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Qué hay de nuestro duende? Conversos y galanes
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De nomenclatura latina, Capreolus capreolus. Duende de los sueños, alma y pasión para el cazador de sentimientos y emociones… pues, despierta pasiones. Nuestro querido corzo de apellido curioso, de esbelta y singular cornamenta.
¿Qué hay de nuestro duende?
Conversos y galanes
Querido lector, ha pasado ya tiempo del fin de la temporada montera, pero ahora… ya estamos a las puertas del tan ansiado rececho. La búsqueda hacia el amor corcero. «Un encuentro entre dos almas, y en el lapso de tiempo en el que se cruzan dos miradas, no hay recelo sin pasión; dos metros nos separan, y su eterno silencio es garante de un lance sin palabras, sólo una gesta en la que el cariño nos acerca, y en un abrir y cerrar de ojos nos brinda su alma como trofeo». Estamos ante la atenta mirada del corzo, identidad propia y doble alma, la peluca y la morisca… entre el norte y el sur. Ante la falta de conversos, la correa es decisiva para que la rareza se transforme en belleza. El corzo morisco es ese elegante cérvido que recorre los parajes de las serranías de Jaén, Córdoba, Sevilla y Cádiz. Territorial, resbaladizo; duende mariscal. Subespecie de Capreolus Capreolus y más adaptado al medio y silencioso. Menos pardo en su pelaje que esboza una cuerna ape- nas más abierta, formando una bella corona de astas triangulares. Y en ese salto corcero por España, nos adentramos en la meseta y serranías de la antigua Castilla. Y nuestro duende se pone el sombrero, la peluca. El galán diurno con su par- ti - cular ladrido en las últimas horas de la tarde, marcando el territorio, llamando a su hembra… halo de misterio; el corzo ibérico. En óptimas condiciones demográficas, el corzo requiere aproximadamente unas 50 hectáreas como territorio propio de su ecosistema de vida, pero en muchos casos, se observan en parajes de 1.000 hectáreas más de 50 ejemplares. Y entre la soriana Sierra de la Demanda y La Alcarria... las luchas de los machos en gran densidad demográfica hay más dominación del territorio, produciéndose peleas entre ellos, pinchándose con sus cuernas los cuartos traseros del contrincante territorial desgarrando un testículo. Esa pérdida de parte del aparato reproductor también denominado monorquidia, produce que el corzo eche las cuernas pero no llegue a descorrear al 100%. La falta de hormonas le produce escasa fortaleza en el descorreo de la cornamenta, formándose una peculiar protuberancia como cuerna única en forma de peluca.
Ignacio Isidoro Benítez CEO |
www.argataca.com