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Reliquias de la Pasión en León

La iglesia parroquial de Nuestra Señora del Mercado y del Camino, la Antigua, custodia dos espinas de la corona de Nuestro Señor. Se exponen a la adoración de los fieles el domingo de Pasión, cuarto día del solemne novenario que se celebra, por la paz del mundo, en el citado templo. Llegaron a León de la mano de Giacinto Bobone, nacido en el seno de la noble familia romana de los Orsini, el célebre cardenal Jacinto, luego obispo de Roma con el nombre de Celestino III, (1191-1198), que vino a nuestra ciudad en 1173 enviado por el Papa Alejandro III, en concepto de legado “a latere”, es decir, con amplias atribuciones otorgadas por el Sumo Pontífice. Era rey de León Fernando II, hijo de Alfonso VII, el Emperador. A éste me referiré brevemente en renglones ulteriores.

Y es que hallándose en nuestra ciudad dicho cardenal, el 22 de abril del precitado año se celebró una magnífica fiesta en virtud de la exhumación y traslado de los restos de Claudio, Lupercio y Victorico, hijos de San Marcelo y Santa Nonia, al altar mayor de la iglesia del monasterio de San Claudio. Con este motivo, y a cambio de la cabeza de Victorico, que se llevó a la Ciudad Eterna, el purpurado hizo donación de las dos espinas antedichas. El protocolo de la conmemoración del traslado de los insignes mártires leoneses está recogido en el capítulo XXXII del “Resumen de las Políticas Ceremonias”, del Marqués de Fuente Oyuelo, bajo el epígrafe “A San Claudio”, cenobio adonde acudía el Corregimiento leonés cada 22 de abril a la “misa y sermón en el Real Convento de su nombre, de Monges Benitos”.

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Preservadas en viril de plata sobredorada, las señaladas espinas proceden, por tanto, del desaparecido Monasterio de San Claudio. Desde 1856 están en la iglesia que se alza en la antigua calle de la Frenería, siendo párroco de la misma Francisco Fernández Robles, por disposición del prelado legionense Joaquín Barbajero y Villar, tras el correspondiente expediente de autenticidad. El relato de los azares y avatares sufridos por estas reliquias, principalmente, a raíz de la Desamortización de Mendizábal, puede encontrarlo el lector en las páginas de PASIÓN correspondientes al año 2012, en un trabajo firmado por nuestro colaborador Julio Cayón.

La palabra reliquia procede del latín reliquiae. Desde una perspectiva religiosa se trata de un elemento orgánico relacionado con una persona que se considera sagrada. Hablamos, pues, de un objeto vinculado al mismo Cristo o, bien, a hombres y mujeres que han testimoniado de manera pública y determinada su fidelidad al Hijo del Hombre. Por su alto sentido espiritual, y basándose en las Sagradas Escrituras, a través de los tiempos, los creyentes han atribuido a las reliquias propiedades curativas o milagrosas.

El Evangelio de Marcos, (5,28), narra la curación de una hemorroísa: “Si tan sólo pudiera tocar su ropa, quedaría sana”, y al instante se sintió curada. Asimismo, los Hechos de los Apóstoles, (19, 11-12), relatan que “hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, de tal manera que aun les llevaban a los enfermos los delantales y los pañuelos que habían tocado el cuerpo de Pablo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus también salían”. A modo de resumen, recordemos que en la constitución apostólica ”Sacrosanctum Concilium” sobre la sagrada liturgia, proveniente del Concilio Vaticano II, promulgada por el papa Pablo VI, el 4 de diciembre de 1963, se recoge que: “De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas. Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles.” (Sacrosanctum Concilium, cap. V, el Año Litúrgico, n.111).

Además de las dos espinas de la corona del Señor que hemos comentado anteriormente, en nuestra ciudad, la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, la S.I. Catedral de León y la Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz poseen también una reliquia del Lignum Crucis, (textualmente, madera de la cruz), lo mismo que el Monasterio de la Inmaculada Concepción, actualmente, el más antiguo de esta urbe Regia. Y es que esta capital del “Regnum Imperium Legionense”, por su innegable importancia, se vio favorecida con donaciones de este carácter. Las afirmaciones vertidas por el P. Risco en el capítulo XII de su ”Historia de la ciudad y corte de León y sus Reyes”, así lo confirman. Allí, el eminente historiador agustino escribe de este tenor: ”En 19 de octubre del año 1128, se recibió en León la preciosa reliquia de la Cruz del Señor, que el Patriarca de Jerusalén envió al rey don Alonso [se refiere a Alfonso VII, el Emperador], que la donó a Don Diego Obispo

Legionense, para lustre y consuelo de su Iglesia; todo lo qual se refiere en un antiguo kalendario, que se guarda en su Archivo”. A modo de recordatorio subrayaré que en el mes de noviembre del precitado 1128, el tercero de su reinado, en la villa palentina de Saldaña, Alfonso VII contrajo matrimonio con doña Berenguela, hija de Ramón Berenguer III, el Grande, Conde de Barcelona.

Abona la tradición que en el siglo V, Toribio, antes de ser consagrado obispo de Astorga, peregrinó a Tierra Santa. Allí, Juvenal, Patriarca de Jerusalén, le nombró sacristán mayor de la iglesia del Santo Sepulcro. A su regreso de los Santos Lugares, y por encargo del prelado jerosimilitano, Toribio trajo consigo el mayor trozo de la Cruz en que murió Cristo, que, al parecer, se correspondía con el brazo izquierdo del Santo Madero. Éste, de acuerdo con la “Leyenda Dorada” de Jacobo de la Vorágine, arzobispo de Génova, obra de mediados del siglo XIII, fue rescatado en el siglo IV por Santa Elena, madre del emperador Constantino en el año 326. En el momento de su hallazgo en el monte Calvario, se encontraron también dos cruces más. Con objeto de identificar la Vera Cruz llevaron hasta allí a una persona enferma, la cual puesta en contacto con la cruz donde expiró Jesús de Nazaret de inmediato recuperó la salud. Santa Elena mandó fraccionar la Cruz en tres partes. El patibulum o palo horizontal se dividió en dos secciones. Una de ellas se envió a Bizancio, antigua colonia griega, lugar que, a raíz de haber trasladado su corte Constantino, se llamó Constantinopla y sería capital del Imperio Romano de Oriente, y actual ciudad de Estambul; otra, a Roma, donde se venera en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén; el stipes o travesaño permaneció en Jerusalén.

Toribio murió en Astúrica Augusta, en el año 476. Ante las incursiones musulmanas, en el siglo VIII, sus restos mortales fueron trasladados al Monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria, junto con el referido Lignum Crucis. La Iglesia celebra su festividad el 16 de abril. Cada año que ésta se celebra en domingo, lleva consigo el Año Jubilar Lebaniego, tal como aconteció el pasado 2017. Esta celebración se inició en el siglo XVI, tras la bula del Papa Julio II de 23 de Septiembre de 1512 que otorgaba este privilegio al cenobio cántabro, convirtiéndolo de este modo en uno de los cinco ”lugares santos” de la Cristiandad junto a Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Caravaca de la Cruz.

Para la basílica isidoriana, la reliquia del Lignum Crucis fue donación de la infantareina Dª Sancha, hermana del mencionado emperador Alfonso VII. Está inserta en la confluencia de los brazos de una cruz-relicario atribuida a Enrique de Arfe. Y atesora la siguiente inscripción: “Esta es la Cruz del Milagro que saltó del fuego”, que cita Lucas de Tuy en el capítulo XXXVI de los “Milagros de San Isidoro”, donde puede leerse: “luego sucedió otra cosa de mayor maravilla: saltó del fuego la dicha cruz, y fue luego por las manos de los ángeles tomada y puesta sobre el altar de San Isidoro, y estando allí fue vista arder hasta la hora de vísperas, y ninguno osaba llegar al altar”. >

> La palabra reliquia procede del latín reliquiae. Desde una perspectiva religiosa se trata de un elemento orgánico relacionado con una persona que se considera sagrada

De esta pieza artísticamente primorosa, D. Antonio Viñayo nos procura algunas características: “Relicario de Lignum Crucis de 41,5 cms. de alto, plata dorada en forma de cruz con cuatro brazos, como las arzobispales (…) en el centro, la reliquia de la Cruz, también en forma de cruz arzobispal”. [Real Colegiata de San Isidoro, Historia, Arte, Vida. León. 1998. Pg. 98].

La reliquia de la Vera Cruz catedralicia proviene del monasterio de Santo Toribio de Liébana. Sustituye a otra análoga, desaparecida en 1809 a raíz de los avatares de la Guerra de la Independencia, y descrita en los siguientes términos por Ambrosio de Morales, cronista de Felipe II, en su “Viaje Santo” realizado en 1572: ”En la Sacristía tienen algunas Reliquias en buenos Relicarios. En uno de plata, un poquito de Ligno Crucis, y de lo mismo que está en San Isidoro por tradición, que lo repartió allí la Infanta”. [Se refiere a la citada reina-infanta Dª Sancha]. La reliquia actual fue donada en 1816 por el predicho monasterio cántabro, integrado en la diócesis legionense hasta el 1 de mayo de 1956. Se depositó en el retablorelicario del oratorio de la sacristía catedralicia, obra del maestro Churriguera, donde se conserva hoy día. El fragmento que posee la Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz procede también del monasterio de Santo Toribio de Liébana. Fue donación, en 1959, del obispo de León Dr. D. Luis Almarcha Hernández. Los años impares figura en la procesión del Santo Entierro, en el paso titular de dicha cofradía, denominado “Lignum Crucis”.

Los terceros viernes de Cuaresma, la cofradía Santo Sepulcro-Esperanza de la Vida lleva a cabo el solemne ejercicio del Vía Crucis o Camino de la Cruz en la capilla de las MM. Concepcionistas de León. Lo hace ante el Santo Cristo de la Cruz Quemada, imagen procedente del Real Monasterio de San Claudio de León, que recibía culto en la capilla mayor de la iglesia del desaparecido cenobio benedictino. A su término se ofrece a la veneración de los asistentes la reliquia del “Lignum Crucis”, donada por Fray Francisco de los Ángeles, el célebre cardenal Quiñones, al Convento de la Inmaculada Concepción legionense, fundado por su hermana, Leonor de Quiñones y Enriquez, el 10 de junio de 1516, para cuyo fin donó su propio palacio, emplazado al final de la popular calle de la Rúa.

Esta reliquia del ‘Lignum Crucis’ está amparada por un portapaz-relicario, realizado en bronce. En forma de cruz anicónica, es decir, exenta de la figura de Cristo, está decorado con los símbolos de la Pasión. En la intersección de los brazos de la cruz, una cápsula transparente preserva la reliquia mencionada. Antes de la celebración del Concilio Vaticano II, todos los viernes de Cuaresma y, por supuesto, el Viernes Santo, este portapaz-relicario, que a la vista de su iconografía se estima que fue elaborado en el siglo XVIII, cumplía la función litúrgica de dar la paz, ofreciéndose a besar a los fieles que asistían a los actos propios de dichos días. Como se sabe, tras el Vaticano II, el saludo con la mano es el signo de fraternidad que se emplea actualmente.

En el Catálogo de Documentos del Monasterio de la Concepción de León, [1951, pg. 6], dado a la estampa por D. Raimundo Rodríguez Vega, entonces capellán de dicho cenobio, el documento número dos recoge la “Auténtica de las Reliquias que envió a este Convento [de la Inmaculada Concepción de León] Fr. Francisco de Quiñones, Cardenal de Santa Cruz, procedentes de la iglesia de su título en Roma. Dada en Roma a 20 de junio de 1536”.

Enrique de Quiñones y Enríquez, el eximio cardenal Quiñones, nació en León en 1475. De vida austera y piadosa, se educó con el cardenal Cisneros, del que fue su paje. En 1493, profesó en la Orden de San Francisco, renunciando con ello a sus bienes personales y a sus rentas presentes y futuras. Embajador de Clemente VII ante Carlos V, desarrolló una intensa actividad diplomática entre el Emperador y el precitado Papa, que el 7 de diciembre de 1527, concedió el capelo a este insigne leonés, asignándole el título de Cardenal de la Santa Cruz. Presidente en la Ciudad Eterna de la Comisión de Reforma del Breviario, se presume que su sabiduría impregnó el borrador de la Regla concepcionista, aprobada por el papa Julio II el 17 de septiembre de 1511, mediante la bula ‘Ad estatum prosperu’. Murió en Roma en 1540. Y allí está enterrado en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén.

En el pasado mes de septiembre, y con motivo del vigésimo quinto aniversario de su fundación, varios integrantes de la citada cofradía del Santo Sepulcro Esperanza de la Vida peregrinaron a Tierra Santa. Allí recibieron una reliquia auténtica del Santo Sepulcro. Según la nota remitida a los medios de comunicación social por la referida agrupación penitencial, con fecha 8 de septiembre de 2017, festividad de la Natividad de la Virgen María, “después de realizadas diversas gestiones y la participación directa del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Julián López Martín, Obispo de León, el Custodio de Tierra Santa ha concedido a nuestra Cofradía una reliquia auténtica para su veneración y exposición pública tanto en los desfiles procesionales que organiza esta Cofradía, como en otras celebraciones. La reliquia ha sido entregada, en nombre del Custodio de Tierra Santa, en la tarde de hoy por Fray Emilio Bárcenas al Maestre Honorario de la Cofradía, el Hermano José Antonio Fresno Castro. En la peregrinación participan otros cuarenta y cuatro peregrinos. Es una fortuna contar con una Reliquia del Santo Sepulcro para la Cofradía, para la Semana Santa y por extensión, para la ciudad de León.”•

Máximo CAYÓN DIÉGUEZ

Cronista Oficial de la ciudad de León

< Lignum Crucis. Roma. Quiñones

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