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El Carnaval de hace un siglo: 1921. Por Juan Tomás Muñoz Garzón

El Carnaval de hace un siglo: 1921

Juan Tomás Muñoz Garzón. Centro de Estudios Mirobrigenses.

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“¡Ya vienen... ya vienen! Y estas palabras mágicas y aquel solemne y tradicional tañido electrizan a nuestra Miróbriga y resuenan como una melodía musical, nunca gastada, en las plazas y en las calles, en los campos y en las almas...”. Así rezaba el inicio un artículo inserto en La Iberia en la víspera del antruejo de 1921 y que como venía siendo frecuente en esta época su autor se agazapaba en una inicial y ... punto. Era la obvia referencia al campaneo alegre del reloj suelto, el que marca y rige la vida carnavalesca.

Las aguas estaban, seguían revueltas en Ciudad Rodrigo. El lastre derivado de las subsistencias, pese al esfuerzo que se realizaba desde el consistorio, seguía pendiendo sobre la vida de los mirobrigenses. Jesús Ángel Rodríguez Hernández, que ocupaba la alcaldía desde el 1 de abril de 1920, había conseguido importantes logros en esa materia, aliviando de alguna manera la situación calamitosa que embargaba a buena parte de la población de Ciudad Rodrigo. Pero sus fuerzas se agotaban, renqueante de una enfermedad que al final le llevó a presentar la dimisión, para sorpresa de sus compañeros de corporación, el 8 de enero de 1921. De nada sirvió la perseverancia con la que los ediles intentaron que revocase su decisión. Tan solo consiguieron que siguiera al frente de la junta de subsistencias, que no era poco dado el trabajo que suponía gestionarla y evitar al mismo tiempo problemas que acarreaban situaciones desagradables. >

El encierro, en esta época, enfilaba hacia el casco histórico por la trasera de Torroba y el glacis de la muralla hacia la Puerta del Conde.

Tomó las riendas del consistorio el primer teniente de alcalde, José Pérez Solórzano, mientras la corporación se decantaba por el nuevo alcalde. En la sesión del 22 de enero el cargo fue ocupado por el también abogado Francisco Luis García. Sería una alcaldía efímera, puesto que el 16 de julio el ayuntamiento mirobrigense contaba con un nuevo presidente, el gran aficionado taurino Jesús García Romero.

En el interinato del industrial Pérez Solórzano se dan los primeros pasos para perfilar la organización del inminente Carnaval –comenzaba el 6 de febrero-. El 15 de enero se firma el contrato por el que Clemente Castaño Alfonso1, rentero de Ivanrey, facilitará una de las corridas del próximo antruejo, nutrida con 10 novillos “que no estén castrados, mayores de tres años y que no hayan sido lidiados ni trabajados”. Se pagará por la corrida completa mil pesetas.

Las otras corridas, firmadas en las mismas condiciones, se concretarán en los días siguientes, siendo facilitados los novillos por Jenaro Castaño Alfonso –se habla de una corrida concurso, con reses procedentes de varias ganaderías- y el labrador y tratante Manuel Hernández, El Jincapoco, quien suscribió el contrato aunque el ganado era en realidad de Antonio Martín Moro, como se acredita en la comparecencia que ambos hicieron el 7 de febrero, Lunes de Carnaval, y víspera del encierro que aportaban. Según el documento citado, Jincapoco había celebrado el contrato en “nombre y representación” de Martín Moro, propietario del negocio en que trabajaba Manuel Hernández como dependiente. No había señalado esta circunstancia por “un olvido involuntario”. Pero, realmente, se trataba de una argucia para evitar el embargo de 400 pesetas que había dictado el juez de paz municipal, Alfredo de la Fuente, promovido por Dionisio García Jiménez, industrial del ramo de la madera y materiales de construcción, y que había sido comunicado al alcalde el mismo día del festejo, el 8 de febrero. A su vista, el ya nuevo alcalde, Francisco Luis García, y considerando los expresados antecedentes, resuelve que no hay lugar a la reclamación y al embargo de la cantidad señalada.

1. AHMCR. Caja 301. Festejos... “En Ciudad Rodrigo a quince de enero de mil novecientos veintiuno. La comisión de Fomento de este Ilustre

Ayuntamiento y D. Clemente Castaño Alfonso, casado, labrador y de esta vecindad, reunidos en la Casa Consistorial con objeto de formalizar esta escritura de contrato para que dicho señor proporcione la corrida de novillos que se ha de celebrar el día del mes de febrero, sujetándose a las condiciones siguientes: 1ª.- Es obligación del dueño del ganado encerrar este por su cuenta en la Plaza Mayor. 2ª.- Si algún novillo se inutilizara después de entrar en el alar se tasarán los perjuicios por el perito que nombre el Ayuntamiento y su importe lo abonará este último quedando a beneficio de dicha autoridad la res inutilizada en absoluto y en caso contrario abonará al ganadero el importe de la tasación de la inutilidad relativa, cuya inutilidad en uno u otro caso precisará el veedor municipal como único perito cuando salga del alar el ganado, una vez terminados los desencierros, cuya operación presenciará si lo desea el ganadero para en aquellos actos hacer las observaciones que estime oportunas a los efectos relacionados, y si el referido veedor no hubiera podido en dichos desencierros precisar con absoluta seguridad los defectos del ganado, se concederá al ganadero solamente cuarenta y ocho horas siguientes a aquellos para que puedan reclamar indemnización por los accidentes sufridos y justificar que provienen estos de la corrida, encierro o desencierro. 3ª.- El Ayuntamiento abonará al contratista la cantidad de 116,66 pesetas por cada novillo que encierre, sea lidiado y no resulte manso. 4ª.- La hora del encierro será de ocho de la mañana en adelante y el ganadero contratante se obliga a intentarlo tres veces por lo menos, y en caso de no poder verificarlo quedará relevado de toda responsabilidad, sin poder la una ni la otra parte exigirla. El Ayuntamiento procurará por medio de sus agentes impedir que con intención se espante por el público el ganado. 5ª.- Las corridas se compondrán de diez novillos que no estén castrados, mayores de tres años y que no hayan sido lidiados ni trabajados; pero si conducidos los diez se encerrasen solamente ocho, se considerará corrida completa y se abonarán las mil pesetas, y si fueran menos se pagarán a cien pesetas cada uno. 6ª.- El contratista queda responsable ante el Ilustre Ayuntamiento en el caso de no cumplir lo estipulado y sujeto a la multa que se le imponga, que no podrá exceder del importe de la corrida. 7ª.- El contratista ganadero no podrá encerrar otros novillos que los elegidos en el día de hoy por la comisión de Fomento, pues, caso contrario, incurrirá el ganadero en la multa que se le imponga, los cuales novillos habrán de reunir las condiciones expresadas. 8ª.- El alar de la Puerta del Conde llegará hasta pasar el camino que conduce a La Caridad. 9ª.- El pago de la corrida se hará por el depositario de la Corporación en la misma semana que se celebre la corrida. Al cumplimiento de este contrato se obligan de la manera más solemne las partes contratadas y firman en el lugar y fecha antes indicados. Faustino de San José, Francisco Luis García. Eugenio Sevillano. Clemente Castaño”.

Continúan cerrándose los flecos del Carnaval de 1921 con la contratación de los lidiadores, una nómina integrada por los novilleros Fernando Martín Guerrero, El Latas; José Zamarreño, Gordito; Ángel Ramos, Ramitos; y Víctor Areta, Cantaritos, casi todos ellos ya conocidos por el público mirobrigense. Y a finales de enero, siguiendo con la liturgia carnavalesca, la murga Los Becuadros da a conocer su repertorio: “Con enorme éxito ha hecho su debut la popular murga Los Becuadros, alma de los carnavales de Miróbriga. La antedicha murga tiene un repertorio superior y ha llamado poderosamente la atención por sus originalísimos couplets; salud y divertirse”, apuntaba La Iberia en un suelto en su número del 29 de enero.

Por otra parte, el 31 de enero se celebra el sorteo para adjudicar el montaje de los alares y el cierre de la plaza entre los carpinteros avecindados en Ciudad Rodrigo y que estuvieran interesados en realizar dichos trabajos por un montante de 150 pesetas.

Todo estaba preparado. Y llegó el momento de la diversión, de aparcar el quehacer diario, la pesadumbre que atenazaba a casi todos los mirobrigenses por la calamitosa situación económica en que se desenvolvían: “Con un tiempo hermoso y una animación extraordinaria se han celebrado en nuestra ciudad las castizas y renombradas fiestas de Carnaval”, refería Triguito en la crónica que resumía el Carnaval para el citado semanario local.

El primer día se lidió el ganado que aportó el rentero de Ivanrey. Empezó mal el día para los aficionados. Clemente Castaño encerró los novillos antes de la hora fijada y el público se cabreó. No eran las ocho de la mañana y las reses estaban ya en la plaza, cuando en el contrato se establece que el encierro deberá ser a partir de dicha hora. Como un resorte se moviliza un número considerable de vecinos para elevar su protesta, por escrito y esa misma mañana, al ayuntamiento. Consideraban que se les había tomado el pelo, que no se había cumplido con el contrato y de ello deberían dimanarse consecuencias: “Que esta corrida no se pague, puesto que su dueño no ha cumplido con la condición más esencial del contrato, pues sabido es de todos que este pueblo su mayor diversión es la presencia en los encierros y hoy se ha visto privado en ello”2. Para mayor desgracia de los aficionados, “el ganado de don Clemente Castaño resultó, en su conjunto, muy malito por cierto, pues ninguno de los bichos demostró tener ni pizca de bravura. ¡Amigo Castaño, a ver si otra vez se ganan mejor las pesetas, porque si no lo hace así saldrá perjudicado!”, sentenciaba Triguito.

No había empezado bien el Carnaval. Todo lo contrario. El público se había enfadado y con razón. Se le privó de ver el encierro y después tuvieron que aguantar la lidia de un ganado impresentable. Pero quedaban dos días y el tiempo acompañaba. Los mirobrigenses, con la alegría por bandera, pensaban en el borrón del primer día, pero tenían esperanzas de que la diversión fuera en aumento en la segunda jornada, disfrutando de un ganado y unos festejos que prometían: se había anunciado una corrida concurso de varias ganaderías, concertado por Jenaro Castaño: “Nos dio el camelo con la tal corridita –afirmaba Triguito-, pues más que de concurso era una bueyada indecente. ¡Qué bonito es ganar las pesetas así!”.

La tragedia se había asomado a Ciudad Rodrigo antes de que concluyesen los festejos taurinos del Lunes de Carnaval. Malas eran las reses, en efecto, pero el peligro no se lo quita nadie: “A la terminación de >

>Todo estaba preparado. Y llegó el momento de la diversión, de aparcar el quehacer diario, la pesadumbre que atenazaba a casi todos los mirobrigenses por la calamitosa situación económica en que se desenvolvían.

2. Ibídem.

Pedro Fernández, Habanero II, primero por la izquierda, acompañado en ese orden de Jacobo Escudero, Antonio Gómez (Finito de Valladolid) y Ramón Fernández, Habanero. De la revista El Ruedo. la corrida tuvo lugar, como es costumbre, el desencierro del ganado lidiado... Terminado este y yendo el ganado por las afueras del arrabal próximo al Puente Nuevo, un grupo de jóvenes se abalanzó sobre uno de los toros, al cual lograron sujetar. Una vez vuelto el astado a la plaza, donde pudo deshacerse de los que le seguían, emprendió veloz carrera por las calles de la ciudad, yendo a parar a la muralla, que estaba inundada por completo de gente que había ido a presenciar el desencierro, originándose con tal motivo carreras, sustos y revolcones”, apunta El Adelanto en la crónica de su corresponsal Santiago Vegas.

No quedó ahí la cosa: “Al llegar el toro al trozo de muralla que corresponde a la Catedral, entre otras muchas personas se hallaba un anciano de setenta años, cuyo nombre se ignora –se trataba de Lorenzo Ayuso-, que al ver al toro trató de subirse a una cañonera, pudiendo conseguir su propósito, y pasándole el toro rozando la ropa; mas al dar la vuelta el toro, se enfiló con él, saltó la cañonera donde estaba el citado anciano, dándole tan fuerte puntazo en el vientre que le hizo caer al foso, o sea, a veinte metros de profundidad, de donde fue recogido y trasladado a su domicilio, siendo curado por los médicos, quienes le apreciaron un varetazo en el vientre3”.

El corresponsal del citado diario salmantino concluye el relato afirmando que “el toro continuó repartiendo sustos y revolcones; volvió nuevamente a las calles, recorriéndolas todas, estacionándose a última hora junto al Palacio Episcopal y siempre seguido de numeroso público. Más tarde fue a la puerta del cuartel de infantería de Toledo y a la plaza. En vista de que la alarma era tan grande que nadie podía salir a la calle y eran las ocho y media de la noche, trataron de sujetarlo con unas maromas y sacarle al campo, como así lo hicieron, no sin antes proporcionar varios trastazos, por fortuna leves”.

Llega el último día del antruejo de 1921. Dos fiascos de corridas previas, con un ganado lamentable, solo animado con las peripecias que protagonizó el toro escapado en el desencierro del lunes, lastraban el ánimo de los mirobrigenses. Pero hete aquí la sorpresa: “Esta ya fue corrida igual, brava y de poder. Muy bien, don Manuel, así es como se pueden dar corridas para que quede a gusto el público... y tú, también”, enfatizaba el célebre Triguito en La Iberia.

Vegas Arranz pormenoriza lo ocurrido en este último encierro: “A las nueve tuvo lugar el encierro del ganado propiedad de don Manuel Hernández (Jinca), del Arrabal del Puente, que fue hábilmente dirigido por su dueño, varios ganaderos y distinguidos jóvenes de esta localidad. El encierro lo efectuaron de dos veces. Al entrar el ganadero en la plaza, juntamente con el ganado, recibió una estruendosa ovación por la bravura y buena presentación de los toros”. Nada que ver con lo sucedido en las jornadas precedentes. El público recobró su ánimo y se dispuso a disfrutar del siguiente festejo matinal. A las once dio comienzo la prueba: “Salió el primero, que resultó muy bravo, aunque pequeñitos todos ellos, pero muy finos, dando mucho juego, como ocurrió con los tres restantes, mereciendo una ovación el ganadero. Es indudable que es la mejor corrida de las tres”, sentencia el corresponsal de El Adelanto.

3. Con el tiempo se repondría de sus lesiones, falleciendo a primeros de abril de 1926 a la edad de 82 años.

En la lidia de las reses capeadas en la mañana destacó la brega de Habanero II4, El Latas, El Sastre y Gordito, espléndidos con el capote. Otro percance sucedió en esta mañana del Martes de Carnaval: “Durante la lidia del segundo toro –refiere Vegas Arranz-, este intentó marcharse dos veces por una tronera, consiguiéndolo a la tercera, que salió plaza abajo, dando revolcones y sustos. La gente, temerosa por lo ocurrido el día anterior, se metía en las tiendas y portales que encontraba abiertos, pues era la hora en que más público había paseando, sembrando el pánico. Los dueños de los géneros que tenían extendidos en la plaza para la venta, los abandonaron corriendo en todas direcciones. Por fin, el toro, como casi todos ellos, fue a parar a la muralla, donde había numerosísima gente, quedando desalojada en pocos minutos. El novillo dio dos vueltas completas a la muralla y viendo que no encontraba salida para el campo, volvió a la calle Dámaso Ledesma, donde estuvo algún tiempo, saliendo a última hora por donde el de ayer, o sea, por la Puerta de Santiago y de allí, al campo”. Pero no quedó ahí la cosa: “El de ayer dio un salto a una tapia que hay al empezar una cuesta, por la que bajó rodando, yendo a parar al río, junto a la fábrica de La Concha, no haciéndose daño alguno, pues acto seguido salió corriendo”. No fue este el único toro que intentó escaparse, pues otros dos se empeñaron, pero sin éxito, en fugarse de la plaza.

Con buen tiempo y la presencia masiva de forasteros comenzó el festejo vespertino. La corrida fue presidida por el teniente de alcalde Faustino San José y “a los acordes de un bonito pasodoble ejecutado por la banda municipal, sale el primero, negro, pequeño, muy fino. Es aplaudido el ganadero o su representante. Habanero, Sastre y Latas lucen sus habilidades, que se aplauden”. Continúa el corresponsal de El Adelanto relatando las características de los cinco novillos restantes. El tercero –el primero de la tarde, según Triguito- coge a José Zamarreño, Gordito, infiriéndole una grave cornada en el muslo derecho de 14 centímetros. “En resumen –señala Santiago Vegas-, sin que pueda llamarse superior, fue la mejor corrida, por ser más igual y más pequeño el ganado, tamaño bueno para que la gente se divierta sin que haya desgracias. Indudablemente, el Sr. Hernández entiende de novillos, y siempre que ha dado corridas ha salido airoso y satisfecho, razón por la cual el público le ha distinguido con muestras de satisfacción”.

Por lo que respecta a la actuación de los toreros, y seguimos al crítico Triguito, “Habanero II realizó el segundo día una faena de muleta de pura cepa belmontista; simuló la suerte suprema de modo colosal, por lo cual ganó sendas y merecidas ovaciones, y siendo paseado en hombros de los entusiastas por el ruedo. Así se torea, Habanero, y así llegarás a ganar las 7.000 licurcias”. El redactor de La Iberia destacó también la brega y la suerte de banderillas en que se emplearon El Latas, Gordito y El Sastre, así como los pares que pusieron Cecilio Barral, Manuel Romero, Canela; Benito Durán, Guerra; Antonio Núñez, El Chato; y El Rubio. > > Con buen tiempo y la presencia masiva de forasteros comenzó el festejo vespertino. La corrida fue presidida por el teniente de alcalde Faustino San José y “a los acordes de un bonito pasodoble ejecutado por la banda municipal, sale el primero, negro, pequeño, muy fino.

4. Pedro Fernández Zúmel, Habanero II. “Matador de novillos, nacido hacia el año 1900, falleció en la primavera de 1923, a los 23 años de edad, a consecuencia de la cornada que le infringió una vaca en un tentadero, de una ganadería vallisoletana, que le fracturó el cráneo. Dejó mayor recuerdo de su bondad y simpatía que de sus facultades toreras. Fue hermano de Ramón, el también novillero del mismo apellido y apodo. No dudamos en que la sugestión del ejemplo de éste le impulsó a dedicarse al toreo, frecuentando capeas y funciones pueblerinas, en las que era conocido con el remoquete de Perico el Tiembla. En plazas de cierta categoría, incluso en la de Valladolid, comenzó toreando como subalterno en 1916. El 7 de junio de 1918 le proporcionó su hermano el puesto de sobresaliente en una novillada, y en 1919 trabajó muy poco y en modestísima jerarquía, como novillero”. (Fuente: Crónica de Juan José Zaldívar Ortega en Víctimas del Toreo. Novilleros).

Dejando a un lado el aspecto taurino, pero sin salir del oblongo coso de Ciudad Rodrigo, los mirobrigenses tuvieron la oportunidad de mostrar su generosidad a un matrimonio que desfiló con sus dos hijos en la tarde del Martes de Carnaval: “Se ha abierto una de las puertas. Un grupo numeroso da escolta voluntaria a una madre modesta y laboriosa, con dos ángeles gemelos, niña y niño, caballeros en un jumento cuya albarda ocupan, frescos y sonrientes como dos ánforas de leche, cómodos tiestos de anémonas, y su padre, honrado labrador, curtido por los soles y los hielos, los exhibe al pueblo hermano en que nació como ellos, niño y pobre...”, escribe un tal E. en la portada de La Iberia del 12 de febrero.

La escena caló en el público y en el cronista: “Pronto se atraen las miradas de todos y todos los aplauden y los acarician, ricos y pobres, y les otorgan generosos la moneda que será mañana pan y abrigo y ventura del hogar”. La corneta suena para anunciar la salida del toro “pero la muchedumbre se opone cortésmente a su salida con voces y ademanes para que dé lugar a que concluya la colecta. El corazón de Miróbriga estaba al desnudo en medio de la plaza. ¿Qué vale al lado suyo el mejor novillo? El intermedio se prolonga demasiado. Los novilleros, maletas y aficionados sentados en el mismo suelo fuman tranquilos, beben y hablan; no hay una voz que proteste, mientras los angelitos recorren todo el ruedo y el simbólico paraguas boca arriba recoge la lluvia bienhechora de la caridad de todos”, describe con un evidente sentimentalismo el colaborador del citado semanario mirobrigense.

Se trataba del matrimonio formado por Vicente Benito Cardoso y Jenara Santos Sevillano, vecinos de las Viñas del Águeda, padres de los niños gemelos Luis y Elisa, quienes agradecieron la acogida y la respuesta dada por el pueblo y su ayuntamiento al tratarles de forma entusiasta y cariñosa en el coso en la representación que hicieron, un gesto solidario y generoso, puesto que consiguieron, además de dulces, 151,55 pesetas en metálico fruto de las dádivas recibidas.

Por el albero habían desfilado también varias comparsas, como la titulada la Cruz Roja o la mojiganga taurina de la vaca prima en donde lucieron sus habilidades muchos aficionados, destacando Antonio El Cochero con su faena charlotesca.

En el Teatro Nuevo la compañía de opereta y zarzuela de Emilio Bellver llenó la sala en sus representaciones, mientras que los bailes estuvieron también concurridos, tanto los del Casino Mirobrigense como los de los salones de El Salmantino, El Moderno, Las Dos Columnas, el propio Teatro Nuevo y El Paraíso.

Publicidad del Café-Fonda Universal de la viuda e hijos de Vicente Cuadrado ofreciendo sus servicios para el Carnaval de 1921.

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