Opinión
Por Juan Ignacio Cantero de Julián
Algo se murió en el alma, cuando te fuiste, Carmen. Pero tú nunca te has ido del todo, y tu recuerdo jamás morirá. El golpe fue un octubre. Al caer la noche las puertas del cielo se abrieron y las de San Antón cerraron. Te pusiste la túnica para desfilar por el firmamento, cosiendo las nubes con un enebro de pasión y esfuerzo. El pespunte de tu alma con nuestras lágrimas, solo era un milagro más de esos que tú hacías. Con un retal y buena mano, has remendado los momentos más difíciles, has sacado el bajo a los corazones cuando se encogían y se quedaban pequeños, y has parcheado las estaciones para hacer que la primavera dure varios inviernos. Es un hasta luego Carmen, porque la Semana Santa de Cuenca te va a tener siempre muy presente. No es que hayas estado nunca en la primera línea de batalla, pero tu labor en la retaguardia ha llenado la alforja de provisiones para la victoria nazarena. Aunque no entrabas en casa, abrías las puertas, aunque no te sentabas a comer, dabas sitio en la mesa, aunque no tocabas el banzo, llevabas tu propia cruz a cuestas. Siempre centrada en lo que de verdad importa, sin querer hacerte tú la importante. En ver la fortaleza, la valentía y el pundonor de mirar hacia adelante pase lo que pase, cuando tú solo podías mirar hacia atrás. Porque de un pasado complicado, tú construiste un futuro prometedor. Has dado a la Virgen de las Angustias tus mejores sonrisas cuando rememorabas a tu marido Fernando en los ojos de tu
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