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Saluda del Consejero de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León
Semana Santa de León: nunca defrauda
Ya huele a incienso y a cirio. Y en esta cita que tengo el honor de compartir con los lectores de esta revista, escribo estas líneas sobre la Semana Santa, sobre nuestra semana leonesa de Pasión.
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La ciudad ya se nota preparada, y cuando digo ciudad me refiero a todo, a las cosas y a su gente, expectante, deseosa e ilusionada de vivir y sentir las emociones que año tras año, desde hace siglos, impregnan sus calles, ambientadas con los olores, los sonidos, el bullicio y el silencio de la rememoración del calvario de Jesús crucificado, al que acompañan, bajo la luz tenue de velas y faroles las paponas y papones, en penitencia, dolientes, solemnes y parsimoniosos.
Precisamente este vía crucis desfilando majestuoso por las sinuosas calles del casco antiguo en la Procesión de los Pasos, es una de las joyas que caracteriza nuestra Semana Santa. Plasmado en la bellísima y expresiva imaginería de la mano de los maestros Juan de Juni y Gregorio Fernández, de la escuela castellana, combinada con la interpretación más reciente de Víctor de los Ríos, Ángel Estrada o Gaspar Becerra.
“Levantaos hermanillos de Jesús, que ya es hora”. Esquila, tambor y clarín es la banda sonora de León el Jueves Santo, cuando ya recibe el viernes de emoción, a las 12 en punto de la noche, y los cofrades de Jesús Nazareno, con el Abad y la Junta de Seises a la cabeza, llaman a los hermanos en “La Ronda”. ¡Como si hiciera falta recordárselo!, si los nervios y la ilusión les invaden desde hace ya días. Pero esperan La Ronda; y la Procesión de los Pasos; y a León volcado en sus calles.
No puedo dejar de destacar el momento cumbre de esta procesión; el encuentro entre ‘San Juanin’ y la Virgen, en la Plaza Mayor. Ese momento donde los papones que portan el paso de San Juan se inclinan ante la Virgen mientras los pasos son bailados al son de tambores y cornetas, eriza la piel de quienes estamos congregados a su alrededor y cuesta retener la emoción. Pocos momentos de las Semanas Santas de Castilla y León, y de España, tienen una carga sentimental tan intensa y una belleza estética que se pueda igualar.
> Su gente, expectante, deseosa e ilusionada de vivir y sentir las emociones que año tras año, desde hace siglos, impregnan sus calles, ambientadas con los olores, los sonidos, el bullicio y el silencio de la rememoración del calvario de Jesús crucificado, al que acompañan, bajo la luz tenue de velas y faroles las paponas y papones, en penitencia, dolientes, solemnes y parsimoniosos “
Siete días que, indudablemente, suponen uno de los acontecimientos sociales más importantes para la ciudad de León; desde la religiosidad, la cultura, el arte, la convivencia o la estética, desde la libertad de vivirlo como cualquiera quiera vivirlo respetuosamente, a nadie deja indiferente. Y desde luego no les deja a los turistas, que cada vez se congregan más en nuestra ciudad para disfrutar de todo ello.
No me extraña. Son siglos de tradición, cuidada y conservada por las diferentes cofradías, por sus papones, por sus paponas, por tanto mimo, respeto y cariño que cada hombre y cada mujer de nuestra Semana Santa ha puesto siempre en cada detalle, en cada gesto, en cada minuto de dedicación, y son tantos, a honrar la Pasión de Cristo. Que menos que tenga cada año su recompensa y reconocimiento en las miles y miles de personas que vienen de todas las partes del mundo. Gentes diferentes, motivadas, las más, por el fervor religioso y otras, por qué no decirlo, por el disfrute lúdico que también supone esta escenificación de esta vivencia del Nazareno, rememorada en semejante e impresionante espectáculo dramático.
¡Semana Santa de León!. Nuestra ciudad proyectada más allá de nuestras fronteras, mostrando a los visitantes oportunidades para descubrirla, sentirla y nunca defraudar. •
Juan Carlos Suárez-Quiñones
Consejero de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León