12 minute read

Por José Luis Puerto Hernández

Objetos devocionales en inventarios mirobrigenses de bienes a mediados del siglo XVII

José Luis Puerto. Premio Castilla y León de las Letras 2018. Centro de Estudios Mirobrigenses.

Advertisement

Uno de los documentos más característicos para analizar la antropología, el modo de ser de las gentes de un determinado ámbito son los inventarios de bienes, que aparecen en los protocolos notariales. A través de tales bienes, podemos trazar una cartografía de valores, de intereses, de ámbitos valorados por quienes realizan tales inventarios de bienes; y, a través de tal cartografía, podemos rastrear los modos colectivos de ser.

Uno de los ámbitos que podemos rastrear, a través de los inventarios de bienes es el de la religiosidad popular, a partir de los objetos devocionales que aparecen enumerados en tales inventarios. Es lo que vamos a trazar, en síntesis, en este trabajo, utilizando para ellos varios inventarios de bienes de vecinos y vecinas de Ciudad Rodrigo, a mediados del siglo XVII. Tales inventarios, por lo general, se realizan tras la muerte o fallecimiento del propietario de los bienes que se inventarian, con destino a la distribución entre los herederos legítimos.

Todos los inventarios sobre los que documentamos nuestro trabajo están recogidos entre los protocolos notariales guardados en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca (AHPS) y son, en concreto, los siguientes: de Catalina de Osorio, viuda de Juan Carreño, soldado que fue de la compañía del capitán don Francisco Fernández de Caraveo (1651); de Bernardo de Medina, “procurador que fue del número de esta noble ciudad de Ciudad Rodrigo” (1652); así como de Ana Gutiérrez, “difunta” (1653)1. Es un pequeño número, por el carácter reducido del trabajo. Pero lo podríamos ampliar en un mayor número de inventarios, que matizaría todo lo que vamos a indicar.

Estampa Virgen Peña de Francia

Tipos de objetos devocionales

¿Con qué tipos de objetos devocionales nos encontramos en esta breve muestra de inventarios de bienes? Por una parte, con cuadros, tablas y estampas, para adornar distintas estancias de las casas o moradas; >

1. AHPS, PN, Caja 1712, f. 28 y ss.

también con distintos tipos de cruces, tanto para colocar en las casas, como para la indumentaria y el adorno personal; pilas benditeras o del agua bendita, de cerámica de Talavera, que se colocaban, en algunos casos, en las paredes de las alcobas en que se dormía; rosarios y camándulas; así como joyas o alhajas que se llevaban en los adornos femeninos, como cruces, medidas o Agnus Deis; y algún adorno para la ropa, como los pasamanos, ya que un tipo específico de ellos lleva el nombre de una santa.

Vamos a ir mostrando cada uno de los tipos de objetos devocionales, tanto del ámbito doméstico, como del relativo al del uso y adorno personal, para que advirtamos cómo lo que puede ser adscrito al ámbito de la llamada religiosidad popular está presente en Ciudad Rodrigo, en ese momento tan especial de mediados del siglo XVII, en el que ya, en la Europa occidental mediterránea y, por tanto, en nuestro país, se ha impuesto plenamente la contrarreforma católica, como reacción al luteranismo y calvinismo, principales puntales de la reforma protestante, que triunfaría en la Europa occidental del norte.

Cuadros, tablas y estampas

Los cuadros como adorno de las viviendas en las que se reside han tenido y tienen una gran importancia. Más allá de su mucho o poco valor artístico –según los casos–, podemos dividirlos en dos grandes grupos: los de asunto religioso y los de asunto profano.

En esta pequeña muestra de inventarios, nos los vamos a encontrar en el de Bernardo de Medina, “procurador que fue del número de esta noble ciudad de Ciudad Rodrigo” (1652)2. Predominan los de temática religiosa, pero no falta alguno de tema bíblico (una “tabla vieja de Adán y Eva”) o también mitológico (“una tabla del dios Baco vieja”).

De entre los de asunto religioso, predominan los cuadros hagiográficos, esto es, que representan figuras de santos y de santas. Así, se citan e inventarian los siguientes: “un cuadro grande de la imagen de Santa Gertrudes”, “otro cuadro de una imagen de la Magdalena”, “otro cuadro del señor San Sebastián, sin marco”, “otro cuadrito pequeño de señor San Juan” y “otro cuadro mediano de San Antonio”. Exceptuando a santa Gertrudes, que no es una devoción muy extendida, las demás representaciones son de santos de devociones muy populares y difundidas en las tierras de Ciudad Rodrigo y todo el sur salmantino: san Juan, la Magdalena, san Sebastián y san Antonio.

No faltan, claro está, los cuadros de devociones marianas. En dos de ellos, no se cita la advocación (“dos cuadritos pequeños de Nuestra Señora”); pero en otro, sí, como ocurre con “otro cuadrito pequeño de Nuestra Señora del Buen Suceso”, que, acaso, por la propia advocación, fuera favorecedora de los buenos alumbramientos. En el inventario indicado, de 1653, se asienta: “Una tabla de la Virgen de las Maravillas, sin marco, y otra estampita pequeña en papelón”, una advocación mariana más, así como una estampita en papelón, que es como decir en cartón.

Y tampoco falta la figura de Cristo, como salvador del mundo (“otro cuadro mediano, sin marco, de San Salvador”) o en un trance de la pasión y muerte (“otro cuadrito pequeño de un Ecce Homo”).

2. AHPS, PN, Caja 1712, f. 24 y ss.

El de las representaciones de figuras sagradas colgadas en cuadros en determinadas estancias o habitaciones de las casas o viviendas ha sido una de las manifestaciones más tradicionales y extendidas de las devociones domésticas populares.

Devoción a Nuestra Señora de la Peña de Francia

Como es bien sabido, el santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia, en lo alto de la montaña homónima y término municipal de El Cabaco, en la divisoria entre la Sierra de Francia, la comarca del alto Yeltes y la cacereña de Las Hurdes, es el centro religioso que más ha irradiado y sigue irradiando en todo el sur salmantino como en el norte cacereño, siendo por otra parte una advocación mariana que se ha extendido por otros ámbitos españoles además de hispanoamericanos y filipinos.

Pues, bien, en el ámbito devocional, no faltan las representaciones de la Virgen de la Peña de Francia en medallas caladas, de plata, cobre u otro metal, que cuelgan de rosarios y de collares y vueltas de los trajes antiguos femeninos; así como en estampas de devoción y en otros tipos de objetos devocionales.

En estos inventarios, nos encontramos –concretamente, en el de Catalina de Osorio, “viuda de Juan Carreño, soldado que fue de la compañía del capitán don Francisco Fernández de Caraveo” (1651)3– con un tipo de objeto devocional que no suele ser muy frecuente, puesto que –por ejemplo– apenas nos ha aparecido en inventarios serranos de La Alberca o de Cepeda.

Se trata de: “Una medida mora de Nuestra Señora de Francia” o, también, en el mismo inventario: “Una medida azul de Nuestra Señora de Francia”. Pero, ¿qué es una ‘medida’? ¿Qué significa este término?

En el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española, se nos define el término ‘medida’ –en la acepción devocional que aquí nos interesa– del siguiente modo: “Cinta que se corta igual a la altura de la imagen o estatua de un santo, en que se suele estampar su figura y las letras de su nombre con plata u oro. Se usa por devoción”.

Esto es, estaríamos, en nuestro caso concreto, ante una cinta, de igual medida que la altura de la imagen de entonces de la Virgen de la Peña de Francia, en la que estaría estampada la propia imagen y que llevaría el nombre mariano de tal advocación.

En un caso, la cinta es mora, esto es, morisca; tengamos en cuenta que los textiles moriscos de varios tipos abundaban en la España de entonces y que, en el área de Ciudad Rodrigo –como expusiera documentadamente, en su momento, José Ignacio Martín Benito–, estuvieron los moriscos también. Y, en el otro, la cinta o medida es azul.

Y, relacionado, posiblemente, con la Peña de Francia, santuario que ha estado y sigue estando al cargo de los frailes dominicos, hay otro objeto: “Un bolso blanco y negro con las armas de Santo Domingo”; en el mismo testamento indicado en este apartado. Blanco y negro, porque –como es bien sabido– son los colores tanto del hábito de esta orden monástica, como del propio escudo de la misma. >

> No faltan las representaciones de la

Virgen de la Peña de

Francia en medallas caladas, de plata, cobre u otro metal, que cuelgan de rosarios y de collares.

3. AHPS, PN, Caja 1712, f. 22 v. y ss.

Cruz de Santo Toribio (foto JLP). Cruces y crucifijos

La devoción de la cruz y del crucificado se intensifica en la Europa católica y, por tanto, en España, tras el Concilio de Trento, y adquiere mucha mayor intensidad en la época barroca. Tal devoción llega incluso al teatro barroco. Recordemos la comedia de Pedro Calderón de la Barca, titulada precisamente La devoción de la cruz (publicada en Madrid, por la viuda Juan Sánchez, a costa de Gabriel de León, en 1640, pero representada antes).

A la cruz se le otorga siempre un carácter protector frente al diablo y frente al mal, tanto de las casas y edificios en los que se cuelgue, como de las personas que la lleven. De ahí que nos la encontremos en las viviendas y en los collares y vueltas de las indumentarias antiguas.

En estos inventarios, aparece una cruz muy popular en amplias áreas del occidente hispánico, como es la llamada cruz de santo Toribio, que se venera una reliquia del Lignum Crucis en el santuario cántabro de Santo Toribio de Liébana, cerca de la localidad de Potes.

Así, en estos inventarios nos encontramos con “una cruz de Santo Toribio chiquita” engazada en seis vueltas de corales “con sus cuentas de la alquimia”, otra “cruz de Santo Toribio engazada en plata”, otra “cruz de Santo Toribio labrada de plata, chiquita” y, en fin, todavía otra más (todas en el inventario de 1651, de Catalina de Osorio, viuda del soldado Juan Carreño).

Pero no faltan otros tipos de cruces y de crucifijos. Así, por ejemplo: “Una cruz grande de vidrios con un listón”, o “una hechura de un Santo Cristo de barro” (inventario de 1651), u otra “hechura de un Santo Cristo pequeño” (inventario de 1653).

Son ejemplos todos ellos –y otros muchos que hay, de otros tipos, en otros inventarios de bienes– de esa devoción de la cruz y del crucificado que promueve la iglesia barroca española y que tiene en la Semana Santa su manifestación culminante. > > A la cruz se le otorga siempre un carácter protector frente al diablo y frente al mal, tanto de las casas y edificios en los que se cuelgue, como de las personas que la lleven.

328 Agnus Dei (relicario con cerco de plata).

> A través de ellos, y de otros por el estilo, podríamos acercarnos a lo que fuera la vivencia de la religiosidad popular en aquel momento del Barroco.

Rosarios, camándulas y otros objetos

No podemos desmenuzar más tales objetos devocionales. Tienen una gran importancia los rosarios. Los hay de una variedad enorme: destacan en esa época los de azabache y los de coral, pero no faltan los de cuentas de vidrio y de otros tipos. La devoción del rezo del rosario es promovida, desde el siglo XVI en adelante, por todos los mandatos de las visitas diocesanas a las fábricas parroquiales de los pueblos no solo por el obispado de Ciudad Rodrigo, sino por todos los demás españoles.

Así, nos encontramos con “un rosario de pasta”, “un rosario azul de vidrio” o, también, “un rosario de coyuelos falsos”, en el ya indicado inventario de 1651; y, también en el mismo, con “una camándula con una cruz de plata”. El término ‘camándula’ designa “un rosario de uno o tres dieces”. Abundan más los de uno, con la ventaja de la portabilidad por su pequeño tamaño.

Y no faltan, en fin, otros objetos, de distintos tipos, con huellas e improntas de lo devocional. Así, en el inventario de 1653, tenemos “un Agnus Dei de plata”, que era una reliquia de cera, a modo de medalla ovalada o redonda, con la acuñación en una cara del Cordero de Dios (Agnus Dei), de ahí su nombre, y en la otra de una figura sagrada (Cristo, la Virgen o algún santo); tales medallas eran realizadas en el propio Vaticano, con restos de la cera de los cirios pascuales, tanto cuando los papas accedían al pontificado, como pasado un determinado número de años. Las medallas y relicarios de Agnus Dei son muy abundantes, por ejemplo, en las alhajas de los trajes femeninos maragatos o también de los albercanos.

De interés es también la “pila de agua bendita pintada de Talavera”, que aparece en el inventario de 1653. Tales pilas benditeras, de cerámica de Talavera, solían colocarse en las paredes de las alcobas, pues solían tener en bajorrelieve una cruz con el crucificado sobre el propio cuenco de la pila. Y, al agua bendita, siempre se le ha atribuido un carácter protector, así como ahuyentador del demonio o de las brujas, mientras se está durmiendo.

Y remataremos, en el inventario de 1651, con una prenda de la indumentaria femenina: “Unas enaguas verdes con dos pasamanos de Santa Isabel”. Hasta en la ropa interior femenina aparece la impronta sagrada, a través de uno de los tipos de pasamanos que más se cita en los inventarios de bienes tanto leoneses como salmantinos de nuestra área: “pasamanos de Santa Isabel”.

Como indica la definición del diccionario de la Real Academia Española, un pasamanos es un “género de galón o trencilla, cordones, borlas, flecos y demás adornos de oro, plata, seda, algodón o lana, que se hace y sirve para guarnecer y adornar los vestidos y otras cosas”. En nuestros inventarios de bienes, aparece mucho el llamado de santa Isabel. Recordemos que santa Isabel es la madre de Juan el Bautista y pariente de la Virgen María.

En fin, estos son algunos de los objetos devocionales que nos encontramos en algunos inventarios de bienes de vecinos (dos mujeres y un hombre) de Ciudad Rodrigo, a mediados del siglo XVII. A través de ellos, y de otros por el estilo, podríamos acercarnos a lo que fuera la vivencia de la religiosidad popular en aquel momento del Barroco, en que ya decaía el auge español en el mundo, de nuestras gentes, como modo de conocer mejor de dónde venimos y qué hemos sido, si es que no lo seguimos siendo aún.

This article is from: