3 minute read
La fiesta en los pueblos leoneses. Por Dionisio López Martínez
from Hacendera nº6_2017
by editorialmic
LA FIESTA
EN LOS PUEBLOS LEONESES
Advertisement
DIONISIO LÓPEZ MARTÍNEZ
“La fiesta” en los pueblos leoneses era, y aún lo sigue siendo, el único acontecimiento festivo y reseñable de todo el año en medio de la monotonía de las labores domésticas y campesinas. Por eso, cuando llega el verano y con él las fiestas patronales, los campesinos se prestan a celebrarlas a lo grande haciendo un alto en las tareas de recolección que tiene lugar por esas épocas del año. Días antes de la fiesta ya están las mujeres pensando lo que tienen que hacer, como encalar las paredes de la cocina de humo con caldo de barro, las paredes de la vivienda con cal viva y los hombres tapar los agujeros de la fachada con barro, arreglar la pata de la silla o quitar las piedras de la puerta de la calle y tenerla bien para cuando pase la procesión. También las mujeres sacan las colchas nuevas del arca para ponerlas en la cama. Hay que matar la machorra (oveja) que se ha estado cebando para este día tan señalado; hacer el arroz con leche, magdalenas, mazapán (que a veces salía “pan mazao” y lo celebraban los que por allí merodeaban porque así no había que esperar al día de la fiesta), bollos etc. El trajín es incesante en las cocinas durante varios días, pero al final todo está preparado para la víspera. Las mujeres leonesas, que suelen ser muy apañadas y ahorradoras,
se vuelven generosas y tiran la casa por la ventana de la humildad para no quedar mal con los invitados. Por eso les agrada que después, éstos, coman hasta hartarse y alaben sus platos y sus dulces.
Las fiestas comenzaban normalmente el día de la víspera, con la alegría entrevista del día grande. Las mujeres en las cocinas, las correrías de los niños y las rondas y canciones de los mozos anuncian que el día llega.
En la víspera, las mozas se acercaban al atardecer a la iglesia para limpiarla y adornarla con flores.
Y es que en aquella época las cosas se hacían “como Dios manda”; bueno…, como el cura decía y el maestro enseñaba. La fiesta comenzaba por la mañana con la misa solemne y a ser posible con tute de reyes.
Entre el volteo de las campanas, los campesinos se acercaban a la iglesia con sus trajes nuevos y echaban un cigarrillo en el pórtico mientras saludaban a los invitados que ya habían ido llegando. Ese día la iglesia suele estar llena y el cura se desahoga a sus anchas de su escasa audiencia durante el resto del año.
Los monaguillos también lo celebran pues el cura, satisfecho, les suele doblar la propina. Acabada la misa, las mujeres van a su casa a preparar la mesa y los hombres, que son muy machos, van hasta la cantina a tomar el vermut o unos blancos.
Como en los pueblos leoneses se guarda con mucho cuidado el parentesco, era mucha la gente que se reunía a comer en cada casa.
Después de comer, las mujeres fregaban los platos y los hombres, que seguían siendo muy machos, iban a la plaza a jugar a los bolos o al trinquete.
La fiesta continuaba al atardecer: juegos de niños, cucañas, carreras de sacos, etc. Y por último, el baile con los dulzaineros que duraba hasta la madrugada. Hasta el próximo año no habrá otra, así que a saborearla hasta el final.
“Donde se cantan y cuentas historias tejidos por el filum de la tradición” 610 22 88 47