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Juan José: la profundidad, el mayor de sus éxitos. Por Antonio Risueño Pérez

Juan José: la profundidad, el mayor de sus éxitos

Antonio Risueño Pérez

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En este desventurado año 2020, en que muchas personas han desaparecido de nuestra orbita, el peculiar mundo de la Tauromaquia lamenta la pérdida del maestro Juan José García Corral. Nació en La Fuente de San Esteban el día 22 de junio de 1951, en el seno de una familia de arraigados labradores del corazón del campo charro -siempre recordó que en aquella calurosa tarde de vísperas de San Juan, cuando salían de atender el parto traían al pueblo a un muchacho, que había muerto en una charca, ahogado al no saber nadar-. Es el > En este desventurado pequeño de tres hermanos y apenas abandonada la infancia –atraído año 2020, en que por el gran trasiego de toreros y maletillas que hay en su pueblo- se muchas personas siente absolutamente llamado a ser torero y empieza a hacer tapia en los tentaderos de las numerosas ganaderías bravas que rodean a su pueblo, con la intención de que lo dejen bajar a ponerse delante de la becerra. han desaparecido de nuestra orbita, el peculiar mundo de la Tauromaquia lamenta

En aquella época también tiene noticias del movimiento taurino la pérdida del maestro mirobrigense, y del Bolsín y así me lo relataba meses antes de morir: Juan José García Corral. “Era yo un chaval (13 ó 14 años) y me dijeron unos maletillas, - que estaban aquí en el pueblo y dormían en los pajares- que se iban a Los Labraos de Pedrés, a participar en una prueba del Bolsín, y me fui con ellos. Nos montamos en el tren desde La Fuente hasta Espeja, después tuvimos una larga caminata hasta la finca. Había nevado y hacía un frío de muerte. Aquella tarde echó Pedrés unas vacas >

Las Ventas 1969, Feria de San Isidro.

Con “victorinos” en Las Ventas. Año 1971. como toros, todas toreadas. Los maletillas estaban apuntados y participaron, eran unas pruebas durísimas…”.

Pronto encuentra un aliado fundamental en sus inicios: Antonio Diez, el practicante del pueblo, un aficionado cabal que le aporta los conocimientos fundamentales del toreo y le lleva en su moto a todas las tientas del contorno. También le ayuda a posicionarse en los primeros pasos de esa dificilísima profesión: “Cuando yo empecé a querer ser torero, Antonio me orientó de otra manera; las vacas toreadas del Bolsín para un chaval tan joven daban pocas perspectivas, quería que cogiera oficio con animales fuertes pero vírgenes, saliendo de tapia en los tentaderos”.

Aquel planteamiento y las condiciones del torero, dieron lugar a que los ganaderos lo tuvieran en cuenta y hasta recomendaran su apoderamiento. Fue el caso de los hemanos Paco y Salustiano Galache, que hablaron con los hermanos Lozano, unos taurinos de Alameda de la Sagra listos cómo el hambre, entonces apoderados de Palomo Linares y coempresarios de la plaza de Vistalegre, en Madrid. Se hace cargo del apoderamiento de Juan José, el mayor de los Lozano -ya que el resto de la familia: Pablo, José Luis y Eduardo están comprometidos a no apoderar a nadie por causa contractual con Palomo Linares- para organizarle el inicio más fulgurante que jamás ha tenido un torero.

En un año –de agosto de 1967 a agosto de 1968- recorre los tres escalafones: becerrista, novillero sin caballos y matador de toros. Mata su primer novillo en la localidad segoviana de Coca, debuta con picadores en Orihuela (Alicante) el 2 de febrero de 1968 y se doctora en tauromaquia en Manzanares el 11 de agosto, alternativa que ya estaba programada para el día 8 de septiembre, pero su apoderado aprovecha el hueco en los carteles, debido a un percance de Palomo Linares, para sustituirle en las corridas que tenía contratadas. Esos meses que restan de temporada lo lanzan de manera rotunda al estrellato y le preparan para una genial temporada: la de 1969, en la que está puesto en las ferias más postineras de España, Libro de Carnaval. Año 1981. Francia y América, por derecho propio y ganadas a pulso, saldando con la salida a hombros en la plaza de Las Ventas, en la Feria de San Isidro. En la temporada siguiente, debido a la vorágine vivida en plena juventud, sufre un importante bajón profesional, que va solventado en la ulterior temporada de 1971, cuando sufre un fatal accidente, que le ocasiona la pérdida de un ojo. Aquello fue para el determinante, en muchas facetas de su vida.

Pasando los años, con asiento y madurez así lo relata al periodista francés André Viard, en la publicación tierras taurinas: “Desgraciadamente, después del accidente, nadie creía en mí. Yo toreaba muy bien, había madurado, me había vuelto a orientar, pero ya no me dieron el margen necesario, como para permitirme destacar… toreaba corridas duras, poco propicias para el buen toreo… entré en un callejón sin salida. No podía llegar al nivel superior; en el mejor de los casos podía quedarme ahí, en el circuito reducido de las corridas de mi provincia. Antes del accidente, en el año 69 había toreado en todas las ferias, aunque siempre fui malo matando…”. Esa circunstancia, a la que alude, incide tajantemente al desperdiciar una labor de clamoroso triunfo ante Victorinos el Día de Los Santos de 1971, desdichada circunstancia que se remata al ver cómo le echan un toro al corral en la corrida nocturna y televisada en la plaza Mayor de Salamanca. Con ambos trances y ya con poco más de veinte años se cerró para él un brillante capitulo lleno de frescura, pureza y torería.

La década de los años 70 fue para él todo un desierto de pocos festejos; en los que el desánimo hizo su nefasta labor en no pocas ocasiones. Se le cerraron tantas puertas que ni siquiera tenía un hueco en la Feria de Salamanca, Sólo le quedaba la oportunidad de matar la corrida dura del verano en Las Ventas, donde en condiciones imposibles se fue haciendo un hueco de respeto al cuajar destacadas actuaciones. Mención especial merece su labor del dia 24 de agosto de 1975, en la que corta una oreja a un toro y dio la vuelta al ruedo en otro; corrida en la que entró al haber cortado otra oreja en la corrida > En un año –de agosto de 1967 a agosto de 1968- recorre los tres dominguera del 3 de agosto. Ambas cosas tuvieron cómo premio matar un escalafones: becerrista, saldo de barrido de corrales el dia del Pilar, donde se ceba con él la mala novillero sin caballos y suerte y escucha los tres avisos. > matador de toros.

Contra viento y marea en Valdemorillo.

Sábado de Carnaval. Año 1984.

Sin embargo, estos años duros de difícil travesía le van cuajando como torero capaz y como persona entregada y amante de su profesión. Hay un suceso determinante: a finales de la década se anuncia la Feria de Salamanca, y como de costumbre Juan José se queda fuera, pero se corren las voces de que los toros del día de San Mateo están toreados y uno de los diestros “se cae del cartel”, entonces la empresa recurre a Juan José a última hora. Juan José acepta y logra cortarle una oreja con fuerza a un patas blancas de la ganadería de Alicio Tabernero de Paz, suponiendo para el torero de La Fuente la apertura de una nueva senda: la de la sabiduría, la madurez, la profesionalidad > No pocas veces y la experiencia. A partir de entonces recuerda Miguel tiene su sitio en las Cid, patriarca del pavorosas corridas Bolsín, cómo se del día de San Malevantó literalmente teo, en el resto de la de la mesa, para venir a Ciudad provincia, en plazas puntuales de la piel de toro, entrando Rodrigo, a sustituir de nuevo en Madrid, a Palomo Linares en e incluso actuando un festival. nuevamente en la

plaza de Acho de la ciudad peruana de Lima. La abundancia de figuras en Salamanca no le había venido bien “En Salamanca me apoyaron mucho, pero demasiado tarde, cuando ya mi oportunidad se había ido. Tengo la misma edad que Robles y Capea, pero yo salí mucho antes que ellos. Todo pasó muy aprisa… Julio salió uno o dos años después de mí, Pedro, aún mas tarde. Pero ellos se echaban la mano el uno al otro y eso me comió”.

Sin embargo, su tenacidad y desenvoltura en la corrida de la pana, a principios de los 80 se hicieron valer, llamando la atención al aficionado y al cronista, cómo en este fragmento de Pereletegui, en su colaboración del Libro de Carnaval de 1982: “Juan José cumplió guapamente en la feria de su tierra y volvió a decir claramente con hechos, que merece otra cosa, que sigue estando en torero y que sería justo y razonable continuar contando con él, pero no solamente para este compromiso final de la feria de Salamanca, sino para muchas tardes a lo largo de la temporada”.

Los triunfos de Juan José matando corridas espantosas, tuvieron cómo Enseñó todo lo que sabía. premio matar corridas más suaves, encabezando el denominado cartel charro, junto al Niño de la Capea y Julio Robles; sin quedarse atrás y cuajando importantes faenas, como la realizada al toro de Jandilla en la Feria de San Mateo de 1985. Fueron años en que no falto al festival de Las Hermanitas, ni al del Sábado de Carnaval, ni a ningún sitio que lo llamaran. No pocas veces recuerda Miguel Cid, patriarca del Bolsín, cómo se levantó literalmente de la mesa, para venir a Ciudad Rodrigo, a sustituir a Palomo Linares en un festival a ‘beneficio del monumento al maletilla’, que organizaba la familia bolsinista. Aquella tarde y metido dentro de su taje de color crema, dio cumplida respuesta al Ciudad Rodrigo de sus amores y desamores, donde vivió importantes momentos de su juventud y donde siempre tuvo amigos. > La trayectoria taurina y humana

La trayectoria taurina y humana de Juan José cristaliza de Juan José cristaliza en su en su labor al frente de la Escuela de Tauromaquia de Sa- labor al frente de la Escuela de lamanca; han sido casi tres décadas de vaciar, en tantos Tauromaquia de Salamanca. jóvenes que querían ser toreros, los frutos de su trabajo, aprendizaje, éxito, fracaso y evolución personales. Si es cierto que la suerte se le ha vuelto a negar al no aparecer una máxima figura del toreo salida de sus manos, lo que queda más que claro es que ha dado a la tauromaquia una gran nómina de grandes profesionales, que dejan patente la muestra de su obra.

Así se refleja su figura y su persona en un sentido y certero fragmento de Paco Cañamero en Glorieta Digital, pocos días antes de su muerte: “A Juan José, grandioso torero y dueño de una brillante carrera que dejó el poso de exquisitas faenas, la vida vuelve a ponerlo en otro difícil aprieto, del que va a salir adelante, al igual que hizo en otras ocasiones. La peor de todas, aquel accidente sufrido en julio de 1971, al regresar de Pamplona en una época que disfrutaba de las mieles de ser torero de ferias y frenó en seco su carrera. Aunque luego, más que el accidente, fue el propio empresariado –en una de las injusticias más grandes de esa época- quien lo apartó al acartelarlo en corridas duras, en un regalo amargo, con ganaderías a contraestilo; aún así desde entonces firmó muchas de sus mejores faenas; un AP en Santoña; un Jandilla, un Conde de la Corte y un Guardiola, en Salamanca; un Murteira Grave, otro de Gamero Cívico o un Victorino, todos ellos en Madrid; uno del Cura de Valverde, en Peñaranda…”.

Así fue Juan José: su profundidad, el mayor de sus éxitos. Un hombre que siempre fue por derecho en todos los altibajos y claroscuros de su vida.

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