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Jazmines de Amor Santanero
Sin lugar a dudas, el mes de julio para mí, es un tiempo esperado durante todo un año. Es un tiempo, en el que las costumbres del barrio de la Coracha alcanzan el máximo esplendor.
Para mí, son días que vivo rodeado de amigos y vecinos preparando todo lo relacionado con los cultos y fiestas en honor a Santa Ana. Cada momento, cada preparativo, tiene algo especial.
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Días de mucho trabajo y algún que otro enfado, pero sabiendo que cada momento quedará guardado en el recuerdo y que cuando todo concluya, me quedará la satisfacción de haber podido ser parte de este maravilloso proyecto. Podría expresar muchos acontecimientos vividos que te dejan huella, pero el más emotivo y entrañable para mí, no es otro que el que se produce la tarde del último domingo de julio que es cuando Santa Ana pasea por las calles de Estepa. Cuando son las 4 de la tarde y el calor llega al punto de ser sofocante, las mujeres del barrio se acercan hasta la ermita para ofrecer sus manos en la tarea de elaborar las guirnaldas de jazmines que adornaran y perfumaran las andas de Santa Ana en su recorrido procesional. Merece la pena poder disfrutar de ese momento, escuchar la conversación que mantienen entre ellas, recordando los años de su juventud, cuando de igual manera hacían tan preciada labor.
Cada año doy gracias a Dios a través de su abuela Santa Ana por poder contar con este grupo de mujeres maravillosas que entregan su tiempo y trabajo en realizar auténticas obra de arte.
Y después de este momento llega el momento mágico de la salida procesional. Poder ver a Santa Ana salir por la angosta puerta de la ermita, en sus andas sencillas, con los jazmines abriendo sus pétalos y perfumando cada rincón del barrio. Ver a tus amigos y vecinos contemplando tan grandioso momento en el que parece que el tiempo se ha detenido, o al menos eso me gustaría, para poder vivirlo con más entusiasmo, mirar a Santa Ana una vez ha sido alzada por los hombres que la pasean por las calles igual que pasea cualquiera de ellos con su abuela una tarde de verano, ese momento para mí no tiene precio.
Desde pequeño tengo la suerte de poder vivir éstas y muchas experiencias en torno a la imagen de Santa Ana, a la cual le profeso mi mayor devoción porque así me lo enseñaron mis mayores. Gracias le doy a Dios porque las tradiciones en torno a Santa Ana se mantienen tal y como a mí me las transmitieron.