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Un minuto por Carmen Mozo Árias

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Cristo de Marfil

Cristo de Marfil

Por Juan Ignacio Cantero de Julián

Algo se murió en el alma, cuando te fuiste, Carmen. Pero tú nunca te has ido del todo, y tu recuerdo jamás morirá. El golpe fue un octubre. Al caer la noche las puertas del cielo se abrieron y las de San Antón cerraron. Te pusiste la túnica para desfilar por el firmamento, cosiendo las nubes con un enebro de pasión y esfuerzo. El pespunte de tu alma con nuestras lágrimas, solo era un milagro más de esos que tú hacías. Con un retal y buena mano, has remendado los momentos más difíciles, has sacado el bajo a los corazones cuando se encogían y se quedaban pequeños, y has parcheado las estaciones para hacer que la primavera dure varios inviernos.

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Es un hasta luego Carmen, porque la Semana Santa de Cuenca te va a tener siempre muy presente. No es que hayas estado nunca en la primera línea de batalla, pero tu labor en la retaguardia ha llenado la alforja de provisiones para la victoria nazarena. Aunque no entrabas en casa, abrías las puertas, aunque no te sentabas a comer, dabas sitio en la mesa, aunque no tocabas el banzo, llevabas tu propia cruz a cuestas. Siempre centrada en lo que de verdad importa, sin querer hacerte tú la importante. En ver la fortaleza, la valentía y el pundonor de mirar hacia adelante pase lo que pase, cuando tú solo podías mirar hacia atrás. Porque de un pasado complicado, tú construiste un futuro prometedor.

Has dado a la Virgen de las Angustias tus mejores sonrisas cuando rememorabas a tu marido Fernando en los ojos de tu

Es un hasta luego Carmen, porque la Semana Santa de Cuenca te va a tener siempre muy presente

hija Clara. Y también las lágrimas más dulces construidas con el dolor y el esfuerzo, de un fervor por la familia, la fe y la tradición. ¡Qué buena tu manía de tapar con mantas hechas de remiendos aquello por lo que vale la pena cuidar! Has elaborado reposteros y escudos y túnicas y sabanillas… Has dado el trabajo más dulce que sabía a la gloria que yo te deseo.

La Semana Santa de Cuenca seguirá tus enseñanzas ya que no has dejado soledad aquí. La Virgen de las Angustias va a cuidarte a través de Clara y todos vamos a seguir el legado nazareno que contigo siempre se ha mantenido con vida.

Busca a Fernando… no te será difícil… lleva contigo toda la vida y más allá… te estará esperando deseoso de que volváis a procesionar juntos, esta vez en lo más alto. De la tierra al cielo y del cielo a la tierra. Estará aguardando en la puerta como tú siempre le esperabas a él tras el ajetreo de un Viernes Santo. Y estaréis por siempre juntos, como siempre habéis estado.

Me alegra haberte visto en tu mejor momento, pero no me apena haberte visto en el peor de ellos, porque tú siempre has sido luminosa cuando brillaba el sol y también cuando salían las estrellas. Ahora eres una más en lo alto y tienes que cuidarnos con tu luz propia sentada junto a Fernando en el regazo de la Madre.

Siempre serás una marcha en una cuarentena, un escudo bordado en un repostero, una corona en un Viernes Santo… Siempre serás ese elemento que aparece para solucionar la papeleta y al final se convierte en todo lo que necesitas en un momento dado.

Los protocolos están para romperlos y creo que las mejores cosas es mejor dejarlo para lo último. Así has decidido tú dejar tu recuerdo, para siempre imborrable y perpetuo en cada cosa que nos recuerda a ti. Quiero seguir vistiendo morado y negro contigo. Cuando empiece a oler a los cirios, mándanos un rayo de sol, o una tormenta de verano, o una lluvia en mitad de la sequía, porque tú eres eso, un fenómeno natural que surge cuando más hace falta.

Volveremos a vernos dice Clara… Yo creo que eso no es cierto. Creo que nunca vamos a dejar de mirarnos a los ojos a través de los capuces, porque tú resides aquí, en el corazón de todos los conquenses y nazarenos que te hemos conocido y vamos a verte y oírte en las cosas que dejas por tu bondad infinita. Si me invento alguna canción de esas espontáneas que tanta gracia te hacían, te la traeré escrita y haré un himno paralelo bajo el compás del que tanto te gusta… ¡Salve Madre querida!

Cuando llegues a la casa de Fernando, ya nadie te dirá “ponte el gorro”, porque a ti ya no te hace falta. Solo una corona del que reina en el alma de los que hemos disfrutado de tu compañía. Hasta luego mi querida Carmen, hasta que volvamos a vernos. Tú sigue igual que siempre, porque a los nazarenos de Cuenca desde luego… ya nos has devuelto a la vida… ya nos has llevado a la luz.

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