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Reflexiones sobre la literatura bajacaliforniana / Óscar Ángeles Reyes págs. 8 y

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Fo to: Eduardo Flores Campbell

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Leobardo Sarabia, Ava Ordorica y Gabriel Trujillo Muñoz.

con una idea clarísima de la montaña de basura de la humanidad y siguen escribiendo como si siguieran aquí, ahí está Jorge Valenzuela. Sin embargo, ¿quién hace crítica literaria en el territorio norte?, ¿en dónde encontramos el análisis objetivo de literatura bajacaliforniana? Puedo decir que me gusta León, Loya, Correa o Valenzuela, pero debemos entender al oficio no únicamente como un ejercicio de lectura, sino como un ejercicio de intercambio de ideas y feroz escrutinio, de provocación. En este ambiente, los editores independientes funcionan no como catalizadores, más bien como perpetuadores de la publicación sin fondo, en un juego de autocomplacencia que genera el aplauso que nos damos a nosotros mismos.

Los que tienen su lugar en La enciclopedia de Baja California continúan, homenajeados y sonrientes, abrazando la nostalgia, aunque su producción se detuvo décadas atrás y la esperada evolución de sus letras no dejó de hacerse esperar. —¿cuántos de ellos se convirtieron en promotores culturales? —. La robustez de una literatura descansa en las nuevas propuestas, en su pertinencia y originalidad. ¿Cuántos Pedros aguanta una literatura nacional?, ¿cuántas veces podemos retratar la existencia en la Avenida Revolución sin que parezca que damos círculos? Propongo una antología de jóvenes escritores norteños, quizá una antología de poesía amorosa y otra que se llame Del vino, el mar y el desierto; profundicemos en las entrañas de lo que llamamos crush, y formemos talleres de literatura, de armas de alto calibre y jerarquización en organizaciones criminales, ¿lo que sea para darle lustre a nuestras letras, a nuestras nuevas letras? Y, ¿cómo debe actuar un escritor frente a las cámaras? No es trivial, los escritores mediáticos se posicionan mejor con los públicos iletrados, los temas de actualidad lucen como vestidos con chaquiras, los posicionamientos populares a la medida —la corrección política nos asegura un mayor número de seguidores, la comodidad de las discusiones banales—. A río revuelto, ganancia de los cobardes. ¿Los escritores guapos tienen más posibilidades de ser exitosos? ¿Se trata también de la banalización de la literatura, de sus cuestionamientos?

Lo que resulta obvio es la efervescencia de quienes creen manejar el lenguaje poético, masturbándose mientras meditan frases recortadas para explicar el gran amor que la novela desenmascaró hace mucho. En ese aspecto, seguimos esperando a las y los novelistas, a nuestra Fernanda Melchor que saque el diente, que diga lo que se cree impensable, a quien se atreva a construir un estilo que prevalezca sobre las narraciones. En este camino, Montserrat Rodríguez Ruelas, mexicalense, ganó el Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo (2021); habrá que leerla e indagar su postura, por lo pronto, no responde mis mensajes.

Será que, en nuestra inmadurez, ¿necesitamos a otro Rubén Vizcaíno? Será que —como lo también lo dice Yépiz— ¿estamos, seguimos, norteados? ¿Será que debemos entender al Norte no como un lugar “especial” y comenzar a mirarnos como parte un territorio más amplio? En ese camino, ¿perderíamos algo, eso que llaman identidad?, ¿los mexicanos fronterizos somos otros?, ¿debemos ser norteños para ser únicos? Lo anterior no me deja de parece un tema que se aborda, precisamente, desde la literatura (a mi me agrada la novela); se trata del cuestionamiento de lo que hacemos, y de nosotros mismos.

todoestodo@gmail.com

Ilus tr ación: “Platón” , Jacques Louis Da vi d

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LA MUERTE, SENTIDO DE LA VIDA

POR CARLOS MONGAR*

La muerte llega cuando más solos estamos. Habita como el sol negro que proyecta su aciaga sombra sobre el río de la vida. La muerte, como la zopilotera insaciable, planea sobre el festín de la existencia. Angustiados, la vemos llegar amenazante, cada día transcurrido y casi siempre, fingimos indiferencia. es la muerte? Un misterio. ¿Podríamos vivir sin morir? Para algunas personas la muerte confiere sentido a la vida, para otros, es como quedar suspendidos en el vacío del sin sentido. Si la muerte no fuera una presencia en la existencia, como seres proclives a los devaneos metafísicos, la inventaríamos.

Y la pregunta que pretende, oculta nuestra aflicción, tristeza y anonadamiento, con tal vez, un destello de esperanza: es. ¿Habrá otra vida después de la muerte? O simple y sencillamente, aunque nos cueste aceptarlo, ¿desapareceremos de manera total, dejando quizás una estela de recuerdos? Alguna vez señalé: “La memoria es una boya en el abismo/ cuando nadie me recuerde/ me hundiré en la Nada… La memoria mantiene el sueño del ser y el no ser a quien ya no sobrevive por sí mismo,/ mientras que olvidar equivale a disipar una vida en la Nada; es decir, la Nada es la muerte de la muerte”; y, “ a nihilo nihil fit” (de la nada nada sale).

Se diga lo que se diga, la muerte es sin duda la única certeza que tenemos los seres humanos, de la que nunca podremos escapar. ¿Qué

La muerte de un ser apreciado, querido, amado, puede “mantenerse presente” mediante la memoria (la boya que “mantiene” el recuerdo); y la memoria, según el filósofo Martin Heidegger, es un pensar hacia atrás conservando lo pasado, pero según él, también es posible otro significado de memoria: “pensar en” lo que ya ha sido, siempre que entendamos bajo este término, y a diferencia de lo que sólo es pasado, aquello que desde entonces sigue siendo. Esto nos permite señalar que, la memoria, ese pensar hacia atrás, hace posible que el ser amado muerto, siga “presente” y permanezca como permanece una obra de arte: el tempo estético es como el tempo de la memoria, y viceversa. Todas las ocasiones que escuchamos la Novena sinfonía de Beethoven o leemos Muerte sin fin del poeta mexicano José Gorostiza, o cualquier otro poema, hacemos posible que lo que se mantiene en la memoria, la presencia ausente, “surja y permanezca”; de manera similar, él o ella, muertos, cada vez que se repite el tempo de la memoria “aparecen”, y esto será posible mientras haya un ente que mantenga “a flote” la memoria de él o ella, muertos, como si fueran una obra de arte.

Cuando era niño y veía en el jardín una oruga convertirse en crisálida para luego transformarse en mariposa, imaginaba que era posible una metamorfosis en el paso de la vida a la muerte: el hombre-crisálida devenía mariposa del espíritu… ¿Ilusión? No lo sé, pero cuando muere un

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