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Las añoradas anguilas del Águeda. Por Carlos García Medina • El milagro de las aguas. Cinco balnearios en la socampana mirobrigense.

Las añoradas anguilas del Águeda

Carlos García Medina. Centro de Estudios Mirobrigenses.

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Hasta no hace muchos años, una de las especies piscícolas más emblemáticas del río Águeda era la anguila (anguilla anguilla), pez que fue desapareciendo no precisamente debido a factores medioambientales sino, más bien, a que este animal migratorio que nace en el mar, vio cortados sus obligados viajes reproductores hacia el océano Atlántico, al no poder desplazarse por el Duero; ello estaba debido a la construcción de las grandes presas hidroeléctricas construidas a lo largo de dicho río, lo que dificultó que completaran su ciclo biológico hasta desaparecer por completo de nuestras aguas.

Con la creación de estas obras se extinguió de nuestros cursos fluviales esta abundante especie codiciada gastronómicamente, pobladora del Duero y todos sus tributarios, si bien en los últimos años se han creado algunas iniciativas, proyectos de repoblación por parte del ministerio de Medio Ambiente en las aguas zamoranas del Tera y del Esla. Es una labor complicada y difícil que esta especie vuelva a tener un hábitat equilibrado, si se tiene en cuenta que para su reproducción necesitan hacer un viaje de miles de kilómetros, atravesando el Atlántico hasta el Mar de los Sargazos, encontrándose en su retorno con esas enormes, infranqueables y blindadas murallas que suponen las grandes presas. >

> Hasta no hace muchos años, una de las especies piscícolas más emblemáticas del río

Águeda era la anguila (anguilla anguilla), pez que fue desapareciendo.

Pescando en el Águeda al atardecer.

La anguila está considerada una de las especies autóctonas de estos ríos; así, en el Atlas y el Libro Rojo de los peces continentales de España figuran 70 especies catalogadas, de las cuales 20 son introducidas, 50 son autóctonas y 41 sufren algún tipo de amenaza, siendo 30 las especies endémicas.

El Águeda y sus afluentes, como la mayoría de los ríos de la península Ibérica, atraviesan por malos momentos debido a que las especies alóctonas, es decir, invasoras (perca sol, lucio, black bass, etc.) están acabando o han acabado ya con las autóctonas, lo cual de alguna manera está modificando la vida acuática de estos cursos, si bien no es este el tema que nos ocupa en estos renglones.

Si pudiéramos retrotraernos en el tiempo y preguntar a cualquier pescador de la tierra de Ciudad Rodrigo cuales eran las especies más deseadas, sin lugar a dudas una que mencionarían sería la anguila, dado que es un pez difícil de pescar, esquivo, lo que hacía más emocionante y diversas sus formas de captura, unas más deportivas que otras. Así, por ejemplo, se pescaban con nasas, butrones, redes anguileras y trasmallos con un diámetro especial de luz en la maya, entre otros variados artilugios, como iremos viendo.

La pesca con caña estaba muy popularizada, por lo cual en el buen tiempo se iba sobre todo por la noche o los días muy nublados, preferentemente las noches sin luna, dado que este tímido pez tiene mucha más actividad en la oscuridad, motivo por el que también solían pescarse cuando los ríos bajaban con el agua turbia. Para esta práctica con caña había que tener mucha paciencia y se solía llevar más de una caña. Como en la oscuridad no se apreciaba el movimiento de las cañas, para saber cuándo éstas mordían el señuelo, se ponía un cascabel en la puntera de cada caña y así uno por el ruido estaba atento a la picada.

La pesca con caña era efectiva, pero el método de mayor rendimiento y el más popularizado por la tierra de Ciudad Rodrigo, si bien no permitido por la ley, eran las denominadas cuerdas, aparejo consistente en una larga cuerda (tozal) a la que se añadía a lo largo de la misma una ristra de anzuelos con sedal y su respectivo cebo (lombriz, jaramugo, etc.). A estas se ataban una o varias piedras que servían de lastre en el fondo. Las cuerdas se echaban al anochecer y se recogían a la salida del sol, siempre con mucha precaución y sigilo de no ser descubiertos por otros anguileros o por los guardas, dado que esta era una práctica un tanto marginal que resultaba muy eficaz y gracias a la cual solían lograrse abundantes capturas de este esquivo pez. Normalmente este tipo de pesca tenía lugar en primavera y verano; a veces había sorpresas menos agradables que la captura de una anguila y, en lugar de estas, se capturaban culebras o fétidos galápagos. >

Pescador en el charco de la Moretona. Al fondo se ve Ciudad Rodrigo antes de que se construyera el Puente Nuevo.

Lógicamente, existían muchos más métodos como el denominado maneo; para evitar que se escurrieran las anguilas al ser presionadas había que ser muy diestro y colocarse una gruesa media, evitando así que resbalaran entre los dedos de las manos. Del lado portugués, según nos cuenta Álvaro Carvalho, en su libro titulado Río de memorias, existía otra modalidad denominada a linha, también conocida como a vara; dice así: “Es una técnica de pesca para la captura de la anguila, que se basa en el empleo de una larga vara de bambú, en cuya puntera se ata un cabo de sedal de dos pies de largo y se empata un anzuelo, cebado generalmente con calamar”.1

Parecido al sistema anterior, pero practicado en el Levante español y sobre todo en el Delta del Ebro, es la embolinada que no es otra cosa que una simple caña o palo con un tramo de sedal y en el extremo pacientemente se han enhebrado multitud de lombrices de tierra que forman un amasijo; así sin necesidad de anzuelo, las anguilas, ante tan apetitoso cebo, se enganchan en el amasijo de anélidos; el pescador, para evitar que se escapen, se ayuda de una sacadera o de un paraguas puesto del revés.

Tampoco debo omitir aquí un sistema practicado ocasionalmente. El informante2 lo situaba en el término de Saelices el Chico y comentaba que en primavera, cuando llovía con abundancia, subían las anguilas del Águeda por las regateras en busca de las charcas; en estos desplazamientos se solían coger las que quedaban semi-aisladas en los huecos grandes que hacían las vacas al pisar la tierra blanda. Decía Francisco que, aun así, no era fácil cogerlas con las manos, para lo cual antes había que restregarse estas con arena.

Otro testimonio significativo de la pesca a maneo la encontramos en los ríos hurdanos. Como cuenta Blanco Belmonte3: “La pesca, especialmente de truchas y de anguilas, se practica a mano, sumergiéndose en las heladas aguas de los calderones o pozos de los ríos. Hay quien atrapa un pasmo que lo deja baldado, y hay quien es atrapado por un calambre y halla la muerte bajo el agua. Los afortunados, los que salen a la superficie con cuatro o cinco libras de pesca, no tienen más que andar quince o veinte kilómetros para cambiar el fruto de su trabajo por dos o tres pesetas”.

La anguila según su tamaño pasa de angula a angulón, pero cuando es de pequeño tamaño, en Ciudad Rodrigo se la denomina rabines. Ya en su edad adulta estas podían alcanzar tres o cuatro kilos de peso, siendo su medida mínima en la actualidad de 30 centímetros de longitud para poderse pescar legalmente, eso en las aguas donde todavía habite. Ya en el Catastro de la Ensenada o en las distintas Ordenanzas Municipales de Ciudad Rodrigo a lo largo de varios > La anguila según su siglos, se habla de las vedas, modos y disposiciones para todo tipo tamaño pasa de angula de pesca en estos ríos. No se debe olvidar que aquí y en todos los a angulón, pero cuando es de pequeño tamaño, pueblos ribereños del Águeda vivieron hasta bien entrado el siglo pasado varios clanes familiares especializados en esta actividad, si bien paulatinamente y al existir cada vez más impedimentos y en Ciudad Rodrigo se la restricciones, tuvieron que ir dejando este secular oficio que, en denomina rabines. otros tiempos, quitó mucha hambre.

En Ciudad Rodrigo era curiosa la pintoresca imagen de estos pescadores y sus mujeres vendiendo su pesca en el mercado de la plazuela de Béjar, sobre todo los martes, si bien las anguilas en lugar

1. CARVALHO, A. Río de memorias. Una corriente de afectos. p. 89. 2. Se trata de Francisco Garduño, hombre popular y entrañable que fue escultor y jardinero del Parador de Ciudad Rodrigo. 3. BLANCO BELMONTE, M. R. Por la España desconocida. p. 43.

de por kilos se calculaba su peso por libras4. Generalmente, las anguilas eran encargadas por gentes pudientes dado que culinariamente resulta un plato exquisito que admite múltiples y variadas recetas. No obstante, existen ciertos prejuicios por parte de algunas personas que, al tener la anguila cierta afinidad con los ofidios y carecer de escamas, les daban unas connotaciones negativas5: “En la casa del catecúmeno de Bolonia se obligaba a los judíos que iban a abrazar el cristianismo a comer alimentos prohibidos por su religión, como embutidos y otras carnes de cerdo, peces sin escamas y caracoles”.

Anguilas de gran tamaño pescadas en los años 60 del pasado siglo en Puerto Seguro.

Pero generalmente era un plato de temporada, deseado y muy sabroso que contribuía a enriquecer la dieta con pescado fresco en un tiempo no demasiado lejano, en el que el pescado fresco de mar no solía llegar regularmente hasta estas zonas de interior.

Han pasado ya muchos años pero todavía viven frescos en mi memoria aquellos recuerdos juveniles de pescatas nocturnas tras las esquivas anguilas. Eran aquellas largas veladas a la orilla del río, esperando la ansiada picada, todo un universo mágico en aquellas noches sientas de primavera o de un incipiente verano, cuando todo rebosa esplendor, envuelto por el ruido de los grillos y los coros de ranas, roto de vez en cuando por el ulular de las lechuzas que, como fantasmas, a veces se dejaban ver blanquecinas, volando sobre nuestras cabezas.

Salvo aquellos ruidos que infundían vida, todo eran sombras y misterio; uno se fundía con la orilla y se ensimismaba con el rumor del río, hasta que de repente y en el momento más inesperado, el sonido del cascabel y el cimbreo de la caña anunciaba una posible captura.

Pasé muchos y muy buenos ratos, sobre todo, en los charcos de La Moretona, El Pinalito y El Molino Carbonero. Noches largas e inolvidables hasta que la madrugada nos hacía recoger los trastos y volver a casa, regresar a un Ciudad Rodrigo que todavía dormía. > Noches largas e inolvidables hasta que la madrugada nos hacía recoger los trastos y volver a casa, regresar a un Ciudad Rodrigo que todavía dormía.

4. Libra: peso antiguo de Castilla dividido en 16 onzas y equivalente a 460 gramos. 5. SARTI, R. Vida en familia (casa, comida y vestido en la Europa moderna): pp. 225 - 226

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