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El Cristo de los Balderas
Desde su fundación, en el año 1962, la Cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz radica en la iglesia parroquial de San Marcelo. Este templo cuenta entre las imágenes que allí se veneran con tres salidas de las manos del imaginero barroco Gregorio Fernández: la de San Marcelo, titular de la iglesia y patrón de la capital leonesa, una Inmaculada y el Cristo de los Balderas. Esta imagen de Cristo crucificado se convirtió desde el 22 de septiembre de aquel año, 1962, en la enseña titular de la Cofradía, lo que dio lugar a algunos conflictos, como más adelante se verá.
La sede canónica
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Hubo en León capital una primitiva iglesia llamada de San Marcelo, de la que ya se tienen referencias desde el siglo IX, y que fue destruida por Almanzor cuando en su razzia asoló la ciudad entera. Fue reedificada muy a finales del siglo XI por el obispo D. Pedro y refundida con los monasterios de San Miguel y el de los santos Adrián y Natalia. Estaba unida dicha iglesia al hospital que se fundó para albergar a peregrinos y menesterosos. Y gozó siempre de estrecha vinculación con la hoy basílica de San Isidoro. Según relato del desaparecido historiador D. Antonio Viñayo, Santo Martino, siendo un niño, “se refugió con su padre viudo, en el monasterio de San Marcelo, cenobio que tenía un hospital anejo, en los alrededores del templo que todavía hoy sigue dedicado al Santo Centurión”. Allí fue instruido en las primeras letras y en los cantos de himnos, salmos y laudes propios del coro. Y entre esos cánticos llegó a la adolescencia, creció y se ordenó como subdiácono, no más tarde de los veinticinco años. De aquel cenobio, partió como palmero en peregrinación a los Santos Lugares, y a él regresó para ser consagrado como diácono y, andando el tiempo, presbítero. Tras la secularización de aquel monasterio, acudió al de San Isidoro, que estaba habitado por una congregación de canónigos de San Agustín, y solicitó su admisión. Allí se instaló junto a la torre de la Basílica, en el rincón más apartado que hoy se conserva en la Colegiata como la “habitación de Santo Martino”. El regreso a León de los restos de su santo patrón, San Marcelo, el 29 de marzo de 1493, inspiró en el ánimo de aquellos devotos ciudadanos la idea de erigir una iglesia que fuera digna de guardar sus restos y se convirtiera en lugar de veneración. A tal efecto se eligió como ubicación el lugar de la antigua iglesia de San Marcelo, próxima al desaparecido Hospital de San Antonio y no muy ale-
jada del Convento de Santo Domingo el Real, casa de los Padres Dominicos de la Orden de Predicadores. Un sitio adecuado, extramuros de la ciudad, a Poniente de la Puerta Cauriense por la que se ascendía a aquella ciudad, Antigua Corte Regia. El 16 de mayo de 1588, el obispo D. Francisco Trujillo, el Cabildo de la Catedral y la Corporación Municipal, que ya por entonces ejercía su patronazgo sobre dicha iglesia, pusieron fin al deterioro del antiguo templo aceptando > D. Mariano el proyecto del nuevo, presentado de Domínguez consuno por dos arquitectos: Juan de Berrueta la Rivero Rada, también implicado en la describió con las construcción del Palacio de Poridad, y siguientes palabras, Baltasar Gutiérrez, maestro de la Ca“sencilla y fuerte, tedral. Dos meses más tarde, el 19 de con limpias y julio, fue el propio obispo quien puso robustas pilastras la primera piedra de aquella obra que toscanas” concluiría en 1627. D. Mariano Domínguez Berrueta la describió con las siguientes palabras, “sencilla y fuerte, con limpias y robustas pilastras toscanas”. Casi cuarenta años más tarde, la iglesia (sede canónica de la Cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz) fue inaugurada con toda solemnidad por el obispo de la diócesis D.
Gregorio de la Pedrosa. Era el 10 de marzo de 1628.
La imagen de San Marcelo que se encuentra en el altar mayor es obra de Gregorio Fernández, como pudo probar documentalmente, en 1941, D. Esteban García Chico, dando de este modo fin a las especulaciones y controversias sobre la autoría. El documento acreditativo está fechado en Valladolid el 19 de febrero de 1628 y recoge la declaración del imaginero Gregorio Fernández sobre el hecho de haber recibido la cantidad de dos mil reales como parte del pago de la figura de “San Marciel”; obra que fue tasada en trescientos ducados y “lo demás que en la escritura se declara”. Le hizo entrega de esa suma de dinero el regidor de la ciudad de León, Ramiro Díaz. La imagen del Santo que talló era de un tamaño superior al natural y la policromía de la misma corrió a cargo de Diego Valentín Díaz, colaborador habitual en los trabajos del tallista Gregorio Fernández. Él fue asimismo el encargado de trasladar la imagen desde Valladolid a León en 1631, “y componerla” a su llegada al destino. Por esta labor última recibió la cantidad de treinta y ocho reales, como queda recogido en los libros de cuentas parroquiales.
El retablo principal del templo es del año 1722. En él la figura del Santo que da nombre a la iglesia aparece rodeada por las efigies de su esposa Santa Nonia y las de sus doce hijos, todas ellas debidas a la mano de Santiago Velasco. Completa el conjunto principal un arca de plata que contiene las reliquias, realizada por el platero leonés Hernando Ariste de Argüello en 1627. >
El Cristo de la Séptima Palabra
El hoy llamado “Santísimo Cristo de la Agonía” data del año 1631 y es la tercera obra de Gregorio Fernández que alberga esta iglesia parroquial, como ya quedó escrito anteriormente. Esta talla fue encargo hecho por D. Antonio de Balderas y su esposa, Dª María Flórez, para la capilla que el matrimonio poseía en el templo desde el año en que se concluyó su construcción. Desde 1636, año de su fallecimiento, ambos reposan cristianamente en esa misma capilla. De nuevo le correspondió a D. Esteban García Chico hacer prueba documentada y definitiva de que la autoría de este Cristo le correspondía a quien se considera paradigma del Barroco español. Y así lo dejaron escrito dos profesores de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, el emérito D. Juan José Martín González y el titular de dicho departamento, D. José Luis Cano de Gardoqui. Está en el catálogo que se publicó con motivo de la undécima edición de “Las Edades del Hombre” que tuvo su sede en la catedral de Segovia entre mayo y noviembre de 2003 con el título “El Árbol de la Vida”. De la figura del Cristo de los Balderas que allí se expuso, tras haber sido restaurado, anotaron lo siguiente: “García Chico pudo confirmar documentalmente la atribución inicial. El contrato para la hechura del Cristo crucificado está suscrito el 1 de julio de 1631 por Francisco Moreno, en representación de Antonio de Balderas, y Gregorio Fernández, ya por entonces muy enfermo. El acuerdo estipulaba, como es usual, las condiciones, precio y plazo de tiempo para la ejecución. El Cristo habría de ser `bien acabado, con mucho arte y con dientes de marfil y uñas en los pies, postizas´. El precio alcanzaría los 250 ducados, mientras que el plazo de entrega sería fijado en dos meses y medio, Por otra parte, la policromía y los ojos de cristal correrían por cuenta del cliente. Añaden ambos profesores: “Las rodillas cubiertas de heridas, realizadas con fragmentos de corcho, no desmerecen en nada al espléndido tratamiento de un cuerpo, de extendidos brazos, torturado y adelgazado y, en cierta medida, próximo a la rigidez característica de un hombre que acaba de morir. El rostro de Cristo abunda en detalles veraces. Una espina atraviesa la ceja izquierda; la boca se halla entreabierta; los ojos cerrados y hundidos. En las manos, los dedos gesticulan… Adviértase también una interesante diferenciación en el tratamiento del pelo, que forma amplias ondas en la cabeza, mientras que la barba poblada presenta una talla minuciosa en sus rizos, dividida en dos masas. Otros rasgos destacados corresponden a la extrema quebradura de los pliegues del paño de pureza, que ostenta restos de orilla de encaje”.
La talla titular de la cofradía
Esta talla de Cristo crucificado, de seis pies de altura, de gesto contenido, reflejo del tormento y fruto del empeño místico con que Gregorio Fernández aunaba en sus figuras el misticismo penitencial de Bernini y de Martínez Montañés y convertía la escultura de una imagen religiosa en un compromiso de fe, procesionó por primera vez en 1940. De modo excepcional, el Miércoles Santo de aquel año recorrió las calles de la ciudad acompañada del cortejo del Silencio de los Padres Capuchinos. Pasarían diecisiete años antes de que volviera a ser contemplado su paso por las rúas y avenidas de León. Fue la mañana del Viernes Santo y de ello se ocupó la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno. Ya el término de su advocación era el de “Santísimo Cristo de la Agonía”.
> El Cristo habría de ser “bien En 1962, la imagen fue declarada tituacabado, con lar de la Cofradía de las Siete Palabras mucho arte y con de Jesús en la Cruz y por ello debía dientes de marfil salir en su recorrido la tarde del Viery uñas en los pies, nes Santo, compartiendo presencia en postizas” las dos procesiones, mañana y tarde. Esta duplicidad continuó hasta 1968 dando lugar a algunas tensiones que la jerarquía eclesiástica de León zanjó con una decisión salomónica: se prohibió la salida de la imagen de su sede atendiendo a su mal estado de conservación. Fue en ese momento cuando la Cofradía de las Siete Palabras encargó al imaginero leonés Amado Fernández Puente una copia de este Cristo. La copia fue tan idéntica que incluso estudiosos y expertos no supieron > La copia fue distinguirla del original tan idéntica que hasta ser advertidos del incluso estudiosos detalle. Y es que Amado y expertos se negó a imitar la marno supieron ca de la corona de espidistinguirla del nas que era la firma del original hasta ser gran imaginero barroco. advertidos del Esta copia a punto de detalle. talla del Cristo de los Balderas presidió, por primera vez en 1969, la procesión vespertina del Viernes Santo. En 2003 la imagen original abandonó por última vez la capilla que la acoge para ser restaurada y posteriormente expuesta en la XI edición de “Las Edades del Hombre”, en Segovia. A pesar de ello, cada tarde de Viernes Santo su presencia y su nombre vuelve al decir de los leoneses en la Séptima Palabra.•