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Narratividad de la imagen en la Semana Santa leonesa

Los vertiginosos cambios políticoeconómicos y socioculturales a los que estamos asistiendo hacen que el repensamiento de cualquier cuestión planteada se imponga, hoy más que nunca, como tarea irrenunciable. Por ello, en esta época de drásticos cambios (considerada por algunos como aurora de una nueva etapa histórica) resulta cuanto menos paradójico que, primavera tras primavera, la Semana Santa despierte de su letargo temporal para inundar de belleza visual las calles de nuestra ciudad.

No nos cansaremos de insistir en el eco que la Semana Santa sigue teniendo tanto en suelo patrio como fuera del mismo. El auge de las TIC´s no ha venido sino a multiplicar las posibilidades de conocimiento a nivel nacional e internacional de esta realidad local. De ahí quela proliferación exponencial de canales de información (revistas especializadas, publirreportajes, webs, vídeos, blogs, redes sociales) esté contribuyendo, a veces de manera explícita y otras implícitamente, al proceso de visibilización global de este fenómeno religioso único en el mundo; cuya arquitectura teológico-socio-cultural, por otra parte, es enormemente compleja.

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Adentrarse en las claves de su comprensión, evitando caer en explicaciones reduccionistas, es tarea siempre difícil a la hora de abordar tan peculiar fenómeno. La genial mirada a la Semana Santa, realizada por el viajero inglés G. K. Chesterton, en su libro El color de España, nos sigue sirviendo, una vez más, para definir tan apasionante realidad:“un drama completo y concreto, perfectamente sencillo e insondablemente profundo”.

De este modo el avance de lo que viene siendo la creciente indiferencia hacia lo religioso del mismo laicismo excluyente parece encontrar un serio obstáculo en su camino hacia la conquista social cuando el “drama sencillo y profundo”, que es la Semana Santa, se pone en movimiento durante estos días del año.

La peculiar tramoya barroca hispana, puesta en acto por antiguas y nuevas cofradías, sigue despertando un interés general y un dinamismo intelectual de tal calado que, desde hace siglos, viene planteando un enorme caudal de interrogantes a los que parece nunca terminamos por dar una respuesta definitiva.

El innegable potencial pedagógicovisual que la Semana Santa posee nos hace planearnos multitud de cuestiones. Una de ellas tiene que ver, en esta ocasión, con la dimensión de la narratividad de la imagen.

El autorretrato de cada reino, nación, ciudad o pueblo se configura a partir de la dimensión de narratividad que cada comunidad social concreta va generando a lo largo de su propia historia. Una narratividad tan variada como diversas son sus maneras culturales de expresión.

Los relatos constituyen el núcleo sobre el que pivota toda narratividad. De hecho, el ser humano siempre ha descubierto en la creación y narración de relatos el camino más adecuado para adquirir identidad. Es decir, para verse dotado de aquella fuerza que le permite desvelar cuál es el verdadero sentido de su ser individual y social.

El gran filósofo Heidegger enseñó, en su momento, como el hombre adquiere identidad y descubre sentidos vitales, precisamente, mediante las narraciones; las cuales proporcionan, por otra parte, el amparo necesario

que la existencia humana reclama cuando las soledades, incertidumbres, sufrimientos, anhelos y esperanzas se hacen presentes en la vida cotidiana.

Ahora bien, la construcción de relatos, más allá de quedar restringida a palabras habladas y recordadas, codificadas mediante la escritura, ha estado abierta a la inmensa pluralidad de formas creativas que caracteriza al ser humano; al menos desde que éste tiene conciencia de sí mismo y de sus potenciales habilidades.

En este sentido, las obras escultóricas bien pueden ser consideradas como verdaderos relatos; que en madera, piedra, bronce u otros materiales han venido inmortalizando, a lo largo de los siglos, aquellos acontecimientos trascendentales para la memoria colectiva de un pueblo.

El arte barroco, cuyas tallas pasionales reflejan al detalle lo relatado en los textos evangélicos acerca del misterio pascual de Jesucristo, llevará a su máximo esplendor las posibilidades que la imaginería religiosa puede ofrecer al desarrollo de esa narratividad hispana de la Semana Santa. Prueba de elloes que, muchos siglos después de la extinción histórica del barroco, las cofradías aún siguen eligiendo la imitación de ese estilo escultórico para el encargo de sus nuevos pasos.

Por otra parte cuando la mirada reposa, por ejemplo, sobre grupos escultóricos tan evocadores como son los denominados ‘pasos del descendimiento de Cristo’ comprobamos como la narratividad del misterio de la pasión queda perfectamente sintetizada mediante el derramamiento de la sangre como fuente de redención, unida a la compasión de la Virgen (entendida como auténtico martirio ante el sufrimiento por la pérdida del Hijo) y al acompañamiento fiel y solidario de los discípulos del Maestro que integran la escena.

El cuerpo inerte-cerúleo de Cristo se convierte, por sí mismo, en narración del instante último de todo ser humano en su paso por este mundo: la muerte. Junto a Él aparece la imagen de su madre María, en posición de desmayo, traspasada de amor y dolor, consolada por otras mujeres que lloran la pérdida del Redentor.

La horizontalidad de las esculturas de Cristo y de la Virgen contrasta con la verticalidad del resto. Una composición de enorme dramatismo se presenta ante todo aquel que contempla la escena. José de Arimatea y Nicodemo serán los personajes encargados de descolgar-embalsamar el cuerpo del Señor. El dinamismo que caracteriza a ambos, expresado escultóricamente de una u otra forma en todos los descendimientos, vendrá a contrarrestarla parálisis de la que quedan presos el resto de los coprotagonistas del acontecimiento pasionista.

El Cristo-hombre descolgado, descendido del madero es el que ha padecido y ha muerto por la redención de la humanidad. Una lógica de actuación únicamente comprensible si se atiende al relato íntegro de la Historia de la Salvación.

La colocación del cuerpo embalsamado en un ‘sepulcro nuevo’ completará el rito funerario. Las tinieblas de la muerte entrarán en escena y las lágrimas cesarán.

El “drama insondablemente profundo”, según palabras de Chesterton, parece entonces haber culminado, y su narración haber finiquitado.

Sin embargo, de la tumba emergerá una luz resplandeciente que reactivará la narración. El ‘paso de la Resurrección’ inaugurará un nuevo relato. El cuerpo inerte de Cristo, depositado en el sepulcro, se verá transformado en cuerpo glorificado. El asombro cegador experimentado por los soldados les impedirá reconocer al Resucitado. Y entre las manos de Aquel aparecerá un estandarte blanco, símbolo de la vida nueva que ha inaugurado. La apoteosis de la narración quedará entonces verdaderamente completada.

El resultado final ante la intensidad de lo narrado, provocado mediante el desfile procesional de estos pasos, desembocará en una suerte de experiencia de conmoción en el espectador y de una provocativa invitación a interaccionar con lo narrado. •

Fotografía: María Edén Fernández Suárez

Prof. Dr. D. Francisco BUENO PIMENTA

Universidad Francisco de Vitoria

Cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención

HISTORIA ACTOS PECULIARES

La Cofradía de Nuestro Señor Jesús de la Redención se funda en el año 1990, procesionando por primera vez en la Semana Santa de 1991, y eligiendo como día de procesión el Domingo de Ramos. Se procesiona a la antigua usanza, llevando los braceros horquetas para ir marcando el paso. La procesión de esta Cofradía está principalmente marcada por la sobriedad y la austeridad, siendo un claro exponente de ello el silencio observado en el inicio, transcurso y recogida de la misma. Debido a la colaboración y ayuda inestimable del Ministerio de Justicia, la Cofradía tiene como Juez de Penas Honorario al varón de más alto rango del Ministerio de Justicia. En 1992 la Cofradía se hermanó con su homónima de Sevilla, llevando desde entonces incrustado en la Cruz del Santo Cristo de la Redención, un relicario conteniendo una astilla del perteneciente a la del Jesús de la Redención sevillano; así mismo en el guión de la Cofradía se porta la medalla de dicha Hermandad.

IMAGINERÍA

• Nuestro Padre Jesús de la Misericordia.

Luisa Roldán. Siglo XVII.

• Santo Cristo de la Redención.

Juan de Anchieta. Siglo XVI.

• Nuestra Madre de la Divina Gracia.

Antonio José Martínez Rodríguez. 2012. • “Acto del besapié”. Se celebra el Sábado de Pasión acompañando en la última oración del día a las RR. MM. Benedictinas; posteriormente se realiza la bendición de las túnicas de los hermanos, y la entrega del pergamino de la Cofradía al Abad saliente, finalizando el acto con el besapié del Cristo titular de la Cofradía.

En la procesión del Domingo de Ramos, la Camerata Ars Cantus, que dirige Luis González Viñuela, realiza un canto a los tres pasos ante la iglesia de San Martín, al paso de la Cofradía; así mismo, dicha Camerata vuelve a actuar al recogerse la procesión.

“Llamada a la procesión”.

Antes de salir la procesión y estando todos los integrantes de la misma dentro del patio del convento de las MM. Benedictinas, el Secretario de la Cofradía procede a efectuar tres toques con la mano en el portón del mismo, abriéndose posteriormente las puertas y dando así comienzo la procesión. El secretario irá nombrando con fuerte voz a su paso por el dintel los distintos elementos que forman la procesión, según el orden que se ha establecido.

“Exaltación de la Sta. Cruz”. El día 14 de Septiembre se celebra la fiesta de la Exaltación de la Sta. Cruz, titular de la Cofradía. •••

Año de

Fundación: 1990

Abad:

Juan Ignacio Aguilar González

Templo:

Parroquia de San Martín

Hermanos: 600

Indumentaria: Túnica negra sencilla, bocamangas y capillo rojo sangre, cíngulo franciscano del mismo color, sin borlas ni adornos. Camisa blanca, corbata, guantes, calcetines y calzado negro.

Emblema:

Cruz sencilla, con una corona de espinas en su parte inferior y tres clavos y un pliego con la inscripción INRI a la cabecera. Todo ello orlado con dos palmas

PROCESIONES

• Domingo de Ramos:

Procesión de Nuestro

Señor Jesús de la

Redención.

• IV Sábado de Cuaresma

Via Crucis.

Fotografía: María Edén Fernández Suárez Pasión Cofrade

Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y del Silencio

Fotografía: Mª Edén Fernández Suárez

Año de

fundación: 1991

Mayordomo:

Javier Díez Arroyo

Templo:

Convento de San Francisco

Hermanos: 120

Indumentaria: Capillo alto de raso blanco y túnica azul. Cíngulo blanco, botones blancos a lo largo de la túnica, zapatos y guantes negros. Los hermanos portan el emblema de la cofradía sobre el pecho.

Emblema: Tau franciscana. Letra griega rodeada de una corona de espinas.

HISTORIA

Esta cofradía es heredera de la tradición franciscana. Las procesiones que salían del convento de los franciscanos tenían como titulares a la Orden Tercera Franciscana. En la procesión del “Dainos” se rezaba el Rosario de la Buena Muerte que se desarrolla el Domingo de Ramos. Y el propio Convento Franciscano, es titular de la procesión del Silencio que se desarrolla el Miércoles Santo y cuyo precursor fue el padre Javier de Valladolid. En ella solamente pueden participar hombres.

Al final de la Semana Santa de 1987, un grupo de entusiastas hermanos de otras cofradías comenzaron las gestiones para la creación de una cofradía que se encargase de sacar a la calle estas dos procesiones. Se redactaron los estatutos y se presentaron en el obispado el 11 de marzo de 1991, dando así comienzo la vida de la cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y del Silencio.

IMAGINERÍA

• Santísimo Cristo de la Expiración y del Silencio.

García Irurozqui, 1941. • Jesús Nazareno (Dainos).

Escuela Castellana. Siglo XVIII. • Jesús de Medinaceli, copia del titular, obra de Asorey. Siglo XX. •••

PROCESIONES

• Domingo de Ramos:

Procesión del Dainos.

• Martes Santo:

Procesión Tradicional

Calvario o Vía Crucis

Leonés Cantado. • Miércoles Santo:

Procesión del Silencio (sólo para hombres), con el canto de la Salve en la

Inmaculada.

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