasma muy bien la actitud que tuvo durante toda su vida: rechazo de la técnica por la técnica, suspicacia ante los profesionales de la fotografía y reivindicación constante de la ingenuidad y la simplicidad del aficionado. La fábrica del instante «No me gusta lo estático; lo que yo quiero es cristalizar lo fugaz, fijar un momento de alegría, un gesto», explicaba en 1956. Para él, la fotografía
A rmario (superior) con los utensilios de Doisneau que fotografió en 1991 su biógrafo Peter Hamilton. Hasta el final de su vida, Doisneau mantuvo una relación distante y recelosa con la técnica y con cierta concepción de la fotografía. «Hay un peligro. Las cámaras son hoy tan voraces que llegan a eliminar al fotógrafo. Cuando no llevamos encima la cámara –y me lo han dicho a menudo mis colegas–, vemos muchísimas cosas. Si la tenemos, es tan voraz y exigente que hay que alimentarla, hay que afanarse y hacer y tomar fotografías. Y son carretes que al final no sirven para nada» (L’Express, julio de 1982).
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hasta principios de la década de 1980 para que se convirtiera en una de las imágenes míticas de su autor. Doisneau solo la había incluido en una de sus obras de la década de 1950: Les Parisiens tels qu’ils sont. En cambio, fue la imagen que abrió, en 1979, la sección de fotografías de Trois secondes d’éternité. Desde entonces, el éxito comercial de la imagen fue en aumento. Se reprodujo en tarjetas postales, calendarios, cuadernos, papel de carta y puzles; en 1986 se convirtió en un cartel del que, en aproximadamente 10 años, se realizaron cincuenta mil copias. Publicada en 1988 en la portada de Télérama, en los años siguientes, SOS Racisme la utilizó en una de sus campañas. En 1993, Doisneau tuvo que afrontar una tempestad legal en forma de doble demanda judicial. Por un lado, el matrimonio Lavergne, al creer reconocerse en la fotografía, entabló un proceso judicial para reclamarle una parte de los beneficios derivados de la comercialización de la imagen. Esta demanda fue desestimada, ya que se demostró que los Lavergne no eran los que aparecían en la imagen. Por otro lado, se dieron a conocer los auténticos modelos: Jacques Carteaud y Françoise Bornet (cuyo nombre de soltera era Delbart), que tenían 23 y 20 años, respectivamente, en el momento en que se tomó la imagen. En aquella época eran dos jóvenes actores que estudiaban en Cours Simon y estaban enamorados..., aunque se les remuneró por esta imagen creada por Doisneau. Françoise Bornet entabló, sin embargo, un proceso judicial por la explotación abusiva de su imagen, que también fue desestimada aduciendo que no se la reconocía en la imagen. Esta doble prueba que Doisneau tuvo que afrontar un año antes de su muerte –y de la que
El beso del Hôtel de Ville ha experimentado modificaciones, desde el retoque para figurar en tarjetas postales, hasta el remake para la campaña de SOS Racisme de 2006 (página siguiente inferior).
LA HISTORIA Y LA LEYENDA 91
Cuando El beso del Hôtel de Ville apareció en la revista Life en junio de 1950, le acompañó una leyenda con un comentario del propio fotógrafo: «Fue un beso rápido». Estas palabras influyeron, sin duda, en la confusión que existió en la génesis de la imagen. Aunque la fotografía obedeciera, en efecto, a una puesta en escena, dos elementos circunstanciales e imprevisibles apoyaron, sin duda,
no vio su final–, le dejó un regusto amargo. Lo cierto es que él nunca había ocultado a quienes le preguntaban que muchas de sus imágenes eran fruto de una puesta en escena con figurantes. Aunque lograra conservar cierta distancia respecto a las críticas, le entristecieron las reacciones indignadas de quienes, al sentir la magia perdida de esta imagen icónica, le reprocharon que había trucado la realidad. Esta historia vino acompañada de otros episodios judiciales relacionados con otras imágenes. En 1990, por ejemplo, un tribunal de París le condenó a pagar 80.000 francos al pintor Yves Corbassière debido a que el automóvil de cuadros de este último, que apareció en una fotografía de Doisneau en 1947 y que se publicó más tarde en numerosas ocasiones, era una obra de arte, razón por la que el nombre de Corbassière debió de haber figurado en cada una de las publicaciones de la fotografía y el pintor debió haber percibido los derechos correspondientes a los artistas cuyas obras se reproducen.
su éxito al reforzar tanto el dinamismo de la composición como lo pintoresco de la imagen, emblemática de cierta Francia de la época: el personaje del hombre con la boina y la silueta simulada del Citroën 11.
104 TESTIMONIOS Y DOCUMENTOS
El Doisneau íntimo Tanto en su correspondencia, en especial la que mantuvo con su viejo cómplice Maurice Baquet, como en sus notas cotidianas, extraídas de sus agendas o de las pequeñas libretas que lo acompañaron en ciertos momentos de su vida, Robert Doisneau muestra una lengua inventada, marcada por el humor, el gusto por las fórmulas y la impertinencia. A Maurice Baquet En las cartas que intercambió con Maurice Baquet durante más de treinta años, Doisneau revela más que en ninguna otra parte su concepción de la vida como una comedia humana. Martes, 5 de septiembre de 1961 Querido Maurice: No sé muy bien dónde estás. Hay tantas capitales en América que tu viaje puede durar varios años. En cuanto a mí, acabo de volver de vacaciones. He estado en España, en Santiago de Compostela, adonde llegué, por supuesto, guiado por las conchas de Shell. Me sigue vibrando el cuerpo tras recorrer tantos kilómetros en automóvil y estoy apenado por haber visto tanto paisaje a través de la ventanilla. Solo hay un modo de ver un país: alquilar un borrico y caminar detrás de él. Sería formidable, pero me temo que nunca podré hacerlo. En las condiciones en que me encontraba no tomé ni una fotografía. Tenía miedo de bajar del automóvil, sacar la Rollei y ¡plaf!, que la foto no fuera para mí. Pero mientras nos detuvimos vi cosas más densas que en el cine. Intentaré contarte una, aunque no será fácil.
Un domingo, en la frontera con Portugal, había una fiesta de santa Tecla (una santa a la que no se conoce en nuestra tierra). La gente había comido sobre la hierba, estaba comenzando a anochecer y empezaba a marcharse. La orquesta tocó tres temas más. El director llevaba un sonotone y no voy a hacer comentarios irónicos. Recogieron los atriles, ordenaron las carpetas y la pequeña formación desapareció. Cuando se marcharon, vi una gorra de la banda de música colgada de un crucifijo. Entreacto. A unos metros, un feriante colocaba sus boletos. El premio eran doce cacahuetes en un papel o un sacacorchos. El bombo era una rueda de bicicleta con cartas de juego que señalaban al afortunado ganador. Un niño pequeño con el culito al aire hacía equilibrios en una escalera de piedra y el hombre lo sujetó in extremis cuando ya se caía. Luego siguió colocando los boletos en la bicicleta usando cordeles y haciendo nudos, y parecía que no iba a acabar nunca. Al pie de la escalera se detuvo un vehículo blanco. Al abrirse la puerta se escapó la música atronadora de la radio. Dentro había un español gordo. Miró la bicicleta del otro tipo, que estaba a dos metros de él. El gordo levantó los brazos y con un vaporizador se perfumó las axilas. El otro se fue con la bici y el crío en
TESTIMONIOS Y DOCUMENTOS 105 equilibrio sobre la rueda de la fortuna. El gordo se sentó en el lugar que el otro acababa de dejar: ignorancia recíproca de uno por el otro. Yo estaba sofocado, fin del entreacto. Entonces surgió de la nada un hombre sudoroso y empapado, con la cabeza desnuda y un saxofón a la espalda, que agarró la gorra de músico que se encontraba en el crucifijo. Tengo muchísimas historias de estas de cuando nos parábamos. Así que miré todo lo que pude. Ahora estoy un poco descansado porque este año escolar me tenía agotado. Por ahora no tengo ningún proyecto importante, mis deudas están contenidas y lo que aún rezuma no es alarmante. Me gustaría, si fuera posible, probar algo en el cine. Voy a estudiar el tema y dar grandes vueltas en círculo a su alrededor antes de morder el anzuelo. Como cada vez me gusta menos la prensa de aquí, no tengo ganas de hacer tratos con otras revistas. Siempre es que si Soraya está insatisfecha y BB también, que si Margareth se ha quedado embarazada y Paola está verde de envidia, que si la novia de esta semana de Sacha Distel o el problema de Callas con Onassis, que si el tema vasco va muy bien desde hace un mes y han detenido a un charcutero en San Juan de Luz. No hay temas apasionantes. Por el contrario, en Francia la publicidad cada vez se hace mejor; me refiero a las imágenes, claro. Y con estas palabras, que, después de todo, espero que no te dejen mal sabor de boca, voy a dejarte, querido Maurice, para acostarme. Buenas noches o buenos días; con estos husos horarios nunca se sabe. En fin, buenas noches. Robert J’attends toujours le printemps. Lettres de Robert Doisneau à Maurice Baquet, Actes Sud, 1996
Palm Springs Riviera Hotel Miércoles Mi querido Maurice: Comienzo a saber lo que son los colores suaves, a pesar de que creía que los conocía por el automóvil de Ray Sugar o los escaparates de las peluquerías de barrio. Pero al llegar a Palm Springs, los colores son mágicos, sobre todo al atardecer: fachadas verdigrises, tejados naranjas y palmeras de color lila. Hay otras combinaciones, claro, todas ellas infinitas y maravillosas. Además, la gente aquí está contenta. Me siento como si fuera de otra época, como un sofá de estilo Luis XV en un aeródromo o un violonchelo delante del edificio de Life. Mira, una imagen que hay que hacer, y también una fachada al atardecer con una ventana donde se vea tu silueta y luego otras siluetas de gente que esté llamando por teléfono y moviéndose en el resto de las ventanas, todas iluminadas. Y hablando de teléfonos, una oficina de hombres de negocios con tres teléfonos, la estatua de la Libertad, la calle de los cines, una terraza con Nueva York iluminada. Estoy empezando a descubrir a los millonarios, y hay muchos. Tengo un vehículo eléctrico de color blanco para pasearme por los greens, y mañana subiré a un helicóptero para hacerme una idea general. Me han presentado como Robert de París a los jugadores de golf millonarios. «¿Jauar yu, jauar yu?», dicen todos con aspecto de que están muy contentos de conocerme, lo que resulta muy halagador para el oficio y para Montrouge (Sena), y es solo el principio. Hay diecinueve golfistas; voy a tener relaciones con el mundo del petróleo, del cine y del automóvil.
Un beso en el Hôtel de Ville, críos revoltosos, obreros en la fábrica, gente de mundo, anónimos, retratos de Picasso y Tati… A Robert Doisneau (1912-1994) se le conoce sobre todo por sus fotografías desenfadadas, espontáneas y poéticas de París y su periferia. Pero sus sesenta años de vida como fotógrafo van mucho más allá, con casi 500.000 imágenes tomadas. Para calificar su fotografía se han empleado términos como reportaje humanista, realismo poético o humor tierno, pero en el fondo ninguna categoría ha llegado a definir la riqueza y diversidad de su obra. Sin embargo, él mismo se considera un «pescador de imágenes» en contraposición a los fotógrafos «cazadores». Para Quentin Bajac, el estilo de Doisneau consiste, en primer lugar, en la búsqueda de cierta simplicidad, de una inmediatez y una economía de medios, una voluntad de no dispersarse para estar siempre alerta, ligero, móvil y al acecho. 120 documentos para presentar la obra de Doisneau, desde sus dibujos de juventud y sus agendas personales hasta reportajes sobre la liberación de París, las fiestas de sociedad para Vogue o las ilustraciones para La Vie Ouvrière y los encargos de Life; desde los tatuados hasta los niños del extrarradio, las calles de París y los cisnes de Palm Springs.
ISBN 978-84-16138-44-9
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