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Ilusiones contenidas a la sombra de una parra
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a la sombra de una parra
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Recuerdo aquellos años siendo aún una chiquilla, al comienzo de mi adolescencia, bajo la agradable y confortable sombra de la parra en el patio de mi casa, con la mente puesta en mil cosas y en plena ebullición de deseos, miedos, recuerdos, esperanzas y temores en una vida llena de ilusiones por cumplir. Estaba lejos de todo y cerca de nada, en pleno campo andaluz, donde los días eran, a veces, un poco monótonos, aunque jamás, ni tristes ni aburridos.
Conversaba con mis amigos; y digo bien al decir “amigos”. Siempre he tenido más amigos que amigas a esa edad, nos compenetrábamos bastante bien contándonos nuestros sueños del mañana y puedo decir, orgullosa, que se han cumplido muchos de ellos. Aunque no todos los que en una cabecita a esa edad tienen cabida, pero sí la mayoría de ellos, como el poder irnos a la gran ciudad; no todos lo pudieron conseguir, pero sí algunos y entre ellos, yo; aunque no fue de momento, tardaron años en que ese sueño se pudiese realizar.
Hoy, al echar la vista atrás, es como si me estuviese viendo con mi bastidor y mis hilos de colores bordando, y mi perro “Minuto” tumbado junto a mí. Los días se deslizaban como cuentas de un collar, entre los quehaceres de la casa, el encaje de bolillo y los bordados, unas veces a mano y otras a máquina.
Las tardes invitaban al paseo por la gran arboleda, admirando los frutales tan apetitosos. Nos sentábamos al borde de la alberca, nos comíamos lo que “nos daba la gana”. En muchas ocasiones sustituíamos el paseo por el baño; ya que al ser tan grande la alberca, nos podíamos hacer varios largos. Lo bueno es que desde al agua podíamos tomarnos la fruta, sus ramas cubrían parte de la alberca, que con solo alargar la mano era sufi ciente para coger la fruta que más te apetecía.
Esos veranos de paseos y baños han quedado en lo más profundo de mis recuerdos, tan bonitos en una edad que aún no pones demasiados contratiempos a lo que estás viviendo. Tienes las expectativas de querer algo nuevo, distinto pero, ni tú misma sabes lo que es. Es el tiempo el que te va desgranando tus propios deseos y pones los medios para poderlos cumplir.
El tiempo pasa muy despacio, como si se quisiera tomar su “tiempo”. Cuando vas llegando a la juventud es como si tu tiempo se detuviera sin tener en cuenta las prisas que sientes por dentro, de que algo tiene que cambiar… ¡Y lo tienes que hacer ya! Tu mente aún no está preparada para el sosiego, eso no es para ti aún.
Entonces coges unas rabietas de aúpa, te gustaría poder manejar los hilos de tu vida y no sabes cómo conseguirlo. Te parece que estás atrapado entre dos mundos diferentes, el tuyo y el de los mayores. Crees poder ponerte de acuerdo entre los dos; pero son antagónicos y no tienes capacidad de poner fi n a tales problemas, o eso es lo que tu mente te dice.