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Salutació del Rector de la Parròquia.
Fotografia: Francesc Gascò.
Salutació del RECTOR
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Queridos amigos:
Este año nos ha venido una situación inesperada: la pandemia del “coronavirus” o Covid 19. La emergencia sanitaria en la que ha desembocado nos ha arrastrado a la supresión de las fiestas de Moros y Cristianos en honor a la Divina Aurora, así como todos los actos lúdicos, musicales y culturales preparados para el pueblo por parte de la concejalía de fiestas. Parece como si la epidemia nos quisiera robar la alegría. Verdad que toda enfermedad que lleva a la muerte nos roba la alegría de vivir y esta es una de ellas. Ya se cuentan por miles de muertos los que se ha llevado por delante llenando de sufrimiento el mundo.
Pero hay algo que la enfermedad no nos podrá nunca quitar sino que nos la puede aumentar: La adhesión a nuestra patrona, la Divina Aurora. A ella recurrimos en los momentos de más sufrimiento, tanto físico como moral, como es el actual. Por ello, estos días nos habrán robado la alegría de los Moros y Cristianos, que no acompañarán a la Virgen, no podremos escuchar las bandas de música desde buena mañana, para la recogida de los capitanes, ni asistir a las misas festeras, ni a la ofrenda de flores, ni escucharemos el tronar de los arcabuces, ni la recitación de los versos de las embajadas, ni podremos participar en las procesiones con los portadores de la Virgen vestidos de festeros, ni tampoco gozaremos de los cantos de los “motetes”, ni veremos la salida de la Virgen, ni la entrañable entrada a su Ermita, ni asistiremos a las cenas, almuerzos, capitanías, etc..
Pero San Pablo nos dice: “…estad alegres en el Señor, estad siempre alegres…” Estamos determinados a que el coronavirus no nos robe la alegría. Este año, se nos invita a tener otra actitud en las fiestas: Los festeros creyentes se convierten en creyentes sin traje de fiesta y la Virgen los convoca para participar con todos los demás creyentes a considerar sus palabras “…meditaba todo ello en su corazón”… Por ello, por medio de las Eucaristías que celebraremos y demás actos litúrgicos, la Divina Aurora nos invita a escuchar con atención las palabras de su Hijo y hacer lo que Él nos diga, para cambiar de conducta, por lo que solicitamos su intercesión para que “disipe las tinieblas de la culpa que envuelve nuestra alma” , a tener un gran respeto por nuestra “casa común” que es nuestra tierra y que con tanta frecuencia maltratamos, que es el paraíso que Dios nos ha regalado, a obrar con generosidad con nuestro prójimo, al que con tanta ligereza juzgamos, a ver al otro como un hermano al que servir, “ya que todos somos hermanos, criados al amparo y sombra de vuestro manto”, del que sin embargo, tantas veces intentamos sacar provecho de modo egoísta, a actuar siempre con amabilidad, con buenas formas, a desterrar la violencia y agresividad de nuestras palabras y actos, a tener paciencia con los defectos ajenos y así “reine en este vuestro querido pueblo la concordia y la paz” bajo el amparo de nuestra Madre , la Divina Aurora. La fiesta pasa de exterior a interior produciendo con esos cambios una inmensa alegría.
Este año, es más necesario que nunca celebrar las fiestas en su honor aun con la tristeza de no vernos acompañados por las comparsas, para mantener la esperanza en un futuro incierto para todos, ponernos a sus pies para solicitar el milagro de la eliminación de la pandemia.
Ojalá estas fiestas, no de “alboroto” sino de “reflexión”, nos sirvan para mirar a la Divina Aurora de corazón entregándonos en cuerpo y alma a su Hijo, para asemejarnos más cada día a ella, que es la “sin mancha ni arruga”, la imagen de lo que el mundo está destinado a ser y que nosotros ya podemos estar realizando en nuestro día a día con nuestros actos de bondad y justicia.
Felices fiestas a todos, especialmente a los enfermos y ausentes. Que el Señor tenga en la gloria a todos los difuntos, principalmente a los que nos han dejado este año.