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El regalo

El reg� o

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De todos los animales de la tierra, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir. John Steinbck

Aquellos rizos dorados caían por su frente mojada por el sudor.

Había corrido por el jardín persiguiendo a aquel gatito travieso que le regaló su madrina una tarde de domingo en aquel mercadillo donde se vendían toda clase de animales.

El gato, como animal pequeño, se escapaba en cuanto la puerta se abría, y no había forma de parar su carrera, su padre le puso de nombre Cohete, aunque a la pequeña no le hacía ninguna gracia, ya que ella eligió el nombre de Lucero.

Un día lo encontró el jardinero subido a un árbol del que no era capaz de bajar. El hombre buscó todas las formas y el pobre animal cada vez estaba más asustado, hasta que cogiendo una escalera lo alcanzó cuidadosamente y lo puso en el suelo. Antes que este se diera cuenta ya había corrido como un cohete y se escondió tras un gran macetón que había a la entrada de la casa.

Allí estuvo hasta que llegó la pequeña y lo tomo en sus brazos haciéndole mil caricias, mientras le decía: ¿Verdad que no lo vas a hacer más?, el gatito parecía comprenderla y le lamía la carita mientras ella se mondaba de risa por las cosquillas que le hacía aquella lengua pequeñita, y con un ronroneo se acurrucó entre sus brazos quedándose dormido.

Esta niña era más traviesa que el pobre animal al que hacía correr por el jardín tras su pelota o simplemente echaba carreras con él diciéndole: ¿A que llego antes que tú a la puerta? Y cosas así. Un día le puso al felino un vestido de gitana de una de sus muñecas y había que ver al pobre animal corriendo por el jardín tratando de quitarse aquello que lo aprisionaba y se le liaba entre sus patitas. Su padre al ver el espectáculo, aunque no podía contener la risa, llamó a la pequeña y le dijo unas palabritas que jamás olvidó. Hoy, después de muchos años, se sienta con su padre en un banco del jardín, bajo el árbol donde subió Lucero y ambos recuerdan con cariño a aquel pobre animal tratando de liberarse de aquellos ropajes.

Esta niña de rubios cabellos estudió veterinaria y curó a muchos animales, siempre recordando a su gatito al que tanto quería y que un buen día después de muchos años acompañándola en sus fechorías y de mayor sentándose a sus pies mientras ella estudiaba… cerró sus ojitos y se marchó al cielo de los gatos…

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