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Mis vivencias cofrades en Estepa
Conocí las entrañas de vuestra Semana Santa, a finales de los años noventa, con motivo de mi dirección editorial de las publicaciones, dedicadas a las cronologías de los nazarenos, crucificados y misterios de Sevilla. Desde ese momento, descubrí, que los sentimientos del cofrade estepeño hacia la celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor, eran tremendamente sólidos. Fruto de esa etapa, conocí a considerables y cualificados cofrades de la localidad, haciéndoseme llegar en el año de 2011, el ofrecimiento de pregonar oficialmente la Semana Santa de Estepa. Para mí, esa experiencia fue un reto, una íntima satisfacción, fue una motivación de no decepcionar en quienes en mí depositaron tanta confianza, fue un acto de compromiso hacia una localidad querida y admirada, hacia unos entrañables cofrades y hermanos. Siempre he defendido, que cofrades cualificados y comprometidos los hay en todos los lugares, y en Estepa, os aseguro que lo atestigüe de sobras. Comprobé con creces la autenticidad de aquel dicho que pronuncio hace años una superiora que estuvo destinada en el convento de las Hermanas de la Cruz, cuando expresó, que, Estepa vivía tres meses para los mantecados y nueve para los santos.
He de reconocer y lo hago sin ningún tipo de reservas, que me sobrepaso la devoción profesada a las imágenes titulares, la calidad artística, el acervo histórico y el grado de implicación que tiene el pueblo estepeño por y para su Semana Santa, me sobrepaso la calidad de los pasos procesionales, de los cultos, de los actos, las convivencias. La Semana Santa de Estepa es un tesoro oculto. La Semana Santa de Estepa, es singular, es sobria, aun mantiene reminiscencias de la Semana Santa castellana, tiene la peculiaridad en tres de sus hermandades las cuales realizan con suma compostura y sobriedad sus estaciones de penitencia, hermandades que han sabido marcar a lo largo de los años su impronta, y su huella. Después del descubrimiento, siempre quise imaginar la ciudad como escenario de la devoción popular, con Cristo y su bendita madre caminando por esas calles y plazas, debe ser la esencia de la sublimidad.
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Han sido vitales los últimos cincuenta años, donde se ha derrochado mucho trabajo por la Semana Santa estepeña, trabajo el cual, tiene el honor y el orgullo de recoger y el compromiso de mantener las actuales generaciones.
Desde siempre he defendido el proverbio y siempre intento llevarlo a buen puerto, que una hermandad, (en este caso todas las hermandades de la localidad) siempre serán lo que quieran el esfuerzo de sus propios hermanos, y por ende, así se enriquece histórica, artística y antropológicamente vuestra Semana Santa. Un ruego, siempre lo he recalcado, que la Semana Santa estepeña no pierda jamas su propia identidad, que no se mire en exceso en los espejos
de las grandes Semanas Santas. Que siga manteniendo su sello, su personalidad, su idiosincrasia. Enhorabuena a todos los cofrades de la población, mi mayor homenaje y recuerdo a los que se fueron, a aquellos que dejaron tantas horas de esfuerzo, de sacrificio, de abnegación, de trabajo, de cariño y de devoción. Y a los contemporáneos, a los de este momento, auténticos responsables del presente, y a los que vendrán, y a la cantera, que ya, son la retaguardia de los grupos jóvenes, que se formen junto a los que están, ya que sois ustedes los facultados y los responsables del futuro. Las cofradías de Semana Santa, tienen esa determinada gracia de Dios, ese don divino, para atraer a muchos cristianos, que se perderían por siempre del camino de la iglesia, si no fuese, por la hermandad, por las actividades de la cofradía.
En las tardes que ya acontece, el color del cielo, será el justo telón para que la primitiva acrópolis estepeña siga siendo una explosión de fervorismo. En los barrios, hay que saber entender y conocer el sentir, el vivir, y las formas de intercambiar la vida, en ellos se vive un espíritu de confraternidad, un espíritu íntimo y familiar, que como bandera ondeante tiene a su hermandad. Y María, siempre Virgen, nos sorprenderá por cualquier calle o plaza henchida de dolor tras el sendero de su hijo. Al contemplarla temblaran de emoción los bastidores de nuestras almas, al verla rodeada del ingente muchedumbre, rodeada del fervor, de la pasión, de la algarabía, envuelta en miles de colores, flotando entre brumas como olas del viento, mientras se entretejen hacia el cielo profusas nubes de encajes blancos con aromas de incienso.
Cuatro palios tiene Estepa, cuatro altares de reina, ¡ dime Señor con cual me quedo ¡ Los cuatro tienen aroma a flor y la luz de la blanca cera.
Dime Estepa, con cual me quedo, con el blanco de la Paz o el verde churretero, con el de los Dolores del viernes o el de los Dolores de San Pedro.
Cuatro palios tiene Estepa, ¡ dime Señor con cual me quedo ¡
Monumentos andantes de la madre de Dios, cofres de María, cobijos del dolor
altares de devoción, prodigios de orfebrería de manos artesanas de la mejor platería que huelen a Triana.
Jarras de nardos, prodigioso joyero, efímero retablo donde María, sufre su quebranto. ¡ Dime Estepa con cual me quedo ¡
Uno, es de malla blanca y los otros tres de terciopelo, bordados por manos reverendas en la clausura de un convento.
Devociones del pueblo repujadas en plata, en los respiraderos y entre bordados de magisterio por gloria la inmaculada.
Palios de Estepa, uno verde y otro azul nazareno, uno burdeos y otro blanco inmaculado de primorosos bordados donde la madre de Dios se venera.
¡ Dime Estepa, tu con cual te quedas ¡